Tienda de artefactos rúnicos

¿Tenían los vampiros pesadillas? Si alguna vez alguien de la ciudad se había hecho esa pregunta solo tendría que pasarse por mi tienda para saber la respuesta. Solo bastaba un vistazo para ver mis ojeras, mi aparente cansancio y los altos niveles de mal humor que se podían apreciar con solo ver… Bueno vale, lo del mal humor no era algo nuevo, pero las pesadillas habían logrado que mi mala leche comenzara a sobrepasar los límites de cualquier escala que pudiera imaginarme.

Harto del cansancio estaba aplicándome un hechizo de vela mientras echaba un vistazo a la tienda, que estaba vacía.
El negocio no estaba siendo muy estable últimamente. Desde que el problema con las pesadillas se había generalizado la mayoría de los clientes que visitaban la tienda lo hacían buscando amuletos o artefactos que les impidieran soñar o les ayudaran a dormir. Una vez les decía que para eso hacía falta un especialista en la materia y que no podían ayudarles se iban y no volvían. El resultado era que cada vez tenía menos clientes, y los que tenía empezaban a ser cada vez más paranóicos.
Una vez terminado el hechizo me sentí bastante mejor, pero sabía que aquello no podía durar. Llevaba ya una temporada en la que solamente dormía durante mis viajes de negocios a otros mundos vinculados y me mantenía en pie con magia cuando no lo hacía. Poco a poco había empezado los días haciéndome la misma pregunta: ¿Cuánto tiempo sería capaz de mantener aquel ritmo?

El sonido de la puerta de la tienda al abrirse me hizo volver a la realidad y ví como una cara conocida, entraba en la tienda. Recordaba al demonio de la incursión que habían hecho en Dryfus, pero no lo había vuelto a ver desde entonces, y aquella era la primera vez que visitaba su tienda.
–¡Bienvenido! –Le saludé con la expresión más amistosa que fui capaz de hacer. –Siéntete libre de echar un vistazo a lo que quieras y si no encuentras lo que buscas dímelo. También acepto encargos y quizás pueda fabricarlo.
Por suerte la desaparición del cansancio me habría calmado lo suficiente como para poder fingir que estaba de buen humor y con ganas de ayudar. Eso si, justo después suspiré y añadí la retaila que había empezado a decirle a cualquier cliente nuevo que había entrado en las últimas semanas.
>>A menos que busques algo para dormir o derivados en cuyo caso permíteme ahorrarte el tiempo. No, no tengo nada para eso ni puedo hacerlo. Necesitarás a un especialista en mentalismo o en el mundo de lo onírico. O en ámbos.
Eso último lo solté prácticamente por instinto, con la práctica que tenía alguien acostumbrado a responder a aquellas preguntas constantemente. Ultimamente la gente solo venía buscando aquello después de todo.

Kin finalmente se había decidido a tener un trabajo estable, con las miras puestas en dejar la sede en algún momento. Había sido difícil escoger porque las opciones que tenía más a mano eran o bien servir al ejército o bien volver a hacer exactamente lo que hacía en su mundo de origen. Además, no le apetecía trabajar directamente para el consejo.

Terminó por ganar lo que resultaba menos conflictivo. Encargarse de que hubiese alimentos suficientes al menos era digno, y era algo para lo que no tenía que aprender nada nuevo. «Será solo una temporada» se decía. Y así, en cuanto hubo una vacante, el raigaurum pasó a trabajar para el granero de la ciudad.

Como vivir en la sede le permitía gastar lo menos posible, Kin empezó a ahorrar todo el dinero para los proyectos que quería llevar a cabo. Pero los brazos nuevos requerían ahorrar a más largo plazo, así que decidió que compraría primero el arma de largo alcance que tenía en mente desde hacía tiempo. La primera persona en la que pensó para ello fue Valek, ya que conocía al vampiro y sabía que se dedicaba a hacer ese tipo de cosas.

