Conejitos

Recuerdo del primer mensaje :

Vanyme estaba muy ilusionado con su visita. Le daba igual que sus compañeros hubiesen hecho bromas con que sus invitados fueran niños y él fuera el más joven del grupo, se lo había pasado muy bien con ellos durante la merienda y tenía ganas de volver a verlos. Habían acordado quedar para que Vanyme les echase un ojo mientras todos los novatos mayores estaban trabajando, y así de paso le ayudaban a elegir nombres para sus conejitos.

Estar en presencia de niños que se comportaban como niños era un alivio mucho más grande de lo que había esperado. Era refrescante, y le proporcionaba una sensación de normalidad, un respiro al caos violento que era la ciudad en su día a día.

Cuando llamaron a la puerta él ya estaba atravesando el corredor principal en dirección a la entrada. Le dio las gracias a Norou por abrir.

-¡Hola! ¿Qué tal estáis? -saludó, haciendo un gesto con la mano. Nunca tenía claro cuál era la forma correcta de saludar, había demasiadas culturas entremezcladas.

Los guió hasta su habitación. Vanyme vestía unos vaqueros desgastados de tiro alto y con los bajos remangados y un top corto de color naranja con un dibujo de la cara de un corgi (se lo había regalado Circe). No llevaba zapatos, pero sí algunas tobilleras con cuentas de madera. Subieron en el elevador, que todavía estaba en construcción la última vez que se vieron.

-Lo terminaron de instalar ayer, es muy útil. Aunque yo sigo usando las escaleras casi siempre, por costumbre -comentó.

Quiso pasar cuanto antes la que era la estancia principal de su habitación. Todo estaba decorado con tonos morados y dorados, algunos crema y varios tipos de metales. Había lámparas de cuentas de cristal y jarrones con plumas de pavo real, y una cama enorme con un dosel dorado que caía del techo. Pero lo importante estaba detrás de un panel de madera tallada junto al tocador. Tras este había una puerta que daba a otra estancia, más luminosa y de decoración mucho menos recargada. Había un sofá-cama repleto de cojines, un pequeño escritorio, un rincón de lectura con una alfombra y un puff, un sillón colgante y una balconada enorme repleto de macetas con crasas y cactus. También estaba el corral de los conejos, hecho entero de madera y cristal y decorado con plantas falsas y luces de navidad. Fuera del corral había un tipi pequeñito de color blanco.

-Ponéos cómodos -dijo. -Vale, antes de nada, ¿queréis tomar algo? Puedo pedirle a Prin que nos suba merienda pero su novela empieza pronto y no querría molestarla así que tiene que ser ahora o dentro de un buen rato.

Rocavarancolia no tenía televisión, pero a la frivy le gustaba ponerse sus grabaciones todos los días a la misma hora para mantener cierta rutina. También podían bajar ellos a por la merienda pero la cocina era zona prohibida cuando Cain no estaba.

Con la respuesta de Nime, a Eitne le dio una carcajada de esas que, en un mal día de invierno, te pueden hacer lanzar los mocos por las narices. No había pensado mucho lo del Huésped y las galletas pero sí que no tenía sentido. Aunque si pudo empujar a Hyun, ¿amasar galletas a lo mejor no era tan complicado? Pensaba en eso cuando Vanyme les dijo que daba un poco de miedo y sintió que volvía un poco a la realidad, perdiendo la sonrisa y asintiendo con ímpetu.

Al ver que Nime comía sin preocupación, él se animó de nuevo y le dio otro bocado a la galleta mientras prestaba atención a Vanyme y los conejitos. Se distrajo brevemente cuando el ulterano les sonrió, porque sus dientes como colmillos le resultaron fascinantes, aunque no fueran rasgos desconocidos para él, precisamente por Nime y sus dientes de cristal. Sin embargo, los conejos eran un gran imán para el niño y acabó cayendo en sus desafiladas garras.

