El libro y la estrella

Luci se había prohibido a sí mismo leer el libro antes de acostarse. Sus pesadillas ya eran bastante malas de normal sin ese aliciente. A pesar de que el contenido era mucho menos cruento que lo que había leído en el libro de historia, al daeliciano le afectaba mucho más. Narraba la misma experiencia que estaba viviendo él mismo, pero protagonizada por otro grupo distinto de niños de mundos que no conocía. Quería creer que lo que estaba leyendo era ficción, aunque había demasiadas cosas que le eran familiares. Luego estaban las que no lo eran, y daba gracias al Demiurgo por ello. Desde la ''ofrenda de sangre'' de la primera noche el grupo de unos treinta niños se había ido reduciendo. El libro contaba las muertes con pequeños poemas y rimas como si fueran canciones, siempre acompañadas de una ilustración sencilla pero terroríficamente explícita que podrían atormentarle durante días. Veía a sus compañeros salir y se preguntaba cuál de ellos sería el primero en caer en alguna de las muchísimas trampas mortales de la ciudad. Por suerte eso nunca ocurría.

Tardó al menos una semana en darse cuenta de que el libro era mágico. Había leido con avidez todo lo escrito y cuando se quedó sin texto se dedicó a estudiar las ilustraciones con más detenimiento. Intentó copiar algunas de las menos horribles, como la de cuando el grupo descubrió la magia (a costa de la vida de uno de sus compañeros) y al volver sobre ella al día siguiente descubrió que había una página escrita que no recordaba haber leído.

Cada día tenía una página nueva con un nuevo suceso en la vida de los cosechados, y conforme pasaban los días la Luna Roja se iba haciendo cada vez más presente en el texto. Se hablaba de sus ''efectos'' sobre los niños, y Luci recordó con un escalofrío lo que el varmano les había explicado. No le contó nada a sus compañeros por varias razones (el miedo era una de ellas) pero estuvo atento a cada cambio en ellos y en sí mismo. Al parecer las pesadillas podían ser un síntoma, pero no siempre. Se planteó si su extrema delgadez y su falta de energía podrían ser causados por la Luna. No fue hasta que un día alguien señaló el cambio de color en las plumas de Lethe que se convenció que tenía que hablarle a sus compañeros del libro, y el día que por fin reunió el valor fue cuando la imagen de la Emisaria apareció en la página del día. La ilustración era mucho más elaborada y bonita que todas las anteriores; tenía reflejos plateados y un poco de relieve. La rima daba el nombre de la estrella, la primera de muchas, la que anunciaba la cercanía de la Luna Roja. Era por la mañana cuando lo leyó, así que esperó hasta la caída de la tarde para reunir a sus compañeros en el patio. Se plantó sobre el suelo de piedra, mirando el cielo con determinación y abrazando su libro con fuerza. Y esperó.

Cuando Luci les pidió reunirse en el patio al anochecer Lethe no sabía qué esperar. Había preguntado, pero el daeliciano no quiso decirles para qué los había llamado. No le gustaba mucho aquello, pero tenía curiosidad y salió con el resto, quedándose de brazos cruzados tras él y mirándole para ver qué hacía. Cuando le vio mirar al cielo levantó ella también la mirada, preguntándose de pronto si es que iban a ver a aquella Luna Roja de las merluzas a pesar de que se suponía que faltaban varios meses para que apareciera. Su escepticismo creía conforme avanzaban los segundos y allí no había nada más que la sempiterna oscuridad impenetrable que caracterizaba aquel aburrido cielo.
Pero de pronto, la vio. Un punto luminoso, considerablemente más grande de lo que acostumbraba a ver si se trataba de una estrella, apareció entre la negrura.
—Eso no es… ¿una luna, verdad? ¿Cómo sabías que iba a aparecer algo? —preguntó  a Luci sin dejar de mirar aquella novedad en el monótono firmamento rocaravarancolés.

Luci les había pedido que se reuniesen en el patio al anochecer y Alec bajó de la azotea para ver que quería el niño. Lo había notado súper raro en los últimos tiempos, más malhumorado, menos hablador.

Pero quién era el escocés para hablar cuando él mismo se recluía en la azotea como una princesa en una torre. La magia seguía sin surgir, seguía sintiéndose igual de inútil y echaba de menos su casa, a su familia y amigos. Y más cosas.

Se plantó en el patio y miró al niño que tenía la mirada fija en el cielo. Con el ceño fruncido miró también hacia arriba y, al principio no vio nada pero se acabó fijando en un punto muy brillante. Abrió mucho los ojos.

