Pozos

La idea de Lethe le pareció lo más sensato que se podía hacer en aquella situación. Sería un ser muy grande y fuerte, pero era imposible que se llevara toda la comida de una sola vez. Aunque en el fondo no sabía hasta qué punto traería consecuencias. Había comida suficiente para dos grupos si se dividía bien (por lo que el problema sería solo la antipatía del lagarto), pero si iban a tener que "compartir" la comida con él Chromsa pensaba que no le haría mucha gracia que sintiera que le habían "robado" la comida. Además, no quería volver a ver a ese monstruo enfadado.

Se limitó a asentir a la propuesta de Lethe y se quedó esperando sentado en algún cascote lo suficientemente grande para ello hasta que Quirra hiciera el reconocimiento. No habló por cierto miedo a que el lagarto notara que seguían por allí, así que para matar el tiempo se puso a rodar algunas piedrecitas con el bastón.

Después de un rato la lagarta volvió con malas noticias que en unos instantes podría comprobar: no contento con no compartir, el reptil había tirado lo que no había podido llevarse. Chromsa abrió mucho los ojos ante la noticia mientras volvía junto al resto a la zona de los pozos. Al ochrorio le dio un pequeño vuelco al corazón al ver todo aquello echado a perder, aunque los insultos de Kradko (que obviamente sabía que no era su intención) le animaron un poco al hacerle un poco de gracia.

Ante el comentario de Adam dijo: -Aprecio eso Adam, pero nadie se va a quedar sin comer por culpa de ese monstruo.- Intentó pensar en algo rápido para animar los ánimos (tal vez hasta los suyos propios) y dijo con una de sus sonrisas: -Además, seguro que todavía hay algo que podamos llevarnos. No creo que haya podido acabar con todo.-

Tras esto se dirigió hacia el montón de comida desperdigada ye empezó a rebuscar algo todavía en buenas condiciones. A su vez se giró hacia el resto y en especial a Quirra: -Por intentarlo que no quede. Habría que mirar dentro de los pozos, por si acaso algo sigue bien.- Pasados unos minutos acabaron con poco más que un puñado no muy generoso de legumbres y alguna cosa más. -(Al menos es mejor que nada...)- pensó.

Ya una vez se rescató lo que se pudo, discutieron qué hacer a partir de ahora con la comida. Era casi seguro que el lagarto volvería siempre a ese lugar a por las cestas y a Chromsa eso no le gustaba nada. Contribuyó a la conversación diciendo: -Estoy con Adam en que no podemos luchar contra él, aunque tampoco estoy seguro de que correr con las cestas sea buena idea.- se giró a Kradko y aclaró (pues su intención con lo anterior no era menospreciar esa propuesta: -Pero es bueno plantear muchas ideas- Tras esto siguió: -Es importante tener en cuenta que tiene que ser un plan a largo plazo si no encontramos otro sitio cercano en el que dejen cestas. Si tan solo fuera otro de ese grupo el que viniera a por ellas seguro que podríamos llegar a un acuerdo. Bueno, al menos probablemente sería más amable que ese lagarto-.

