Calles

Sin que se lo esperara, Adam se unió a la conversación con bastante ánimo ante la mención de que Rua se había transformado en un caballo. Ente el grito y lo inesperado del momento Chromsa no pudo evitar dar un respingo del susto, aunque no fue a más por suerte. Entendía al ruso perfectamente: a él le había hecho ilusión que hubiera otro brujos, pero tal vez en el caso de Adam Rua tuviera sus mismo cambios. Miró al ángel cuando el pegaso le contaba de su transformación y le calmó su respuesta. No dudaba en absoluto en que fuera a traicionarles, pero seguía siendo un alivio que lo reafirmara. Y sobre lo otro... -Pues ahora que lo dices sí que podría venir bien. De primeras, si estoy cerca, que vayan a por Adam por sorpresa sería muy difícil porque me daría cuenta. Aun así, pensar en algo más no estaría mal.- comentó pensativo. ¿Tal vez hubiera algún hechizo que lo ocultara en esas situaciones? Tendría que buscar al respecto.

No dijo nada sobre ello, pero el ochrorio sí notó que la conversación había ido bien, o al menos eso parecía. Había escuchado algunas risas de ambos antes de que Adam volviera con los tres y no veía ninguna expresión que le llevara a pensar que todavía siguiesen peleados. La sonrisa del ochrorio se reforzó un poco por ello.

Para salir de posibles dudas preguntó a Neariel: -¿Entonces Rua también es un pegaso, un caballo con alas?- Además, también tenía curiosidad por saber si Adam iba a tener una compañera de transformación.

—Oh, no sería como ese —se rió de nuevo—. Sería peor.
Kahlo no estaba metida en la otra conversación, pero Adam se encargó de meterla de lleno con un grito que provocó que sus toxinas hicieran otra vez de las suyas. A ese ritmo iba a darse cuenta pronto de lo mal que le sentaban los sobresaltos.

Se acababa de enterar de que el ruso era un trofeo de caza andante y sus ojos no se abrieron como platos porque ya lo estaban de antes. Miró a los demás con expresión perdida, yendo concretamente de Adam a Chromsa por ser los primeros en haber hablado de ello.

—¿Cómo? ¿Por qué? —en un intento de que el chico respondiera a su pregunta le agarró del brazo para, instantes después, sentirse extrañamente aliviada. Creyendo haber sobrerreaccionado le soltó deprisa—. Quiero decir… —continuó en voz más baja, cortada—. ¿Por qué os buscan? ¿Tenemos que preocuparnos también por el pegaso de Amira?
«No es que sea muy discreto…»

Si era verdad aquello explicaría porqué Nea caviló antes de decir su transformación delante de Erknest. Quizás no era buena idea ir dando tan alegremente sus datos a otros ciudadanos, y la posibilidad de que esa lista de recompensas se extendiera a más de ellos creó una tensión en la garganta de la varmana. Con el pulgar empezó a girar los anillos en sus dedos, inquieta. Sus experiencias con otros habitantes habían sido positivas, pero justamente el ángel allí presente era superviviente de un mal encuentro; ni transformados se libraban del peligro.

—Gracias a todos, de verdad —agradeció el pegaso tanto a Neariel como a Chromsa, dirigiendo una pequeña sonrisa cálida al último por su ofrecimiento de querer protegerlo.

El agarre de Kahlo lo pilló desprevenido. Entendió que la varmana tuviese dudas con respecto al tema puesto que ella no se enteró de nada. Aunque le soltó rápido sin querer le deslizo la manga hacia atrás, mostrando unas pocas plumas que, rápidamente, tapó de nuevo.

—En el libro de criaturas aladas aparecía información sobre mi... raza, si podemos llamarlo así. Parece ser que somos raros en este mundo y la gente quiere buscarlos por sus plumas y por su piel. No sé si lo notasteis antes pero si me tocan en mi otra forma se supone que se siente muy bien, desconozco el efecto exacto —Adam se cruzó de brazos, mirando bajo—. Es como una droga y… les interesaría tenerme vivo y... a mano para cuando quieran sentir alivio o… no sé. También les interesan mis plumas aunque no especificaba el libro mucho en el motivo.

Estaba hablando demasiado seguido para su gusto, desviando un poco su mirada.

—No sé si el pegaso de Amira forma parte de esto pero deberíamos informarla, por si acaso.

