Un disgusto fluido

Recuerdo del primer mensaje :

Había comenzado como casi un paseo para estirar un poco las piernas, porque ni la enderth ni sus acompañantes pretendían irse muy lejos en un grupo tan reducido. Habían decidido explorar brevemente alguna zona cercana por la que aún no hubiesen pasado, pero por carpas y por percas habían acabado caminando bastante más de lo que pretendían. “De perdidos al río” había dicho la enderth cuando cruzaron una vez más aquella grieta siniestra. Lo que no podía saber era que su expresión iba a hacerse realidad.

—¿Oís eso? —Se detuvo cuando su oído captó un sonido familiar: el del agua corriendo—. ¡Viene de allí!
La enderth echó a andar a toda prisa en la dirección que había señalado, con bastante menos cautela de la que solía hacer gala. Estaba demasiado emocionada por la posibilidad que aquel sonido prometía. Incluso si no llevaba su caña improvisada encima el simple hecho de descubrir lo que pudiera convertirse en un sitio en el que pescar en el futuro era suficiente.

—¿Qué lucios es esto?
La decepción en su voz era más que patente cuando llegaron a lo que sin lugar a dudas era un río, pero obviamente su pregunta no era en relación a qué tipo de corriente de agua estaban viendo, si no a su pésimo estado. Lethe se acercó a la orilla del río para asegurarse que no se trataba de ninguna ilusión óptica: no, aquellas aguas estaban en un estado lamentable. Si vivían peces allí no iban a servir para ningún almuerzo, eso seguro. Puso los brazos en jarras y observó su reflejo distorsionado en las turbias aguas con indignación. Estaba enormemente decepcionada.

Aquella condenada ave era demasiado rápida para las flechas de Reina, al parecer. Lethe ignoraba lo que pasaba por la cabeza de la humana y no era lo suficientemente experta para saber que los tiros de la chica deberían ser bastante más certeros. Cuando el animal volvió a descender en picado en su dirección, la enderth gritó.
—¡Al suelo!
Se dejó caer amortiguando el golpe con sus brazos y soltando la lanza a un lado para esquivar el movimiento en picado del ave, esperando que sus compañeras le hubieran hecho caso o hubiesen sido capaces de evitar el ataque de otra manera.

Había notado que los movimientos de su atacante llegaban siempre desde la misma dirección. Parecía como si…
—¡Creo que nos quiere echar de aquí! Si nos alejamos es posible que deje de atacarnos —dijo mientras se levantaba.
Recogió la lanza rápidamente y empezó a moverse en la dirección opuesta a donde venía el ave. Escuchó los sonidos de otras criaturas en la distancia, pero no asoció de inmediato qué era lo que estaba oyendo. Solo se centraba en alejarse de allí y confiaba en que Reina y Amira hiciesen lo propio.

A cada gruñido del bicho Amira se ponía más nerviosa. Respiró hondo un par de veces, buscando calmarse. Debía controlar la adrenalina del momento, y mantener la calma. Era lo que había aprendido de los entrenamientos con Reina, pues aunque no le interesaba el arco, aquella parte sí le parecía útil y necesaria. No había tardado mucho en volver a ser consciente de la situación y no tardó en tirarse al suelo tras el segundo aviso de Lethe, usando los brazos para no darse en la cara al caer.

El bicho les había vuelto a atacar desde el mismo sitio, y ella llegó a la misma conclusión que sus compañeras: no las quería allí. Recogió la espada y siguió a Reina y Lethe en la dirección hacia la que las estaba empujando el bicho. Aquello era como con la puñetera serpiente: algo protegiendo a sus crías de posibles depredadores, así que esperaba que las dejara en paz cuando se fueran. Aun así no dejó de mirar en la dirección de la que se habían alejado, algo tensa aún.

Lethe no paró para echar la vista atrás, pero sabía que Reina tenía razón en su comentario. Los graznidos en la distancia, el ave adulta queriendo echarles… Era un típico ejemplo de protección de las crías. De lo que no se dio cuenta en absoluto era de que la humana también estaba intentando justificarse, pues para ella no había sucedido nada raro allí.

