Plaza de la Fuente

De repente la plaza empezó a llenarse con más jovenes, algunos humanos como yo y otros como el chico de enfrente no.

Sin saludar ni nada empezaron a beber de la fuente. Así ahora podremos entendernos.

Entonces aparecieron envueltos en luz verde, un hombre y una mujer. Soltaron un discurso y se fueron.

Pero dejaron que íbamos a morir la mayoría.

Quiero irme de aquí.

Tras unas largas horas de descanso al levantarme y no ver a nadie decidí salir de la mazmorra y buscar lugar donde poder comer y beber algo.

Llegue a una especie de plaza con una bonita fuente de piedra, me acerco lentamente y me agacho para beber un trago... Tras saciar la sed y lavarme un poco la cara y manos levanto la vista y veo una especie de figura volante que se dirige hacia el sur oeste, no puedo verlo con exactitud porque el sol me cegaba, levante mi mano derecha para protegerme levemente.

Decidí seguir a la bañera, no tenia nada que hacer, y a la lejanía vi una especie de torreón, decidí acercarme.

-Quizá halle a alguien allí.

Sigue en el Torreón Maciel.

Al parecer, aquí todas las cosas huelen mal, primero a humo luego a… ¿podrido?, no lo sé, pero no tengo ganas de averiguar porque huele mal. La burbuja explota y el hedor no hace más que multiplicarse. Una “gente” empieza a hablar de cosas que no entiendo muy bien, cosechados, muerte, peligros, de eso nadie había hablado. Eso no parece bueno.

Me fijo en mis compañeros, parecen casi todos parecen humanos, excepto la chica de la voz de ángel, una chica de apariencia hermosamente azul y con una hermosa cola esta junto a un monstruito azul de dos colas, ¡pero qué coño es ese bicho!

Entonces la gente se empieza a mover y…

Sigue en el Torreón Maciel.

Pyro llegó paseando a la plaza de la fuente. Se había despistado inmersa en sus pensamientos y había caminado sin rumbo concreto, con lo que estaba dando demasiadas vueltas para volver a la Sede. Pero, ¿que más daba? No era amiga de sus compañeros de piso. No tenía nada interesante que hacer al llegar. El olor a muerte le llegó antes que la visión en sí. Le dieron nauseas pero se acercó a mirar al ver algo o alguien comiendo carroña.
¿un cosechado poco afortunado? se preguntó. no quedaba mucho que mirar y su estomago se contrajo tanto como sus parpados. Pero una segunda mirada le hizo hervir de ira. Era Fistar, muerto. Lo que le quedaba de cara, era reconocible, y la ropa negra, desgarrada y hecha jirones, ondeaba un poco con cada débil ráfaga de viento. Se veía a través de algunos mordiscos, la carne sanguinolenta y los tendones. En una parte, hasta el blanco del hueso.
Quiso vomitar, pero la ira era mas fuerte.
Agarró con fuerza a lo que comía, todavía ajena a ella. La agarró de la ropa para evitar agarrarle del cuello, que era lo que verdaderamente quería.
- ¿tu la has matado?- pero no esperando respuesta, la soltó de pronto, como iluminada por una idea aterradora - ha sido ella. Lo averiguó. Lo ha matado.
Se llevó las manos a la boca, como si quisiera impedir que salieran palabras terribles de ella. Los latidos desenfrenados de su corazón martilleaban la cabeza como tambores de guerra. Pedían muerte.
Salió en dirección a la biblioteca abandonando el cuerpo de su amigo y a la carroñera.

