¿Y ahora qué?

Recuerdo del primer mensaje :

Los días en Rocavarancolia pasaban extraños para Rick.  Desde bastante pronto habían convivido el ánimo y el buen rollo entre sus compañeros dentro del torreón y el terror más puro por todos los peligros que había fuera, al principio simples monstruos y a los que se sumaron el otro grupo desde la aparición de Sutileza. Aún con las dificultades y los roces, el neoyorquino había buscado la forma de mantenerse a flote ante la crueldad que permeaba en ese mundo, pero ahora... ¿le quedaban fuerzas siquiera para no tener solo dudas?

La trampa había sido todo un golpe en su conciencia, causándole heridas que todavía seguían muy abiertas en su mente, y aunque que Sutileza no volvería a molestarles era un pequeño alivio, de nada servía cuando la amenaza era ahora de un número mayor y les sacaban ventaja. Los largos ratos en los que el chico pensaba, tanto dentro como en el patio o la azotea cuando la presión era demasiado fuerte, intentaba buscar alguna respuesta a cómo debían defenderse con lo que ya tenían y sabían. A esa preocupación se sumaba para su desgracia la opción que parecía imperar entre el resto de sus compañeros.

Rick no tenía nada en contra de defenderse, era lo lógico. Si les atacaban se defendería y protegería al resto, como había estado haciendo desde el principio. Tal vez su esperanza en aquellos momentos fuera nula, pero seguiría viviendo aunque fuera por puro instinto de preservación. Pero la mayoría estaba apoyando tomar acciones más directas para evitar más amenazas y ahí entraban de nuevo más dilemas como con el pájaro. Si el ambiente ya había sido tenso entonces, ahora estaba siendo mucho peor. La soledad no era algo con lo que hubiera estado especialmente familiarizado, pero era de lo poco que sentía en la continua apatía post-trampa.

Esa mañana algunos del grupo habían salido a por comida, aunque él no se encontraba entre ellos. Las contadísimas ocasiones en las que no había salido había sido por la herida en el tobillo sobre todo, pero entre sus bajos ánimos y los otros planes a los que se añadía conseguir sus propias cestas lo habían llevado a quedarse de vez en cuando allí. Prefería no tener nada que ver con aquello, y menos antes de que él mismo pudiera aclararse.

El neoyorquino se encontraba en uno de los sillones del salón, claramente apesadumbrado. Estaba gastando el tiempo pasando su mirada del portón que daba al exterior a su libreta, abierta por una página en la que tenía apuntadas distintas opciones para poder defenderse de los nuevos problemas; ninguna le convencía en realidad. -(¿En qué momento fue una buena idea venir?)- se preguntó por milésima vez, suspirando cansado. Solo quería volver y olvidar todo lo que había ocurrido desde hacía varios meses, pero era consciente de que estaba pidiendo demasiado. Tendrían mucha suerte si es que llegaban a regresar a casa siquiera.

Airi se sintió mal por no haber ayudado a mejorar el ánimo de Rick. No le gustaba verle cabizbajo, pero no había nada que pudiese decir para sacarle de ese agujero, solo escucharle y dejarle desahogarse. Lo único positivo que tenían era la compañía de unos y otros, e incluso eso estaba siendo difícil a veces debido a los conflictos morales.

Precisamente de eso habló el chico a continuación. Aquellas palabras resonaban con sus propios pensamientos. Quería creer que nadie estaba realmente a gusto con recurrir a la violencia, salvo quizás Connor, pero que era la única salida viable para volver a casa con vida. Y qué poco le gustaba. La moralidad de su tribu no encajaba allí, en un conflicto que no podía ser mediado de ninguna manera porque la otra parte se negaba a escuchar. O quizá se equivocaba y, si realmente llegaban a hablar, entenderían algo. Por otra parte, era demasiado tarde. Habían muerto dos personas, y casi habían muerto la mayoría de ellos. Ni siquiera Airi sabía si era capaz de mantener una conversación civilizada con aquellos brutos. Se veía incapaz de confiar en sus palabras.

