Calles

Con Barch fuera de combate, Noel se centró en no dejar un solo momento de respiro al varmano, hacia quien dirigió toda su rabia ya que insistía en acosar a Wen. El draco disparó una ráfaga de plumas tras otra para terminar de tirar abajo sus protecciones físicas mientras empezaba a conjurar. Un hechizo de dislocación provocó que una de las alas de Verkan saliese del sitio, evitando que utilizase su filo contra la británica. El draco se lanzó con el hacha por delante, activando el circuito de impulso del filo, hacia el omóplato del ángel negro, buscando seccionarle al menos en parte el apéndice. Ante cualquier ofensiva por parte del varmano, el sueco haría uso del sistema de distribución de hechizos defensivos que todavía conservaba cargado para evitar daños graves. Pero le importaba poco lo que pasase: solo podía pensar en quitarle a Verkan de encima a su pareja.

Fue poco después de clavar el hacha que vio como Barch se recuperaba y se dirigía hacia ellos con sus armas alzadas. El draco no se lo pensó dos veces y volvió a conjurar un nuevo sortilegio de aturdimiento al que imprimió una potencia considerable, dirigido también contra ambos objetivos ya que esperaba derribar las protecciones mágicas del varmano además de volver a dejar al minotauro incapacitado de nuevo.

El lanzazo mágico carcomió las defensas mágicas de la asreniana, y al mismo tiempo el campo de inercia de Adara le hizo tropezar, obligando también a Vac a descender. Al griego no le importó, y cuando Zisana rodó para esquivar el virote de la pelirroja, el chico ya la estaba esperando con su espada alzada, dispuesto a cruzar el acero con ella.

La lagarta parecía cabreada, y en cuanto consiguió un poco de espacio, invocó otra espada larga igual de grande que la primera, empuñando ambas como si no pesaran nada. Iba a aprovechar su ventaja física, y tal vez habría sido inteligente acabar con ella a distancia, pero la pulla que les lanzó echó a bajo la poca racionalidad que le quedaba al hado.
—¿Cobardes? —masculló el griego, deslizando los dedos de su mano libre por uno de sus tatuajes y sacando una daga de hoja larga y robusta— Vosotros en cambio sois un ejemplo de valentía, ¿verdad? Atacáis a nuestros amigos cuando están solos, matáis a uno completamente indefenso y lo dejáis clavado en una pared, torturáis a otro durante todo un mes para hacerlo hablar... y después de todo aun seguís intentando jodernos —el tono de su voz destilaba veneno—. Yo seré un cobarde, valiente mercenaria, pero pienso matarte con mis propias manos —anunció con una sonrisa torcida, lanzándose hacia ella con las dos armas en alto.

Vac sabía de sobra que Zisana era físicamente superior, pero le daba igual, quería destrozarla en su terreno, y no pensaba usar mas magia. Le hervía la sangre, y la locura que siempre le corroía por dentro había empezado a desatarse, privándole en gran medida de su instinto de autoconservación. Confiaba aun así en sus entrenamientos con Norou, pues a la fuerza tenía que haber aprendido algo del guerrero tengu.

Los ataques que recibió el ángel negro, tanto de Wen como de Noel, provocaron que sus defensas físicas acabaran cayendo y Verkan se llevara varios cortes en la cara durante el intercambio con Wen, que también había sufrido daños similares. El ángel negro reculó en el aire para recuperar espacio y acelerar la regeneración de sus heridas justo cuando el hechizo de dislocación le golpeó en el ala, forzando una caída inevitable. Verkan trató de amortiguarla y, aunque no se rompió nada, un dolor eléctrico le trepó desde la rodilla hasta la cadera. Debido a esto, su atención a la batalla se redujo durante los segundos suficientes como para no poder evitar el hachazo de Noel. El varmano gritó colérico por el dolor que le produjo aquel corte tan profundo e hizo acoplo de todas sus fuerzas para dirigir un tajo horizontal con su espada al vientre del draco de estínfalo.

