Psicología Surcamentes

Aunque aún no habían encontrado un día en el que poder reunirse con todos sus amigos en su nuevo hogar, al menos quedar con una sola persona era mucho más sencillo. Más si esta era tu vecina, viviendo apenas a unas casas de distancia de la tuya. Ya conocía a Kaila de haber sido clienta suya en varias ocasiones y la maga le caía realmente bien. Además, su elección de ramas mágicas guardaban mucha relación y siempre era interesante charlar con ella acerca de cómo afectaban a la mente sus respectivas especializaciones.  Por eso cuando se mudó había ido enseguida a decírselo y a invitarle a merendar una tarde en su nueva casa y negocio cuando ambas estuviesen libres.

Aquella era esa tarde y la nublina preparaba el té en una tetera de cerámica azulada con motivos de copos de nieve y dos tazas sencillas del mismo material descansaban sobre la mesa de la cocina en una bandeja. También se había esforzado por cocinar unas pastas sencillas, receta que había pedido a sus amigos, para que no todos los aperitivos fuesen comprados. La mayoría tenían una forma lejos de ser perfecta, pero esperaba que el sabor fuese, al menos, agradable.
Las pastas y otros aperitivos ya se encontraban en otro lugar, pues no pensaba que comiesen en la cocina, ni tampoco en la sala teniendo en cuenta una de las principales actividades que tenían en mente para aquella tarde. El té acababa de terminar de hervir y estaba sacándolo del fuego cuando sonó la puerta. Lo dejó rápidamente junto a las tazas y se dirigió a abrir a su invitada.
—Buenas tardes, Kaila —saludaría con una gran sonrisa a la maga—. Pasa, por favor.
La bruja del hielo vestía con una camisa de lino de un tono entre blanco y beige, una falda corta de cuadros rojos y negros, medias de este último color y unos botines.
>>¿Quieres que te enseñe primero el interior de la casa antes de dirigirnos al jardín?

Dama Puente había ido viendo crecer la ciudad poco a poco desde que había llegado, pasando de ser ruinas y más ruinas al hogar de cada vez más gente. El barrio al que se había mudado no era la excepción, y ver las casas nuevas era siempre agradable. Más aún cuando las personas que se mudaban no solo eran conocidas (que al fin y al cabo conocía a mucha gente por su trabajo) sino también amigas. Naeleth era agradable, y su especialización en la magia tenía que ver con la suya propia, lo que había hecho que congeniar fuera fácil.

Por eso no dudó en aceptar ir a ver su casa cuando la bruja la invitó a ir tras acabar la mudanza. Siempre había sido bastante tímida, y precisamente que aquella reunión fuera privada, sin demasiados invitados, la volvía perfecta. No es que hubiera rechazado ir si Naeleth hubiera invitado a más personas, por supuesto, pero se sentía más cómoda en esas circunstancias.

Esa tarde había optado por ponerse una túnica de un morado similar al de sus iris que llegaba hasta los tobillos, que tenía algunos bordados plateados en el cuello y las mangas. No tardó demasiado en llegar a la casa de su nueva vecina, y llamó a la puerta usando el tirador. Sonrió cuando su amiga salió a recibirla, devolviendo el saludo.
—Buenas tardes, Naeleth —respondió, mientras pasaba al interior. Tenía curiosidad por ver cómo habría decorado la bruja la casa —Me encantaría verla, si no es mucha molestia.

Antes de que se le olvidase, sin embargo, sacó una cajita de madera de una bolsa sin fondo. Su hermano le había inculcado siempre que no podía presentarse en eventos así sin un regalo, y había pensado que aquello podía gustarle a la nublina.
—Te he traído esto como celebración por la mudanza —sonrió, entregándosela. Dentro encontraría una variedad de tés de distintos mundos, que esperaba que le gustase a la mentalista.

