Una despedida definitiva

Karime había llegado a la Sede tan agotada del día, que pensó que caería sobre su cama antes incluso de que le diera tiempo a quitarse la ropa, pero no había sido así. Su mente no era capaz de abandonar los sucesos del día.

Se había vuelto a asear, a pesar de que acababa de ducharse en los cuarteles del ejército tras volver del Macetero, y se había cambiado a un pantalón corto y elástico y una camiseta ancha, su habitual ropa cómoda si quería dar vueltas por la Sede sin la intención de salir al exterior, aunque la idea de juntarse con gran número de sus compañeros de casa no le hacía mucha gracia en este momento, pero tampoco era agradable la idea de quedarse sola en su habitación dándole vueltas a todo lo que había pasado ese día.

Incapaz de dormir y molesta consigo misma porque era precisamente eso lo que estaba haciendo en ese momento, salió de su habitación como una exhalación dispuesta a tomar algo de aire fresco, aunque no estaba muy inclinada con dar una vuelta por la ciudad, por lo que decidió subir al tejado del minarete, donde pudo por fin respirar hondo e intentar tranquilizar la cantidad de pensamientos que rondaban por su mente, intentando concentrarse en los hechos vividos en el mundo vinculado de los repobladores y la tragedia monárquica más que en el último anuncio del día, aunque de forma inconsciente se había sentado en dirección a la explanada como si todavía fuera posible ver ahí el portal ahora inexistente y, con él, su última conexión con Alder.

El cierre de Sinhdro era, para su propia sorpresa, lo que más le había afectado del día. Apagar el incendio había sido parte de su trabajo y la muerte del Rey era algo que podía considerarse no del todo inusual si una había leído algo de historia de Rocavarancolia (cosa que ella no había hecho, pero la historia del reino era un tema cotidiano entre los habituales de la taberna tras un par de copas y a veces a la loba le divertía escucharles divagar sobre los reyes y reinas del pasado). Pero el cierre de Sinhdro había sido un tema completamente distinto.

La licántropa recordaba perfectamente el cierre de F.O.N.E.R.A. y cómo le había afectado la noticia; es decir, nada. No es que tuviera nada en contra del mundo, pero tampoco nunca había tenido ningún interés en él y, con RR muerto y DL ahí, nada ni nadie se le había perdido en el planeta de las castas. En cambio en Sinhdro estaba Alder.

Karime recordó todavía con resquemor lo mucho que se había enfadado con la edeel cuando decidió dejar a su aurva, a ella y a la ciudad, y volver a su mundo de origen. Y aunque, hasta cierto punto, podía llegar a entender sus razones, el sentimiento de traición no era fácil de reprimir.

La libense había amado a Alder, al igual que había amado (y aún amaba) a Lima, pero mientras ella había sido sacada de su mundo y lanzada a la ciudad de los milagros y los portentos y la magia de la Luna Roja y, aún así, todavía seguía haciendo su mayor esfuerzo para ir a visitar a Lima siempre que podía; Alder había mirado a los ojos a la ciudad, con sus maravillas y horrores, había superado la criba como todos ellos, se había ganado su lugar en ella y había decidido deliberadamente dejar todo y a todos atrás, darles la espalda, fingir que nada de aquello había ocurrido y volver a su mundo. No solo los había abandonado, sino que los había trato como si fueran un sucio secreto, unos cualquiera que habían pasado por su vida sin pena ni gloria, personas aleatorias con las que no había vivido aventuras y tragedias, risas y llantos.

Y, a pesar de todo, a Karime todavía le había quedado la esperanza de que, algún día, Alder volvería. Que aparecería en la puerta de la Sede sonriendo con picardía, con su pelo verde y sus ojos frambuesa, soltando alguna broma sobre comprobar si habían cambiado sus posturas sexuales favoritas o que fetiches nuevos había adquirido con los años y Karime le diría que se jodiera, que si tanta curiosidad tenía que viniera comprobarlo ella misma. Se abrazarían, pero luego Karime se soltaría, le daría una colleja y le diría que por qué había tardado tanto en volver y ella diría "¿Qué importa eso ahora. Estoy aquí, ¿no?" y todo quedaría más o menos perdonado y volverían a ser las mismas que antes.