-¿La Emisaria? - preguntó desconcertado.- Pero, ¿ya?

Alec conocía la existencia de la estrella por el libro que la mencionaba en algunas páginas. Lo que no sabía era que aparecía tan lejos de la Luna, el libro no decía en qué fecha aparecía pero el escocés siempre había imaginado que era más cerca a la Luna.

No preguntó cómo lo había sabido Luci, Lethe se la había adelantado.

El daeliciano reunió a todos en el patio. Adam fue sin cuestionarse nada, exceptuando el extraño comportamiento de su rosado compañero. Nunca se llegó a fijar bien pero algo estuvo cambiando el anterior humor colorido de Luci en otro espectro de color mucho más apagado, hasta pudo percatarse de que perdió algo de peso. Cierto era que temía un poco que esos cambios fuesen la razón de este encuentro, ¿habrá enfermado de algún germen de los demás y que su cuerpo no pudiese soportar?

Una singularidad brillante en mitad de la oscuridad apartó a Adam de sus pensamientos, esperanzado por momentos de que fuese la Luna Roja. El ruso ni siquiera fue consciente de que, si la luna es roja, al menos debería emitir un brillo de aquel color, pero los comentarios de la mujer pájaro y, sobre todo, la revelación de Alec lo hicieron darse cuenta de que ese fulgor en el cielo no era la luna.

—¿E-Emisaria? —ignorante del tema no apartó la mirada de lo que sea que fuese la cosa que brillaba tanto.

Al anochecer, Amira estaba en el patio, junto al resto. Luci les había pedido reunirse allí y quería saber qué les iba a decir. Su curiosidad no había hecho sino aumentar cuando el daeliciano no les dijo qué quería decirles, así que no pensaba perderse la reunión. Solo esperaba que fuera algo bueno, o al menos no fuera algo horrible.

Cuando Luci miró hacia arriba Amira se quedó confusa. El cielo siempre estaba oscuro, salvo por aquellos murciélagos de fuego, así que no esperaba ver nada. Alzó la mirada junto con el resto, confusa, y tardó un par de minutos en ver lo que había nuevo. Un punto, brillante, mucho, en aquel cielo otrora monótono y vacío. No es que Amira estuviera acostumbrada a ver estrellas. Vivir en una ciudad grande llena de contaminación lumínica le negaba verlas, por lo que no las había echado mucho de menos en la ciudad, no tanto como la falta de luna. Y sin embargo, al verla, sintió una punzada de felicidad, aunque fuera solo por el cambio. ¿Aparecerían más?

—¿Una estrella? —Alec la llamó Emisaria. Puede que aquello viniera en el libro de historia, en el que no se había centrado mucho porque le daba dolor de cabeza tratar de entender lo que ponía y además nunca daba respuestas claras—¿Tendría que salir más tarde? —le preguntó al escocés, confusa. Estaba deseando oir lo que Luci tenía que contarles, ya que probablemente tuviera que ver con la estrella.

Chromsa llevaba un tiempo preocupado por Luci. Últimamente estaba alicaído y el ochrorio no tenía claro el por qué. ¿Le había entrado la nostalgia por su hogar? ¿Se estaba aburriendo  en el torreón? No lo sabía, pero fue al patio sin dudarlo cuando llegó el anochecer. Si necesitaba contarles algo, estaba dispuesto a ayudarle si así mejoraba.

Una parte del grupo ya estaba allí cuando llegó y por algún motivo estaban mirando al cielo. A Chromsa le extrañó ya que el cielo nocturno rocavarancolés no difería mucho de lo que se puede ver al cerrar lo ojos, al menos si no se tiene en cuenta a los murciélagos en llamas. Siguiendo a las masas, él también miró hacia arriba y pudo ver tras un poco de esfuerzo una pequeña luz.

-Entonces, ¿eso es una estrella? ¿Cómo es que ha aparecido cuando hasta ahora no había nada en el cielo? No se si en vuestros mundos es igual, pero en Ochroria las estrellas siempre salen todas las noches.- dijo entre confuso y curioso por entender a qué se debían los comentarios de Alec

Kolja ya estaba fuera, sentado en su muro como de costumbre, así que solo tuvo que bajar las escaleras cuando vio que el grupo que se reunía en el patio. Junto al resto esperó a lo que Luci quisiese enseñarles, mirando al cielo y al resto con cara de confusión. Empezaba a temer que el niño chuche se hubiese vuelto loco finalmente cuando, al ocultarse el sol pudo ver la luz que emitía la primera estrella del cielo rocavarancoles, la más brillante, la Emisaria.

