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- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Lagrimas de cristal
26/11/23, 10:29 pm
Era la tercera semana y la tensión sólo había ido en escala. El miedo, la incertidumbre, el hambre y la rabia eran malas compañías durante el día, pero peores eran cuando llegaba la noche. El manto oscuro de unos párpados cerrados se sentía igual que echar grava a su propia tumba y era cuando la mente se diluía en una paz temporal donde las primeras alertas llegaban. Un cuerpo que entendía el sueño como un camino hacía la muerte y que huía de él en un viaje tan agónico como el despertar que le daba a su propio dueño. A veces la lucidez venía de golpe sin mayor explicación que el estar observando repentinamente un techo oscuro, otras en cambio, se convertían en una tortura inducida.
La confusión fue su primera alerta, el dolor como gasolina prendida el segundo. Despertó de golpe falto de aire, asfixiado repentinamente por un miedo irreconocible, la tensión inundando todos sus sentidos, cegando la poca cordura que conservaba de un rápido despertar para volver el terror más visceral como único protagonista. Se estaba muriendo, todo su ser le estaba advirtiendo por ello. Tenía la pierna entumecida y los brazos latentes, su piel más pálida que de costumbre se veía perlada por un calor invadido de una angustia sobrecogedora. Se incorporó malamente, sentándose en un revuelto de sábanas mientras trataba de recordar cómo se respiraba o porque siquiera se encontraba así.
Su pecho iba y venía tan irregular como su pulso, encorvado sobre sí mismo se llevó ambas manos hacía el foco del problema inicial, queriendo dar apoyo a un corazón que no acababa de relajarse. Latía con tanta fuerza que resonaba en sus oídos como un latigazo preocupante, la falta de aire fue abastecida con el tiempo, poco a poco, a medida que su boca iba obteniendo el oxígeno que tanto le demandaba el mismo cuerpo que le había privado de ello. Luego bajó la mirada menos difusa y más focalizada hacía el dolor punzante que se escondía bajo su ropa, de alguna manera ver sangre en la misma le resultó lógico.
-Mierda…
Farfulló en su escasa lucidez, no quería ensuciar las sábanas, ni tampoco molestar. Manchas granates alumbraban sus brazos como focos relucientes aún en la oscuridad del cuarto, manchas que el londinense empezó a rascarse fruto de una costumbre frustrada. Punzadas repentinas venía de unas heridas que conocía aún sin ver, un recuerdo que las hacía tan reales como todo lo que le rodeaba, por ello, cuando se recuperó del mareo inicial empezó a incorporarse con el mayor sigilo posible. Dormir con los chicos le daba la individualidad suficiente como para escabullirse sin mayores problemas, dejando atrás a sus compañeros del cuarto para acceder a la puerta con el torpe caminar de un cojo.
Le seguían pitando los oídos como si hubiera habido un ruido tan fuerte que aún sin recordar el origen quedaban en su cabeza los ecos del mismo. Para cuando alcanzó el pasillo tomó rumbo hacía las escaleras de bajada, había hecho ese mismo camino tantas veces durante ese último mes que se lo sabía incluso en la penumbra de unas antorchas a medio consumir. Necesitaba agua, un cubo, lo que fuera, necesitaba limpiarse. La sangre estaba empezando a gotear y el rojo le asustaba tanto que sentía su piel resquebrajarse bajo la tela de una camisa holgada usada como pijama. Tenía miedo, tenía mucho miedo y ni siquiera entendía porque.
Tan pronto llegó a la cocina encendió una única luz para poder orientarse con los trapos y el agua fría de la fuente. Se remangó la camisa agobiado, tirones erráticos causados por su nerviosismo. Dolía, escocía, quemaba, las cicatrices antes curadas ahora se encontraban abiertas de mala forma, ríos espesos que se juntaban con un paisaje helado cuando frotaba en un afán de limpiarse. En algunos, pequeños cristales llegaban a sobresalir de su piel tan incrustados que al tirar de ellos le arrancaban gruñidos bajos, solo enmudecidos por la presión de no despertar a nadie. Sus ojos pronto se encharcaron sorbiendo una frustración que no podía contener al ver que sus heridas lejos de curarse seguían desbordándose por su piel. ¿Qué estaba haciendo mal?
Poco sabía que en esos instantes no había sangre, ni dolor, ni siquiera cortes abiertos. El único enrojecimiento de sus brazos se lo provocaba él mismo a cada furiosa pasada y las únicas marcas no eran más que las de sus propias uñas cuando se clavaban y tiraban de una piel cuyo relieve no eran cristales rotos si no unas cicatrices curadas desde hacía tiempo.
Lo único por lo que estaba luchando el joven era por limpiar unas memorias que volvían más lúcidas que nunca.
La confusión fue su primera alerta, el dolor como gasolina prendida el segundo. Despertó de golpe falto de aire, asfixiado repentinamente por un miedo irreconocible, la tensión inundando todos sus sentidos, cegando la poca cordura que conservaba de un rápido despertar para volver el terror más visceral como único protagonista. Se estaba muriendo, todo su ser le estaba advirtiendo por ello. Tenía la pierna entumecida y los brazos latentes, su piel más pálida que de costumbre se veía perlada por un calor invadido de una angustia sobrecogedora. Se incorporó malamente, sentándose en un revuelto de sábanas mientras trataba de recordar cómo se respiraba o porque siquiera se encontraba así.
Su pecho iba y venía tan irregular como su pulso, encorvado sobre sí mismo se llevó ambas manos hacía el foco del problema inicial, queriendo dar apoyo a un corazón que no acababa de relajarse. Latía con tanta fuerza que resonaba en sus oídos como un latigazo preocupante, la falta de aire fue abastecida con el tiempo, poco a poco, a medida que su boca iba obteniendo el oxígeno que tanto le demandaba el mismo cuerpo que le había privado de ello. Luego bajó la mirada menos difusa y más focalizada hacía el dolor punzante que se escondía bajo su ropa, de alguna manera ver sangre en la misma le resultó lógico.
-Mierda…
Farfulló en su escasa lucidez, no quería ensuciar las sábanas, ni tampoco molestar. Manchas granates alumbraban sus brazos como focos relucientes aún en la oscuridad del cuarto, manchas que el londinense empezó a rascarse fruto de una costumbre frustrada. Punzadas repentinas venía de unas heridas que conocía aún sin ver, un recuerdo que las hacía tan reales como todo lo que le rodeaba, por ello, cuando se recuperó del mareo inicial empezó a incorporarse con el mayor sigilo posible. Dormir con los chicos le daba la individualidad suficiente como para escabullirse sin mayores problemas, dejando atrás a sus compañeros del cuarto para acceder a la puerta con el torpe caminar de un cojo.
Le seguían pitando los oídos como si hubiera habido un ruido tan fuerte que aún sin recordar el origen quedaban en su cabeza los ecos del mismo. Para cuando alcanzó el pasillo tomó rumbo hacía las escaleras de bajada, había hecho ese mismo camino tantas veces durante ese último mes que se lo sabía incluso en la penumbra de unas antorchas a medio consumir. Necesitaba agua, un cubo, lo que fuera, necesitaba limpiarse. La sangre estaba empezando a gotear y el rojo le asustaba tanto que sentía su piel resquebrajarse bajo la tela de una camisa holgada usada como pijama. Tenía miedo, tenía mucho miedo y ni siquiera entendía porque.