Mientras entraban al recibidor se fijaría más en la ropa de la maga, resultándole muy llamativo el color de estas.
—Claro, yo también estoy deseando enseñar mi nuevo hogar a todos mis amigos —le aseguró con una suave risa—. Me encanta tu túnica, por cierto: y qué bien te queda —la alabó con un ligero rubor.

Primero le indicaría donde se encontraba el lavabo más cercano por si necesitaba utilizarlo en cualquier momento y aprovecharía para mostrárselo rápidamente: el baño no solía ser la parte más interesante de una casa; y lo siguiente sería la cocina. Allí recibió muy agradecida la cajita que le tendía la logomante.
—Ay, muchas gracias. ¿Puedo? —preguntó indicando si ya se le permitía abrirla. Ante la positiva echó un vistazo a lo que contenía: unos paquetes de té cuidadosamente empaquetados—. ¡Ah, qué bien! Tengo aquí preparado el té de la merienda, pero seguro que después tenemos más sed y podemos probar alguno de estos —le dijo señalando la bandeja donde había dejado hacia escasos momentos la tetera y las tazas. Dejó también la cajita sobre la mesa—. Cuando bajemos recogeré la bandeja para llevárnosla al jardín.

Condujo a su invitada al siguiente cuarto: la sala.
—Aquí nos sentaríamos normalmente para merendar si no fuera porque el jardín es mucho mejor —le dijo—. Tengo pendiente pasarme por la florería para conseguir algunas plantas más bonitas.

La última parada de la planta baja era el despacho donde trabajaba.
>>Y aquí es donde normalmente me meto en la cabeza de la gente —dijo con una risa—. Aunque en realidad eso lo hace Lulú de forma mucho más literal —bromeó.
No todos los clientes solicitaban las habilidades del surcamentes, aunque también había alguno que se citaba únicamente con el repoblador. Al final trabajaban una cantidad parecida de tiempo.

En cuanto Kaila se mostrase satisfecha con su vistazo de la planta baja le indicaría que subiesen las escaleras.

—Ah, ¡muchas gracias! Tu ropa también es muy bonita —respondería. Siempre le había hecho gracia que en Rocavarancolia fuera a ser donde más libre se sentía respecto a poder ponerse la ropa que quisiera, y es que la mezcla de culturas de distintos mundos abría las posibilidades a mezclas de lo más curioso y lo más divertido de probar, y nadie iba a juzgarte por ello.

El pequeño lavabo era simple pero funcional, parecido al que ella misma tenía en su propia casa. La cocina era agradable, y aunque no fuera la habitación que más podía alabar, no le importaba pasar allí algo más de tiempo mientras Naeleth abría la cajita tras ella darle permiso.
—Claro, podemos probar el que quieras—había alguno de sus favoritos allí, pero también otros que no había probado nunca, así que la perspectiva de hacerlo sonaba tentadora, y tenía curiosidad por saber qué té sería el que había preparado para aquella merienda.

El siguiente cuarto era una sala de estar con estanterías y cuadros, y no pudo evitar quedarse mirando uno de aspecto más surrealista que le pareció interesante.
—Este es…curioso.
Asintió ante las plantas, aunque las que tenía actualmente le parecían bonitas igual. De hecho, con la mención de la florería recordó que ella podría pasarse a comprar alguna plantita y a saludar a Dirke, que a fin de cuentas había sido su compañero de criba hacía unos cuantos años.

La ultima habitación era su despacho. Se rio suavemente con sus bromas, y es que a fin de cuentas ella también se metía en la cabeza de la gente en un sitio similar. Los divanes y el sofá parecían cómodos, pero lo que más llamó la atención de la logomante fue el candelabro, que no tardó en alabar.

Tras aquello no tardaron en subir las escaleras hasta la siguiente planta.

Le había agradecido y se había vuelto a ruborizar cuando le devolvió el cumplido sobre su ropa: la verdad es que no estaba para nada acostumbrada a aquella clase de intercambios todavía, pero no era desagradable. Ante la mención del cuadro le explicó que se trataba de algo que había pintado Lulú.

