Un rezo de despedida

27/01/21, 01:23 am

Aramara, esta será la última vez que oigas mi voz, si es que de verdad existes. Si no, pues bueno, estaré hablando otra vez conmigo misma. ¿Qué más da a estas alturas?

Estoy cansada de rezar por ti, de pedirte perdón por todo lo que he hecho y lo que no para recibir poco más que un silencio extraño. Se supone que las reglas dictan que tú jamás respondes, pero son las reglas perfectas para un dios fingido. ¿Cuántas veces te he preguntado qué es lo que he hecho mal? ¿Cómo voy a aprender nada si esto es un castigo? Estoy cansada de pedirte ayuda y no recibir nada más que zancadillas, más aún en este sitio de locos donde todos los dogmas de la Cercanía han quedado en evidencia. Vuestra existencia no significa nada. Ninguna respuesta que me hubieras dado habría sido justa.

Sé que los lejanos solo son almas atadas por la magia o por sus deudas vitales y sospecho que lo Desconocido es pura inexistencia, el vacío que dejan los muertos cuando se van del todo. Ni tú ni los tuyos regís sobre nada, vuestros dominios se han desmoronado como la madera podrida de un barco viejo y no puedes imaginarte lo cabreada que estoy con todos vosotros y conmigo misma. La vida era más fácil cuando podía desviar mis miedos y la culpa hacia vosotros, cuando podía convencerme a mí misma de que todo ocurría por un motivo más allá de cualquier decisión tomada. Ahora sé que no y es aterrador, no sabes el miedo que tengo, pero también es liberador. Porque no hay nada más terrorífico que la idea de que un plan divino respalde el secuestro de tantos niños, seríais unos pedazos de mierda de la hostia. Seríais una vergüenza de deidades, unos cabrones al servicio del caos.

Y mira, no te voy a mentir, estoy cagadísima; no sé qué va a pasar a partir de ahora, pero sí sé que será cosa nuestra. No tuya y mía, sino mía y de estos zopencos que viven conmigo y a los que empiezo a querer. Todavía no sé cual es mi futuro, pero lo tengo delante y me voy a dejar los nudillos para abrirme paso hasta él; estoy dispuesta a romperlo todo, empezando por ti. Me cueste lo que me cueste, ¿me oyes? Y cuando me vea por fin la Luna Roja, si es que no me muero antes, te doy mi palabra de que no me convertiré en una diosa, tan solo seré una pizca más libre.

La próxima vez que te nombre será por costumbre.

Buenas noches, Ulmara.