Guille, date cuenta

El comportamiento de Guille durante los preparativos de la fiesta de Halloween había dejado a Eitne preocupado y, en cuanto vio que se haría de noche, utilizó su voz para organizar una reunión "sorpresa". Por un lado llamó al brujo y le pidió que fuera a su habitación para preparar el disfraz de su forma nocturna y por otro le pidió a Nime que fuera también a su habitación, en este caso porque a Guille le pasaba algo y no sabía el qué. El niño aprovechó por el camino, se levitó y se quitó con una maña aprendida su disfraz leonino y el resto de ropa. Después desconjuró su pierna y, por el pasillo, su forma se convirtió en una suerte de nube negra que, poco a poco, adquiría el aspecto de un enorme león.

La bestia solidificó sus garras para abrir la puerta de la habitación, tiró su ropa sobre el colchón y se sentó en el suelo a la espera de que llegaran los dos. En esta forma no podía mandar mensajes privados ni contaba con su aura, así que era mejor que se escondiesen en el cuarto para hablar sin tapujos.

—¿Qué es lo que te pasa, Guille? Cuéntanoslo, porfa... —La bestia del crepúsculo perdía cualquier rasgo intimidatorio en cuanto hablaba de forma tan infantil y preocupada como ahora.

En el fondo se olía lo que iba mal, pero necesitaba que el brujo de las pendicularias se lo confirmara primero.

Guille entro corriendo a la habitación en el fondo quería compartirlo con sus dos mejores amigos.

-Que soy un poco tonto... que me gustaba Milo y pensé no se, cosas tontas... Pero a lo mejor soy muy pequeño y me gusta pensar en tonteriaaaas- dijo tirándose encima de la cama- ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!- dijo silenciando con la almohada- pero me alegro mucho por Rox y Milo, y los quiero mucho a los dos, pero pero... - una pendicularia apareció con unas servilletas para que Guille se sonara los mocos, por las lágrimas contenidas- Gracias Ketchup.

Nime asintió levemente cuando Eitne convocó una reunión en su habitación y no tardó en excusarse ante los mayores para ir a ponerse el disfraz. Para no levantar sospechas no se marchó a la vez que ninguno de sus compañeros, pero se dirigió al cuarto de Eitne a paso ligero una vez estuvo en el pasillo completamente sola, esperando no perderse el principio de la reunión.

Para cuando se juntaron Eitne ya había cambiado a su versión nocturna, y como estaba sentado en el suelo, Nime se tiró en plancha sobre la cama, dejándole la parte superior a Guille. Tras acomodarse, apoyó la cabeza sobre una mano y esperó la confesión de Guille mirándole con interés… solo para tener que aguantarse la risa unos momentos después.

No quería burlarse de su amigo, pero las circunstancias le resultaban demasiado graciosas como para que no se le escapase como mínimo una sonrisa congestionada. Se forzó a aparentar seriedad, pero hablaba como si no viese el problema por ningún lado.
—No seas tonto, si seguro que Milo no se iba a fijar en ti. Si siempre nos llaman enanos. —Se giró y quedó panza arriba sobre la cama. La verdad era que tampoco le gustaba ver así a Guille—. Jo, no te preocupes. Además, no sé, imagínate salir con él, sería muy raro…
Nime genuinamente pensaba que decir aquello era de algún consuelo. Ella desde luego no le veía mucho sentido.

La nube de negrura que era Eitne se tumbó y se espachurró contra el suelo a la vez que resoplaba. Le daba mucha pena ver a Guille mal y a la vez sus palabras le hicieron pensar en lo mucho que le gustaba ir al burdel y ver a Vanyme y a los conejitos, pero decidió que no pasaba nada. En Daelicia las relaciones parecían más fáciles, ¿o tal vez él no las entendía aún del todo? Fuera como fuese, recobró algo de compostura y asintió con energía tras Nime. Le gustaba que la libense tuviera tan claro qué era lo que había que decirle a Guille y solo podía darle la razón.