Mientras Verkan se libraba del hacha y se levantaba ardiendo en una rabia asesina, Barch había vuelto en sí y se había dirigido hacia ellos a la carrera con la intención de embestir con su cornamenta a Wen. Sin embargo, esta vez reconoció el hechizo de Noel y consiguió desviar su trayectoria a tiempo para que fuera Wen quien recibiera el sortilegio de aturdimiento. Acto seguido, el minotauro cargaría con su hacha contra ella, dispuesto a cercenarle cualquier extremidad que pillara por medio.

Al mismo tiempo, el ángel negro continuó su carga contra Noel, casi ignorante de que había quedado sin defensas mágicas tras su último hechizo. Poco a poco fue abandonando la técnica aprendida y se dejó llevar por su instinto, arremetiendo contra el draco con movimientos ejecutados cada vez de forma más salvaje y temeraria. El ángel había focalizado toda su capacidad regenerativa en el ala y su fatiga empezaba a evidenciarse. No podía permitirse que el enfrentamiento durara mucho más y el draco era su objetivo principal.

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En los subterráneos, la satisfacción de Giz con la muerte de Sosiego era casi palpable. Sin embargo, él tenía todavía una cuenta pendiente que saldar y agradeció enormemente a Jack aquella dispersión contra la barrera de inercia. Imprimió energía en su hechizo de vuelo para alcanzar al goliat que huía y, en cuanto le dio alcance, comenzó a acribillarle con un hechizo de parálisis tras otro hasta que el cansancio del idrino, que había estado en inferioridad numérica desde el principio, le impidió evitarlo.

El goliat de Gar quedó levitando en el aire, por lo que Giz decidió aterrizar y convocar una barrera de inercia alrededor. El cuerpo del idrino cayó a plomo con un golpe sonoro y bajo la seriedad del genemago asomó una pequeña sonrisa, culpable pero sincera como pocas. Giz había acumulado un odio casi irracional hacia los mercenarios de Gar desde el incidente de Yloh, especialmente hacia el idrino, y, desde entonces, había querido hacer esto: sin más magia que los músculos de su pierna funcionando correctamente, Giz imprimió toda su fuerza en un pisotón hacia el cuello del otro goliat, suficiente para romperle la gola y dejarlo sin respiración unos segundos.

—Disfruta de lo que te mereces —se permitió el lujo de decirle antes de sacar de su zurrón dos nuevas canicas rúnicas. El goliat las activó y pronto emergieron de la nada un par de lobos de gran tamaño y piel negra, cubierta de llamas grises. Sus ojos, rojos y brillantes, observaban el cuerpo todavía vivo del goliat idrino, con el hambre acumulada de días de cautiverio y la rabia propia del animal que se sabía forzado a obedecer mediante magia. La paralisis impedía gesticular a Rodar, pero Giz no necesitaba que se moviera para imaginarse lo que había sentido al ver materializarse a aquellas dos bestias. La seriedad volvió al rostro del asreniano antes de dar una última orden que no le pesaría en absoluto—. Coméoslo.

Y para que Rodar muriera devorado por los suyos, antes de alejarse, Giz intensificó el olor a sangre y carne fresca alrededor de su cuerpo, para atraer a las alimañas.

Toima y Tania

El mayal chocó contra las condenadas protecciones mágicas y el rinoceronte avanzó dentro de la casa. Toima se preparó para recibirle con las armas en alto y una mirada fiera en su rostro. El animorfo transformó su cabeza, a falta de espacio para más y comenzó a blandir su cuerno como arma, Toima procuró alejarse de este pues, a pesar de parecer un cuerno corriente, golpeaba con algun tipo de fuerza mágica. Las protecciones que llevaba le salvaron más de una vez. Aun así, los contraataques del ulterano eran más fieros y, sin la ayuda de la magia y, por ello, el animorfo retrocedió, replanteandose si no le convenia mejor luchar en otra situación.
El ulterano, ligeramente extrañado, le dejó ir, sin quitarle el ojo de encima. Sacó su lanzavirotes de nuevo y le vió a él sacar el arco. Toima sonrió. Su corazón ardia con pasión, un enfrentamiento a como estaba acostumbrado, como tantas veces habia hecho y, por primera vez, sin tener que mancharse. Dorkal no podria haber elegido peor enemigo para liarse a disparos.