Kolja decidió que era mejor no participar en la conversación con el lagarto, pero estuvo atento por si este hacía algún movimiento brusco o agresivo. Para su suerte, y algo de decepción, el lagarto limitó sus interacciones al dialogo, aunque estaba bastante claro que no iba a aceptar compartir la comida ni aquella vez ni ninguna otra. Aceptó en silencio la retirada del grupo, sorprendiéndose al ver como la pájaro se metía en una casa en ruinas no muy alejada de la plaza. En su opinión ese comportamiento era justo aquel del que le había "aconsejado" abstenerse, pero siguió con la boca cerrada y con la mano cerca de la empuñadura del hacha. Cuando la lagartija voladora volvió de su vuelo de reconocimiento simplemente arqueó las cejas, algo sorprendido por el comportamiento del lagarto sanguinario. Siguió al grupo de vuelta a los pozos para encontrarse con las cestas que el "larguiaco" no había podido cargar volcadas y la comida pisoteada e inservible.
-En otro lugar, propondría acampar aquí y llevarnos la comida nada más la bañera la dejase caer, pero resulta obvio por nuestra pasada experiencia que eso no opción. La otra solución es explorar las casas para ver si hay algunas desde la que podríamos tender una emboscada al lagarto, pero considerando la falta de instrucción de nuestros compañeros también resulta algo arriesgado, incluso con ballestas y unas cuantas picas la cosa podría torcerse, ya que desconocemos que clase de conocimientos y habilidades tiene la presa. También podríamos fortificar una casa y esperar hasta la mañana, pero eso plantea los mismos problemas que lo que he mencionado antes. La verdad, coincido en que la única opción viable que veo ahora mismo es adelantarnos a él, a lo mejor  podríamos poner vigilantes en el camino por el que se ha ido o nuestra amiga voladora podría controlar desde el cielo -propuso señalando a Qirra.- Y la verdad, Chromsa, -dijo, girándose hacia este- es probable que si tiene un torreón con un grupo como el nuestro, de lo cual no estoy seguro, ninguno de ellos esté dispuesto a negociar nada. Todos vimos lo que hizo en la plaza hace unos días, cualquiera que quisiera vivir con él no debe de ser muy buena persona- concluyó.
Después de soltar lo que tenía que decir, se sentó en el borde de uno de los pozos a ver que se les ocurría al resto de sus compañeros.

Alec siguió a la enderth y se apoyó contra una pared semiderruida. Tenía un mal presentimiento acerca de aquel lagarto. No se le había olvidado lo que era capaz de hacer desde los sucesos de la fuente y, sinceramente, el escocés dudaba mucho que fuera la clase de gente con la que se podía negociar a ojos vista de lo que había pasado no hacía ni diez minutos. Sus sospechas se confirmaron con las palabras de Qirra.

Con un suspiro el joven se puso a recoger lo que quedaba y se podía aprovechar. Su mente bullía de malos deseos y expresiones por las que hasta su padre se habría escandalizado. Oyó las palabras de los demás y los miró de uno en uno evaluándolos hasta detenerse sobre la dragona.

-Nadie va a pasar hambre hoy - empezó diciendo.- Aún nos queda algo de comida de estos días y con lo que tenemos aquí nos apañaremos. Tendremos que volver a venir mañana y esperar que ese hijo de puta no venga. De todas formas yo tengo una idea mejor - continuó mientras se ponía en marcha con sus exiguas provisiones,- podemos explorar la zona de tierra por la que viene la bañera y Qirra puede volar hasta ella, coger las provisiones y bajárnoslas. De esa manera no tendremos ni que volver a ver al imbécil ése.

-Lo que más me jode es decepcionar a los que están esperando comida en el torreón - pensamiento que al decir en voz alta le hizo apretar los dientes con rabia.

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-No aspiro a comprender lo que pasa por la mente de Kolja - respondió con un amago de sonrisa.- Corro el peligro de quedarme atrapado en una mala novela de caballeros - bromeó.- Pero fuera coñas ya puede tenerlo recogido todo cuando volvamos o le meto las espadas una a una por el culo - ahí ya no estaba tan claro si bromeaba.

Se movieron por la ciudad con celeridad pero con cautela. Les interesaba llegar a por la comida, no convertirse en comida ellos mismos. Por suerte no se encontraron nada por el camino.

-Parece que aún no han despegado las bañeras, vamos bien de tiempo - dijo ya cerca del lugar en que depositaban la comida. No tardaron en divisar los pozos y Alec aumentó la guardia, sólo por si acaso.- Cuidado no vaya a aparecer el imbécil ese. Y prestad atención por si veis a la serpiente con alas.

En aquella ocasión Lethe decidió salir solo con el arco. Todavía no era muy buena tirando, pero salir sin armas probablemente era aún peor. No pensaba enfrentarse al lagarto psicópata directamente, eso desde luego y llevar algo más solo añadiría peso. Confiaba en no tener que salir corriendo aquella vez, pero ave precavida vale por dos. Durante el camino no habló demasiado y prefirió dejar que los humanos entablasen conversación, aunque no pudo evitar una mueca y un bufido cuando Alec mentó a Kolja.

