Plaza de la Fuente

Las reacciones de Kahlo eran relativamente normales teniendo en cuenta que era la primera vez que veía una cosecha, y más aún cuando tenía un familiar entre los cosechados, por lo que no le dio demasiada importancia y prestó más atención al barco volador que iba a dar el discurso ese año.

Los comentarios salidos de Karime no se le hacían demasiado cómodos, pero tampoco le molestaban tanto para decirle nada como crítica.
—Creo que como mucho querrá echarse una siesta, mira que pintas de cansado tiene —bromeó, viendo como el otro se apoyaba en la barandilla.

La verdad es que Aberyk era una persona interesante por su actitud, y aunque no quería juzgar tan rápido si le gustaba o no en el consejo, desde luego era mejor que la borde de la momia que tenían antes.
—¿Cómo crees que se tomarán el discurso? ¿Será mucha sorpresa?
Especialmente para los humanos, que iban muy engañados, aquello podía ser un shock. De hecho, casi ayudaba que la momia no lo hubiera dado.

La compañía le había venido bien un rato, de eso no cabía duda, pero ahora la varmana lo que necesitaba era espacio. Había logrado reírse y lo agradecía encarecidamente, pero desde la llegada de Yttria se notaba incómoda y fuera de lugar. No porque ella hubiera hecho algo para hacerla sentir así, sino porque simplemente no se veía con las fuerzas de socializar con nadie más, fuera ella, un señor del consejo o la mismísima reina de Rocavarancolia.

A pesar de que el discurso se estaba proyectando en su cerebro su mente estaba en otra parte, muy lejos de allí. Estaba en Varmania, en su casa, en su infancia, en sus dudas respecto a su hermano. Querer que viviera, no querer que se transformase, querer hablar con él y querer que la olvidase para siempre. La pregunta de Karime la pilló recordando la noche que Zarpa la trajo a Rocavarancolia, la última vez que había hablado con él y con sus padres. La última vez que su mundo había sido normal.

—¿Eh? ¿Qué? Perdona, sí. O sea no. Creo. Disculpa…—hizo un gesto afligido con la mano para luego incorporarse despacio con la sutileza de un felino—. Disculpadme, estoy un poco dispersa. Las voces… —señaló al cielo—. Será mejor que me vaya. Ha sido un placer, Yttria, Karime —les dedicó una reverencia a ambas—, Illol… —la del pequeño fue especial, adornada además de una dulce sonrisa—. Voy a marchar ya. Muchas gracias por vuestra hospitalidad. Espero que podamos hablar en otra ocasión.

Pensó en añadir un “pasadlo bien” o un “disfrutad”, pero ahora mismo no estaba segura de poder opinar eso. Sí, el momento de pelea y confusión había sido maravilloso, pero visto en frío solo lo había sido desde el punto de vista más aislado. Ojalá toda la experiencia Rocavarancolia fuera eso y nada más. Una reverencia más y la aparición nocturna se dejaría caer del tejado a otro más bajo, cubriéndose de sus toxinas para que su paso entre otros curiosos fuera inexistente. El hechizo que ocultaba su presencia recobraría fuerza con la distancia para los tres que había dejado atrás, y aunque siguiera pululando por la zona como una polilla incapaz de alejarse de la débil luz de una vela, sería discreta como solo ella podía.

Incluso cuando el resto perdiera interés y volviera a sus hogares ella no abandonaría a los novatos, por mucho que no estuviera con ellos. Su próximo viaje a Varmania iba a ser mucho más cercano de lo que imaginaba…

Mientras tanto, el kairós había estado observando la escena de la plaza en silencio absoluto en un tejado cercano a la pequeña reunión. En realidad, aquello era una suerte para él porque, teniendo en cuenta la procedencia de parte de su recarga mágica, parecía estar presenciando también alguna clase de suceso relevante en el encuentro entre Karime, el niño libense que desconocía, Kahlo y la posterior llega de Yttria. Creyó entender que tal vez se debiese a que, al parecer, el chico varmano de la plaza era hermano de la aparición nocturna. Al irrense no se le daban muy bien los rostros y la transformación había vuelto el pelo de Kahlo de otro color, por lo que nunca habría supuesto el parentesco de no haber escuchado la conversación que mantenían las chicas.