Pero el tiempo comenzó a pasar, la muerte de Ariv, la Torre de los Soñadores,... Y Alder nunca volvió. Y ahora ya nunca más podría.

Aunque Saren había acabado inusualmente pronto su turno de trabajo aquella noche la verdad es que ya era bastante tarde, por eso le costó divisar la figura que se había instalado en la azotea. En su forma de roc, la que había adoptado para hacer el trayecto de vuelta a casa más corto, tenía buena vista, pero la oscuridad nocturna y el cansancio le hacían estar poco atento y a punto estuvo de aterrizar sobre Karime.
«¡Perdona!» exclamó en su cabeza, levantando viento al aletear con fuerza para desviar su trayectoria unos metros en el último momento.

Se posó con bastante suavidad, con una sutileza impropia de su tamaño, y en cuanto se acomodaron sus plumas el selkie se quitó la piel y la guardó con un gesto imperceptible en el tatuaje que tenía detrás de la oreja. Iba vestido con unos vaqueros pitillo y una camiseta de manga corta, pues había dejado su uniforme en el curro, y aunque allí arriba hacía algo de rasca no parecía acusar el frío.
—¿Qué haces aquí arriba, Ka? —preguntó en cuanto recuperó la voz, acercándose a su amiga para sentarse a su lado. El idrino no sonreía, pues intuía que algo no iba bien: era muy extraño que la licántropa pareciera tan alicaída.

Se había enterado por encima de lo que le había ocurrido al rey y estaba al tanto de que para el ejército había sido un día bastante duro, pero aún no sabía lo de Shindro y no se imaginaba lo que se le pasaba a la morena por la cabeza. Mientras esperaba su respuesta el chico empezó a balancear sus zapatillas sobre el vacío, un gesto inconsciente en el que no reparó mientras miraba de reojo a la morena. En el cielo nocturno, señal de lo avanzado de la hora, ya habían aparecido las primeras estrellas y su tenue luz arrancaba destellos pálidos de la cicatriz que le cruzaba el rostro cuando la miraba de reojo.

Karime se encontraba lo suficientemente distraída como para no haber escuchado el aleteo acercarse ni haber olido a Saren llegar, pero tampoco se molestó demasiado por ser casi aplastada por el roc. De hecho, habría sido una distracción extrañamente agradable y totalmente bienvenida.

Aún así, la loba no pudo evitar que se le escapara una sonrisa, por pequeña que esta fuera, cuando el idrino le pidió perdón y aterrizó a su lado. Saren tenía la capacidad de hacerle sonreir solo con su presencia.

-Hoy ha sido un día real, realmente duro -contestó no sabiendo si el selkie había oído alguna noticia sobre lo ocurrido en los mundos vinculados-. Llamémoslo una jornada laboral intensa -añadió queriendo poner un poco de humor en juego, pero fallando patéticamente debido a su tono de voz apagado y sin vida.

La licántropa suspiró suavemente y apartó su mirada de Saren para mirar las estrellas. ¿Alguna vez se había parado a pensar en el cielo de Sinhdro? ¿Alder le habló de ello en algún momento y lo había olvidado? ¿Tenía aquello alguna importancia? A nadie le importaba si las estrellas aparecían o no en un mundo no vinculado y dudaba mucho que Zmey estuviera interesado en hablarle de ello.

-¿Has oído el pregón? ¿Sobre Sinhdro? -preguntó abrazándose las piernas y mirando de nuevo en dirección a la explanada de los portales.