Y cuando creía que ya estarían a salvo, el dichoso ave continuó acechándolas.
—¡Que ya nos vamos, pesada! —dijo sin dejar de correr.
Cuando parecía que ya había desistido, el animal decidió que no se estaban alejando lo suficientemente rápido y se cernió una vez más sobre ellas. Para cuando la vio ya se encontraba encima de Amira.

—¡No!
Se lanzó a sujetar a la humana de un brazo intentando tirar de ella, pero no evitó que se hiciese una herida antes de que el ave se marchase de nuevo. Lethe miró su propio brazo agarrando al de Amira durante unos instantes, un tanto insegura acerca de su acción. Con un gruñido casi imperceptible simplemente echó a correr de nuevo sujeta a la chica, hasta que ganaron suficiente distancia.

Soltó el brazo de Amira, jadeando por la carrera y se giró hacia ella y Reina.
—¿Estás… bien? ¿Puedes aguantar hasta el torreón para que te cure Kahlo?
Con lo débil que era el único hechizo curativo que conocían no iba a servir de mucho si no lo hacía la varmana. Mientras esperaba la respuesta en la cabeza de la enderth rondaba una pregunta: ¿cuándo había empezado a no priorizar su propio pellejo sin importar lo que ocurriese?

No se paró en ningún momento, aunque el ave no las dejara en paz ni cuando se hubieron alejado. Parecía que solo las iba a sobrevolar hasta que se fueran, así que la francesa no se esperaba para nada un último ataque, menos aún cuando había venido de una zona que no podía ver. Intentó tirarse al suelo, pero fue tarde: ya tenía al ave encima, y aunque las veces anteriores no había pasado nada, esta era distinta. Sintió como la garra perforaba su hombro como si no fuera más que mantequilla, y gritó de dolor nada más notarlo.

No le dio tiempo a más. Lethe la tenía agarrada y la hizo correr hasta que estuvieron lejos. Cuando por fin pararon y la enderth la soltó se llevó la mano a la herida, para retirarla al momento. Igual tocarla sin las manos limpias no era la mejor idea, menos si no tenían nada para evitar que se infectara (sí, tenían magia, pero no muchos hechizos de curación). No había llegado a notar lo profunda que era, y casi prefería no saberlo. Sangraba, y eso era suficientemente malo.

—Creo… creo que sí —afirmó ante Lethe. Otra historia hubiera sido si le hubiera herido en la pierna, pero aunque le doliera, hasta el torreón podría llegar. No quería tampoco tener que quedarse más allí, y le era preferible forzarse algo que arriesgarse a que otra alimaña saliera a acabar lo que el ave había empezado. Dejó que Reina le curara la herida, y notar la sensación de la magia en su piel se le antojó maravilloso. El hechizo que tenían no era muy útil, pero al menos estaba ayudando a que dejara de sangrar, y eso era más que suficiente.

Se levantó con la ayuda de Reina y Amira e intentó no mover el brazo en todo el camino de vuelta. La herida seguía sangrando, pero menos, y le faltaban palabras de agradecimiento ante la ayuda de sus compañeras.
—Gracias por todo… —alcanzó a decirlas, aunque no le era suficiente.

Lethe también ayudaría a Amira a que se apoyase sobre ella si lo necesitaba. Reina se ofreció a curarle un poco la herida y la enderth observó cómo lo hacía. Sin duda la humana, si bien no llegaba al talento de Kahlo, tenía bastante mejor capacidad que ella misma o que la otra humana. La enderth ni siquiera llevaba cristales encima porque no habían planeado irse tan lejos y no creía que fuese a ser demasiado útil teniendo en cuenta lo poco que podía lograr. Desconocía las capacidades de Reina con la magia porque no la había visto hacer magia apenas, pero sin duda había estado practicando. Tal vez era como Kradko, que también poseía una mayor capacidad que ella.

—Sí: cuanto antes lleguemos mejor y nos hemos alejado demasiado del torreón —asintió a Reina.
En parte se sentía responsable porque ella era quien había querido dirigirse hacia el rumor del agua sin pensar demasiado. <<Tal vez por eso actué de forma tan precipitada>> se dijo. En ese momento tenía más cosas en las que pensar que el estado de las únicas aguas corrientes que habían visto hasta la fecha, pero no iba a olvidarlo precisamente.