El temor de Kolja

No era la primera vez que le llamaban la atención por lo insistente que se había vuelto con que todos asistiesen a los entrenamientos, bueno, no todos, con Adam no había vuelto a hablar, pero aquél día con Amira finalmente se rompió su coraza y le confesó el motivo de su pesadez.

-Lo se, se que estoy muy pesado, que incluso puede que me esté pasando- admitió mientras se sentaba sobre las losas del patio. -Es que..., bueno, es por el día que matamos a 77. Es verdad que aquel día pudimos matarle, pero se debió tanto a la suerte... Si no fuese por el hecho de que Lethe fue tan... inteligente y por que vosotros fuisteis capaces de sobreponeros y darle el golpe mortal todo habría acabado tan mal...- se abrió. -Y yo me desmallé, apenas pude seros de ayuda, me jacto de ser el guerrero con más experiencia del grupo pero en el momento de la verdad caí K.O. de un solo golpe. Me convertí en un estorbo más que en una ayuda. Y vosotros apenas teníais entrenamiento con las armas que manejabais. Fallé catastróficamente- era la primera vez que decía aquellas palabras en alto, aunque no era la primera vez que lo pensaba.

-Cuando me desperté y me di cuenta de que había perdido la consciencia me sentí aterrado, creía que os había condenado a todos por el hecho de no haber sabido encajar un solo golpe. Es por eso por lo que quiero enseñaros todo lo que se, a todos, no quiero que si algo así vuelve a pasar estéis en desventaja, quiero que sepáis defenderos en una situación como esa, que podáis hacer frente a alguien como 77 de igual a igual, que vuestra única baza no sea la superioridad numérica-le contó. -Y se que la magia tuvo mucho que ver en esa ocasión, pero yo no puedo enseñaros de eso, lo único que puedo conjurar son unas chispas inofensivas, no tengo más magia que un mechero- dijo, con una media sonrisa.- El entrenamiento físico es lo único que puedo daros, por eso me he vuelto tan pesado con ello- levantó la vista de las manos, donde había estado fija hasta entonces y miró a Amira a los ojos, para saber como se había tomado su confesión.

Amira no podía evitar echarle en cara a Kolja su actitud. A lo largo de aquellos meses se había dado cuenta de que entender lo que se le pasaba por la cabeza era a veces un misterio, pero la insistencia hacia sus compañeros (especialmente los heridos) de entrenar cuando le habían dicho que no le resultaba totalmente alienígena. Si hasta Chromsa, que era la persona más amable que había conocido en toda su vida se estaba cansado de aquello.

Casi no esperaba que el alemán tuviera motivos para aquello más allá de que quería que entrenasen, por lo que cuando admitió estar pesado se llevó una agradable sorpresa. Se sentó a su lado y le escuchó atentamente. Todos estaban pasando tiempos difíciles, y cada uno los llevaba como podía, desde alejarse de todo como Adam hasta el mal humor de Kahlo. Parecía que Kolja se sentía culpable por haberse desmayado en la lucha contra Setenta y siete, y que aquella insistencia no era más que su forma de sobrellevar ese peso. Igual que con Kahlo, no podía culparle. No eran más que adolescentes que acababan de matar a un lagarto gigante y enterrado a una niña, y llevaban el duelo como buenamente podían. Le dedicó una sonrisa de comprensión ante sus palabras.

—Sobrevivimos porque nos infravaloró. Pero no fuiste un estorbo, Kolja. A cualquiera podría haberle pasado, y le heriste antes de que acabáramos con él. Ayudaste igual que todos, y nadie te culpa de que te desmayases —le aseguró. — Entiendo perfectamente que consideres que esto es lo mejor, pero no creo que sean las formas. Es… son tiempos difíciles, para todos. Deja que pasen su duelo como puedan; volverán a entrenar si lo desean, o igual simplemente se dedican a la magia. No vas a poder hacer que vengan por mucho que insistas, solo vas a conseguir que se harten de ti.