Tan pronto llegó a la cocina encendió una única luz para poder orientarse con los trapos y el agua fría de la fuente. Se remangó la camisa agobiado, tirones erráticos causados por su nerviosismo. Dolía, escocía, quemaba, las cicatrices antes curadas ahora se encontraban abiertas de mala forma, ríos espesos que se juntaban con un paisaje helado cuando frotaba en un afán de limpiarse. En algunos, pequeños cristales llegaban a sobresalir de su piel tan incrustados que al tirar de ellos le arrancaban gruñidos bajos, solo enmudecidos por la presión de no despertar a nadie. Sus ojos pronto se encharcaron sorbiendo una frustración que no podía contener al ver que sus heridas lejos de curarse seguían desbordándose por su piel. ¿Qué estaba haciendo mal?
Poco sabía que en esos instantes no había sangre, ni dolor, ni siquiera cortes abiertos. El único enrojecimiento de sus brazos se lo provocaba él mismo a cada furiosa pasada y las únicas marcas no eran más que las de sus propias uñas cuando se clavaban y tiraban de una piel cuyo relieve no eran cristales rotos si no unas cicatrices curadas desde hacía tiempo.
Lo único por lo que estaba luchando el joven era por limpiar unas memorias que volvían más lúcidas que nunca.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Lagrimas de cristal
27/11/23, 03:17 am
393. Al acabar esa noche faltarían 393 días.
Llevaban prácticamente un mes en Rocavarancolia, día arriba, día abajo. Eso le daba esperanzas. Más o menos. Las cosas podrían ir peor, supuso, o eso es lo que se decía para no perder la cordura. 393. No estaba mal. Los primeros días habían sido espantosos, los siguientes… peores. Pero igual que un motor que da guerra al arrancar y luego funciona fiel, las semanas consecuentes habían ido sucediendo con relativa soltura. Sí, tenía que ser así. Marcharían, 393 y bajando. Tantos días por delante… y tan pocos por detrás. Un mes de catorce, tantos como eran ellos, y ya habían perdido a alguien. Si moría uno al mes, quizás…
No era justo.
Giró en la cama, de cara a la pared, contrariado por el autosabotaje que se hacía al intentar pensar con positividad. Hacía tiempo no había ruidos en el cuarto y el silencio caía tan pesado como el plomo bajo el agua en sus oídos despiertos. La tela se quejaba a cada movimiento que hacía, y una vez pasaba el susurro de las sábanas la respiración profunda de los humanos se volvía particularmente ruidosa. No era un mal acompañamiento, era una de esas cosas que marcaba la diferencia entre vivo y muerto, el aliento del que había carecido Serena noches atrás cuando…
No. No quería pensar en ello. Ya bastante tenía con lo suyo y el pájaro endemoniado que había decidido sobrevivir, que seguía empeñado en matarles de hambre, pero caprichosa es la mente que cuanto menos quieres pensar en algo más lo haces.
Aún no había tirado la cuchara. Santos. Se le había olvidado. Seguía abandonada debajo de la cama donde Serena había estado, y como si se tratase de un objeto maldito ahora el varmano no podía dejar de pensar en ello. La cama, el cuarto, los ojos de Serena, el monstruo alado. La cama, el cuarto, los ojos se Serena, el monstruo alado…
393 días después de esa noche. Solo tenía que dormirse.
Lo estaba consiguiendo cuando una exhalación que no era suya le trajo de vuelta. En un principio no le dio importancia, a esta no la siguió nada lo fuera de lo normal para registrarla como peligro; tela arrastrada, un cuerpo irguiéndose…, sin embargo el murmullo de una injuria mucho más clara fue el empujoncito necesario -no por ello agradecido- para hacerle abrir los ojos. Nohlem se quedó quieto, el somier a su espalda crugió y a los nulos sonidos de la noche se le unieron los pasos de una sola persona. El varmano se levantó un margen después, una vez Ethan (a quien reconoció no por vista sino por su ausencia en cama) se hubo marchado, presa de nuevo de esa inquietud que no le dejaría dormir. Podía ir al baño, coger un vaso de agua, seguro le aliviaba, y sobre todo podía averiguar que pasaba. Si iban a estar jodidos por una mala noche que menos que estar jodidos en compañía.
Seguir el trayecto del humano fue fácil. La luz que había encendido serviría para que no se comiera ningún mueble, o al menos para que no lo hiciera al 100%, pues la oscuridad en la sala era densa y sus ojos apenas se habían habituado a ella. No se molestó en ocultar el sonido de sus pasos para que su voz no asustase al mestizo de repente al salir, grave por desuso, carraspeo y susurro.
—¿Ethan? —entre la ausencia de luz y la postura solo veía su espalda. Nohlem suspiró suavemente y se acercó a él con pereza por un lado, sin comprender… ¿por qué se estaba lavando los brazos?—. Ey, estás… ¿no podías dormir?
Con mayor cercanía el varmano pudo comprobar que algo no marchaba del todo bien. El moreno no se estaba lavando, se estaba raspando, pellizcando como si quisiera arrancar algo de su piel. Que le pasara algo de verdad le asustó, (¿le había atacado algo?, ¿un veneno otra vez?) así que cerró distancias sin dejar de mirarle los brazos, una mano dudosa alzada en su dirección para tocarle un hombro.
—¿Ethan? —en su tono de alarma la prueba a que acababa de cruzar el umbral del sueño, sin retorno—. ¿Qué te pasa?
Llevaban prácticamente un mes en Rocavarancolia, día arriba, día abajo. Eso le daba esperanzas. Más o menos. Las cosas podrían ir peor, supuso, o eso es lo que se decía para no perder la cordura. 393. No estaba mal. Los primeros días habían sido espantosos, los siguientes… peores. Pero igual que un motor que da guerra al arrancar y luego funciona fiel, las semanas consecuentes habían ido sucediendo con relativa soltura. Sí, tenía que ser así. Marcharían, 393 y bajando. Tantos días por delante… y tan pocos por detrás. Un mes de catorce, tantos como eran ellos, y ya habían perdido a alguien. Si moría uno al mes, quizás…
No era justo.
Giró en la cama, de cara a la pared, contrariado por el autosabotaje que se hacía al intentar pensar con positividad. Hacía tiempo no había ruidos en el cuarto y el silencio caía tan pesado como el plomo bajo el agua en sus oídos despiertos. La tela se quejaba a cada movimiento que hacía, y una vez pasaba el susurro de las sábanas la respiración profunda de los humanos se volvía particularmente ruidosa. No era un mal acompañamiento, era una de esas cosas que marcaba la diferencia entre vivo y muerto, el aliento del que había carecido Serena noches atrás cuando…
No. No quería pensar en ello. Ya bastante tenía con lo suyo y el pájaro endemoniado que había decidido sobrevivir, que seguía empeñado en matarles de hambre, pero caprichosa es la mente que cuanto menos quieres pensar en algo más lo haces.
