Conejitos

Recuerdo del primer mensaje :

Vanyme estaba muy ilusionado con su visita. Le daba igual que sus compañeros hubiesen hecho bromas con que sus invitados fueran niños y él fuera el más joven del grupo, se lo había pasado muy bien con ellos durante la merienda y tenía ganas de volver a verlos. Habían acordado quedar para que Vanyme les echase un ojo mientras todos los novatos mayores estaban trabajando, y así de paso le ayudaban a elegir nombres para sus conejitos.

Estar en presencia de niños que se comportaban como niños era un alivio mucho más grande de lo que había esperado. Era refrescante, y le proporcionaba una sensación de normalidad, un respiro al caos violento que era la ciudad en su día a día.

Cuando llamaron a la puerta él ya estaba atravesando el corredor principal en dirección a la entrada. Le dio las gracias a Norou por abrir.

-¡Hola! ¿Qué tal estáis? -saludó, haciendo un gesto con la mano. Nunca tenía claro cuál era la forma correcta de saludar, había demasiadas culturas entremezcladas.

Los guió hasta su habitación. Vanyme vestía unos vaqueros desgastados de tiro alto y con los bajos remangados y un top corto de color naranja con un dibujo de la cara de un corgi (se lo había regalado Circe). No llevaba zapatos, pero sí algunas tobilleras con cuentas de madera. Subieron en el elevador, que todavía estaba en construcción la última vez que se vieron.

-Lo terminaron de instalar ayer, es muy útil. Aunque yo sigo usando las escaleras casi siempre, por costumbre -comentó.

Quiso pasar cuanto antes la que era la estancia principal de su habitación. Todo estaba decorado con tonos morados y dorados, algunos crema y varios tipos de metales. Había lámparas de cuentas de cristal y jarrones con plumas de pavo real, y una cama enorme con un dosel dorado que caía del techo. Pero lo importante estaba detrás de un panel de madera tallada junto al tocador. Tras este había una puerta que daba a otra estancia, más luminosa y de decoración mucho menos recargada. Había un sofá-cama repleto de cojines, un pequeño escritorio, un rincón de lectura con una alfombra y un puff, un sillón colgante y una balconada enorme repleto de macetas con crasas y cactus. También estaba el corral de los conejos, hecho entero de madera y cristal y decorado con plantas falsas y luces de navidad. Fuera del corral había un tipi pequeñito de color blanco.

-Ponéos cómodos -dijo. -Vale, antes de nada, ¿queréis tomar algo? Puedo pedirle a Prin que nos suba merienda pero su novela empieza pronto y no querría molestarla así que tiene que ser ahora o dentro de un buen rato.

Rocavarancolia no tenía televisión, pero a la frivy le gustaba ponerse sus grabaciones todos los días a la misma hora para mantener cierta rutina. También podían bajar ellos a por la merienda pero la cocina era zona prohibida cuando Cain no estaba.

-Nose que significa Tanatos pero me parecio que le pegaba- dijo guille con una sonrisa bobalicona.

Cuando se dio cuenta que estaba asustando a los conejos, se sento despacito y bajo el tono de su voz.

-Lo siento, no queria asustaros- dijo ya tranquilo y sentado- no gracias Vanyme  quedate el batido no quiero molestarte.

- Tanatos es bonito- dijo volviendo a hablar alto aunque se dio cuenta y se tapo la boca y volvio a hablar bajito- si no seth o Lanister o Zeus y eseeee Moana o Megara... oooooo Hades.

-No es molestia ninguna -aseguró Vanyme -Seguro que Prin aprecia que más gente pruebe sus batidos, podrías hacerle una crítica.

El conejo oscuro no tardó en salir completamente de su escondite gracias a la voz de Eitne y la promesa de chuches. Además, sólo había una persona nueva, todas las demás eran de confianza, así que trotó con toda la cautela de la que era capaz, primero a reclamar su premio y luego a cotillear a la nueva visita. La otra coneja no estaba tan convencida. Vanyme la tomó entre sus brazos y la acarició con suavidad para que estuviese calmada mientras se acostumbraba a la presencia de Guille.

El terra se echó a reir por la metralleta de nombres que ofreció el pequeño humano.

-¡Eso son muchos nombres! Pero en mi cultura el significado es muy importante, prefiero saber qué quieren decir -explicó. Le sabía mal tener que rechazarlos todos. Rodeó el nombre de Tila con un círculo y sonrió a Nime -Parece que ya tenemos uno. ¿Te gusta tu nuevo nombre, Tili? -le preguntó a la conejita sin dejar de acariciarle la cabeza.