Mientras tanto, Tania, que habia salido de la taberna, con su nuevo arco dispuesto, se habia acercado a la zona del conflicto, todavia a unos doscientos metros aproximados, su respiración comenzó a alterarse, mientras miraba a cada tejado y edificio cercano como si una emboscada la fuera a detener al instante. Aun asi, no pensaba quedarse de manos cruzadas. Iba a ayudar a los cuchitrileros, tanto si la regañasen despues o si saliese herida de aquello. No podia soportar la idea de que sus amigos arriesgaran su vida mientras ella se sentia como una verdadera inutil. Tenia una flecha tensada apuntando al suelo. Dió un respingo alarmada cuando escuchó a Vac por el transmisor. El corazón le latia a mil y que fuera Vac quien contactase con ella le hizo que el corazón le diera un vuelco. ¿Le habria delatado Toima? Tendria que haber sido eso.

-S-Si... Vale...-dijo con una voz muy débil, cortando con la comunicación. Mordiendose el labio, retuvo las ganas de gritar de frustración y de ira. No solo se habia probado igual de inutil, sino que además era un claro punto débil a los ojos de sus amigos; un lastre. Con lagrimas de rabia, accionó el teletransportador que le habia dado Giz, apareciendo directamente en el laboratorio. Una vez ahí, se arrimó a una esquina y se sentó a esperar, abrazando sus rodillas.

Mientras Toima ya se habia preparado para el duelo. Habia un pequeño inconveniente, pero el plan que habia ideado era casi infalible, sobretodo, porque estaba casi seguro que el animorfo era la primera vez que se jugaba la vida en duelo a larga distancia. Mostraba una sonrisa pérfida preparandose, con un virote tensado sobre el arco, otro en un tentáculo y un cartucho más chato y grueso de explosivos. Vació el aire de sus pulmones, para ayudarse con la concentración y salió de la cobertura de la pared, asomandose tras el boquete en esta.

Antes de liberar la tensión, arrojó el explosivo despues de encender su mecha con el raspador de su hombro, este cayó a los pies del animorfo. Al retroceder este de la potencial dañina explosión, se vió atrapado con la sorpresa de descubrir que aquel explosivo no estaba cargado con algo volatil como la nitroglicerina, sino con un compuesto hecho de clorato potásico, liberando una gran y densa humareda blancuzca que cubrió toda la calle, sobresaliendo por los edificios.
Entonces fue cuando Toima liberó la tensión. El virote del argos, atravesando la niebla con la precisión que le daban los ojos de su dueño, rompió con las últimas protecciones y se quedó clavado en el pecho del animorfo, haciendole una pequeña perforación y rompiendole la clavícula izquierda.
-¡Así es como peleamos en Ulterania, cabronazo! Ni la magia ni tus truquitos de monstruosidad te sirven ahora, ¿a que no?-bramó el ulterano altivo.
Sin embargo, Toima no se habia subido en la nube, pues todavia el corazón de su enemigo latia. Cargó otro virote en el tiempo que el animorfo intentó salir de la humareda, completamente cegado por ella sin poder preveer de donde golpearia el siguiente proyectil o cuando. Con una ultima sonrisa, el watahré liberó y se cobró la vida del animorfo, clavandole al suelo con un virote que se le habia clavado con precisión en la cara.
-Diana.-murmuró el argos con una risa seca y se levantó, recogiendo su tinglado y los cartuchos que habia dejado en la puerta, por si debiera volar el edificio en pedazos.

Toima bajó a recuperar los proyectiles mientras la humareda se disipaba y se topó con el cadaver del animorfo, inerte y apuntalado al suelo, su cabeza pendiendo a un par de centimetros del suelo, apenas unida al resto del cuerpo por unos pocos hilos de piel.
-Mira, si vas a tener otro cuerno para el final del día... Maldito bicho.-bromeó el ulterano tras recuperar el virote y limpiarlo en la ropa del animorfo.-Ah bueno, solo entre tú y yo, ya que estamos a solas, Ulterania me sopla un cojon, lo que me joden son la gentuza como tú que se creen muy duros por haber sobrevivido este agujero infernal durante un puñado de meses.- Tras lo cual, le escupió, y evaluó la situación con sus ojos, para ver si deberia volver a apostarse en el edificio o ir a ayudar a sus amigos directamente.