Aún no había tirado la cuchara. Santos. Se le había olvidado. Seguía abandonada debajo de la cama donde Serena había estado, y como si se tratase de un objeto maldito ahora el varmano no podía dejar de pensar en ello. La cama, el cuarto, los ojos de Serena, el monstruo alado. La cama, el cuarto, los ojos se Serena, el monstruo alado…
393 días después de esa noche. Solo tenía que dormirse.
—
Lo estaba consiguiendo cuando una exhalación que no era suya le trajo de vuelta. En un principio no le dio importancia, a esta no la siguió nada lo fuera de lo normal para registrarla como peligro; tela arrastrada, un cuerpo irguiéndose…, sin embargo el murmullo de una injuria mucho más clara fue el empujoncito necesario -no por ello agradecido- para hacerle abrir los ojos. Nohlem se quedó quieto, el somier a su espalda crugió y a los nulos sonidos de la noche se le unieron los pasos de una sola persona. El varmano se levantó un margen después, una vez Ethan (a quien reconoció no por vista sino por su ausencia en cama) se hubo marchado, presa de nuevo de esa inquietud que no le dejaría dormir. Podía ir al baño, coger un vaso de agua, seguro le aliviaba, y sobre todo podía averiguar que pasaba. Si iban a estar jodidos por una mala noche que menos que estar jodidos en compañía.
Seguir el trayecto del humano fue fácil. La luz que había encendido serviría para que no se comiera ningún mueble, o al menos para que no lo hiciera al 100%, pues la oscuridad en la sala era densa y sus ojos apenas se habían habituado a ella. No se molestó en ocultar el sonido de sus pasos para que su voz no asustase al mestizo de repente al salir, grave por desuso, carraspeo y susurro.
—¿Ethan? —entre la ausencia de luz y la postura solo veía su espalda. Nohlem suspiró suavemente y se acercó a él con pereza por un lado, sin comprender… ¿por qué se estaba lavando los brazos?—. Ey, estás… ¿no podías dormir?
Con mayor cercanía el varmano pudo comprobar que algo no marchaba del todo bien. El moreno no se estaba lavando, se estaba raspando, pellizcando como si quisiera arrancar algo de su piel. Que le pasara algo de verdad le asustó, (¿le había atacado algo?, ¿un veneno otra vez?) así que cerró distancias sin dejar de mirarle los brazos, una mano dudosa alzada en su dirección para tocarle un hombro.
—¿Ethan? —en su tono de alarma la prueba a que acababa de cruzar el umbral del sueño, sin retorno—. ¿Qué te pasa?
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Lagrimas de cristal
27/11/23, 09:39 pm
Dolían, quemaban y lo peor de todo, perduraban. Lo que en un inicio habían sido pasadas suaves, caricias con una tela mojada, ahora era un trayecto fuerte, una frustración convertida en presión. Los nudillos se volvían de un blanco pulcro ante el agarre firme, en contraposición con un brazo que veía cada nueva marca sellada como un tatuaje temporal y molesto. Ethan volvió a remojar con impaciencia notoria el paño, salpicando sobre una irritación reciente un agua tan helada que volvía del malestar un escozor agravado. El dolor se volvía aún más vívido por lo que llegado a un punto no había intento de limpieza, si no de rascarse.
Tan obnubilado estaba, centrado en borrar unas heridas que no existían que siquiera escuchó los pasos acercarse. Nohlem habló sí, pero su murmullo acabo ensordecido por el ruido blanco que resonaba en la cabeza del joven. No fue hasta que su cercanía fue paupérrima que reaccionó como un resorte mal activado. Dió un ligero bote en el sitio, más por sorpresa que por susto. Su rostro era la viva imagen de la confusión, un pestañeo lento en una cara aún adormilada, mínimamente concentrada para entender la situación como si se tratase de un puzzle para el que solo tenía piezas erróneas. El sonido lejano, silencioso pero apabullante cesó de golpe, como si nunca hubiera acabado de estar y con unas orejas recién destapadas pudo llegar a discernir sus siguientes palabras.
-Hola... -Había una interrogante perpetua en su tono. -Perdón ¿Te he despertado?
Pestañeo una, dos veces, hasta al hablar se le notaba espeso. Lágrimas silenciosas resbalaron por sus mejillas, siendo el reducto de las que había llorado con anterioridad. Acabó llevando la palma de su mano al rostro para eliminar tarde las pruebas, razonando con la misma aletargada torpeza la sangre que aún ocupaba el mismo. Ahí fue cuando sonrió horrorosamente nervioso, recordando de golpe porque estaba ahí. Su vista cambió fugazmente hacía el cubo y las telas desparramadas sobre la encimera, un territorio mojado donde la oscuridad del lugar le permitía confundir un agua oscura por una manchada.
-Ah, perdón ahora… ahora limpio todo.
La sensación horrible de la camisa pegada a la piel se hizo palpable en cuanto volvió a bajar ambas mangas para ocultar sus supuestas heridas. Un resquemor en el que sumar cansancio con vergüenza daba un resultado nefasto. Ethan dejó el paño, lo volvió a coger, trato de limpiar parte de la mesa para acabar apartando todo hacía un rincón más oscuro de la encimera, el agua cayó como pequeñas cascadas hacía los lados y en su intento de frenarlo pensó que usar de tope su mano serviría, entonces se miró las manos, volvió a mirar el paño y en el lapso de tiempo donde decidía que hacer, como si algo de todo aquel plan tuviera sentido decidió esconder ambos brazos tras su espalda, entrelazando los dedos cual niño bueno que no había hecho fechoría alguna en su vida. Su sonrisa temblorosa encontró cierto apoyo en una más suave, una practicada todos los días para dar falsa tranquilidad cuando no lo sentía así.
-¿No puedes dormir? ¿Pasó algo?
Fue como un borrón nuevo, un intento de amenizar el ambiente y cambiar el enfoque hacía el varmano. Alternó el peso de una pierna a otra, dejando que sus ojos nunca tuvieran que cruzarse con los del felino. No estaba tan lúcido como para encontrar una excusa más natural.
Tan obnubilado estaba, centrado en borrar unas heridas que no existían que siquiera escuchó los pasos acercarse. Nohlem habló sí, pero su murmullo acabo ensordecido por el ruido blanco que resonaba en la cabeza del joven. No fue hasta que su cercanía fue paupérrima que reaccionó como un resorte mal activado. Dió un ligero bote en el sitio, más por sorpresa que por susto. Su rostro era la viva imagen de la confusión, un pestañeo lento en una cara aún adormilada, mínimamente concentrada para entender la situación como si se tratase de un puzzle para el que solo tenía piezas erróneas. El sonido lejano, silencioso pero apabullante cesó de golpe, como si nunca hubiera acabado de estar y con unas orejas recién destapadas pudo llegar a discernir sus siguientes palabras.
-Hola... -Había una interrogante perpetua en su tono. -Perdón ¿Te he despertado?
Pestañeo una, dos veces, hasta al hablar se le notaba espeso. Lágrimas silenciosas resbalaron por sus mejillas, siendo el reducto de las que había llorado con anterioridad. Acabó llevando la palma de su mano al rostro para eliminar tarde las pruebas, razonando con la misma aletargada torpeza la sangre que aún ocupaba el mismo. Ahí fue cuando sonrió horrorosamente nervioso, recordando de golpe porque estaba ahí. Su vista cambió fugazmente hacía el cubo y las telas desparramadas sobre la encimera, un territorio mojado donde la oscuridad del lugar le permitía confundir un agua oscura por una manchada.
