Sarah y el enfado

Recuerdo del primer mensaje :

Tras la conversación con Iemai intentó dejarse ver más por el torreon, aunque no tuvo el valor para abrirse más de lo de constumbre. El miedo estaba ahí y estaba cansada, agotada de él.

No sabía si no estaba sola pero lo que si sabía era que ya estaba harta, harta de dudar, harta te temerse, harta de ella misma, queria gritar ya que no sabia como pedir ayuda.

Pocas cosas le habían mantenido junto a los demás pero una de las más importantes habia sido sin duda sus entrenamientos con Ulmara.

Aunque nunca intercambiaban muchas palabras, mas alla de las fundamentalmente necesarias para el entrenamiento, se sentia agusto con ella, no parecía juzgarla. Y a Sarah le venía bien mantener una rutina y sobretodo conectar con alguién.

Sarah fue como todas las noches, antes de acostarse, al patio, pero con demasiadas cosas en la cabeza.  En sus movimientos se reflejaba completamente las dudas que la acechaban desde hace días.

Por suerte para Ulmara, el escudazo no tuvo el impacto que esperaba, por mucho que hiciera una mueca de disgusto al ver a Sarah rearmarse (si le hubiera hecho más daño se habría sentido culpable luego). Fue justo ahí cuando se sintió ridícula por todo lo que estaba pasando y, ante todas las cosas, por las enormes ganas que sentía de partirle los dientes a Sarah. ¡Es que se lo merecía! Apretó el puño en torno a su arma y se limitó a coger espacio entre Sarah y ella.

Evitó la patada por los pelos y aprovechó para lanzar su última bengala:

—Sarah, de verdad, ¿qué huevos te pasa? No te lo voy a preguntar más veces —le habló con falsa serenidad y, de hecho, había una amenaza implícita. Si quería desfogarse, perfecto. Si no soltaba prenda y convertía el entrenamiento en una puta pelea de calle, sin embargo, eso era otra historia.

Igual que quería partirle la cara, entendía que utilizar la lanza era un peligro; ahora bien, no quería soltar la suya porque le daría a la humana una ventaja clara para que, los dioses no quisieran, acabara ensartándola.

Iemai se encontraba en el salón, desde donde podía escuchar las armas entrechocar como cualquier otro día en que hubiese alguien entrenando en el patio. Lo que la alertó no fue el ritmo del combate, sino un grito de Ulmara que no llegó a escuchar del todo bien. Dudó durante un momento, pero se acercó a ver cómo les estaba yendo, ya que el tono de voz de su compatriota parecía enfadado.

Al asomarse al patio pudo ver las posturas de ambas y escuchó una nueva pregunta de Ulmara, probablemente la misma, ya que decía que no volvería a insistir.
—¿A qué estáis jugando? —preguntó asustada—. Solo es un entrenamiento.

No se iba a interponer desarmada si no quería salir herida, pero estaba claro que entre ellas había alguna clase de enfrentamiento que iba más allá del entrenamiento rutinario. No sabía el qué, y quería entenderlo. Creía que Sarah empezaría a abrirse más a los demás después de la conversación que habían tenido en mitad de la noche, y tal vez se trataba de eso. Sin comunicación no podía haber peleas.

No era raro escuchar los golpes de fondo del patio mientras te hacías un bocadillo de carne y queso para reponer fuerzas después de tanto entrenamiento diario. Lo que si era raro era de la nada escuchar una sucesión de golpes repetidos de arma contra escudo tan fuertes y sin espacio entre uno y otro. Sacó la cabeza solo para ver como una Iemai que parecía haberse alertado también se acercaba al patio y extrañado decidió dejar su bocata y acercarse también.

Al llegar escuchó las palabras de Iemai y pudo comprobar que Sarah parecía entre desesperada y echa una fiera y Ulmara parecía bastante cabreada.

Dado que todo lo que preguntara solo se solaparía con Iemai simplemente se cruzó de brazos y miró con preocupación a ambas a la espera de la respuesta.

Ulmara aplacó como pudo las embestidas rabiosas de Sarah, confusa y enfadada a partes iguales. El público repentino tan solo logró que se sintiese avergonzada de encontrarse en una situación tan vulnerable. La sangre se le subió a los carrillos, pero mantenía el agarre de la lanza y el escudo si cabía con más fuerza. No respondió a Iemai porque no sabía qué huevos decirle y porque Sarah tiró sus armas y se fue pitando. Aquello tan solo la cabreó más.

