Fisiología Indiscreta

Recuerdo del primer mensaje :

El nombrado se había empeñado en superar ese desconcertante miedo a las alturas. No recordaba haber sufrido de eso en su mundo, pero es que tampoco había estado nunca en un sitio tan alto como la azotea del torreón. Mataba las horas muertas intentando asomarse allí arriba, agarrado a la escalera con toda la tensión de los mundos que conocía. Pero no había manera. Su cuerpo se paralizaba, como presa de un frío inescapable, y le costaba mover las extremidades para subir. Lo poco que conseguía se traducía en sensación de mareo, lo cual no hacía sino incrementar la desconfianza hacia la azotea y el miedo a caerse. Al menos, había días o momentos en que conseguía subir o asomarse más que otros. Valoraba mucho sus avances.

Pero aquella vez no salió bien. No pudo superar la distancia de la última vez. Frustrado, y muy tenso, volvió a la escalera de bajada. Blasfemaba en voz alta. Ojo, creía que aquello era parte de la prueba a la que le sometían las lunas, pero creía que tenía derecho a quejarse.
—No tiene sentido, de todo lo que podría pasarme en un mundo desconocido lleno de monstruos, ¡miedo a las alturas! Si Karane me viera... Maldita sea mi cabeza.

Y al final, llegó al salón. Su intención era cruzarlo y refrescarse en el pozo, pues estaba sudando y notaba la tensión por todo su cuerpo, ojo izquierdo incluido. Ni siquiera sabía si le habrían escuchado quejarse.

Iemai escuchó la respuesta de Kiki, incluso puso una expresión interesada cuando mencionó los ojos llorosos de Nery’s, dedicándole una mirada al propio frivy. No iba a meterse donde no la llamaban, pero desde luego no había pasado por alto aquel detalle.

Sin embargo, hasta ahí encontraba todo normal. Los ojos se enrojecían, sí, pero no como el de Pefka, como dijo la propia Kiki no mucho después. Aunque, inevitablemente, Iemai empezó a perderse en mitad de sus explicaciones. Tenía curiosidad por aquella característica, pero no esperaba llegar a entender por qué se producía con detalle.

Por eso mismo no pudo evitar soltar una risilla ante el comentario de Ulmara. Se sentía exactamente igual que ella, con la diferencia de que no se atrevía a decirlo en voz alta. En aquel momento, mientras volvía Pefka a responder la pregunta de Nery’s, Rua también les ofreció fruta, que Iemai rechazó con un gesto y un agradecimiento.

Al parecer el problema del hijo de lunas era que le daban miedo las alturas. Iemai admiraba su disposición a intentar cambiarlo, pero Rua también tenía razón.
—Bueno, a lo mejor consigue tolerarlo un poco mejor, supongo que él sabrá lo que hace —dijo. Luego escuchó a Rua divagar sobre el color de ojos y añadió—: Lo de Pefka parece muy diferente del albinismo. Él no tiene problemas con la luz cuando se le pone así el ojo, ¿no?

Al decir aquello miró al hijo de lunas. Rua ya les había comentado cómo afectaba su condición a sus ojos el día en que había ofrecido sus lentes oscuras, y no parecía ser el caso de Pefka en absoluto.

Lo cierto era que no sabía si enfrentarse así a la altura iba a servirle de algo.
—En casa no estuve en un sitio tan alto como este. Nunca me dio miedo de esta manera. Y quizá tengáis razón las dos. Este ojo lo perdí por arriesgarme demasiado sin pensarlo bien. Quizá debería probar de otra manera... y... ¿Qué decís? —escuchó los comentarios sobre la rojez de sus ojos como especie, el suyo como individuo, y se rascó la cabeza—. Creo que no tengo eso, nuestros ojos son así sin más. Aquí no me molesta la luz del exterior, pero en mi mundo sí porque las condiciones de fuera son insoportables sin protección adecuada.

Rememorar el accidente del ojo le hizo recordar sus sospechas de que la estancia en la ciudad era una prueba... Así que quizás el miedo a las alturas no era más que otro obstáculo a salvar. ¿A cuántos más le enfrentarían las Lunas? ¿Era otro ser el actual foco de atención?

