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Giniroryu
Giniroryu
GM

Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
Lethe: Horus, enderth.
Rägjynn: mjörní.
Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.


Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.

Armas :
Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
Irianna: arco y estoque.
Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
Lethe: arco y lanza.
Rägjynn: jō.
Naeleth: arco, sai y báculo.


Status : Gin: do the windy thing.

Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.

El hielo puede cambiar de estado Empty El hielo puede cambiar de estado

25/07/23, 10:12 pm
Se tomaba un descanso en la cocina vacía de Serpentaria. El reloj que adornaba una de las paredes indicaba que ese hecho no era extraño: era bastante tarde, sin duda había perdido la noción del tiempo leyendo. Había comenzado a leer sobre mentalismo por curiosidad, aunque en el fondo sabía la razón por la que le había atraído aquella rama mágica en particular. La bruja del hielo, con cada día que pasaba, deseaba más y más dejar de sentirse la niña vulnerable que había llegado a la ciudad con expectativas de poder cambiar eso lo antes posible y topándose con la cruda realidad de Rocavarancolia: su fragilidad no había sido más que un estorbo para sus compañeros, y había dependido completamente de los más fuertes y confiables desde el principio. Cerró los ojos mientras ponía sus manos imbuidas en una pizca de su dominio sobre la taza de té ardiendo.

La muerte de Nara, tras quien siempre se ocultaba cuando tenía miedo, lo cual era a menudo conviviendo con Arza, fue el recordatorio más doloroso de su completa debilidad. Ni siquiera si la magia se le daba bien y Gres le ayudaba tanto con ella como con el arco se sentía más fuerte. La utilidad que creía tener para el grupo aprendiendo hechizos se desvaneció en cuanto se dio cuenta de que no podía proteger a nadie con ellos. Ni siquiera a los pequeños Gart, Krunchy’s y Vichria. No es que ella fuese mucho mayor que el ninguno de ellos, en realidad, pero eran los únicos más jóvenes y sentía que si tal vez se ocupaba de ellos… En realidad, los tres eran mucho más valientes que ella y Drael… era muchísimo más maduro a pesar de que tenían la misma edad. Y Gres, ella simplemente era increíble. Podía hacer muchos más hechizos que ella, con más facilidad, y era una guerrera.

¿A quién quería engañar? En realidad solo podía aportar lo que sabía sobre la ciudad y ni siquiera eso les ayudaba: el sesgo que la sociedad nublina tenía sobre Rocavarancolia hacía que sus datos fuesen imprecisos, idealizados y no servían para el objetivo principal de la criba: sobrevivir. De nada servía una promesa de convertirse en un poderoso dios si no estabas cualificado para ver la Luna Roja. Naelth nunca iba a dejar de ser aquella niña frágil y miedosa y lo más seguro es que ella fuese a ser la siguiente en perder la vida. Ojalá fuese Nara el que hubiera sobrevivido en su lugar: nunca había merecido su protección y el libense era mucho más digno de recibir los dones de la Luna que ella. En realidad, cualquiera de sus compañeros lo era, incluso la terrorífica Azra. No, probablemente ella hubiera sido la más cualificada de todos para convertirse en ciudadana de la ciudad de los milagros y los portentos.

Y sin embargo, habían sido ella y Gres quienes vieron la Luna Roja. Tal vez una vez más dependiendo de la amabilidad de otros, siendo acogidos los escasos supervivientes en el Torreón Letargo por los que habían superado también las duras pruebas de la criba teniéndolo como refugio. Pero… algo había empezado a cambiar entonces en su interior, aquella noche a poco tiempo de ver el fulgor rojizo en el cielo, en la que decidió atreverse a algo que la Naleth de hacía tan solo unos meses hubiera encontrado repulsivo y aterrador a partes iguales. Mientras despedían a su último compañero mediante el rito funerario asreniano, se prometió que tenía que cambiar. A toda costa. Con la transformación tenía que venir el cambio que tanto ansiaba, y tenía a Gres y a los compañeros de los demás torreones para no tener que pasar por ello sola. Escudarse en los demás no estaba bien, pero sí apoyarse mutuamente.