Mánia estaba subida a la fuente mientras comía algo. No había pasado prácticamente por esa plaza desde que bebió de la fuente, y se le hacía raro volver al punto de partida. En su cabeza bailaban imágenes desagradables. La Alicia roja muerta ante ella y su gemela llorando, era algo surrealista y absurdo, sobretodo porque, incluso habiendole explicado que algún día volverían a desdoblarse, había notado ese desagradable nudo en el estómago. No había llorado, no era habitual llorar la muerte de nadie para ella, había visto a mucha gente morir en su mundo, gente que trataba con ella a diario, pero no dejaba de ser gente cuya vida le importaba un comino. Las únicas personas ''inferiores'' a ella por las que había mostrado genuino interés y preocupación estaban allí, en la ciudad. Eran sus compañeros de cosecha, o al menos los que fueron sus compañeros de cosecha.

Ella no había visto la muerte de Ethan, estaba ocupada con... otras cosas. << ¿O sí la he visto?>> No se acordaba. El caso era que... nunca había visto a nadie verdaderamente cercano morir, o más bien nunca le había importado... Se sentía confundida. << ¿Y ahora qué?>> No había sabido qué decirle a Azura en el momento, así que se había limitado a irse. No tenía a nadie a quien culpar, nada que vengar y nada que decir. Ahora tampoco tenía nada qué hacer. << ¿Cuál es mi propósito aquí? ¿Qué debería hacer con mi vida?>> Como andrógina su único propósito era ser mona y dejarse mimar por su dueña, vestir como ella le decía, conservar su imagen, pero nada más. También recordó lo que le había dicho Madre sobre cúantos años viviría... ''No más de veinte'' Aquella cifra le asustaba, y más después de leer sobre hechiceras y reinas que vivían cientos de años. << ¿Podría yo vivir tanto tiempo?>> Lo dudaba. Pero si iba a vivir tan poco quería hacer algo de provecho, quería crearse un nombre, hacerse un hueco en la historia de la ciudad. << Creo que ya va siendo hora de ir a ver al Consejo...>>

Tiró el hueso de la manzana que se había estado comiendo y saltó desde la fuente, poniéndose en camino.

Sigue en el Castillo.

Alder y Seon alcanzaron a Yrio, que no hacía mas que tropezarse.
-¿problemas de vision, pequeño?- preguntó Alder alegremente. Llegaron entonces a una plaza en cuyo centro, en una fuente, un manojo de serpientes esculpidas escupian agua. Transparente, incolora. En Sinhdro había fuentes así, pero nunca nadie bebía de ellas, excepto los gatos callejeros. Solo la sed empujó a Seon a acercarse y ahuecar las manos . Antes de beber, la observó; siempre le había gustado el Syv defectuoso, podría no ser util, pero era bella la manera en que la luz lo atravesaba. No olía a nada, y no le supo a nada especial. Habia bebido agua alguna otra vez, pero esta tuvo algo distinto, que al principio no identificó. Luego quiso decirle a Alder que bebiera y calmara la sed, mientras no encontrarán Syv, pero Alder la miró desconcertada y no pareció haber entendido nada.
Seon repitió las palabras, pero le sonaban extrañas en la boca. Para Alder, que lo oía desde fuera, incluso su nombre le había parecido diferente.
Ámbas comprendieron a la vez los efectos de la fuente. Y Alder fue la siguiente en beber, con una mezcla de miedo y expectación.
- ¿me entiendes?
- Sí.- confirmó con alivio palpable Seon.
Alder se levantó resuelta y empujó a Yrio hacia la fuente, y luego todos los demás haciendo gestos para que bebieran. Eran gestos firmes e insistentes, que Seon, adivinando la idea de su pareja, imitó con más suavidad.

Yrio estaba ya harto de tropezarse con la maldita sábana cada dos por tres, no paraba de hacer el ridículo, así que en cuanto llegaron a la plaza, se deshizo de ella con rabia, importándole ya poco el fresco que hacía o el sol molestándole en los ojos. << Bueno, ya me acostumbraré, brilla menos que el de casa...>> pensó.

