Ofiuco Aquae

Gael emitió un quejido cuando Noel le aseguró a Kaethe que no necesitaban asarse con él.
—No os riais, en realidad es un fastidio tener que quedarme siempre aparte cuando os bañáis en algún lado —se quejó el fuego fatuo mientras torcía la cara. Podía vestirse un cadáver, pero no convenía mucho ponerlos a remojo, ni tampoco es que fuese a sentir en su piel el sol, la arena o la temperatura al hacerlo. Lo más divertido era poseer peces, a decir verdad, pero no podían hablar.

El resto de la inauguración pasó entre charlas, bromas y baños. Fue agradable, incluso aunque la sombra de la conversación que habían tenido antes aún pesaba sobre ellos. Gael estaba encantado con las termas, y ya que no tenían baños de fuego en su casa le aseguró a Wen que iba a ser cliente habitual, aunque probablemente ya se lo había dicho un millar de veces antes de la fiesta.

-Jefa, ¿qué es esto? -preguntó Virgo sosteniendo un papel en su mano no sin cierta incredulidad.

Wen, que se encontraba comiendo un bocadillo mientras miraba por encima unos papeles, esperó a tragar su último bocado antes de mirar por encima a la keniata para ver a qué se refería.

-Oh, lo has encontrado -comentó restándole importancia, volviendo la vista a sus papeles.
-Claro que lo he encontrado, estaba en mi armario, justo encima de mi uniforme -contestó Virgo preguntándose a dónde quería ir a parar la británica.
-Bueno, pues es lo que ves. Una simple formalidad, en mi opinión. Eso era tuyo desde hace tiempo, pero supuse que preferías tenerlo por escrito y sellado.

Y no es que le faltara razón. Virgo sabía que necesitaría ese papel para recordar todas las mañanas que ya no tenía grilletes invisibles que la encadenaran.

-Me estás… ¿Me estás liberando? -preguntó, todavía sin querer creérselo del todo por si era una broma de mal gusto de las que Diurna jamás le había dado indicios de disfrutar en lo más mínimo.
-Ya te lo he dicho, para mi eres libre desde el primer día. Todos lo sois -explicó, dando a tender que todos habían recibido el mismo papel-. Aunque no negaré que me aproveché de vuestro desconocimiento. Os necesitaba para poner en funcionamiento este sitio, pero ahora que ya va viento en popa si al final decidís no trabajar para mi, puedo permitirme el tiempo de buscar a más empleados. De hecho, ya lo estoy haciendo porque os quedéis o no, necesitamos más empleados -siguió explicando como si eso no fuera un mundo para Virgo.

Mientras Wen seguía tranquilamente comiendo su bocadillo, Virgo se quedó estática de pie todavía sosteniendo el papel entre sus manos, asimilando como toda su realidad había cambiado de nuevo.

-Y esto… ¿Qué significa? ¿Qué va a cambiar? -preguntó todavía incrédula.
-Bueno, pues no mucho, la verdad. Podéis dejar el trabajo si queréis y buscar vuestro camino en otro lado, o manteneros a  mi lado y bajo mi protección si decidís que este es vuestro camino. El resto supongo que seguirá igual.
-Si decidimos quedarnos, ¿nos pagarás más? -preguntó, sintiéndose un poco tonta al darse cuenta de que seguramente si Diurna no los hubiera considerado libres no les habría estado dando un sueldo desde que las termas abrieron.
-Bueno, eso depende de si pretendéis seguir viviendo en el piso de arriba o no. Si preferís vivir en otro lugar por vuestra cuenta, vuestro sueldo subirá para poder pagar ese sitio nuevo. Si por el contrario elegís quedaros, contaré esa diferencia como el pago por el alquiler. También puedo ayudaros a reformar algunas de las casas de alrededor o varias si os gustan. Tendrá que ser poco a poco, por supuesto, no podremos dedicar todo el día a ello o no habrá sueldo que lo pague. Y el pago saldrá de vuestro sueldo, claramente, aunque os puedo hacer un adelanto o un préstamo si queréis. Yo os intentaré facilitar las cosas si así lo queréis, pero eligais lo que eligais, será decisión vuestra y solo vuestra.
-¿Tenemos que decidirlo ya? -preguntó, un poco abrumada por las posibilidades.
-No, por supuesto. Tenéis todo el tiempo del mundo para tomar todas las decisiones que queráis, solo os pido que me aviséis con tiempo para buscar sustitutos en caso de que queráis iros. Por lo demás, podéis seguir aquí e iros más adelante; marcharos mañana mismos, o nunca hacerlo. En lo que a mi respecta tenéis tanta capacidad de decisión como yo.

Virgo se quedó unos segundos más reflexionando mientras Wen comenzaba a recoger sus papeles y su plato vacío. Ya era hora de que volviera a su despacho y se preparara para abrir el negocio por el día.

-¿Tienes alguna duda más? -le preguntó al ver que no se había movido aún.
-No, no. Lo… lo consultaré con el resto. Seguramente te digamos algo mañana -contestó enderezándose un poco. Su jefa contestó a sus palabras con un asentimiento dando por finalizada la conversación, pero Virgo tenía algo más que decir-. Espera, Diurna -la paró cuando fue a darse la vuelta-. Gracias. Solo quería decir… Gracias.
-No buscaba tu agradecimiento, así que no me lo des. Me aproveché de tu estatus de esclava y de tu desconocimiento para mantenerte a mi lado. Esto no es bondad, es justicia. No me debes nada -le contestó con seriedad antes de desaparecer por el pasillo.

Cuando estuvo sola, Virgo soltó una pequeña carcajada sin ganas. ¿Justicia? Justicia hubiera sido que nunca deberían haberla vendido a Lasca y que su profeta nunca debió traerla a este lugar. Justicia no eran niños secuestrados de sus camas para repoblar una ciudad de monstruos.

