Psicología Surcamentes

La criomante acababa de desayunar y limpiar sus platos con un hechizo antes de empezar el día. Daba gracias a la magia por permitirle mantener su hogar completamente limpio incluso en los días más ocupados o los que se sintiese más perezosa, aunque aquel no entraba en ninguna de las dos categorías. No tenía citas con clientes hasta entrada la tarde, por lo que su idea era estudiar un poco y después repasar las anotaciones de los pacientes que acudirían, en principio, ese día para preparar bien las sesiones.

Iba a salir al jardín cuando creyó ver una silueta desde una ventana. Por instinto, se apartó de la misma y empleó la niebla mágica para observar de quién se trataba. No le conocía: era un ochrorio que parecía un fauno o quizás alguna otra transformación similar. Sabía que, aunque su trabajo le llevaba a oír hablar de muchísima gente a la que nunca había visto, no era la persona que conocía precisamente a más habitantes de la ciudad. Pero aquel chico parecía lo suficientemente joven como para que fuese extraño no haber coincidido con él mientras vivía en los refugios, lo que le llevó a concluir que era muy probable que se tratase de un neotransformado.

Si estaba en lo cierto, las posibilidades de que se tratase de alguien peligroso eran bajas, y además si era un fauno tampoco era extraño que sintiese curiosidad ante la vista de un jardín. ¿Quizás era un potencial cliente que había oído hablar de sus servicios pero que había encontrado primero la parte trasera de la casa? Sin duda tenía que averiguarlo.

Abrió la puerta evitando hacer mucho ruido, justo a tiempo para escuchar vagamente la pregunta que no parecía dirigida a nadie, porque no la había visto, ¿no?
—Buenos días —saludó desde cierta distancia, alzando la voz para que la pudiese oír claramente a través del cristal.
Se acercó a la puerta trasera del jardín, abrazándose el pecho con el libro por puro instinto. Solía hacerlo cuando tenía uno en las manos y tenía que atender a alguien, un atisbo de la timidez contra la que todavía luchaba por contener, que no era de ninguna ayuda en la carrera profesional que había elegido. Una runa solo visible desde el interior activó la puerta oculta, que se podría describir como simplemente un agujero en el cristal lo suficientemente amplio como para que pudiese pasar incluso un trasgo.

—Soy Naeleth, bruja del hielo, mentalista y psicóloga —se presentó mientras se acercaba al ochrorio—. No he podido evitar escucharte antes, así que respondiendo a tu pregunta: sí, es un huerto. Mi socio suele encargarse de él y por eso tiene tan buen aspecto —explicó con una sonrisa. Probablemente no sabía quién era Lulú ni que se trataba de un repoblador, pero tampoco pretendía inundarle con información que no había pedido—. ¿Qué te trae por aquí?

De no estar el cristal por medio, tal vez el ochrorio hubiera escuchado la puerta de la casa abrirse aún con el poco ruido que había hecho, pero además de esa separación el fauno estaba muy concentrado fijándose en los árboles más cercanos con claro interés. En cuanto escuchó la primera palabra, sin embargo, dio un respingo hacia atrás acompañado de sus hojas, mirando apresuradamente a la persona que había aparecido al otro lado del jardín. -Oh, buenos días- respondió tímidamente y temiendo haber molestado al quedarse allí, cosa que se reflejaba en el flotar agitado de su dominio cerca de él.

A medida que se iba acercando, Chromsa comprobó que se trataba de una nublina de más o menos su edad (salvando la diferencia de altura), con una ropa que le parecía bonita y un "algo" que no alcanzaba a precisar pero le llamaba mucho la atención. No parecía enfadada porque hubiera estado husmeando por allí, al menos eso lo tranquilizaba un poco. Observó curioso como una parte del cristal se abría por arte de magia de alguna forma que desconocía y se acercó despacio para encontrarse con la dueña de la casa.

La cara del chico se iluminó un poco al escuchar la presentación de Naeleth. Ahora que la tenía delante se daba cuenta de que el "aura" que le había llamado la atención no era otra cosa que el dominio de la bruja, una capa de aire frío y congelación que la seguía de cerca igual que sus hojas. Le encantaba conocer a más gente con la que compartía transformación, pero además su profesión le parecía curiosa. Alguna vez Adam y algunos de sus compañeros terrestres habían mencionado de qué iba eso de la "psicología" y la idea de un médico de la mente era tan interesante como útil a sus ojos. -(No me esperaba conocer a uno en persona)- pensó.