Cogió uno de los tarros, el de los pétalos, se lo llevó a la nariz para olerlo con curiosidad y cogió un par de ellos. Se los puso en la palma de la mano y la dejó a ras del suelo para que cualquiera de los dos se acercara, aunque imaginaba que el más intrépido llegaría primero.

—Tendremos que conocerlos bien para ponerles un buen nombre —dijo muy decidido, a pesar de que el nombre de Limón surgió de la nada—. Él se parece mucho a ti, Nime —añadió, refiriéndose al conejo color chocolate—, y ella me recuerda a Neil, seguro que que se llevaría bien con él.

—¡Hola, bonitos! —dedicó sus cascabeles en exclusiva para los animales—. ¿Y vosotros qué nombre creéis que os pega? —a pesar de que les hablaba a los conejos, más bien era su cerebro maquinando en voz alta.

Ya se le ocurrían los primeros candidatos a nombre: Terrón, Trote, Mofletes, Galleta, Manchas, Velita… Muy bonitos todos para el daeliciano, pero antes de exponerlos en voz alta sentía que antes debía pensarlos bien.

Nime se entristeció por un instante al escuchar que los conejos no podían comer dulces, pero si les podían dar otras cosas a ella le servía igual. Solo quería poder ofrecerles algo para hacerse su amiga, y verlos comer con aquellos dientecillos tan graciosos.

Vanyme liberó a los conejos a la vez que les mostraba unos tarros con comida para ellos, y Nime sonrió, sin quitarles los ojos de encima. El de color chocolate parecía el que más ganas tenía de comer en aquel momento. La libense arrastró el culo hasta el frasco que no había cogido Eitne y sacó algunos dados de fruta seca.

Solo uno de los conejos se atrevió a acercarse a ellos. Nime no se iba a rendir y pensaba hacerse amiga de ambos tarde o temprano, pero lo más sencillo era empezar por el marrón. Eitne ya estaba ofreciéndole comida, así que decidió esperar su turno para no agobiar al conejo.
—¿No se puede llamar Choco? ¿O Café? O… —Nime se detuvo, pensativa. Se refería al conejo más intrépido, pero solamente estaba pensando en su color—. Aunque digas que se parece a mí, él es un chico, no puede llamarse Nime. Ni ella Neil, supongo. Um… esto es más difícil de lo que pensaba —murmuró frustrada.

El conejito intrépido correteó hacia la mano de Eitne con toda confianza y atacó los pétalos de rosa, royéndolos y moviendo los bigotillos. La otra pareció aceptar el trozo de manzana que Vanyme le ofrecía, pero el efecto del aura del daeliciano pareció llamar mucho más su atención, por lo que, para sorpresa de su dueño, se aventuró fuera del regazo hacia su compañero con pasos mucho menos seguros.

-¡Vaya, nunca había hecho eso! -exclamó Vanyme. -Parece que le has caído bien.

El conejo oscuro terminó los aperitivos antes de que a la otra le diese tiempo a probar nada y a continuación olisqueó el aire mirando inquisitivamente a sus dos invitados como si preguntara por más. Cuando Eitne les preguntó en exclusiva ambos pares de ojillos se clavaron en él.

-No querría quitaros vuestros nombres -le dijo Vanyme a la libense al tiempo que le pasaba el trozo de manzana que tenía en la mano -Un momento, tengo una idea…

Aprovechando que ya no había ningún conejo en su regazo se levantó y fue al escritorio, donde cogió un taco de nota y un lapicero.

-Podemos ir apuntando todos los nombres que se nos ocurran y luego ir tachando -dijo volviéndose a sentar con las piernas cruzadas -Veamos… habéis dicho Choco y Café.

No perdía de vista a los conejos. Era fascinante verlos tan amigables con los niños.

