Un juego limpio

Varios se ofrecieron a ayudar a subir los cubos con agua, que previamente habían calentado en una cacerola al fuego… O al menos los primeros. El proceso estaba siendo demasiado lento y para cuando terminasen el agua iba a estar fría de todos modos, por lo que Räg tuvo que decirle a Damian que tendría que bañarse en agua tibia… Si se daba prisa. Siguieron subiendo cubos de agua directamente del pozo hasta que el barreño estuvo lo suficientemente lleno como para que el niño pudiese meterse dentro del agua y limpiarse adecuadamente. Por suerte habían encontrado pastillas de jabón, o de poco serviría todo aquel proceso. El mjörní también había dejado preparada una de las toallas que habían encontrado, colgándola de la cuerda que él mismo había puesto horas antes para hacer la colada.

De hecho, había que lavar también la ropa del pequeño, que por el momento le había dicho que dejase en un rincón del baño. Si no se encontraba demasiado cansado podría hacerlo luego, y si no lo dejaría para el día siguiente. Por suerte había ropa de sobra en los arcones esparcidos por los cuartos de todos los tamaños. Había ayudado a Damian a escoger algún tipo de pijama que ponerse para después del baño, el cual dejaron sobre un taburete dentro del cuarto.
—Creo que ya hay agua suficiente —miró hacia Airi, quien había no solo ayudado a subir cubos como el resto, si no que se ofreció a ayudar con el baño en sí—. ¿Listo, Damian?

Tras toda la charla que tuvieron en la planta baja ya tocaba el turno de Damian de cumplir su palabra y en cuando vio el primer cubo de agua calentarse ya se estaba arrepintiendo. Le daba mucha pereza, ¿era necesario justo en aquel momento? ¿No podían esperar mejor a mañana? El italiano soltó tremendo suspiro cuando escuchó lo del agua tibia, encima tenía que lidiar con aquello. Iba a usarlo de excusa para prolongar sus quehaceres pero Rag tenía algo, un aura que le hacía hacer caso al revoltoso chiquillo.

Con la energía de un tren, agarró con fuerza los cubos para subirlos a toda prisa. Pesaban mucho pero Damian no se dejaba doblegar por el cansancio, el hambre y mucho menos por el agua congelaba si se aligeraba. Con la ayuda de varios al fin subieron todo el agua que hacía falta y se molestaron en tener una toalla e incluso jabón. El italiano observó con ojos curiosos la ropa que le habían preparado, ¿era para él?

Rag al fin dijo las palabras que Damian quería alargar hasta el máximo, girándose a su amigo lagarto y a Airi con apuro, suspirando bastante.

—Si… creo —Damian no paraba de mirar a Airi, con la boca tensa—. La única chica que me lavaba era solo mamá ¿No podemos ser solo tíos aquí dentro? Estoy… raro con ella mirándome sin ropa —confesó sin saber donde meterse, eso era rarísimo para él. Rag tenía el beneficio de ser tan poco humano que le daba igual pero Airi le generaba un pelín de incomodidad.

La tarea de hervir y subir el agua atrajo a Airi como la savia a los insectos. Tras haberse quedado el ambiente tan enrarecido y caer la oscuridad empezaba a sentirse realmente mal, y seguir teniendo con qué ocupar la cabeza era una bendición. No llenó demasiado los cubos que subió para no derramar nada con el vaivén, y porque ya sentía los brazos agotados después de tanto fregoteo a lo largo del día.

Cuando volcó el último cubo en la bañera vio que ya tenían apartado el jabón y escogido ropa limpia para el niño. Le producía alivio pensar que iba a quitarse lo que llevaba puesto, pero se cuidó de no hacer ningún comentario hiriente al respecto. Si Damian no estuviese tan sucio podrían haber aprovechado el agua para que se bañase alguien más, pero con lo tarde que era quizá sería mejor hacerlo al día siguiente.