>>-Yo soy Padre Foresta, fauno y brujo de las hojas marchitas. Agricultor- se presentó de igual manera con un pequeño asentimiento a modo de reverencia, todavía algo nervioso. Que lo hubiera escuchado antes le dio un pelín de vergüenza, aunque con lo simpática que estaba siendo la nublina consiguió ir calmando tanto a él como a sus hojas, que ya flotaban con total tranquilidad. -Oh, entiendo. Se le da muy bien, seguro que tendrá una buena cosecha- alabó con sinceridad y una sonrisa que rompía su tensión inicial. La siguiente pregunta  le hizo llevarse una mano a la nuca, mientras respondía con un poquito de corte: -Bueno, en realidad ha sido casualidad. Simplemente estaba dando un paseo por la zona y vi tu jardín... Aparte de los Jardines de la Memoria y el de un amigo no es que haya muchos sitios con vegetación en la ciudad, y estaba tan bien cuidado que me tuve que parar a verlo.- Ganando la curiosidad, Chromsa aventuró una pregunta: -¿También se encarga tu socio de él?- Fuera él o la propia Naeleth, lo cierto era que le estaban entrando ganas de saber cómo podía mantenerlos en tan buen estado con lo complicado que era el suelo de la ciudad. A él le había costado mantener el huerto en Silente, pero sin embargo algunos encontraban formas de traer el verdor al monótono gris del lugar.

El comportamiento de las hojas alrededor del fauno ya le habían hecho suponer que se trataba de un dominio, pero hasta que el propio ochrorio no lo confirmó no estaba segura, porque las transformaciones dobles no eran algo muy común. Sonrió ante su presentación, aunque le quedó claro que no se trataba de un nuevo cliente sino que había sido únicamente su jardín lo que le había hecho parar junto a su casa. Tratándose de un medio fauno, con un dominio vegetal y además diciendo ser agricultor… No era algo extraño en absoluto. Padre Foresta parecía agradable, al menos esa estaba siendo su primera impresión, por lo que no le importó en absoluto que resultase ser simplemente alguien curioseando.

—Oh, ya veo. Presupongo que eres uno de los transformados en la última Luna, ¿no es así? Porque en realidad hay unas cuantas casas con buenos jardines y no solo en este barrio, aunque es cierto que a simple vista la ciudad parece carente de zonas verdes —le explicó sonriendo—. La verdad es que el mío sí que lo cuida mi socio en gran parte, aunque como no vive aquí yo también me aseguro de que se mantenga en condiciones. Menuda bronca me echaría si no: es que es un repoblador, por eso puedo tener el jardín tan bonito —añadió con una risa mientras se giraba para echar un vistazo a su propio jardín mientras hablaba del mismo—. En realidad, hasta puede que le hayas visto: se llama Lulú y aún vive en la Torre Serpentaria.

Aunque si nunca se hubiese cruzado con el surcamentes tampoco le extrañaría incluso si compartían refugio, lo cual le parecía bastante probable: el repoblador se relacionaba más con otra gente cuando trabajaba con ella que en ninguna otra circunstancia, siempre acompañando a Baste el resto del tiempo. Lo que sí le extrañó un poco más fue que el brujo se hubiese denominado como agricultor pero al mismo tiempo había afirmado no haber visto casi ningún jardín, ni había mencionado el granero.
—A propósito, ¿dónde ejerces tu profesión? Imagino que en algún mundo vinculado, ¿me equivoco?
Era la única explicación que se le venía a la mente para que encajasen las piezas de información, las cuales juntas resultaban poco convencionales, que le había dado.

-Ah, es bueno saberlo. Y sí, soy uno de los nuevos- asintió sonriente. Antes de que llegara la Luna estuve manteniendo un pequeño huerto en el torreón y ya me temía que la tierra fuera demasiado complicada como para que creciera algo así- terminó de explicar echando un fugaz vistazo al jardín de Naeleth. Su experiencia de toda la vida cultivando en Ochroria le había ayudado mucho a sacarlo adelante. Su propio mundo tenía dificultades similares en cuanto te alejabas de los ríos, así que conocía algún que otro truco para cuando el suelo no era tan bueno. Claro que el ochrorio nunca había probado con tanta vegetación, pero era un alivio saber que era posible.