Se sintió mal cuando Kahlo se echó a llorar y, aunque ya se había hecho a la idea de que tenía que espiar a la gente si quería conseguir una buena cantidad de reservas mágicas, sintió en esa ocasión una pequeña punzada de culpabilidad. La chica era cliente de su clínica, además, pero probablemente hubiese sido muy inadecuado acercarse y decirle… ¿Qué, de todos modos? No tenía ni idea. Se revolvió incómodo y trató de centrar su atención en los sucesos de la fuente, que de por sí no resultaban particularmente interesantes al ingeniero. Parecían estar discutiendo mucho por diversos malentendidos y, aunque deseaba que pudieran entenderse unos a otros, la mente de Archi procesaba aquello como un trámite más del choque cultura que siempre involucraba el inicio de cada nueva criba. Lo que sí se estaba preguntando era qué estaría pasándosele por la cabeza al hermano de Kahlo, pues sabía que habría vuelto a recordar su existencia de pronto. Debía de ser una experiencia bastante extraña, recordar de pronto algo que se suponía que no existía.

Si no los hubiese visto en la explanada cuando regresaron todos los cosechadores también habría mostrado más interés por los cosechados de los mundos vinculados durante la última Luna,  pero ya se había informado acerca de estos. Mjörne ya le era conocido de todos modos, teniendo en cuenta que la actual Reina procedía de allí.

El discurso tampoco le suscitó mayor interés: el barco ya lo había visto y, con otras palabras, era lo mismo que se decía cada año. Aunque le llamó la atención que, al parecer, la presencia del Señor de los Asesinos también parecía ser un hecho ligeramente más destacable que otros, por alguna razón. Así como el efecto que las palabras de Gahna y Aberyk habían tenido sobre los cosechados, especialmente en aquel otro grupo que se había apartado mucho antes de la plaza y que estaba teniendo cuidado de que no le vieran desde su posición.

Aún con todo, nada había sido tan impactante como lo sucedido hacía un año.

Karime rió con el comentario de Yttria, pero no pudo evitar murmurar un "pues yo le ofrecería mi cama con todo el gusto" para acompañarlo.

-Probablemente ahora mismo estén tan confundidos que no sabrán cómo tomárselo. Con suerte alguno se quedará con las partes más importantes y menos obvias, como son los refugios y las cestas, y luego las discutirán más adelante -comentó contestando a las preguntas de la bruja-. El primer día es el más confuso y hay tanto que procesar que no te da la vida para todo.

"Al menos han hecho grupo desde el principio y han llegado a oir el discurso, eso les dará una ventaja frente a los que no" pensó para sí misma. Ella misma no había sido consciente de la suerte que Ariv y ella habían tenido al encontrarse con Maciel hasta mucho después de su luna. Solas y sin haber escuchado el discurso la ciudad podría habérselo puesto muy chungo para sobrevivir y aunque Karime no dudaba de que lo hubieran conseguido de una manera u otra, el formar parte de un grupo más grande siempre ayudaba a que las posibilidades de supervivencia fueran mayores.

-Oh, vaya, ¿ya te vas? -preguntó inútilmente Ilol. Kahlo le había encantado y le daba mucha pena tener que perder su compañía tan pronto-. Sí, por favor, me encantaría que nos viéramos en otra ocasión. Espero que te vaya todo bien, ¡ten un buen día! -se despidió con educación e intentando transmitir sus mejores deseos para su nueva amiga, queriendo de todo corazón que aquel encuentro no se quedara solo en eso.
-Hasta más ver, Kahlo. Te deseo suerte -se despidió Karime con un gesto que parecía indiferente, pero diciendo con la mirada más de lo que decían sus palabras.

La loba intentó transmitir ánimos a la aparición nocturna por el periodo de criba duro que le esperaba y, a su vez, intentó comunicarle que no se obsesionara y que hiciera un esfuerzo por ignorarlo siempre que pudiera. La realidad era que a la licántropa le hubiera gustado ayudar de alguna manera a la varmana, pero solo podía pensar en cómo sus pesadillas habían sido plagadas durante los últimos años con su hermano siendo cosechado y ella incapaz de salvarlo. ¿Con qué cara de hipócrita podría acercarse a Kahlo ofreciendo su ayuda en su situación cuando Ilol estaba sano y seguro a su lado?

-Bueno, estos niños ya se van -le dijo a Yttria señalando a los cosechados que habían empezado a moverse y luego señalando a su hermano-. Y yo le he prometido a este niño una visita guiada por el mercado. ¿Quieres unirte?

Cuando Yttria le contestó que ese día no, pero ya se verían otro día, Karime comenzó a recoger su pequeño picnic improvisado, mientras Ilol se despedía de la que también esperaba fuera su nueva amiga.

