El Río

Con el plan decidido y el equipo acostumbrado para defenderse y conjurar los dones, salieron del torreón. Le costaba contenerse la ilusión que le hacía poder elevar a Kalna en el aire y cruzar el foso de esa manera. Siempre se le escapaba una exclamación de las suyas, como "¡gracias, Flora! sin elevar mucho la voz, o algunos silbidos por su cuerpo. Y después, se echaron a andar, primero siguiend los esbozos de la libense y más tarde por la zona inexplorada.

Las calles que atravesaron seguían siendo igual, ruinas por todas partes, crujidos por aquí y por allá, mientras observaba en todas direcciones buscando amenazas o recursos. No dieron con nada útil como tal, al menos no al principio. Sin embargo, el camino que pisaban iba haciéndose cada vez más ancho, diáfano, hasta que le llegó el rumor de algo a lo lejos. No podía ser. ¿Era posible? Avisó a Kalna con un ligero pisotón como acostumbraban para que se parara y se acercó a su oído.
—Creo que he escuchado agua. Más allá, en esa dirección.

En efecto, más adelante los edificios daban paso a una orilla, unas pasarelas de piedra negra y ¡un río! En ese momento sí que tuvo que contenerse para no saltar al suelo y lanzarse de cabeza. A saber lo que podría vivir en sus aguas. Pero si había agua corriente, podría haber más vegetación en algún lugar. ¿Naturaleza viva de verdad, quizás?

Qué diantre, era todo una novedad. No perdió la compostura pero se permitió unos instantes para girar sobre sí misme en el hombro de la chica mientras se acercaban, para poder abarcar todo con su mirada.
—Te prometo que no me voy a acercar al agua, pero vaya maravilla que haya ríos aquí y no solo piedra fría. Por fin algo de naturaleza real y no como ese bosque fantasmagórico.

Kalna nunca exteriorizaba que levitar era algo que conseguía emocionarla hasta cierto punto. El desafío a la gravedad que suponía aquel hechizo era mucho más impresionante que la ropa limpia o que cambiar algo de color. Además, era extremadamente conveniente cuando solo eran dos y tenían que salir.  

Portando su mapa para guiarse, y siempre alerta por si necesitaba hacer uso de sus armas, caminaron en silencio por la ciudad, como era costumbre. Era más fácil escuchar ruidos así, y no llamarían la atención de más.  Pronto tuvo que empezar a dibujar en la hoja calles nuevas, tratando de ser lo más fiel posible. No había nada de utilidad entre las ruinas, pero aquello no era una novedad en Rocavarancolia. Las calles empezaban a ser menos estrechas, y los edificios o lo que quedaba de ellos a encontrarse más esparcidos. Se detuvo ante el pisotón de Tawar, un gesto silencioso que les ayudaba a comunicarse y que era extremadamente útil en aquellas situaciones. Tenía razón: sonaba agua corriente cerca.

Siguió el sonido con curiosidad, hasta que se encontraron frente a la orilla de un río cruzado por puentes de lo que le pareció mármol. Eran bonitos en su sencillez, especialmente cuando en esa ciudad primaba la piedra gris más sosa que había. Se detuvo un par de pasos más alejada de la orilla de lo que hubiera pretendido en un principio, cautelosa de las posibles criaturas que pudieran vivir en el agua.

Por mucho que Kalna acostumbrase a la naturaleza cuidada y medida por expertas jardineras, apreciaba los bosques salvajes del exterior de las ciudades de Libo y su naturaleza imponente. No había visto muchos ríos que no fueran subterráneos, pero aun así se sorprendía de que ni siquiera allí encontrase los patrones de flora asociados al ecosistema.  Asintió ante le repobladore, agradeciendo que no fuera une inconsciente que fuera a saltar al agua a la primera.
—Parece… sucia —terminó por decir, arrugando el gesto—. Es como si en esta ciudad no les importase nada tener espacios naturales o cuidar de ellos.

Coincidía con su compañera. ¿Cómo era posible que hubiera una ciudad que dejara tan de lado, olvidada y maltratada, a la Flora? No podían darle la espalda sin más. El mismo suelo y el aire que respiraban pertenecía a la Flora; lo era todo.
—Razón de más para detestar este sitio. Es que da pena. Por fin encontramos agua corriente... ¡Y ahí va toda estancada! ¡Y seguro que es peligroso acercarse demasiado! Menudo asco de ciudad —masculló, con todo el desagrado del que era capaz. En su mundo había depredadores de río o acuáticos... así que asumía que allí también.

Se puso de puntillas para intentar ver más allá en el recorrido del río pero no encontró la vegetación que buscaba.
—Ojalá venir con mis congéneres a limpiar y repoblar lo que pudiéramos... Bueno, siempre y cuando se extinguieran los monstruos primero —bromeó, sin ganas, intentando quitarse un poco del mal humor de encima.

Pese a todo, seguía mirando el curso del agua, como si esperara que de repente viniera una corriente más limpia y brillante.

Kalna solo recordaba una zona que tuviera verde en toda la ciudad: la cercana al palacete, donde algún que otro jardín bien cuidado llamaba la atención entre el gris habitual. Fuera de eso, Rocavarancolia era aún peor que Libo en cuanto a zonas verdes, con la salvedad de que su mundo tenía la excusa de tener las ciudades bajo tierra.

Asintió levemente ante Tawar. Ojalá hubiera alguna zona verde en la ciudad. No entendía por qué Mánia decidía vivir allí en vez de en su mundo natal, y aunque quería suponer que había algo más, no encontraba cualidades redimibles a la ciudad por ahora. «No me importaría matarlos a todos si a cambio tengo un jardín botánico», pensó, pero no lo dijo en alto por si le parecía demasiado violento.

—¿Quieres cruzar al otro lado? —preguntó, acercándose un poco más a uno de los puentes, no más de un par de pasos por si acaso.

La propuesta del cruce le pilló de improvisto, pero no era inusual. Estaban explorando y querían aventurarse más allá, así que solo debían cruzar uno de esos puentes de piedra tan oscura. Ya habían perdido la cobertura de las calles, donde las salidas le habían enseñado que podía esconderse entre las ruinas... así que de perdides al río, nunca mejor dicho.
—Bueno, ya hemos llegado hasta aquí. A ver qué hay más allá. Pero estaré aún más atente —le respondió mientras se preparaba para conjurar sus dones en caso de que fuera necesario—. A la mínima nos haré flotar y volvemos.

No podían esconderse o correr mucho en un puente que solo iba de una orilla a otra, solo podrían ir hacia delante o hacia atrás, pero "arriba" había entrado recientemente en la ecuación gracias a la magia.

La libense continuó su camino una vez Tawar dio su visto bueno. No tendría problemas tampoco en defenderse o atacar con su lanza si era necesario, especialmente cuando en un terreno tan abierto donde esconderse era difícil. No era como si Kalna tuviera reparos en usar la violencia, pero era más fácil justificarla ante Tawar si las opciones eran limitadas.

La amplitud del terreno les marcaba como una posible presa fácil, una que se veía bien y destacaba entre la falta de vegetación o de edificios, pero en la misma medida si se acercaba algo lo verían de lejos. Kalna no pudo evitar tocar la piedra del puente con algo que se asemejaba a la nostalgia. Lo que confirmaba como mármol, de un color negro, era más parecido a los materiales a los que estaba acostumbrada en su vida en Libo que la tosca piedra de la mayoría de la ciudad.

No se entretuvo de más sobre el puente, centrándose en vigilar lo que tenían delante y los lados, por si venía algo. Ya habría tiempo para la nostalgia, tal vez, cuando pasasen las pruebas.