El fauno se sumó con una risilla a la de la bruja, diciendo luego: -Ya veo. Te felicito también entonces- No había hablado demasiado con Jara, pero ya se había encontrado a unos cuantos y conocía los detalles justos de su sociedad para entender la broma. Con lo último se sorprendió para bien con la coincidencia. -¡Justo vivo allí con mis compañeros! No hemos coincidido apenas, pero me suena haber visto un repoblador alguna vez por Serpentaria- comentó animadamente. Quitando a sus amigos de Silente y Sendar, no había hablado demasiado con el resto de habitantes del refugio. Las pocas veces que coincidía con alguien solía quedarse la mayoría de veces en un saludo cordial antes de volver a lo que estaba haciendo. Tal vez aquello podía ser un primer paso para cambiarlo. Viendo el buen trabajo que hacían en conjunto, podría felicitar a Lulú la próxima vez que coincidieran.

-Exacto,- asintió mientras continuaba respondiendo a la nublina -hace poco empecé a trabajar en unos viñedos en El Macetero. Es algo distinto a la granja que teníamos en casa, pero me está sirviendo para aprender un poco más con todos los cultivos que hay.- El puesto no estaba nada mal para empezar y probablemente siguiera por un tiempo allí, pero no podía decir que estuviera completamente cómodo con algunas decisiones sobre cómo funcionaba la plantación.

Y ya que ella había preguntado, la curiosidad del brujo hizo que se la devolviera. -Entonces... ¿ésta es también tú... clínica?- comenzó, aunque por si no era evidente que se había trabado, sus hojas pararon por un momento. Le habían explicado alguna vez que hacía un psicólogo, pero se le había escapado cómo se llamaba el sitio dónde ejercía. -Bueno, supongo que la de ambos. Si Lulú es tu socio imagino que también es psicólogo, ¿no?-

La nublina se sintió satisfecha al comprobar que había acertado en las suposiciones que había hecho, y con la nueva información todo lo que había mencionado el fauno empezaba a cobrar sentido. Se distrajo momentáneamente observando las hojas secas que conformaban el dominio del otro brujo: ¿tendrían que ser hojas en estado decadente en específico? Era muy probable, debido a que no había de ningún otro tipo. El dominio de su interlocutor no es que tuviese muchas posibilidades ofensivas, pero era como si el otoño siempre le acompañase, al igual que a ella lo hacía el invierno. Además, bien sabía que los brujos podían ser verdaderamente imaginativos con su dominio y seguro que sabía sacarle partido también para situaciones de peligro.

Aún mientras pensaba en ello, no dejó de escuchar lo que Padre Foresta le estaba explicando, bastante acostumbrada a escuchar mientras tomaba notas o empezaba a penar en algo relacionado con lo que le contaban sus clientes. Cuando mencionó que había cuidado de un huerto en el torreón se preguntó si habría pasado su criba en Letargo: recordaba bastante bien que a diferencia de Sendar, el torreón cubierto de enredaderas tenía un espacio para cultivar algunas cosas, y ella misma había ayudado alguna vez con el pequeño huerto.
—Gracias, aunque lo cierto es que es sobre todo mérito de Lulú —rio ante la felicitación—. La verdad es que los patios de torreón con huerto son una distracción bastante relajante… Yo pasé mis últimos meses de criba en el Torreón Letargo —le dijo, dando a entender que le era familiar lo que contaba. Cuando mencionó que había visto un repoblador en Serpentaria, asintió—. Sí, seguramente era Lulú... se deja ver más cuando viene a trabajar que en el refugio —explicó sin entrar en detalles.

