Guille, date cuenta

Recuerdo del primer mensaje :

El comportamiento de Guille durante los preparativos de la fiesta de Halloween había dejado a Eitne preocupado y, en cuanto vio que se haría de noche, utilizó su voz para organizar una reunión "sorpresa". Por un lado llamó al brujo y le pidió que fuera a su habitación para preparar el disfraz de su forma nocturna y por otro le pidió a Nime que fuera también a su habitación, en este caso porque a Guille le pasaba algo y no sabía el qué. El niño aprovechó por el camino, se levitó y se quitó con una maña aprendida su disfraz leonino y el resto de ropa. Después desconjuró su pierna y, por el pasillo, su forma se convirtió en una suerte de nube negra que, poco a poco, adquiría el aspecto de un enorme león.

La bestia solidificó sus garras para abrir la puerta de la habitación, tiró su ropa sobre el colchón y se sentó en el suelo a la espera de que llegaran los dos. En esta forma no podía mandar mensajes privados ni contaba con su aura, así que era mejor que se escondiesen en el cuarto para hablar sin tapujos.

—¿Qué es lo que te pasa, Guille? Cuéntanoslo, porfa... —La bestia del crepúsculo perdía cualquier rasgo intimidatorio en cuanto hablaba de forma tan infantil y preocupada como ahora.

En el fondo se olía lo que iba mal, pero necesitaba que el brujo de las pendicularias se lo confirmara primero.

Guillermo no podía evitar reírse y seguía chinchando.

- No te lo quitó, cuando os guste alguien os voy a decir las mismas cosas que me habéis dicho- y les saco la lengua- Eitne ademas te queda genial y con el disfraz esta genial, espera el disfraz.... tengo que hacertelo que tengo el libro del hechizo por algún sitió, ¿Nime estas a tiempo quieres que te coloree en algún color?- dijo mientras se ponía a rebuscar entre las cosas de la habitación.

Nime negó con la cabeza, aguantándose la risa, ante las súplicas de Eitne.
—¿Y qué quieres que le diga? Va a hacer lo que le dé la gana y no puedo ayudarte con magia —respondió, obviando el hecho de que se conformaba con el castigo que le había dado a ella Guille y no quería buscarle las cosquillas y ganarse uno peor que le arruinase el disfraz más tarde.

Nime también se rió de la ironía de las palabras vengativas de Guille. A la vez que negaba con la cabeza para indicarle que no necesitaba ayuda con el disfraz le dijo, triunfal:
—Pues entonces no te lo contamos y ya está.

El león resopló y se tumbó en el suelo con hastío, tapándose el morro y espachurrándose debido a su estado semigaseoso. No era consciente de que acabaría con la cara llena de purpurina.

—¡Es verdaaaaaaad! —dijo lastimeramente tras Nime. La demonio mineral siempre llevaba razón—. Pues si me regañan les voy a decir que es culpa tuya, Guille. ¡Que lo sepas! —le advirtió.

Decidió quedarse tumbado un rato y Limón, que había estado picoteando en su comedero, voló hasta la bestia del crepúsculo y se posó en la espalda del león. Sus patas se hundieron levemente en las sombras y, como no, también se llenaron de purpurina. De nuevo, Eitne no era consciente ahora. Lo sabría más tarde, tras la fiesta, cuando volviera a la habitación y se encontrase las huellas de limón por toda la mesa.

El animal trinó para animar al niño.

Guille seguía riéndose y haciendo el tonto:

- Siiii me lo tenéis que decir cuando os guste alguien me lo tenéis que contaaaaaaar- dijo cruzándose de brazos y poniendo cara de ofendido- Eitne van a decir que es una idea genial y que estas precioso- contrargumentando mientras seguía buscando, y cogió con la mano un papel arrugado en el que había cosas garabateadas- aquí está-  en el papel estaba los apuntes si a eso se le podía llamar apuntes del hechizo para cambiar el color, que había aprendido en una de sus salidas a aprender magia con los demás.

—¡Porque es verdad! —rio Nime cuando Eitne advirtió lastimeramente a Guille. Ignoró a propósito la petición de Guille, haciendo como si no la hubiese oído, y se levantó de la cama para coger un puñado de purpurina y tirarlo hacia arriba, deteniéndose a observar los brillos que emitía al girar en el aire mientras caía.
»Si os vais a poner con el disfraz, yo me voy a preparar el mío —les dijo con una sonrisa traviesa. Estaba deseando tenerlo listo. Guille y Eitne eran los únicos que sabían más o menos lo que iba a hacer porque no se había podido resistir a contarles cosas, pero tampoco les había explicado todos los detalles—. ¡Nos vemos en la fiesta!
Cuando salió por la puerta se dirigió a su habitación. Si alguien la veía y le preguntaba por qué venía de la habitación de Eitne diría que estaban ayudándose unos a otros con cosas del disfraz.

Eitne se rió cuando Nime le dijo que, en efecto, era verdad que todo era culpa de Guille. A pesar de su tono cantarín, su voz nocturna no le hacía sonar tan inocente y le daba un poco de miedo escucharse a sí mismo. Se le pasó enseguida, no obstante, pues Guille de verdad insistía en que era buena idea mantener su castigo. La bestia suspiró, mirando con disimulo cómo caía la purpurina que tiró Nime hacia arriba, y comenzó a agitar la cola de la emoción ante la idea de cambiarse.

—¡Vaaaaaale! —se rindió a Guille, antes de despedirse de Nime—. ¡Muérete bien para que se asusten!

Era algo increíble, pero Eitne no pensó en sí mismo durante el incidente en el que le destrozaron la pierna, ni pensó en los cadáveres a medio desenterrar de viejos amigos, ni pensó siquiera en quienes perdieron su vida en una casa en llamas. Iba a ver a Nime cubierta de sangre y... ¿No pasaba nada? Se moría de ganas por disfrazarse él también, por llegar a la fiesta y por verlos a todos con sus trajes terroríficos. Al final, por mucho que se los currasen, nada daría tanto miedo como la realidad. Y, aún así, nisiquiera eso le asustaba tanto.