Eitne seguía a los conejos con los ojillos llenos de ilusión, sonriendo como un tonto cuando Vanyme se sorprendió porque la coneja tímida se le acercó también. Sus habilidades como bestia del crepúsculo eran mucho más sutiles que las de sus compañeros: él no lanzaba hechizos con los dedos, ni moldeaba ningún material con la mente, ni tenía super fuerza o super velocidad, ni cambiaba su cuerpo a su antojo… Por si fuera poco, su aura no funcionaba siempre, mucho menos como él quería. Por esto mismo le hacía tanta ilusión percibir un cambio tan pequeño en la conejita tímida. De alguna forma sentía que había conseguido conectar con ella.

Con ayuda de pétalos de rosa, guió al más intrépido hasta Nime y dedicó su mano libre a acariciar al otro animalillo.

—Es verdad… Vuestros nombres no valen para todos, se me había olvidado —reconoció. Luego esperó a que el ulterano volviese con la libreta para hacer sus propias sugerencias—. Café no, porfa —pidió—, que está muy malo… Choco es bonito —añadió—. ¿Patata es un buen nombre? El color de ella se parece a algunas que tenemos en la sede. También se me ocurren Castaño y Manchas… —ninguna de sus sugerencias le acababan de gustar, pero es que Nime llevaba razón—: Sí que es difícil, sí…

Aprovechó para comerse una galleta de demonio.

Nime miró expectante al conejo intrépido mientras comía, deseosa de que también se interesase por la comida que ella sostenía. Si no estuviese cansada de saber que los animales preferían a Eitne por cuestión de transformación se habría empezado a sentir celosa, pero por desgracia ya estaba acostumbrada a aquello.

Cuando la otra conejita se atrevió a acercarse a ellos a Nime se le iluminaron los ojos y decidió esperar pacientemente y sin moverse bruscamente para ver qué hacía. Por suerte para ella Eitne guió al otro hacia ella para que comiese la fruta seca, y la demonio mineral aprovechó para tocar su pelo suave con un dedo mientras comía.

La idea de Vanyme de apuntar todos los nombres le gustó a Nime. Eso le permitía decir todo lo que se le pasase por la cabeza sin pensar hasta que se le ocurriese alguna idea decente.
—Patata es un poco feo —opinó la niña con un pequeño mohín—. Pero los otros son bonitos. A ver, qué más… Bolita, Orejones… No, no. Mmm… Pompón, Lana, Ovillo…
Nime arrugaba la cara de tanto que se esforzaba en pensar, pero quería dar con algún nombre bonito que le gustase a Vanyme y no se le ocurría nada que le pareciese perfecto.

Vanyme iba anotando los nombre según le iban diciendo. No escribía muy rápido, había aprendido después de llegar a la ciudad y prefería tomarse su tiempo antes que hacer una letra fea.

-¿No te gusta el café, Eitne? -preguntó, riendo por la cara que había puesto el niño. -Reconozco que a mi tampoco me gusta mucho, aunque dama Circe toma uno que está bastante rico, se llama capuchino.

Anotó también ese nombre. No sabía si cuadraba con alguno de los dos conejos pero por si acaso. Dejó la libreta sobre su regazo un momento para acariciar a la coneja de las orejas caídas.

-Mira, le gusta que le acaricien así -le indicó a Eitne, acariciando al animalillo en la cabeza con un solo dedo -Entre los ojos es su sitio preferido.


Por su parte el conejillo intrépido no solo se había acabado las chuches que le había ofrecido Nime si no que estaba ignorando sus caricias y olfateando por su mano en busca de más. Trazó un círculo corriendo alrededor de la demonio y luego volvió al mismo punto y se levantó sobre las patas traseras olfateando el aire.

-Mejor que no lo hagas esperar -dijo Vanyme reprimiento una risa -Es un glotón. ¿Teníais mascotas en vuestros mundos de origen? A lo mejor podemos sacar ideas de ahí.

—Ya… —habló todavía con la boca llena para darle la razón a Nime: Patata era feo—. ¡Pompón me encanta!