Cuando Lethe hizo la pregunta que también le rondaba por la cabeza le dedico una mirada rápida al daeliciano, intentando vislumbrar en su cara alguna respuesta. Apartó la mirada cuando Alec hizo otra pregunta, girándose hacia el escoces, compartiendo su sorpresa. El libro había mencionado que las estrellas empezarían a salir cuando quedase poco para la esperada Luna Roja, siendo la Emisaria la primera de todas. Él mismo también se había imaginado que aquel fenómeno ocurriría más tarde, cuando quedasen pocas semanas para la mencionada luna, pero al parecer se habían equivocado. Con un nuevo giro de cabeza volvió a posar su mirada sobre Luci. ¿Cómo había descubierto que noche pasaría? Aquella exactitud era intrigante.

Ante las preguntas de sus compañeros y sabiendo algunas cosas más que ellos, aunque al parecer no tanto como otros, decidió responder.

-La Emisaria es la primera de las estrellas que aparecen. Debería de anunciar la inminente llegada de la Luna Roja, por eso Alec se ha sorprendido. Y no Chromsa, las estrellas no aparecen de repente en nuestro mundo, van rotando, así que no siempre se pueden ver las mismas, pero nunca desaparecen. Me extraña mucho que esto se deba a la rotación, no soy un experto en astrología, pero todo esto me parece muy raro, rozando a lo imposible -les respondió.

-A partir de ahora, según ponía en el libro que leí, deberían aparecer cada noche más estrellas, y no solo eso, el libro también mencionaba que a este fenómeno le acompaña otro. Ya podéis despediros de la temperatura que hemos vivido hasta ahora, por lo que decía el libro cada vez va a hacer más frío, además de que se levantaran vientos fuertes e impredecibles- avisó.

Si hubiera que describir el estado en el que se había encontrado alyssa en los últimos meses probablemente la mejor palabra fuera “apagada”
La muchacha nunca había tenido ánimos particularmente altos desde que la habían cosechado, quitando algún momento puntual, pero no había sido hasta el día en que descubrió que no podía hacer magia cuando finalmente algo terminó de romperse en su interior. Desde el principio no había sido útil en apenas nada, pero a pesar de que en el fondo sabía que no era más que un lastre para el resto, siempre había tenido la esperanza de que aquello podría cambiar, de que como la magia era real por fin podría hacer algo útil cuando aprendieran a utilizarla, y por eso se había dedicado sin descanso, aunque con mejores o peores ánimos, a la traducción de los libros de hechizos.
Pero, al final, ni siquiera fue capaz de hacer eso. La magia también estaba fuera de su alcance, como todo lo demás.

Desde aquel día su actividad en el torreón había disminuido hasta volverse prácticamente inexistente, realizando solo lo mínimo para intentar evitar que el resto lo notara, y en general intentando que su presencia pasara lo más desapercibida posible.
En aquellos entrenamientos en los que todavía participaba empezó a hacerlo cada vez peor, llegando incluso a ser peor de lo que lo había sido en su primer día, o al menos así era como ella lo veía. Se había unido a los grupos de salida cada vez menos y menos… hasta que finalmente dejó de salir en su totalidad.
Por ello aquel día, cuando salió al patio, era la primera vez que salía a un lugar a cielo abierto en bastantes días. Ni siquiera pensaba hacerlo, pero Luci había insistido en que lo acompañaran y no quería hacerle un feo. Además, los últimos días que había pasado encerrada en el torreón los había pasado tan apagada que prácticamente había empezado a olvidarse de que estaba viva. Aquella noche necesitaba sentir algo, lo que fuera.

Cuando la Emisaria apareció en el cielo la reconoció. Alyssa no sabía demasiado sobre el evento, solo lo justo para darse cuenta de lo que había pasado, y desde luego no tenía forma de saber que aquella noche era cuando tenía que suceder por lo que dirigió una mirada curiosa hacia el daeliciano, quien había adivinado de algún modo que aquella era la noche en la que ocurría.
No era la única con preguntas, y Kolja fue el primero en dar respuestas, aunque fuera dando mucha más información de la que consideraba necesaria a ojos de la griega quien no pudo evitar mirar al alemán con… oh mira, desdén. Estaba sintiendo emociones más allá del bajón, tal vez la salida al patio ya hubiera merecido la pena.
Respiró hondo y volvió su mirada al cielo nocturno. De un modo u otro ahora que por fin estaba sintiendo algo quería más, y a ser posible quería algo positivo. De momento relajarse e intentar socializar podría ser un comienzo. Pero tampoco sabía que decir así que por el momento permaneció en silencio mirando la estrella.
Con solo mirarla podía sentir que presagiaba el cambio, marcaba el principio del fin de su cosecha después de todo, y por alguna razón ese hecho removió algo en sus recuerdos. Una sensación incómoda, de que no terminas de recordar algo que no sabes si de verdad quieres recordar o si sería mejor que permaneciera en el olvido.