-Ah, perdón ahora… ahora limpio todo.
La sensación horrible de la camisa pegada a la piel se hizo palpable en cuanto volvió a bajar ambas mangas para ocultar sus supuestas heridas. Un resquemor en el que sumar cansancio con vergüenza daba un resultado nefasto. Ethan dejó el paño, lo volvió a coger, trato de limpiar parte de la mesa para acabar apartando todo hacía un rincón más oscuro de la encimera, el agua cayó como pequeñas cascadas hacía los lados y en su intento de frenarlo pensó que usar de tope su mano serviría, entonces se miró las manos, volvió a mirar el paño y en el lapso de tiempo donde decidía que hacer, como si algo de todo aquel plan tuviera sentido decidió esconder ambos brazos tras su espalda, entrelazando los dedos cual niño bueno que no había hecho fechoría alguna en su vida. Su sonrisa temblorosa encontró cierto apoyo en una más suave, una practicada todos los días para dar falsa tranquilidad cuando no lo sentía así.
-¿No puedes dormir? ¿Pasó algo?
Fue como un borrón nuevo, un intento de amenizar el ambiente y cambiar el enfoque hacía el varmano. Alternó el peso de una pierna a otra, dejando que sus ojos nunca tuvieran que cruzarse con los del felino. No estaba tan lúcido como para encontrar una excusa más natural.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Lagrimas de cristal
28/11/23, 12:18 am
Nohlem estaba tan alerta que el brinco de Ethan no pudo sobresaltarle. Seguía mirándole los brazos, buscando con crecientes nervios algo parecido al zarpullido que habían sufrido semanas atrás, rastros de un veneno mortal por una trampa nocturna, pero entre el movimiento y la luz no discernía nada. Por supuesto omitió su pregunta, poco importaba ahora cómo se hubiera despertado él, especialmente cuando a la luz de la antorcha relució un camino de lágrimas recientes en el rostro del humano.
—Por los viejos Santos… —masculló con un hilo de voz, con el corazón pequeño. “Otra vez no”. ¿Era culpa del pájaro? No estaba listo para otro accidente. Y sin embargo, aunque la luz no fuera la mejor para asegurar nada, a simple vista no halló sobre la piel de Ethan más que el brillo del agua. No- No tenía sentido. Frunció el ceño, aún más confuso—. ¿Limpiar el… qué?
No le siguió en su cometido, viéndole hacer lo que quiera que fuese que estaba haciendo en completo estupor. No fue hasta que el líquido cayó por los bordes de la mesa que el varmano no reaccionó, acercándose a toda prisa con las manos en jarra para evitar un charco en el suelo. Como si fuera mejor alternativa devolvió el agua a la mesa con una sacudida de muñeca, hecho lo cual se dirigió al errático mestizo con palpable pero lento desconcierto.
—No, estoy- Estoy nervioso —se excusó rápido, la arruga en su ceja cada vez más pronunciada—. ¿Qué pasa?
La forma en la que escondía las manos tras la espalda, cómo rehuía su mirar o hablaba para redirigir la atención hacia él… Ah no, si esperaba que así hiciera menos preguntas estaba muy equivocado. Si tuvieran alcohol en el torreón bien podría creer que estaba bebido, pero por desgracia no había tal alternativa.
—¿Me dejas ver tus brazos? —inquirió inclinando ligeramente el cuerpo en busca de permiso. No lo encontró, ni eso ni una respuesta positiva, pero tuvo la decencia de no chasquear la lengua en disconformidad—. Venga, déjame-
No esperó. Ni siquiera hubo forcejeo. Ethan se apartó tan poco que no podía considerarse una huida, la negativa torpe y perezosa de un niño al que le fastidia que vean sus arañazos. Pillado por la muñeca, Nohlem remangó uno de los brazos del japonés para encontrarse con… Nada.
Le dio la vuelta y escrutinó el dorso sin resultado alguno. Un lado, el otro, sus dedos se deslizaron por su superficie, creyendo que quizás habría algo interno, bultos, textura de naranja, cortes o sangre que no se veía a simple vista… pero no, nada. Solo piel húmeda y fría, muy fría, tersa y aparentemente sana, llena de cicatrices ya curadas que lo volvían todo aún más confuso. Repetir el proceso con el otro brazo fue el doble de rápido.
—Eh… ¿Ethan? —sus ojos subieron en busca de los suyos, en otro intento de contacto. Suavizó el agarre pero sin soltarle, señal de que no le dejaría ir hasta que le mirase. Obviamente seguía preocupado—. ¿Me puedes explicar que pasa? ¿Te… Te duele algo? ¿Te ha pasado algo?
Un segundo de silencio y la duda creció.
>>¿Estás… bien?
—Por los viejos Santos… —masculló con un hilo de voz, con el corazón pequeño. “Otra vez no”. ¿Era culpa del pájaro? No estaba listo para otro accidente. Y sin embargo, aunque la luz no fuera la mejor para asegurar nada, a simple vista no halló sobre la piel de Ethan más que el brillo del agua. No- No tenía sentido. Frunció el ceño, aún más confuso—. ¿Limpiar el… qué?
No le siguió en su cometido, viéndole hacer lo que quiera que fuese que estaba haciendo en completo estupor. No fue hasta que el líquido cayó por los bordes de la mesa que el varmano no reaccionó, acercándose a toda prisa con las manos en jarra para evitar un charco en el suelo. Como si fuera mejor alternativa devolvió el agua a la mesa con una sacudida de muñeca, hecho lo cual se dirigió al errático mestizo con palpable pero lento desconcierto.
—No, estoy- Estoy nervioso —se excusó rápido, la arruga en su ceja cada vez más pronunciada—. ¿Qué pasa?
La forma en la que escondía las manos tras la espalda, cómo rehuía su mirar o hablaba para redirigir la atención hacia él… Ah no, si esperaba que así hiciera menos preguntas estaba muy equivocado. Si tuvieran alcohol en el torreón bien podría creer que estaba bebido, pero por desgracia no había tal alternativa.
—¿Me dejas ver tus brazos? —inquirió inclinando ligeramente el cuerpo en busca de permiso. No lo encontró, ni eso ni una respuesta positiva, pero tuvo la decencia de no chasquear la lengua en disconformidad—. Venga, déjame-
No esperó. Ni siquiera hubo forcejeo. Ethan se apartó tan poco que no podía considerarse una huida, la negativa torpe y perezosa de un niño al que le fastidia que vean sus arañazos. Pillado por la muñeca, Nohlem remangó uno de los brazos del japonés para encontrarse con… Nada.
Le dio la vuelta y escrutinó el dorso sin resultado alguno. Un lado, el otro, sus dedos se deslizaron por su superficie, creyendo que quizás habría algo interno, bultos, textura de naranja, cortes o sangre que no se veía a simple vista… pero no, nada. Solo piel húmeda y fría, muy fría, tersa y aparentemente sana, llena de cicatrices ya curadas que lo volvían todo aún más confuso. Repetir el proceso con el otro brazo fue el doble de rápido.