Rocavarancolia no era justa.

Mientras volvía sus pasos a la sala de servicio, Virgo se preguntó por qué a pesar de eso ella parecía tan decidida a quedarse y jamás volver a la Tierra.

Las semanas pasaban y con ellas los meses atropellados unos detrás de otros. A lo tonto Ruth había visto pasar dos cosechas distintas tras la suya y ambas sin el más mínimo ingreso monetario ni ningún tipo de proyecto personal. Tuvo un parón con el tema de las pesadillas y logró refinar sus invocaciones y aquellos aspectos de su transformación más complicados pero ya era hora de pensar en el futuro. Se estaba quedando atrás con respecto a sus amigos, no era algo que le molestara demasiado pero no podía permitir que continuaran pagándole una estúpida bebida o depender de alguien si quería comprarse un bikini bonito.

Contempló varias opciones en los tablones de anuncios, pero de todos los variopintos nombres con los que sus ojos incandescentes se toparon al leer el que más le había llamado la atención era Ofiuco Aquae. La razón era sencilla y algo nostálgica. Uno de sus pasatiempos favoritos en la Tierra siempre fue contemplar las estrellas e investigar sobre ellas en los libros del instituto o las bibliotecas públicas, ya que no tenía dinero para permitirse hacerlo por su propia cuenta. Reconoció el nombre como la constelación y le pareció que se trataba de alguna señal. La segunda razón fue "Aquae" que sin duda debía referirse a agua, un elemento poco visto en la ciudad y que no casaba demasiado con su transformación. Se lo tomó como un reto, pero no tardó en descubrir que el lugar escondía unas termas. Eso significaba temperaturas altas y la verdad podía ser un poco hipócrita con la Ruth del pasado que no creía en el destino ni nada que se le pareciera.

Así que allí estaba. Frente a un edificio de dos plantas que le recordaba a la mismísima Grecia. Ruth suspiró aún a lomos de Kasdaya mientras reparaba en las columnas altas e imponentes. Gracias al león demoniaco pudo llegar hasta la zona noreste de la ciudad. No solía frecuentarlo pero reconocía que estaba bien pensado por la vida que tenía a su alrededor. En su camino a galope había cruzado bodegas, tabernas, mercados y plazas.

—Tus servicios han terminado, puedes marcharte —dijo con voz solemne una vez sus pies de reptil aterrizaron en el suelo de un salto. La criatura formidable asintió con su cabeza y terminó por evaporarse desprendiendo un tufo a azufre que ya empezaba a resultarle familiar. Únicamente cuando se encontró sola dejó escapar una exhalación de dolor y con un pequeño silbido animó a las salamandras que escondía dentro de su ropa para que salieran a la luz. Su nicho de invocación formado por ladrillos y carbón residía en la Sede de los Taumaturgos, pero aún desde ahí mientras no se apagara la brasa se mantendrían ancladas a ese plano. Siempre tenía la opción de curarse así misma, pero no es que tuviera un nivel de magia muy alto y había aprendido a aprovechar las ventajas que algunos demonios le ofrecían para suplir los efectos negativos de los otros como si fuera un bucle infinito.

No eran más que un par, pero bastarían para cerrar la herida de la palma que se había hecho al invocar su montura predilecta. Las salamandras asomaron la cabeza con timidez, pero su inteligencia superior pronto trabajó para reptar por su antebrazo y vomitar su lava curativa. La israelita notó el alivio al instante y se demoró en contemplar como las gamas de su piel alternaban entre amarillos y rojos para equilibrar sus propias emociones y disipar todo atisbo de nervios.
—Gracias, pequeñajas —les dijo, esbozando una sonrisa de dientes negros y dejando que volvieran al cobijo calentito de su cuerpo. Después lanzó un conjuro de limpieza sobre sí misma pues no quería presentarse con alguna mancha de sangre que hubiera resbalado por su antebrazo.

No solía reparar demasiado en su aspecto pero quería dar una impresión formal así que optó por una camisa negra remetida en un pantalón ceñido del mismo color y un cinturón con un toque dorado. Su cabello se mostraba recogido en una cola alta y tanto sus mechas de fuego como la llama que anidaba su cola carecían de ningún tinte mágico en esta ocasión. Desabrochó el primer botón y se remangó las mangas antes de darse ánimos.
—Vamos allá, tú puedes.

Ruth abrió las puertas de doble hoja y la visión que obtuvo la dejó clavada en el sitio unos segundos. Era sencillamente maravilloso, y el suelo desprendía un calorcito agradable para sus garras. Maravillada por las paredes blancas y aquel estilo corintio se vio obligada a salir del trance para acercarse hasta una zona que solo podía ser la de recepción.

—Emm... Hola —saludó con la mano a una chica de tez muy oscura, dudando de si acercarse más o no. Su timidez se veía eclipsada por el carácter directo de su transformación, así que su nueva naturaleza le impidió andarse con demasiados rodeos—. ¿Tú eres Dama Diurna? Me enteré de que buscáis personal, vengo por curro.

¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Debía entregarle alguna especie de Curriculum Vitae? Quizá tendría que haberse preparado mejor antes de venir, pero estaba demasiado emocionada y en cuanto se había decidido no pudo evitar dejarse caer.

La llama de su cola pareció refulgir, expectante.

Virgo suspiró contenta. La mañana estaba siendo tranquila en general, un puñado de personas ocupaban la terma comunal y aunque había una terma grupal ocupada, solo una de las individuales lo estaba y ninguna de las dobles. Además, el almacén estaba a rebosar recién abastecido y la quemadura que había sufrido Nekkar el día anterior ("Cocinando... ¿A quíen se le ocurriría? ¡Estuvo todo el día encargándose de las termas de fuego y se terminó quemando haciendo un huevo frito!") se había curado sin problema gracias a una maravillosa crema que Zaniah encontró en la nueva botica. Realmente habría sido más rápido y barato si hubieran permitido que Diurna hiciera magia sobre la herida, pero todos todavía estaban asumiendo su nuevo estatus de ciudadanos libres y a veces les gustaba hacer este tipo de actos que les permitían deslizarse un poco más en dicho papel.