—Si necesitáis ayuda con algo más decídmelo. ¿Queréis que traiga un candil? Casi no se ve nada —ofreció. No había mucho más que pudiera hacer, pero darle privacidad de inmediato al niño no fue algo que se le pasase por la cabeza. Nadie en su aldea tenía pudor por la desnudez, y siempre había mayores aseándose con los niños para ayudarles. Airi no había ni sospechado que su aspecto pudiese incomodar a Damian, y eso le hizo soltar una risilla. La cortó enseguida, porque podía interpretarse como una burla y, tras pensarlo un momento, se dio cuenta de que el pudor del niño podía deberse simplemente a que nunca se había bañado con nadie más que su mamá. La soledad de no vivir con otros niños sí le parecía algo digno de lástima, en realidad.
»Perdona, ya me voy —le dijo, aún con la sonrisa en la cara pero totalmente en serio—. Si necesitáis que traiga algo estaré cerca, solo llamadme. Os dejaré el candil en la puerta.

Tras decir eso salió, dejando la puerta cerrada tras de sí para evitar que alguien que pasase por allí también pudiese incomodar al niño. Aunque, al parecer, que le mirasen otros chicos no le importaba, y no solo Rägjynn por tener un cuerpo muy diferente.

Por alguna razón el niño no dejaba de mirar hacia Airi, aunque pronto explicó el motivo y Räg les dedicó una mirada alternativa a ambos, un tanto confuso. ¿Tenía que ver con la charla sobre el género y los pronombres que habían mantenido antes? Desde luego, seguía reforzándose la idea de que varios de sus compañeros le daban más importancia a que unos fuesen chicos, chicas… o ¿chiques? de lo que hubiera imaginado posible.

—Ah… Sería de mucha ayuda. Gracias, Airi —le respondió a le chique con una sonrisa cuando ofreció llevarles un candil. Era cierto que estaba oscureciendo y cada vez más rápido.

Airi no tardó en excusarse para irse y el mjörní no sabía muy bien qué hacer. No quería incomodar a Damian, pero la verdad es que le idea de tener que ayudarle él solo a bañarse se le hacía un poco cuesta arriba. Estaba acostumbrado a cuidar de los huérfanos más pequeños, sí, pero bañarlos era tarea de los Sacerdotes. Apenas recordaba cómo hacían para ayudarle a él mismo cuando era pequeño.
>>Esto… Damian. Una vez estés dentro del agua y cubierto, ¿te importaría si Airi nos ayuda? Es que yo tampoco soy el más indicado para ayudarte solo. Aunque haré mi mejor esfuerzo —le aseguró, por si a pesar de todo se negaba a la participación de le otre chique—. Imagino que necesitarás ayuda para lavarte la espalda. A lo mejor si me cuentas cómo lo hacía tu madre me hago una idea más clara…

Se sentía un poco tonto haciendo tantas preguntas y mostrando tanta inseguridad ante algo tan cotidiano como un baño, pero entre que eran especies distintas y las diferencias culturales ya no tenía claro nada. Se sentiría más cómodo con ayuda de otra persona, desde luego.

Airi empezó una ligera risilla que no ayudaba a clamar los nervios de Damian, quien no sabía si se iría o no. Siempre era ayudado por algunos del circo, más que nada porque él era muy difícil según el resto y eso era algo que no le hacía ni pizca de gracia al italiano cuando se lo decían. ¿Pero por Airi? No estaba listo en esos momentos.

—¡V-vale, traelo porfa! Aquí se ve menos que en el sobaco de un grillo —era cierto que era algo oscuro el lugar y se tomó bien esa proposición de Airi de traer un candíl. Cuando marchó, soltó un suspiro y con algo de prisa se quitó toda la ropa para aprovechar el agua templada, no quería pasar mucho frío. Cuando se desnudó al completo y estaba por meterse con una pata por encima del barreño escuchó a Rag, no muy convencido.