La criomante sonreía ante todos los comentarios halagadores de la maga y en cuanto subieron las escaleras le mostró de otro vistazo rápido el baño de la planta superior, donde se encontraba la bañera y la ducha, y a continuación pasaron por el cuarto de invitados.
—Si alguna vez te apetece quedarte a dormir eres bienvenida —le dijo antes de salir en dirección a la siguiente habitación.

Esta era su despacho personal, con su escritorio y lleno de más libros, aunque en este caso eran de otros temas no relacionados con su profesión y había un poco de todo.
—Aquí es donde estaría normalmente la mesita de ajedrez, pero ya la trasladé al jardín —le explicó señalando en la dirección general de un claro hueco en el cuarto—. Y aquí sí que falta mucha más decoración, porque le di prioridad al despacho donde trabajo para que se sientan cómodos los clientes… Y bueno, al propio jardín.

Por último, en aquella planta visitarían el dormitorio de la propia nublina. No había quitado la capa de escarcha que solía cubrir algunas de las zonas donde no resultaba inconveniente para ella que estuviera.
—A lo mejor te resulta extraño, pero tener un poquito de mi dominio siempre presente me ayuda a relajarme —le explicó con cierta vergüenza, poniéndose ligeramente colorada por tercera vez en poco tiempo—. Está hechizada para mantener la temperatura así que no se fundirá en cualquier momento mojándolo todo —añadió con una leve risa nerviosa—. También planeo colocar más decoración aquí.

Y, finalmente, subirían a la buhardilla, donde no había mucho que decir aparte de lo evidente.
—¿Te gustan los duelos de magia, Kaila? —le preguntaría una vez hubiese permitido que le echase un vistazo a la sala—. Sé que no podría competir contra ti en absoluto, pero si alguna vez te apeteciese una práctica amistosa también pensé esta planta como un lugar donde poder llevarlos a cabo —añadiría con un ligero tinte de entusiasmo.
No le importaba que su contrincante fuese alguien como la maga, que evidentemente disponía de una mayor cantidad de recursos, capacidad y, sobre todo, experiencia; mientras se sintiese segura con la otra persona daba igual el resultado.

Asintió a la explicación sobre el artista del cuadro, y aunque la pintura surrealista nunca hubiera sido su favorita en la Tierra, podía apreciar el valor de tener en cas algo hecho por uno mismo o por sus amigos.

La visita a la planta de arriba comenzó por el baño y un cuarto de invitados relativamente estándar, y es que ella misma tenía uno parecido en su propia casa.
—Estaré encantada, y te puedo ofrecer lo mismo en mi casa cuando quieras —le diría, con una sonrisa. Siendo vecinas era menos probable que fuera necesario quedarse a dormir en la casa de la otra, pero no costaba nada devolver el ofrecimiento.

El siguiente cuarto era otro despacho, y la explicación de la sobriedad de este tenía sentido sobre todo cuando su amiga se acababa de mudar. Decorar una casa podía llevar bastante tiempo, y siempre se priorizaban algunas zonas sobre otras, pero en Rocvarancolia era relativamente fácil conseguir todo tipo de cosas de otros mundos para decorar una casa, y seguro que la bruja podía ir encontrando cosas de su agrado con el tiempo.

La última parada en esa planta fue el propio cuarto de Naeleth, cubierto de escarcha. Le dedicó una sonrisa tranquilizadora al ver su nerviosismo, quitándole importancia.
—Oh, para nada. He conocido a muchos brujos —y había compartido cosecha con algunos—, es normal que queráis tener cerca vuestro dominio.
Desde luego era más normal que algunas excentricidades que había visto a otros transformados en brujos, y ni siquiera esas eran a veces las cosas más raras que se veían hacer a los habitantes de la ciudad. Llevar años en Rocavarancolia ayudaba a ver como normales cosas que en la Tierra, o en otros mundos, no lo serían, y era cuestión de tiempo irse acostumbrando.

