Remordimientos

Habían pasado un puñado de días desde su última salida. El día en que todo se había torcido todavía más. Nime no había podido ni salir a por comida, pero tampoco había podido mirar a Eitne a los ojos desde entonces. Había evitado la habitación salvo a la hora de dormir, y los remordimientos eran cada vez más difíciles de soportar. No estaba acostumbrada a aquel sentimiento, no con tanta fuerza. Antes de Rocavarancolia nunca había tenido que arrepentirse de pérdidas tan graves.

Lo peor era que sabía que Eitne no merecía que lo rehuyera, porque no lo hacía por él sino por sí misma. ¿A quiénes estaría culpando de lo que le había pasado? ¿A quiénes guardaría rencor por no haber estado con él hasta el final… o en los días siguientes? Llegó un momento en que Nime supo que sería más sencillo hablar con él que seguir atormentándose a sí misma. Aun así esperó hasta poder coger a Eitne solo en la habitación durante una salida a por comida, ya que su orgullo seguía impidiéndole en cierta medida que la gente presenciase claramente su debilidad.

La niña se asomó al cuarto y comprobó que el daeliciano no dormía.
—Hola…
Se preguntaba si vería reproche en su expresión. Algo como «cuando Rox estaba enfermo estábamos con él todos los días». Por eso al final agachó la mirada inconscientemente. Se acercó y se sentó en la cama de al lado.

—¿Cómo estás? —Imitaba a su padre cuando entraba en su habitación cuando uno de sus hermanos o ella estaban enfermos, pero enseguida pensó que la pregunta debía de sonar estúpida.

Desde el incidente, Eitne parecía haber perdido también la lengua. Solo hablaba para pedir ayuda a adultos cercanos si necesitaba ir al baño o comer, siempre en un tono bajo, casi inaudible. El resto del tiempo lo pasaba en silencio, mirando al techo, a la pared o a la ventana con expresión dolorida, como si aún recordara el momento en el que bajó el cuchillo por primera vez. De alguna manera, se sentía abandonado allí. En su mente, ya no había mucha diferencia entre él o la bañera, o las camas, o los armarios. Lo único que le diferenciaba de ellos era que daba más problemas y que, realmente, no servía para nada. No era más que un necesitado inmovil.

Cuando escuchó a Nime, tuvo sentimientos contrapuestos: por un lado se dijo que por fin; por otro, rogó mentalmente que no quisiera hablar con él. Eitne quería volver a sentir cerca a sus amigos, pero no se sentía valioso para su tiempo. Tenían cosas que hacer, gente a la que ayudar y dos ausencias que suplir: la de Drusar y la suya propia.

A la vez que ella agachó la cabeza, el se volvió hacia la pared y ninguno se vio en el momento de rehuírse.

—No muy bien —reconoció, suavizando mucho lo que de verdad quería responder para no hacerla sentir mal. Su voz sonaba tomada, como si no se hubiera despertado hacía ya horas.

Dudó unos instantes y, finalmente, volvió a girarse para mirarla. A pesar de sus esfuerzos por evitar que sus sentimientos más feos permearan, su rostro estaba algo arrugado, compungido.

—¿Cómo estáis vosotros? —le devolvió la pregunta no por cortesía, sino con sinceridad.

¿Cómo estaba viviendo el resto de sus compañeros la muerte de Drusar o la falta de su propia pierna? ¿Lo estaban pasando mal por el trabajo que les suponía? ¿Cómo se sentían al respecto? Tanto tiempo a solas ayudaba a generar preguntas.

Le respondió, y lo hizo de forma normal. Por un lado, Nime sintió alivio, pero por otro le extrañó. Aunque no tanto como la propia pregunta que hizo después Eitne. ¿No lo sabía? ¿Tan abandonado estaba? ¿O no se le había ocurrido nada mejor que preguntar? En cualquier caso, la culpa de la niña por no haberle hecho compañía había vuelto a crecer.
—No sé… tirando, supongo. —Romper el hielo era muy difícil, y Nime había estado rehuyendo demasiado a todo el mundo para dar una respuesta más específica—. No queda otra. —Pero, ¿adónde llevaba seguir sobreviviendo? Eso era en lo que no quería pensar, así que apartó el tema de su mente. Decidió ir al grano, de forma torpe, o no lo haría nunca—. Eitne… Lo siento. Por… por lo que pasó cu…cuando… No pude proteger a nadie. —Se sorbió los mocos y se frotó los ojos para retener las lágrimas—. No pude quedarme aquí contigo después, y luego… pensé que estarías demasiado enfadado.

Eitne se incorporó un poco en la cama, recostándose sobre el cabecero. Al moverse, intentó ocultar la incomodidad que sentía; lo ajena que le resultaba la diferencia de peso entre un lado y otro.

—No, no queda otra... —repitió las palabras de Nime, cabizbajo.