El niño se acabó la galleta y la ayudó a bajar con un trago de batido. Los demonios hacían comida muy rica en realidad y, brevemente, se preguntó qué y cómo les habría cocinado el Huésped, de haber podido.

Negó con vehemencia ante la pregunta del ulterano.

—No… Lo probé cuando vinimos la otra vez y sabía a morirse… —confesó. Le daba apuro reconocer que algo le gustaba tan poquito, se le hacía una emoción muy fuerte y fea de alguna manera. Por suerte, Rocavarancolia reubicaba los extremos del disgusto en un lugar mucho más lejano que Daelicia—. Pero Capuchino es un nombre muy bonito.

La pregunta de las mascotas le hizo mucha ilusión. Hubo un breve instante de tristeza en la cara del niño, pero se lo sacudió de encima como quien se quita una miga del regazo. Acarició a la conejita tímida imitando la forma en la que lo había hecho Vanyme, con mucho cuidado de no hacerle daño.

—En casa teníamos vhadkhitas y otros animalitos, la abuela nos dejaba subirnos a veces en una que se llamaba Señora borracha (en daeliciano no suena tan feo, os lo prometo). Pero mi preferido es Limón, que vive conmigo en la sede… ¿Y vosotros? —preguntó curioso. De Nime sabía algunas cosas, pero siempre le encantaba escucharla hablar de Libo. De Ulterania no sabía absolutamente nada. Pensando en su Limón, además, se le ocurrieron nombres nuevos. Esta vez los pronunció sin pensarlo mucho, intentando no interrumpir a Nime o a Vanyme cuando respondieran ellos, y miró con curiosidad cómo Vanyme escribía sus nombres—. ¿Qué tal Tisana? ¿Y Azúcar? ¿Chuche? ¿Regaliz? ¿O Tili? De Tila —aclaró—. Hmm…. ¡Cacao! ¿O Grajea?

Tanto nombrar la comida le llevó a pillar otra galleta. ¿Cuántas galletas era educado comerse? Porque presentía que eran menos de las que le apetecían...

Nime tenía su atención centrada el conejito que tenía delante hasta que Vanyme la distrajo dándole indicaciones a Eitne sobre cómo acariciar a su compañera. Cuando se quiso dar cuenta el macho le estaba pidiendo más comida y todavía no le había cumplido el gusto.
—Perdona, tenías mucha hambre, ¿verdad? —le dijo, alcanzándole otra chuchería, a la vez que cogía una galleta para sí misma.

Le dio lástima no tener nada interesante con lo que responder a la pregunta de Vanyme. Nime siempre había querido una mascota, pero no se la habían permitido con excusas de que no la cuidaría apropiadamente y que primero debía hacerse un poco más responsable.

La historia de Eitne le hizo reír y le dio un poco de envidia. Ya les había contado en otras ocasiones como eran los animales de los que hablaba, pero era la primera vez que escuchaba el nombre de Señora borracha.
—No le llames nada borracho a ninguno de los dos, porfa —le dijo al terra aún riendo—. Yo no tenía mascotas, pero tenía una colección de bichos muertos. He hecho una nueva aquí, si quieres verla. ¿Quieres verla? —le preguntó con ilusión.

-...Y a los conejitos con cuidado que se asustan y ojala no nos regañen también que en la biblioteca creo que no les hace gracia que practiquemos la magia ámbar por ahí- hablaba guille mientras intentaba entrar, ya llegaba tarde, otra vez. Esta vez había estado distraído buscando información sobre magia y alquimia, aunque no había entendido mucho se lo había pasado muy bien con las centellas de ambarinas y además a las Pendicularias también les divertían.

Últimamente no sólo  sentía que llegaba tarde a todos sitios sino también la intrigante sensación de que tenia que hacer muchas trastadas de golpe que tenia pendiente, que sensación mas extraña pero tendría que hacerle caso y ponerse a planear algo divertido con Nime y Eitne.