Se estiró para coger una galleta y la mordisqueó para disimular un gesto de tristeza que le había pasado por el rostro.

-Mi mundo es peligroso… Y los sitios donde crecí ya no existen. Prefiero que vayamos a vuestros mundos ¿Qué podéis contarme de ellos? -preguntó, con la esperanza de animar un poco el ambiente que él mismo había arruinado -Y vuestros mayores sólo se preocupan por vuestra seguridad, es normal, pero tal vez si le pido escolta al señor Cain se queden más tranquilos.

Cain nunca le dejaba abandonar la ciudad, no tenía muy claro que fuese a dejarle en esa ocasión, sin embargo no quería darles un segundo chasco a los niños. Seguro que podía convencerlo si buscaba apoyo en alguno de sus compañeros transformados.

El niño arrugó la boca en un gesto de orgullo mal expresado en cuanto escuchó que Vanyme escogió uno de sus nombres. ¡Tila! ¡Qué bien! Los nombres eran una cosa muy importante para las mascotas y para los dueños también, lo sabía por Limón sobre todo, y le hacía ilusión que una parte de él, aunque fuese algo tan pequeñito como una sugerencia sobre infusiones, se quedase ahí a vivir. Miró tan profundamente a la conejita que se le pasó por alto el amago de tristeza en el rostro del ulterano. Similar al que cruzó por el suyo cuando le escuchó hablar de su mundo.

—Lo siento... —dijo en voz muy bajita, pero también muy clara, luego intentó cambiar de tema—. El mío es rarísimo... En la biblioteca hemos descubierto que en realidad es gigantesco y hay otros daelicianos más claritos que los míos, ¡y tienen tecnologías como las de gente de otros mundos! Como los vehículos esos que no necesitan animales de tiro. ¡También tiene muchos colores! ¡Y dos soles! ¡Y forma de huevo! También es muy dulce, en general, por lo visto.

Para él había sido lo normal durante toda su vida, pero desde que llegó a Rocavarancolia entendía que su normalidad daeliciana era la excepción dentro del vasto universo en el que se movían.

—Si los mayores no nos dejan, siempre podemos escaparnos después de la fiesta de los sustos —dijo en voz bajita de nuevo. Se refería a Halloween, o al día de la cosecha—. Los tres somos muy fuertes y seguro que no nos pasaría nada —añadió con cierto aire presumido, ¿quizás para impresionar a Vanyme?—. Además, ellos trabajan mucho, no nos pueden vigilar siempre, ¿a que sí chicos? —acabó sonriendo.

—Pff… Son nombres muy raros, Guille, ¿de dónde los has sacado? —se burló Nime ante la ristra de palabras que se le ocurrieron al brujo. Pronto Vanyme adjudicó un nombre y ya solo quedaba el otro por encontrar, así que no tenían que exprimirse tanto la cabeza.
—¡Pues mi mundo es genial! —explicó después de Eitne—. Hay edificios muy, muy chulos, sobre todo en la capital, los vi el día que me cosecharon. Y en la capital la gente se viste mejor, y en el palacio usan oro y muchos colores… Donde yo vivía era un poco distinto pero había paisajes muy bonitos, y el mar, y… Lo que pasa es que no te puedo guiar mucho porque solo conozco mi pueblo —admitió finalmente.

Tuvo que darle un codazo disimulado a Eitne por bocazas cuando dijo que podían escabullirse sin decirle nada a los mayores. Vanyme tenía aspecto de ser alguien que cumplía las normas y, si se lo decían sin más, seguro que no accedía a acompañarlos sin decir nada a nadie. Peor aún, podía chivarse a los mayores de que planificaban aquel tipo de cosas sin consultarles. Necesitaba conocerle un poco mejor antes de hablar sin tapujos delante del terra.
—No, pero ya sabes cómo son —respondió en cambio, como si nada hubiese pasado y con fingida resignación.

- Pos pienso que son nombras muy guays- dijo bajito, se puso a acercarse a tocar a los conejos y escuchando hablar a cada uno sobre su mundo, ya había escuchado a sus amigos hablar de sus mundos pero volver a oír hablar solo hizo que sus ganas de visitar esos mundos aumentaran.