Cuando le llegó la disculpa de Nime, sus ojos también se empañaron, pero él no fue capaz de disimular y se los frotó con las manos a la vez que se le arrugaba la boca. Cogió aire para que el llanto no le impidiera hablar. Eitne no podía decir que no sintiera rencor, pues le carcomía desde hace días, pero no era rencor hacia nadie en concreto. Se había dado cuenta de que, si hubiera intercambiado su lugar con Nime, él habría hecho igual. Si acaso, odiaba a la ciudad. A la ciudad y al hada, sobre todo a ella, que lo había secuestrado, separado de su familia y condenado a pasar el resto de su vida cojo.

—No, Nime... No pasa nada —le dijo.

Y entonces no hubo respiración que le permitiera controlar los sollozos ni manos suficientes para secar todo lo que lloraba.

Guille se despertó más pronto de lo normal, habia tenido un sueño extraño no fue una pesadilla,siemplemente fue raro. Paso el resto del dia dando vueltas por el torreón, sin hacer nada temiendo la mirada de cada persona del Torreón y mas aun la de Eitne, ya sabia lo que vería en ellos, sabia que le echarían la culpa ya que era culpa suya pero no estaba preparado para ello.

Vio perfectamente a Nime dirigirse a la habitación a hablar con Eitne. Una parte de él temía escuchar pero aun asi se acercó y se coloco detrás de la puerta, escuchando su conversación, él también queria hablar, él queria disculparse también aunque no tuviera perdón.

Se quedo ahí quieto en silencio esperando, hasta que bien entrada la conversación, justamente sonó la puerta, con un sonido débil pero fijo que fingía el golpear de un niño. Guille no supo que hacer habia sido descubierto, asi que simplemente contuvo la respiración.

Lo había hecho todo mal. Estaba segura, porque había hecho llorar a Eitne. Nime no tenía experiencia suficiente, o empatía, para saber que el niño no lloraba porque le hubiesen molestado sus palabras, sino porque tenía demasiadas cosas por las que llorar en ese momento. No se llevó la impresión de que le hubiese perdonado siquiera, y no sabía si podía seguir hablando con él, ese o cualquier otro día. Su padre solía decir que el tiempo hacía volver todo a su lugar, pero para alguien de su edad sonaba demasiado indefinido, demasiado infinito.

Al menos aquella experiencia le había servido a Nime para entender que no podría soportar la estancia en Rocavarancolia sin los amigos más cercanos que había hecho allí, encerrándose en sí misma. Quería el perdón de Eitne, y quería perdonar a Guille, pero sabía que ninguna de las dos cosas era tan sencilla.

Y entonces el tercer niño apareció en escena. O mejor dicho, ya estaba allí, pero había sido delatado al llamar la atención hacia él un golpe en la puerta. «¿Desde cuándo está mirando?» se preguntó la libense, avergonzada. Tenía los ojos llenos de lágrimas, y detestaba que la viesen así, aunque empezase a acostumbrarse.
—No quiero que las cosas cambien —dijo finalmente, mirando a uno y luego al otro, resumiendo pobremente lo que sentía—. Quiero que todo vuelva a ser como antes. ¿Podremos? —Tras aquella pregunta, se sonó sonoramente los mocos en la chaqueta varias tallas más grande que solía usar desde que hacía más frío.

Eitne miró a Guille, pero no supo muy bien qué decirle. El humano parecía anclado a la puerta y para Eitne estaba claro (aunque no lo fuera) que le daba miedo pasar porque él estaba dentro. Agachó de nuevo la cabeza, aún llorando, y escuchó con dolor las palabras de Nime, que lo rompieron un poco por dentro. Se miró a la pierna, al bulto que faltaba bajo la manta, y los llantos fueron a más. «Las cosas ya han cambiado» pensó, aunque entendió a qué se refería Nime.

—Oj... —hipó y se sorbió los mocos sonoramente—. Ojalá —. El daeliciano calló unos segundos y luego volvió a hablar entre sollozos, mirando primero a Guille y luego a Nime—. ¿Os doy miedo?

Y volvió a llorar con fuerza, anticipándose a la respuesta que él esperaba.

Guille no esperaba eso, volvio a respirar de golpe. No sabia que hacer, y comenzo a llorar cada bocanada de aire iba acompañado de mas lágrimas una detras de otra, el corazón de Guille estaba completamente al descubierto, corrió hacia ellos.

-NO...No....No...No...me das miedo, no das nada de miedo, ¿Como vas a dar miedo?-decia mientras lloraba estrepitosamente, Guillermo ya no se podia contener- no das nada miedo, mírate como vas a dar miedo, eres estúpido- ¿porque no culpaba a Guille?- eres pequeño y débil- ¿porque no le gritaba?- y tonto,y valiente, y bueno, y amable, y eres un amigo genial...es culpa mia.. todo es culpa mia... Tendrias que odiarme... tendríais que odiarme- dijo mirando también a Nime.