Cuándo le abrieron la puerta le dijeron que sus amigos encontraban arriba en la habitación de Vanyme. Nada mas poner un pie en el burdel se acordó de la magia de este, y vio como la Pendicularias se quedaban fuera o volvían a sus portales. A guille no le gustaba ese hechizo.

-¡Nime! ¡Eitne! Hola llego tarde, ¿se puede?- ante todo educación pensó Guille.

Pero guille poso sus ojos sobre un conejo y dijo.

- Ese se llama Tanatos- dijo mirándole muy seriamente

Vanyme anotaba, asintiendo suavemente con cada nuevo nombre.

-¡Oh, Tila me gusta! Y Tisana. Creo que ambos le pegan -dijo. Evocaban tranquilidad, calor y olores suaves, le parecía la línea ideal para el nombre de la conejita.

Aprovechó que tenía el regazo libre para coger un pequeño montón de galletas. Le había dado algo de antojo el ver a los niños comer. Le preguntó a Eitne qué era una vhadkhita y el porqué de su nombre, le resultaba intrigante.

-No, no, ningún nombre borracho, tranquila -le aseguró a Nime, riendo -En mi tribu teníamos unos pájaros muy grandes con patas largas que no podían volar. Eran muy fuertes, tiraban de nuestros carros y tal. Tenían muy mal genio -No sabía si contaban como mascotas. No tenían muchos animales domésticos -Y una vez de niño adopté un lagarto pequeño. Andaba a dos patas como los pájaros y hacía ruidos adorables. Creo que fue así como lo llamé -Al pobre animal se lo comió un lagarto más grande una noche que se descuidó, pero eso no iba a contárselo a los niños.

La cara de ilusión de Nime hizo imposible decirle que no, a pesar de que le daba algo de reparo ver cualquier cosa muerta.

Entonces llamaron a la puerta y Pep dejó pasar a un pequeño humano rubio. Lo había acompañado desde la entrada y aún mantenía la expresión ligeramente apurada por no haber podido entender absolutamente nada de lo que el niño le había contado en el trayecto. Vanyme había pensado que solo estarían Nime y Eitne, no contaba con Guille, pero igual se alegraba de verle.

-¡Guille! Hola. ¿Quieres tomar algo? ¿Qué significa Tánatos?

Pep no era tan habilidoso como Prin preparando batidos así que le cedió el suyo, que estaba sin tocar, a Guille, y mandó al frivy a por zumo para él. Los conejitos se habían asustado con la llegada del nuevo intruso y habían corrido a esconderse tras Vanyme. Solo el más oscuro se atrevió a asomar la cabeza cuando Pep cerró la puerta.

A Eitne le gustaba mucho Tisana y dio un par de palmaditas cuando el ulterano lo valoró positivamente. Lo de la colección de Nime era muy gracioso también porque, en algún momento en Daelicia, le habría resultado horrible, pero desde que pisó Rocavarancolia era todo tan extraño que su colección pasaba por normal hasta el punto en el que ahora sí que lo era para el daeliciano.

—Tiene los mejores bichos de Rocavarancolia, ¡ya verás!

Luego se quedó embobado escuchando a Vanyme y se le olvidó decir nada, aunque sí que pensaba muchas cosas: como que era muy dulce y que quería tener, como él, un lagarto y un ave de carga. Iba abrir la boca de nuevo, pero en ese instante llegó Guille y los conejos se asustaron.

—¡Guille! —lo saludó con efusividad, pero inmediatamente le regañó—. ¡Jope! Los has asustado…

El niño les hizo un gesto con las manos a los conejitos y habló en exclusiva para ellos:

—¡Podéis volver! Guille es majo… ¡Mirad! —y cogió más pétalos de rosa.

Mientras tanto esperaba la definición de Guille sobre Tánatos para entender por qué le pegaba tanto.