La plaza, igual de ruinosa que todas las calles por donde habían pasado, tenía una fuente enorme en el centro hecha de serpientes de piedra. Yrio la observó, admirado por el realismo de las esculturas. La ciudad en sí era bastante fea, pero al menos aun tenía cosas que merecieran la pena. << Aun así, esta todo bastante muerto.>>

De las serpientes manaba syv.. bueno, no era syv. Agua incolora y << ...sosa>> se acumulaba en la pila de la fuente. Seon fue a beber, y de pronto estaba hablando en un idioma incomprensible.

-¿Pero qué...?

Alder acabó imitándola, y también empezó a hablar ese idioma extraño. Empujó a Yrio acia la fuente y a punto estuvo el chico de tropezar otra vez y caerse dentro.

-Dejame, no quiero beber esa cosa- se quejó, pero ante la insistencia de la chica acabó cediendo.

El agua no sabía a nada, y además estaba muy fría. A pesar de no estar acustumbrado, lo cierto es que le sentó bastante bien. Un extraño hormigueo le recorrió la garganta y de pronto podía entender a las chicas. Las miró entre extrañado y asustado, dudando si preguntar lo obvio o entrar directamente en pánico.

Las chicas adelantan al más joven del grupo, que no para de tropezar con la sábana y al final la tira cuando llegan a la fuente. Yo llego el último, dando una vuelta completa sobre mí mismo para contemplar el lugar: todo ruinas, ni un alma excepto nosotros; y el edificio del que salimos está hecho un asco. De pronto veo a las chicas bebiendo agua de la fuente y estas comienzan a hablar en un idioma diferente del anterior, cosa que también le sucede a los otros chicos cuando les obligan a beber, ambos reticentes y el último con un gesto provocativo. Me acerco a la fuente y veo mi reflejo en su superficie mientras le echo un vistazo, como si sólo así pueda ver su estado; pero los demás no parecen tener molestias por haber bebido y, como la sed aparece al ver el agua, alargo una mano, le quito los anillos y bebo un poco para después volver a encajar las garras.
-No sabe a na...¡Eh!

Me callo al ver que el idioma no es el mismo, ni siquiera al pensar, pero no es algo consciente. Acaba de ocurrir y punto, sin más. Y sin vuelta atrás aparente. ¿Pero cómo? ¿Qué ha desencadenado esto? << ¿Eh? Entiendo lo que dicen... Factor común: la fuente... O el agua, ¡el agua! Pero... ¿Con algún veneno o sustancia similar? ¿Cómo han logrado desarrollar algo así en un mundo tan ruinoso? O precisamente por tanto avance sucumbieron a la catástrofe... ¡No sé nada! >>
-¿Hola? Me entendéis, ¿cierto? Soy Atol, de Libo.-digo educadamente, luego inquiero.-¿Quiénes sois? ¿De dónde? No he visto a nadie similar en Libo... -justo el de pezoneras con purpurina dice algo rarísimo.-Normal que tu lenguaje recién adquirido te resulte raro...

<< Y ahora que caigo... He perdido el idioma de la Gran Madre, el idioma de Libo... ¡Maldita sea! >> Me llevo las manos a los arneses y vuelvo a la fuente, pero cuando bebo sigo pensando con las mismas palabras. Frustrado, me siento en el bordillo y miro a los demás. El impacto del agua en ellos no ha sido para nada igual... A ver si me entero de dónde son.

Alder soltó un suspiro mientras bebía el resto. Seon se había sentado en el borde de la fuente y los miraba con curiosidad, especialmente al semidesnudo, al que todavía costaba entender.
- No sé, tu nos dirás - dijo Alder a punto de reir cuando el chico preguntó porque hablaba distinto. Se fijó de repente en que su piel era cenicienta, no blanca, y la miró entornando los ojos. Era un color fascinante, como sacado de una pintura onirica. se volvió hacia Seon, pero ella la interrumpió con suavidad:
-Lo sé, yo también me he fijado.
El otro chico dijo ser de Libo.
- Y no sabeis nada de Sinhdro, ni sois de aqui, ¿verdad?- pero ya sabía la respuesta.
-¿y que es Libo?- preguntó Alder - es una ciudad, un reino... un mundo?
- Escucha Yrio,- dijo Seon recordando de pronto su pregunta - ¿donde está tu edeel?