-Adiós, Yttria, ha sido un verdadero placer. ¡Espero que podamos vernos pronto!

Se le escapó una sonrisa con el último comentario de Ka. Las bromas sexuales no solían decirle nada, pero aquella había sido lo bastante discreta como para hacerle verdadera gracia.

El discurso era igual de genérico que todos los años, pero al menos parecía que este año los espantapájaros anunciaban comida de verdad y no las “delicias” de años anteriores. Casi perdía el encanto ver como dejaban de anunciar cosas poco comestibles, pero al menos los cosechados sabrían que esperar realmente de la comida.
—Sí. Si se las apañan para encontrar un sitio o comida hoy tendrán mucho ganado —era improbable que consiguieran ambos, precisamente por la confusión de la que hablaba Ka y del caos general que llevaban encima en aquel grupo concreto.

Kahlo parecía querer irse ya, casi con prisas, algo que Yttria achacó a los nervios de tener un hermano en aquella cosecha y, en general, de que era la primera que veía como transformada.
—Sin problemas. Sabes dónde vivo —dijo como despedida. Al fin y al cabo compartían refugio, al menos por el momento, y aunque esperaba que la chica no fuera a pedirle ayuda con excesiva confianza, tampoco iba a importarle volver a hablar con ella.

Ka le ofreció ir al mercado, lo que rechazó con un gesto de la mano.
—Hoy no, pero otro día nos vemos; prometido —sonrió, especialmente a Ilol. Era un buen chiquillo y su alegría era contagiosa, a fin de cuentas —¡Claro! Estaré encantada.

Suspiró, quedándose sola y viendo cómo los cosechados salían de la plaza.
—Y que la suerte esté siempre siempre de vuestra parte —igual citar libros de hacía un montón de años era anticuado, pero se lo deseaba de verdad. Los niños muertos no eran algo agradable, y después de haber sido cosechadora todavía le gustaba menos pensar a lo que iban a enfrentarse cuando les habían engañado.

Decidió irse, pero al moverse entre los tejados vislumbró una figura familiar. Se acercó con calma, saludando con el brazo irrense.
—Hola, Krono —¿Qué más iba a decirle? Sabía que algo del estilo “que raro verte por aquí” cuando era obvio que estaría no iba a llegar a nada con él, así que lo evitó —¿todo bien?

Los cosechados habían empezado a moverse finalmente, y observó de refilón que también se iban primero Kahlo y luego Karime con aquel otro niño. Lo único que le detuvo de traslocarse en ese instante fue la duda de si debía seguir al grupo un poco más por si sucedía algo que le proporcionase más reservas mágicas, pero estas llegaron inesperadamente de su izquierda: Yttria, que todavía seguía allí, se le había acercado.

El kairós tardó un par de segundos en responder, parpadeando rítmicamente. Todavía le costaba un instante procesar las preguntas de cortesía como lo que eran y evitar analizarlas, pero cada vez era capaz de reconocerlas más rápidamente.
—Sí, gracias —respondió con su monotonía habitual. Volvió a quedarse callado unos instantes, pero su vista se había desviado irremediablemente al implante que él mismo había fabricado para la bruja—. ¿Funciona todo correctamente?
A simple vista no se apreciaba ningún desperfecto en el brazo, pero se preguntaba si tal vez se había acercado a él debido a algún tipo de malfuncionamiento del mismo.

>>Y, eh… ¿Todo bien por tu parte? —recordó de pronto que se suponía que las cortesías debían ser recíprocas.

A Yttria no le molestaba que Krono tardase en responder, o que sus respuestas no fueran lo que se llamaba convencionalmente aceptables, porque a ella misma le costaban aquellas conversaciones de ascensor y no sabía cómo mantenerlas.
—Sí. Me encargo de mantenerlo como dijiste, funciona perfecto —respondió con una sonrisa. Seguía siguiendo las instrucciones para cuidarlo a rajatabla, y no había tenido ningún problema. El trabajo del Kairós había sido excepcional, una maravilla, y agradecía que se lo hubiera hecho él.

—Sí, solo venía a ver qué grupos había este año. Parecen… interesantes.
No sabía como seguir la conversación. Se le daba mal aquello, y solo había querido saludar.

El irrense asintió cuando la bruja le aseguró que mantenía su implante tal y como le había aconsejado: desde luego no había nada que sugiriese lo contrario y la que le había precedido como cosechadora de Irraria siempre le había parecido una persona responsable.