—Yo tampoco quiero tener nada de qué arrepentirme… pero lo tendré si muere uno solo más de nosotros por su culpa —terminó por decir, tras dudar un instante. Se podía imaginar grabando el próximo nombre en el muro frente al torreón, o a sus amigos escribiendo el suyo propio—. Odio todo esto, tienes razón, da vértigo lo rápido que va. Ni siquiera podemos defendernos o atacar en condiciones, solo esperar a ver qué más pasa. Me da miedo provocarles más intentando atacar primero… pero no tengo ni idea de cómo se puede parar esto. El otro grupo no parece querer escucharnos, nos odian.
Aún podía recordar las palabras de Karin flotando en el aire antes de que todo se viniese abajo. Las burlas de Sutileza. El porqué era un misterio, a menos que ellos supiesen algo de la competición que su grupo ignoraba. ¿Acaso había un límite de gente que podía llegar al final?

Las dudas de Rick caían como losas pesadas, pues sobre su cabeza pendían las mismas. Airi no tardó en confirmar que también era su caso, añadiendo el por qué había decidido emprender acciones sobre las que no estaba segure y el mjörní dejó caer un poco su cabeza, abatido.
—Sí… Yo… Pienso lo mismo que Airi. O eso creo. Ojalá pudiésemos detenerlos hablando, pero tampoco creo que sea una posibilidad. No han intentado hablar con nosotros en ningún momento, solo nos han atacado de formas cada vez más crueles sin ningún motivo…

La situación era muy deprimente. Rägjynn tenía claro que no iba a participar en medidas extremas, pero si algo había aprendido a lo largo de aquellas semanas era que su capacidad conciliatoria de la que solía hacer uso en el orfanato no servía de gran cosa en la situación en la que se encontraban. No solo las circunstancias eran radicalmente diferentes, peligrosas y aterradoras, es que las diferencias culturales eran una barrera mucho mayor de lo que hubiera podido imaginar.

>>Aunque yo también me siento extraño con todo esto. No sé qué otra cosa se puede hacer, no creo que haya otra cosa… Pero no me gusta.
Su cola continuaba el nervioso vaivén que le producía pensar en aquel asunto tan complicado.

El neoyorquino se encontraba en medio de un gran dilema y, si ya al principio había sido duro, las últimas semanas solamente habían conseguido que tuviera muchas más dudas y temores que antes. Sentirse solo, cuando lo que más necesitaban era estar juntos aunque fuera para no caer aún más en la desesperación, dolía. Mucho. Por eso mismo, aquella conversación, aunque inevitablemente amarga, también le devolvía una pequeña parte de la calidez de una convivencia que echaba de menos. No solo desde que habían llegado a la ciudad, sino la que había quedado en La Tierra en cuanto firmó el contrato.

Rick escuchó a sus compañeros sin quitar ni un solo momento su atención de ellos. Sus razonamientos resonaban en su mente, chocando con las inseguridades que ya tenía. Una mueca de entendimiento agrio se le dibujo con lo primero que dijo le sanaí, que continuó hasta que el mjörní terminó, acompañado de vez en cuando de un ligerísimo asentimiento. Sí, no tenían forma alguna de responder con lo que tenían y no sabía cómo podían evitar más daños sin que, por el camino, acabaran peor incluso que antes.

-Sí, hablar no parece que sea una opción a estas alturas- dijo tras un suspiro. Cuando solo era Sutileza, al principio de todo, lo había llegado a pensar. Si había intentado idear  alguna forma de capturarlo era entre otras cosas para entender el por qué de tanto odio, llegar a hacer justicia con la razón. Ahora que sabían que eran un grupo entero y después de todo lo que habían hecho... La idea siquiera del diálogo parecía imposible, y aún así... Estaba con Räg, no se quitaba el mal sabor del único camino que parecía verse. -Tampoco tengo claro que lo de las cestas vaya a servir de mucho. Está claro que saben de la ciudad más que nosotros y tienen más medios. Si lo único que conseguimos es justamente provocarles...- comentó compartiendo parte de las dudas de le sanaí. Si de por si no estaba cómodo con lo que podía desembocar entre ellos, la posibilidad de que tuviera el efecto contrario le aterraba. Y entonces vuelta a pensar en qué hacer.