Saren inclinó la cabeza para oír mejor cuando Karime empezó a hablar, notando en sus gestos que el abatimiento que sentía era mucho más profundo de lo daban a entender sus palabras. Lo de que había sido una jornada laboral intensa sonaba a eufemismo en sus labios, pues aunque la intención de ponerle humor era tangible fallaba estrepitosamente en la ejecución.
—Ya veo… —susurró cuando la muchacha suspiró y apartó la vista.

Había intervenido por pura inercia, simplemente para dar a entender que estaba atento, pero mientras su amiga meditaba qué decir a continuación el selkie volvió a guardar silencio. Fueron solo unos instantes, aunque en el momento le pareció que duraban demasiado, y cuando la libense le lanzó aquellas preguntas el idrino no pudo evitar que la confusión se reflejara en su rostro.
—La verdad es que no —reconoció—. Lo que sí he oído es lo que le ha ocurrido al rey, pero no se muchos detalles al respecto —añadió con una mueca de incertidumbre—. ¿Qué es lo que ha pasado con Sinhdro?

-Han cerrado el portal a Sinhdro -contestó sin rodeos todavía abrazando sus piernas-. No conozco los detalles, pero parece ser que tiene algún tipo de relación con lo ocurrido en el Macetero, Frivowaldanny y Roca Sagrada. Todavía no sé qué relaciona todo lo ocurrido, solo he reunido información de algunos soldados que fueron desplegados en Frivo y Roca Sagrada, pero nadie parece saber qué ha pasado en Sinhdro para que se haya tomado la decisión de cerrar el portal, ningún efectivo fue desplegado ahí. Al menos, ninguno que sea de conocimiento popular. Y tampoco he querido molestar a Cicatriz con mis preguntas hoy. Es la Comandante de los Ejércitos y el Rey acaba de ser asesinado. No me quiero imaginar lo difícil que estará siendo la situación en este momento -. Tras sus palabras, la loba volvió a suspirar audiblemente antes de continuar girando su cabeza en dirección a Saren-. Lo único que sé es que el portal de Sinhdro ha sido cerrado de forma irrevocable, como pasó con F.O.N.E.R.A. Ahora nadie puede entrar... y nadie puede salir.

Saren escuchó con atención lo que Karime tenía que decir, observando sus gestos mientras le relataba desde su punto de vista todo lo que sabía sobre lo ocurrido con el rey y los soldados desplegados en los mundos vinculados. Al selkie la política nunca le había importado demasiado, pocas cosas lo hacían desde su experiencia con los mercenarios de Gar, pero a pesar de ello era capaz de percibir la angustia que todos aquellos sucesos estaban generando en la ciudad y en cierta forma resultaba bastante contagiosa. Logró mantener una expresión calmada, sin embargo, y cuando su amiga suspiró antes de terminar su discurso el chico entendió por fin qué era lo que de verdad estaba alterando a su amiga.
—Alder. —dijo en voz baja, devolviéndole la mirada sin saber muy bien qué decir. No era una pregunta, solo una afirmación, pues para el norteño su amiga era como un libro abierto.

El idrino hacía mucho tiempo que no pensaba en la edeel, pues para él solo era una conocida, pero sabía que para la licántropa era mucho más que eso y percibía el conflicto que todo aquello le suponía. En su opinión la decisión que había tomado la peliverde era cuestionable, precipitada y egoísta, pues en la cultura de su mundo natal tu otra mitad era lo más importante y ella no había titubeado al abandonar a Seon, pero ahora que el portal estaba cerrado de forma definitiva ya no había oportunidad de arrepentirse de nada y ponerle solución. No sabía cómo se tomaría la soñadora aquella noticia, pero estaba presenciando como lo hacía una de las amigas que también había dejado atrás y le faltaban las palabras.
—Lo siento mucho, Ka… —murmuró a pesar de todo mientras hacía las señales de pérdida y pésame, negándose a que el silencio cayera sobre ambos como una capa pesada.

