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Jack
Jack

Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Personajes :
Jack: Vampiro de humo terrícola.
Atol/Skarog: Helión libense.
Alice/Onyx: Onycemante terrícola.
Tesón/Eterno: fantasma roquense, sin magia.
Sinceridad: Argos magnético roquense de Tierra Bruja.
Pefka: Lenguaraz hijo de Luna Kepryna.
Tawar: Repobladore de la montaña

Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Pérdida gradual del miedo a salir al exterior. Al regresar de algunas salidas tendrá jaquecas, que aumentarán en intensidad cuanto más tiempo haya pasado fuera.

Armas : Jack: dos espadas. Magia.
Atol: lanza, espada y escudo. Magia.
Alice: magia y onyces. Espada o arco.
Sinceridad: arco, jabalinas, espada/lanza y escudo.
Pefka: lo que pille, normalmente machete y arco


Humor : Os falta bosque, gigantes

Consecuencias para el Macetero Empty Consecuencias para el Macetero

28/02/23, 02:39 pm
Tawar en el último incendio del Macetero

El olor llegaba cargado de malos presagios. Venía de lejos, pues no veían nada con sus ojillos más allá de la colonia. Les guerreres y adiestradores que estuvieran lejos no habían dado la voz de alarma, siquiera. Pero el olor a ceniza que traía el viento era tan inconfundible que paralizó sus extremidades, las de todes sus congéneres. Los brotes se aplastaron contra su cuerpo, como si temieran lo peor por destacar lo mínimo. Tawar intentó recuperar la movilidad y tan solo lo consiguió cuando une de les suyes le empujó por accidente. Apenas oyó su silbido de disculpa, pues estaba muy centrade en el aroma de la muerte ardiente. ¿Pero dónde estaba el fuego? ¿En qué dirección debía huir? Consiguió girar sobre sí misme lo necesario para mirar en todas direcciones, incluso lo justo para taparse los ojos con las manos para cubrirse del sol o cualquier resplandor que pudiera cegarle por sorpresa. Pero no vio nada. La Flora a su alrededor crecía sana y poderosa, gracias a sus labores pero sobre todo gracias a su propia fuerza. Siempre sonreía cuando posaba la vista con administración en sus bosques. En ese momento, sin embargo se le llenaron los ojos de humedad. Pronto quizás sería pasto de las llamas y ni todas las lágrimas de todes les repobladores serían suficientes para evitarlo.

Por fin llegaron los silbidos y gritos de alarma. Incluso la fauna salvaje y gigante huía despavorida de algún lugar. La colonia se dividió entre quienes huían en la misma dirección, confiando en el instinto de las bestias, y entre quienes corrían en la dirección contraria. Tawar se unió a este segundo grupo, contagiade por su valentía. Y así, brincaban de rama en rama, de hoja en hoja mientras toda la vida del bosque se derramaba en dirección opuesta bajo sus pies. Corrieron y saltaron hasta que alcanzaron a ver los primeros resplandores acuchillando el verde horizonte. No se detuvieron sino que redoblaron sus pequeños esfuerzos para llegar antes. La colonia aún no habría evacuado a todo el mundo y debían saber hacia dónde huir y ponerse a salvo.

Sin embargo, cuando empezaban a sentir el calor y estaban a punto de llegar a las llamaradas más cercanas, empezó a llover como nunca antes. Desde las alturas pudieron ver cómo caían pequeños chaparrones en zonas muy limitadas, aquí y allá, sin ton ni son al principio, y después un manto de agua cubrió el cielo. No se lo podían creer, pero habían cambiado el tuvieron que huir del agua. Ni siquiera pudieron discernir qué eran esas criaturas que vomitaban agua sobre la vegetación. Lo agradecieron pero lo harían más tarde, cuando no tuvieran que luchar por su vida en aquel diluvio.

No se salvaron todes, por desgracia. Las olas les embistieron contra los grandes troncos o contra rocas, incluso entre elles mismes, y muches de sus congéneres no volverían a la colonia. Tawar tuvo demasiada suerte, aunque quizás preferiría haber sufrido el mismo destino de unirse a la Flora.

Cuando volvió en sí, estaba en una hoja. Tenía los brazos y las manos muy lastimados por la estampida de agua, criaturas y restos de la floresta. La cabeza le daba vueltas. Debía haber salido volando o rebotando hasta llegar allí. Tenía el cuerpo empapado pero sentía el calor a su espalda. De hecho, aún lo sentía en la cara. Oyó algo a su lado y al principio no reconoció los silbidos, pero pronto le ayudaron a ponerse en pie y recuperar el aliento.

La carrera hacia la colonia fue caótica, no más que un recuerdo borroso. Les guerreres y adiestradores les ayudaron con sus habilidades y pudieron llegar junto a la estampida del resto de sus congéneres, lejos del agua y las llamas. Les más hábiles habían hecho sus cálculos y guiaban al grupo hacia donde creían que no les alcanzaría el fuego.

Muchos días después, aún reinaba el miedo en el nuevo bosque que intentaban convertir en su hogar. Los ánimos y las fuerzas estaban por los suelos, las heridas y los traumas abundaban en la colonia, y solo unes poques habían vuelto de quienes se habían quedado atrás a propósito. Trajeron consigo relatos y noticias de lo más extrañas y sobre todo horribles.

Habían vivido una verdadera pesadilla. Traían quemaduras que nunca sanarían, miembros perdidos, brotes calcinados. Habían escuchado gritos y vozarrones de criaturas y bestias indeterminables, de todas formas y colores. Algunas iban sobre el suelo, otras trepaban y muchas volaban o flotaban en el viento. Hacían gestos de lo más variopintos y les rodeaban fenómenos increíbles que les hacían salir despavorides. No era la primera vez que oían algo así pero esta vez era diferente. ¡Los Gigantes que caminaban sobre dos patas habían vuelto y ahora vomitaban aire y agua! ¡Por la Flora, incluso había entre elles quien aseguraba que los Gigantes habían sido quienes habían originado el fuego y luego lo habían apagado! Aquellos seres solo traían la ruina cada vez que aparecían. Y pese a todo, Tawar nunca les había visto. Les temía, pero no hasta el punto del pánico. En cambio, le bastaba con haber sentido el calor en la cara. Nunca olvidaría el horizonte en llamas, independientemente de qué lo hubiera causado. Y definitivamente, el miedo no parecía querer abandonarle por mucho tiempo que pasara. Ese miedo atroz iría con elle a todas partes, de igual manera que le acompañaría la humedad en sus ojos. No podía dejar de recordar el bosque calcinado como si lo tuviera delante, y por eso pasaría mucho tiempo hasta que se atreviera a volver a las zonas malditas de su querida Flora.

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No Hope. No Dreams. No Love.
My Only Escape Is Underground
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