Creía saber a qué viñedos se refería. La bodega de Jack no era un negocio que ella frecuentase, pero debido a la diversa cantidad de personas que pasaban por su consulta conocía bastantes cosas. Además, el vampiro llevaba varios años establecido en la ciudad y no era extraño haber oído hablar de su negocio.
—Entiendo entonces que ya tenías experiencia cuidando de cultivos en Ochroria —supuso al mencionar Padre Foresta una granja—. Mi familia también tenía un pequeño huerto, aunque a mí me gustaba más cuidar de los animales… Pero, bueno, era muy joven y asustadiza así que solo solía ocuparme de esas tareas para ayudar a mis padres o abuelos— sonrió, recordando aquellos tiempos tan sencillos.
Era nostálgico porque seguía recordando a sus familiares con cariño, pero a la vez sentía que era una época a la que no quería volver. La Naeleth que era una bruja del hielo, ciudadana de Rocavarancolia, era una persona que nunca hubiese sido si su vida en Nubla hubiese continuado con normalidad. Y no cambiaría eso por nada del mundo.

En algún momento durante la conversación, el libro que antes cubría todo su torso ahora descansaba bajo uno de sus brazos en un lateral, completamente relajada con la situación.
>>Así es, imagino que llegaste aquí directamente y no has visto el cartel de la fachada: esta es la consulta de Psicología Surcamentes —anunció haciendo un gesto hacia el edificio con su mano libre—. Y también mi casa. Lulú no vive aquí habitualmente, pero sí, él también es psicólogo. Es un surcamentes, de ahí el nombre. No sé si estás familiarizado con esa transformación, pero es realmente útil en este campo. Aunque no a todo el mundo le gusta que se le metan de forma tan literal en la cabeza, ni siquiera con mentalismo y mucho menos de la forma en la que lo hace Lulú; así que los clientes no siempre requieren su presencia.

Probablemente aquella era la parte más complicada de su trabajo: cuando no podía recurrir a la magia o las habilidades de Lulú. Aún no llevaba tantos años estudiando psicología a fin de cuentas, y cosas que podían solucionarse mucho más rápido mediante el uso del mentalismo tenían que ir más despacio. Entendía por qué algunas personas preferían simplemente hablar de sus problemas y recibir consejos, pero en algunos casos se tenía que contener para no acceder al interior de sus mentes para saber si estaban mintiendo o cuál era exactamente el problema para poder ayudarles mejor.

Cualquier rastro de vergüenza e inseguridad que había tenido el ochrorio al principio se había esfumado por completo. Naeleth le estaba cayendo muy bien y la inesperada conversación estaba siendo agradable. A veces le pasaba que en momentos así cuando estaba con sus amigos, las hojas empezaban a danzar también cerca de la otra persona y ahora su dominio empezaba a acercarse inconscientemente. Claro que el brujo se dio cuenta a tiempo y a las que se escapaban las llevaba de vuelta a su alrededor antes de que llegaran a la nublina y su dominio.

-Pues sí, gracias a la Acromía que teníamos espacio en el torreón- le dio la razón animadamente. Ya no solamente era una agradable mejora frente al paisaje de la ciudad, ocuparse del huerto le había venido muy bien tanto para pasar el tiempo como para ayudar aunque fuera un poco a la alimentación del grupo. Había sido una forma de sentirse más cerca de Ochroria, a pesar de la distancia siguió cultivando tal como le habían enseñado. -No llegué a conocerlo durante la criba, aunque parece un sitio bonito. Yo estuve en Silente, aunque visitamos alguno más- comentó cuando la nublina habló sobre los torreones. En uno de sus paseos había pasado cerca de Letargo y se había quedado contemplando hasta dónde subían las enredaderas. Si hubieran pasado todos esos meses allí, el fauno no se hubiera quejado en absoluto.

Asintió con un ligero "uhum" a la suposición de Naeleth, escuchando con creciente interés el hecho de que la bruja del hielo también había vivido en un lugar similar. Chromsa sonrió también recordando sus propios días en su hogar y por lo conocida que se le hacía la situación de la chica. -Te entiendo, a uno de mis hermanos le pasaba lo mismo cuando éramos pequeños. Siempre he pasado más tiempo en el huerto, también porque no teníamos animales apenas, pero desde luego era divertido atender a nuestro tritón de carga- dijo con tranquilidad y una pizca de añoranza. Con todo lo que había pasado últimamente, no había podido ir a visitar a su familia todavía y no veía el día en que por fin se reencontraran. Desde el primer día había echado de menos a sus padres, a Chrille, a Zuto y a Ezini, que seguramente estaría enorme. Si la Acromía se lo permitía, muy pronto estaría de vuelta en su casita al lado del río.