Una vez alcanzaron el lugar Lethe no respondió al humano, pues le parecía que sobraba decir cualquiera de las cosas. Echó un vistazo con cautela a la zona, temiendo ver aparecer por cualquier rincón la visión de aquellas escamas rojas. Por suerte su enemigo no era precisamente pequeño y era improbable que pudiese ocultarse bien en un lugar como aquel. Pero la enderth no iba a bajar la guardia de ningún modo.
—Voy a subirme a ese muro medio derruido —señaló un cacho de muro de cierta altura que aún se sostenía en pie—. Si veo cualquier cosa os aviso.
Sin más dilación escaló el muro y esperó.

La espera dio sus frutos unos largos minutos después. Escucharon al espantapájaros cantando aquella ristra de absurdeces en la lejanía. Lethe, con el corazón algo acelerado, continuó subida y oteando a todas partes. Seguía sin haber rastro de peligro. Cuando las bañeras comenzaron dejar descender las cestas volvió a echar un vistazo rápido antes de planear rápidamente al suelo.
—Todo despejado, ¡vamos, vamos!
Debían recoger lo antes posible todas las cestas que pudieran y desandar el camino de vuelta al torreón sin distracciones.

Rodó los ojos al ver que Alec tampoco tenía ni idea de que se le había pasado por la cabeza a Kolja. —No pondré ningún reparo si lo haces —le respondió. Parecía que habían llegado pronto, y asintió cuando Lethe se subió a un edificio para vigilar. Ella misma estaba atenta por si veía algo moverse. Esperaron a que llegaran las cestas sin que Amira dijera nada. No quería hacer ruido y alertar a algo, y además distraerse hablando no era buena idea. Habría tiempo de hablar en el torreón. La canción de los espantapájaros de las bañeras la hizo fruncir el ceño. La odiaba. Era una sarta de estupideces sin sentido que no se correspondían con la realidad. Seguía pensando en que era alguna especie de novatada de los que habían dado el discurso, pero había dejado de tener gracia después de la primera vez.

Amira cogió un par de cestas, con las que sabía que podría cargar sin retrasar al resto por el peso, y echó a andar hacia el torreón. No le apetecía quedarse ni un minuto más por allí, hubiera o no lagarto asesino gigante en las proximidades.


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Kahlo decidió unirse también a la salida. Si iban a por las cestas de los pozos la levitación iba a ser imprescindible, y para eso tenía fuerza de sobra. Aceleró el proceso de secado de su pelo con el hechizo térmico y se lo peinó con los dedos para recogerlo en un pequeño moño, no viendo razonable gastar energías en hacer un espejo para eso. Había aprendido de prioridades, incluso cuando su aspecto siempre había sido lo primero.

Habría salido de buen humor, contagiada por los ánimos matutinos del resto, pero el grito de Kradko llamando su nombre le congeló la sangre. El shock le quitó tiempo de reacción antes de poder hacer el ademán de ir y Lethe fue más rápida en su respuesta. Pronto les confirmó que todo estaba bien, aunque eso no le quitaría el susto a Kahlo de camino a los pozos. No era la forma ideal de empezar la salida.

Por fortuna el camino fue tranquilo y llegaron a los pozos sin contratiempos. Se había mantenido distraida hablando de cualquier cosa con tal de no pensar en lo sucedido (ella y Kradko ya habían compartido pesadilla, a saber de que se trataba esta vez) pero seguía algo ida y eso se notaba en la forma en la que sujetaba su estoque. ¿Por qué la Luna les regalaba magia si luego les hacía pasar por sueños tan horribles?

—Aquí es donde encontrásteis una serpiente gigante, ¿no? —preguntó con cautela. No quería chafar el día, pero veía bien mantener el cuerpo alerta.

Amira acababa de subir de coger las armas para la salida cuando oyó el grito de Kradko. Lethe fue la más rápida en subir, aunque la francesa solo se tranquilizaría cuando la endeth les dijo que todo estaba bien. A pesar de ello, se sentía algo nerviosa: esperaba que solo, “solo”, hubiera sido otra de esas extrañas pesadilla, pero en esa ciudad nunca se podía saber.
Aun así, la visita a los pozos sería fácil: el asesino ya no pasaba por allí, y podrían ir y coger las cestas sin mucho problema. Si no les atacaba nada de camino. O a la vuelta. En aquella ciudad nunca se sabía, aunque a Amira no le gustaba pensar en ello. Todo iría bien, sí, como las últimas veces. Sin contratiempos. Sin problemas.