Seguía con su tarea. No se había fijado en estos días por razones obvias pero ahora que tenía que arreglar aquello estaba claro que Kiki no se había molestado en cuidar su pelo todo este tiempo. Estaba lleno de nudos siendo un absoluto desastre lo cual le confundía porque la había visto ser muy metódica y organizada en muchas otras cosas. Como cuando fregaban los platos.

No pudo evitar reírse un poco con la pulla de Ulmara así como no se le escapó la mirada de Iemai. No era de su agrado que se hubiera filtrado eso pero tampoco le daba mucha importancia así que le dedicó de vuelta una pequeña puesta en blanco de ojos y una sonrisa en plan. "Esta chica no tiene remedio".


-Gracias Rua. -Le agradeció pero no fue a coger porque estaba ocupado desenredando un enorme nudo y quería terminar antes de levantarse a por un tenedor. Justo cuando Kiki decidió levantarse súbitamente, arrastrando sus manos con él y teniendo que seguirla e inclinarse hacia delante como pudo para evitar que se hiciera demasiado daño.

Con tono de reprimenda frunció el ceño y la riñó.
-Megaestate quieta. Otra de esas que supereste más despistado y superpodías hacerte daño de verdad.

Y dicho esto la agarró de las caderas y la obligó a sentarse de nuevo reafirmándose con el gesto en que no se moviera. Solo la soltó cuando se estuvo quieta por fin.
-Así vale, si. -Dijo antes de seguir arreglando aquel desastre.

Sentía curiosidad repentina por Rua. Ni se había preguntado porque sus ojos eran rojos teniendo en cuenta que era de otro planeta y él mismo como tantos otros frivys tenía el pelo completamente blanco y brillante así que su destiñe no le había llamado la atención.
-Así que eres albina. Con lo pálidos que ultrasois algunos humanis y que todos sois de sangre roja no se me había ocurrido...

-Y Pefka, yo supertengo pánico absoluto a las alturas... bueno más bien a los bordes en altura. Megano te aconsejo forzarlo, como ha dicho Rua puede acabar mal... -Por supuesto no pensaba explicar el porqué de aquello.

Ulmara no pudo evitar reírse del todo ante el puchero de Kiki, luego se tomó su tiempo en escucharlos a todos. Lo del albinismo no le pillaba por sorpresa porque Rua ya se lo había explicado, pero como decía Nery’s, el único motivo por lo que lo entendía era la palabra de la humana. Por los tonos de piel que calzaban, todos podrían haber sido albinos. Suerte que en la Cercanía los hubieran educado sobre la existencia de otros planos, que, sin duda, la había ayudado a paliar el choque.

—Todavía me sorprende que toda la luz que hay aquí de día sea poca para vosotros —dijo a Rua, en referencia a su albinismo. Un albino cercano ya se habría frito al sol.

Después, se dirigió a Nery’s y a Pefka.

—¿Y si probáis a subir acompañados? Entre vosotros o con uno de nosotros, tal vez suavice el susto.

Ulmara les estaba dando una solución típica de niños cercanos. Una fobia en un cercano adulto era motivo de sobra para que se rieran de él durante toda su existencia, sin exagerar. Había lejanos más viejos que todo su pueblo que daban fe de ello. Por suerte para todos, Ulmara no era la cercana más rígida y entendía que se enfrentaba a otras especies, quizás más débiles de espíritu que los suyos.

Lo de los ojos le pareció simplemente anecdótico.

Le resulto un poco curioso el escuchar que habían pensado que todos los humanos eran albinos por sus tonos de piel, aunque bueno si la comparaban a ella misma con Fleur o Sarah podría entenderse de primeras.

