Sobre Tuétano (marzo 7ª cosecha, Maciel)

—¿Qué es eso de que nos matará al salir la luna una tal tuétano?
Sox miró al coreano inicialmente con incomprensión; todos sabían quién era Tuétano. No fue hasta un instante de retraso que cayó en la cuenta de que claro, Hyun había llegado hacía poco. No tenía por qué saberlo si nadie se había parado a explicárselo.

El peso de las malas noticias le revolvió el estómago. ¿Por qué le había tocado hacerlo a él?
—Es una ciudadana que nos la tiene jurada. Dijo que cuando llegara la Luna volveríamos a vernos las caras, y lo más seguro es que no sea para bien —bajó un poco la voz—. Barael tenía dos manos cuando llegó. Ella le dejó sin la derecha.
Hizo una pausa sin darse cuenta mientras asimilaba aquella diferencia. Había terminando acostumbrándose tanto al nublino haciéndolo todo a una mano que hasta ahora no se había parado a pensarlo de aquella manera: que Rocavarancolia le había quitado la otra. Aquel espacio vacío era el peligro de aquel lugar hecho recordatorio material. Aquella pequeña revelación no hizo sino añadir otra capa de desasosiego a un día ya marcado por los malos presagios.

Sox se pensó lo siguiente un momento, en si realmente era necesario, pero juzgó que era justo que Hyun lo supiera. Él habría querido saberlo.
—A veces sobrevuela el torreón. Nos vigila.

El coreano no pudo esconder la preocupación que si acaso crecía al saber más de la historia. El humano no era un extraño a los horrores de aquella ciudad y se imaginaba que el brazo del nublino tenía una razón, pero no podía evitar sentir miedo ¿Porqué habría caido en el torreón con fecha de caducidad? Ese era el primer pensamiento que se le pasaba por la cabeza una y otra vez y por mucho que lo desestimara, y el mismo que le lanzaba a decir sin darle un segundo pensamiento:

-¿Y qué le hicisteis para que quiera mataros?- aunque en el fondo supiera que muy probablemente ni tuvieran ellos culpa, ni la ciudadana motivación. Sus palabras iban inevitablemente cargadas de culpa; de sus ganas de cargar a alguién con la culpa del miedo que él sentía. Porque daba igual, que fuera del torreón estuviera igualmente condenado, el hecho de que allí probablemente moriría cualquier grupo de niños, y sus propias promesas a sus compañeros muertos de unirseles cuando el destino quisiera, seguía queriendo vivir. Seguía siendo un cobarde. Y ahora le tocaba a Sox cargar con ello.

- Por no hablar de eso que decís que la luna nos cambiará y que podríamos convertirnos en arañas gigantes.- Sus sentimientos se tradujeron en una mezcla de cabreo y frustración en su tono. Y en su mente, la horrorosa estatua de margalar que no había olvidado.

La manera en que lo formuló el coreano pinchó en un punto sensible que Sox no había advertido hasta entonces que existiese: aquél al que le indignaba que se cuestionase la injusticia de lo que les había pasado.
—Nos caímos. Nos caímos a un agujero —respondió con más brusquedad de la que había pretendido, y al advertirlo se tomó un momento para corregirse. Hyun no sabía lo que había pasado, se esforzó por recordar—. Estábamos... Nos escondíamos de otro monstruo. Embistió cerca de nosotros o algo así, y se derrumbó el edificio donde estábamos —había estado demasiado concentrado intentando apuntar con la ballesta que no recordaba exactamente ese momento—. Así que nos caímos al pasaje subterráneo donde estaban Tuétano y otra transformada más, y la otra se quedó aplastada —recordaba con nitidez a Tuétano llamando a gritos a alguien y la nota de desesperación en su voz, pero no su nombre. Se había entremezclado con el sonido colectivo del dolor de sus compañeros, más urgente para él, y su propio aturdimiento por la caída—. Así que nos echa la culpa de que muriera.

Por más que lo intentase no lograba recordar el nombre pero con las nuevas palabras de Hyun cayó en la cuenta de otra cosa más, que no hacía sino echar leña al fuego de la noticia que habían recibido hoy. Alzó un poco los brazos con exasperación para volver a dejarlos caer junto a sus costados.
—A mí me lo dices —la tranquilidad con la que se lo tomaban los nublinos, y hasta cierto punto parte de los demás, le ponía nervioso—. ¿No es una mierda? Nos pueden transformar en arañas pero una avalancha todavía puede matarnos después.

Aunque no conscientemente Hyun agradeció que Sox no respondiera mal, por muchas razones que le hubiera dado para hacerlo. Al final del día y aunque hubiera vivido todo lo que había vivido, no dejaba de ser un niño con ganas de ver a su madre y llorar hasta que olvidase todo lo que había pasado. Y su frustración inicial no tardó en transformarse en impotencia y tristeza una vez más. Un suspiro entrecortado rebajó el tono de su respuesta, quizás de más, y su nariz no tardo en empezar a moquear un poco mientras se le humedecían los ojos.