No tenía ni idea de cómo seguir la conversación con Nea, pero por suerte no hizo falta pues Adam y su problemática se convirtieron en el tema principal. <<Plan de emergencia…>> meditó la enderth ante la propuesta del ángel, que Chromsa también apoyó. Sí, sin duda tendrían que pensar en algo. Seguro que mediante la magia había alguna forma de aumentar la seguridad de su compañero, pero sus pobres conocimientos no iban a servirle de mucho en ese momento. Lo único que se le ocurría sin darle muchas vueltas era no dejarle solo nunca, pero eso podría resultar agobiante para el pegaso y de todas formas dada la naturaleza de su relación seguro que el fauno no se despegaría a menudo de él.

Era cierto que Kahlo no sabía nada, pues no estuvo presente mientras buscaban información al inicio, pero el propio humano se encargó de explicarle la situación. Mientras lo hacía, la horus recordó que ella también había leído algo acerca de que sus ojos también eran codiciados, pero no le había dado importancia, centrándose en aprender de qué trataban sus dones. Tal vez había sido una imprudencia por su parte, pensó mientras escuchaba a Adam explicar por qué no debía revelar a la ligera que era un pegaso. Ella solo le había dicho a Neariel lo que era, pero… Bueno, probablemente también debería hablar con sus compañeros tras informarse más en profundidad de cuánto peligro corría. No iba a exigirle precaución extrema a otros si ella misma la necesitaba y no lo aplicaba.

—Es verdad —decidió intervenir sobre todo por no levantar sospechas de que se estaba guardando algo. Probablemente solo era paranoia suya, pero se sintió impelida a hacerlo—. El pegaso de Amira no es lo mismo que tú, pero a lo mejor tiene las mismas propiedades. Sin duda hay que decírselo e informarse.

—Agh... —Ante las menciones de porque era peligroso podían contemplar al ángel algo nervioso y aún más apresurado al caminar. Rebanándose los sesos en busca de opciones. —Juraría que no tenía plumas, pero podría aún no haberle salido a ella... Uno de esos "caballos" humanis definitivamente si que era. «Y aunque no fuera ella alguien más podría ser  algo codiciado.»

Meditaba. Necesitaban al menos algún parche o solución rápida... El ángel se paró en el sitio y miró a su cinto. «Bueno, al menos esto será útil» Se aproximo a Adam y deshizo el nudo que sujetaba una de sus cimitarras y le tendió la hoja de clara buena artesanía al pegaso.

—No puedo hacer mucho más, pero es mejor que tengas esto para protegerte que las espadas de por ahí. —La vida de viejos compañeros pesaba bastante más que el regalo de una amiga. Tenía que volver pronto y avisarles... en especial a Rua si de verdad compartía el peligro. —Ya se nos ocurrirá algo mejor. Pero la manera más fácil de que tengamos más oportunidades es seguir entrenando.

Al igual que Adam, Kahlo se sumó a la conversación. El ruso no tardó en explicarle por qué los pegasos no estaban del todo a salvo allí y, aunque el ochrorio ya había escuchado los motivos, no pudo evitar que a su mente llegaran imágenes de ese posible escenario. Por supuesto esos horrores duraron apenas segundos antes de que Chromsa los quitara de allí y aun así le había parecido más tiempo del que debía. Sí, tenían que evitar que eso pasara a toda costa. Evitando pensar en aquello, se sumó al resto en cuanto al pegaso de Amira: -Es justo lo que dices, Lethe. No parece que tengan los mismos poderes y son distintos, pero físicamente creo que podrían confundirlos. Así que mejor avisarla por si acaso.- dijo.

Nea, que parecía nervioso, contestó a su pregunta. Por lo que contaba, Rua también se podía transformar en caballo, pero no había visto que tuviera plumas. Estaba la posibilidad que decía el ángel, pero habiendo visto el cambio de Adam no creía que fuera un pegaso. ¿Puede que hubiera otra transformación parecida? Tendría que buscarlo entre los libros de Serpentaria.