Y así fue a la ida. Amira se puso tensa cuando Kahlo preguntó pro la serpiente. Había sido hace tanto que casi se había olvidado de ello.
 —Sí —dijo. Ahora estaba paranoica y no dejaba de mirar a los pozos, esperando a que saliera de allí ؜—Pero no volvió a salir, así que a lo mejor se fue a otra parte. —aquello lo había dicho más para ella que para la varmana. Necesitaba oír eso, necesitaba oír que aquella serpiente no estaría allí.

Y, efectivamente, no estaba. En su lugar había una serie de extraños que no reconocía como ninguna de las especies que había visto hasta ahora en la ciudad que estaban cogiendo cestas. Primeramente se llevó la mano a la empuñadura de la espada, pero relajó su agarre ver que ellos estaban tan tensos como ella y que no parecían peligrosos

—Si por cosechados quieres decir que nos engañaron y nos trajeron aquí drogados, sí —no pudo evitar el soltar lo que pensaba de la situación. Miraba fijamente a la chica sin brazo. No sabía si lo había perdido antes de venir a la ciudad o después, pero esperaba que fuera la primera opción por lo que la segunda implicaba. Ellos no habían tenido muchos encontronazos y habían podido huir de todo, pero la posibilidad de perder algún miembro le aterraba.

Cuando comenzaron el camino Adam hizo caso a Kolja, pidiéndole ayuda para atar su pelo en una cómoda coleta. La sensación era extraña para él, sintiendo el vaivén de su pelo en la nuca al andar y el leve tirón en sus entradas. Era raro pero la comodidad de tener su cabellera apartada de su cara era impagable.

Todo fue tranquilo, tornándose en un agradable paseo sin ningún peligro aparente. Llegaron a los pozos, los mismos en los que se encontraron aquel monstruoso lagarto. El ruso alejó el recuerdo como pudo, centrándose en la tarea que les tocaba cumplir. Kahlo recordó a la infame serpiente, el monstruo cuya presencia hizo que, de algún modo, Adam pudiese conocer a todos al seguirlos después de observar cómo se salvaron de milagro.

—Así os conocí yo. Le tengo que agradecer a la serpiente, muy maja ella —comentó burlesco para destensar el tema.

Le pilló de sorpresa ver a tres personas donde las cestas. Se dispuso a tensar su cuerpo, levantar su escudo y preparar la mano en la empuñadura de la espada. Los escuchó, dudando un poco, pero el ruso pensó por el aspecto de algunos de ellos y por la tensión con la que hablaban que estaban tan asustados como ellos. Decidió bajar un poco la guardia, diciendo Amira la respuesta a su pregunta.

—Podría decirse que sí —añadió—, y supongo que vosotros también, ¿no? —observó con mala cara el muñón de la chica de pelo azul, la única que no bajaba la guardia. Adam no quiso imaginar por lo que ella tuvo que pasar para perder su brazo.

—Tendrán hambre o algo, ¿los ayudamos? —sugirió por lo bajo a sus compañeros, sentía lástima por quienes tenía enfrente.

Alec salió tras el resto cuando vio a Lethe subir hacia arriba para ver a Kradko. Esperaba que la clinger estuviese bien pero no podían entretenerse más, no si no querían que algo se les adelantase a coger la comida. A la vuelta preguntaría.

Sonrió cuando mencionaron la serpiente voladora. Recordaba aquel día hasta con cariño. Sabían menos de la ciudad, estaban más desprotegidos y, aún así, tenían más esperanza y menos resignación a que llegase la Luna.

-Sí, me acuerdo de aquello - comentó con una risa.- Kolja quería intentar meterle una flecha a la serpiente en la cabeza, en vez de salir por patas como todo hijo de vecino.

Llegaron a la zona de los pozos y las cestas no estaban solas. Dos chicas y un chico bajito estaban allí con cestas en las manos. A una chica le faltaba un brazo y la otra tenía uno de ellos metálico. Se preguntó cuanto habían sufrido para que se pusieran tan a la defensiva, seguramente más que ellos.

