La llorería nocturna

Ulmara despertó de madrugada con un sobresalto, después de una de sus pesadillas recurrentes en las que el mundo funcionaba tal y como era y no tal y como había creído: los muertos no volvían, los fantasmas no eran viajeros entre planos, los dioses no existían, su padre la olvidaba... La cercana sentía el pulso en el pecho ahogando sus pulmones y se le escaparon un par de lágrimas de los ojos cuando miró a su alrededor. Toni y Sarah se encontraban de guardia y el corazón le dio un vuelco. No quería que la vieran. Se enjugó las lágrimas con celeridad, saltó de la cama y, aun con la voz rota, mintió lo mejor que pudo:

—Voy a mear —les comunicó casi sin mirarles.

Para ser coherente con su mentira, Ulmara bajó hasta el patio, se encerró en la letrina y trató de tranquilizarse, pero con cada bocanada de aire que tomaba, respiraba peor. Apretó los puños y descubrió que le temblaba todo el cuerpo, como si reaccionara con violencia a todos esos sentimientos que la hacían sentir tan vulnerable. En lugar de calmarse, Ulmara comenzó a llorar con dificultad, de forma sonora e inocultable. La rabia, la tristeza, el miedo... Todas las emociones que había intentado contener desde que pisó Rocavarancolia eran ahora humo en sus pulmones y la ahogaban.

Sarah llevaba callada más de dos horas, Toni se subía por las paredes, no sé en qué momento decidió que era buena idea hacer la guardia con ella.
- Chica, podrías contarme algo ¿no? que llevamos meses de guardia y aquí no pasa na- dijo con un voz que marcaba aburrimiento.

Justo en ese momento se despertó Ulmara.
- Sarah- dijo Toni muy bajito, casi en un susurro- creo que tiene los ojos hinchados ¿y si vamos a ver si necesita algo?.

Toni iba a ir igualmente, pero no le parecía muy buena idea dejar de lado a Sarah.

Al oír la voz de Sarah fuera de la letrina, Ulmara se vino abajo del todo. Le habría gustado seguir manteniendo la farsa de que no ocurría nada y gritarle que la dejara cagar tranquila, pero no podía parar de llorar de forma tan sonora que quedaba patético. La sangre se le fue a los mofletes, fruto de una inmensa vergüenza. Por Aramara, ¿qué huevos hacía ahora? Todavía le temblaba el cuerpo y necesitó un poco de tiempo antes de ser capaz de hablar siquiera.

—No... No pasa nada —dijo entre sollozos, incapaz de hilar las frases como de costumbre—. Estoy meando por los ojos —trató de aportar algo de humor a su miseria—. Ni te molestes.

Tenía la esperanza de que Sarah lo entendiese, era eso o que aprovechase para insistir. Lo que no sabía aún era que Toni también estaba allí, en el patio.

Cuando Toni escuchó la frase de Ulmara le dio la risa, pero la contuvo como pudo.

—Bonito epitafio, aquí yace Ulmara la que mea por los ojos—dijo engolando la voz— voy a preparar té que aquí hay drama, con lo poco que me gusta a mi un drama, salte anda que te vendrá bien un algo calentito pa que dejes de mear ocularmente.

Antes de irse a la cocina, miró a Sarah y le dedicó una sonrisa.

A Ulmara se le escapó una carcajada entre el llanto. Escuchar a Toni no ayudó de primeras, le daba pavor mostrarse tan vulnerable delante de él (delante de más de una única persona al mismo tiempo), pero a la vez la ironía del epitafio le ayudó a romper por otro lado con la angustia, brevemente. Allí estaba ella, llorando porque no procesaba la idea de que todos morirían algún día y riéndose de que su hipotética tumba fuese un cuadro.

—Gracias... —logró contestar en voz baja, antes de que Toni se fuera. La idea de una infusión caliente la reconfortó lo suficiente como para aplacar poco a poco su llanto. Seguía nerviosa, temblaba como un flan, pero había algo cálido en la idea de recibir ayuda, algo que no era el propio té—. Creo... No te rías, Sarah, pero creo que me da vergüenza salir...

Todavía tenía los ojos llorosos y aún no se atrevió a abrir la puerta. Utilizó un poco de papel para sonarse los mocos del pico y rezó (¿a quién rezó?) para que nadie más se despertase y la viese así.

Ulmara soltó un bufido divertido cuando Sarah le lanzó aquel revés.

—Tendrás que presentármela —le dijo, ya con la voz un poco más clara. La pregunta que le hizo necesitó más tiempo, así que la cercana aprovechó para salir. Tenía surcos de humedad en la cara y en torno al pico y las plumas completamente despeinadas, parecía una lejana que había dado el paso en plena explosión. O dicho de la forma correcta, el fantasma de una persona que había muerto así. Menos mal que ella estaba viva—. Es... No sé... ¿Podemos pasar primero? —le preguntó, casi sin alzar la mirada.