Y no obstante, el destino parecía jugar con ella. Cuando salió la Luna esperaba…algo. Lo que fuera. Algunas veces creía notarlo, lo que bullía en su interior y quería salir, pero con el paso de los días sospechaba que solo era su propio deseo de haber cambiado, engañándola y dándole falsas esperanzas. Gres era mucho más grande que antes y tenía una fuerza prodigiosa, así como una increíble facilidad para lanzar los hechizos que ya conocía y para aprender nuevos. En realidad, ella parecía estar experimentando algo parecido al principio pero… de pronto hasta la magia la estaba abandonando. Y una vez más sintió que retrocedía.

Cuando empezaba a perder la esperanza, que su cosechadora se había equivocado de persona y no era ella la que tenía esencia entre la multitud de la capital… lo descubrió por fin: ¡era una bruja! Aquel vacío en su interior se llenó en cuanto empezó a jugar con las primitivas formas que empezó a darle al hielo y las órdenes que le daba a aquel estado de la materia que, de pronto, obedecía a sus deseos si se esforzaba lo suficiente. Y si en algo no fallaba la nublina era en poner esfuerzo en lo que se proponía, fuese cual fuese el resultado al final. En este caso, dio sus frutos muy rápido: a las pocas semanas su dominio del hielo era más que decente y estar rodeada de aquella congelación le hacía sentirse poderosa por primera vez. La magia había vuelto a ella, y realizarla resultaba mucho más fácil que nunca.

Abrió los ojos, dándose cuenta de que poco más y convierte la taza en un cubito de hielo. Dejó escapar una pequeña risa contenida en un bufido al darse cuenta, ordenando a su dominio que se retirase. Quería el té frío, pero todavía en estado líquido. No tenía sueño: quería seguir aprendiendo cómo proteger su mente, la de sus amigos y cómo, de ser necesario, acceder a la de otros para impedir que les hiciesen daño. Ya había aprendido a emplear la telepatía y se comunicaba a menudo con Gres, Alice o Saria de este modo, pero Naeleth pretendía ir mucho más allá que simplemente enviar mensajes.

Los vaivenes en su vida no se habían detenido, y en ocasiones en la soledad de su cuarto le volvían las dudas. Sabía que no era la niña frágil de antes, pero no podía evitar compararse con sus amigos y seguía sintiéndose… pequeña. Todavía le costaba socializar fuera de aquellos con los que ya había afianzado un buen nivel de amistad durante la criba. Eso también quería cambiarlo. Quizás quería ir demasiado rápido. Su dominio se asociaba con el aletargamiento y la lentitud que inspiraban el invierno y el frío… Tal vez así funcionase ella también. Tenía que ser fría como el hielo, pues ese era el designio que le había tocado. Pero también quería ser cálida, derretirlo cuando tocase hacerlo. Pues si algo tenía claro es que quería devolver la amabilidad que había recibido. Su dominio era frío, su mente cada vez tenía mayor facilidad para la lógica, y en realidad sentía que nunca había sido tan diferente. Pero eso no quería decir que tuviera que tratar a los demás con frialdad. A veces, derretir el hielo con sus poderes era la respuesta correcta.

Poco a poco, cada día, la bruja del hielo iría avanzando un poquito más. Tenía mucho en lo que trabajar y empezaba a echar algo de menos a su mejor amiga, pues Gres dedicaba mucho tiempo también a su nuevo trabajo y a su entrenamiento. Pero se atrevía cada vez más a recibir a los que sobrevivían para ver a una nueva Luna. Ofrecía sus conocimientos de mentalista para lo que fuese necesario. Trataba de pasar más tiempo con las distintas personas de Serpentaria, queriendo pensar que hacía nuevos amigos de tanto en cuanto.

Y finalmente encontró lo que quería hacer. Lo que quería aportar como ciudadana de Rocavarancolia, como portento y milagro a quien el hielo obedecía y la magia surgía con facilidad de sus gestos, sus palabras y su mente. Conocer al pequeño repoblador con aquella curiosa capacidad de introducirse directamente en las mentes de los demás, de una forma física y no como lo hacía ella con su mentalismo tan solo fue el inicio. Pronto estaría contratando los servicios de Alice, ahora Onyx, para que restaurase su futura casa y negocio. Naeleth sentía esperanza y quería transmitirla a todo el que quisiese recibir su ayuda como la nueva psicóloga de la ciudad.
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