Torreón Maciel (Archivo I)

Recuerdo del primer mensaje :

Me despierto con un dolor de cabeza impresionante. Según voy enfocando la visión me doy cuenta de que no estoy tumbada en mi cama, sino en un suelo frío. Me incorporo ligeramente para no marearme y enfoco mi vista hasta lo que parece un corredor plagado de pintadas.
Empiezo a recorrer el corredor, según me muevo mi dolor de cabeza se aclara. Ya sólo siento un pequeño mareo. Despacio toco con mis dedos la pared. Es estraño hace un momento estaba en mi habitación y ahora estoy en lo que parece una especie de Torreón en vete tú a saber dónde.
El corredor termina en lo que parece una reja llena de púas pero no me atrevo a llegar más lejos. Así que me recuesto sobre la pared mientras intento oir algo procedente de la casa, algo que me indique que no estoy sola.
- [italiano] ¿Hola? - pregunto vagamente - ¿Hay alguien ahí? - me quedo sin voz...
No sé que es lo que puedo esperar del exterior por lo que vuelvo al sitio dónde me desperté.
Me vuelvo a sentar en el suelo y me acurruco en una esquina. Todo está muy tranquilo, demasiado. No sé dónde estoy y eso me asusta. Coloco mi cabeza encima de las rodillas intentando no perder los nervios mientras una lágrima silenciosa corre por mi mejilla.
Me la seco con rapidez mientras vuelvo a mirar otra vez a mi alrededor, estoy acostumbrada a estar sola, pero nunca me había encontrado en un situación como ésta. Aprieto el abrazo alrededor de mis piernas y cierro los ojos en un intento de que cuando me despierte nada haya cambiado y esto haya sido un mal sueño. Algo en mi interior me dice que no va a ser así.
Vuelvo a abrir los ojos, todo sigue igual.
- [italiano] Hooooooooolaaaaaaa - vuelvo a decir intentando que se me oiga por todas las escaleras. Sin respuesta. No es que necesite de compañía continua, pero no me gusta estar sola en un sitio que desconozco. Me levanto y vuelvo a recorrer el corredor y ésta vez salgo al exterior. A lo lejos se ve una fuente, decido salir a investigar y salgo con sumo cuidado sin montar jaleo.

Sigue en La Plaza de la Fuente.

Cojo los trapos que me da Abi y me los pongo en las orejas. Vigilo que la urraca no vuelva y espero que Abi pueda echar al fantasma.

- ¡Papá la casa se quema! ¡Se quema! - digo mientras comienzo a llorar más de la impotencia que de otra cosa, espero a que cuele.

El grito cesa de repente. El hechicero se queda un rato en silencio y luego desaparece a través de las paredes.
Pero el resto de estirges tienen ahora la mente clara y están irritadas. Empiezan a graznar con fuerza y una le arrebata la espada a Lala tras dos intentos de cogerla con el pico, pues el primero había golpeado en el antebrazo a la cosechada, causando una herida pequeña pero obligándola a apartar la mano por reflejo.
Las aves también se picotean entre ellas, pero son sólo algunos roces. Lentamente se van calmando y se quedan observando a los dos jóvenes.
Tal vez estén esperando para atacar más tarde.


Sepalian Xila estaba complacido con el espectáculo. "Chica lista" Pensó de la cosechada que había engañado al fantasma. Tal vez no fueran tan tontos. Tal vez.

Me voy cayendo al suelo, agotado mentalmente por los gritos del fantasma. Sin darme cuenta, me duermo.
-Abi...cuidado...-digo antes de quedarme sopa.
(Me voy y no sé si vuelvo. Hasta luegoo!)

Abro los ojos, el fantasma se ha ido. Una estirge me hace una herida en el antebrazo y retiro la mano. La espada se me cae y las estirges se la llevan.
- ¡Serán....! - añado ante la reciente intromisión de éstas.
- Vamos, Aníbal... hay que proteger a los demás, a la comida y a las armas - añado mientras agarro ambas cestas y las meto dentro de la sala de las armas, la cual la atranco.
Después salgo al patio y cojo otro palo grande y todo lo necesario para hacer fuego por si las estirges nos atacaran. Después cojo otro trozo de la sábana rota y la pongo alrededor de mi antebrazo, no es una herida grande, Así que sanará. Después me quito los tapones de los oídos. Aníbal cae rendido, junto a todos mis compañeros hasta la sala de las armas que encontró Aníbal y los meto a todos dentro. Después atranco la puerta desde dentro y recuesto mi espalda en ella. Dispuesta a vigilar lo que sea necesario para que no entre ninguna estirge.