—La verdad es que sí... ¡Serías nuestro hermano y nuestro cuñado a la vez! —se rio, ayudado también por la aparición de Ketchup. En esta forma su risa distaba de ser cantarina y, aun así, en cierta forma lo fue. No dejaba de haber un niño dentro de aquella nube negra con zarpas, colmillos y cuernos—. Es un poco caca, somos demasiado pequeños todo el rato. Puede que incluso sigamos siendo más pequeños que todos los que vengan hoy, me lo dijo el árbol... —sin querer volvió a pensar en Vanyme y arrugó su morro leonino en una expresión de disgusto. El árbol era Dirke—. ¡Pero no pasa nada! ¿Para qué queremos novios si tenemos superpoderes mágicos chulos?

En realidad sí pasaba. La verdad era que los tres habían sido unos cosechados excepcionalmente pequeños y, efectivamente, seguirían siendo menores que los recién llegados. Eitne lo sabía en el fondo. Esa sensación de que les faltaba edad para entender las cosas seguiría acompañándoles un tiempo y, aun así, también se acabaría por deformar. Iban a crecer siendo monstruos, al fin y al cabo. Aunque Eitne todavía no era consciente de ello.

-¡¡Oyeeeee!! Que se supone que sois mis amigos- dijo poniendose rojo, por los comentarios de ambos, y  tiro la almohada hacia la cabeza de Nime- ya se que es tonto por eso me puse así, pero vosotros deberíais apoyarme- dijo mientras se ponía en pie y saltaba encima de Eitne- ¡¡tengo un hechizo para castigar esta clase de comportamientos!! ¡¡Rindete bellaco!!

Dijo mientras hacia los movimientos del hechizo apuntando a Eitne, una bola pequeña y llena de brillos saldría disparada hacia él. No sentiría ningún daño ni nada diferente, pero a partir de ahora estaría generando purpurina por su cuerpo y dejándola por todas partes que fuese tocando. Era la condena purpurinaica el castigo de los infieles y martillo de los malvados. Un hechizo absurdo que duraría una noche como mucho.

Eitne estaba de acuerdo con ella, aunque parecía pensar que ser pequeño era un problema. Para Nime no lo era, lo que le molestaba era que los mayores lo tratasen como tal. No habían nacido ayer, después de todo, y los mayores tampoco eran mucho más mayores.
—¡Eso, eso! —coreó las últimas palabras de Eitne justo antes de recibir un golpe de cojín en toda la cara—. ¡Hey! ¡Que solo intentábamos ayudar!

Cuando Nime recogió el cojín para tirárselo de vuelta a Guille lo vio hacer un hechizo que no conocía y se lo quedó mirando perpleja. Cuando vio los efectos que tenía en Eitne, olvidó por completo por qué tenía el cojín en la mano y se echó a reír con ganas.
—¡Estás a tiempo de cambiar de disfraz para esta noche, Eitne!
El pensamiento de que tal vez a los mayores no les haría tanta gracia tener que recoger toda aquella basura pasó fugazmente por su cabeza, pero lo ignoró. Si la magia podía hacer aparecer toda aquella basura también podía hacerla desaparecer.

Eitne lo vio venir.

—¡No, Guille! Hechiz...

No pudo esquivarlo, intentó agacharse, pero en aquel instante era un objetivo gigantesco y no le sirvió de nada. En cuanto lo recibió miró a su alrededor, incapaz de saber qué pasaría. Guille usaba la magia de la peor forma posible: aleatoria. Y no había forma humana (ni daeliciana) de saber qué soles le había hecho. Por suerte o por desgracia, enseguida vio un par de huellas de purpurina con la forma de sus zarpas y el león arrugó el morro consternado. ¡Encima Nime se estaba riendo! ¿Por qué tenía que ser de noche y no de día?

—¡Nime, no! ¡No os riais! No quiero cambiar mi disfraz y no quiero ir manchandolo todo.... ¡Guille, deshaz esto, por favor! —De noche, su voz era tan grave que tan solo quedaba más patético suplicando—. ¡Nime, dile algo!