Puesto que el día parecía algo escaso de tareas, la keniata decidió aprovechar un poco el tiempo y sacó una carpeta de uno de los estantes inferiores desplegando su contenido por la mesa de recepción, pero en la parte baja donde ningún cliente podría verlo. Frente a ella, los esbozos de un plan de reformas de la que esperaba en un futuro fuera un conjunto de pequeñas casas cerca de las montañas en las que tanto Spica, Merak, Zaniah y Nekkar como ella misma pretendían vivir en el futuro. No es que se sintieran a disgusto en el piso de arriba, les gustaba vivir ahí, tan protegido y decorado a su gusto, pero todos querían experimentar su libertad totalmente y tener su propio espacio. El piso de arriba era cómodo, pero todos querían cierta intimidad que el salón y cocina comunal no daba. Seguían queriendo estar cerca, por eso el proyecto de casitas estaban una junto a la otra, pero deseaban dejar atrás todas las discusiones tontas sobre vajilla sin fregar y comida consumida sin permiso. Que algunos de ellos tuvieran magia no era excusa para dejarles las tareas del hogar a ellos.

Mientras Virgo pensaba en cómo amaría su futuro jardín de arena, las puertas de entrada se abrieron dejando pasar a una demonio del fuego, supuso, dado el parecido de sus rasgos a los de Ariven.

-Buenos días. Bienvenida a la casa de aguas termales Ofiuco Aquae -saludó con profesionalidad, asegurándose de que no se vieran los planos.

Virgo sonrió amablemente por la confusión de la chica, entendiendo que era su primera vez en el lugar y posiblemente estaba poco familiarizada con los mercenarios de la Brecha y la propia dama Diurna.

-Me temo que no lo soy. Mi nombre es Virgo y soy anfitriona de las termas -le contestó presentándose-. Pero no te preocupes, dama Diurna se reunirá enseguida contigo. ¿Me puedes decir tu nombre, por favor?

Una vez la demonio, Ruth, le contestó, Virgo activó su comunicador interno que permitía hablar a través de él con Diurna sin que nadie ajeno les escuchara.

-Jefa, hay una chica aquí preguntando por ti. Es por el anuncio de personal -le indicó de forma discreta, pero sin ocultar que se estaba comunicando, a pesar de que Ruth no podría escuchar sus palabras.
-Dame cinco minutos. Pásala a la zona de reuniones y ofrécele algo. Saca también algunas pastas y ponme a mi un té, por favor. No he tomado nada en todo el día -indicó Diurna desde el otro lado del comunicador.
-¿Galletas de mantequilla de feerik? -preguntó sabiendo que eran sus favoritos del momento.
-Sabía que había una razón por la que te mantengo a mi lado -contestó la británica con mofa antes de desconectar el comunicador.

Reprimiendo la diversión, Virgo se volvió de nuevo hacia Ruth mostrando la misma sonrisa amable y profesional que antes.

-Sígueme, por favor. Dama Diurna estará en unos momentos -comenzó, saliendo de detrás de la recepción y guiándola hacia la zona de los biombos-. ¿Puedo ofrecerte algo de beber? ¿Té, café, refrescos, zumos, agua,...?

Lo primero que llamó la atención de la israelita fue la profesionalidad de la chica que la recibió. Su amabilidad fue palpable y aquello sirvió para percibir el contraste con lo abrupta de su entrada. Se mentalizó de mostrar un poco más de modales.

—Gracias —dijo con total sinceridad cuando le dio la bienvenida, la demonio de fuego esbozó una sonrisa algo más torpe que la de la keniata e intentó no hacer demasiado evidente que se fijaba en su uniforme, le parecía bonito—. Oh, sí, perdona. No me he presentado —relajó los hombros, pero no le tendió la mano para no quemarla—. Mi nombre es Ruth, encantada.

Luego la joven, quién se llamaba Virgo, se dispuso a hablar por alguna especie de comunicador o algo. Seguramente charlaba con su jefa aunque la demonio no podía oír exactamente sus palabras por lo que decidió girarse de medio lado para que no pensara que estaba intentando escuchar. Con mirada distraída continuó observando cada detalle de la estancia y pensando en la poca información que ya poseía. Así que la muchacha era anfitriona, sonaba bien... ¿Sería ese la clase de trabajo que ofrecía Dama Diurna? ¿O se trataba de otra cosa? Ahora le daba un poco de impresión trabajar de cara al público, tendría que pulir su lado más sociable, ese en el que se esforzaba tanto por no mostrar.

Virgo se giró hacia ella con el mismo tacto agradable que antes y la israelita asintió conforme, dispuesta a seguirla hasta una zona separada por un biombo.
—Sí, por favor —le dijo, reprimiendo una sonrisa, desde que la Luna Roja la había transformado ya no era agradable la sensación de tener líquido congelado y gaseoso atravesando su garganta—. Algo caliente estaría bien si no te importa, me vale con el té o el café —tragó saliva—. Lo siento, estoy un poco nerviosa... todo esto es... muy bonito a decir verdad —como si pudieran sentir su inquietud las salamandras se revolvieron dentro de sus ropajes y se pegaron a su piel, quizás en un intento de que el cuerpo de la israelita las cobijara simulando su propio lecho de ladrillos y carbón.

Virgo volvió a sonreír a Ruth, intentando que su nerviosismo se calmara. Siempre había pensado en las termas como un lugar imponente y precioso, pero también se sentía parcial al respecto, ya que había participado en parte del proceso de creación.