Karime simplemente asintió cuando Saren dijo el nombre de la sinhadre sin dudar ni un momento que el idrino caería en la conclusión correcta.

-No tienes que sentir nada, ella debería sentirlo -gruñó con la rabia subiéndole por la garganta y opacando la tristeza-. Debería sentirlo por dejarnos, por ser una egoísta y una cobarde y volver a lo fácil con al excusa de la transformación y la magia, ¡como si alguno de nosotros alguna vez la hubiéramos tomado como algo menos por eso! -exclamó con furia. Su voz no había sido exactamente alta, pero debido a que tanto Saren como ella habían mantenido en todo momento un volumen bajo, a la loba le pareció que sus palabras podían oírse en toda la ciudad-. Transformada o no, con magia o no ella pertenecía a Rocavarancolia, como todos nosotros. Pero ni siquiera su jodida "otra mitad" fue suficiente para mantenerla aquí -escupió con resquemor.

La libense ni siquiera quería decir el nombre de Seon. Cuando Alder había comunicado su intención de volver a Sinhdro, Karime se había girado inmediatamente en dirección de la soñadora esperando que ambas hicieran un frente común para quitarle la absurda idea de la mente a la sinhadre, pero ella simplemente había sonreído suavemente y había estado de acuerdo. Ninguna resistencia, ningún enfado, nada. Solo aceptación, como si Alder fuera a dar un paseo corto y no ha abandonarlos por completo. Seon simplemente se había sentado ahí, viendo como su edeel se iba, y no había hecho absolutamente nada para evitarlo. Karime la odió por eso.

-Y a pesar de todo eso, la estúpida de las dos soy yo -siguió, volviendo a mirar en dirección a la explanada y apoyando la cabeza en las rodillas con la rabia siendo disuelta de nuevo en la tristeza-. Seguí esperando que volviera. Que se retractara y apareciera un día cualquiera en mi puerta con el rabo entre las piernas y pidiendo perdón -. Karime se acurrucó más en sí misma mientras una lágrima solitaria se deslizaba por su mejilla-. Yo vuelvo siempre que puedo a Libo a ver a Lima. ¡Yo habría vuelto por ella sin dudarlo! ¿Por qué ella por mi no? ¿Acaso no lo merezco? ¿Tan mala amiga fui para ella?

No era la primera vez que la licántropa perdía gente en su vida y, teniendo en cuenta que vivía en Rocavarancolia, sería raro si fuera así. Karime había perdido amigos y compañeros en la criba y tras la Luna, incluso había perdido algunos en Libo. En el mejor de los casos, había sido porque la amistad se había extinguido y el interés en seguir en contacto se había disuelto con el tiempo. En el peor de los casos, esas personas habían sido arrancadas de su vida por los brazos de la muerte, como había sido el caso de su querida Ariv, cuya muerte todavía dolía en los días más oscuros. Pero nunca se había enfrentado a una situación semejante. Karime valoraba sus amistades más que cualquier cosa en la vida y se enorgullecía de su fiera lealtad, pero, sobre todo, de ser infalible a la hora de decidir a quién otorgársela. Siempre había sabido muy bien cuál era su posición en una relación y en qué punto estaba la otra persona respecto a ella. y, por supuesto, jamás se había visto envuelta en una relación desigual en la que ambas personas tuvieran una visión distinta de la misma.

Había estado tan engañada.

Karime habría matado por ella, habría dado la vida por ella, y Alder simplemente le había dado la espalda y se había ido como si la loba no significara nada.