Una parte de él quería amenazarle con algo que le doliera, tal vez con decirle a Milo lo que les acababa de revelar. Pero otra parte de él sabía que aquello estaría muy feo. ¡Y encima necesitaba su ayuda de todas formas para el disfraz! Hacer amigos era dificil, pero mantenerlos sin querer morderles en la mano era incluso peor a veces.

(Un poco de gracia sí que le hacía lo de la purpurina).

Guillermo no podía evitar reírse y seguía chinchando.

- No te lo quitó, cuando os guste alguien os voy a decir las mismas cosas que me habéis dicho- y les saco la lengua- Eitne ademas te queda genial y con el disfraz esta genial, espera el disfraz.... tengo que hacertelo que tengo el libro del hechizo por algún sitió, ¿Nime estas a tiempo quieres que te coloree en algún color?- dijo mientras se ponía a rebuscar entre las cosas de la habitación.

Nime negó con la cabeza, aguantándose la risa, ante las súplicas de Eitne.
—¿Y qué quieres que le diga? Va a hacer lo que le dé la gana y no puedo ayudarte con magia —respondió, obviando el hecho de que se conformaba con el castigo que le había dado a ella Guille y no quería buscarle las cosquillas y ganarse uno peor que le arruinase el disfraz más tarde.

Nime también se rió de la ironía de las palabras vengativas de Guille. A la vez que negaba con la cabeza para indicarle que no necesitaba ayuda con el disfraz le dijo, triunfal:
—Pues entonces no te lo contamos y ya está.

El león resopló y se tumbó en el suelo con hastío, tapándose el morro y espachurrándose debido a su estado semigaseoso. No era consciente de que acabaría con la cara llena de purpurina.

—¡Es verdaaaaaaad! —dijo lastimeramente tras Nime. La demonio mineral siempre llevaba razón—. Pues si me regañan les voy a decir que es culpa tuya, Guille. ¡Que lo sepas! —le advirtió.

Decidió quedarse tumbado un rato y Limón, que había estado picoteando en su comedero, voló hasta la bestia del crepúsculo y se posó en la espalda del león. Sus patas se hundieron levemente en las sombras y, como no, también se llenaron de purpurina. De nuevo, Eitne no era consciente ahora. Lo sabría más tarde, tras la fiesta, cuando volviera a la habitación y se encontrase las huellas de limón por toda la mesa.

El animal trinó para animar al niño.

Guille seguía riéndose y haciendo el tonto:

- Siiii me lo tenéis que decir cuando os guste alguien me lo tenéis que contaaaaaaar- dijo cruzándose de brazos y poniendo cara de ofendido- Eitne van a decir que es una idea genial y que estas precioso- contrargumentando mientras seguía buscando, y cogió con la mano un papel arrugado en el que había cosas garabateadas- aquí está-  en el papel estaba los apuntes si a eso se le podía llamar apuntes del hechizo para cambiar el color, que había aprendido en una de sus salidas a aprender magia con los demás.

—¡Porque es verdad! —rio Nime cuando Eitne advirtió lastimeramente a Guille. Ignoró a propósito la petición de Guille, haciendo como si no la hubiese oído, y se levantó de la cama para coger un puñado de purpurina y tirarlo hacia arriba, deteniéndose a observar los brillos que emitía al girar en el aire mientras caía.
»Si os vais a poner con el disfraz, yo me voy a preparar el mío —les dijo con una sonrisa traviesa. Estaba deseando tenerlo listo. Guille y Eitne eran los únicos que sabían más o menos lo que iba a hacer porque no se había podido resistir a contarles cosas, pero tampoco les había explicado todos los detalles—. ¡Nos vemos en la fiesta!
Cuando salió por la puerta se dirigió a su habitación. Si alguien la veía y le preguntaba por qué venía de la habitación de Eitne diría que estaban ayudándose unos a otros con cosas del disfraz.