A continuación le explicó el motivo por el que se encontraba allí. Archime sabía que había gente que se interesaba por los cosechados a pesar de no contar con un precio como el suyo y no era la primera vez ni mucho menos que veía a otros ciudadanos espiando cerca de donde se encontraba él. Aunque sí era la primera vez que alguien se acercaba a hablarle en ese momento.
—No sabría cómo describirlos, personalmente —expresó con sinceridad—. Necesitan tiempo para adaptarse a las diferencias culturales, he de suponer. Lo cierto es que yo solo estoy aquí debido a mi pecio de magia —le explicó. Desconocía si Yttria sabía de qué trataba su transformación o no, por lo que dejó abierta la posibilidad de que preguntase o no, si quería—. En ocasiones les sigo durante unos minutos más por si ocurre algún otro suceso que se ajuste a los requerimientos de este, pero hoy debo redactar una oferta de empleo y distribuirla por diversos lugares, por lo que decidí no hacerlo.

Asintió a las palabras de Krono. Los choques culturales eran siempre la mayor traba para congeniar, y aunque normalmente estos acababan pasando a un segundo plano los primeros días generaban el caos. Entre la libense, el niño gritón y el del pelo rosa tenían suficiente para acabar mal, y eso sin meter en la ecuación al resto. Eran un grupo muy curioso, y aunque Yttria no solía espiar de manera continua probablemente algún momento de cotilleo les dedicaría.

—¿Cuál era tu precio? Si quieres decirlo, claro —no todo el mundo quería compartirlo, y tampoco quería forzarle a compartirlo. La verdad es que había transformaciones con las que había que ir con pies de plomo con la información que dabas si la tenías, y esperaba que no fuera el caso de Krono.

Alzó las cejas con curiosidad ante sus últimas palabras. No esperaba aquello, desde luego.
—Oh. ¿Milo lo deja?
Era la única explicación que veía lógica. La verdad era que el irrense había hecho muy buen trabajo con el diseño de su brazo, así que no esperaba que se fuera.

—No es un problema decirlo: mi transformación no comporta riesgo. Para recargar mis reservas de magia debo presenciar eventos. Cuanto mayor sea su importancia o improbabilidad, mayor es la recarga —explicó todo lo brevemente que fue capaz—. Soy un kairós.
Añadió el dato por si la bruja sentía curiosidad por su transformación en general y quería buscar acerca de ella. A fin de cuentas él ya sabía cuál era la de Yttria y le parecía justo que fuese recíproco.

>>No por el momento —respondió a su pregunta—. Los motivos son dos: nuestro volumen de trabajo ha aumentado recientemente y soy consciente de que Milo podría querer abrir su propio negocio en un futuro, por lo que considero prudente contar con una segunda persona a la que formar como asistente de cirugía y biomecánica en previsión. Mis gastos no son muy elevados, por lo que no me supone problema alguno pagar dos sueldos.

Por supuesto, tratándose de quien se trataba, era obvio que no había rastro alguno de suficiencia en su última afirmación, ya que el tono del irrense rara vez variaba. Pero incluso si así fuera, para él no era más que un dato objetivo más: una vez cubiertas las necesidades básicas y el instrumental de trabajo, apenas había nada que Archi sintiese la necesidad de comprar. Y ofrecer sus servicios dos días al menos en Irraria había resultado ser incluso más lucrativo de lo que había previsto.

Así que kairós. La buscaría más adelante, por curiosidad. Sonaba a un precio curioso cuanto menos. No tan sangriento o cruel como otros, pero que obligaba a presenciar escenas quien podían incluir esos elementos. Curioso. Daba lugar a muchos pensamientos respecto a si determinadas acciones que pudiera hacer en ese momento le darían más magia, desde luego. No es que fuera a poner ninguna en práctica, por supuesto, pero era hasta divertido pensarlo.

Asintió ante su explicación. Yttria no podía imaginarse el querer montar un negocio. Llevaba ya unos cuantos años en la ciudad, y no había trabajado fuera de comerciar en contadas ocasiones (cuando necesitaba dinero) con metales de otros mundos, o incluso con otras cosas más difíciles de conseguir de la Tierra. El poder destrozar aparatos tecnológicos con su dominio era especialmente útil cuando necesitaba evitar cámaras: con localizarlas valía para hacer que dejasen de funcionar con las vibraciones.