(Me voy ya, adiós!)

Me despierto en la sala de armas. Todos están allí. Abi está en la puerta, dormida. Habrá hecho un gran esfuerzo. Sonrío y la cojo con cuidado para no despertarla y la pongo con los demás en la postura más cómoda que puedo ponerla. veo que ha atrancado la puerta. La desatranco y salgo a que me dé el aire.
Andando por el torreón veo unas salas con bañeras. Me meto dentro y me doy un baño, que ya me toca.
Poco después, salgo del baño limpio por fin. Vuelvo a la sala de armas y reviso las que hay. Hay de todo. Cojo algunas, pero son muy pesadas. Decido quedarme con la espada y el escudo. Prectico un poco con ellos dando golpes al aire. necesitamos habituarnos a usarlos para sobrevivir.
De pronto, me viene una idea. Busco cuerda en el torreón y la uso para unir el palo y el cuchillo para formar una especie de lanza. El resultado me deja satisfecho.

Vuelvo a atrancar la puerta de la sala de armas y me tumbo. Aún me duele la cabeza por el fantasma, así que no me puedo dormir.

Me despierto y en ése momento soy consciente de que no estoy sujetando la puerta. Así que me levanto rápidamente y apoyo todo mi peso en la puerta. Parece que no hay ruidos, que las estirges se han ido. Pero no me fio del todo por lo que apoyo la cabeza contra la puerta y me escuro hasta la suelo. Suspiro y me froto los ojos, aún vigilando la puerta. Todos mis compañeros parecen estar bien. Intento relajarme otro poco. Tengo que pensar en algo para poder espantar a las estirges si vuelven. No podemos escondernos cada vez que aparezcan.


(Comeré en un rato y luego vuelvo, aunque no me puedo quedar toda la tarde)

Abi ha vuelto a su pose de vigilanta. Sonrío.
-Oye, que el líder y Macho Alfa soy yo...-pero está dormida, no me oye.
Suspiro y me levanto. Me pongo a pasear por la sala mirando a mis compañeros. Velando por ellos.
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-Maldita, sea...¿cuándo van a despertar?
Salgo de la habitación. Salgo al patio y me quedo pensativo.
-No sé si quedará algo de comida por ahi suelta...quizás las alimañas han dejado algo.
Decido coger varias armas. Me cuelgo un arco con su carcaj en la espalda, unos cuchillos que me pongo en la cintura y mi espada y escudo. He practicado con ellos, así que ya los domino algo más. Les dejo una nota a mis compañeros escrita a base de cortes con un cuchillo en una pared diciéndoles que voy a por provisiones 8aunque aún nos quedan). Después salgo y voy a un punto de los que las bañeras van.

(SIGUE EN LA PLAZA DE LAS COLAESPINAS)

Me despierto en la sala de armas. Me falta un compañero... ¡Aníbal! Salgo fuera de la sala asustada por lo que pueda pasarle pero encuentra una nota suya... tallada en la pared. Me relajo. Las estirges se han marchado por lo que suspiro aliviada. Tengo que pensar una manera para expulsarlas. Según ando por el Torreón descubro una sala llena de bañeras. Sonrío. Sería una muy buena idea poder lavarme, el problema, quizás es que no tengo ropa con la que cambiarme. Mis pensamientos se ven respondidos al encontrar cajas y cajas de ropa limpia en la habitación de al lado. Cojo una camiseta negra de tirantes y me meto al baño. Después de lavarme me cambio la camiseta y la otra la lavo. Los pantalones puede que aguanten un poco más, pero la camiseta estaba irreconocible. Después de lavarla la cuelgo en la sala dónde estábamos descansando. Después subo al piso superior y encuentro la espada que me quitaron las estirges. Se ve que pesaba demasiado y no pudieron con ella y la tiraron. La recojo y después de asegurarme de que está bien me la guardo. Vuelvo a bajar a la sala del baño y me escurro el pelo. Me lo trenzo y lo engancho con una goma para que no se me escape el pelo. Me aparto el flequillo de la cara y una vez que veo que mi aspecto a mejorado al de los días anteriores. Vuelvo a la sala de las espadas con los demás y dejo la puerta abierta para que Aníbal pueda regresar. Cojo fruta de las cestas y me pongo a comer, suspirando por poder comer tras varios días de ayuno. Reposo la cabeza contra la pared y espero.