Cuando Eitne dijo de irse sin decir nada Guille dijo muy estusiasmado:

-¡Que buena idea!- pero al ver el codazo de Nime se tapo la boca rápidamente.

- Pues mi mundo, hay gente de muchos tipos y hay muchas obras y basura, y ademas muchos animales y comida muy rica y dibujos animados y parques de atracciones con atracciones muy guays y algodón de azúcar y colegios.- dijo como asumiendo que esa era la descripción más correcta de la tierra.

Vanyme se quedó embelesado mirando a Eitne mientras hablaba, algo que parecía estar convirtiéndose en costumbre. Sacudió ligeramente la cabeza al darse cuenta y sonrió al niño, entre encantado y confuso.

-Tu mundo suena precioso, me encantaría verlo algún día -Luego añadió, preocupado por estar incentivando un comportamiento imprudente -Pero por favor, prometedme que no iréis sin decírselo a nadie. Estoy seguro de que los tres sois muy fuertes pero vuestros amigos se preocuparían si no os encuentran.

Tila saltó del regazo de Vanyme hacia Eitne, como si pretendiese usar sus propios encantos para convencerle, aunque en realidad solo se le había pasado el susto y quería más mimos. El conejito sin nombre también se sentía más valiente y ya había reconocido a Nime por segunda vez y estaba olisqueando a Guille, a ver si tenía chuches para darle.

-Seguro que tu pueblo es muy bonito, Nime -dijo el terra con una sonrisa -El señor Cain tiene otro local en la Capital, a lo mejor alguien de allí puede hacernos de guía a todos.

Estaba seguro de que algo tan dentro del rango de control del invocador no supondría ningún problema.

En cuanto al mundo de Guille, Vanyme no habría sido capaz de entender ni la mitad de lo que el niño le había dicho de no llevar varios años conviviendo con humanos, aunque la explicación no dejó de desconcertarle.

-Suena… curioso -dijo al final -¿Qué comida es tu favorita? Tengo amigos de tu mundo aquí y cuando se ponen a hablar de comida parece que no van a acabar nunca -rió.

A Eitne le encantaba escuchar a la gente hablando de las cosas que les gustaban y eso incluía los mundos de los que procedían. Observó a sus amigos hecho un ovillo, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza en sus manos. Hubo un momento en el que se dio cuenta de que Vanyme le miraba y le dedicó una sonrisa inocentona a la vez que asentía. A Eitne también le parecía que Daelicia era un mundo bonito, claro. ¿Quizás el más bonito?

La respuesta llegó en forma de codazo disimulado. El niño carraspeó, trató de contener un gesto que solo podría llamarse "Oh, demiurgo, la he cagado" y siguió sonriendo de forma más incómoda.

—No, no, claro... —dijo, rezando para que su aura suavizase la mentira—. Jamás haríamos algo peligroso sin avisar a nadie, nunca lo hemos hecho tampoco... —carraspeó y añadió, con un poco de vergüenza y mucha ilusión—. ¡Pero sería diver hacer una visita guiada a Libo contigo!

Por suerte, la conejita recién llamada Tila saltó hacia su regazo y el niño se distrajo.

—¡Hola, bonita! —le dijo solo al animal—. ¿Qué pasa, que quieres caricias, eh? ¡Pues toma, para tiii! —Y procedió a acariciarle la cabecilla con la yema de los dedos y a peinarle los pelitos de las orejas.

Escuchó de fondo la pregunta de Vanyme con mucha curiosidad y pensó que, a lo mejor, el nombre del otro conejo podría ser la comida preferida de Guille. ¿O alguna otra cosa?

Nime se echó a reír con la descripción de Guille de la Tierra. Después de tanto tiempo con los humanos de su grupo sabía a qué se refería con todo aquello, pero no le había dado demasiado contexto y, sobre todo, con aquella descripción Nime se lo había imaginado cubierto de basura por todas partes.

Dejó de reír porque el esperado sermón de Vanyme no tardó en llegar. No les riñó, lo que era de agradecer, pero el discurso sobre lo que debían hacer o no era el de siempre.
—No… Si no podemos ir solos a ningún lado ahora. Seguro que no nos dejan ir sin un mayor con nosotros —dijo para tranquilizarlo.
»¿En serio? —saltó ante la mención del local en la capital—. ¿De verdad podríamos ir? ¡Yo quiero volver!
No se sentía preparada para volver a su pueblo, pero la capital era algo totalmente diferente… Y seguro que los recibían por todo lo alto, como cuando se había ido. A la niña le hacían chiribitas los ojos solo de pensarlo.