—Buena suerte buscando entonces.  
Iba a dejarlo ahí, pero no dejaba de darle vueltas a que en breves iba a tener que mudarse, y que el coste de la casa y dejar de tener todos los gastos principales cubiertos por el Consejo iban a llegar más pronto que tarde estaban haciendo que se planteara que igual un trabajo más estable estaría bien. ¿Quedaría muy egocéntrico pedirle a Krono el puesto? Tampoco esperaba que se lo tomara muy mal, siendo como era, así que tampoco perdía nada por intentarlo. Su mano humana jugueteaba distraídamente con la cremallera de la chaqueta, subiéndola y bajándola en la línea de dientes en la que estaba.
—Si no encuentras a nadie más adecuado puedes avisarme.

—Gracias —dijo cuando le deseó suerte.
El kairós también creía que la conversación iba a finalizar ahí y lo único que hizo que no se traslocase a casa tras una breve despedida fue su indecisión por cuánto sería adecuado esperar. Había intentado establecer un método de segundos con su cronómetro interno, pero lo había dejado por imposible al darse cuenta de que no podía aplicar la misma experiencia a todas las personas. La siguiente frase de Yttria le hizo alzar la cabeza hacia ella con interés, aunque apenas fuese visible este en su eterno rostro impasivo.

>>¿Estás interesada? Si lo deseas puedes venir a la clínica cuando te venga bien en los próximos días para explicarte cuáles serían tus funciones. Ya estás familiarizada con mi clínica y el procedimiento habitual, pero puedes volver a revisar las instalaciones también —añadió desviando la mirada hacia su implante.
Al irrense no podía parecerle mejor situación que no tener que redactar una oferta de empleo siquiera: mientras Yttria se viese capacitada para realizar aquel trabajo la veía como una candidata adecuada. Necesitaba que sus empleados pudiesen llevar a cabo correctamente sus funciones, pero incluso si la bruja necesitase de cierto periodo de adaptación no le importaba: estaba seguro de que la humana era una persona responsable y si había sugerido la posibilidad sería por algo.

El silencio se le hizo algo incómodo. Sus habilidades sociales no eran las mejores, pero era capaz de seguir una conversación con gente si esta la empezaba y era capaz de sacar algún tema. El problema era que Krono no sabía, así que era un poco una conversación de cordialidades que ninguno quería hacer y que no llevaba a ningún lado.

—Sí. No me vendría mal un trabajo, y siendo algo que ya conozco es una ventaja —y, por supuesto, tener cerca su dominio, aunque eso ya lo hacía desde que se había puesto el implante—. Me pasaré en cuanto pueda.
No es que tuviera demasiadas responsabilidades, pero tampoco quería fijar una fecha y no poder ir por cualquier otro motivo. Conocía ya la clínica, y no era que necesitase volver a verla, pero agradecería la visita igualmente.

Además, conocía la profesionalidad de Krono, y sabía que sería un buen sitio para trabajar. Probablemente necesitaría algo de tiempo para conocer a fondo los entresijos del funcionamiento, pero todo el estudio previo que había hecho antes de tomar la decisión de ponerse el implante era algo que ya llevaba hecho, y que podría resultar útil.

Asintió cuando Yttria aceptó. Aunque no se reflejaba en su rostro, le alegraba que hubieran mantenido aquella conversación y que se hubiera dado la posibilidad de que tal vez ya había encontrado a su empleada.
—No es problema esperar unos días: no me comporta tanta urgencia —le aseguró. Ahora sí que parecía que la conversación había terminado, por lo que al cabo de un instante añadió—. Prácticamente siempre estoy en la clínica y taller, por lo que sería inusual que no me encontrases allí sin importar el momento en el que vayas. Fuera del horario de apertura en ocasiones salgo para reunirme con amigos o cumplir mi precio, no obstante.
Por lo que, le informaría de los horarios normales de apertura de la clínica antes de despedirse.

>>Me voy a traslocar de vuelta —anunció comprobando que el temo se acercaba al momento adecuado, a sabiendas de que a alguna gente le resultaban extrañas sus apariciones y desapariciones tan repentinas—. Hasta la próxima.
Y en un parpadeo, desapareció.

Cuando el enorme barco volador se alejó, el grupo de cosechados que observaba desde una distancia prudencial permaneció en silencio durante varios segundos.