Kahlo salió con una manta a los hombros, masajeando sus brazos para conservar calor que le proporcinaban la tela y el hechizo térmico. No le gustaba estar fuera de noche y hacía meses que no pisaba el patio a esas horas, pero si Luci lo había pedido sería por algo importante. El denso telón de oscuridad sobre ella y su carencia de lunas, el inexistente brillo de la ciudad, las paredes frías y los murciélagos que parecían huir de su propio fuego... se habría quedado cerca de la puerta para entrar a la mínima de cambio, pero un nuevo punto de luz en el cielo consiguió que hiciera a un lado su incomodidad. No podía confirmarlo, pero estaba segura de que esa estrella no había estado ahí antes.

—No... en Varmania también salen, aunque a veces es difícil verlas por la luz de la ciudad —respondió brevemente a Chromsa antes de que Kolja ventilase toda cuestión—. Perfecto —respondió con sarcasmo al humano, reacomodándose la manta encima. Como si la ciudad no tuviera un clima ya desagradable de por sí.

Las constelaciones cambiaban con los meses, pero era muy extraño que no hubiera aparecido ninguna hasta ahora. No había nada parecido a contaminación lumínica que impediese que se vieran, es como si, sencillamente, no hubiera habido nada hasta entonces. El vacío le hizo sentir pequeña. Kahlo esperó a Luci hablase en silencio, sin poder apartar la vista del lucero al que llamaron Emisaria. Todas las preguntas se habían formulado ya y muchas otras habían obtenido su respuesta como para que ella aportase nada nuevo.

Allí estaba. La primera estrella hizo su aparición como una diva sobre un escenario. Era enorme, mucho más grande que cualquiera que Luci hubiese visto, y relucía como los diamantes al sol. Luci se quedó tan maravillado que durante unos segundos se olvidó de sus compañeros y de sus crecientes dudas.

-Sí, es la Emisaria -confirmó, volviendo en sí por fin. Entonces abrió su libro por la última página revelada y lo sujetó de forma que los demás pudiesen verla. Señaló la estrella en la ilustración -Este libro cuenta día por día todo lo que ocurre desde la noche de cosecha hasta la salida de la Luna. Pensé que era tan solo un cuento, pero coincidía en demasiadas cosas con lo que nos está pasando, y esta mañana vi que había aparecido esta página. Se revela una página por día. Tardé bastante en descubrirlo -se justificó, con miedo a que sus compañeros se enfadasen con él por ocultarles información -Pero como veis, la llegada de la Luna no es tan inminente, aún quedan muchos días -añadió tomando las páginas del libro que aún estaban en blanco entre el índice y el pulgar.

La confirmación y la presencia de la Emisaria implicaba algo tanto terrorífico como emocionante: la Luna Roja se acercaba, y eso significaba que su cautiverio llegaba a su fin. Luci descubrió que, a esas alturas, le daba igual lo que el astro rojo pudiese traer consigo, aunque fuera algo horrible como las muertes de los niños en el libro, tan solo quería romper con su rutina vacía y deprimente.

Kolja contestó antes que él así que Alec se quedó callado mirando todavía la brillante estrella. Aquello era todo un cambio respecto a los meses anteriores. El alemán tenía razón además, no era el único cambio que iba a traer la estrella.
Pero no solo vientos más fuertes y menos temperatura, habría más cosas que el libro no dejaba claras. Si solo fuera más claro... pero parecía que cuanto más se acercaba al tema de la Luna más enrevesado se hacía. Tenía que estar hecho a propósito, no había otra explicación.

-Tiene que ser cosa de magia - dijo pasando la mirada sus compañeros.- Las estrellas no van y vienen a voluntad.

Atendió a la explicación de Luci sobre su libro, al parecer mágico también.

-Entiendo, entonces fui yo el que me equivoqué al suponer que la Emisaria aparecía más tarde, está bien saberlo - miró a Luci y luego de vuelta al libro.- ¿Me lo dejarías para leerlo? Cuanto más sepamos de esta ciudad mejor - explicó.