-No te preocupes, puedo entender perfectamente el sentimiento -contestó con tranquilidad sin querer que nada en su reacción inquietara a la demonio.

Virgo podía empatizar totalmente con el sentimiento. Si no hubiera visto este lugar en ruinas, probablemente habría tenido una reacción similar al entrar por primera vez.

-Toma asiento, por favor. Dama Diurna no tardará en reunirse contigo -indicó señalizando los asientos disponibles.

La zona, situada en una esquina de la entrada, estaba rodeada de biombos decorados con efectos de agua en movimiento y contaba con dos sofás y un sillón de cuero gris, y una mesita central de la misma madera que la recepción.

-Vuelvo enseguida con tu bebida -indicó Virgo haciendo una pequeña reverencia de despedida y desapareciendo de vuelta a la recepción.

A penas dos minutos más tarde, dama Diurna apareció por el pasillo, vestida con pantalones negros ajustados y una blusa vaporosa negra con escote en pico metida por dentro del pantalón. Llevaba su collar de cuervo al cuello y algunas de sus pulseras favoritas, como la que había hecho ella misma con cristales del muro del Torreón Maciel. El pelo lo llevaba recogido en una trenza a un lado y en las manos llevaba una carpeta negra con vetas doradas y el logo de las termas estampado en el frontal.

-Buenos días. Soy dama Diurna. Tengo entendido que vienes por el anuncio de personal -se presentó extendiéndole la mano.

Virgo también entró en ese momento en la zona, pero se limitó a dejar una gran bandeja sobre la mesita que contenía una tetera, dos tazas, un plato de galletas, un bote de miel, uno de azúcar y una pequeña jarrita de leche.

-Gracias, Virgo, eso será todo -despidió la británica asintiendo hacia la anfitriona a lo que esta contestó con la misma pequeña reverencia de antes.

Virgo parecía muy educada y simpática, no era muy buena leyendo el lenguaje corporal de los demás como sí podría serlo Irianna, pero le pareció entrever que la keniata empatizaba de verdad con su situación y no se trataba de un mero trámite para salir del paso. Eso la tranquilizaba. Si es que la seleccionaban seguramente serían compañeras y era agradable comprobar que no tenían a una persona déspota en la recepción. Se preguntó cuál sería su transformación, seguramente se trataba de una bruja o alguna especie de licántropa, como Devoss. Desde luego parecía humana.

—Gracias —volvió a repetir cuando se quedó sola, no tomó asiento en cambio por miedo a quemar los muebles con su cola, y tampoco quería lanzar hechizos a diestro y siniestro. Quién sabía si poseían algún tipo de seguridad mágica que se activaba al detectar conjuros ajenos o algo parecido. En su lugar se quedó de pie, rascándose el codo con nerviosismo y reparando en los biombos con efecto de agua en movimiento. Ahora que era puro fuego tenía una relación extraña con el agua, como si fuera una vieja amiga con la que se había peleado durante unos años. Cuando se tomaba un baño siempre era con temperaturas altas. Para cualquiera el líquido achicharraba la piel, más ella solo sentía cierto alivio reconfortante.

Por suerte la jefa no tardó en hacer presencia. La demonio de fuego se sentía desfallecer de los nervios, solo la cola que arrastraba a su espalda lo demostraría realizando "eses" de manera rítmica y disminuyendo la intensidad de su llama por lo intimidada que se sentía.

—Buenos días, mi nombre es Ruth, encantada —respondió con una sonrisa de dientes negros. Solo tuvo unos segundos de descanso en los que pudo comprobar que le gustaba su vestimenta y su formalidad al hablar, también parecía humana. Después de eso contempló la mano que la mujer que le ofrecía y fue entonces cuándo su inquietud aumentó—. Oh... lo siento, soy una demonio de fuego, no sé si conoces la transformación pero mi temperatura es muy alta y no quiero quemarte. Ese es el motivo por el que no me he sentado tampoco. ¿Te imaginas interesarme por un puesto y quemar tu sofá? —intentó bromear un poco con rostro incómodo, esperaba de verdad que no se lo tomara mal—. Sé hacer hechizos ignífugos pero me parecía invasivo.

Por su parte despidió a Virgo con una sonrisa e intentó no mirar la hermosa bandeja repleta de galletas y miel, era mucho más de lo que había pedido pero hasta que Dama Diurna no lo hiciera no se atrevía a probar bocado por mucho que se muriera de hambre.

—Estoy interesada en el anuncio sí... —prosiguió. Diablos, no podía sentirse más torpe—. Me gustaría saber qué ofrecéis y si alguien como yo os encaja por aquí.

Wen sonrió con amabilidad, un poco enternecida por el nerviosismo de Ruth, viéndose un poco reflejada en ella. Parecía que habían pasado décadas desde que la acogieron en el Burdel y Caín le ofreció trabajo. En aquel momento ella había estado recién transformada, pero pudo ver sin problema como las Termas podían intimidar de la misma manera que el Burdel la había intimidado a ella.

-No te preocupes -le quitó importancia mientras mantenía la mano extendida-. Conozco tu transformación. He vivido algunos años con una demonio como tú y actualmente vivo con un fuego fatuo. Estoy tan acostumbrada a dar la mano o tocar a alguien con hechizos ignífugos que podría hacerlo incluso dormida. De hecho, los sofás también son ignífugos, casi todas las termas lo son, así que no tengas problema con tocar algo o sentarte -le explicó para quitarle hierro al asunto.

Una vez Ruth le dio la mano, Wen señaló con un gesto los sofás y sillón esperando a que ella eligiera asiento antes de sentarse en uno de los sofás. Con cuidado, la británica dejó la carpeta sobre la mesita y procedió a servirse una taza de té.