Cuando entró en su tienda no pudo evitar mirar en todas direcciones con curiosidad, pero antes de nada devolvió el saludo al vampiro levantando la mano.
—Hacía tiempo que no nos veíamos —dijo. Aunque en cuanto escuchó el apunte de Valek se quedó confuso. ¿Había dicho aquello al ver sus ojeras? Porque el vampiro no tenía mucho mejor aspecto—. No, no vengo por eso, aunque ahora que lo dices no estaría mal. Tenía en mente un tipo de arma en concreto y me preguntaba si tendrías algo parecido o podrías fabricarla. —Llegó al mostrador y se apoyó en él—. Me gustaría poder usar mi electricidad a larga distancia. No tengo mucha idea del tema, pero tengo entendido que podría dirigirla desde mi cuerpo hacia otro objeto usando runas como intermediario. Y si ese objeto fuese arrojadizo, se convertiría en un taser de largo alcance. ¿Es posible algo así?

Me alegró que la primera visita del demonio no fuera por nada sobre los sueños. Me tenían muy harto con aquella moda que había empezado semanas atrás.
–Me alegro. Últimamente la gente solo se pasa por la tienda buscando remedios para pesadillas y muchos se indignan y no vuelven tras darse cuenta de que no los tengo.
Escuché el tipo de arma que estaba buscando el Irrense mientras barajaba en mi mente todas las armas de la tienda, descartando todas rápidamente.
>>No, me temo que en la tienda no hay nada que haga lo que me pides. En cuanto a fabricarlo… –Saqué un papel y empecé a garabatear rápidamente los nombres de varios hechizos y runas, mientras unía varios de ellos mediante líneas. La idea de un taser que funcionara sin cables me vino enseguida, y a partir de ahí varias ideas de diseños empezaron a acumularse en mi cabeza. El problema era la magia.
–Se puede hacer –dije a la vez que sacaba herramientas de debajo del mostrador. Aprovechando que su cliente se había apoyado en él, le agarré un brazo sin pedir permiso y empecé a tomarle medidas.
–La principal dificultad está en que los hechizos que habría que usar para usar el flujo eléctrico son o demasiado débiles para aguantar la energía de tu cuerpo o demasiado poderosos como para que puedas mantenerlos tú solo. –Terminé de tomarle las medidas y las apunté en la misma hoja donde estaba garabateando. –Sin embargo esos hechizos poderosos están diseñados para sacar la electricidad prácticamente de la nada y tú ya la tienes, así que si elimino esas partes del encantamiento y anido las condiciones del lenguaje de Naa-Nery con el sistema de emparejamiento del de Mörne para fijar un punto de referencia… –Aunque seguía escuchando a lo que Kin tuviera que decir creo que era bastante evidente que toda aquella charla la estaba soltando para mí mismo y que no esperaba que el Irrense supiera de lo que estoy hablando o que me respondiera.
–De acuerdo –dije al cabo de un rato tras terminar mis garabatos –Tengo dos diseños en mente para hacer esto: uno de mucha calidad y otro más económico. Los dos harían lo mismo pero el de calidad sería más sutil, en plan una pulsera grande con dardos pequeños impulsados mediante magia. El otro sería un brazal de armadura completo que cubra el antebrazo con una ballesta pequeña acoplada para lanzar los proyectiles a mano.
Le dí el presupuesto de los dos para que eligiera. El diseño de calidad era un precio prohibitivo, pero muy prohibitivo. El otro no era barato, pero tampoco muy caro. El caro se lo había propuesto más como prueba de que podía crear algo muy bueno y no con la intención de que lo eligiera. De hecho esperaba que no lo hiciera porque prácticamente me había tirado un farol con ese. Podía hacerlo, pero el esfuerzo para comprimir tantos circuitos rúnicos en algo así…
“Debería haber añadido más ceros al presupuesto del caro”.

A Kin la explicación del vampiro no le sonó rara hasta que se percató de algo. Había descubierto que no era el único durmiendo mal, pero creía que era cosa de su grupo. La muerte de Marsi les había afectado para mal. No pudo evitar pensar que el ambiente estaba demasiado revuelto últimamente, incluso para tratarse de Rocavarancolia.