-Oooh, entiendo- comentó fijándose mejor en el edificio. El jardín se había llevado por completo su atención, pero aún en su sencillez si se la comparaba con otras de por allí (lo cual no era un problema para el fauno), la casa le parecía bastante acogedora. Tal como pensaba, Lulú tenía el mismo trabajo, aunque la mención de la transformación del repoblador le hizo arquear una ceja confundido, que pasó a una expresión de sorpresa en cuanto tuvo más detalles de la misma. -Me temo que no la conozco, pero suena muy curioso- respondió un pelín intrigado. ¿Exactamente cómo se metía alguien en la cabeza de otra persona? Al menos Lulú era pequeño, pero no tenía claro si eso le era de ayuda realmente.

No iba a abusar de la generosidad de la bruja y se quedaría con las ganas por el momento, pero aún tenía muchas otras cosas por las que tenía curiosidad. -No se mucho de vuestra profesión, pero si hay hechizos y poderes que pueden ayudar es toda una suerte. Suena a que es un trabajo complejo- dijo, aunque temiéndose que pudiera malinterpretarse añadió con un poco de corte -No lo digo a malas. Es solo que en Ochoria no hay psicólogos ni nada parecido.-

El Torreón Silente era tan nuevo que a veces olvidaba su existencia, acostumbrada a que solo hubiese tres posibles refugios para cosechados. Incluso si Maciel estaba casi irreconocible tras su reconstrucción, seguía estando en el mismo sitio que el viejo torreón que conocía de sobra, pero Silente era otro tema.
—Oh, entonces en ese torreón también hay un buen espacio para cultivar. Eso está bien, porque antes de su construcción solo Letargo tenía suficiente espacio para poder hacerlo.

Parecía que el ochrorio tenía hermanos pequeños, o al menos uno. El brujo debía de tener una edad semejante, pero ella era la hermana pequeña en su caso y la habían cosechado con trece años, así que sus experiencias en Nubla probablemente encajarían más con las del hermano del que hablaba. Le resultaba curioso porque lo que contaba casi le parecía encajar más con lo que conocía de las zonas ateas de Ochroria, pero el que su elección de nombre rocavarancolés le hacía pensar que sí era religioso. Aquel era un tema demasiado personal para preguntarle a alguien a quien no conocía de nada, así que tendría que quedarse con la duda.

No le extrañaba mucho que Padre Foresta nunca hubiese oído hablar de la transformación de Lulú, pero si había despertado su curiosidad seguro que buscaría sobre ella en los compendios de posibles transformaciones. Era algo muy común, especialmente cuando todavía llevabas poco tiempo en la ciudad el sentir curiosidad por el nombre de una transformación que nunca habías oído. Ella no había perdido esa curiosidad, y aunque para su trabajo era importante, no estaba necesariamente ligada al mismo.
Asintió con una ligera sonrisa ante sus últimos comentarios. Sabía de sobra que una gran parte de los mundos vinculados no estaban avanzados en absoluto en el campo de la psicología o ni siquiera se habían planteado que pudiese ser una necesidad. De hecho…
>>Si conoces algo de Nubla ya te imaginarás que tampoco es una profesión que exista en mi mundo de origen. La verdad es que fue y sigue siendo todo un reto, pero me interesó mucho en cuanto empecé a estudiar mentalismo y leer acerca de las aplicaciones al campo de la psicología. De momento me manejo mucho mejor con la parte mágica de mi trabajo, así que me esfuerzo por estudiar casi a diario para poder ofrecer ayuda mediante terapia sin su uso —alzó ligeramente el libro con el que había salido, el cual por su título dejaba claro que era un ensayo relacionado con su trabajo—.  Cada vez tengo más peticiones de personas que es lo que buscan cuando acuden a mi consultorio.

-Vaya, no sabía que era nuevo. Cuando entramos ya parecía que llevaba bastante tiempo cerrado, pero en cualquier caso es una suerte que lo hicieran con sitio para un huerto- contestó el ochrorio ligeramente sorprendido. Sí que pensando en retrospectiva, ahora que ya había visto por fuera otros torreones, Silente se notaba más reciente, aunque ni se había fijado en su momento ni había tenido con que compararlo en bastante tiempo.