-¿Té? -ofreció levantando la tetera y señalando la taza vacía-. Es una mezcla de variedades de tés negros de distintos mundos. Mi propia versión del English Breakfast. A Virgo le gusta llamarlo el Rocavarancolia Breakfast. Supongo que hay cosas que una no puede dejar atrás incluso cuando lo ha dejado todo atrás.

Una vez completó su té con una nube de leche y unas gotitas de miel, cogió una galleta del montón y la apartó dejándola junto a su taza.

-Por el momento hay dos puestos vacantes, aunque uno me urge más cubrirlo que el otro -indicó cruzándose de piernas y volviendo todo su cuerpo en dirección de Ruth mostrando que tenía toda su atención-. Uno sería el de anfitriona, es decir, el que hace Virgo. En este momento solo ella y yo cumplimos ese papel, pero la mayoría del tiempo el negocio requiere trabajo extra que debo hacer y necesito a alguien que sustituya a Virgo en sus días libres. El otro puesto es el de personal de servicio. Ellos nunca están en esta zona, siempre están dentro. Se encargan de servir a los clientes, programar las termas, asegurarse de que todo está correcto dentro y limpiar. No hablan mucho con los clientes, ya que principalmente todas sus peticiones pasan por la anfitriona, y su trabajo es un poco más laborioso, pero tienen menos responsabilidades.

Con un movimiento suave de mano, Wen lanzó un hechizo sobre su taza de té para que este tuviera la temperatura ideal y le dio un sorbo.

-Estos serían los trabajos un poco por encima, podemos profundizar sobre ellos más adelante. Pero por el momento me gustaría saber Ruth, ¿dónde crees tú que encajarías más?

Ruth notó como el aire de sus pulmones continuó circulando con normalidad cuando Dama Diurna le quitó importancia al carácter flameante de su transformación. La había liberado de un gran peso de encima. A la mujer tampoco parecía importarle su aspecto demoniaco, siempre debía recordarse que la mayoría de ciudadanos se relacionaban con gente muy monstruosa y lo que para ella todavía era un shock importante para los demás era lo normal.

—¿Ariven? ¿La conoces? —preguntó con curiosidad sin querer dejar claro que no tenía la más remota idea de lo que era un fuego fatuo, aunque sospechaba que compartiría los mismos problemas con uno. Ahora sí, Ruth estrechó su mano y pasó a sentarse en uno de los sofás con su cola reposando hacia un lado, podía relajarse un poco. Nadie iba a matarla en una entrevista de trabajo—. No sé si te refieres a ella pero nos presentamos en la fiesta de la bahía, me llamó la atención su físico tan similar al mío, fue maja.

—Sí, gracias —añadió a su pregunta con lo del té. Agarró su taza en cuanto la nube de leche y las gotitas de miel fueron añadidas y pronto dio sorbos rápidos. Suspiró, extasiada por su sabor poco típico y el calorcito que bajaba por su garganta. Después rio por la ocurrencia del "Rocavarancolia Breakfast" poniéndose una mano en la boca para evitar que algo del líquido saliera por su boca—. Supongo que las buenas costumbres no deben de perderse nunca... ni siquiera en un sitio como este —lo cierto es que para ella no se trataba ni mucho menos de algo cotidiano, su situación en Madrid impidió que pudiera disfrutar de muchos alimentos y se notaba al vuelo que no estaba acostumbrada a semejante manjar. Con disimulo la palma de su mano con la que sostenía la taza comenzó a calentarse, haciendo acopio de su poder. No estaba frío pero deseaba que quemara todavía más.

La israelita prestó atención a la explicación de los puestos vacantes que Dama Diurna estaba ofreciendo. La mujer le caía bien y transmitía buenas sensaciones y transparencia en el trabajo. No es que fuera una experta en detectar cosas así pero le pareció importante que dejara ver su necesidad ante alguien que le hiciera la cobertura en los días libres de Virgo.

La diferencia entre los dos puestos de trabajo resultaron importantes. Ser anfitriona dotaba de mayor responsabilidad y de recibir a los clientes de manera adecuada. El personal de servicio en cambio servía de manera más escueta en el trato, y se se encargaban de mantener las termas preparadas y limpiarlas.

Que le preguntara de manera tan directa su opinión sobre dónde creía que encajaría más la pilló por sorpresa. Ruth se tomó unos segundos para evaluar la situación, pero el fondo se conocía así misma. Uno de los dos puestos le imponía más que el otro, nunca fue buena para relacionarse con los demás de manera tan profesional como lo había hecho Virgo.

—Yo... realmente no tendría problemas en echarle cara a lo que me pongas. Pero creo que la segunda opción me parece ideal, y aunque sea más laborioso no me importa sudar la gota gorda —dijo, con una sonrisa tímida—. Supongo que ya lo sabes... pero tengo magia y facilidad para hechizos relacionados con el fuego, además de resistencia a altas temperaturas y determinados hechizos térmicos. Me va pringarme todo lo posible —rio, notando el movimiento de las salamandras bajo sus ropajes.

Los ojos incandescentes de la demonio de fuego se abrieron con más fuerza.
—¡Oh, sí! Lo olvidaba... también se me da bien invocar diablillos como estas pequeñajas... —la última palabra terminó por salir en un susurro que invitó a uno de los anfibios a trepar por su antebrazo con torpeza, su cabecita asomó a través de uno de los puños de su camisa negra y se quedó allí tan tranquila, sacando la lengua y cambiando el color de sus escamas de amarillo a rojo—. Ni siquiera sé si permites este tipo de cosas perdona, pero he pensado que debía decirte todas mis cualidades para que las tengas en cuenta. Yo no tengo ni idea de dónde encajo, siempre me ha pasado —admitió mostrando todos sus dientes negros con incomodidad.

Mierda. No a todo el mundo le gustaba que alguien pagara un trozo de su alma para traer seres de otro plano .