Por último visitaron la buhardilla, y a penas pudo contener la emoción cuando su amiga sugirió un duelo mágico.
—¡Me gustan mucho! Son divertidos, y ayudan a practicar mucho —y era importante hacerlo. No era lo mismo entrenar con alguien que solo, y el poder hacerlo con alguien con quien además se pasaba bien era un plus. No iba a pecar de falsa modestia y decirle a Naeleth que seguro que podrían competir, pero estaría encantada de batirse en duelo con ella de vez en cuando.

No había podido evitar asentir y dejar escapar una risa cuando Kaila le aseguró que conocía a los brujos. No lo dijo explícitamente, pero cualquiera que hubiese tratado con algún brujo o simplemente leído un poco sobre ellos estaría más que familiarizado con las diversas excentricidades de estos. Lo suyo, en realidad, no calificaba ni siquiera entre las tendencias más extrañas que estos podían llegar a tener, pero todavía le costaba evitar preocuparse por cómo se le veía desde fuera. En el fondo sabía que la diversidad de Rocavarancolia hacía que los únicos habitantes que podían tener algún prejuicio realmente eran los que llevaban poco tiempo allí, pero a la nublina todavía le costaba dejar atrás el ser tan auto consciente.

De igual manera no pudo contener una suave palmada de alegría cuando la maga le confirmó que compartía su gusto por los duelos mágicos.
—¡Tengo que prepararme bien y quedar un día para llevar uno a cabo! —le dijo con entusiasmo—. Pero, por ahora tenemos otro tipo de duelo pendiente —se rio—. Ya toca nuestra última parada.
Con un gesto de la mano le invitó a seguirle de vuelta a la planta baja, realizando una rápida parada en la cocina para recoger la bandeja con el té y salir, finalmente, al jardín.

La criomante apoyó la bandeja junto a otra donde estaban las pastas y otros dulces para acompañar la bebida sobre la mesa junto a los divanes. La mesita de ajedrez también estaba allí, pues aquel era el divertimento principal que habían planeado para acompañar la agradable merienda: una partida en el jardín. Naeleth se apresuró para activar la runa que abría el techo, pues ese día incluso hacía algo más de sol de lo habitual en la ciudad y, por mucho que a ella le encantase el clima entre templado y frío, un poco de luz solar y, sobre todo, aire fresco no les vendría mal.
—Podemos cerrarlo en cualquier momento si lo prefieres.

Las sillas las había movido para que estuvieran a cada lado de la mesita de ajedrez y le indicó a la maga que podría sentarse cuando quisiera, una vez hubiese examinado todo lo que le apeteciese su pequeño pero acogedor jardín. Aunque normalmente había piezas hechas de hielo sobre el tablero, había colocado unas que compró en el mercado que le habían gustado, porque tal vez a otras personas no les gustaría tener que desplazar piezas con tacto tan frío.
>>¿Prefieres rojas o negras?
A pesar de que sabía cuáles eran los colores tradicionales de aquel juego, estas eran temáticas de la ciudad. Había teñido también de rojo las casillas blancas del tablero mediante el hechizo de cambio de color.

Aceptó con gusto el quedar más adelante para un duelo mágico, encantada de tener alguien con quién practicar, y además alguien con quien tenía confianza. Era distinto practicar hechizos nuevos como entrenamiento a hacerlo en un contexto de duelo, por muy amistoso que fuera, y mentalmente pensó algunos que le gustaría probar cuando volviesen a verse.

La vuelta a la planta baja no tuvo mucho misterio, aunque dama Puente aprovecharía de vuelta para hacer más cumplidos a la bruja sobre su hogar. Seguro que más adelante tenía tiempo de terminar de decorar todo, y es que al fin y al cabo se acababa de mudar.