Antes de que la libense alzara la voz el idrino ya había percibido el cambio de ánimos de su amiga por su postura, pero aún así no pudo evitar encoger los hombros frente a la diferencia que había con el tono que habían empleado hasta el momento en la conversación. Dejó que se desahogara y escupiera toda la rabia que guardaba dentro, sin embargo, y mientras tanto él varió un poco su postura subiendo una de sus piernas y apoyando la barbilla en su rodilla. No le faltaba razón en todo lo que tenía que decir sobre el desapego de la peliverde y la poca importancia que le había dado en su momento su aurva, pero lo que el selkie no terminaba de entender es que el resquemor de la loba hubiera llegado ahora.

El cambio de actitud de nuevo hacia la tristeza fue casi instantáneo y fue entonces cuando Saren comprendió el origen del problema: Ka de verdad confiaba en que Alder cambiaría algún día. «Tener fe en los demás es una estupidez... » pensó la parte más cínica del norteño, observando con expresión apenada el abatimiento de la licántropa. El razonamiento del chico no era acertado, por supuesto, pero en aquel momento no era lo importante.
—Yo no creo que fueses una mala amiga... —respondió el moreno con suavidad, extendiendo su mano derecha para recoger la lágrima solitaria de su mejilla—. En mi opinión, de hecho, eres demasiado buena. —añadió esbozando una sonrisa amarga.

Su afirmación no era una recriminación disfrazada, el idrino solo estaba señalando lo que para él era más que obvio, pues aunque le costara decirlo en voz alta Karime era una de las pocas personas de las que aún se fiaba sin reservas.
—No eres estúpida, Ka, solo te has equivocado al creer que ella era tan buena como tú —señaló, contradiciendo su última línea de pensamiento sin darse cuenta—. Alder tenía una máscara que llevaba puesta al interactuar con los demás, como casi todo el mundo, la suya simplemente era más elaborada que la de la mayoría. —explicó con una mueca de desagrado.

Saren se obligó a callar en ese momento, pues era consciente de que aquello no era lo que su amiga necesitaba oír. La situación ya era lo bastante difícil como para que él la empeorara hurgando en la herida con perlas de sabiduría que nadie había pedido.
—Lo siento —volvió a disculparse, aunque en esta ocasión lo hizo de corazón—. Es que me fastidia verte así por semejante petarda —reconoció con una media sonrisa que no terminó de reflejarse en su mirada—. Ella no es como tú, Alfiletero, no merece la pena… —susurró.

Karime sonrió suavemente cuando Saren le dijo que era demasiado buena. El idrino siempre sabía qué decir para hacerla sentir mejor.

-Me han llamado por muchos piropos a lo largo de mi vida, Burbujita, pero nunca nadie me ha dicho que era demasiado buena -contestó un poco más animada-. Y será mejor que no lo vayas diciendo por ahí o podría perder mi fama de perra.

La loba observó al selkie mientras hablaba, agradecida con la Luna Roja por haber tenido la oportunidad de conocerlo y la capacidad de mantenerlo en su vida.

-No te disculpes, no estás diciendo mentiras. Probablemente tengas razón y vi en ella cosas que no había ahí. Quizás inconscientemente busqué cosas familiares entre lo desconocido después de ser cosechada y, al igual que proyecté a mi hermano en Ariv y Timmy, debí proyectar a Lima en Alder, solo que en el primer caso sabía conscientemente que lo estaba haciendo -expuso su hipótesis, no habiéndose dado cuenta de las posibilidades hasta que Saren habló de máscaras y de estar equivocada con su percepción de la sinhadre.

Durante toda la criba, la loba había sido consciente de que trataba a Ariv y Timmy como si fueran su hermano, pero siempre había tenido esa realidad en su cabeza, que ninguno de los dos era su hermano y no tuvo el error, sobre todo en el caso de Timmy, de creérselo sin reservas. Parecía que no le había pasado lo mismo con Alder.