—Eh… ¿Ethan? —sus ojos subieron en busca de los suyos, en otro intento de contacto. Suavizó el agarre pero sin soltarle, señal de que no le dejaría ir hasta que le mirase. Obviamente seguía preocupado—. ¿Me puedes explicar que pasa? ¿Te… Te duele algo? ¿Te ha pasado algo?
Un segundo de silencio y la duda creció.
>>¿Estás… bien?
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Lagrimas de cristal
28/11/23, 01:25 am
La pregunta le tomó por más sorpresa de la que debería. Ethan se sentía como un animal enjaulado, estaba asustado pero no tenía suficientes fuerzas como para negarse eternamente. Tras un cabeceo que denegaba el permiso intentó mantenerse en su sitio, un paso más alejado de un felino que claramente tenía una propuesta contraria a la suya. No hubo mucho forcejeo, el agarre decidido de Nohlem sirvió para que cesara la lucha colmado de nervios e incertidumbre.
Apenas tuvo tiempo de contener el aire cuando volvió a apartarle la manga. Un escalofrío recorrió su cuerpo, tenso como estaba de que descubriera lo que se ocultaba bajo aquella tela mojada. Apretó la mandíbula y levantó ambos hombros angustiado, una postura que se mantuvo impasible durante toda la inspección.
-Yo … no sé, no debería, ya estaba así… -Balbuceó de forma incoherente, cerrando parcialmente los ojos cuando el tacto cálido de Nohlem recorrió una piel que debería de haber estado más abultada. -No, espera, espera, estoy bien, no duele, en serio.
Nohlem podría ver como el primer intento no fue más que un temblor aislado, uno que a cada nuevo contacto se convertía en un tirón más desesperado. Quería apartarse pero mantuvo lo suficiente las formas como para que no llegará nunca a soltarse del agarre. La desesperación manchaba no solo su tono de voz si no también sus gestos y para cuando por fin paró, el londinense seguía sin poder apartar la mirada de las supuestas zonas afectadas.
-No es… no…
Respiró hondo incapaz de centrarse lo suficiente para que la multitud de palabras en su cabeza formará una frase coherente. El amasijo emocional era tal que se le hacía un nudo en la garganta imposible de desenredar. ¿Por qué le estaba preguntando si le dolía? ¿Por qué no se mostraba sorprendido? Ethan no entendía nada, la reacción del varmano aún mostrando preocupación era muy calmada, exageradamente calmada.
Por eso, su mente hizo click y la densa niebla que de alguna manera mantenía a sus ojos engañados comenzó a disiparse. Pestañeó repetidas veces, las suficientes para que aquella imagen se volviera parcialmente difusa. La sangre nunca había sido del todo exacta, las heridas en verdad se veían desenfocadas, como si estuvieras observando una imagen estática colocarse continuamente donde supuestamente iba. Era falso, un borrón creado por la parana, como lo que uno juraba ver por el rabillo del ojo cuando estaba asustado.
-Mierda, perdón, no sé, he dormido muy poco últimamente, solo estoy demasiado cansado.
Intentó autoconvencerse en una frase que aún pronunciada en alta parecía dirigida para sí mismo, como un pensamiento que solo buscaba engañarse. Usó su mano libre para frotarse ambos ojos con toda la palma abierta, tratando de volver aún más borrosa el flash back desagradable que se creaba en torno a sus brazos. Le estaban volviendo a picar, alertándole de que si no se controlaba estaba a riesgo de echarse a llorar de nuevo. Encima seguía viendo las cicatrices pues por desgracia la conciencia lo volvía más racional, pero no siempre las hacía desaparecer. Ahora el problema era uno mucho mayor y es que, no tenía manera alguna de justificar lo que estaba sucediendo.
-Perdón…
Se repitió en apenas un murmullo manteniéndose cabizbajo. No encontraba el valor para intercambiar miradas con Nohlem, no tenía fuerzas para romper el enlace pero encima tampoco la seguridad como para confesarle lo que de verdad ocurría. ¿Cómo podía hacerlo? Aunque el granta le había contado sobre su hermana desaparecida era imposible comparar casos. Lo suyo era hasta natural estando donde estaban, una locura más en el reino de las locuras, en su caso no tenía tal excusa. Sabía cuál era su origen y sabía que llevaba sufriendo esas visiones desde el accidente. No había magia, ni juegos macabros, ni alienígenas involucrados, solo un trauma que de alguna manera le hacía perder la poca cordura que le quedaba en momentos sueltos.
Encima, ahora que su mente estaba fría, también lo estaba su cuerpo. Joder, se estaba helando.
Apenas tuvo tiempo de contener el aire cuando volvió a apartarle la manga. Un escalofrío recorrió su cuerpo, tenso como estaba de que descubriera lo que se ocultaba bajo aquella tela mojada. Apretó la mandíbula y levantó ambos hombros angustiado, una postura que se mantuvo impasible durante toda la inspección.
-Yo … no sé, no debería, ya estaba así… -Balbuceó de forma incoherente, cerrando parcialmente los ojos cuando el tacto cálido de Nohlem recorrió una piel que debería de haber estado más abultada. -No, espera, espera, estoy bien, no duele, en serio.
Nohlem podría ver como el primer intento no fue más que un temblor aislado, uno que a cada nuevo contacto se convertía en un tirón más desesperado. Quería apartarse pero mantuvo lo suficiente las formas como para que no llegará nunca a soltarse del agarre. La desesperación manchaba no solo su tono de voz si no también sus gestos y para cuando por fin paró, el londinense seguía sin poder apartar la mirada de las supuestas zonas afectadas.
-No es… no…
Respiró hondo incapaz de centrarse lo suficiente para que la multitud de palabras en su cabeza formará una frase coherente. El amasijo emocional era tal que se le hacía un nudo en la garganta imposible de desenredar. ¿Por qué le estaba preguntando si le dolía? ¿Por qué no se mostraba sorprendido? Ethan no entendía nada, la reacción del varmano aún mostrando preocupación era muy calmada, exageradamente calmada.
Por eso, su mente hizo click y la densa niebla que de alguna manera mantenía a sus ojos engañados comenzó a disiparse. Pestañeó repetidas veces, las suficientes para que aquella imagen se volviera parcialmente difusa. La sangre nunca había sido del todo exacta, las heridas en verdad se veían desenfocadas, como si estuvieras observando una imagen estática colocarse continuamente donde supuestamente iba. Era falso, un borrón creado por la parana, como lo que uno juraba ver por el rabillo del ojo cuando estaba asustado.
-Mierda, perdón, no sé, he dormido muy poco últimamente, solo estoy demasiado cansado.
Intentó autoconvencerse en una frase que aún pronunciada en alta parecía dirigida para sí mismo, como un pensamiento que solo buscaba engañarse. Usó su mano libre para frotarse ambos ojos con toda la palma abierta, tratando de volver aún más borrosa el flash back desagradable que se creaba en torno a sus brazos. Le estaban volviendo a picar, alertándole de que si no se controlaba estaba a riesgo de echarse a llorar de nuevo. Encima seguía viendo las cicatrices pues por desgracia la conciencia lo volvía más racional, pero no siempre las hacía desaparecer. Ahora el problema era uno mucho mayor y es que, no tenía manera alguna de justificar lo que estaba sucediendo.