El chico dio un pequeño suspiro y siguió: -No quiero que nadie más muera, podéis estar seguros de eso. Creo que ni siquiera estaría cómodo con una sola herida, la verdad.- Cuanto menos les pasara mejor, no quería que más caras quedaran solo en el recuerdo. -Pero no... no quiero llegar a su nivel. No podría...- se llevó una mano a la sien, algo nervioso. No le gustaba pensar en ese escenario. Se obligó a volver al presente, buscando la decisión que les estaba llevando a oponerse a tanto últimamente. -Si hay alguna forma de protegernos sin eso, por difícil que sea, lo intentaré cuanto pueda- terminó por decir. Aquello era una de las pocas cosas que todavía le pedía al puñetero destino o al azar, lo que fuera que había allí arriba.

Airi bajó la cabeza sin poder evitarlo. Las palabras de sus compañeros eran ecos de sus pensamientos, de sus inquietudes. Lo que les estaba ocurriendo les venía enorme, y no ayudaba que los sentimientos de Airi variasen tanto dependiendo cómo lo enfocase. Una parte de elle estaba tan enfadada que sí quería venganza. No creía que hasta el punto de ver sangre derramada, sino solo obligarles a pasar hambre y penurias como las suyas. Otra parte de elle solo quería hacerse pequeñe, desaparecer de su vista y rogar que les olvidasen y les dejasen en paz. En un mundo ideal hablarían, establecerían por qué había ocurrido todo aquello, e intentarían no interferir unos con los otros. Aunque no se podían olvidar de las víctimas que ya no iban a volver. Las charlas tendrían que haber ocurrido antes de los ataques, no ahora.

—Tenemos que estar preparados para lo que venga. No lo podemos evitar. Creo que empiezo a entender por qué nos dijeron cosas tan crueles el primer día, en el discurso. A lo mejor las cosas siempre acaban así. La competición, quiero decir. —Su tono de voz fue bajando ligeramente, abrumade por la implicación—. Lo que no podemos hacer es rendirnos —agregó entrecortadamente. Era cien veces más fácil decirlo que hacerlo. Enfrentarse a sus miedos, a la expectativa de morir o enterrar a otros en cualquier momento, o volver al torreón con heridas horribles. A ignorar que, al final, tenían las de perder en todo momento—. Creo que intentar saber más sobre ellos es lo correcto. Sin riesgos no vamos a avanzar nunca, aunque ahora, en frío, creo que habría sido mucho mejor que no nos hubiésemos hecho notar tanto.

Nadie tenía respuestas, solo dudas. El mjörní se lamentaba de no poder aportar más que de estas últimas, y ni siquiera ninguna distinta. Aunque, en ese caso, probablemente se tratase de algo positivo. Si es que podía considerarse así nada relacionado con aquel asunto que claramente los estaba aplastando a grandes pasos a todos ellos. A cada cual a su ritmo y de formas distintas, pero estaba convencido de que ni siquiera los más determinados a enfrentarse a la situación directamente estarían libres de inseguridades. No creía que nadie que no fuese un completo monstruo pudiera.

Las declaraciones de Rick y las suposiciones de Airi no hacían más que aumentar su ansiedad, pero no le eran precisamente ajenas. Le sanaí podía estar en lo cierto y a aquellas alturas si tuviesen una confirmación de que las cosas se suponía que tenían que funcionar así ya no le iba a sorprender demasiado. Aquel lugar no daba respiro a nadie y era evidente que quienes los habían llevado allí no pensaban intervenir en absolutamente nada de lo que estaba pasando. Eso solo podía querer decir o que esperaban que aquel macabro juego sucediese, o que no les importaba en lo más mínimo. Era difícil para el reptil comprender la mente de alguien así, pero era la única conclusión a la que podía llegar.

—Supongo que ya no hay vuelta a atrás… —se atrevió a decir con voz débil tras Airi—. Pensar en qué otras cosas podríamos haber hecho para evitar llegar a este punto no va a servir de mucho, y no creo que exista ninguna solución correcta o… No lo sé. No podemos permanecer escondidos aquí dentro para siempre.

Ni siquiera podían planteárselo, a fin de cuentas una necesidad tan básica como comer requería que saliesen frecuentemente… Y justamente era en los puntos de abastecimiento donde habían tenido más problemas con aquel grupo que parecía dispuesto a dejarlos morir de hambre si hacía falta. Eso no hacía falta que lo dijese en voz alta: el humano y le sanaí lo sabían tan bien como él.