Le extrañó el parón del ángel para después acercarse al terrestre, aunque entendió el motivo en cuanto vio como le acercaba una de sus cimitarras. Las armas que habían tenido en Silente no estaban nada mal, pero aquella parecía mucho mejor. Como mínimo, tenía pinta de ser nueva al menos. Asintió a las palabras del ángel y dijo con ánimo: -Por supuesto. Además, ahora ya no estamos tan indefensos como al principio. Con cuidado y entrenamiento seguro que podremos evitar problemas.-

No le gustaron nada aquellas noticias. De normal le habrían preocupado, pero si encima iban paseando por un sitio tan variopinto como el mercado, a cuyas existencias la palabra “extraordinario” se les quedaba corta…. Kahlo suspiró, encogiéndose dentro de sus alas. A saber si ella misma era una material de valor.
—Incluso si no es exactamente como Adam, sigue siendo un peligro que lo vean y crean lo que no es. Llama demasiado la atención.

¿De verdad habían estado escondiéndose todo este tiempo para esconderse otra vez? Observó como Nea le ofreció su cimitarra al ruso, un gesto que añadió sal a la herida; encima habían salido sin armas. No quería ir todo el camino con la paranoia carcomiéndola, así que se esforzó en creerse las palabras de Chromsa. Quitando lo intimidante que era el ángel, no veía donde parecían menos indefensos los demás. Tenían cambios y un aura nueva, pero no sabría si definirlos como imponentes… y el aura la tenía todo el mundo a su alrededor.

—Supongo que si nos atacan yo puedo hacer que se olviden de que nos han visto —desvió al mirada al suelo—. Si supiera como hacerlo…

Adam tragó algo de saliva al ver que Neariel se aproximaba a él, sintiendo su cuerpo pequeño en comparación al gran ángel que tuvo enfrente. De un suspiro mostró el alivio natural de su cuerpo cuando el ángel le obsequió una de sus cimitarras. Adam se tomó la libertad de verla, la cual se veía de calidad. Al menos podía discernir una hoja buena de una mala gracias a algunas lecciones de Kolja.

—Neariel… Esto es de muy buena calidad yo… Gracias, muchas gracias —dijo con mucha honestidad, sonriendo agradecido al gran ángel.

Entrenar, mencionaron aquel acto que anteriormente hacía diariamente el ruso. Con algo de tristeza y nostalgia al recordar sus entrenamientos miró la cimitarra, la cual no se le hacía tan pesada aunque tenía pinta de tener un peso similar a su otra espada de doble filo. Por mucho que no le gustase debía defenderse, necesitaba hacerlo por su cuenta por no meter a los demás en sus problemas.

—Hay que ser cautelosos con ese pegaso de momento, por si acaso. Por mi parte mas o menos ya puedo controlar mis cambios y mis plumas son fáciles de ocultar, estaré bien por mi cuenta mientras tenga cuidado —dijo a los demás con una sonrisa. Tenerlos cerca calmaba mucho al pegaso y su compañía, realmente, lo fortalecía.

No creía que hubiera hecho falta que Neariel le diese una espada en ese mismo momento a Adam, pero tampoco se iba a oponer a ello, por lo que no dijo nada. En realidad, más que nada no quería sentir que debía algo al ángel, pero posiblemente podrían conseguirle a su compañero otro arma de igual o mejor calidad y devolvérsela.

Chrosma y Kahlo, desde luego, tenían razón: incluso si el pegaso de la valkyria no tenía las mismas propiedades que Adam, siempre podrían pensarse que también se trataba de un transformado por la Luna como él, así que asintió a sus palabras. No añadió nada, pero ella desde luego sí pensaba entrenarse a conciencia. Todavía se le hacía un poco extraño aquel deseo de proteger a todos sus amigos que se había acrecentado considerablemente con el paso de los meses y culminado en una necesidad todavía mayor al convertirse en horus, pero no pensaba tratar de ir contra natura. Siempre había sido protectora con Kradko, además, y extender ese instinto hacia los que consideraba ahora sus amigos no le parecía algo ilógico en realidad. Solo era… nuevo.

Las habilidades de la aparición nocturna ciertamente podrían ser muy útiles, pero ella todavía no sabía controlarlas. Al verla lamentándose de ello se acercó a la varmana y carraspeó ligeramente.
—Seguro que enseguida aprenderás cómo hacerlo. Puedes practicar conmigo si necesitas un sujeto de pruebas: a mí no me importa —le dijo.

El resto del camino se aseguró de que el grupo mantenía un cerco en torno a Adam, pero evitando que fuese demasiado evidente que querían ocultar al humano en particular. Iría muy atenta a sus alrededores, y por suerte podrían regresar sin incidentes al refugio. Dedicó un pensamiento también a Alec, esperando encontrárselo de vuelta en el interior o no sabría qué hacer.