El viaje a la cocina se le hizo eterno, pero ver a Toni de buen humor y moviéndose al son del té para preparar aquella reunión improvisada le sacó una sonrisa leve. Todavía hipaba de vez en cuando y ni se molestó en ocultar la mala cara cuando se sentó en la mesa. Apoyó los codos sobre la superficie y se llevó las manos a la frente en un gesto de cansancio.

--Creo que es obvio... —suspiró—. Pero estoy aterrada. En la Cercanía no me había enfrentado nunca a la idea de la muerte y creo que... —calló brevemente para evitar volver a llorar—. No estoy preparada para todo esto, yo que sé. ¿Cómo lo hacéis vosotros para aceptar que un día dejaréis de existir? O que todo lo que os rodea puede desaparecer también en un pestañeo.

Ulmara estaba entendiendo por fin, a golpes, lo verdaderamente peligrosa que era Rocavarancolia y lo grave de que los hubiesen traído hasta allí. A veces se acordaba de Veriel, el chiquillo al que devoró aquel pájaro extraño, y sentía ganas de vomitar. O de seguir llorando. O de pegarle puñetazos a las paredes hasta desollarse las manos para que el dolor la tranquilizara. Desahogarse era difícil a veces.

—My loneliness is killing me (And I) I must confess I still believe (Still believe) When I'm not with you I lose my mind Give me a sign, hit me baby one more time— cantaba Toni haciendo las dobles voces en falsete con el volumen suficiente para que lo escuchasen sus compañeras pero no para despertar a todo el Torreon.

»Joder, que susto me habéis dado, ¿Sarah tu conoces a Britney? que raro suena en este idioma— dijo mirando a Ulmara.

Toni había llorado lo suficiente como para saber que los puntos de fuga eran necesarios para parar de llorar y sentirse lo suficiente cómodo como para hablar sin miedos.

—He encontrado manzanilla, no se si os gusta pero es buena para la vida, y calentita más. Si me pasais tres tazas os sirvo— no se le quitaba de la cabeza la canción.

Toni escuchó a Ulmara con absoluta entrega. La miraba con ojillos tiernos.
—Ay es cierto, tu cultura no tiene el concepto de la muerte ¿no? Uf, es que en la Tierra está presente en todos lados. Desde muy pequeños tenemos la muerte en nuestras vidas—les decía mientras servía la manzanilla—Yo a veces he pensado que pasaría si muriese, qué pasaría con mis padres. También que pasaría conmigo si mis padres desaparecieran. Es curioso. pero siempre pensé que no sería capaz de sobrevivir sin ellos y mírame ahora.

»Pero oye tu piensa que si tienes que hablar de esto, o de cualquier otra cosa, puedes contar con nosotros, así me animas las guardias que esta habla lo mismito que una tumba. Oye y mira que le saco temas, pero nada, no hay manera, sirve para espia— le dió una taza de manzanilla y un abrazo. Se derramó un poco de manzanilla en la ropa que usaba de pijama.

Toni se sorprendió que Sarah no conociera a la cantante.
—Tia, pero tu eres de la Tierra ¿no? ¿Quién no conoce a Britney? Quiero decir, ES BRITNEY— dijo claramente sorprendido.

Cuando Sarah empezó a hablar Toni le pegó un sorbo a la manzanilla —¿Quieres animarla o que salgamos en canoa?

Ulmara se sentó en una de las sillas, recuperándose todavía de la llantina. Hipaba al respirar y temblaba como un flan, pero había logrado cortar el lagrimeo incesante y ahora solo se le escapaban unas pocas gotas de allá para cuando. El ambiente extrañamente distendido que se formó en la cocina le sirvió para eso. Puso una taza para que Toni le sirviera la manzanilla y se limitó a escucharles, compaginar sus puntos de vista era tan extraño como el ambiente que formaban juntos, pero era... ¿gracioso? ¿acogedor? En fin, a ella le aliviaba de alguna manera ver a Toni hablar de la muerte como si no fuera nada y a Sarah como si se tratara de un drama final inevitable que les esperaba a todos al final del camino. Entre canciones humanas de gente ligando, infusiones y puyas que iban y venían.

—Creo que no son cosas incompatibles —se rio levemente, aludiendo al final en canoa que profecitó él. Con la lágrima fácil, la cercana podría incluso llorar de la risa a este paso—. Lo peor que te puede pasar en la Cercanía es que se muera tu mascota, la verdad... O bueno, en teoría. Estos días he descubierto que la bisabuela que se pasea por casa a veces lleva muerta varias décadas —se le coló un resoplido entre la risa y tuvo que llevarse una servilleta al pico para sonarse los mocos lo más discretamente posible—. Aun así está claro que la muerte no es siempre el final, pero no sé, es como que la vida de repente es muy corta y todo es más difícil ahora. ¿No os da miedo que os pase algo aquí, que este sea el sitio... —"...en el que muramos?".