El resto estaban hablando de otras cosas o acariciando a los conejitos, pero ella seguía pensando en el plan de ir a Libo. Estaba deseando preguntar cómo podían hacerlo, pero esperó pacientemente a que Guille respondiese a la pregunta de Vanyme. Entre tanto intentó llamar la atención del conejo sin nombre con comida una vez más.
—Nos estamos olvidando de ti, enano.

- mmmmmm pues la pizza, las hamburguesas, el helado, las chuches y toda la comida basura - dijo sonriendo- tenemos que ir a la tierra y os llevare a probarla y a ver animales. Y podemos ir a algún parque de atracciones y parque de bolas.

- Tenemos que hacernos una lista con los planetas a los que ir porque quiero ir a todos vuestros mundos suena muy guays realmente la tierra era muy aburrida y todo es un lío, los vuestros suenan mejores. Vamos al de Nime primeroooo

Visto que el recién llegado no le daba chuches, el conejito oscuro volvió con Nime. Su lealtad era fácil de comprar, estaba claro.

Vanyme, por su parte, descubrió que había probado dos de los platos favoritos del humano.

-El señor Cain nos hace pizza a veces -dijo -Y siempre hay helado en el congelador, aunque ese lo traemos de varios mundos.

Lo cierto es que el helado daeliciano hechizado era más popular que el terrícola, salvo por él. Vanyme prefería los sorbetes frivys de frutas.

El entusiasmo de los niños por los posibles viajes se le estaba contagiando. Nunca había mostrado mucho interés en salir de su pequeño círculo, o más bien siempre había sentido pavor de hacerlo, por eso las restricciones de Cain no le habían molestado. Pero viniendo de la boca de los tres pequeños, incluso aunque contasen cosas que ya había oído de otras personas, todo sonaba más seguro, menos amenazante. Era como si el hecho de que aquellos tres existieran le confirmase que el mundo exterior no podía ser tan malo.

-¡Podéis ir haciendo la lista! -propuso, sintiéndose valiente de pronto -Y yo podría hablar con el señor Cain.

Eitne se estaba emocionando mucho con los planes. Tal vez era porque los estaban haciendo con Vanyme, o tal vez también tenía que ver que parecía una conversación entre iguales, pues tanto ellos como el ulterano tenían vigilancia y gente a la que rendir cuentas (en el buen sentido, por su propio bien). Miró a la libense con expresión de júbilo y dio un par de palmaditas.

—¡Sí, porfa, pregúntale! —le dijo a Vanyme—. ¡Primero a Libo! —coreó a Guille enseguida—. ¿Luego a Daelicia? Os puedo enseñar sitios muy chulos —dijo, a pesar de que los sitios chulos eran unicamente su pueblo y zonas del bosque que lo rodeaba. De hecho, más tarde se daría cuenta de que no sabía cómo llegar desde el portal—. Si está guay Kankri, podemos llevar a Vanyme alguna vez —sugirió mientras se deleitaba en lo suaves que eran las orejitas de Tila—. ¡Y tenemos que ir al mundo de los insectos y los pájaros, de aventuras!

Salió de su ensimismamiento porque Nime llevaba razón. ¡Se habían olvidado del otro conejo!

—¿Y si lo llamamos Galleta? Así tenemos infusión y pastas —se rio. La sugerencia era seria, sin embargo.

Nime estaba encantada de que Libo fuese a ser el primer mundo de la lista, por una especie de orgullo tonto que no venía a nada. Asintió efusivamente a todas las propuestas de Eitne para sumar a la lista.
—A mí me gustaría ir a todos, ¡todos! Con tiempo, bueno, pero poco a poco —agregó, entusiasmada. Tarde o temprano los vería todos, y seguro que si se alistaba al ejército también la hacían viajar de uno a otro, o eso esperaba ella.

Cuando Eitne propuso ponerle Galleta al conejo, Nime negó con la cabeza.
—Galleta suena raro… y Pasta también, aunque un poco mejor… No sé, ¿y si se llama Té? Como Té y Tila porque ella es tranquilita y él no para quieto.
»¡Jo! No pensé que poner nombres fuese tan difícil —protestó haciendo un puchero.

Guille estaba muy contento con la idea de ir a los mundos vinculados sonaba muy divertido, y podría conocer mejor a sus amigos.  