-Disculpad los modales de mis compañeros - dijo adelantándose y bajando el martillo.- Me llamo Alec, vivimos en un torreón aquí cerca y veníamos a por las cestas. Si vivís con más gente y necesitáis comida podemos repartírnosla - comentó de forma afable. Ellos aún tenían algunas reservas, no pasaba nada por no llevar todas las cestas a casa.

Casa... Alec se preguntó cuándo había comenzado a llamar a aquel lugar de tal forma. Dio un paso hacia una de las cestas que aún estaban libres y por poco sufrió un traspié, notó una sacudida en el suelo como si de un pequeño terremoto se tratase. A la misma vez el olor a hierro se extendió por el aire.

-¿Habéis notado ese temblor? - preguntó en general.

Estaba terminando el desayuno cuando escuchó el grito de Kradko. Estaba a punto de subir a las habitaciones cuando Lethe se adelantó. Confiaba en ella, sabía que la chica bicho estaría segura con ella, aunque estaba un poco preocupado por lo que hubiera pasado. Sin muchos más percances, pusieron rumbo hacia la zona de los pozos.

El camino fue muy tranquilo y, por precaución, se quedó cerca de Adam. Se había estado entrenando mucho e iba bien armado para defenderlos. Se sentía seguro a su lado, aunque últimamente sentía algo que no sabría describir...

Kahlo rompió el silencio una vez llegaron al lugar. El encuentro con la serpiente voladora le traía recuerdos de los primeros días. -¿Quién habría imaginado todo lo que ha pasado desde entonces?- pensó. -La verdad es que todavía me sorprende que sobrevivieras un tiempo aquí solo Adam. Hace falta ser muy valiente para eso.- le dijo al ruso.

La tranquila charla quedó de lado cuando se fijó en el lugar donde estaban las cestas. Había un chico, una chica manca y una chica más que tenía un brazo extraño de metal recogiendo la comida. Eran con toda seguridad otros cosechados, cosa que confirmó una de las jóvenes. Ambos grupos se habían puesto a la defensiva nada más encontrarse, pero se relajaron después (sobre todo el grupo en el que iba el ochrorio). Con su amabilidad y buenas maneras características, Chromsa se unió a la mediación: -Hola, soy Chromsa. Es justo lo que dice mi amigo Alec, también somos cosechados que vivimos cerca. Me alegra ver que hay más gente que está pudiendo sobrevivir- se fijó en el muñón de la chica -y lo siento por todo lo que hayais podido pasar.- Escuchó la pregunta de Adam y estaba bastante de acuerdo con lo que decía. La ciudad los había tratado mucho peor que a ellos, una ayuda seguro que les vendría bien. -Pues sí, podríamos repartir la comida según si os hace más falta. De hecho creo que podríamos hablarlo y ayudarnos, no hemos visto a otros cosechados desde el primer día. Bueno, excepto un encontronazo que tuvimos aquí con un lagarto grande.- dijo con una sonrisa agradable para transmitir la confianza que consideraba necesaria para disipar las dudas que pudieran tener sobre ellos. No lo recordó en ese momento, pero había algo que se le estaba escapando respecto a aquel día, pero que podría ser importante ahora mismo.

Kolja siguió todo el trayecto a la cabeza del grupo hasta que llegaron a los pozos. Algunos se pusieron a recordar los primeros días en aquel lugar y el encontronazo con la serpiente. Cuando Alec mencionó su papel en aquella salida soltó un gruñido de fastidio, lo que el recordaba era sobretodo la bronca que le echaron después, en su opinión todavía completamente injustificada. Y Adam los vio y se les unió. También fue allí donde se encontraron al maldito lagarto asesino, el motivo por el que se les ocurrió la idea del abordaje de bañeras, realmente. La verdad es que a pesar de los sustos, siempre habían sacado algo bueno de sus excursiones a los pozos.

Entonces fue cuando vio a los tres aliens. No eran de ninguna especie conocida, pero desde aquel pregón ya sabían que había varios mundos más, desde los que traían cosechados. Dejó hablar a sus compañeros, encogiéndose de hombros ante la propuesta de repartir los alimentos. La verdad es que no necesitaban tanto, conque mañana o pasado abordaran alguna bañera, tenían suficiente. Y aquellos tres desconocidos parecía que lo habían pasado bastante peor que ellos.