La sonrisa de Naeleth lo tranquilizó para seguir la conversación y escuchó con interés la explicación sobre su oficio. -Oh. De Nubla he empezado a escuchar algunas cosas después de la criba, igual que con otros mundos, pero me cuadra con lo que sé. En algunas cosas me recuerda bastante a Ochroria- explicó. No había conocido a ningún nublino antes de transformarse, pero con lo poco que había aprendido de oídas por la ciudad y en la plantación, parecía un mundo agradable que visitar. Aún tenía otro viaje pendiente, pero se lo apuntaba para cuando se hubiera asentado un poco más en su nueva vida.

Se fijó un momento en el libro que llevaba la bruja, sintiendo curiosidad por cómo sería un tratado de psicología. -(¿Se parecerá a los compendios de medicina de Adam?)- se preguntó antes de volver a centrarse en la nublina. -Supongo que es más familiar con sus mundos, aunque no se si en otros usan también mentalismo- teorizó de brazos cruzados, para luego añadir con una ligera sonrisa: -Espero que el estudio de su fruto. Aunque sea complicado, si es algo que te interesa siempre se acaba haciendo un poco más ameno.- Al menos a él le pasaba como cuando empezó a trabajar en darle formas a su dominio o ampliando algunos conocimientos para su puesto en el Macetero y las clases de jardinería con Edén. Que hablando de aquello...

-Ahora que estoy conociendo más de la ciudad y con el trabajo y algunas lecciones de un amigo, la verdad es que me está empezando a interesar la jardinería. No se si podría llevarlo como tú a algo más profesional, pero siempre está bien aprender cosas nuevas- se sinceró ya que salía el tema, explicando un poco más el motivo por el que se había acercado allí.

—Pues lo acababan de construir apenas unos meses antes de que llegaseis a la ciudad, pero llevar sí que llevaba esos mismos meses cerrado, claro —respondió a su comentario acerca del Torreón Silente.
Ante la comparación que hizo entre los mundos de origen de ambos solo pudo asentir.
>>Supongo que si tenemos en cuenta todos los mundos, podría ser que compartan más cosas entre sí que con la mayoría, en algunos aspectos al menos.
Desde luego había diferencias muy fundamentales, pero podía comprender por qué el fauno había dicho aquello.

De nuevo le dio la razón cuando comentó acerca de que posiblemente la terapia psicológica sin magia de por medio era una práctica más conocida en varios de los mundos. Aquellos lo suficientemente avanzados en salud mental como para que aquel estudio del cerebro existiese siquiera, por lo menos.
—Probablemente solo los carabeses estén familiarizados hasta cierto punto con mentalismo de este nivel desde su mundo de origen. No estoy segura de si existen formas de mentalismo en algunos otros mundos que conocen y emplean la magia, pero pienso que aun de ser así, no creo que estuviese tan desarrollada como la que se puede aprender en Rocavarancolia.

Padre Foresta le explicó entonces acerca de lo que le interesaba a él, que si bien no era ninguna sorpresa teniendo en cuenta lo que ya le había explicado antes y el motivo que le había llevado a acercarse a su casa, sí que le resultó bastante interesante. Era cierto que su transformación, en ambas partes, implicaban una tendencia hacia la naturaleza, pero no conocía a demasiadas personas que expresasen un marcado interés en explotar aquel campo. Justamente por el estado en el que se encontraba la ciudad a ese respecto.

—Solo tú puedes decidir a qué te quieres dedicar, pero a mí me parece que sería un buen cambio poder disponer de más zonas verdes en la ciudad. Conozco a bastantes personas que lo apreciarían. Me incluyo —añadió con una sonrisa—. Aunque desde luego no sería una meta fácil, pero siempre puedes empezar por crear tu propio jardín y tantear el terreno… nunca mejor dicho —rio.

-Pues sí- asintió a la suposición de la bruja. Por supuesto, Chromsa era también consciente de las particularidades de su mundo y algunas de Nubla como para saber que también había diferencias importantes entre ambos, pero sí que de los mundos que conocía, aquel era el que más le recordaba a su hogar.

