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Trucos del oficio (+18) Empty Trucos del oficio (+18)

25/04/19, 05:24 pm
-Jefe, le digo yo que eso no entra.

Los trabajadores del burdel se habían congregado en el salón principal para poner en práctica una de las últimas ideas de Cain: un espectáculo en vivo. Habían montado una tarima en uno de los extremos del salón decorada con un dosel de seda y vestida con pieles, colchones finos de plumas y cojines. Jau era el que se encontraba sobre este, reclinado contra los almohadones y con el miembro erecto asomando entre la seda azul de sus pantalones. Wheem lo miraba desde abajo, no muy convencido con la idea. Cain los había emparejado por los rasgos felinos que compartían y por la diferencia de tamaño, y era justo esa diferencia de tamaño lo que echaba para atrás al varmano. Nadie que lo conociera podía decir que no tuviera experiencia, sin embargo lo de su compañero era un pelín exagerado.

-¿No te pedí que te prepararas a conciencia para hoy? -preguntó Cain. Aguardaba de pie con los brazos cruzados y cara de poca paciencia.

-Sí, pero una cosa es prepararse y otra... ¿pero ha visto usted el tamaño de esa cosa? -Wheem señaló al tigre mientras miraba a su jefe como si no entendiera cómo no podía verlo.

Jau luchaba por contener un ataque de risa.

-Sí, resulta que Jau y yo compartimos criba así que estoy bastante familiarizado.

Ahí el licántropo no pudo más y soltó una carcajada. Wheem estaba empezando a ponerse rojo como su cabello. Dama Circe intervino para empeorar las cosas:

-Tío, pero si la mitad de los trasgos de la ciudad tienen ese tamaño, no sé de qué te sorprendes.

-Bueno, es que yo no voy por ahí follándome a trasgos ,ni a ningún bicho que supere los dos metros de altura.

-¿Y qué haces, tirarte repobladores? -se burló la loba.

-No, me tiro a gente de proporciones razonables.

-Pues no me extraña que no consigas pagar tu deuda...

-Hmm... jefe -interrumpió Jau -. Esto empieza a doler.

Cain puso los ojos en blanco y suspiró con exasperación.

-Sois unos quejicas.

Apartó a Wheem y Circe, que habían seguido discutiendo, y se dirigió a la tarima. Adivinando lo que venía, Jau se recolocó en el cojín y alcanzó el frasco de lubricante. Cain se desabrochó la túnica y la echó a un lado, quedando desnudo a excepción de todos los amuletos que siempre llevaba.

-Vas a ver como entra perfectamente. Presta atención -dijo Cain, taladrando a Wheem con su único ojo.

Jau vertió una buena cantidad de lubricante sobre su pene y lo extendió con la mano, masajeando arriba y abajo. Luego se ocupó del rubio. Sonrió, nada sorprendido de que Cain se hubiera preparado de antemano. Al invocador le gustaba lucirse.

Wheem observaba con atención los movimientos de ambos. Jau era realmente elegante a pesar de su tamaño, y demostraba un tipo de experiencia muy distinta a la suya. Tenía, en cierto modo, más clase, y eso le daba algo de envidia. Cain por su parte ofrecía un espectáculo desconcertante; era extraño lo frágil que se veía su cuerpo en contraste con el de el licántropo y sin embargo desprendía tal aura de control. Se veía en sus gestos, en la forma en la que miraba a Jau, cómo le rodeaba el cuello o le acariciaba las sienes rapadas.

-¿Ves como el jefe mueve los labios?

El varmano dio un respingo, no había notado a Ariven acercarse concentrado como estaba en la escena de la tarima. Le hizo caso y prestó atención a la boca del invocador.

-Está... ¿conjurando un hechizo?

-Un salmo de dilatación -confirmó Ariven – Un pequeño truco del oficio. Por muy monstruos que seamos tenemos límites. Incluso Circe, con lo que farda, necesita de alguna runa de vez en cuando.

-¿Y de dónde carajo sacáis esos hechizos?

-Pff, de donde sacamos todos los hechizos. Debiste hacer tus deberes cuando empezaste aquí.

Tenía cierto sentido. Había hechizos para facilitar cualquier tarea cotidiana, ¿por qué no iba a haberlos para eso?

Mientras tanto, Jau levantó a Cain, como si no pesase nada. Lo agarró por los muslos, separando los glúteos con los dedos. El rubio, firmemente apoyado sobre sus hombros, fue bajando lentamente, y todos vieron como se tragaba a Jau a ritmo lento pero constante. Seguía conjurando entre suaves jadeos que se escapaban de su garganta. El tigre se fue inclinando hacia adelante, sujetando con delicadeza el cuerpo de su jefe. Cuando entró entera, Wheem sintió el impulso de aplaudir, Vivia y Ariven lo hicieron.

-Y así -dijo Cain, apartándose el flequillo con gesto altivo – Es como se monta la polla de un licántropo. ¿Te has quedado con el truco Wheem?

-Creo... creo que sí -respondió el varmano.

Ariven le puso una mano en el hombro y apretó suavemente para darle ánimos.

-Yo lo conjuraré por ti esta vez y si quieres puedo pasarte mis apuntes.

-Gracias.

-¿Jefe, puedo moverme? -gruñó Jau. Por su expresión estaba pasando un mal rato, ya llevaba tiempo manteniendo la erección.

-Si aprecias tu vida no -espetó Cain. -Wheem, sigues tú. Lo quiero listo para esta noche.

Y dicho eso se levantó del regazo de Jau, se limpió con magia y volvió a vestirse como si no hubiese pasado nada.

-De verdad, este tío es un fantasma -comentó dama Circe con una media sonrisa.

Wheem no supo si asentir o no. Se sentía un poco estúpido por no haber pensado antes en ello. Desde luego tenía pinta de que esos trucos iban a serle mucho más útiles que las trampas en los juegos de cartas (y confiaba en que se le diesen mejor).
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