Sigue en la Torre Serpentaria.

Negó con la cabeza con una sonrisa velada al pegaso. —Ojalá pudiera hacer más... «Pero hasta dentro de un mes no puedo volver a frivo... y seguiré pendiente de lo que quiera el consejo... » Ese puesto de contable empezaba a ganar fuerza en su cabeza. Era un buen inicio, algo seguro...

Asintió a Kahlo y a Crhomsa y miró a la primera. —Es todo cuestión de práctica —añadió tras Lethe —en nada incluso podremos volar si encontramos un buen instructor. Creo que eso sería bastante útil —divagó.

Poco a poco una esquina conocida salió al paso y el ángel se despidió del grupo. Vagando de nuevo solo por las ruinas volvió la presión que sentía de ellas desde la cosecha. Como le observaban y engullían cualquier atisbo del horizonte con la visión de piedra y ladrillo. Ahora, sin embargo, ya no le eran tan intimidantes. Así como a su paso los extraños seres corrían a sus refugios, el frivy ya no sería tan solo un trapo con el que jugar como había ocurrido un mes atrás. Ahora todos ellos podían defenderse.

Aquel día el pegaso se encontraba particularmente quemado de leer ese libro de anatomía humana que andaba estudiando, prefiriendo tomar un poco el aire con cautela y aprovechando el viaje para ir a los Jardines de la Memoria a por un buen puñado de hojas con saco en el hombro para recolectarlas. A decir verdad, todo el tema de la espera de Dama Enigma y que no tenía nada que hacer ya que no sabía por donde apoyarla le tenían completamente aburrido. En estos casos especiales, en la Tierra, siempre disponía de su teléfono móvil al menos para escuchar música o incluso la televisión pero todo era tan raro sin nada de tecnología a su alrededor. No era la primera vez que se sentía tan perdido en sus acciones, recordaba con cierta amargura en su etapa de cosechado como se moría del asco de no ser por la compañía de sus compañeros de criba.

—<<Lo que daría por ponerme ahora unos auriculares con alguna canción de Korpiklaani...>> —pensó nostálgico y deseoso de, al menos, un triste reproductor mp3.

Y ahí estaba, en mitad de la calle con el saco en su hombro y su vestimenta habitual con las mangas bien ajustadas para que no se le escapase pluma alguna por ahí. Resoplaba de vez en cuando, el camino era ciertamente largo pero andar le vendría bien para distraer ciertos pensamientos y para no pecar de sedentario estando, de paso, ejercitándose un poco.

Aun con la tranquilidad que exhibía su rostro adormilado, estaba un poco en guardia. Esperaba no encontrarse con nadie por aquellos llanos rodeados de estructuras venidas abajo y escombros. Sabía dentro de sí que se exponía un poco al peligro pero nada le había pasado de momento. Mientras se concentrara mucho en mantener su otra forma a raya no habría de qué preocuparse, llevaba muchos días haciendo ejercicios mentales para evitar accidentes desafortunados.

Ante todo, Adam quería que fuese un paseo tranquilo.

Le tocaba seguridad y horario nocturno en el casino como venía siendo habitual y no podía quejarse por ello. En casi cualquier lugar la noche es más peligrosa que el día, y aunque Rocavarancolia era peligrosa a cualquier hora el fuzanglong temía que la oscuridad le pillase desprevenido. Por eso prefería vivirla despierto, trabajando, y si acaso dormir cuando la luz no camuflaba a las bestias y traía seguridad. Dormir, bueno. Cuando se acordaba. En esta ocación había dormido 6 horas, bastante para tratarse de él, motivo por el que se sentía especialmente fresco.

Había salido con tiempo de sobra al trabajo para llegar tranquilo. Si acaso esperaría en un sofá, que no por nada eran ridículamente cómodos, o con el señor Barone si este tenía tiempo y ganas hasta que le tocase entrar a su turno. A parte de las alimañas clásicas o la silueta alejada de algún ser vivo su ruta solía ser tranquila. Y esta vez habría sido igual de no ser por la figura humanoide que caminaba calle arriba en su dirección. Xiao no era de los que cambiaban de acera, y es que aunque evitar el conflicto era una de sus especialidades también sabía que delatarte como huidizo te vendía más rápido como presa.