-El sol de este lugar es menos fuerte que el de la Tierra, mi piel no solo es blanca, es sensible a la luz solar, pero resiste mejor aqui. Pero visto como estabais Iemai y tu al llegar, imagino la Tierra seria mortal para ustedes. - añadio Rua asintiendo un poco porque Ulmara apreciera tan extrañada, aunque visto como a ella misma parecia haber molestado la luz apenas llegaron, podia entenderlo. Miro a Nery's ante su duda sobre que ella era albina- Bueno, una forma facil de indentificar a cualquier humano albino es por el color de ojos, suelen ser rojos o rosados, como mi caso; o por el pelo, sino andan teñidos como yo, suelen ser rubios casi blancos o blanco directamente, pestañas y vello corporal, si tienen, incluido. Son las características que mas llaman la atencion a simple vista. Imagino que los albinos en vuestros mundos seran similares. - dijo sonriendo a medias, encogiéndose ligeramente de hombros, viendo como Nery’s intentaba controlar un poco a Kiki que parecía que fuese a saltar sobre Pefka queriendo más información sobre su mundo.

-Lo que me llega tambien a pensar que tal vez en tu mundo de Pefka, tu sol es más fuerte que el de aquí o el terrestre, ¿no? ¿Por eso tu cuerpo parece...menos blando que el nuestro? Como protección extra para el sol. –pregunto mirando al susodicho ahora extrañada también, por como siempre se refería a “exterior” cuando hablaba de su mundo- Recuerdo que cuando llegamos; las puertas, el puente y bueno, el exterior en general, te eran un tanto extraños o directamente desconocidos. - eso tendría lógica para lo que decía Kiki, de vivir encerrados en cierta forma y también tal vez explicaba por qué tenía ese inusual cuerpo suyo. Al fin de cuenta las criaturas pensantes o no, se iban adaptando a ecosistema de sus propios mundos, o territorios, para sobrevivir. Como las focas, pingüinos u osos polares en zonas árticas que poseía más grasa, pieles más gruesas o un pelaje más adaptado para mantener la temperatura corporal.

-Y sobre la acrofobia, en principio no veo necesario exigirse. Quiero decir, ¿tienes alguna necesidad imperiosa de subirte a un sitio alto? – preguntó Rua mirando a Nery’s de reojo ante su mención que él también tenía miedo a las alturas, pero más que nada curiosa porque  Pefka al menos intentase someterse a esa tensión y terror de forma intencional, si como había dicho había estado en lo mas del torreón pese a saber ya de su miedo- Está bien que la comida por la que vamos está en un acantilado y acercarte sea difícil, por ejemplo, pero puedes mantenerte apartado lo suficiente para no tener visible la distancia y que se acerquen al borde a lo que nos les incomode – era una opción, al menos las veces que habían salido estaba ahí la posibilidad, no había necesidad de que todos se acercasen al borde a por las cestas

- Aunque bueno ya si es una cuestión personal, puede que lo que dice Ulmara funcione.– añadió Rua cogiendo un poco más de fruta ante la posibilidad, con aire distraido, no tenía idea alguna de psicología ni fobias, aunque seguía pensando que enfrentarse a algo así cuando no había necesidad real para ello, era arriesgado de por sí- O puedes probar cual es el límite poco a poco, de cuan alto puedes estar sin que empieces a angustiarte, que lo veo más factible y menos estresante para la salud. -ella no tenía fobias, no que fuese consciente al menos, pero ya suponía que estar frente a lo que te da miedo debía ser agobiante como poco. Y de tener estrés y ansiedad si sabía bastante más.

Resopló varias veces mientras le hablaban. ¿Cómo había pasado a generar tanta preocupación? Se dejó caer en una silla y les miraba con cansancio. Agradecía la ayuda, pero le habían hablado todos de golpe y era demasiado. También pensó en ignorar la sugerencia de Ulmara, pues si desconfiaba lo más mínimo de algunos de ellos lo último que haría sería ponerse en riesgo con ellos cerca. Lo que sí agradecía de verdad era la hipótesis de Kiki, ya que podría trabajar sobre eso. Mejor algo sólido que un miedo abstracto.