>>Yo no quiero… ni pensar en llegar a... a su nivel —empleó los mismos términos que Rick, sin atreverse a pronunciar en voz alta aquella palabra que representaba la forma final de violencia y el principal motivo por el que creía tan importante evitarla. Para nunca llegar a ello—. Pero ellos ya… —tragó saliva con dificultad—. A lo mejor en algún momento tenemos que defendernos y no se puede evitar. Yo… no quiero. Es terrorífico pensarlo. Pero ya no sé si se puede evitar. Lo que quiero por encima de todo es que no tengamos que hacer más funerales.
Se dio la vuelta lentamente, pues una lágrima amenazaba con caer de uno de sus ojos, y si eso ocurría le seguirían muchas más. Sabía que su yo de hacía tan solo unos meses no creería lo que el mismo estaba diciendo en ese momento. Por supuesto, sabía que él no iba a ser capaz de matar a nadie directamente. Pero en aquel momento también sabía que defendería a sus amigos con todo lo que tuviese.

Seguía sin saber en qué le convertían aquellas convicciones, o si importaba.

Cierto era que su convicción, por desgracia, resultaba mucho más fácil de decir que de llevar a la práctica. Ya lo había estado comprobando desde que había pensando las primeras formas de defenderse del pájaro y continuaban hasta ahora. Con los poquísimos recursos que tenían y lo poco que había aprendido de estrategia (a veces se preguntaba cómo, pues no recordaba en qué momento lo había hecho en La Tierra) no podía hacer mucho. Sí, podía aprenderse cada rincón en el que se posaba Sutileza y tal vez podría hacer algo parecido con todo el grupo, ¿pero cómo funcionaría el plan? ¿Podría llevarlo a cabo si alguien no se sumaba, tensos como estaban entre ellos? ¿Acaso se adelantarían de nuevo antes de que pudieran y tocaría empezar de nuevo? ¿Y luego que, vuelta a empezar el ciclo? Sus dudas eran muchas, pero aún con todo quería creer que encontrarían la forma. O, tal vez, necesitaba creer para no terminar de derrumbarse.

El dolor de sus amigos se hacía suyo en esos momentos, igual que aquello que iban diciendo reafirmaba sus pensamientos. Sí tal como pensaba le sanaí aquello era el desenlace habitual de ese puñetero "juego", ya podían irse a la mierda todos los monstruos que los habían traído y toda la jodida ciudad. Pero por el momento, tal y como estaban diciendo, tenían que seguir adelante como pudieran. -Tenéis razón- empezó con algo de dificultad, midiendo las palabras tanto como ellos -Todo lo que podamos aprender sobre ellos puede ser una ventaja para defendernos. Por peligroso que sea, necesitamos investigar más, tanto a ellos como la ciudad. No podemos cambiar lo que hemos hecho, pero... todavía tenemos algo de tiempo para pensar los siguientes pasos- Eso esperaba al menos, al fin y al cabo todavía no habían tomado represalias por todo lo de las cestas. Todo el tiempo que el otro grupo no les atacara era una oportunidad para evitar que lo hicieran en primer lugar, si conseguían encontrar la información necesaria para urdir algo.

La conversación estaba siendo difícil, no había más que leer el ambiente y lo que les estaba costando verbalizar todo, pero fue con lo siguiente que fue comentando Rägjynn que a Rick se le acabó por completo  la fortaleza. El neoyorquino no apartó su mirada preocupada del mjörní. La angustia seguía aumentando como con el resto de dudas, pero aquello en concreto sumado a la expresión corporal de su amigo fueron demasiado. -Räg...- se levantó del sillón, acercándose con cuidado a él; empezaba a arrepentirse de haber sacado el tema. Ya a su lado, buscó con la mirada a le sanaí en un pequeño ruego para ayudarle o, si por el contrario, para comprobar si elle también necesitaba consuelo. Luego le puso con cariño una mano en el hombro a su compañero, una muestra de apoyo y un intento de reconfortarlo, y dijo: -Yo... tampoco lo quiero. Y vamos a hacer todo lo posible para que no los haya, puedes estar seguro de eso. Todo esto... da mucho miedo, pero ya lo ha dicho Airi, no vamos a rendirnos. Vamos a protegernos y a salir adelante, te lo prometo. Tal vez... tal vez si aprendemos lo suficiente podemos cambiar algo, por mínimo que sea.- Era más que consciente de que no iba a ser nada fácil si es que se podía en primer lugar, pero por ellos y por los retazos de esperanza que quedaban de que podían volver a casa todavía podía hacer un esfuerzo para confiar un poco más. La pequeñísima sonrisa con la que acabó era también una forma de reconfortar sus propios demonios internos. Para lo último tenía respuesta, para lo otro... Pensaba que en caso de defensa propia, como último recurso, podría estar en paz con lo que pasara, pero mentiría si no deseaba que no llegaran a ese punto para averiguarlo.