Enseguida tuvo que dejar de pensar en aquello porque Valek empezó a barajar ideas. EL raigaurum ya imaginaba que no iba a tener exactamente lo que quería, aunque creía que sería cuestión de añadir las runas adecuadas a lo que el vampiro considerase que pudiese servir. Para su sorpresa, no debía de ser tan simple. Parecía haberse activado un interruptor en Valek que lo ponía en marcha, porque enseguida estaba tomando medidas, garabateando y farfullando cosas en un idioma que le costaba entender.

En cuanto terminó, Kin se asomó sobre el papel con cierto temor. El diseño que había denominado "de calidad" sonaba estupendamente, pero al ver la cantidad se le atragantó de tal manera que le costó un mundo disimular. Aun así, terminó por tomárselo con humor, porque ni de broma esperaba que lo que pedía fuese a ser tan sutil. Ya no había ido allí con algo así en mente, por cómodo que le hubiese parecido el diseño.
—Si fuese millonario habría algo que decidir —bromeó—. Pero no creo que pase de currito en mi vida. Esta está bien, tampoco es que necesite llevarla encima a todas horas —dijo señalando al diseño más económico, aunque de económico tampoco tenía nada—. Puedo reunir el dinero para dentro de un mes más o menos, así que puedes tomártelo con calma si necesitas más tiempo. Aunque, sobre el diseño... En todo el brazo solamente puedo liberar electricidad por las puntas de los dedos, por ahora. Krono me hizo un apaño para poder hacerlo sin freírlos. Eso afecta al diseño, ¿o me equivoco?

Asentí complacido a la elección de mi cliente, y aliviado, pero de lo último el Irrense no se iba a dar cuenta. Mi reacción fue similar cuando me dijo el tiempo que necesitaba.
–No tengo ningún inconveniente con lo del mes. Es tiempo de sobra para tener todo terminado.
Aunque necesitaría cálculos más precisos antes de estar seguro, había estimado que para fabricar el artefacto necesitaría alrededor de dos semanas, por lo que un més era tiempo más que suficiente. La mención de lo de las puntas de sus dedos, sin embargo, me hizo volver a mirar pensativo a la hoja donde tenía el diseño improvisado.
–A nivel de runas la cosa no cambiaría –le respondí –pero lo ideal sería que haya contacto físico directamente entre la fuente de electricidad y el dispositivo, así que tendría que cambiar la pieza. ¿Algún problema si en vez de un brazalete de armadura lo haga sobre un guantelete? El precio no cambiaría.

Al irrense le alivió que no hubiese pegas con el tiempo ni con el pago. Literalmente tenía que invertir todos sus ahorros en aquello, pero ya se imaginaba que no iba a ser barato. Aun así le alegró que el cambio de diseño con el que solventó el problema Valek no fuese más costoso ni complicado.
—Me parece buena idea, mientras no limite demasiado los movimientos. Supongo que no es el caso.
»No pensé que fueses a tener claro el diseño tan rápido, parece mentira que no sepas cómo ayudar a los insomnes —bromeó—. Bueno, y sobre el pago, ¿cómo quieres que se haga? ¿Debo adelantar algún porcentaje para materiales?

–No los limitará, por eso no te preocupes –le aseguré al demonio cuando mostró preocupación ante la posibilidad de  perder movilidad al cambiar el diseño. Luego procedió a bromear sobre la velocidad a la que había planeado el diseño.
–He trabajado en diseños parecidos, tanto haciendo artefactos que manipulan electricidad como diseñando circuitos en partes de armadura. Para este lo que he hecho ha sido juntar las ideas de esos proyectos en uno y rellenar los huecos. –Le expliqué –En realidad eso es bastante sencillo. La dificultad la dan luego las runas cuando las haces.
Realmente aquello se aplicaba a prácticamente todo: imaginar cosas que funcionan es bastante fácil. Hacerlas funcionar de verdad es donde la cosa se complica.
–Un diez por ciento del precio total por adelantado. –Le dije respecto a las condiciones del pago. –El resto el día que vengas a recogerlo. Si por alguna razón quieres cancelar el encargo en algún momento más adelante puedes hacerlo libremente, pero en ese caso me quedo el anticipo como compensación. Lo mismo si al final no pagas el resto o si directamente no vienes a por la pieza.
Aquello a mí me bastaba como seguro. Si al final el cliente no cumplia con pagar el resto yo podía vender la pieza a otro igualmente, y eso me compensaba las pérdidas.