Respondió a lo que pudo de forma atropellada, como si hubiera tomado nota de lo que le decía cada cual. Y miraría a quienes lo dijeron cuando lo mencionara, pero no guardó el orden en que se dirigieron a él.
—A ver, no tengo ni idea de si me puede perjudicar en esta maldita ciudad, así que prefiero librarme de esto. Agradezco las propuestas para suavizarlo, pero de verdad no hace falta tanta insistencia, es cosa mía.

>> Y lo del ojo y el sol y... Mi ciudad está en una cueva colosal dentro de un dragón gigantesco. No sé por qué fuera hace tanto calor que hasta el aire quema, ni sé cómo funciona el clima, solo sé que es así. Y que mi cuerpo sea más duro que el vuestro solo confirma que somos de mundos distintos.

Lo único que tenía claro era que quizás no había entendido bien las preguntas sobre sus ojos. Su ojo rojo.
—Hmmm... a lo mejor os entendí mal. No sé cómo lo hace mi cuerpo, pero sí que sé que cuando estamos tensos se nos enrojecen los ojos. Igual que se le eriza el pelo a algunas bestias, como los kerlax que se convierten en púas. Yo estoy tan acostumbrado que no me di cuenta de que pudiera sorprenderos —y lo último sonaba a disculpa.

Pefka confirmó que no era nada parecido al albinismo, como ya suponían. Ni él mismo sabía explicar a qué se debía y, aunque Iemai tenía curiosidad por aquella característica de su especie, decidió no insistir en el tema, ya que no iban a sacar en claro nada más que lo que había supuesto Kiki, y solo ella sabía de qué estaba hablando.

Con el tema de las alturas también decidió no insistir. Muchos le estaban dando a Pefka consejos con buena intención, y probablemente útiles, pero el hijo de lunas no parecía muy cómodo con la atención. Tal vez en su mundo los miedos irracionales también fuesen algo indeseable. Aquello, francamente, le interesaba menos que lo que dijo a continuación.

—Pefka, ¿vives en el interior… de un ser vivo? ¿Cómo es eso? ¿Sois parásitos, o algo así? —preguntó. Cualquier podría notar que Iemai estaba mostrando interés genuino en ese momento.

-Ojos Rojis, megaentendido. -Le contestó a Rua sin mirar hacia ella. Seguía enfrascado en arreglar aquel desastre. -Son iguales sí. Aunque queda algo raro porque las venas negras ultra se les ven que te flonchy´s.

Levantó la vista hacia Ulmara con la cara seria.

-Lo único que superconseguiréis si me acompañáis megaes que os corte la respiración de lo fuerte que hiperme voy a agarrar a quien esté a mi lado. Por favor no lo hagáis -dijo entonces sin acento. -No controlaré la fuerza que use mientras esté en pánico. -Por su tono de voz neutro quedaba claro que aquello no era una advertencia si no algo que iba a pasar lo quisiera o no.

Escuchó el resto con curiosidad pero enfocándose en la tarea que llevaba delante pues estaba ya terminada pero seguía revisando el pelo de la humana con cuidado por si acaso.

Kiki  volvió a moverse, pero mientras no diera esos quiebros el frivy no se quejaría. Cuando se apegó a él, Nery´s no pudo evitar sentir cierto impulso. Llevaba demasiado sin hacer nada y la humana se le acercaba mucho estos días más allá de dormir con él. En soledad no se concentraba para ello debido a toda la situación y poco a poco el impulso se hacía más fuerte y frecuente así que estaba llegando a su límite.  Respiró lentamente hasta que se le hincharon los pulmones y soltó despacio el aire para calmarse, sin que se notase mucho para los demás. «Nunca ultrapensé que echaría de menos de la total las noches frenéticas...» No sabía cuánto más aguantaría pero esperaba poder aliviarse solo por las ganas.

Llegó la mirada y nery´s se quedó disfrutando de sus ojos unos segundos antes de decir:
-Está bien. Ya superme adapto yo, no te preocupes.  -Reconocía una cosa. Cada vez le costaba más quitársela de la cabeza.

Se acomodó a ella, quitándose el calzado y rodeándola con las piernas en el sofá mientras hablaba. Notó que se avergonzaba y quedaba quieta, cosa que le venía perfecta para terminar de inspeccionarla y pasar a lo siguiente. Empezó a hacerle una trenza en cascada.