El tipo era enorme, y a más recortaban la distancia el uno del otro peor pinta tenía. Iba con algo en la espalda, algo… ¿un saco? ¿Qué o a quién pensaba guardar ahí? Inspiró y expiró, controlando que tan lento lo hacía como forma de mentalizarse para cualquier encuentro, cambiando su semblante tranquilo por otro igual de tranquilo pero cuyo aura indicaba “cuidado, muerdo”. No podía importarle menos que quisiera transportar a alguien troceado dentro del saco; solo quería asegurarse de no serlo él. Iba con ropa casual pues su uniforme estaba en el casino, y aunque su estatura no fuera temible los milagros que obraba un traje eran innegables. Por lo menos ganaba dos puntos en intimidación. A lo mejor estar rodeado de monstruos y jefes mafiosos también ayudaba, pero ahora mismo no tenía ni lo uno ni lo otro, solo un caminar seguro, unos pantalones negros y una camisa vaquera demasiado ancha para su cuerpo.

Xiao agachó el rostro, agitó la cola y clavó su mirada en el desconocido a medida que sus rasgos se volvían reconocibles. Si pasaban en silencio y de largo, bien. Pero era ese saco, ese saco le daba toda la mala espina del mundo. Llamémosle morbo, pero quizás intentase meterse en su cabeza solo por asegurarse de cuales eran sus deseos. Por si acaso le involucraban a él.

Yendo calle arriba, al girar una de las calles lo que menos quería en aquel momento se hizo real. Un desconocido iba solo y vaya desconocido. Aunque fuese de estatura baja, su apariencia era intimidante por sí sola y eso le hizo tragar saliva en un intento de semblante tranquilo y despreocupado que no podía ser más obviamente tenso. Algo en su cara le ponía nervioso, gritando peligro por todos lados dentro de Adam. ¿Que le pasaba en el ojo, era por la transformación que le tocó? Se le hizo muy raro aunque no quería juzgar por encima a nadie pero la soledad, el momento y el ambiente no ayudaban a pensar lo contrario.

El pegaso aceleró un poco el paso, más mecánico que nunca. Sin embargo en su cabeza le asaltaban ciertas dudas. ¿Debería marchar a otra calle? Si lo hacía, ¿ese tipo que tanto rechazo le generaba podría decirle algo o… podría hacer algo peor? Lo mejor sería segur con paso firme, con seguridad. Si se viese que él tenía cosas que esconder, que las había, lo mismo levantaría sospechas. ¿Pero era buena idea quedarse callado?

—«Mierda… Pasa de largo. Pasa de largo. Pasa de largo. No hagas otra cosa»

Ya estaba empezando a ponerse nervioso y sus decisiones estaban nubladas por aquel sentimiento, levantando la mano con la sonrisa más natural que le saldría en aquel momento. Sin embargo, de natural tenía poca, porque no era capaz de tensar más sus labios y cejas.

—Hola —saludó "cordialmente" en un tono especialmente raro, seco pero entrecortado, amigable pero dudoso.

Solo quería irse de ahí, no quería que le hiciese nada aquel desconocido. El nervio le hizo ir más lento y la mirada de Adam tardaría en abandonar los ojos del otro, esquiva pero culpable por la atención que le daba aquel ojo que, probablemente, fuese alguna herida o algo peor.

Su semblante no cambió lo más mínimo ante la sonrisa, de hecho, esta solo le hizo sospechar más. Sus ojos se entrecerraron el instante que el otro empezó a mover la mano, y aunque pudo sentir cada nervio de su cuerpo tensarse según registraba a toda velocidad que hechizo convenía, no hubo otra señal en el fuzanglong que el sutil crecimiento de su pecho al retener el aire. Pronto comprobó que venía siendo un saludo incómodo y nada más (al que por supuesto no respondió) pero eso no le hizo bajar la guardia. Para más inri el grandullón estaba andando más lento… ¿Qué quería?