El raigaurum decidió que no envidaba el trabajo de Valek al escuchar sus explicaciones. Las runas eran programación, pero había que tallarla, lo que hacía que fuese mucho más tocapelotas. Y también podían fallar. Lo poco que había hecho él con runas había sido dolorosamente sencillo, meras pruebas, y aun así le había dado problemas.
—¿Un diez? No es mucho. Aunque eso es de agradecer —comentó. Con todo, no llevaba la cantidad encima. Había ido a preguntar si podían hacer lo que quería, no a pasearse por la ciudad con todo su dinero encima sin saber si iba a necesitarlo—. Volveré mañana con el primer pago, entonces, y ya cerramos el trato. Y tranquilo, que no pienso dejarlo a medias.

Tras confirmar la cantidad exacta de monedas que debía traerle, Kin se dispuso a marcharse de la tienda.
—Nos vemos. Suerte con la clientela —le dijo despidiéndose con un gesto.

Había bajado a abrir la tienda y ahora estaba sentado en el mostrador. Una vez leí el mensaje lo doblé y eché una mirada a las vitrinas que tenía delante, pensativo. No sabía lo que había podido pasar pero consideraba la muerte de Lil como un incidente desafortunado, aunque no sorprendente. Esta ciudad era la que era después de todo y aunque no le deseaba ningún mal al ghoul tampoco podía quejarme, que aquel trato hubiera terminado era para mí más beneficioso que perjudicial.
La posdata, en cambio, era otro tema totalmente distinto. Había pensado ya varias veces ponerme en contacto con la súcubo por si sabía algo sobre los problemas con pesadillas que estaban impidiendo dormir a la gente y que, indirectamente, me estaban destrozándo el negocio y dejándome a mí con más mala leche de lo habitual. Aquella nota me indicaba que sí que sabía algo, pero la última parte… Puse los ojos en blanco y resoplé.
“Si fuera tan simple mantenerse al margen de una pesadilla nadie tendría problemas para dormir...”

Un ligero olor a quemado me sacó de mis divagaciones. En una mesilla fuera de la vista de los clientes tenía un portal de comunicación en el que acababa de aparecer un pequeño fuego que enseguida se convirtió en un pequeño trozo de pergamino.
Me acerqué a recogerlo. Aquel portal lo utilizaba para mantenerme en contacto con uno de mis proveedores: un mago que me ayudaba con las runas que requerían el uso de hechizos que estaban por encima de mis capacidades, pero aquel día no esperaba ningún mensaje suyo.
–Qué dem… –En el pergamino tan solo había una palabra escrita con prisas: “Socorro”

Apenas un minuto después abandonaba la tienda con mis armas preparadas. Encendí las protecciones del edificio mientras ponía el cartel de “cerrado”, e inmediatamente después estaba convertido en polvo y surcando los cielos rumbo al alojamiento del mago.
No sabía lo que estaba pasando, ni estaba de humor para averiguarlo, pero una petición de auxilio de un proveedor era algo que no podía permitirme ignorar. En cuanto al responsable de aquello… iba a decir que se lo pensaría dos veces la próxima vez, pero no iba a darle el lujo de tener una próxima vez.

Sigue en las calles.