Naeleth estaba de acuerdo con la teoría, aunque con la explicación que dio luego, el fauno no podía más que cruzarse de brazos algo pensativo. -Uhmm... Supongo. Desde luego no me suena de haber escuchado nada parecido- comentó dubitativo con la mirada perdida en una hoja que flotaba a su derecha. De los pocos de sus compañeros que conocían la existencia de la magia antes de llegar a la ciudad nunca les había escuchado nada sobre algo así y no recordaba haber conocido a ningún carabés, así que no tenía mucha idea. Con un pelín de vergüenza, se centró de nuevo en la nublina diciendo: -Aunque si soy sincero, salvo algunas menciones en algunos grimorios que he estado estudiando, tampoco se todas las posibilidades que tiene el mentalismo- Se hacía una ligera idea con lo poco que había leído, lo que había ido diciendo la chica y la experiencia que tenía cuando Adam se comunicaba en su otra forma, pero desde luego no llegaba a ver todas las opciones que permitía.

Su nuevo interés por la jardinería no es algo que el brujo tuviera en secreto, aunque a su vez no es que hubiera hablado tan directamente sobre ello salvo en un par de ocasiones. Al ser un gusto tan nuevo y que todavía estaba dando sus primerísimos pasos, aún se consideraba de estar lejos de un objetivo tan ambicioso aunque se lo hubiera planteado. Igualmente, escuchar los ánimos de Naeleth le sacaron una amplia sonrisa que lo llenaba de más ganas de intentarlo. Luego de una risilla con la ocurrencia, dijo: -Me encantaría que hubiera más también, así que si puedo colaborar, ¿por qué no intentarlo?-

>>-Sería bonito tener una casa con terreno suficiente como la tuya, aunque de momento no tengo dinero suficiente para mudarme- siguió, echando una mirada fugaz al jardín-huerto de la clínica. Aún tenía muchas cosas en las que pensar antes de pensar en renovar algún lugar de la ciudad para montar su nuevo hogar, aunque alguna idea como esa la tenía clara. -Al menos con algunos ahorros he comprado un par de macetas y tengo unas cuantas plantas que cuido en mi habitación. Quedan bonitas y además voy refrescando lo que aprendo en las clases.-

Naeleth asintió: no le extrañaba que el ochrorio no conociese mucho sobre mentalismo. No era una de las ramas de la magia que se prestase a ser de las primeras que alguien estudiase, sobre todo si sabía poco o nada de hechizos. Se complicaba bastante enseguida, y a primera vista no parecía ser tan importante. Desde luego que había otro tipo de hechizos más prioritarios, como los defensivos o la curación, pero al final casi todo el mundo acababa aprendiendo también un poco de mentalismo –empezando por la telepatía- por diversas razones, aunque normalmente no en la misma profundidad que ella.

—El mentalismo tiene muchas aplicaciones, y suele ser buena idea aprender a defenderse de algunos de los usos que le puede dar alguien con malas intenciones —comentó de manera superficial.
No quería entrar demasiado en materia ni asustar a alguien que acababa de transformarse, porque sabía bien lo peligroso que era el uso del mentalismo con fines poco ortodoxos o directamente dañinos.

Con alguien a quien acababa de conocer, creía que era mejor mantener la conversación en pastos más verdes (la bruja empezaba a tener serios problemas para aguantarse la risa ante sus propios juegos de palabras en forma de analogías tontas que aparecían en su mente casi sin querer).
—Esa es la actitud —sonrió al fauno escondiendo su diversión tras una sonrisa cordial—. Es un comienzo: no hay prisa ninguna además. Es una de las cosas buenas de vivir en esta ciudad, te puedes permitir tomarte tu tiempo. Comida nunca te va a faltar, y el resto de tus necesidades básicas también van a estar cubiertas durante varios años si lo deseas.

Se mantuvo pensativa unos instantes antes de sacar del bolsillo de su chaqueta una tarjeta y ofrecérsela a Padre Foresta.
>>Por si te olvidas de donde se encuentra mi casa: no soy una experta en plantas ni mucho menos, pero estoy aprendiendo algunas cosas gracias a Lulú y mi trabajo consiste en ayudar a la gente, aunque no sea exactamente de esta forma de manera habitual. Y bueno… Si alguna vez tú o algún amigo requiere de mis servicios, ya sabes dónde encontrarme.
Esperaba que al brujo no le molestase o pensase que estaba siendo demasiado aprovechada al darle su tarjeta de negocios. Pero, aunque hacerse conocer a potenciales nuevos clientes siempre era algo importante, no mentía al decir que estaba dispuesta a ayudar incluso sin un pago de por medio mientras fuese algo sencillo, y desde luego conseguir que la gente se sintiese mejor era su fin último.