El jardín era tan o incluso más bonito que el resto de la casa, con unos muebles blancos preciosos y un techo encantado que Naeleth no tardó en abrir.
—Así está bien, se agradece el sol —medio bromeó, y es que este era bastante raro en la ciudad, y aún así seguía sin hacer demasiado calor. Rocavarancolia era monótona en cuanto al clima, y cualquier mínima variedad en este era de agradecer.

Se sentó en una de las sillas, admirando el tablero rojo y las piezas, mucho más rocavarancolesas que su propio juego, que se había traído de la Tierra.
—Negras —en realidad le daba igual con qué jugar, pero no le parecía mal dejar que la criomante moviese primero —¿Aprendiste a jugar aquí o en tu mundo teníais ajedrez?
Tenía curiosidad por ello, y es que aunque había visitado varios mundos, no se había parado a fijarse en todos esos detalles culturales en muchos ellos, o a hablar tanto con los locales como para que el tema saliera de manera orgánica.

La criomante asintió y se sentó en el lugar correspondiente a las rojas. Una parte de ella hubiera querido insistir a su amiga si de verdad era que prefería las negras o simplemente estaba tratando de dejarle empezar, cosa que no era necesaria. Pero lo dejó pasar. La Naeleth asustadiza sin experiencia seguro que lo había hecho y se hubiera sentido incómoda sobre analizando la situación, pero su elección de carrera profesional no solo le servía para ayudar a otras personas sino también a sí misma. Cualquiera que la conociese desde hacía algunos años y echase la vista atrás, podría ver a una nublina casi irreconocible en varios aspectos. La bruja estaba bastante satisfecha con este hecho cuando se paraba a pensarlo, incluso si en esta ocasión había sido algo tan nimio el que le había recordado su progreso.

—Oh, pues existe un juego bastante parecido aunque con menos reglas en Nubla —le explicó a Kaila—. Ya me gustaba jugar con mi familia y solía ser yo quien ganaba… Era la que ponía más interés en ello —se apresuró a aclarar al sentir un pequeño ramalazo de vergüenza por si su anterior comentario podía haber sonado soberbio. Aquella parte aún la tenía que trabajar un poco, decididamente—. Pero cuando supe acerca del ajedrez de tu mundo de origen llamó poderosamente mi atención. La verdad es que hay muchos juegos similares en casi todos los mundos, pero, por ahora, me gustó la complejidad del vuestro. También he leído acerca de otros juegos procedentes de la región asiática de la Tierra que han llamado mi atención. Quizás aprenda a las reglas de uno de ellos pronto.
Mientras hablaba, Naeleth presionó en un punto de la tetera y esta comenzaría a servir el té por sí misma, activándose mediante un pequeño circuito rúnico que lo llevaba a cabo. Ya que por el ángulo en el que se encontraban respecto a sus bebidas resultaba más cómodo si no tenían que hacerlo a mano, había pensado en aquella chuchería mágica que, sin duda, no sería la última vez que emplearía.

>>Oh, pero disculpa, que me enrollo hablando de estas cosas —añadió con una risa—. Veamos, mi primer movimiento…
Centró su atención en el tablero que tenía ante sí, mostrándose pensativa unos instantes. ¿Con qué tipo de jugada debería iniciar? ¿Debería hacer algo más básico o intentar alguna apertura más arriesgada? Tenía claro que quería tratar de realizar un enroque lo antes posible si podía, así que posiblemente lo menos arriesgado era simplemente no complicarse. Así pues, movió uno de los peones que le permitiría llevar a cabo dicha jugada en algunos turnos.