El fuego fatuo incluso se sorprendió de que hubiera sido tan fácil con la bruja, pero sabía que sus rivales estaban en desventaja desde hacía mucho. Apenas tuvo tiempo para sorprenderse por la barrera de inercia cuando optó por saltar parcialmente a Sosiego para ganar algo de distancia mientras caía. Por suerte Jack se deshizo del hechizo con rapidez y Gael no tuvo que hacer nada más, puesto que entre todos habían abierto el camino para acorralar a Rodar de una vez por todas. El fuego fatuo hubo de detenerse a controlar a algunas bestias de los subterráneos a golpe de espada, mientras Giz le cobraba a su compañero de transformación las que les debía. Gael incluso se sorprendió de la actitud del goliat, pero apenas le dedicó una media sonrisa. No podía evitar estar satisfecho por la victoria que habían logrado, independientemente de… todo. Habían comenzado aquella batalla dejándose llevar por la sed de sangre, el bullir desatado de la magia, pero no se arrepentía de nada.

Entretenidos los monstruos con su banquete Gael le arrojo a Sosiego a Jack con un “toda tuya”. La cabeza ya había sido devorada por los monstruos y no la quería para nada. Valían más como alimento de las alimañas. No era conveniente, aun así, permanecer allí abajo mucho más, y no solo por el peligro. Tenían amigos a los que apoyar, por lo que recorrieron el camino de vuelta a toda prisa para salir donde estaba teniendo lugar la refriega.

Los primeros compañeros con los que se toparon fueron Adara y Vac. Con ellos estaba el cadáver atravesado de Zisana. El fuego fatuo recolectó magia de su cuerpo de un salto mientras corría hacia sus amigos sin abandonar al varmano.
―¿Estáis bien? ¿Alguna herida importante? ―preguntó mirándolos de arriba abajo―. ¿Y los demás? ―buscó el comunicador en su bolsillo, pero no lo sacó. Si estaban aún peleando no iban a responder―. Podemos rastrearlos o buscar volando ―añadió apremiante.

Lo que en un principio parecía un enfrentamiento descompensado paso a ser uno mas igualado con la intervención de Adara, que al envolver el cuerpo del hado con un hechizo de tiniebla, hizo sus movimientos mas complicados de seguir. Aun así la lagarta estaba entrenada y opuso bastante resistencia, lo que fue del todo inútil, pues en cuanto halló un hueco, el griego la ensartó con su espada, dejando que la ángel negro le diera el golpe de gracia.

Vac recuperó la bastarda y dejó que el cuerpo de la asreniana cayera al suelo, limpiando la hoja con su ropa antes de guardarla en el tatuaje. También guardo la daga, y en cuanto se aseguró de que tenía todo en su sitio, prestó atención a las palabras de la pelirroja.
—Si, perfectamente —respondió, echando un vistazo a los alrededores—. ¿Tu estás bien?

Gael, Giz y Jack aparecieron poco después, y el chico dedujo que se habían encargado de Rodar y Sosiego. El chico le dio al fuego fatuo la misma respuesta que a Adara, y mientras se ponían de acuerdo en que hacer a continuación, se acercó al trozo de muro que había derribado el idrino y recogió la espada de su hermano del suelo cuidándose de tocarla directamente, envolviéndola en su chaqueta (runa de protección antirrobo).
—Noel y Wen no deben de andar lejos —comentó. ligeramente preocupado. El draco no solía dejar sus armas tiradas en el suelo.

Rodar fue todo suyo en poco tiempo. Me detuve cuando lo paralizó y bajaron ambos al suelo... Y el punto y final me sorprendió bastante, viniendo de Giz, pero la rata con gola se lo merecía. Y me gustaba esa cara vengativa de Giz, sí. <<Lástima que no pensemos dejar a ninguno vivo que contemple todas las muertes y se lo hiciera todo encima antes de contar lo que ha experimentado a cualquiera que busque gresca con mis amigos... Habría sido bonito... ¡pero mejor así!>>

A la escoria se la cenaron los lobos de Giz y yo me hice con varias petacas a rebosar de la sangre de Sosiego con rapidez, ya que nos habíamos apartado de los demás y tocaba regresar. Bonito sería salir los tres y encontrarnos al resto de los de Gar... <<No, ni pensarlo, pues entonces no habrían huido tan a la desesperada estos dos>>

Cuando volvimos a la superficie, nos encontramos con Adara y Vac, junto a Zisana muerta también. Gael preguntó a ambos mientras yo buscaba con la mirada al resto de mis amigos. Visibles no estaban, así que busqué sus rastros en el aire.