—¡No sé qué piraña le habrá mordido! —se quejó por fin—. Estabamos entrenando y de repente parecía que quisiera matarme, ¡puta chalada!

Tiró también las armas al suelo y le costó volver a alzar la mirada hacia Iemai y Nery's.

—¿Sabéis si le ocurre algo? —dijo tras un gran suspiro.

Todavía le quería dar una buena torta, así que no sabía si debía seguirla y arriesgarse a realimentar el cabreo o darle espacio.

Iemai no entendía nada. Cuando Sarah tiró sus armas y empezó a alejarse se dirigió a ella.
—¿Qué te pasa? ¡Sarah!

Se quedó con la palabra en la boca, viéndola desaparecer al otro lado de la puerta que daba al interior del torreón. Le dirigió una mirada desconcertada a Nery’s y luego otra a Ulmara, que todavía parecía enfadada. No necesitó preguntarle a su compatriota si había pasado algo porque ella tampoco entendía el motivo por el que se habían enzarzado en una pelea que, a simple vista, no parecía un entrenamiento inofensivo.
—Sí, pero yo tampoco entiendo muy bien el qué —le respodió—. Lo que acaba de pasar no tiene sentido, yo creía que quería acercarse más a nosotros, no hacer que nos caiga peor. Creo que deberíamos hablar con ella cuando se calme. Puedo ir primero a ver si razona, si quieres —terminó por ofrecer. Si lo que decía Ulmara era cierto, ella tenía razones de peso para estar enfadada con la humana. Iemai no sabía qué pensar de Sarah, pero después de su conversación nocturna se había dado cuenta de que no era como pretendía hacerles creer, como mínimo.

Claramente Ulmara estaba tan solo defendiéndose y al observar entonces con más detalle a Sarah advirtió algo familiar en la mirada de la humana, en sus gestos, en la desesperación que lanzaba con cada golpe.

Por fin aquel caos en el que cada vez veía peor saliendo a la humana paró con el sonido de la madera contra la piedra. Permaneció callado mientras se fue  sin dejar de mirarla con preocupación y un tanto analítico.

-No sé porque se ha puesto así. -Le negó a Ulmara tras Iemai. -Pero si sé lo que es sentirse de esa manera. -Confesó. -Parece frustrada, y parece también que algo la está superando por mucho.

Recordaba esa mirada misma mirada en los espejos, esa ira formándose y acumulándose por estar  harto de todo.

-Me gustaría a mí también hablar con ella. Si te parece buena idea, claro. -Miró a Iemai que parecía ser la única que sabía al menos un fragmento de lo que estaba pasando. Y entonces miró de nuevo a Ulmara.

-¿Estás bien? -Se refería más bien a mentalmente. Dudaba mucho de que portando armas ni siquiera Qwara pudiera plantarle cara a Ulmara dentro del torreón.

Ulmara se quedó un poco perdida, rumiando diferentes pensamientos, pero volvió al presente a tiempo para responder a Iemai y Nery's. Lo hizo a la vez que se agachaba para recoger las armas.

—Será mejor que no me vea de momento —dijo tras otro gran suspiro—. Os agradecería que fuérais, yo mientras recogeré toda esta mierda y la llevaré a su sitio —les dijo, hablando con desdén de todo lo que habían sacado de la armería para entrenar—. Yo estoy bien, no te preocupes —le dijo al frivy. Había agradecimiento en sus palabras, pero también una mentira como un piano.

No quería ver a Sarah porque quería asentar su propio enfado y no darle dos tortas nada más llegar. Tampoco estaba bien, en general.

Iemai esperó la respuesta de Ulmara a la pregunta de Nery’s con interés. Claramente su compatriota no estaba de buen humor, y se veía molesta.
—Intentaremos sacar algo en claro, no te preocupes —dijo, no muy convencida. No tenía demasiada confianza en que la humana se fuese a abrir de nuevo con ella, y al ir con Nery’s tal vez aún sería más difícil. Podía sentirse acorralada y juzgada a más personas fuesen tras ella, y ni siquiera sabía si tenía buena relación con el frivy o si solamente era cordial.
—¿Vamos? —Se volvió hacia el frivy y se puso en marcha sin esperar apenas su respuesta—. Puede que esté en la azotea —dijo mientras pasaban por el salón, donde no había rastro de ella—. No sé. Tampoco es que tenga mucho donde esconderse...
Estuviese donde estuviese, la encontrarían en seguida. La cercana juraría haberla escuchado ir escaleras arriba después de entrar en el torreón. Lo de la azotea solo se le había ocurrido debido a su encontronazo hacía pocas noches.