—Ehh… Hmm… —no es que desconfiase de su amigo pero al ser una petición directa del lagarto, Damian incluso lo pensó. Le daba una vergüenza atroz pero si se metía en el agua… —Ehhhh… Vaaale, ¡pero lo hago por ti! ¡Que no me vea mucho! —preparó sus dedos, ambos, en su boca para emitir un silbido bien alto para llamar la atención de la que estaba fuera—. ¡¡AIRIIIIIIIIIIIIIIIII ENTRAAAA!!

Después del berrido se metió muy rápido en el agua para que no lo viesen como lo trajeron al mundo, sumergiendo todo su pequeño cuerpo dentro del barreño. El agua tenía una temperatura agradable, muchísimo mejor que la de la fuente desde luego. Soltó un suspiro de alivio al sacar su cabeza del agua, teniendo sus pelos rubio oscuro caídos del todo por el peso del líquido llegando a rodear sus hombros.

—¡Ayyyyyy que bien está la jodida agua! —dijo con una sonrisa complacida. Se apartó el pelo para mirar a Rag y luego a Airi pero con la mirada medio esquiva—. Mamá me lavaba todo el cuerpo y sobre todo me ayudaba con la espalda y el pelo, ¡a veces lo hace con mucha fuerza! ¡Dice que se me mete mucha mierda en el pelo! —añadió con coraje, a él le gustaba mucho su pelo y no quería que se metiesen con su aspecto—. Cuando lo tengo corto es mas fácil, ¡hasta yo me lo lavo así!

Damián se permitió agarrar una pastilla de jabón para tenerla en su poder, aportando al enjabonamiento general. Estaba tapándose todo el rato, a veces miraba al propio agua del barreño, nerviosillo. Aprovechó para sacar un tema que lo estaba carcomiendo un poco por dentro.

—Creo que Aniol se ha cabreado —empezó, algo frustrado—. ¡Es que a él no lo comprendo! Pensaba… ¡Pensaba que él estaba bien pero ahora está mal, dice que no quiere que él y yo seamos amigos! ¡Me da por culo cómo se comporta conmigo, coño! —se enjabonaba las axilas con saña, ahogando sus frustraciones—. ¡Todo por culpa del ch- d-del perro ese, cojones! —se intentó corregir, como pudo en su pensamiento—. Solo quiero que sea mi amigo y que juguemos juntos... No sabía que era tan complicado...

Airi había bajado a la cocina mientras comenzaba el baño de Damian. No escuchó nada de lo que hablaron y, cuando se acercó con el candil encendido y se disponía a dar un golpecito en la puerta para avisarles, escuchó cómo el niño le llamaba desde dentro. Con extrañeza empujó la puerta despacio y se asomó.
—¿Ocurre algo? Os traigo el candil.

Al parecer Damian había cambiado de opinión al respecto de su presencia, por lo que se aproximó a la bañera y dejó el candil en la repisa de la tronera. El niño le contaba a Rägjynn cómo se bañaba en su hogar, en lo que Airi no pudo evitar intervenir con una sonrisa.
—Déjame el pelo a mí, tengo experiencia con pelos enredados —ofreció, remangándose. Su propio pelo era un buen ejemplo de uno difícil de domar, pero como el suyo eran los de casi todos en su aldea. Pocas veces podían lavarlos con agua, lo que hacía que en esas raras ocasiones lo hicieran de forma muy meticulosa.