-Además, hay suficiente para todos, en cuanto levitemos las cestas que se han caído en los pozos- añadió, por decir algo.

Bueno, pues esta vez no había serpiente, sino tres jóvenes de aspecto demacrado. Muy demacrado. No tenían nada que ver con Kirés o Wheem, lo suyo es como si estuvieran gritando a la miseria a pleno pulmón. Kahlo no acostumbraba a la hostilidad física, así que incluso cuando una de las chicas lucía como un animal acorralado la varmana no hizo ademán alguno de sacar su estoque, únicamente reposando la mano sobre la empuñadura. Tan solo podía fijarse en el brazo robótico de quien tenía hocico como ella, Reira. Media sonrisa se dibujó en su rostro tras el comentario ácido de Amira, rebajando sus nervios ante la respuesta positiva de los desconocidos.

Poco duró, porque la mención al lagarto gigante -no alado- hizo que sus alarmas volvieran a alzarse. Abrió los ojos como platos al recordar el horror del primer día e imaginar lo que convivir con él debió suponer, la horrible secuela que Kes demostraba en su muñón. Kahlo se llevó ambas manos al pecho mientras se sujetaba la una con la otra, como si temiese perder una también. Y como si fuera poco, ahora el enemigo tenía magia.

—Santísima tierra... —logró articular, abrumada. Por su cabeza ni siquiera cabía la posibilidad de unir fuerzas para ir todos contra él, acataría el consejo de huir a la primera ciegamente—. ¡Pero, por supuesto! —se adelantó tras la cuestión de compartir alimentos. No necesitaba saber más. Como bien decían sus compañeros, había suficiente para todos, y ahora con motivo de sobra—. ¡Dadnos un segundo!

Kahlo ni corta ni perezosa se acercó al pozo que tuviera más cerca, buscando aquel -o aquellos- que tuvieran cestas. Al dar con uno con contenido lanzaría el hechizo de levitación sobre dos cestas de una, esperando que alguno de sus compañeros ayudase con ellas. Lo cierto es que si había reaccionado tan deprisa sin presentarse siquiera era principalmente por no pararse a pensar en Setenta y siete, una respuesta nerviosa. El recuerdo le revolvía tanto las entrañas que, si le dedicaba medio segundo más sin moverse, sus piernas se sacudirían más que las plumas de un osogrifo en la época de muda.

Amira no hizo más preguntas, dejando primero que los desconocidos les respondieran a las que sus compañeros habían hecho. Eran ya suficientes como para cargarles con más. Les ofrecieron compartir la comida, algo con lo que Amira estaba de acuerdo: no les hacía falta llevarse toda, y ellos tendrían hambre y tampoco tenían buen aspecto. Por lo que parecía, también les habían llevado a la ciudad y estaban en su misma situación, solo que bastante peor. El lagarto asesino había estado con ellos, por lo visto, y había sido el causante de la pérdida del brazo de la chica de pelo azul.

—¡Pero será cabrón! ¡Pedazo de malparido! —Amira estaba furiosa. Aquel bicho era un asesino, les robaba la comida y encima traicionaba a sus compañeros de torreón en una situación tan jodida como la que estaban viviendo. Si estuviera en su mano poder acabar con el puto lagarto de una vez lo haría sin dudar. Sin embargo, sabía que no podría hacerlo, no sola (y por lo que Keskit decía, tampoco ir en grupo sería muy útil), y que huiría sin intentar enfrentarse a él como sugerían los macieleros.
Kahlo no tardó en ponerse a hacer levitar las cestas, y ella fue corriendo a ayudar a recogerlas para que la varmana pudiera ir a sacar más de los pozos.

—De verdad que no nos es problema compartir —añadió al ofrecimiento de sus compañeros—. Ya bastante dura es la situación como para no ayudarnos entre nosotros. No vivimos muy lejos de aquí, pero el torreón no aparece en los mapas: creo que es nuevo.
Las esperanzas de que aquel lagarto hubiera muerto en la ciudad se habían desvanecido del todo. Parecía que no iba a dejar de joderles hasta que pudieran volver a casa, no solo a ellos sino a todos los chicos que había en la ciudad.