Estuvo a punto de decir algo sobre lo de donde vivía pero a un solo vistazo vio que Pefka estaba cansado y un poco abrumado así que se calló.


Notó como ella se avergonzaba y se quedaba más quieta por ello y a él le pareció perfecto.

¿Pero qué manía con negarle lo poco que sí sabía que era cierto? Vale, había muchas diferencias y todos eran de ciudades algo más avanzadas que la suya, pero su propia realidad tenía tanto derecho a ser real como las suyas. Tomó aire. Sabía que la humana tenía tanta curiosidad por cualquier cosa como él por otras, así que la miró y le habló con calma.
—Kiki, vivimos en la cabeza de un dragón vivo. Nos protege del clima del exterior, calma nuestra sed y nos regala una temperatura agradable. Ojalá pudiera llevaros a explorar sus alas o su cola para que me creáis. No es una "cueva" normal de montaña, se nota bastante que no en cuanto la ves desde fuera. Es un dragón vivo que existe desde siempre. Es colosal. Es un dios y sus hijos son los Kievek y los Lynokek. Ellos viven más adentro y nosotros más cerca del exterior.

Y él... Él era un hijo de lunas muy indignado, pero entendía su estupor. Era como si le hubieran dicho que el fuego no quemaba, pero debían estar sintiendo lo mismo que cuando él habló con Ulmara.
—Y también tenemos lunas. Son nuestras diosas. Esta ciudad no es la única con devoción a sus lunas, ¿veis? Y las estrellas... bueno, apenas son puntitos brillantes en el cielo en comparación con la hermosura de las lunas Kepryna y Levyna.

Y también era un nombrado que miraba con curiosidad a la humana y el frivy, pero prefirió ignorarlo. No entendía si aquello era un ritual de apareamiento o qué se traían entre manos, pero bastante atención estaba teniendo ya sobre sí mismo así que no quería sacar más temas de conversación... ni que Kiki intentara explicar nada de esa forma tan rara y que tanto le costaba entender.

—Seguramente —respondió a Rua. El sol terrestre le daba pavor aún sin conocerlo. Daba gracias a la “poca” luz del de Rocavarancolia.

Al contrario de Kiki, que parecía que necesitaba encontrar una explicación alterna para todo lo que no entendía, Ulmara calló y escuchó, procuró no juzgar nada de lo que decía Pefka. Le costaba entender lo del dragón, pero no era la primera vez que se lo oía y ella habría querido el mismo trato. Si ahora se estaba viendo con problemas para abrir los ojos en la calle y un clima completamente opuesto al suyo, tan anormal… ¿En qué punto era ella nadie para negar al dragón de Krábelin?

—Yo te creo —se limitó a decir. Luego respondió a la humana—. No sé Iemai, pero yo habré visto las lunas y las estrellas en la Cercanía menos veces de las que puedo contar con las manos. También tenemos dos astros—se refería a las lunas, siguiendo el hilo de Pefka—, aunque no son muy importantes para nosotros, con la niebla y las nubes se nos olvida que están ahí.

>>Parece que, a pesar de todas las diferencias, todos nuestros cielos tienen cosas en común. Salvo con este, claro —rectificó, recordando lo que acababa de decir Kiki sobre las estrellas.

La sueca podía entender que la mente humana y lógica de Kiki tuviera que buscarle explicación a  todo desde la lógica, porque si, porque también ella era humana, y era un factor bastante habitual. Pero estaba empezando a ponerla nerviosa. Sus palabras y el coqueteo que se traía con Nery's, que no terminaba de entender de donde había salido. Todo el conjunto.

Prefirió ignorarlo, por el bien de su sanidad y centrarse en Pefka y en como, de nuevo, insistía en que el no vivía en una montaña sino en un dichoso dragón gigante. Le costaba imaginarlo, un mundo que era en si mismo un dragón. Resultaba tan fantasioso. Pero ¿no estaba ellos mismos viviendo un fantasía, hablando con aliens de otros mundos y viviendo en un ciudad, que parecía se otro mundo en si misma? La lógica común humana había dejado de funcionar hacia tiempo allá en muchas cosas.