Como no estaba en la azotea, su siguiente opción fue el dormitorio, que tenía la puerta cerrada. Iemai miró a Nery’s con complicidad y llamó a la puerta.
—Sarah… ¿estás ahí? —preguntó con cautela.

Le dedicó otra mirada de preocupación a Ulmara ante tal mentira. -Bajaremos con lo que tengamos. -Le prometió a la cercana. -Y ey, no lo guardes todo. Hiperme tienes que enseñar a bloquear golpes de esa manera, ha sido de la total. -Intentó bromear cambiando su acento para quitarle hierro al asunto y quizás distraerla un poco.

Asintió en ese momento al "vamos" de Iemai y empezaron a buscarla. -Desde luego no, aunque se podría haber ido a cualquier otra habitación para despistar. -Finalmente estaba en su habitación sin más, eso aceleraba las cosas.

Miró Iemai ante la respuesta de Sarah con una mueca de disgusto aunque no de sorpresa, el tono neutro no sabía del todo si lo estaba forzando anque lo sospechaba. Era la forma en la que los había tratado todos esos meses y no cuadraba para cómo se encontraba ahí abajo. Se adelantó para acercarse y que se le escuchara.

-Sarah. -Su voz denotaba calma y preocupación, ajena al reproche. -Entiendo que no quieras hablar, de verdad, pero creo que es bastante necesario. A Iemai y a mí nos gustaría hablar un rato, por favor.

El frivy estaba preocupado tanto porque la humana le recordaba a él mismo tiempo atrás, en una muy peor época, como irónicamente porque no quería que ese lugar en el que se encontraba tan a gusto se llenara de conflictos innecesarios.

Iemai escuchó la respuesta de Sarah con el ceño fruncido, pero luego suspiró y negó con la cabeza ante el silencio que respondió a Nery’s.
—Si cambias de opinión ya sabes dónde estamos… —dijo solamente. Suponía que eso era lo suficientemente ambiguo para incluir a Ulmara, a la que le debía una disculpa claramente. No quería insistir en en aquel punto en un momento delicado como aquel, pero tal vez lo haría si la humana no daba el primer paso en un par de días.
Con un gesto y una mirada le dijo a Nery’s que era mejor dejarla sola, y se encaminó al patio, donde le explicarían a Ulmara la reacción de Sarah a su intento de entablar conversación. Iemai no volvería a ver a la humana durante lo que quedaba de aquel día.

Ulmara recibió las noticias sobre Sarah de Iemai y Nery's y no pudo hacer otra cosa que encogerse de hombros con gesto de no entender nada. Siguió con su día intentando no cruzarse en absoluto con la muchacha, lo cual fue extremadamente fácil hasta la noche. El movimiento inesperado del colchón al sentarse Sarah y sus palabras bastaron para despertarla. Ulmara buscó en silencio el cuchillo que guardaba bajo la almohada, pero le bastaron un par de segundos para reconocer la voz de la humana y lo que, tal vez, quería decirle.

Se incorporó en la cama con cuidado de no hacer ruido y le hizo una señal para que se fuesen a la cocina, así podrían hablar sin que les escuchase quien fuera que hiciese guardia en aquel momento. Ulmara estaba medio dormida todavía y no pudo ni fijarse.

—He oído por ahí que el primer paso es reconocerlo —dijo con media sonrisa. El enfado con la humana estaba ya lejos—. Pero, sinceramente, no sé cuál es el segundo paso, ni el tercero... ¿Estás segura de que quieres que "yo" te ayude?

<<¿Cómo puedo ayudarla siquiera?>>

Ulmara soltó un bufido, una suerte de carcajada que no llegó a puerto y que se quedó en una sonrisa comprensiva, enmarcada en un rostro cansado.

—Me vas a poner la cabeza como un bombo —se quejó, medio en broma y medio no—. No tenemos forma de saber lo que nos va a pasar, pero yo quiero creer que no estamos condenados. Tiene que haber un futuro para nosotros en alguna parte o todo este teatrillo de secuestros no tendría sentido.

>>Sobre lo otro... Cuando me enteré de lo de mi padre vivía enfadada todas las horas del día, solía correr por el bosque hasta quedarme exhausta, hacer ejercicio o trabajar más de lo que era sano. No sé si vale también para el miedo, pero si quieres desfogar... ¿Podemos entrenar más? O añadirle más dificultad o algo —suspiró—. No sé.

Ulmara se sentía torpísima dando consejos y no era para menos. Ella raramente se los habría aplicado.