La boca de Yrio formó una media sonrisa cuando vio el gesto del chico de los zapatos raros. La verdad es que entre la ropa y los gestos el chico era un poco furcio << Un poco bastante>> El agua hizo efecto en él, pero no el que esperaba...

-No ha funcionado, tirémosle a la fuente- les propuso a las chicas.

El siguiente en beber, y el último en llegar fue el de los labios verdes. Tenía pinta de edeel y eso le dio un poco de reparo a Yrio, incluso por un momento pensó que podría ser el edeel del otro chico con ropa rara << Aunque la piel es distinta, a lo mejor no son del mismo sitio...>> pensó.

-Yo soy Yrio, del mismo sitio que las señoritas.- explicó con una sonrisa, pero en cuanto Seon le preguntó por su edeel esta desapareció. Empezó a temblar y la voz se le quebró- Esto... mi edeel... Yo... fue un accidente... Se cayó... y yo creía...- fue bajando el tono de voz cada vez más hasta acabar en un murmullo imperceptible.

-¿La única con la que puedes hablar en inglés? ¿Los demás no lo hablan? - había preguntado en su momento, aunque el tema no le interesaba demasiado. Al fin y al cabo, había muchos idiomas en la Tierra y no todas las personas del mundo hablaban el mismo, por lo que aquello podía ser perfectamente normal… Aunque cuando salió a la calle y vio que otra persona seguía a Pablo casi se cae al suelo de la impresión. Era un chico, de piel grisácea, ojos y pelo claros, que vestía ropas de esquimal y no era demasiado alto para la edad que aparentaba tener (a Erin le pareció que tenía dieciocho, pero no estaba completamente segura). Fue entonces cuando lo comprendió. << No son humanos >> . Todo se explicaba con eso, que la hizo sentirse algo extraña. Por una parte, estaba feliz de que los extraterrestres existiesen, aquello era fantástico. Era como vivir en una película o un libro sobre aliens. Pero por otra parte estaba algo preocupada. No sabía si aquellos seres serían peligrosos o violentos, no sabía si iban a atacarla, por lo que se sintió algo confusa.

Continuó andando, soñando despierta con mil aventuras, con magia, con anillos que te volvían invisible, dragones y otras muchas cosas que recordaba de libros y películas que había visto. De pronto, creyó ver la figura de algo que parecía una fuente en la lejanía. No dijo nada, sólo echó a correr, esperando que los demás la siguiesen << Y si no lo hacen, no es mi problema >>. Cuando llegó a la fuente, la carrera prácticamente la había dejado sin aliento, ya que aparte de no tener mucha resistencia física, tenía que cargar con el peso de la mochila. Hizo un cuenco con las manos y cogió agua en él, para después llevársela a la boca. Lo primero que notó fue el frescor del agua. Lo segundo fue que ya no pensaba en inglés. Probó con el francés y tampoco dio resultado. Había olvidado los idiomas que sabía y los había sustituido por uno que no conocía, pero que sonó bastante musical a sus oídos. Como si quisiese comprobar que no entendía el inglés, sacó el libro y probó a leer una página sin resultado. -¡Mierda! Ahora no voy a poder acabar el libro. ¡Maldita fuente! - fue entonces cuando se fijó en los demás. Guardó el libro en la mochila de nuevo y los miró uno por uno. Había una chica con pelo azul, una con el pelo verde, un chico con el pelo morado, uno con maquillaje dorado bajo los ojos y uno que llevaba una especie de garras falsas. Ninguno parecía un extraterrestre, pero no dudó que lo fueran- Ehhhh…. ¿Hola? -dijo, sin saber muy bien cómo continuar.