-Perdón…
Se repitió en apenas un murmullo manteniéndose cabizbajo. No encontraba el valor para intercambiar miradas con Nohlem, no tenía fuerzas para romper el enlace pero encima tampoco la seguridad como para confesarle lo que de verdad ocurría. ¿Cómo podía hacerlo? Aunque el granta le había contado sobre su hermana desaparecida era imposible comparar casos. Lo suyo era hasta natural estando donde estaban, una locura más en el reino de las locuras, en su caso no tenía tal excusa. Sabía cuál era su origen y sabía que llevaba sufriendo esas visiones desde el accidente. No había magia, ni juegos macabros, ni alienígenas involucrados, solo un trauma que de alguna manera le hacía perder la poca cordura que le quedaba en momentos sueltos.
Encima, ahora que su mente estaba fría, también lo estaba su cuerpo. Joder, se estaba helando.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Lagrimas de cristal
28/11/23, 10:12 pm
Fue difícil no soltarle. No porque Ethan se removiese o peleara por ello, solo… es que daba lástima. Había un tinte de desesperación marchita en cada movimiento que hacía, cada balbuceo, y eso sumado a las lágrimas viejas que cruzaban su rostro daban al varmano la sensación de estar haciendo algo malo, cruel incluso.
—Ey… —insistió, sus dedos perdiendo fuerza.
Al menos obtuvo una respuesta más o menos convincente: fuera lo que fuese que le estaba pasando, era por los estragos del cansancio. Eso podía entenderlo, aunque apenas consistía en la cuarta parte de un todo. No supo que decir al momento, pero viendo que no había ningún daño (al menos ninguno que se pudiera curar con vendajes), Nohlem terminó por dejarle ir. Con la mano ahora libre tapó su frente, esperando encontrar fiebre. No distinguió la temperatura de la propia, asi que recogió cable pronto, a tiempo de que el perdón innecesario de Ethan hiciera crecer su confusión y encogiese algo en su pecho, un sentimiento tan achicado como el lenguaje corporal del humano. Santos, él había hecho llorar muchas veces a su hermana cuando eran críos, pero había olvidado lo pequeño que se sentía uno al ver lágrimas ajenas, incluso cuando estas habían cesado su riego. Su incomodidad y torpeza cortaban el aire.
—No, oye, no… ¿Por qué? —exhaló una brevísima risa sin humor, puro nervio—. No- no has hecho nada, Ethan. Venga, vamos a… ¿Quieres que nos sentemos un rato? Venga- —le guió hasta el sofá poco a poco, sin presión, una mano suavemente colocada en su baja espalda. Contuvo la respiración para que no escapase ningún suspiro, temeroso a que cualquier sonido fuera de lugar pudiera ser interpretado como bochorno. Estaba versado en adular y entretener, no en consolar—. ¿Quieres que te haga algo? Una infusión o, no sé… ¿Nos queda de la leche dulce?
Vale que la comida estuviera dosificada, pero esto era una emergencia. Nadie se iba a morir porque faltase un poco más de leche o un panecillo mañana. Se aseguró de que el japonés se sentaba, y en la facilidad con la que se dejó llevar Nohlem comprendió con amargura que los únicos niños no eran Aniol y Damian. No, bajo la sombra adecuada ninguno de los mayores dejaba de ser un adolescente asustado.
—Mira, no… No sé que te ha pasado, pero… —dudó y arrugó el morro imperceptiblemente. “Pero merezco una explicación”, pensó. Se agachó para estar por debajo de su ángulo de visión, colocando una mano sobre su rodilla. Hablaba despacio, con cuidado—. ¿Seguro que estás bien? —le miró los brazos, inquisitivo—. ¿Seguro que no te duelen? ¿Por qué —tomó aire—, por qué te querías limpiar? Creías que… ¿tenías algo? —ladeó el rostro y sonrió de forma débil—. Conste que no me parece raro, o sea… —volteó la palma de sus manos. No había nada que se viese a simple vista, nada más allá de lo secas que él se las notaba—. Yo estuve lavándomelas cada rato el día que… ya sabes. Por- miedo. Es normal.
“Supongo”.
—Ey… —insistió, sus dedos perdiendo fuerza.
Al menos obtuvo una respuesta más o menos convincente: fuera lo que fuese que le estaba pasando, era por los estragos del cansancio. Eso podía entenderlo, aunque apenas consistía en la cuarta parte de un todo. No supo que decir al momento, pero viendo que no había ningún daño (al menos ninguno que se pudiera curar con vendajes), Nohlem terminó por dejarle ir. Con la mano ahora libre tapó su frente, esperando encontrar fiebre. No distinguió la temperatura de la propia, asi que recogió cable pronto, a tiempo de que el perdón innecesario de Ethan hiciera crecer su confusión y encogiese algo en su pecho, un sentimiento tan achicado como el lenguaje corporal del humano. Santos, él había hecho llorar muchas veces a su hermana cuando eran críos, pero había olvidado lo pequeño que se sentía uno al ver lágrimas ajenas, incluso cuando estas habían cesado su riego. Su incomodidad y torpeza cortaban el aire.
—No, oye, no… ¿Por qué? —exhaló una brevísima risa sin humor, puro nervio—. No- no has hecho nada, Ethan. Venga, vamos a… ¿Quieres que nos sentemos un rato? Venga- —le guió hasta el sofá poco a poco, sin presión, una mano suavemente colocada en su baja espalda. Contuvo la respiración para que no escapase ningún suspiro, temeroso a que cualquier sonido fuera de lugar pudiera ser interpretado como bochorno. Estaba versado en adular y entretener, no en consolar—. ¿Quieres que te haga algo? Una infusión o, no sé… ¿Nos queda de la leche dulce?
Vale que la comida estuviera dosificada, pero esto era una emergencia. Nadie se iba a morir porque faltase un poco más de leche o un panecillo mañana. Se aseguró de que el japonés se sentaba, y en la facilidad con la que se dejó llevar Nohlem comprendió con amargura que los únicos niños no eran Aniol y Damian. No, bajo la sombra adecuada ninguno de los mayores dejaba de ser un adolescente asustado.
—Mira, no… No sé que te ha pasado, pero… —dudó y arrugó el morro imperceptiblemente. “Pero merezco una explicación”, pensó. Se agachó para estar por debajo de su ángulo de visión, colocando una mano sobre su rodilla. Hablaba despacio, con cuidado—. ¿Seguro que estás bien? —le miró los brazos, inquisitivo—. ¿Seguro que no te duelen? ¿Por qué —tomó aire—, por qué te querías limpiar? Creías que… ¿tenías algo? —ladeó el rostro y sonrió de forma débil—. Conste que no me parece raro, o sea… —volteó la palma de sus manos. No había nada que se viese a simple vista, nada más allá de lo secas que él se las notaba—. Yo estuve lavándomelas cada rato el día que… ya sabes. Por- miedo. Es normal.