—Espera, creo que huelo a Toima...—dije en voz alta tras aspirar un par de veces. Sí, era él.

Wednesday se encontraba cansada, muy cansada. Su cuerpo estaba lleno de moratones, sudor y sangre. No sabía cuánto más iba a aguantar y tenía miedo de que sus fuerzas la abandonaran de un momento a otro. A pesar de todo eso, solo pensaba en la lucha, en hacer el máximo daño posible a su enemigo y, a ser posible, matarlo. Al final, alguien tendría que morir y esperaba que fueran ellos los afortunados.

De repente, sintió el hechizo de aturdimiento dándole de lleno. No se lo esperaba y no estaba preparada, así que cayó al suelo mientras la cabeza le daba vueltas. La británica había soltado la doble guadaña sin darse cuenta y esta cayó rebotando algunas veces contra el suelo, quedando inerte lejos de ella.

No había esperanza. Wen estaba en el suelo, aturdida y confundida, lejos de su arma y sin posibilidad de reacción mientras Barch se acercaba a toda velocidad hacia ella con su arma en alto. No tardaría en alcanzarla y cercenarle la cabeza, dándole lo que más ansiaba y la razón por la que esta lucha había empezado: su gema. Frustrada por no poder defenderse, la vouivre pensó que quizás aquello era lo que se merecía. Si ella nunca hubiera ido a Rocavarancolia, Yloh no hubiera muerto y sus amigos no hubieran tenido que enfrentarse a esto. “No.” Se dijo con sus últimas fuerzas. “Sin mi habrían encontrado otra excusa. Y quizás nunca hubieran descubierto tan rápido quién tenía a Saren. No, no me lo merezco. Ellos se lo merecen.” Se decía, aunque nada podía hacer mientras Barch, acompañado de su fin, se abalanzaban sobre ella.

El draco sonrió con perversa satisfacción cuando el ángel negro gritó. Había ansiado durante demasiado tiempo escuchar aquel sonido que se le antojaba la melodía más agradable que nunca había llegado a sus oídos. Notando como la agonía de una de las criaturas que más odiaba desde que tenía memoria lo inundaba de poder mágico, el sueco ni siquiera prestó atención al dolor de su vientre cuando el tajo le alcanzó. Se sentía eufórico, violento y rabioso. Una vorágine de intensas sensaciones cargadas de agresividad nublaban su mente por completo y su cuerpo temblaba como resultado de aquel arrebato de demencia.

No obstante, cuando Barch frustró su sortilegio empleando a Wen como escudo, la ira eclipsó el resto de emociones y Noel, tras detener uno de los tajos de Verkan con su hacha, se dirigió hacia el minotauro, desplazando su guardia hacia atrás mientras lidiaba con el varmano. Gracias al sistema rúnico defensivo que llevaba tatuado en todo el cuerpo, fue haciendo saltar los hechizos uno a uno para prevenir las primeras acometidas furiosas de Verkan y le disparó una ráfaga de plumas directa a sus ojos con el objetivo de estorbarle el tiempo suficiente como para alzar el vuelo, desinvocar su hacha y dirigirse hacia el sinhadre.

Noel se abalanzó sobre Barch y, aunque este era mucho más corpulento que él, la furia con la que se lanzó desde el aire hacia él bastaría para derribarlo y así alejarlo de la vouivre. Sin perder más tiempo, pues también pronto volvería a tener al ángel negro encima, preparó una llamarada oscura a la que imprimió una potencia considerable que mantendría todo el tiempo que pudiera primero sobre Barch y luego sobre Verkan. En cuanto tuviera que extinguirla por cualquier motivo, sacaría de nuevo el hacha. Los proyectiles del draco tampoco tendrían un solo momento de respiro.