A medida que Ruth se iba relajando, Wen se sentía más complacida con la situación. Entendía perfectamente el nerviosismo de la demonio, pero tampoco quería que estuviera tensa durante toda la entrevista. La vouivre necesitaba personal que la respetara, pero que no le tuviera miedo o la convivencia podría verse gravemente afectada.

-Sí, es Ariven de quien hablo -confirmó con una sonrisa, imaginando a su amiga acercándose a Ruth curiosa por ver otra demonio del fuego-. La conozco desde que me transformé. En los últimos años la he podido ver menos desde que me mudé y comencé con mis proyectos personales. Y ahora que se ha mudado a Nubla, bueno, no hay muchas oportunidades, la verdad -comentó de forma anecdótica, a pesar de que la distancia que habían decidido mantener sus amigos del Burdel le afectaba en cierta manera.

Wen entendía perfectamente que la vida llevaba a las personas por distintos caminos y en un momento un grupo podía estar muy unido y al siguiente estar dispersos por los distintos mundos, pero lo ocurrido todavía era reciente para ella y tardaría todavía un tiempo en acostumbrarse.

-Sí, definitivamente esas habilidades podrían facilitarte mucho el trabajo en el puesto de servicio -estuvo de acuerdo cuando Ruth le recordó su afinidad mágica-. En un principio, las termas funcionan con una red de hechizos conectados por un sistema rúnico, por lo que no tendrías que lanzar los hechizos térmicos tú misma, pero sí que te pueden resultar útiles para ciertas tareas. Y, desde luego, uno de tus primeros trabajos sería revisar dicho sistema conmigo. Pienso que tus habilidades pueden ayudarme a mejorarlo -comentó, calibrando la idea en su mente mientras probaba una de las galletas de mantequilla de feerik que había en el plato.

La vouivre no reaccionó al ver el demonio aparecer por su manga, tan acostumbrada ya a encontrarse con demonios del tipo y de distintos tamaños de sus años viviendo en el burdel. Incluso conocía personalmente a algunos, los favoritos de Caín, aunque ciertamente no había intercambiado más allá de un saludo o algunas palabras con ellos porque los demonios tendían a solo relacionarse con sus invocadores o con otros demonios e ignorar abiertamente al resto de personas.

-De nuevo, no tienes de qué preocuparte. Estoy acostumbrada a convivir con demonios -la tranquilizó de nuevo con una sonrisa divertida por las coincidencias-. Otra de las personas con las que vivía era un invocador, así que estoy familiarizada con la mayoría de demonios más simples de invocar y con algunos algo más complejos.

Con tranquilidad, Wen abrió la carpeta que había dejado sobre la mesita y sacó un par de hojas de papel y un bolígrafo con el logo de las termas.

-Por lo que a mi respecta, el uso de demonios para ayudarte con las tareas o no estaría a tu libre elección, siempre y cuando fueran aquellas tareas invisibles a los ojos de los clientes, incluso si estos clientes son también demonios u otros invocadores. Prefiero que el contacto con mis clientes sea siempre con el personal directamente, espero que puedas entenderlo.

A pesar de todo lo que le habían hecho a Caín, Wen no tenía ningún rencor contra los demonios. En su opinión, había sido la propia ambición del invocador la que le había llevado por distintos problemas y no tanto los demonios en sí, ya que conocía de antemano su naturaleza y el cómo pretendían aprovecharse de él. La vouivre simplemente recordaba perfectamente algunas caras de desagrado de clientes en el burdel al ser servidos por demonios y prefería evitar conflictos al respecto.

-Si estás de acuerdo con esto y decidida a tener este trabajo, te sugiero que antes leas esta información -le indicó mientras le extendía las dos hojas que había sacado de su carpeta-. Ahí aparecen las condiciones generales del empleo, detalles del contrato, los extras a los que tienes derecho y tu sueldo. Tómate tanto tiempo como necesites para leerlo.

Para mostrar que efectivamente iba a darle todo el tiempo que necesitara, Wen cogió otra galleta y la mojó un poco en su té para poder disfrutarlos en conjunto.

Ruth relajó su posición en su asiento y continuó tomando sorbos de té con delicadeza, disfrutando cada segundo de la temperatura ardiente que le había proporcionado con su poder y comprobando con satisfacción que Dama Diurna no parecía tener prejuicios hacia ella.

La israelita sonrió, divertida por las coincidencias de la situación y preguntándose si algún día ella estaría tan familiarizada con la ciudad y sus habitantes como para no sorprenderse de nada. La salamandra se deslizó hacia el interior de su abrigo buscando de nuevo calor al tiempo que la demonio de fuego reflexionaba sobre el destino de Ariven. Le habría gustado conocerla un poco más, sin embargo lo que más llamó su atención fue la existencia de otro invocador. No es que se viera así misma como la única (eso sería demasiado pretencioso) pero salvando las distancias con Quemaduras, quien le mostró por primera vez aquel jugueteo con las cábalas, no había escuchado de otra persona.

—Lo entiendo perfectamente —se apresuró a argumentar, asintiendo con la cabeza. Entendía que los clientes tuvieran reparos a ser atendidos por demonios, es más, no era recomendable en absoluto. Algunos querrían matarte. Otros un pedazo de tu alma. Y en muchísimos casos ambas opciones. Por lo que lo apuntó mentalmente, el uso de sus invocaciones se daría en privado o solo para sostener las tares ocultas al público.

El tema de su afinidad mágica le hizo ilusión. Hasta entonces no tuvo ocasión de sentirse muy útil en Rocavarancolia, pero ahora vería cuestiones que encajaban con su naturaleza infernal.
—Haría lo que necesites para ayudarte con el sistema —dijo, sin poder evitar que la llama que anidaba su cola refulgiera con un brillo poderoso. No se le daban muy bien las runas, pero los hechizos térmicos y especialmente los que moldeaban e invocaban el fuego eran los favoritos de su colección. Con algún vistazo y bajo las directrices de la mujer seguro que podía encargarse de ello.