Nime escuchó con genuino interés la explicación de Vanyme y deseó muchísimo ir a su mundo y ver con sus propios ojos los animales que describía. La lista de mundos que quería visitar no dejaba de crecer, pero la niña sabía que tenía todo el tiempo del mundo por delante y que, de momento, tenía que esperar para poder empezar a tachar nombres de esta.
—Pues, pues… Un día te traigo mi colección, y a lo mejor algún día nos puedes llevar de paseo a tu mundo a ver esos animales y los sitios donde creciste. ¡Y nosotros a nuestros mundos, cuando nos dejen! No creo que a los mayores les guste mucho que llevemos a gente de visita de momento. No se fían de nosotros —añadió aquello último casi con confidencialidad, como si en vez de ser algo evidente fuese una especie de secreto dentro de su grupo.

El halago de Eitne la había hecho hinchar el pecho, pero gracias a la llegada de Guille, el resto se libraron de que siguiese hablando de bichos sin parar.
—¡Guille! ¿Dónde te habías metido? ¡No asustes a los conejos! —La alegría por verle pronto se convirtió en una queja cuando vio que los conejos huían. Ahora que había conseguido que uno le hiciese caso era un fastidio que hubiese salido corriendo.

Nime dejó que Eitne los convenciese para volver mientras esperaba la explicación de Guille acerca de su nombre.
—No sé, Tanatos suena un poco feo —opinó—. Tila era más bonito.

-Nose que significa Tanatos pero me parecio que le pegaba- dijo guille con una sonrisa bobalicona.

Cuando se dio cuenta que estaba asustando a los conejos, se sento despacito y bajo el tono de su voz.

-Lo siento, no queria asustaros- dijo ya tranquilo y sentado- no gracias Vanyme  quedate el batido no quiero molestarte.

- Tanatos es bonito- dijo volviendo a hablar alto aunque se dio cuenta y se tapo la boca y volvio a hablar bajito- si no seth o Lanister o Zeus y eseeee Moana o Megara... oooooo Hades.

-No es molestia ninguna -aseguró Vanyme -Seguro que Prin aprecia que más gente pruebe sus batidos, podrías hacerle una crítica.

El conejo oscuro no tardó en salir completamente de su escondite gracias a la voz de Eitne y la promesa de chuches. Además, sólo había una persona nueva, todas las demás eran de confianza, así que trotó con toda la cautela de la que era capaz, primero a reclamar su premio y luego a cotillear a la nueva visita. La otra coneja no estaba tan convencida. Vanyme la tomó entre sus brazos y la acarició con suavidad para que estuviese calmada mientras se acostumbraba a la presencia de Guille.

El terra se echó a reir por la metralleta de nombres que ofreció el pequeño humano.

-¡Eso son muchos nombres! Pero en mi cultura el significado es muy importante, prefiero saber qué quieren decir -explicó. Le sabía mal tener que rechazarlos todos. Rodeó el nombre de Tila con un círculo y sonrió a Nime -Parece que ya tenemos uno. ¿Te gusta tu nuevo nombre, Tili? -le preguntó a la conejita sin dejar de acariciarle la cabeza.

Se estiró para coger una galleta y la mordisqueó para disimular un gesto de tristeza que le había pasado por el rostro.

-Mi mundo es peligroso… Y los sitios donde crecí ya no existen. Prefiero que vayamos a vuestros mundos ¿Qué podéis contarme de ellos? -preguntó, con la esperanza de animar un poco el ambiente que él mismo había arruinado -Y vuestros mayores sólo se preocupan por vuestra seguridad, es normal, pero tal vez si le pido escolta al señor Cain se queden más tranquilos.

Cain nunca le dejaba abandonar la ciudad, no tenía muy claro que fuese a dejarle en esa ocasión, sin embargo no quería darles un segundo chasco a los niños. Seguro que podía convencerlo si buscaba apoyo en alguno de sus compañeros transformados.