Si el niño se lo permitía empezaría a enjabonárselo acuclillada a su espalda, mientras escuchaba sus problemas. Aquellas palabras le hicieron mirar a Rägjynn con un poco de preocupación, pero creía que no había pasado nada que no pudiera arreglar si pedía disculpas tanto a Aniol como a Szczenyak.
—A veces es complicado entenderse con otros, sí, pero el primero que tiene que poner de su parte cuando quieres entenderte con alguien eres tú —le explicó. No había reproche en su voz ni estaba tratando de regañarlo, solo quería que el niño se diera cuenta de lo diferentes que eran ambos… Todos, en realidad. Aunque las circunstancias les habían obligado a empezar a formar lazos, no se conocían de nada y no podían ser más distintos entre sí—. Cuando alguien te lo diga o notes que algo no le gusta, intenta tenerlo en cuenta para no volver a molestarle. Además, lo que pasó antes no fue culpa de Szczenyak, fuiste tú quien ofendió a Aniol. ¿Te imaginas que Aniol estuviese llamando “lagarto asqueroso” o algo parecido a Rägjynn todo el rato? ¿Querrías ser su amigo? —se arriesgó a preguntarle. A lo mejor no le gustaba oírlo, pero prefería que le echase de nuevo del baño a que siguiese empeñado en tener malas palabras para otros sin ninguna razón. También dedicó una mirada de disculpa a Rägjynn por el apelativo desagradable que había utilizado con él como ejemplo.

Se sintió bastante aliviado cuando Damian accedió a que Airi entrase de nuevo. Sobre lo que no tenía muy claro cómo sentirse era a su afirmación de que lo hacía por él: no sabía por qué el niño había cogido tantas confianzas tan rápido con él y era de los pocos a los que no había insultado. No es que le molestase: agradecía poder ser un buen ejemplo para Damian y que le hiciese caso. Simplemente no comprendía el motivo.
—Gracias, no te preocupes… No se te ve apenas estando dentro del agua —le aseguró.

Cuando le chique volvió al baño le sonrió con alivio y el niño procedió a responder a la pregunta que le había hecho, asintiendo de vez en cuando mientas escuchaba. Le alegró saber que la temperatura del agua parecía agradarle: eso facilitaría las cosas, seguramente.

—Te lo agradezco porque te lo iba a pedir —le dijo a Airi cuando este afirmó que se encargaría del pelo, alzando sus garras ante sus compañeros—. No me siento muy cómodo teniendo que imprimir algo de fuerza sobre una piel como la vuestra, que no tiene escamas ni nada que la proteja… No quisiera hacerte daño en la cabeza sin querer —añadió para Damian con una expresión de culpabilidad. Sí, sin duda, menos mal que el humano había permitido la vuelta de Airi al cuarto—. Te ayudaré primero a lavarte la espalda y los brazos.

Una vez empezaron el proceso, con el mjörní pasando con mucho cuidado la pastilla de jabón por la espalda de Damian, este les contó alguna de sus preocupaciones del día. Habían sido testigos del momento en el que Aniol afirmó tan categóricamente que no quería ser su amigo y ya imaginaba que le había dolido al otro niño… Especialmente después de lo que le había contado esa tarde mientras limpiaban.

Airi, una vez más, pareció hacerse eco de sus propios pensamientos, explicándole exactamente lo mismo que Räg le hubiese dicho a Damian de haber estado solos. No solo se trataba de ella, podía sentir que había algunas personas más afines a su forma de pensar con lo poco que habían podido intercambiar a lo largo de aquel caótico día, y la noción le aliviaba.

El ejemplo que había utilizado le chique no le molestó y se limitó a sonreír y hacer un gesto para quitarle importancia cuando Airi le miró debido a ello.
—Lo hablamos esta tarde, ¿no es así? —añadió tratando de reforzar las palabras de le chique—. Aunque a ti no te parezca para tanto, si a otra persona no le gusta e incluso le ofende, está en tus manos ser considerado y evitar hacer sentir mal a los demás. A Szczenyak no le gusta que le llamen así y tendrá sus motivos aunque no puedas entenderlos. Y a Aniol no le gusta que se haga sentir mal a los demás. Estoy seguro de que si te disculpas con ambos y prometes que no lo harás más querrá volver a ser tu amigo. Pero tienes que cumplir tu promesa, claro. Yo también hay muchas cosas que no entiendo porque nuestras culturas son muy distintas, pero eso no quiere decir que deba ignorarlas. Además, seguro que con el tiempo nos comprenderemos mejor entre todos.

