Los Lirios Violetas

Una vez dentro, llegas a un recibidor más similar a la entrada de un hotel vintage que el de un local de droga. Un pasillo corto da a un enorme telar similar al de las obras de teatro que separa la entrada del salón. A la derecha, en una amplía recepción aguardan diferentes trabajadores atentos a tu visita, todos con el mismo uniforme negro y violaceco, con su respectiva flor asignada convertida en un pin decorativo. Dejando marcada en un libro de visitas el nombre y los intereses de su llegada se les dará a conocer las diferentes actividades del local y por consiguiente al nivel al que quieren acceder. Según deseen solo beber, tomar un botafumeiro en zonas públicas o acceder a las diferentes habitaciones serán asignados con una flor de diferentes colores para diferenciarlos del resto y con una llave del mismo color si es necesario.

Tras la inmensa seda se oculta un amplio salón, provisto de una enorme barra junto a la entrada y numerosas mesas circulares separadas en cubículos decorativos no muy grandes. Pequeñas paredes de madera en torno a un metro de alto decoradas con flores y enredaderas diferencian las zonas sin impedir que se entorpezca la vista general del lugar. En todo el sitio la cantidad de plantas sigue siendo visible volviendo el  salón un acogedor jardín interior, decorado con luces tenues pero brillantes para no romper la atmósfera. Debido a que el mayor contenido de sustancias es a través de cachimbas, la contención mágica de los segmentos permite que el humo de cada invitado se quede contenido en el espacio donde está situado. El aroma a especias y flores es más fuerte en el interior y música de fondo, sin procedencia específica cubre con su volumen el constante de voces.

En uno de los laterales del salón, contrario a la recepción, se encuentra una puerta doble más pequeña que la de la entrada. Vigilada por un empleado que a diferencia del resto porta una peculiar máscara blanca con ornamentos dorados, solo se permitirá la entrada a aquellos que tengan un color de flor adecuado. En el interior una sección de amplios pasillos laberínticos repletos de numerosas puertas cerradas aguardan a aquellos clientes que quieren ver su experiencia mejorada. El suelo deja de verse, oculto tras una neblina violácea similar en apariencia a nubes bajas. A los laterales de vez en cuando se dejan ver pequeñas salas de té, llenas de sillones bajos y mesillas donde los clientes más vips fuman con cierta privacidad. El camino es hasta cierto punto, infinito, tratar de orientarse es sumamente complicado sin la ayuda de un trabajador (Portan todos máscaras aquí dentro) siendo que por mucho que se bifurquen, o se doblen carecen de final y llegado a cierto punto simplemente se regresará a zonas ya visitadas con antelación. Para regresar a la puerta se ha de llamar a uno de los enmascarados del sitio, quien le guiará sin mayores inconvenientes.

Si en la entrada se ha pedido una de estas, se le entregará una llave con un tipo de flor y color asignada. Estos codiciados objetos quedan unidos al local, por lo que si bien se puede adquirir de forma poco lícita entre clientes, no pueden sacarse del lugar o simplemente se esfuman tanto como la flor coloreada. Estas sirven para acceder a las diferentes habitaciones, yendo desde pequeños salones privados para fumar en intimidad hasta habitaciones propiamente dichas con diferentes tipos de decoraciones. Cada una es un mundo en su propia temática por lo que es complicado que un cliente que frecuenta el local tenga que repetir el mismo escenario. Solo en estos lugares se puede adquirir el Iris púrpura, la droga exclusiva de la mafia. Para acceder al lugar asignado solo has de introducir la llave en cualquiera de los cerrojos que contienen las puertas de los pasillos. Da igual quien haya pasado antes, lo importante no es la entrada, si no el objeto que la abra por lo que aunque varios clientes usen la misma puerta, siempre que tengan diferentes llaves irán a diferentes espacios.