Sobre la fe, el amor y otras cuestiones

Chromsa le parecía sencillamente una persona muy agradable y educada con lo cual la francesa se sentía en armonía con la situación. Se arrebujó en el sitio, mientras asentía a contarle en otro momento y en detalle las parábolas de su religión. Luego, cuando mencionó a Adam se alegró de veras, contenta por la coincidencia.

—Podríamos estudiar juntos, el otro día estuve hablando con él y creo que es muy simpático una vez le conocer mejor. Parece tímido, pero nos pasa a ambos. ¡Gracias por contármelo! —de ahora en adelante ya no solo tenía una transformación similar en común con el ruso, si no que el mundo de la medicina les atañía a los dos.

El brujo captó al vuelo que algo no andaba del todo bien en su vida, y envuelto en la duda se interesó. La siwani agradeció el gesto y por unos instantes enrojeció sin saber si debería contarle. Decidió que no era mala idea, estaba perdida y los consejos de Adam le estaban sirviendo para aclararse mejor, si el fauno resultaba tan prudente como su novio no veía problemas en abrirse.
—Pues la verdad... se lo conté a Adam hace poco. Maila y yo... tenemos algo entre las dos, pero he fastidiado casi toda relación con ella por mi miedo a enfrentar lo que sentía de verdad. La he tratado de manera muy cuestionable y solo nos relacionamos cuando hay que hacerlo, como en la búsqueda de los macieleros. Estoy segura de que de cualquier otra forma no quiere saber nada de mí, y lo entiendo, porque herí sus sentimientos... —la francesa dejó caer los hombros con pesar—. No sé que hacer.

Fleur agachó la mirada cabizbaja, al principio le pareció que ni Chromsa podía ofrecerle ayuda por lo complicado de la situación y se escabulló un poco en su asiento, dejando que el butacón se la tragara. Pero poco después el brujo habló como si ya hubiera evaluado qué decir. La chica le prestó atención, sabía qué debía hacerlo sobre todo de personas que llevaban relaciones más sanas que la suya.

—Yo... sí, tengo claro lo que siento, creo que ahora sí que lo tengo claro —le había costado meses de idas y venidas en el torreón y estar inmersa en un mar de dudas. Pero la distancia despejó sus temores, por mucho que le costara admitirlo Maila era su... todo—. Tienes razón... no es rencorosa pero yo... se lo he puesto difícil de veras, aunque me perdone no sé si seguirá sintiendo lo mismo, o si ni siquiera querrá que volvamos a ser amigas —sus ojos se nublaron, verbalizar aquella posibilidad en voz alta dolía como un puñal en el alma—. Sí, nos conocemos de hace mucho —esgrimió una sonrisa nostálgica y dejó que algunas lágrimas recorrieran silenciosas sus mejillas al recordar los días y noches en el faro. Recordó la risa de Mana mientras Maila le hacía cosquillas a su hermana, recordó su primer beso y también el desastre que le prosiguió—. Me salvó cuando más perdida estaba —Fleur subió las rodillas al asiento y luego refugió su rostro entre ellas, rompiendo a llorar con desconsuelo—. Gracias... Chromsa... pero creo que llego muy tarde es... demasiado tarde para nosotras.

La vergüenza se agolpaba en su cara, pero aquel dolor lacerante en su pecho se llevaba la palma. La joven lloraba y lloraba, deshaciéndose en un nudo de desesperación y culpa. Cuando el brujo apoyó una mano en su rodilla Fleur redobló el llanto, levantando la mirada brevemente y clavando sus ojos celestes y enrojecidos en los de Chromsa, mientras las lágrimas luchaban por saltar desde sus pestañas densas de plumón.

Maila merecía saber lo que sentía por ella, incluso si era demasiado tarde, solo para que no creyera que todo había sido un juego. ¿Pero tenía el valor? Adam la impulsó a pensar que sí, y ahora el fauno también depositaba cierta confianza en que todo podía salir bien ¿Entonces, cuál era su miedo? ¿Acaso no había dejado a la adolescente asustada morir en manos de la Luna Roja? ¿Acaso no había sido valiente para deshacerse de su pasado y viajar a un nuevo mundo?

Apretó los puños, blancos como la porcelana y frágiles como el mismo. Las palabras del ochorio solo auguraban una cosa. Esperanza. Fleur se quedó pensando, con el llanto más contenido y sonriendo a duras penas en una mueca lastimera. La sonrisa tierna del muchacho la hizo sentir comprendida, y una sensación de calidez la embriagó, como si le pusieran una manta por encima en un día frío.
—Gracias —musitó, reparando en las hojas que hacían de ella y la hawaiana. Sí que había amor, al menos seguía habiéndolo por su parte. Pero no sabía si tendría un final feliz, o si se lo merecía siquiera. No habría una gran ovación sin Maila. Podría hacer su vida sin ella, y fingir que no caminaba arrastrando los pies con el alma rota. Pero no es lo que deseaba—. Gracias Chromsa, ojalá tengas razón, de veras. Y ojalá todo termine como lo hace tu historia —con el dorso de la mano acabó por limpiarse el rostro, luego se levantó y si el chico le dejaba, le daría un abrazo fugaz y un beso en la mejilla—. Y lo siento, se suponía que debía resolverte unas dudas y me he puesto... disculpa, creo que necesito retirarme. Pero si necesitas saber cualquier otra cosa, estaré encantada de ayudarte —terminó, con su fina voz algo alterada por los nervios e intentando recuperar la compostura de la que siempre hacía gala.

No esperaba que Chromsa se emocionara a su vez, y cuando unas lagrimillas furtivas aparecieron en sus ojos la joven se quedó en el sitio, sintiéndose un poco mal y al mismo tiempo reconfortada porque alguien pudiera entender su dolor. Era muy buena persona, y también alguien empático. Así que en aquellos momentos sentía una conexión con él similar a la que percibió con Adam, como si les conociera de más tiempo del que hacía en realidad.

Cuando el fauno la abrazó de vuelta Fleur dejó escapar una sonrisa con la cabeza apoyada en su hombro por unos segundos, y luego le estrechó con un poco más de fuerza mientras lograba contener (ahora con éxito) su gimoteo. Enrojeció al separarse, no era una persona muy física pero estaba descubriendo lo bien que le sentaba apoyo de esa clase.
—Gracias —concluyó, viendo como se alejaba con la taza en sus manos y despidiéndose con un gesto. La chica se recompuso el cabello, reflexionando sobre lo ocurrido y percatándose de lo afortunada que en realidad era de contar con buenos amigos—. Y digo... lo mismo, para cualquier cosa estaré aquí si me necesitas.

La siwani desaparecía escaleras arriba en dirección a su habitación, cada paso era uno menos hacia lo que se avecinaba.