Aquella conversación y las convicciones de sus compañeros se quedaron en la mente del neoyorquino por mucho tiempo. Buscaba ayudar a su forma, por en desacuerdo que estuviera con los métodos del grupo, y aquello lo llevó a salir el día que encontraron la biblioteca. Esos recuerdos resonaban cada vez que se quedaba en el torreón los meses siguientes, peleando con la desesperación que lo atormentaba a diario. Aquel conflicto interno lo llevaba siempre fuera para intentar librarse por unos minutos de sus pensamientos. Hizo falta que Airi volviera paralizada para que, por fin, Rick reencontrara su determinación. -(No puedo rendirme, ni esconderme. Sea lo que sea que pase, tengo que seguir adelante. Tenemos que volver todos.)- Y lo haría en sus propios términos, aunque acabara destruido por completo por la ciudad al no seguir su canción.

Airi asintió al escuchar a Räg decir que no tenía sentido pensar en qué otras cosas podían haber hecho. Agradeció que le pusiera los pies en la tierra, pues de nada servía darle vueltas al pasado. Simplemente era más fácil perderse en las posibilidades de haber evitado todo eso, más fácil que pensar en el presente o tratar de prevenir el futuro más negro.

El propio mjörní habló de ese futuro negro a continuación, de a qué les podía llevar. Morir, o convertirse en algo que nunca había querido. Estaba segure de que tampoco querían los miembros de una tribu cuando debían desterrar (o cosas peores) a un compañero, pero también debían convertirse en algo que no querían por el bien del resto. Su madre habría sabido qué hacer de estar en su situación, sin duda.

Su silencio mientras escuchaba hablar de sus compañeros se debía a su debate interno, y también a no saber qué decir. No existía consuelo para su situación. Habían tomado una decisión –porque no había otra posible– y ahora debían continuar hasta el final. Al menos podían tratar de apoyarse mutuamente, como estaba haciendo Rick con el mjörní. Airi volvió en sí cuando sus miradas se cruzaron. Probablemente se le veía perdide, pero recuperó enseguida una expresión más determinada para acercarse también a Räg, tomando una mano entre las suyas a la vez que el humano le hablaba. En el fondo, elle también necesitaba aquel tipo de consuelo, y le apretó la mano esperando que él hiciese lo mismo.
—No vamos a perdernos en este sitio —dijo, tal vez de forma poco elocuente, por lo que se enmendó como pudo—. No… vamos a cambiar tanto como para que no nos reconozcan cuando volvamos a casa. Pase lo que pase, vamos a seguir siendo nosotros.

Tenía ganas de llorar, pero se contuvo como pudo. Claro que iba a cambiar, ya había cambiado, pero nunca tanto como para convertirse en gente desalmada como la del otro grupo. Defender su vida nunca tendría por qué cambiar eso.

Al final las lágrimas se abrieron paso de todas formas, escuchando las amables palabras de sus compañeros, así como el contacto reconfortante. Se giró ligeramente primero hacia Rick al sentir la mano de este en su hombro, ya empezando a deslizarse dos regueros salados por sus mejillas, y después hacia Airi, apretando la mano que le ofrecía.
—Tenéis razón —dijo entre pequeños sollozos con voz temblorosa—. Si nos apoyamos… podemos. Podemos superar cualquier cosa. Si estamos juntos, podemos.
No se refería exclusivamente al humano y sanai presentes, aunque en ese momento sentía una conexión particular con ambos. A pesar de las diferencias y las dificultades, todos los integrantes del torreón Sendar se habían convertido en su segunda familia.

Se permitió permanecer unos instantes en compañía de sus amigos, de dos de los miembros de su familia, buscando consuelo en la pizca de positivismo que eran capaces de raspar. Después, se tendría que excusar para ir a limpiarse la cara del amargo sabor que había sido la conversación.