-Oh, entiendo. Lo tendré en cuenta- respondió a la pequeña explicación sobre las posibilidades del mentalismo. No sería la primera vez que al volver a Serpentaria buscaría algún libro para aprender sobre algo que había comentado un veterano o una transformación concreta, pero si había un motivo de peso como aquel el ochrorio no lo dejaría pasar. Después de las desapariciones no les venía nada mal tener un poco más de protección fuera cual fuera. Mejor prevenir lo posible frente a otra tragedia.

Todo eso sería una cuestión a futuro, claro, porque la conversación que estaban teniendo alejaba cualquier preocupación de la cabeza del fauno. Chromsa se sentía tranquilo hablando con la bruja y le estaba cayendo tan bien como a otros amigos que había conocido tras la Luna. Dejo escapar una ligera risita con el cumplido de de Naeleth, halagado con sus ánimos. -Pues sí. Gracias a la Acromía que nos ayudan con eso- asintió con una sonrisa. Durante la criba habían tenido comida por las bañeras y los torreones como refugios. Le alegraba que la ciudad mantuviera ambas facilidades incluso después de las pruebas, ahora de una forma mucho más cómoda y segura. -Y sí. Son planes a futuro, pero voy con calma- terminó añadiendo.

El ochrorio ladeó ligeramente la cabeza con curiosidad cuando la nublina empezó a buscar algo en su chaqueta y, en cuanto le tendió su tarjeta, la miró durante un momento antes de tomarla. -Muchas gracias- dijo antes de bajar la vista para fijarse en la información que contenía. Como en principio iba a ser un paseo corto, el brujo no se había traído ningún zurrón, pero se le ocurrió otro modo de guardarla. Con cuidado, agrupó unas cuantas hojas y empezó a doblarlas hasta que formaron un sobre a medida para la tarjeta. En cuanto estuvo listo, la introdujo y la hoja que hacia de cierre terminó de proteger el envoltorio, que empezó a flotar cerca de Chromsa.

-Estaré encantado de avisar si hacen falta- respondió sonriente. A decir verdad, se le venían a la mente algunos de sus compañeros. A todos les estaba costando seguir con las pérdidas, pero por ejemplo Adam estaba bastante afectado desde entonces. Le preocupaba verlo tan mal y si Naeleth podía ayudarle un poco no dudaría en comentarle sobre la clínica. -Estás más que invitada también si alguna vez te pasas por Serpentaria. Sea aquí o allí, siempre tengo tiempo para una charla tranquila. Tal vez alguna cosa que aprendí en Ochroria os pueda servir para el huerto y el jardín- ofreció amablemente.

La bruja asintió ante los comentarios de Padre Foresta.
—No hay ninguna prisa, así que haces bien en tomártelo con tranquilidad. Es una de las cosas buenas de vivir en Rocavarancolia: en cuanto a tu carrera profesional no hay más urgencia que la que te pongas a ti mismo.

Ella había decidido ser un tanto estricta consigo misma, cierto, pero nadie le había obligado a ello. Simplemente sentía que no había escogido una profesión fácil y que necesitaba ser disciplinada y cuanto antes aprendiese, mejor. Una vez había abierto la consulta, además, tenía una responsabilidad como profesional.

—Oh, gracias —respondería con una sonrisa a la invitación—. Me paso por Serpentaria de vez en cuando, sí.
Algunos amigos suyos aún vivían allí, aunque solían quedar en otros sitios, pero aun así acudía a la Torre para el seguimiento de Baste. No era fácil que ni siquiera Lulú convenciese al paranoia para que se desplazase él mismo para recibir terapia.
>>Si coincidimos estaré encantada de charlar de nuevo.

Tras eso se despediría del inesperado visitante y volvería al interior para, finalmente, sumergirse en el ensayo sobre psicología que había tenido en los brazos todo aquel tiempo.