Una vez más, lo que le faltaba a Damian era el concepto de empatía, que creía haberle transmitido aquella tarde, pero estaba claro que no era tan simple. Con suerte gracias al refuerzo de Airi, que también parecía otra persona en la que confiaba el niño, lograrían que empezase a entenderlo mejor.

Mientras el chico quitaba su suciedad por donde él podía, Airi se encargó de su pelo y Rag de la espalda. No eran tan duros como Stefano o su madre y eso le resultó agradable a Damian, parecía un masaje incluso.

Airi fue la primera en responder. Damian encogió su boca, pensando en ello. Como tal, habiendo conocido a tantas personas de golpe era un escenario completamente nuevo. Siempre ha visto a todo tipo de gente pero interactuar directamente nunca se dio el caso, era una prohibición directa de los del circo por noseque de una denuncia o la policía. Damian nunca los cuestionó pero en esos momentos, en una situación tan rara como vivir junto a desconocidos a saber cuanto tiempo… El italiano arrugó la frente con el ejemplo de la sanaí.

—¡Eso no me gustaría, Rag no es ningún lagarto asqueroso! Me enfadaría pero… —Damian suspiró por la nariz, en esos momentos no veía nada con el pelo enjabonado y solo miraba al suelo—. No sé, he visto muchos niños pero Aniol es el primero que me habla. ¡En el circo siempre me han dicho que me esconda, siempre he querido conocer a más niños!

Esa parte rebelde que se guardaba le hacía sentir mal, agachando su cabeza un poco. No le gustaba cuestionar a su madre ni a nadie del circo, sin embargo algo le impulsaba a querer ver más que solo estar dentro de una caravana cuando los adultos hablaban o actuaban en funciones. Quería ser uno mas que hablase con el resto sin ser un espectador más. Quería protagonismo, aunque fuese actuando para el circo y demostrar que él puede dar la cara.

Rag sacó de nuevo lo que habló con el circense y Damian asintió, tenía toda la razón. Quería aceptarlo pero conceptos básicos como otras especies, choques culturales escapaban de su mundo. Al chico le costaba, genuinamente, y eso le hizo estar, de nuevo, fuera de lugar.

—¡Creo que lo entiendo! Hmmm.... Quiero conocerlo más, llevarme bien con todos, con más niños y más adultos. Estoy harto de estar a espaldas de todos, ¡quiero hacer feliz a mucha gente con mis trucos y con lo que digo, como los del circo! A Aniol también… —le hacía mucha ilusión de verlo de nuevo contento a su lado, como un mejor amigo—. ¿Si le digo que lo siento al ch- al Esesenia ese, Aniol será mi amigo otra vez y podemos jugar con los bichos de papel? —se levantó el largo flequillo, mirando a los dos con un sentimiento puro y sin filtro de duda. El perro a dos patas le ponía un pelín nervioso pero haría lo que fuese por el primer niño que le habló en toda su vida.

Airi asintió cuando Rägjynn explicó sus dificultades para ayudar a Damian y, sin poder evitarlo, se quedó mirando fijamente sus garras durante un segundo. No se había percatado antes de que sus diferencias sí suponían un problema a la hora de, por ejemplo, saber cuánta presión hacer sobre la piel del niño. Aun así, seguro que él tenía mucho cuidado de no hacerle daño.

Damian no se tomó a mal sus palabras. Parecía frustrado, y aunque le costaba ponerse en el lugar de Aniol, admitió tener claro que quería llevarse bien con él. Airi sonrió al escuchar esas palabras, aunque por estar a su espalda Damian no le vería. Cuando Rägjynn tomó la palabra no quiso interrumpirlo hasta que hubiese terminado de explicarse, pero tampoco le hizo falta. Era exactamente lo que le habría dicho a continuación, sobre todo que debía disculparse. Rägjynn podía ser de los más diferían físicamente del grupo, pero tenía claro que era alguien afín a su forma de pensar, y por tanto alguien en quien ya confiaba.