Xiao notó que de sus dos ojos se estaba fijando sobre todo en el ciego, pero estaba tan acostumbrado como insensibilizado a ello. Le habían recomendado que usara parche por eso, pero su cicatriz era un buen reclamo para los más curiosos y facilitaba su trabajo. Como era el caso: estaba consiguiendo el contacto visual que necesitaba. No hacía falta tener buena intuición, la actitud inquieta del chico era obvia a simple vista, pero por evidente que fuera el lenguaje no verbal no siempre bastaba para esclarecer los deseos reales de uno. Y esos iba a comprobar ahora colándose en aquellos ojos verdes.
Los deseos tomaron forma en su mente en algo parecido a un sexto sentido. No sonaba, no era un pensamiento nítido como la voz de un telépata, pero sí certero, como el que sabe que el fuego quema y el agua moja. Y aquel gigantón quería irse.

“Asi que el asustado eres tú”, pensó reprimiendo la leve, minúscula, ínfima tirantez de una sonrisa irónica. Por desgracia eso no le libraba. Bien sabía que la gente asustada era la más impredecible y peligrosa.

—Hola —respondió, tardío. Su ojo bueno era tan magnético y atrayente como el hierro, pura plata líquida y reluciente—. ¿Qué es lo que quieres? —su voz aunque carente de sentimiento era suave, confiable. La hipnosis hacía que sus preguntas fueran una invitación difícil de rechazar—. ¿A dónde vas?

Aunque fue leve, muy leve, Adam notó en el chico con cuernos una especie de sonrisa que le erizó los pelos del cuello. No contestaba al saludo, para mayor sospecha del pegaso. ¿Que quería aquella persona de él, sus plumas? ¿Había visto alguna salir de las mangas de su camisa? Se revisó en cuestión de medio segundo la manga de su brazo alzado, no había ninguna fuera de lugar.
Y cuando saludó, su estómago se revolvió de no esperarse una respuesta tan tardía. Lo miro, aquel ojo tan plateado que, en otras circunstancias, diría que es hermoso pero ahora lo adornaban tintes de tensión que lo hacían ser incluso tenebrosamente bello que, además, se le hacía atrayente.

Las preguntas vinieron y Adam abrió un poco más los ojos. Su voz era suave pero en aquellas palabras el pegaso notó que algo poderoso le llamaba a responder y decidió hacerlo mirando a su ojo plateado reluciente y parando de caminar.

—Busco ir a los Jardines de la Memoria a por hojas secas y llenar este saco. Son el dominio de mi pareja, un brujo. Solo busco ir y volver a salvo discretamente, me asusta que alguien se entere de lo que soy en realidad.

Y en eso despertó del trance, abordado por la contradicción. ¿Acaba de responder sin pensar? Ni siquiera acertaba a recordar lo que había dicho exactamente y lo miró con un poco de miedo. ¿Estaba sacándole información de su transformación? Deseaba de lo más profundo de sí mismo que no haya dicho nada pero poco a poco, cayendo en lo que dijo, palideció. Respondió casi sin filtro, soltando cosas personales e incluso de Chromsa. ¿Qué demonios? Eso le hizo tragar saliva pesadamente.

—¿Qu-qué quieres tú de mí? —devolvió la pregunta con un semblante tenso y serio, por dentro temblando como un flan por haber devuelto la pregunta pero no pudo evitarlo por la tensión, peor sería salir corriendo. ¿Le haría daño? Recordó una y otra y otra vez el hechizo de barrera dentro de su cabeza por si le haría falta.

¿Qué diantres fue lo que aquel chico hizo con esas preguntas?

El chico respondió como era de esperar; si acaso más suelto de lo normal, muy perjudicado por los efectos de la hipnosis. Había información que no había pedido, resultado de una mente demasiado relajada, pero desde luego nada a lo que le hiciera ascos. Cuantos más detalles más jugoso era el robo. El fuzanglong dejó caer los hombros lo poco que los había subido con la tensión del momento.

Sin embargo no era el tipo de deseo que a Cupido le gustaba robar; demasiado soso, le faltaba fuego. Su anhelo se empañaba con el miedo que tenía y quitárselo sería tan innecesario como aburrido, además, él no era tan cabrón. O sí lo era y por eso prefería robos más indecorosos. Fuera como fuese, trabajaba en el casino, estaba bien servido de magia y deseos más fuertes, pero eso no fue todo; lo último que dijo le hizo ladear suavemente la cabeza con una oreja más alzada que la otra. “¿Qué soy en realidad?”