-Moristeis por mi culpa, el huésped os mato por mi culpa y conseguí volver, y prometí ser fuerte prometí arreglarlo, prometí no equivocarme esta vez, pero esto es culpa mia, yo quise salir...-dijo llorando y gritándo, mientras metía la cara en las sábanas- ahora ya no podrás saltar, no podrás correr, no podras escalar...por mi culpa.

Guillermo se sentía tan miserable, tan culpable, si pudiera hacer algo cualquier cosa lo haría, pero no podia hacer nada más, solo estar ahi tirado en el suelo agarrado a las sábanas.

A Nime se le rompió el corazón. También se quedó sin palabras. Primero Eitne, y luego Guille, ninguno de los dos estaba diciendo cosas con sentido. Eitne no daba miedo, ¿cómo iba a ser ese el problema? Lo que daba miedo era el futuro, el presente incluso. Lo que les esperaba al vivir allí. Y cuando Guille estalló Nime no pudo pensar en el rencor que le guardaba, porque en el fondo era relativo. Ella tampoco se había opuesto a la salida, entre todos la habían secundado.

—Guille, Guille… —Nime se puso en pie y tiró suavemente del hombro del humano—. Puede que… puede que saliésemos por tu culpa, pero tú no has hecho nada a posta. Somos débiles… yo también pensaba que podría pelear si pasaba algo, pero no… No pueden ni los mayores. Simplemente… simplemente…

No supo cómo continuar, así que no lo hizo. Pasó su mirada a Eitne, preocupada.
—¿Por qué piensas que das miedo? Eso no tiene sentido.
Lo que daba miedo era que su amistad  se hubiese estropeado por todo lo que había pasado, pero no entendía a qué se refería el daeliciano. Terminó por tomar asiento en la cama al lado de donde estaba Guille, secándose la cara con la manga de la chaqueta.

Eitne se contagió del llanto de Guille y perdió de nuevo la capacidad de hablar. Cuando llegaron las primeras palabras cálidas, se tapó la cara con las manos y gimoteó aun más.


—No hemos muerto, Guille —logró decir pasado unos minutos. Era el único consuelo que tenía desde el incidente, que él no había muerto. «Drusar sí». Arrugó el borde de la sábana  y se limpió las lágrimas y los mocos con ella. Acto seguido, trató de explicarse—. Debería daros miedo porque estoy roto. No soy como antes... He perdido mi... mi... imagen propia —«¿Qué palabra era la que usaba la yaya?»— Soy antiestático —hipó.

El daeliciano estaba haciendo una lectura errónea de las creencias de su pueblo, su abuela jamás habría hablado de antiestética por el resultado de ninguna herida. Le habría invitado a aceptar el cambio igual que se aceptaban las modificaciones elegidas por uno mismo; le habría invitado a sanar. Pero Eitne era pequeño y jamás había entendido bien su religión.

Guille siguió llorando, sin parar, fuera de si. ¿Porque merecían esto? se lo preguntaba una y otra vez. Tenia que haber una forma de que esto tuviera un final feliz.

Escucho a Nime, sus palabras fueron de alguna manera lo que necesitaba, si era su culpa pero el no le había echo eso a Eitne. Y fue el mismo el que le recordo que aun estaban vivos, Guille escuchó atentamente, esperando que le dijera que era culpa suya que le odiará, pero no fue así, se dio cuenta que Eitne era mucho mejor que él, cuando Guille estaba pensado en si mismo y en su culpa, Eitne pensaba en ellos y en no darlos miedo aunque fuese absurdo.

Entonces el llanto se le mezclo con la risa y comenzo a sacar una cargada detrás de otra.

-Jajajajajajajajaja Se dice jajajajajaja antiestético no antiestático puajajajajaja- no sabía porque se estaba riendo tanto, realmente no hacia tanta gracia, pero llevaba tanto sin reírse, que es como si todas las carcajadas hubieran esperado algun momento para salir. Aunque no fuera el mas oportuno.

A Nime la confundió la respuesta de Eitne, tanto que no supo muy bien qué responder. No era que la estética no fuese a preocuparle si ella misma perdiese una parte, pero la relación que había hecho Eitne no podía entenderla bien.
—Pero eso no tiene que ver con dar miedo. O sea… aunque te falte una pierna o un brazo, tu lo que tienes de raro es que eres violeta. Y nos hemos acostumbrado.
La libense no sabía escoger sus palabras, y Guille empezaba a reír a carcajadas así que la niña perdió completamente el hilo.
—¿Qué más dará si se dice antiesmético o no sé qué? —dijo, a la vez que le propinaba una colleja floja. ¿Era realmente gracioso para él o era otra de sus reacciones incomprensibles? Como quiera que fuese, no quería que siguiese llorando, pero no sabía qué pensar de aquel cambio tan repentino.