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Una vez todos habían bebido de la fuente, se habían puesto en marcha espoleados por Garaten, el xolnita que enseguida había asumido el mando sin pensárselo dos veces. A Lahria no le había gustado mucho su actitud y los demás ya habían presenciado la primera discusión entre ambos poco antes de que les distrajese la voz de Sutileza, quien desde el aire anunció que veía a una persona más acercándose a la fuente. Al describírsela, Lahria había dejado escapar un bufido, explicándoles que se trataba de una niña rica de su mundo con la que prefería no tener que tratar. Esto había provocado la segunda discusión con el xolnita, quien no dudó en mostrar su indignación por el hecho de que hubiese remarcado que era rica como si fuera algo malo.

Los demás se miraban entre sí sin saber qué hacer, mientras Sutileza seguía observando la llegada de más y más gente a la plaza que acababan de abandonar, pero esa segunda discusión la había cortado la llegada del Consejo.

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—Entonces esto es una competición, ¿eh? Alguna clase de guerra, incluso. ¿No habías dicho no sé qué de que nos pondrían a prueba? —le preguntó el xolnita a la libense sin apenas mirarla.

—Dije exactamente eso: —el tono de Lahria denotaba molestia— se supone que hemos de superar unas pruebas y entonces se nos recompensará con poderes de toda clase. No sé nada más específico que eso, así que no insistas.

El ulterano dejó escapar un bufido de desaprobación.
—Es mejor que nada, supongo... Pero, en cualquier caso... ¿Agudeza?
—Es Sutileza —el roquense aleteó de vuelta junto al grupo.
—Bueno, como sea. Resúmenos lo mejor que seas capaz qué has visto —su tono contenía cierto desdén semi oculto: su comentario no buscaba ser comprensivo, si no que más bien no se fiaba de que un xenomorfo tan horrible como aquel fuese capaz de realizar aquella tarea con mucha efectividad.

El niño se guardó para sí que quizás si no se hubieran dedicado a discutir sin parar podría habérselo ido diciendo mientras sucedía, pero la verdad es que aquellos dos le daban miedo, y especialmente el ulterano. Hizo lo que le pidió y le contó a grandes rasgos acerca de las personas que había visto aparecer y cómo parecía que había surgido algún que otro problema entre ellos.
—Ahora parece que están hablando entre ellos con tranquilidad... pero escuchar lo que dicen no puedo.

—Bien, bien... Teniendo en cuenta que parecen habernos dividido en dos grupos solo puedo llegar a una conclusión: ellos son nuestros rivales en estas mencionadas pruebas.

—Yo no... no creo que... —dijo la tímida voz de un nublino que permanecía junto a otra niña de su especie y un mivense algo apartados del resto. Los tres parecían muy jóvenes.

—Lo que creas no importa mucho. Lo que importa son los hechos. Esas personas tienen un alto rango en este sitio y su mensaje ha estado bastante claro. Deberíamos ponernos en marcha ya mismo para conseguir el mejor refugio y buscar ese alimento del que hablaban.

—¡Veo algo raro aproximándose!

Pronto supieron que Sutileza se refería a una de las bañeras y todos pudieron verlas y escuchar la voz de los espantapájaros. Garaten no tardó en decidir que ellos seguirían una diferente a la que escogiese el grupo de la Plaza, por lo que ellos comenzaron a seguir a la bañera que se dirigía al norte.

—¡Eh, tú! Baja, que nos vamos —Lahria advertía a un clinger que se había subido a un edificio y había observado toda la escena en completo silencio. Garaten había sentido una repulsión mucho mayor por él que por el roquense y había decidido ignorar su presencia a pesar de que había demostrado su capacidad para escalar.

El insecto bajó y pasó al lado de la libense sin prestarle atención, aunque antes de alejarse demasiado habló.
—Me llamo Raki —le dijo en un tono completamente informativo. Si iba a dirigirse a él en un futuro, por lo menos que lo hiciera por su nombre.
—De acuerdo, Raki. Yo soy...
—Sí, Lahria —le cortó el clinger—. Date prisa o nos vamos a quedar atrás.
Raki avanzó para aproximarse al resto del grupo y Lahria permaneció unos segundos observando con cierta incredulidad como se alejaba. Quería ser amable, pero se lo estaban poniendo verdaderamente difícil. Decidió acercarse a los más pequeños y decirles que permaneciesen junto a ella.

La libense solo podía pensar en que el universo debía de odiarla, mientras clavaba su mirada en la espalda del aquel estúpido de pelo morado que no había tardado ni un minuto en auto proclamarse líder del grupo. Estaba apañado si creía que iba a obedecerle en todo lo que decía, pero por el momento se resignó para evitar otra discusión, pues realmente quería encontrar aquel refugio prometido cuanto antes.