A veces Naeleth era como verse en un espejo, uno que reflejaba un pasado de novata en la ciudad. La modestia, las aclaraciones tontas que rebajaban las capacidades de una. No se consideraba egocéntrica, pero años en Rocavarancolia le habían enseñado que no era necesario ser tan modesta, y que conocer el propio valor de una era algo útil, especialmente en los negocios. Y allí nadie iba a juzgarte por no ser lo bastante humilde, si acaso lo contrario, a lo mejor intentaban aprovecharse de tu debilidad o pensaban que era algún truco y te esquivaban.
—No hace falta que seas tan modesta —sonrió. Sabía que era cuestión de acostumbrarse a ello —. A mi me enseñó a jugar mi hermano, se le daba muy bien.
Le había costado aprender, pero poco a poco habían ido equilibrando las partidas ganadas. Era una lástima que Rocavarancolia hubiera borrado todo, porque le hubiera gustado recuperar la libreta en la que iban anotando quién ganaba y que tenía bastantes páginas llenas. Sin embargo, las capacidades mentales que le había otorgado su transformación eran lo que había hecho que verdaderamente se le diera bien y disfrutase del juego.

La mención a otros juegos le hizo sonreír un poco, y aunque su favorito era el ajedrez, en parte por nostalgia, había probado algunos otros.
»¿Has oído hablar del Go? Creo que te gustaría. Tengo un juego en casa, si alguna vez quieres probar.

La tetera mágica fue un detalle agradable, una tontería que hacía la vida un poquito más fácil y que recordaba que no todo tenían que ser grandes hechizos. A veces lo más simple era lo más útil. Tenía ganas de probar el té, pero era probable que estuviera ardiendo, así que decidió esperar un poco mientras esperaba al primer movimiento de la bruja.

No es que fuera una apertura fuera de las convencionales, pero era de esperar, y es que ella tampoco pensaba salirse de unos primeros movimientos conservadores para enrocar cuanto antes.
—Oh, no te preocupes, siempre es divertido hablar. No es que sea una partida competitiva ni nada —se rio.
No tardó demasiado en mover su primer peón, con curiosidad de cómo iba a desarrollarse la partida.

Dejó escapar una leve risa nerviosa cuando Kaila le dijo que no hacía falta que fuese tan modesta y asintió, componiendo una sonrisa mayor cuando le explicó que su hermano le había enseñado a jugar al ajedrez.
—En mi caso fue mi padre el que nos enseñó a todos… Obviamente no al ajedrez, si no al raible, que así es como se llama el juego nublino —le explicó brevemente—. Sin duda era el contrincante más difícil de toda la familia —rio.

Hizo su siguiente movimiento, moviendo esta vez en su particular patrón en L a uno de sus caballeros. Por como había respondido la maga a su apertura, tenía bastante claro que ambas iban por el mismo camino. Era bastante lógico si no querían entrar en complicadas jugadas que no tenían posibilidad de salir bien. No eran malas jugadoras, pero desde luego distaban mucho de poder considerarse “profesionales”. Por lo menos Naeleth tenía claro que, aunque le resultaba muy divertido e interesante, su ambición respecto a ello no iba a llegar tan lejos. Aunque no pensaba dejar de practicar para mejorar, eso sí, y tal vez en alguna ocasión tratase de arriesgarse más aun con las probabilidades en su contra.

—¡Sí! Ese es uno de los juegos que llamó mi atención —confirmó a la humana cuando mencionó el go—. Y también el mahjong. Aunque parezca ser un poco menos estratégico y dependa más de la suerte, parecía divertido… Eso sí, necesitaré un buen tiempo para entender todas las reglas, parece —rio recordando la cantidad de términos y la longitud de los manuales de reglamento de cada juego.

Por supuesto, la maga tenía razón y ella misma tampoco había pretendido que fuese una partida completamente silenciosa. Tal vez viniese bien concentrarse un poco al decidir una jugada, pero charlar mientras tanto no solo era bienvenido, si no que no lo hubiera querido de otra forma.
—Por supuesto, es solo que me estaba hasta olvidando de empezar a mover… Oh, y a veces parezco olvidar también que soy una bruja del hielo —dijo con algo de sarcasmo mientras observaba las tazas humeantes. Enseguida enfrió un poco la suya para que estuviese a una temperatura agradable para beberla, que en su caso era muy tibia—. ¿Quieres que enfríe un poco la tuya?