Saren sonrió cuando la loba le respondió más animada, pero cuando le advirtió que no fuera diciendo esas cosas de ella por ahí porque amenazaban con arruinar su reputación el selkie llegó a reírse con suavidad. Al final parecía que lo que le había dicho había servido de algo y eso ya era suficiente para el idrino, pues aunque Alder y el cierre de Sinhdro no le importaban en absoluto le dolía ver a su amiga muy afectada por ello.
—Prometo guardar silencio, Ka, nadie sabrá por mí que en verdad solo eres adorable. —replicó con un bufido divertido mientras la muchacha empezaba a exponer una hipótesis interesante.

El norteño no era un experto en psicología, pero sí que reconocía los patrones de comportamiento que la morena estaba señalando de sus relaciones con otros compañeros de la ciudad. Lo había visto en persona, a fin de cuentas, y aunque en esos momentos aún no conocía a su hermano o a su mejor amiga ahora si que lo hacía y podía secundar su afirmación.
—Esperemos que Lima nunca se entere de que la proyectabas precisamente en Alder, porque si lo hace se va a armar una buena. —no pudo evitar señalar, ocultando una sonrisa con el dorso de la mano mientras observaba la reacción de su compañera.

A pesar de las coñas y el buen humor Saren era consciente de que aún no había nada solucionado, pues de un golpe así no te recuperabas haciendo bromas en una azotea. El pequeño progreso en la dirección correcta estaba ahí, sin embargo, y lo mejor era aferrarse a ello para capear todo aquel temporal de emociones.

Karime frunció la nariz de forma exagerada al oir a Saren llamarla "adorable", pero no añadió ningún comentario más. La conversación con el selkie le estaba ayudando, pero todavía quedaba algo de tristeza en ella que le quitaba las ganas de darle más bola a la broma como sí habría hecho en otro momento.

-Espero que no porque es capaz de perseguirme hasta el último mundo vinculado para darme una de sus collejas rompenucas -estuvo de acuerdo un poco más divertida que antes pensando en el cabreo que cogería Lima-. Si tu no dices nada, yo no diré nada -le contestó guiñándole el ojo con la poquita picardía que todavía podía reunir.

De golpe, la loba estiró las piernas, se frotó con fuerza el ojo sano como intentando que le desapareciera el enrojecimiento al momento y se dió un par de golpecitos en la cara como si se estuviera despertando y quisiera espabilarse rápidamente.

-Bueno, sea como sea, haya sido proyección o estupidez mía, esto me ha servido para quitarme de la cabeza la tontería de que volverá y pasa página -dijo intentando que sus palabras fueran con más fuerza y convicción de la que sentía, pero realmente determinada a ello-. Todavía no tengo sueño. ¿Cómo te suena ir a por una botella de licor de cereza y volver aquí a tomarla bajo las estrellas? -preguntó mientras se levantaba y le extendía una mano al idrino.

Karime sabía que la nube negra con nombre de edeel en su mente no iba a difuminarse y desaparecer tan facilimente, pero el alcohol y, sobre todo, la mejor compañía siempre eran un buen punto de partida.

El selkie sonrió para sí cuando la loba arrugó la nariz de forma exagerada ante su cumplido, pero cuando le propuso no decirle nada a Lima el chico asintió con solemnidad e hizo el gesto de promesa con la mano.
—No te preocupes, soy una tumba. —aceptó, echando los brazos hacia atrás para apoyar las manos en las tejas y encontrar una postura más cómoda allí sentado.

Saren apenas reaccionó cuando Ka se estiró de forma repentina y se espabiló con un par de palmadas en la cara, dejando que la libense terminara de centrarse sin intervenir en el proceso. Aquella charla le había servido de algo, solo tenía que fijarse en su lenguaje corporal para percibirlo, pero fueron sus palabras lo que terminaron de convencerle de que estaba de mucho mejor humor.
—Venga, me apunto. —respondió con una sonrisa, levantándose también para acompañarla hasta la cocina.

La sombra de Alder no se iba a desvanecer tan fácilmente, eso estaba bastante claro, pero siempre que pudiera el idrino se esforzaría en hacer lo posible por alejarla.