Suspiró suavemente. Recordaba al Kolja emocionado de los primeros días, al que le habían prometido una aventura y que quería enfrentarse a los monstruos. Parecía haber madurado, y comprendido que sobrevivir allí requería de esfuerzo…y suerte, para que negarlo.
—De todas maneras ahora prácticamente solo salimos a por comida, y sin ese bastardo los pozos no son demasiado peligrosos, podemos apañárnoslas sin que todos entrenen tanto. Dales tiempo y espacio ahora mismo, lo necesitan.

Si a Amira le hubieran dicho hace un par de meses que iba a estar comprendiendo de aquella manera  a Kolja se hubiera reído por lo improbable, pero en aquel momento lo estaba haciendo. «A lo mejor no es que todo este tiempo fueras un insensible y un poco obtuso, a lo mejor es que no sabías expresar bien lo que sentías»

-Lo se, se que nadie me culpa por ello- dijo con un suspiro- y que el maldito lagarto era extraordinariamente fuerte y golpe así en la cara hubiese sido difícil de soportar sin perder la conciencia. Pero no puedo evitarlo. Y además se junto con el fracaso que resultó ser Adam- añadió negando con la cabeza. -Creía que en una situación como aquella sería capaz de sobreponerse a su pasado y ayudar activamente en la lucha, por supuesto la ayuda que le prestó a Kahlo fue importante, pero tantas horas de entrenamiento y tira la espada al suelo...

-Pero tienes razón, son tiempos difíciles para todos, desde que volvimos el ambiente ha sido tan tenso... Esperaba que si todos entrenaban lo suficiente se sintiesen más seguros y las cosas volviesen a calmarse- admitió. -La verdad es que con mi insistencia solo he ayudado a tensar la situación aún más- coincidió. -Dejaré de pedirles a todos que vengan a los entrenamientos. Aunque no van a dejar de ser igual de duros, eso te lo aviso- sonrió.

-Hay que ver como han cambiado las cosas desde que llegamos ¿verdad?- añadió. -Si alguien me hubiese dicho por aquel entonces que le estaría agradecido a Lethe por algo me hubiese reído en su cara- admitió con una media sonrisa. -Esta ha sido una experiencia que nos ha cambiado mucho a todos, desde luego. Ya queda tan poco tiempo para que salga la luna esa y descubramos la razón por la que nos han hecho pasar por todo esto... A día de hoy, ya no estoy tan seguro de que sea lo que sea, merezca la pena- confesó.

Amira no sabía el pasado de Adam, y aunque parecía que Kolja sí no le quiso preguntar. Era cosa del ruso decírselo si quería. Podía inferir, sin embargo, que debía tener algún trauma asociado a la muerte, por sus palabras en el palacete. Entendía la postura del alemán, porque le había entrenado precisamente para eso, pero por otro lado huir no había sido especialmente insensato, y menos cuando se había llevado a Kahlo a un lugar seguro. No opinaría de ello, pero asintió.

Ver a Kolja admitiendo abiertamente que estaba equivocado era algo que no podía evitar disfrutar. Había madurado en esos meses, y se notaba. Ella también había cambiado, desde luego, pero puede que no de la manera que le hubiera gustado. Había pasado de seguir el curso de acción más lógico a luchar con un lagarto gigante al que odiaba, pero sobre todo se había vuelto mucho más radical en su forma de pensar, poco a poco. Tampoco era que importase mucho donde estaban, desde luego, porque todo era una absoluta mierda.

—Eh, sin problemas a eso. Estoy dispuesta a seguir viniendo — le dijo, sonriendo. Entrenar había sido su distracción primaria cuando le costaba aceptar sus acciones hacia el lagarto, y que hubieran sido duros había sido el principal motivo por el que había empezado. Ahora simplemente era algo que hacer con un montón de tiempo libre, y que además disfrutaba. Era… liberador, en parte, saber que podía defenderse mejor si algo más les atacaba.