- Y si lo llamamos Mr. Whiskers-  dijo Guille.

Se acerco a susurrar a Eitne al odio:

- Que le pasa en la cara,  ¿Por qué le miras todo el rato?- le pregunto al darse cuenta que Eitne llevaba todo el rato mirando demasiado a Vanyme.

Vanyme se dio toquecitos en el labio inferior con el índice, pensativo. Le gustaba la idea de que el nombre del conejito negro estuviese relacionado de alguna manera con el de Tila, como si fuesen a juego, pero las opciones propuestas aún no acababan de cuadrarle. Sonrió a Guille con cara de circunstancia, ya que de nuevo había dado un nombre del que no sabía el significado. De pronto, le vino a la cabeza, a raíz de la última proposición de Nime.

-¿Moca? Es un tipo de café. Así serían dos tipos de bebida: una da energía y la otra es para calmarse.

Encajaban incluso por los colores, era perfecto. Vanyme lo anotó en su cuaderno y rodeó ambos nombres varias veces a pesar de que era imposible que se olvidase.

-Moca y Tila -dijo, asintiendo satisfecho.

Quería preguntarle más a los niños sobre mundos y posibles planes en sus viajes, especialmente por Kankri, ese mundo que solo le sonaba por habérselo oído mencionar de pasada a alguien del burdel, pero del que no sabía nada. Sin embargo unos toques suaves en la puerta interrumpieron la conversación. Prin se asomó, parecía que su programa ya había terminado.

-Vanyme, tienes ensayo pronto -dijo.

-Vaya, ¿tan tarde es ya?

Vanyme miró el único reloj de su habitación. El tiempo se le había pasado volando.

-Lo siento, chicos, voy a tener que despedirme ya, tengo trabajo -se disculpó. -¿Necesitáis que os acompañe a la Sede? O puedo pedirle a alguien que lo haga.

No le parecía apropiado que los niños volviesen solos, sería un anfitrión horrible. Supuso que a Cain no le importaría que llegase algo más tarde, y así podrían estirar un poco la conversación. No quería despedirse aún.

Eitne se estaba quedando sin ideas para nombres y entendía que los que sugería él no fueran escogidos porque nisiquiera él lo tenía tan claro. El niño se ruborizó cuando Guille le hizo aquella pregunta y le dio un codazo, de forma similar a como había hecho Nime con él para que no hablara de más sobre algunas cosas.

—¿Qué? ¡No tiene nada! No sé qué dices... —susurró con claridad exclusiva para el humano. Acto seguido, se reincorporó en la conversación a tiempo para escuchar el que finalmente sería el nombre del conejo que faltaba. Esta vez habló para todos—: ¡Moca! ¡Me gusta! —dijo, aunque no había sabido lo que era hasta que Vanyme se lo explicó a los tres.

Por desgracia para el niño, Prin volvió a llamar a la puerta y trajo malas noticias en forma de ensayos. Esbozó una mueca de pena, pero entendió sin problemas que el plan se había acabado. Se despidió con mucha efusividad de los recién bautizados Tila y Moca y abandonó el burdel muy feliz de la merienda que habían tenido. No era muy fan de necesitar que les acompañaran adultos todo el rato, pero en esta ocasión no dijo nada. Quería alargar un poco aquella conversación con un amigo nuevo.

Nime se estaba estrujando el cerebro a la vez que Vanyme, pero su vocabulario era más escaso y, cuando escuchó la sugerencia del chico, ni siquiera sabía qué era eso. Por suerte lo explicó, porque ella no habría preguntado por no quedar mal.
—¡Suena bonito! Les quedan muy bien los nombres —afirmó con satisfacción.

Eitne y Guille habían estado hablando de algo, pero Nime perdió la ocasión de preguntar sin ningún tipo de reparo al ser interrumpidos por Prin. Estaba totalmente decepcionada porque apenas le había dado tiempo a hacer que los conejos confiasen en ella, y ahora que empezaban a abrirse quería seguir jugando con ellos.
—¿Cuándo podemos volver? —fue lo primero que preguntó. En cuanto a quién les acompañase no le importaba, pero al igual que Eitne pensó que se las podían arreglar solos perfectamente hasta la sede. Puede que fueran niños, pero ya no eran los mismos que en la criba.

Se despediría de todo el mundo que se encontrasen de camino a la calle con buen humor. Al fin y al cabo habían pasado la tarde haciendo algo diferente y seguramente podrían volver más veces.