“Supongo”.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Lagrimas de cristal
29/11/23, 01:11 am
Para lo que Nohlem fue un gesto normal que buscaba cualquier indicio de enfermedad, para Ethan supuso consuelo. Incluso compartiendo temperatura el mero contacto ajeno formó las mismas chispas que se creaban al intentar prender una fogata. Se comportó como un niño bueno dejándose hacer de todo aún sabiendo cual era la verdadera causa de su actuar errático. Estaba cansado, por eso tardó unos segundos más en abrir los ojos cuando perdió el contacto de su mano, desplazando la vista de forma pausada al sofá antes de asentir con tanta suavidad que el cabeceo era meramente anecdótico.
El camino se sintió eterno ante la angustia acumulada en su pecho, solo contrarrestada por la improvisada compañía que andaba recibiendo. Fue con la cabeza gacha, manteniendo la misma mirada perdida cuando tomó asiento, piernas juntas y manos en su regazo, entrelazadas en una vergüenza que era incapaz de verbalizar. El frío helado no ayudaba a que pudiera concentrarse mejor, empezando a mojar la zona de las rodillas ante el goteo continuo del agua residual que caía por sus brazos, tristes cascadas que reflejaban cómo se sentía en el interior, tristes cascadas que en su mente dejaban de ser traslúcidas para cobrar tonos escarlatas.
-No, no hace falta. -Murmuró más concentrado al recordar las raciones. Tenía apuntado en una hoja el cálculo, todo medido e incluso ordenado para una mayor organización. -No queda tanta…. si mañana pasa algo... no. Los niños tienen que tener, por si acaso.
Sentenció aún estando agotado, consumiendo con aquellas palabras las únicas fuerzas que le quedaban. Podría estar en sus peores pero no quería que sus males perjudicarán a los pequeños Se sentía horrendamente egoísta solo por pensarlo, al fin y al cabo… ¿Eran los adultos, no? Debían de comportarse como tal, aceptar los sacrificios que llevaba su responsabilidad.
No, no se sentía en absoluto como uno. Quería un abrazo tan blando que pudiera hundirse en el mismo, que le dedicaran palabras de sabor dulce y un consuelo tan reconfortante que llegara a quedarse dormido mientras lo escuchaba. Quería regresar a ser el hermano pequeño al que vigilaban y protegían, uno que no tenía porqué cargar con tantas preocupaciones ajenas. Que irónico que tras perder al que era su figura de resguardo se había acostumbrado a intentar ser él una y que irónico que en esos momentos deseaba que en absoluto fuera así.
-Hmmm -Respondió disperso. Si en algún momento sus iris habían guardado el brillo de las estrellas, ahora permanecían tan oscuros como la noche cerrada que los rodeaba. Carentes de energía como para reflejar nada en ellos que no fueran unas lágrimas tímidas que no querían abandonar el sitio, agolpadas en el interior de ambos ojos a la espera de que terminara por venirse abajo. -Estoy, estoy bien, si.
No, no lo estaba y solo necesitó de una simple validación para demostrarlo. Por primera vez desde que había llegado al sofá su mirada se alejó del hipnotismo de sus cicatrices para dirigirse a las manos del pelirrojo y de ahí subió hasta su rostro confuso por su repentina sinceridad. Pestañeo un par de veces provocando que las primeras gotas silenciosas rodaran por sus mejillas y al darse cuenta volvió a apartar la vista avergonzado por su misma debilidad.
-No es, yo, perdón, mierda. -No se atrevía a mover sus brazos, no ahora que estaban en un punto ciego, por eso la frustración se hizo palpable al hablar. -Nunca, no sé. ¿Nunca has soñado que te caías? Y era tan fuerte, tan abrumador y, y tan real, que al despertar… ¿Simplemente lo seguías sintiendo?
El camino se sintió eterno ante la angustia acumulada en su pecho, solo contrarrestada por la improvisada compañía que andaba recibiendo. Fue con la cabeza gacha, manteniendo la misma mirada perdida cuando tomó asiento, piernas juntas y manos en su regazo, entrelazadas en una vergüenza que era incapaz de verbalizar. El frío helado no ayudaba a que pudiera concentrarse mejor, empezando a mojar la zona de las rodillas ante el goteo continuo del agua residual que caía por sus brazos, tristes cascadas que reflejaban cómo se sentía en el interior, tristes cascadas que en su mente dejaban de ser traslúcidas para cobrar tonos escarlatas.
-No, no hace falta. -Murmuró más concentrado al recordar las raciones. Tenía apuntado en una hoja el cálculo, todo medido e incluso ordenado para una mayor organización. -No queda tanta…. si mañana pasa algo... no. Los niños tienen que tener, por si acaso.
Sentenció aún estando agotado, consumiendo con aquellas palabras las únicas fuerzas que le quedaban. Podría estar en sus peores pero no quería que sus males perjudicarán a los pequeños Se sentía horrendamente egoísta solo por pensarlo, al fin y al cabo… ¿Eran los adultos, no? Debían de comportarse como tal, aceptar los sacrificios que llevaba su responsabilidad.
No, no se sentía en absoluto como uno. Quería un abrazo tan blando que pudiera hundirse en el mismo, que le dedicaran palabras de sabor dulce y un consuelo tan reconfortante que llegara a quedarse dormido mientras lo escuchaba. Quería regresar a ser el hermano pequeño al que vigilaban y protegían, uno que no tenía porqué cargar con tantas preocupaciones ajenas. Que irónico que tras perder al que era su figura de resguardo se había acostumbrado a intentar ser él una y que irónico que en esos momentos deseaba que en absoluto fuera así.
-Hmmm -Respondió disperso. Si en algún momento sus iris habían guardado el brillo de las estrellas, ahora permanecían tan oscuros como la noche cerrada que los rodeaba. Carentes de energía como para reflejar nada en ellos que no fueran unas lágrimas tímidas que no querían abandonar el sitio, agolpadas en el interior de ambos ojos a la espera de que terminara por venirse abajo. -Estoy, estoy bien, si.
No, no lo estaba y solo necesitó de una simple validación para demostrarlo. Por primera vez desde que había llegado al sofá su mirada se alejó del hipnotismo de sus cicatrices para dirigirse a las manos del pelirrojo y de ahí subió hasta su rostro confuso por su repentina sinceridad. Pestañeo un par de veces provocando que las primeras gotas silenciosas rodaran por sus mejillas y al darse cuenta volvió a apartar la vista avergonzado por su misma debilidad.
-No es, yo, perdón, mierda. -No se atrevía a mover sus brazos, no ahora que estaban en un punto ciego, por eso la frustración se hizo palpable al hablar. -Nunca, no sé. ¿Nunca has soñado que te caías? Y era tan fuerte, tan abrumador y, y tan real, que al despertar… ¿Simplemente lo seguías sintiendo?
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Lagrimas de cristal
29/11/23, 11:56 am
No, no estaba bien. Pero obviamente no le llevó la contraria. Tampoco es que hubiera podido hacerlo, ni eso ni ninguna otra cosa, pues las gruesas lágrimas que cruzaron el rostro de Ethan actuaron como veneno paralizante en su sistema, dejando al granta mortalmente quieto en el sitio. Como si un paso en falso pudiese joderlo todo.