¿Era un asesino o algo así? ¿Un mercenario? Entrecerró los ojos. No, aquello ya era su paranoia hablando por él. Estaban en Rocavarancolia, a pocos les avergonzaba matar por dinero, y el deseo del grandullón era demasiado ñoño para casar con un perfil como ese. La tensión que demostró al cesar la hipnosis lo hizo más transparente todavía: tenía la inocencia propia de un novato y cero idea de lo que era el carabés. Un mercenario primerizo tenía remordimientos para pensar así, pero no, por ahí no iban los tiros.

—Nada. Saber si querías algo de mi —se excusó con total calma y sinceridad ahora que se sabía seguro—. Aquí la gente no da las buenas tardes al pasar.

Rompió el contacto visual, le dedicó una larga mirada al (previamente) sospechosísimo saco que cargaba esperando que eso fuera una respuesta más significativa y miró la calle por la que tenía que continuar. Tenía tiempo de sobra... Tiempo y una intrusa: la pequeña chispa del interés. Cuando estabas tan roto por dentro tenías que aprovechar cualquier novedad que te hiciera sentir diferente, ¿no?

—¿Eres un selkie? —preguntó sin más, volviendo la vista a él. Quizás hubiera camuflado la piel como el saco… no, entonces lo habría dicho. ¿La llevaba dentro? Su ojo se clavó en los suyos y a él volvería aquella soporifera necesidad de hablar—. ¿Qué eres?

A lo mejor era un brujo con un dominio muy avergonzante. Brujo del papel higiénico o algo peor, pensó con el poco humor que le quedaba y su cara de póker de siempre.

Sudores fríos recorrían su rostro esperando la respuesta del desconocido, apretando las cejas y los dientes. Si fuese alguien malo ya lo habría atacado, ¿no? Al borde de un ataque de ansiedad recibió la respuesta, una un tanto rara para él al principio dedicando una expresión de extrañeza.

—Solo… saludé por educación, no quería pasar de largo sin más habiéndome cruzado contigo —intentó calmarse al decir su excusa, no quería mostrar nada de hostilidad. Y así lo creía, era mejor eso que pasar en total silencio y aun más teniendo delante a una persona visiblemente sospechosa. Adam no supo si hizo bien o no, suspirando en silencio. No estaba del todo integrado en la ciudad y las costumbres humanas o, al menos, sus propias maneras de ver la formalidad no eran aceptadas. Si no estuviese delante aquel tipo, el pegaso hubiese chasqueado la lengua de frustración por lo tonto que estaba siendo.

El de los cuernos no paraba de mirar el saco y Adam se percató de eso. Lo estaba analizando con la mirada y el de ojos verdes se vio incómodo por eso. Era solo un saco, ¿a qué venía tanta mirada? Mucho estaba sacando esa persona del pegaso y éste tenía las intenciones de despedirse cuando otra pregunta le asaltó, junto a la pirada plateada que le atrapaba. Adam no sospechaba nada de aquel ojo, atrapado por completo en aquel deseo irrefrenable de contestar.

—No sé lo que es un Selkie, soy un Pegaso —contestó con naturalidad y sin filtros.

Otra vez tuvo aquel pronóstico de que algo le movía por su cuenta, meneando un poco la cabeza extrañado. No había duda, hizo lo mismo. Adam, con la mirada más seria que nunca, se puso los dedos en sus labios. Tenía la certeza de que eso no era normal y el origen de aquellas respuestas involuntarias era aquel chico, él jamás diría eso tan fácilmente. No sabía a qué juegos estaba siendo llevado pero una cosa era clara, odió que le forzara a responder así.

—¿Por qué me has hecho decir eso? —vale, esa pregunta ya fue por una impulsividad generada por el enfado. Más preocupado, esquivó la mirada plateada y se asustó más al decir en voz alta lo que la Luna Roja le concedió. Se calmó como pudo, ahogando cualquier arrebato estúpido—. Mira, no quiero problemas. No sé que has hecho antes pero… —enmudeció por un breve momento—. Por favor, no se lo digas a nadie.

Y en un momento de no saber que hacer ni decir, le pidió ese favor al desconocido sin saber quien es ni sus verdaderas intenciones. Lamentó lo idiota que era al demandar silencio pero, ¿qué otra opción le quedaba? Solo le quedaba implorar a no sabía bien qué a que el de los cuernos no tuviese malas intenciones y fuese solo curiosidad. Por si acaso se prepararía para lo peor, correr o defenderse si es necesario.