-Los humanos tendemos a ser del tipo "ver para creer" no se lo tengas muy en cuenta- dijo Rua con pasividad, mientras seguía mordisqueado al fruta, viendo con interés al krabeliense pero sin obviar la mencion de las lunas y estrellas. Kiki tenia razón en eso, no habían visto nada de eso aun y eso muy normal no era. Frunció ligeramente el ceño, pensativa- En la tierra tenemos una única luna y muchas estrellas. La luna no es solo un astro en el cielo y ya, tiene sus importancia, como por ejemplo, regular las mareas. Imagino que eso es igual en todas partes, aunque si en vuestros mundos tenéis dos lunas vuestros mares tienen que ser brutales- si con una luna en la Tierra, había a veces mareas importantes, con dos tenía que ser un festival- Que aquí llevemos ya días y aun no se haya visto, ni ella ni las estrellas, es extraño. El cielo por la noche es totalmente oscuro, no es muy normal eso. ¿Tendrá algún significado?- no creía que fuese simple casualidadad, un mundo sin luna iba a tener problemas en sus mareas o en su ecosistema. Aunque desde luego mucha planta y animal normal no había visto por allí.

Iemai observó a Pefka mientras Kiki demostraba su escepticismo. De forma racional, lo que decía la humana tenía sentido, pero parecía estar olvidando que venían de mundos muy diferentes, donde cosas que para unos eran naturales, para otros no. Y ya habían tenido una buena dosis de demostraciones de aquello.
—Cada plano contiene realidades muy diferentes, Kiki —dijo, solamente. No quería quitarle la explicación a quien realmente podía darla, pero sí defender las diferentes experiencias de los presentes. La mayoría eran de la Tierra, y se notaba. Incluso Frivowaldanny no era muy diferente, aunque Nery’s jugaba con ventaja. Las cercanas y el hijo de lunas podían contar cosas que al resto siempre les resultaban extrañas.

La explicación de Pefka en cierto modo la dejó igual de confusa, pero fascinada. Le gustaría poder verlo, y a la vez le daba pavor. Nunca antes había imaginado que algún plano pudiese esconder una criatura colosal que albergase en su interior vida inteligente, pero ahora estaba allí y sabía eso y muchas cosas más. Nunca dejaba de sorprenderse.

La conversación, de todos modos, había virado hacia los astros y, si bien a Iemai le resultaba un tema bastante interesantes, le pasaba como a Ulmara: apenas los había visto en su vida.
—Yo igual —dijo cuando su compatriota la mencionó. No tenía mucho que añadir en cuanto a los cielos de sus mundos de origen, pero sí podía teorizar acerca del de Rocavarancolia—. Es muy raro, pero supongo que todo puede ser posible. Si en el mundo de Pefka pueden vivir dentro de un animal enorme, aquí podría no haber estrellas ni lunas. Pero sí que nos han hablado de una luna… La Luna Roja que se supone que tenemos que ver salir en algún momento. Dijeron que teníamos que demostrar lo que valíamos antes de que saliese, ¿no fue algo así? ¿Cada cuánto tiempo aparecen y desaparecen las lunas en el cielo?

La mandíbula de Kiki se cerró con fuerza y sus ojos se abrieron. No fue capaz de decir nada en un ratito, pero asentía con la cabeza fervientemente ante lo que que decía Rua y luego se giro hacia Iemai también asintiendo antes de por fin poder vocalizar sus ideas.

-Si si, claro, si...no no,no, no quise decir nada malo Pefka y si, te creo también...es solo que..¡un dragón! - Golpeó con fuerza una de las piernas de Nery´s mientras seguía asintiendo ante aquella verdad. - ¡UN DRAGÓN A ESCALA PLANETARIA...eso recalca mucho sobre la afinidad a la magia de las criaturas que en humanilandia creemos que son místicas, porque para darles  sustento y dejarlos vivir en su cuerpo sin ser meras relaciones simbioticas...UN DRA....vaya....