El niño arrugó la boca en un gesto de orgullo mal expresado en cuanto escuchó que Vanyme escogió uno de sus nombres. ¡Tila! ¡Qué bien! Los nombres eran una cosa muy importante para las mascotas y para los dueños también, lo sabía por Limón sobre todo, y le hacía ilusión que una parte de él, aunque fuese algo tan pequeñito como una sugerencia sobre infusiones, se quedase ahí a vivir. Miró tan profundamente a la conejita que se le pasó por alto el amago de tristeza en el rostro del ulterano. Similar al que cruzó por el suyo cuando le escuchó hablar de su mundo.

—Lo siento... —dijo en voz muy bajita, pero también muy clara, luego intentó cambiar de tema—. El mío es rarísimo... En la biblioteca hemos descubierto que en realidad es gigantesco y hay otros daelicianos más claritos que los míos, ¡y tienen tecnologías como las de gente de otros mundos! Como los vehículos esos que no necesitan animales de tiro. ¡También tiene muchos colores! ¡Y dos soles! ¡Y forma de huevo! También es muy dulce, en general, por lo visto.

Para él había sido lo normal durante toda su vida, pero desde que llegó a Rocavarancolia entendía que su normalidad daeliciana era la excepción dentro del vasto universo en el que se movían.

—Si los mayores no nos dejan, siempre podemos escaparnos después de la fiesta de los sustos —dijo en voz bajita de nuevo. Se refería a Halloween, o al día de la cosecha—. Los tres somos muy fuertes y seguro que no nos pasaría nada —añadió con cierto aire presumido, ¿quizás para impresionar a Vanyme?—. Además, ellos trabajan mucho, no nos pueden vigilar siempre, ¿a que sí chicos? —acabó sonriendo.

—Pff… Son nombres muy raros, Guille, ¿de dónde los has sacado? —se burló Nime ante la ristra de palabras que se le ocurrieron al brujo. Pronto Vanyme adjudicó un nombre y ya solo quedaba el otro por encontrar, así que no tenían que exprimirse tanto la cabeza.
—¡Pues mi mundo es genial! —explicó después de Eitne—. Hay edificios muy, muy chulos, sobre todo en la capital, los vi el día que me cosecharon. Y en la capital la gente se viste mejor, y en el palacio usan oro y muchos colores… Donde yo vivía era un poco distinto pero había paisajes muy bonitos, y el mar, y… Lo que pasa es que no te puedo guiar mucho porque solo conozco mi pueblo —admitió finalmente.

Tuvo que darle un codazo disimulado a Eitne por bocazas cuando dijo que podían escabullirse sin decirle nada a los mayores. Vanyme tenía aspecto de ser alguien que cumplía las normas y, si se lo decían sin más, seguro que no accedía a acompañarlos sin decir nada a nadie. Peor aún, podía chivarse a los mayores de que planificaban aquel tipo de cosas sin consultarles. Necesitaba conocerle un poco mejor antes de hablar sin tapujos delante del terra.
—No, pero ya sabes cómo son —respondió en cambio, como si nada hubiese pasado y con fingida resignación.

- Pos pienso que son nombras muy guays- dijo bajito, se puso a acercarse a tocar a los conejos y escuchando hablar a cada uno sobre su mundo, ya había escuchado a sus amigos hablar de sus mundos pero volver a oír hablar solo hizo que sus ganas de visitar esos mundos aumentaran.

Cuando Eitne dijo de irse sin decir nada Guille dijo muy estusiasmado:

-¡Que buena idea!- pero al ver el codazo de Nime se tapo la boca rápidamente.

- Pues mi mundo, hay gente de muchos tipos y hay muchas obras y basura, y ademas muchos animales y comida muy rica y dibujos animados y parques de atracciones con atracciones muy guays y algodón de azúcar y colegios.- dijo como asumiendo que esa era la descripción más correcta de la tierra.