- Si ¿Y de que les sirve siquiera?¿Para que jodernos la vida?- Respondió. Tardo unos segundos de silencio en decir lo siguiente, algo que había pensado, en lo que llevaban, bastantes veces. -¿De donde sacais toda esta información?- Era una pregunta sincera, en la ciudad de los horrores en la que estaban era dificil ser escéptico, pero era una pregunta importante.

Contrariamente a lo que esperaba, ver su frustración y su miedo reflejados en el otro no le hizo sentir mejor en absoluto. Era un círculo vicioso.
—No lo sé —y el breve silencio que siguió no pareció ayudar a ninguno de los dos. ¿A final de cuentas para qué servía la cosecha? ¿Para llenar aquella ciudad de gente? Si podían tocarles poderes fantásticos o deformaciones por igual, ¿qué utilidad compartían para Rocavarancolia?

—Nos hemos ido encontrando a gente... ciudadanos —se corrigió— que nos lo han ido diciendo. También nos encontramos unos libros mientras rebuscábamos en las casas... Y los nublinos ya sabían algo cuando llegaron —dudó un momento sobre si sería necesario explicarlo, porque a fin de cuentas no sabía si Hyun había conocido a compatriotas de Eriel y Barael dondequiera que hubiera estado viviendo antes. Decidió no pararse a preguntar y decirlo de todas formas—. En su planeta divinizan a los rocavarancoleses o algo así. Para ellos es un honor ser cosechados, y dicen que algunos de ellos incluso vuelven a sus casas.

>>Hay quien nota cosas raras también —añadió con hosquedad. Admitirlo todavía le costaba trabajo, pero a aquellas alturas era indiscutible—. De un día para otro Rad podía saber sin mirar el reloj cuánto quedaba para la Luna Roja. A otra chica que ya no está aquí le cambiaron los ojos de color. Cosas así.

<<¿Notar cosas?>> Le estaba dando la oportunidad perfecta al conformista cerebro de Hyun para hecharle la culpa de todo lo que odiaba de si mismo, su cobardia, sus ataques de panico, su sonambulismo... Pero Hyun era demasiado consciente de que al final eso es lo que eran; excusas. por mucho que quisiera que lo que le pasaba no le pasara por ser debil, porque estaba perdiendo la chota o porque simplemente era él. Esas cosas raras de las que hablaba Sox solo explicaban de verdad:

- Mi corazón...- murmuró al principio para sí. - Mi corazón no se acelera. - Decirlo en alto era mucho peor de lo que creía. Por muchos meses que llevara ocurriendole, decirlo en alto lo hacia real. Algunas lagrimas amenazaban con romper la barrera que creaban sus pestañas. - ¿Eso que significa?¿En que me voy a convertir? - Preguntaba como si el chico delante suya fuera a saber nada más. Entonces miró al carabés y terminó.

- ¿Y tu?- ¿El chico enfrente suya de verdad no notaba nada?

Sox se le quedó mirando pasmado. No había esperado que Hyun le dijera otra cosa que no, que no había notado nada extraño. Por el contrario aquél era un cambio raro; un cambio objetivo e indiscutible, que el coreano habría tenido mil ocasiones de comprobar. Precisamente como los ejemplos que él acababa de darle a Hyun, los que no había tenido más remedio que aceptar y los que le ponían más nervioso por lo innegables que eran.
—¿Ni cuando estás corriendo? ¿Nada? —insistió aun así. La opresión en el pecho empeoró al oír reflejados en la voz de Hyun su propia angustia y su miedo—. No lo sé —ya era la segunda vez que lo decía en escasos minutos, y le supo peor que la primera. ¿A qué clase de transformación le cambiaba el corazón, a un monstruo o a un ser ultrapoderoso?—. Te juro que no lo sé. No he leído nada parecido.
Meses atrás el pensamiento le habría infundido motivación renovada para escudriñar cada línea del libro de historia, pero en aquel momento Sox sintió con claridad abrumadora que la situación le superaba. ¿Y qué era mejor de todas formas, encontrar alguna referencia y arriesgarse a que fuera terrible o vivir en la incertidumbre?

—No. Nada de nada—su tono salió mucho más a la defensiva de lo que había planeado. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué a todo el mundo empezaban a pasarle cosas y a él no? ¿Qué significaba, que se estaba librando de cambiar o que lo peor estaba todavía por venir?

- Vale.- Le respondió, cambiando el tono al segundo, mucho más serio y seco. Se había ridiculizado suficiente. Aun con algunas lagrimas en los ojos se despidió con un reverencia y un "hasta luego" del carabés, poco más podría hacer éste por el. Todo lo que le había dicho no dejaría de ser parte de las pesadillas del coreano para el resto de noches. Pero las cosas quedaban un poco más claras.