Los gritos de ambos alimentaban sus reservas evitando que se vaciasen, proporcionándole una falsa sensación de encontrarse a plena energía, cuando en realidad el cansancio mágico había comenzado a hacer mella en él. No obstante, una vez más dicha sensación fue sustituida por otra: un grito proveniente de la vouivre borró la sonrisa de su cara y el sueco se apresuró a extinguir el hechizo mientras preparaba uno nuevo. El oir los gritos de Wen, el ser el causante de su sufrimiento, el obtener poder debido a eso, lo ponía enfermo. Había tenido pesadillas numerosas veces con ello y comprobar que en la realidad era tan placentero como su instinto le había dicho que sería provocó que durante un instante sintiese el mayor sentimiento de repulsión hacía sí mismo que jamás había experimentado. Y ello mezclado con la satisfacción morbosa que la criatura que era no podía evitar sentir hizo que a su garganta acudiesen una sucesión de náuseas que lo dejaron al borde del vómito antes de obligarse a canalizar todas aquellas sensaciones y dirigir su malestar hacia su auténtico causante. Su rabia asesina aumentó y la imprimió en el potente sortilegio que continuaba conjurando.

Verkan y Barch pretendían acorralarlo y el sueco se aprovechó de la ventaja que le suponía volar frente a la incapacidad del ángel negro para lo mismo para apartarse justo a tiempo alzando el vuelo mientras propinaba una patada al minotauro y disparaba a bocajarro con las plumas de su cola al varmano. No se libró de recibir nuevas heridas y golpes, no obstante, pues con aquella maniobra y los primeros envites por parte de ambos ya había gastado por completo la energía de las runas invisibles repartidas por su cuerpo.

Al poco de elevarse, un potente relámpago negro y plata chisporroteó amenazadoramente en las manos de Noel justo antes de dirigirse hacia Barch mientras, sin perder un segundo, ya aterrizaba lanzándose en diagonal hacia Verkan, pues no pensaba permitir que el ángel negro aprovechase la ocasión para dañar a Wen. En mitad de la maniobra aérea invocó su hacha y la clavó con contundencia en la carne del varmano mientras gritaba con fiereza. La visión de Noel era la de un draco de Estínfalo colmado de pura rabia y cubierto de sangre que tan solo podía pensar en derramar la de sus adversarios. La adrenalina y la imperiosa necesidad de acabar con aquellos dos desgraciados le impedían sentir dolor o acusar el agotamiento provocado por su abuso mágico y sus numerosas heridas que sin duda le pasaría factura pronto.

El draco clavó la mirada en el ángel negro cuando se vio desarmado. La intensidad de la mirada de Noel atravesaba a Verkan, estaba más afilada que sus propias plumas y rezumaba un odio tan acérrimo, mucho más intenso de lo que habían reflejado nunca sus ojos, que resultaba casi palpable. No obstante, el draco estaba convencido de que el circuito rúnico de recuperación no entraba en los planes del ángel negro.

Transcurrido el segundo en el que el arma permaneció quieta en el suelo y durante el cual el sueco había dirigido un fuerte puñetazo con la zurda directo a la cara del varmano, el hacha se transportó hacia él y la empuñó con la diestra tras recuperarla girándose levemente para ello.
—Nos veremos en Helheim, maldito bastardo.
Y tras escupir con vehemencia aquellas palabras imbuidas en un tono cargado de rabia y con los últimos resquicios de sus fuerzas, Noel realizó un movimiento ascendente y horizontal con toda la fuerza y agresividad que había acumulado a lo largo de la noche hacia el cuello de su oponente.

La cabeza de Verkan salió despedida mientras el draco se veía bañado por la sangre que salía a presión del cuello desprovisto de lo que hasta hacía un instante tenía encima.
—Y una vez allí, volveré a matarte.
El hacha cayó nuevamente de sus manos, esta vez a sus pies y no por un agente externo sino por la completa extenuación que se había apoderado de Noel. Jadeaba fuertemente y observaba el cuerpo descabezado del ángel negro con la mirada perdida.