—Gracias —Ruth extendió su mano derecha para coger las dos hojas que la mujer le tendió. Dama Diurna le dio su espacio, lo suficiente como para darle a entender que no tenía prisas en que se tomara su tiempo y leyera el documento con esmero. Sus ojos incandescentes se movieron con fugacidad, reparando en las condiciones del empleo y los extras. Al detenerse en el sueldo sonó mentalmente un "clinck" de hacer caja, ya que nunca había poseído ingresos. Una vez revisado todo alzó la cabeza, controlando mejor sus nervios y consiguiendo que no se notara un leve temblor en las articulaciones—. No viene nada de extirparme un riñón así que... —se permitió bromear entre colmillos de dientes negros—. Si estás de acuerdo... yo acepto.

Wen disfrutó de su té y sus galletas favoritas con tranquilidad, atenta en caso de que Ruth tuviera alguna pregunta, pero sin mirarla abiertamente para no incomodarla mientras viajaba por las hojas informativas y el contrato. La vouivre había decidido que, incluso si estrictamente hablando estaba trabajando en ese preciso momento, bien podía tomarse ese ratito como el merecido descanso que se había estado negando toda la mañana. Tanto si la demonio aceptaba sus condiciones como si no lo hacía, este pequeño break estaba siendo totalmente bienvenido en su ajetreada mañana de cuadrar números, la parte de su trabajo que definitivamente menos le gustaba.

-No, nada de extirpar órganos -rió ante su broma, dejando la taza de té vacía con cuidado sobre la bandeja-. Aunque si estás interesada en un contrato como ese, puedo ponerte en contacto con un par de personas qué sí podrían ofrecerlo -siguió la broma, mostrando un poco más de humor negro de lo que quizás era profesional, pero Ruth acababa de decirle que sí y quizás era conveniente tantear el terreno de los límites desde ya en caso de que la demonio tuviera la intención de retractarse por algo así-. Antes de firmar el contrato, me gustaría darte un recorrido por las instalaciones. No me gusta engañar a nadie y preferiría que visualizaras por ti misma el trabajo real antes de que te comprometieras -sugirió mientras se levantaba y lanzaba un rápido hechizo sobre su ropa para hacer desaparecer cualquier miguita que hubiera podido caer-. ¿Tienes tiempo para hacerlo en este momento?

Ruth imitó el gesto de Dama Diurna y dejó su propia taza de té vacía sobre la bandeja con una sonrisa por el humor negro de la mujer. Cuando sobrevivió a la ciudad estaba tan alerta con la gente que vivía allí que se habría tomado en serio sus palabras. Pero ahora que interpretaba mejor las intenciones de las personas supo que solo estaba bromeando, así que se permitió reír a gusto sin resultar demasiado escandalosa.

—Me imagino, aquí lo raro es no tener gente cercana metidos en chanchullos —añadió, sin ningún tipo de tonalidad en su voz que indicara queja en actos como aquel. Lo decía más en serio de lo que parecía. Algunos de sus amigos ya aceptaban partes de su transformación que no habrían imaginado antes de rozar la Luna Roja con la yema de los dedos. Y bueno, la Ruth de quince años que vivía en Madrid tampoco se visualizaba trayendo demonios de otras cábalas al plano terrenal, precisamente.

—Gracias, sí que me gustaría ver las instalaciones —declaró, levantándose y conjurando también un hechizo de limpieza sobre sí misma para limpiarse las migajas de encima. Después se levantó, dispuesta a contemplar las salas que podría frecuentas en el futuro si todo marchaba bien—. De momento el recibidor me parece muy bonito.

Wen sonrió ante la respuesta de Ruth. Dada la naturaleza de muchas de las transformaciones que habitaban la ciudad, incluso aquellas más sutiles, era bastante ingenuo pensar que la gente por lo general era una santa. Aunque la vouivre tampoco pensaba que los tratos o actos turbios los hicieran automáticamente malos. En Rocavarancolia la división blanco o negro se difuminaba hasta perder el sentido y parte de la adaptación de todo nuevo ciudadano pasaba por recalibrar la propia moralidad, ya fuera por la propia naturaleza descubierta, por la de tus amigos y compañeros o por simple supervivencia.

-Me alegro que te guste la recepción. Quería que se viera agradable y elegante -contestó mientras salía tras los biombos.

Al momento, Virgo levantó la cabeza de lo que estaba haciendo y les dedicó a las dos su sonrisa profesional y un asentimiento con la cabeza antes de dirigirse hacia la zona de la que acababan de salir como si Diurna le hubiera dado una indicación. No era que Virgo la necesitara, por supuesto. La keniata sabía perfectamente que debía limpiar la bandeja del té y guardar la carpeta con el contrato en la recepción a la espera de que volvieran a salir o su jefa se la solicitara.

-Ese pasillo de ahí lleva a mi despacho y al almacén, que está conectado a la zona de servicio, a la que también se puede acceder desde dentro y desde la recepción por dos puertas escondidas ahí y ahí -comenzó a explicar mientras señalaba los lugares que iba indicando-. Por este otro pasillo se va a los vestuarios y los baños, y de ahí a la zona de aguas. ¿Llevas hechizos anclados de vestir? No está permitido entrar con calzado a la zona de aguas y nosotros es lo que solemos usar, pero puedes utilizar una de las taquillas si no eres habitual de esos hechizos -siguió explicando mientras guiaba a la demonio por el pasillo señalado.