(Me iré a comer en un rato)

Llego corriendo al torreón. Me sorprendo al ver la puerta abierta, y me temo lo peor. Entro corriendo y veo a Abi.
-¡Abi!-digo, sorprendido. Sin perder un instante, cierro la puerta y la atranco de nuevo. Me vuelvo hacia Abi.
-por favor, no dejes la puerta abierta nunca más. He temido que algo hubiese entrado y hubiese pasado algo horrible...-la abrazo, aliviado.

Aníbal entra corriendo. Mi reacción es una mezcla de sorpresa y de enfado. Le palmeo la espalda.
- Si la puerta no hubiera estado abierta no hubieras podido entrar - le digo - y creo que ha sido buena idea, viendo que vienes corriendo - añado mientras miro de reojo como vuelve a atrancar la sala de las armas.
Me acerco a ver si mi camiseta está seca, eso parece pero aguanto un poco más con la de tirantes. Me siento en el suelo con las piernas cruzadas y le doy un mordisco a mi manzana.
- ¿Qué? - le pregunto - ¿No te interesas por cómo estoy después de que me hirieran las estirges y tu cayeras dormido?

Me quedo pensando.
-Hombre, claro que sí...pero he ido a otro punto de recogida a por los restos de provisiones de las bañeras.-Saco lo poco que he conseguido reunir-. He tenido suerte, unos bichos parecidos a ratas lo estaban rapiñando...no me han visto, pero prefiero no arriesgarme...
Me acerco a ella y le echo una mirada a la herida.
-¿No tenemos nada en el torreón para curar?-pregunto. Me arranco un pedazo de camisa y se la pongo como si fuera un vendaje. Mejor tarde que nunca.
-Perdoname por haberme ido solo.-le digo, arrepentido.

- Entonces ya entiendo por qué corrías - digo mientras le doy otro mordisco a la manzana - yo, el día que fuimos a por las cestas llené mi cesta al doble. Aparte de lo que carga la propia cesta le metí más comida de otra, por lo que pudiera pasar. Somos pocos, la comida durará.
Veo como me venda el antebrazo.
- Ya me la vendé el otro día- añado - se me está curando bastante bien, y es lo mejor teniendo en cuenta que tuve que defender el Torreón yo sola ante unos bicharracos que tuvieron la consideración de arañarme el antebrazo antes de sacarme los ojos con los picos - le digo desanimada - No me mires así, soy realista... aquí, en ésta ciudad no ocurren demasiadas cosas buenas.
- ¿Qué te perdone por haberte ido solo? - le digo empezando a enfadarme - Y cuando dijiste que era mejor moverse en grupos de dos, que ir solo era peligroso, ¿qué? ¿ésas palabras se las llevó el viento? ¿O es que a tú persona no se las puede aplicar?

Suspiro, desanimado.
-Es que no soy capaz de quedarme quieto demasiado tiempo...tengo que salir, me tiene que dar el aire, estirar las piernas. Me he confiado, y casi me cuesta caro. No volverá a pasar.-la miro a los ojos-. Lo prometo. No te enfades demasiado, por favor. Prefiero enfrentarme a un ejército de esos bichos a que te enfades conmigo.

Le gruño en respuesta y me levanto, haciendo por pensar.
- Yo también soy hiperactiva, pero no me paso de ... - comienzo a decir pero me callo.
Cambio de tema, incómoda.
- La noche del ataque tras un rato salí de la sala, todavía había varias estirges vigilando... pero salí con el palo del fuego ¿y sabes? No se movían de la zona sur, sudoeste en la que estamos. Quizás tengan los nidos por aquí... y no sea tan buena idea vivir en el Sur - añado después - ésta mañana ya se habían ido... creo que no me atacaron porque estaba preparada para hacer fuego, tal vez les asuste.
- En cuánto al fantasma qué decir - digo recordando el otro día.

Pienso.
-Tienes razón...viviendo aquí, nos exponemos a las estirges...pero en el norte hay esas ratas con pinchos. Y en el este no sabemos lo que hay...lo mismo que en el oeste. Esta ciudad nos pone a prueba.
Veo que parece incómoda.
-¿Te pasa algo?-pregunto.

- Es verdad - digo asintiendo con la cabeza - parece que hay peligro en todos los sitios - respondo mientras me muerdo el labio.
- No me pasa nada... - respondo haciendome la incomprendida - estoy bien, vamos, todo lo bien que se pueda estar aquí y con comida, ¿qué tal si abrimos las puertas de la sala ya? - le digo - parece que las ratas no te han seguido, sino los pinchos hubieran agujereado la puerta - añado.