La respuesta de Damian fue muy positiva, y Airi quería creer que sus verdaderas intenciones siempre habían sido las que decía. Que se le hubiese dado mal hasta ahora era otro tema totalmente diferente, además de culpa de lo solo que había vivido en su hogar.
—Si quieres hacerte amigo de todos entonces seguro que lo consigues. Eso es lo importante, que tú quieras de verdad —le respondió, ampliando su sonrisa cuando le miró—. Tienes muchas cualidades buenas y a todo el mundo le van a encantar tus trucos. Ya lo verás, si eres considerado con todos, ellos también lo serán contigo. Cómo te portes con otros afecta a cómo se portarán ellos después, y no cuesta nada ser amable, ¿no? Si te disculpas con sinceridad seguro que te perdonan.

Tras decir aquello le revolvió el pelo energéticamente, aunque en aquellas circunstancias simplemente parecía enjabonárselo con más entusiasmo. Con los dedos desenredó con cuidado todo el cabello apelotonado que fue encontrando, intentando no dar tirones. Damian tenía el pelo tupido, pero liso, así que prácticamente se separaba solo. Pocos había visto como ese, así que en parte estaba disfrutando de la experiencia.

No pudo evitar sonreír ante el entusiasmo con el que Damian le “defendió” y esperaba que con esa clase de cosas fuese dándose cuenta poco a poco de lo que implicaba ponerse en el lugar de otra persona. Lo que dijo a continuación le sonó extraño, pero le faltaba cualquier clase de contexto para poder entenderlo. El niño probablemente no sabría darles una explicación de por qué le decían que se escondiese o seguro que ya se habría explayado más al respecto, por lo que por el momento decidió no desviar la conversación.

—¿Nunca has jugado con otros niños? Vaya… Lo siento, Damian.
Aquel comentario, no obstante, no pudo evitar hacerlo, porque como huérfano que había vivido toda su vida rodeado de otros niños con los que jugar y socializar, se le hacía extremadamente extraño y triste. Cada vez comprendía mejor sus ganas de ser amigo de Aniol a toda costa, incluso si ya no era algo extraño de por sí que dos niños de edad similar quisiesen jugar juntos.

Airi sabía incluso mejor que él qué decirle a Damian, o al menos sus palabras le parecieron muy acertadas. Además, estaba claro que elle también se estaba esforzando por intentar explicarle el concepto de empatía y era muy de agradecer contar con su ayuda en algo tan complejo.
>>Eso es: tenemos que esforzarnos todos por llevarnos bien. Somos muchos y diferentes, así que es muy importante colaborar entre todos para evitar malentendidos y otras situaciones desagradables.
Podría haber dicho más cosas, pero tampoco quería llenar la cabeza del niño de repente con un montón de conceptos que posiblemente le resultaría difíciles de entender, a juzgar por lo que había observado hasta ese momento. Por ello optó por reforzar las mismas ideas que ya le estaban tratando de inculcar.  Al igual que Airi siguió con el baño, pidiéndole que estirase primero un brazo y luego el otro para enjabonárselos.

El aseo seguía su curso, mientras Damián no paraba de dar vueltas a lo que acaba de decir. No se le veía tan triste ni tan contento, estando presente en él una neutralidad extraña. Toda la situación era rara, estaba en un sitio desconocido, con gente desconocida y bajo circunstancias desconocidas. Quería demostrar que valía para soportar todos esos cambios y hasta hace unos momentos lo pensó de verdad pero interactuar con algunos desembocó en miradas raras, collejas, y regañinas mezclado con halagos y alguna que otra reacción positiva. Su molde moral aún estaba en desarrollo y se notaba.

El comentario de Rag, aunque pretendiese aliviar al chico, por desgracia tuvo el efecto contrario. El italiano miró a su amigo con duda. ¿Acaso era algo... raro? No comprendía la disculpa, aunque quería conocer chicos no se catalogaba como un caso extraño. No ha tenido experiencia, sólo aprendió de vista en muy pocas ocasiones. Iba a decir algo pero con Rag no quería discutir, así como con Aniol, al menos de aquella manera conservaría la amistad con uno.