»Eh, si alguien me hubiera dicho que estaría aquí, entendiendo tu comportamiento, al principio de todo, también me hubiera reído —le admitió, sin ninguna maldad en su voz —. Ya...creo que para mi nunca mereció la pena, pero después de esto es aun peor. ¿Crees que nos dejarán irnos a casa? Empiezo a dudarlo, parece que no nos dijeron la verdad en absolutamente nada.
En verdad casi, casi, aquello le empezaba a dar igual. Había hecho amigos allí, y se sentía cómoda con ellos. Si les obligaban a quedarse, no era tan mala opción. Y era mucho mejor de lo que hubiera parecido en un primer momento.

Le devolvió la sonrisa a la francesa ante sus primeras palabras. Le agradaba tener alumnos que disfrutasen de sus clases. Su primer pupilo había atendido sin mucho entusiasmo, principalmente por el hecho de sentir que hacía algo útil, sospechaba el alemán. Había sentido aversión hacia las armas, lo cual durante mucho tiempo había convertido los entrenamientos en un suplicio. Y luego lo había echado todo por la borda en cuanto descubrió una chispa de magia. Estaba bien estar con gente que disfrutase viniendo a entrenar y aprender.

Se rio entre dientes ante el siguiente comentario de Amira, sin ofenderse. Si, las cosas habían cambiado mucho por el torreón. Casi no podía reconocerse en el chaval que había llegado a Rocavarancolia buscando aventuras legendarias al más puro estilo de los cantares de gestas del medievo. Negó con la cabeza mientras pensaba en aquellos días que se sentían mucho más lejanos que los pocos meses que en realidad habían pasado.

No se sorprendió cuando Amira dijo que a ella nunca le había merecido la pena quedarse en la ciudad. La mayoría seguramente pensaba como ella, seguro que podía contar las personas que querían quedarse con los dedos de una mano, y seguramente hasta le sobrarían dedos. Ante su siguiente pregunta se encogió de hombros. Ya había hablado de aquel mismo tema con varias personas y en ningún momento habían llegado a una conclusión real.

-La verdad, no tengo ni idea. Hace un tiempo le dije a Chromsa que creía que cuando saliese la luna nos darían la ciudadanía y que tendríamos la oportunidad de vivir en la ciudad, irnos a casa o incluso pasar tiempo en ambos sitios. La verdad, no se si creerme a mi mismo, parece demasiado idílico- le contó.

-Y no se a ti, pero a mi no me mintieron en ningún momento. Desde luego se guardaron muchas cosas, muchísimas, que hubiesen podido hacerme cambiar de parecer. Aún así, no recuerdo ni una sola cosa que me dijese que fuese completamente mentira- reflexionó.

Miró a su alrededor y se fijó en que la luz había avanzado un buen cacho por las losas del patio, era más tarde de lo que pensaba. Con un suspiro se levantó de donde estaba, estirándose con un gruñido.

-Deberíamos ir entrando o se van a pensar que tengo favoritismos entre mis alumnos- propuso con una sonrisa.

Amira agradecía que Kolja no se tomara a malas sus palabras, porque de verdad lo decía a buenas: tanto tiempo conviviendo con él había hecho que le tuviera aprecio, aunque a veces siguiera antojándosele extraño alguno de sus comportamientos y su lógica. Estaba agradeciendo aquella conversación, desde luego.
Asintió a sus teorías. La verdad es que tenían sentido, pero no sabía si podía creérselas. Sonaban demasiado bien para lo que era aquel sitio.

—Casi que si me dan la oportunidad de vivir en los dos sitios, ahora mismo la aceptaría, si puedo seguir estando con vosotros —le admitió — A mi es que no me dijeron mucho, no sé si fue la droga esa o qué pero firmé lo bastante rápido como para que solo le diera tiempo a decirme algo sobre como que era el sitio al que pertenecía.
No creía que aquello fuera verdad, pero si a nadie más le habían mentido a lo mejor algo más tenía que pasar para que aquello fuera al menos una verdad a medias. Solo cuando Kolja mencionó el tiempo que había pasado se dio cuenta de que la conversación no había sido tan corta como había imaginado. «Sí que ha pasado rápido el tiempo…», pensó, mientras se levantaba junto a Kolja. Había disfrutado de la conversación. Y de entender un poco más al alemán.

—Sí, vamos. Empiezo a tener hambre además.