Era una noche cerrada y bastante calmada. Muchos ciudadanos habían optado por pasar las noches en algún otro mundo, lejos del alcance de las pesadillas de esta ciudad. Por ello las calles a estas horas se encontraban mucho más vacías de lo habitual.
Había salido de mi casa para intentar alejar mente tanto de los problemas con el negocio como de las pesadillas con las que tenía que lidiar últimamente, y ahora caminaba sin rumbo fijo por las calles estrechas de un barrio que no conocía. El lugar estaba completamente vacío, y llevaba ya un buen rato caminando por la zona sin encontrarme con nadie y sin oír sonido alguno, ni siquiera el viento.
Normalmente ese ambiente era una señal de que me movía por una zona de la ciudad que había sido abandonada completamente, y aun así no podía evitar estar en alerta.. porque desde hacía un buen rato tenía la certeza de que alguien me estaba siguiendo.
Quién o qué lo hacía, sin embargo, se me escapaba. De momento había optado por fingir que no me había dado cuenta y no había intentado localizarlo con magia, limitándome a lanzar miradas disimuladas hacia los lugares donde creía que podía estar. En alguna ocasión había logrado ver, por el rabillo del ojo, una silueta negra humanoide. Siempre tras una esquina, siempre escondido tras una pila de escombros…
Empezaba a cansarme de aquel estúpido juego del gato y el ratón, y estaba a punto de acabar con aquella farsa y encarar a lo que fuera aquella silueta cuando me paré en seco.
La ruta por la que iba se dividía en varios caminos: bocacalles tortuosas, una gran avenida sucia que desembocaba en una plaza ruinosa, o un lugar del que procedía un constante tintineo. “Espera. Esto es…”
Había visto aquel lugar lugar antes, hacía ya mucho tiempo, cuando todavía era un cosechado.  También recordaba el camino que había recorrido y lo que había pasado con la som...
Por primera vez en mucho tiempo, un escalofrío incesante me recorrió de arriba abajo, al mismo tiempo que volvía a notar la presencia de aquella silueta justo a mi espalda. El miedo dio paso a la ira.
–No… ¡Esta vez morirás tú! –Me dí la vuelta con los guanteletes listos, apunté a la car…



Desperté de golpe y con la respiración acelerada, buscando instintivamente cualquier arma que tuviera a mi alcance. Tardé unos instantes en darme cuenta de que estaba en mi casa, tras lo cual inspiré y expiré varias veces para recuperar la compostura, intentando quitarme de la cabeza la última imagen que había visto justo antes de que pudiera verle la cara a quien me seguía: una extraña torre envuelta en tinieblas.
Suspiré cansado. “Otra maldita pesadilla…”, eso era lo que quería decirme a mí mismo pero por alguna razón no pude calmarme del todo. Notaba que algo no estaba bien, y era incapaz de quitarme del cuerpo la sensación de que debía permanecer alerta, que algo terrible acababa de suceder.
Antes de que pudiera pensar escuché el sonido de una explosión en la distancia, luego otra y al poco tiempo… gritos, por toda la ciudad. Me levanté alerta al mismo tiempo que empezaba a escucharse el sonido de edificios derrumbarse en la distancia. Sonaba… casi como el caos tradicional que se sentía cuando salía la luna roja, salvo que en este caso el ambiente no era de energía, sino de peligro, y los gritos… 
Abandoné mi cuarto y bajé a por mis armas, todas ellas. Esos no eran los gritos de monstruos celebrando, eran gritos de monstruos muriendo. Tenía que averiguar qué estaba pasando, y la forma más sencilla sería sobrevolando la ciudad. Salí de la tienda de runas. La sellé con magia y eché a volar hacia el origen de aquel caos.

Jamás lo supe, pero poco después de que mi silueta se perdiera en la distancia, la puerta que me había tomado tantas molestias en sellar se abrió despacio y en absoluto silencio, ignorando todos los cerrojos y hechizos. Del interior de mi propia casa salió la silueta que me perseguía en mis pesadillas y lenta, pero segura, se metió por los callejones de la ciudad, en la dirección exacta por la que me había ido.


Sigue en las calles.