Todo su cuerpo le fallaba. Se había propasado tanto física como mágicamente y sentía que en cualquier momento iba a desvanecerse. Su única preocupación, no obstante, era ella. Buscó con la mirada a Wen, desesperado por comprobar si seguía viva. Pero antes de que pudiera echar poco más que un simple vistazo ansioso a la vouivre, la mole que era el minotauro se le echó encima. No pudo reaccionar a la embestida de Barch y los cuernos del minotauro se le clavaron dolorosamente, uno de ellos agravando aún más la herida que el ángel negro le había abierto en el vientre, para después verse lanzado a causa del soberbio embate contra la fachada de un edificio cercano.

El draco no gritó mientras su cuerpo salía despedido por los aires. Tampoco cuando varias partes de su cuerpo, entre las que se incluía su cabeza, impactaron con violencia contra la pared. El cuerpo de Noel cayó a plomo inmediatamente mientras una brecha en su cráneo empapaba las plumas de su cabeza de sangre, tiñendo su mechón blanco completamente de rojo, no desentonando en absoluto con el aspecto que presentaba todo él.

La consciencia del sueco se había precipitado hacia la absoluta negrura en el mismo instante en el que su cráneo impactó contra la dura roca. El sonido seco del draco colisionando contra el suelo resonó en la noche. Varios charcos de sangre comenzaron a formarse bajo el cuerpo inerte de Noel.

Barch nunca llegó, pero en su lugar sí que lo hizo una llamarada oscura que abrasó todo su costado izquierdo. La vouivre chilló de dolor mientras su piel chisporroteaba por las quemaduras. Tenía una parte importante del cuerpo en carne viva y la otra parte infestada de heridas y moratones. La sangre y el olor a carne quemada la cubrían y, aunque el hechizo ya se había casi disipado, era un cuerpo derrotado en el suelo.

Todavía se encontraba algo aturdida y todo lo que ocurría a su alrededor era un borrón para ella hasta que vio como Noel cortaba la cabeza de Verkan y entonces todo ocurrió a cámara lenta. La cabeza del varmano rebotó dos veces contra el suelo para terminar rodando hacia ella. La vouivre alzó la vista hacia el draco con el que cruzó la mirada por un segundo y, entonces, el tiempo volvió a correr, más deprisa aun que antes, y, sin que la vouivre pudiera siquiera evitarlo, Noel impactó contra la pared y cayó como un muñeco contra el suelo, mientras algo dentro de Wen gritaba su nombre.

Por un segundo, Wen quedó en shock. La imagen de Noel cubierto de sangre y heridas chocando contra la pared inundó su mente. El sonido de sus huesos y su cráneo golpeando fuertemente primero contra el muro y luego contra el suelo retumbó en la calle.

La vouivre no se veía capaz de reaccionar hasta que vio a Barch acercarse al draco para comprobar si seguía con vida y la más profunda de las furias; la ira y la desesperación más genuina la invadieron.

- ¡NO!- chilló, como si con su voz pudiera detener el avance del minotauro y hacer que el sueco se levantara.

Rebosante de adrenalina y rabia, se levantó con sus últimas fuerzas y casi sin pensarlo recogió el hacha que el draco había dejado abandonada en el suelo con su mano derecha y, con un solo movimiento, clavó el arma en el cuello del minotauro cercenando su garganta.

Wen dejó el hacha clavada en la garganta del minotauro y se lanzó a donde yacía el draco. Ni siquiera se había dado cuenta el momento en el que había roto a llorar cuando ya tenía la cara bañada en lágrimas. Se tiró al suelo de rodillas, sin importarle que sus heridas se agravarían con ese acto, e intentó levantar al draco del suelo. El peso muerto del sueco era demasiado para sus escasas fuerzas y tras muchos intentos desistió y comenzó a palparle por todas partes, intentando encontrar un pulso cuyos puntos de comprobación no recordaba y, a su vez, intentando taponar todas sus heridas, pero no haciéndolo con ninguna.

- ¡Noel!- comenzó a llamarle entre la desesperación y el llanto-. ¡Noel! ¡Noel, no me dejes! ¡Noel, no puedes hacerme esto! ¡Me lo prometiste! ¡Dijiste que todo saldría bien! ¡Prometiste que estarías conmigo! ¡Noel! ¡NOEL!