Tardo unos segundos en calmarse y darse cuenta que estaba arañando y golpeando a la pierna del frivy antes de enfocarse en la pregunta de la cercana.- ¿Ah?  ah bueno...lunas lunas, suponiendo que los cálculos matemáticos de nuestro mundo sean buenos o por lo menos decentes, no debería tardar mucho mas de semanas supongo, quizás un poco mas  en casos extremos pero dependería del tamaño del planeta y la luna. Iria mas rápido o lento, o quizás se mantendría visible en el cielo de algún hemisferio, pero a menos que este planeta sea absolutamente inmenso, cosa que ya no me sorprendería pero si me asombraría que la ciudad o el imperio o reino donde estamos sea tan pequeño en relación...yo no creo que deba de tardar tanto  aquella que tenemos que esperar.

No era su fuerte la astronomía, pero aunque podía hacer cálculos  medianamente plausibles, no quiso arriesgar ninguna aproximación de tiempo. ademas que le resultaba un pelin disconforme esa información, porque si mencionaban una prueba, el tiempo de aparición de una luna  común no le sonaba demasiado místico. Suspiro tratando de pensar mas opciones, aunque poco a poco empezaba a pensar que cualquier lógica de cualquier planeta no tenia chance si la gente de aquel lugar usaba magia que podía modificar todo.

Menos mal que el tono de la conversación cambió y aceptaron su relato. Sabía que todo era chocante, pero solo pedía un poco de comprensión. Asintió con media sonrisa cuando los demás y Kiki hablaron a favor de su relato y dejó pasar el tema. También él le debía una especie de disculpa a Ulmara por el shock que se había llevado con su conversación en la armería, visto lo visto.

Todos venían de mundos diferentes, así que lo raro sería que tuvieran semejanzas. No obstante, el detalle de que todos tuvieran un cielo similar con características comunes le daba mucho que pensar.
—Si todos tenemos cielo con lunas y estrellas... ¿Quizá nuestros mundos están juntos en un mundo más grande? De alguna forma hemos llegado a este, ¿no? Yo pienso que nos han traído las Lunas, que aquí la Luna Roja es su divinidad igual que lo son las Lunas de mi mundo. Quizá haya más diosas así por otros mundos... o quizá tienen otras formas. Y digo más, yo tengo la teoría de que las lunas aquí están escondidas porque quieren ponernos a prueba. Prueba de supervivencia y de fe. Seguramente saldrán cuando el ritual acabe —aventuró, pero estaba bastante convencido de ello. Lo necesitaba.

A Ulmara le hizo gracia la reacción de Kiki, que procesaba poco a poco la existencia de algo que parecía inconcebible entre sus números y sus palabras extrañas. Le dedicó una sonrisa a la humana y guardó silencio hasta que las palabras de Pefka le hicieron torcer el morro, no tanto por el propio nombrado, sino por lo que nombraba.

—Si la Luna Roja es un diosa.... ¿Cómo sabemos si estamos bajo su amparo o si somos un sacrificio? ¿Qué parte del ritual somos nosotros? —hablaba desde el más puro disgusto, casi asqueada—. No pueden obligarnos a creer en ella y, desde luego, no nos están dando motivos.

La cercana se estaba indignando casi sin saberlo y alzó poco a poco la voz. Ardía por dentro. Se negaba a traicionar a sus dioses, a doblar la rodilla ante una deidad corrupta, pero también le asustaba ser un sacrificio o, peor, un simple ingrediente secundario para traer a Rocavarancolia a los dioses sabrían qué entidad monstruosa. Ulmara sabía de los invocadores, de los Otros que atraían hasta el plano cercano y de los precios que pagaban. La cercana también se negaba a ser moneda de nadie. Pero ¿servía de algo su rechazo? ¿Tenía alternativa?

Si los supervisaba una diosa extraña, ¿acaso no podría robarle la lejanía y el avance a otros planos?

—Vaya puñetera mierda, de repente —refunfuñó.