Ni ella ni ninguno de sus empleados solían llevar zapatos dentro del edificio, ni siquiera en las zonas permitidas, por comodidad. Pero todos ellos los tenían anclados en hechizos en caso de que fuera necesario, ya que resultaba más práctico que tener que buscarlos para poder quitárselos y ponérselos. Virgo, por ejemplo, siempre se los ponía cuando salía detrás del mostrador de la recepción y Wen los llevaba puestos en ese momento a pesar de que en su despacho había estado cómodamente descalza.

Ruth salió tras Dama Diurna aún percibiendo como las salamandras demoniacas se retorcían bajos los pliegues de su ropa allí donde el calor anidaba con mayor fuerza.

—La verdad, se ve bastante así —concedió tras pasar los bimbos y dirigirle una sonrisa como respuesta al asentimiento profesional de Virgo. No solo era el recibidor agradable y elegante, si no toda la estructura. Desde las columnas hasta el material del suelo parecía escogido con mimo y precisión, además de buen gusto, todo había que decirlo. Aquello le infundía respeto. La mujer no parecía dejar nada al azar y eso hacía que se sintiera más cómoda al respecto si cabía la posibilidad de trabajar allí—. Todo parece muy comunicado entre sí —añadió, le agradaba poder escuchar que su despacho daba acceso a la zona de servicio. Algunas personas con diferente ego tratarían de cruzarse lo más mínimo con sus empleados. No parecía el caso.

La isrealita continuó caminando, moviendo su cola tras de sí en un acto inconsciente. Las mechas de su cabello parecieron parpadear con timidez por un segundo tras las últimas palabras de Dama Diurna.

—¡Oh! —rio por la situación—. Mi mejor amigo es un licántropo, creo que sé a que tipo de hechizos te refieres, aunque él emplea runas. Pero bueno la cosa es que yo... no uso zapatos —su boca mostró todos sus dientes negros con una mueca divertida, y sus garras de reptil por pies se movieron al unísono, tamborileando la superficie sobre la que pisaba—. Es un rollo, una de las cosas que más me gustaba de cuando hacía atletismo era calzarme mis zapatos —prosiguió, preguntándose con ilusión si se dirigían ya hacia las piscinas.

Wen miró hacia abajo levemente sorprendida al encontrarse los pies de la demonio efectivamente descalzos, no tanto por el hecho de que fuera descalza en sí como por no haberse dado cuenta previamente. Posiblemente estaba tan acostumbrada a que todo el mundo fuera descalzo a su alrededor la mayoría del día que ya no debía ser un detalle que le llamara la atención.

-No sé si conoces La Boutique de dama Isis -preguntó mientras abría la puerta de los vestuarios para que Ruth pasara primero-. Se abrió hace relativamente poco, como un par de meses antes que estas termas. De hecho, los uniformes los encargamos ahí. Creo que es un sitio donde podrían ayudarte si echas de menos los zapatos. Tienen muchas posibilidades y no tienen problemas en trabajar con encargos a medida. Y si es por el dinero no tengo problema en darte un adelanto -sugirió mientras se posicionaba en medio del vestuario, donde se podían ver tanto los cubículos para cambiarse como los baños.

Los vestuarios y los baños, así como las termas, eran públicos y para todos por igual, pero sí contaban con tamaños distintos claramente diferenciados. La mayoría de los cubículos, aunque amplios, eran de un tamaño estándar humanoide, pero podían verse algunos significativamente más grandes o pequeños para adaptarse a toda la variedad de clientes.

-Estos son los vestuarios y ahí están los baños -explicó señalando-. Intentamos que haya espacio para todos los públicos, pero a veces, dada la variedad de características físicas de la población de la ciudad, eso se complica un poco. Tu contrato vendrá, por supuesto, con una formación tanto para que sepas que hechizos usar en cada ocasión que lo requiera, como para enseñártelos en caso de que los desconozcas.

—Sí, Dama Isis vino el mismo año a la ciudad que yo, estuve en su inauguración pero no es un lugar que frecuente mucho —comentó, antes de sonreír con sinceridad cuando la mujer abrió la puerta de los vestuarios para que pasara ella primero—. Gracias —le dedicó un asentimiento de cabeza.

La demonio de fuego reflexionó sobre las palabras de Dama Diurna durante unos instantes y abrió mucho los ojos al conocer que los uniformes habían sido encargados allí. Era una pena, porque ya no se le veía el pelo a la veela, pero estaba segura de que seguía siendo una buena idea acudir al establecimiento. El chico que parecía estar al cargo durante las ausencias cada vez más prolongadas de la frivy se le antojaba muy competente.

—¡No es necesario, de verdad! —la voz de la israelita sonó en apuros, pero sobre todo afectada por la sorpresa, y es que la idea de que Dama Diurna fuera tan generosa por su parte era algo inusual en una ciudad como aquella. No debía causarle tanto revuelo, en realidad ya percibió cómo se dirigía a Virgo—. Pero es todo un detalle, gracias de nuevo. He terminado por acostumbrarme a ir descalza, siempre realizo hechizos de limpieza antes de entrar en algún lugar, eso sí —su intención estaba lejos de ir dejando huellas sucias por todas partes.

Llegó la hora de ver los vestuarios y los baños. Ruth pestañeó al ver ciertos cubículos tan pequeños y otros de dimensiones más grandes. Tenía todo el sentido del mundo. Alguien que midiera casi dos metros y medio y portara unas alas descomunales necesitaría más espacio.

—Me va a venir bien —cruzó los brazos por delante del pecho, mientras sus ojos incandescentes se daban por satisfechos con lo visto en la sala—. Mi conocimiento de la magia y hechizos es limitada —si el contrato contenía formación... era una oferta difícil de rechazar.

Un pensamiento fugaz cruzó su mente, imaginándose a un trasgo horripilante y colosal entrar a echar una meada.

—Por cierto, ¿Qué pasaría si un tipo viene con ganas de problemas? ¿El cliente siempre tiene la razón? —se permitió bromear, sin poder evitar su manera tan directa de decir las cosas.