Era todo tan extraño, ser lavado por otros distintos a su circo. Los echaba de menos, mucho, abrazaría hasta a Luciano sin dudarlo. ¿Volvería a verlos? No quería pensar más en ello, pensar solo le dolía, así como con lo que Ethan le dijo o cuando pensaba en su madre cuando ella colapsó al suelo y...

...

—¡Colaborar es lo que más me gusta, de todo menos estar quieto! —ignoró todas aquellas dudas, quedando solo y por lo pronto en lo que le hacía feliz—. ¡Si yo ayudo mucho, Aniol y los demás se fijarán en mí! ¡Además no llamaré chucho a ese tío ni nada de bichos ni nada de patadas! —hizo un gesto cruzando los dedos, prometiendo, al menos por el tiempo en que se acuerde de mantenerlo.

Damián, en su inconsciencia infantil, estaba tragando sentimientos soportables en ese momento. Su pensar prefería la ignorancia, vivir en un ahora constante positivo y adictivo. Y si en algún momento volviese a pensar, giraría por el camino más cómodo y acolchado en la línea de pensamientos. ¿No está en el circo? Los poderes prometidos son un motivo justificado. ¿Su madre? Los poderes la ayudarán con el dinero que gane actuando con ellos. De hecho era eso, sólo eso, no necesitaba pensar en nada más. Tan solo necesitaba esos poderes magníficos e increíbles.

—Cuando me den esos poderes, ¿podré hacer juguetes divertidos con caras tontas como la señorita? ¡Que ganas de ver lo que tengo, las dotes que Akeyo me dijo que yo tengo dentro de mi! ¡Y vosotros también! ¿A ti te crecerán más los cuernos Airi, como un demonio así todo gigante? ¿O Rag será Gorsilla y disparará rayos por los ojos? —el chico lo tenía claro, quería esos poderes, disociando por completo que sus dos tutores temporales eran de especies distintas.

Las palabras de Rägjynn le hicieron sonreírle a espaldas del niño. Era muy fácil con él, y probablemente también con Ethan, lidiar con Damian. Ahora podía ver que era un niño solitario y en una situación difícil, no lo veía solo como un niño malcriado. No quería decir que fuese fácil saber cómo tratarle, pero le comprendía un poco mejor.

Damian trató de mostrar entusiasmo enseguida, hablando de lo que haría. Airi solo esperaba que no olvidase las disculpas, pero por ahora suponía que era suficiente con eso. Si al día siguiente se portaba bien seguro que abría la posibilidad de hablar con aquellos a quienes le debía una.

A lo siguiente ya no supo qué responder. No conocía a qué juguetes se refería, pero mucho menos le podía asegurar nada de los poderes que supuestamente ganarían. El anciano que le secuestró habló de hechizos, pero ni siquiera fue tan específico como para decirle que esta estaría a su alcance. Se lo puso de ejemplo, nada más. ¿Quería eso decir que había algo más que eso? ¿Alguna otra habilidad que podían aprender?

Ante la mención de sus cuernos soltó una carcajada.
—No, no me imagino como sería si las espinas se hiciesen más largas. Normalmente ya las tenemos al nacer, solo se hacen un poco más grandes mientras crecemos, o nos salen algunas pequeñitas más. A mí me salieron estas cuando era un poco más joven que tú —explicó, refiriéndose a las espinas diminutas que tenía bajo los ojos, que señaló con las manos llenas de jabón—. ¿De dónde sacas eso de Gonsilla? —preguntó después riendo. Imaginarse a Rägjynn disparando relámpagos por los ojos era, cuanto menos, creativo.

No tardaría en enjuagarse las manos y levantarse para coger un barreño. Lo hundió en la bañera y le pidió a Damian que echara la cabeza hacia atrás y cerrase los ojos para aclararle el jabón del pelo.