¿Qué hacía uno en estos casos? Cuando Serena había llorado el primer día Nohlem había huido de la responsabilidad. Cuando su hermana lloraba, un evento tan poco común como los eclipses lunares dobles en Varmania, Nohlem le daba espacio y tiempo, pues sabía cuanto la incomodaban los espectadores y él solía ser el culpable indirecto de su pesar. Cuando los niños lloraban, bueno, eran niños, era lo natural en mal conflicto. Las lágrimas de Ethan sin embargo, eran diferentes. Eran una incógnita, terreno cercano, una visión tan sumamente incómoda y apabullante como lo habían sido las lágrimas de Rick semanas atrás. La diferencia es que con este último había podido escabullirse, nunca le había pillado de frente y de igual forma, poco confort iba nadie a ofrecer cuando todos estaban mal, pero con Ethan estaba solo, 1 a 1, el peso recaía en él y la distancia era tan nula que no tenía otra que lidiar con ello. Nohlem inspiró hondo, silencioso, abrió las manos para ocupar las rodillas del japonés y le dio un par de toquecitos seguidos de una caricia torpe. Pequeños suspiros rompieron su respiración y el tímido sonido de un ronroneo empático, de los que no reflejaban gusto sino pena, fue su primera respuesta "verbal".
—Hmm... sí —mintió.
Nunca le había pasado lo que Ethan describía. Sus sueños no eran más que eso, sueños: breves, largos, memorables o mediocres, pero siempre distinguibles de la realidad. Los sentimientos que evocaban se mantenían durante un tiempo, por supuesto, y eso sí podía comprender. Después de todo él se había pasado días añorando el saxofón de su padre por uno no hacía tanto. Las cosas por las que estaban pasando eran lo suficientemente traumáticas para que una pesadilla terminase de desequilibrarte, y para el varmano el misterio ya casi estaba resuelto. Su teoría es que el japonés había tenido una relacionada con el veneno de Sutileza, por eso había intentado lavarse los brazos con ahínco.
En realidad poco importaba qué fuera, ahora mismo Nohlem solo quería que estuviese bien.
— Oye, dicen que... —pestañeó rápidamente, mirando las manos del moreno al sentir el mínimo atisbo de humedad contagiada en sus propios ojos. Los nervios—. En Varmania creemos que las palabras tienen poderes. Por eso tenemos cuidado con lo que decimos, para no atraer la mala suerte ni espantar la buena. Pero dicen que... que si cuentas un mal sueño en voz alta, si lo reconoces, se vuelve tímido y no se hace real —su vista ascendió timidamente, lista para huir de encontrarse con los ojos vidriosos del otro—. Así sabes que estas despierto, porque no puedes soñar dentro de un sueño. Así que, bueno, si quieres... —suspiró antes de sonreír ligeramente. Santos que tenso estaba—. Puedes contármelo si quieres. ¡Mientras voy a- —carraspeó, interrumpiendo el mar de "rrr"s lisas de su garganta y se levantó, dando un par de palmaditas en las rodillas del moreno antes—, calentar un poco de leche! La descuento de mi ración del desayuno, así no se queda ningún pequeño sin. Yo puedo tomar otra cosa.
Y sin dar hueco a quejas se fue con su poca luz a calentar un vasito de leche. Lo cierto es que Nohlem no había preguntado por saber si quedaba mucha o poca, solo si Ethan quería, y técnicamente a eso no había dicho que no. Cogió una cazuela con sumo cuidado para que los cacharros no hicieran ruido y prendió llama con ayuda de la antorcha. Mientras cogió un bollito de pan, de esos que sabían dulzones, y lo puso en un platillo para servírselo después a Ethan con la bebida.
¿Qué hacía uno en estos casos? Cuando Serena había llorado el primer día Nohlem había huido de la responsabilidad. Cuando su hermana lloraba, un evento tan poco común como los eclipses lunares dobles en Varmania, Nohlem le daba espacio y tiempo, pues sabía cuanto la incomodaban los espectadores y él solía ser el culpable indirecto de su pesar. Cuando los niños lloraban, bueno, eran niños, era lo natural en mal conflicto. Las lágrimas de Ethan sin embargo, eran diferentes. Eran una incógnita, terreno cercano, una visión tan sumamente incómoda y apabullante como lo habían sido las lágrimas de Rick semanas atrás. La diferencia es que con este último había podido escabullirse, nunca le había pillado de frente y de igual forma, poco confort iba nadie a ofrecer cuando todos estaban mal, pero con Ethan estaba solo, 1 a 1, el peso recaía en él y la distancia era tan nula que no tenía otra que lidiar con ello. Nohlem inspiró hondo, silencioso, abrió las manos para ocupar las rodillas del japonés y le dio un par de toquecitos seguidos de una caricia torpe. Pequeños suspiros rompieron su respiración y el tímido sonido de un ronroneo empático, de los que no reflejaban gusto sino pena, fue su primera respuesta "verbal".
—Hmm... sí —mintió.
Nunca le había pasado lo que Ethan describía. Sus sueños no eran más que eso, sueños: breves, largos, memorables o mediocres, pero siempre distinguibles de la realidad. Los sentimientos que evocaban se mantenían durante un tiempo, por supuesto, y eso sí podía comprender. Después de todo él se había pasado días añorando el saxofón de su padre por uno no hacía tanto. Las cosas por las que estaban pasando eran lo suficientemente traumáticas para que una pesadilla terminase de desequilibrarte, y para el varmano el misterio ya casi estaba resuelto. Su teoría es que el japonés había tenido una relacionada con el veneno de Sutileza, por eso había intentado lavarse los brazos con ahínco.
En realidad poco importaba qué fuera, ahora mismo Nohlem solo quería que estuviese bien.
— Oye, dicen que... —pestañeó rápidamente, mirando las manos del moreno al sentir el mínimo atisbo de humedad contagiada en sus propios ojos. Los nervios—. En Varmania creemos que las palabras tienen poderes. Por eso tenemos cuidado con lo que decimos, para no atraer la mala suerte ni espantar la buena. Pero dicen que... que si cuentas un mal sueño en voz alta, si lo reconoces, se vuelve tímido y no se hace real —su vista ascendió timidamente, lista para huir de encontrarse con los ojos vidriosos del otro—. Así sabes que estas despierto, porque no puedes soñar dentro de un sueño. Así que, bueno, si quieres... —suspiró antes de sonreír ligeramente. Santos que tenso estaba—. Puedes contármelo si quieres. ¡Mientras voy a- —carraspeó, interrumpiendo el mar de "rrr"s lisas de su garganta y se levantó, dando un par de palmaditas en las rodillas del moreno antes—, calentar un poco de leche! La descuento de mi ración del desayuno, así no se queda ningún pequeño sin. Yo puedo tomar otra cosa.
Y sin dar hueco a quejas se fue con su poca luz a calentar un vasito de leche. Lo cierto es que Nohlem no había preguntado por saber si quedaba mucha o poca, solo si Ethan quería, y técnicamente a eso no había dicho que no. Cogió una cazuela con sumo cuidado para que los cacharros no hicieran ruido y prendió llama con ayuda de la antorcha. Mientras cogió un bollito de pan, de esos que sabían dulzones, y lo puso en un platillo para servírselo después a Ethan con la bebida.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Lagrimas de cristal
29/11/23, 04:57 pm
Los segundos que tardó Nohlem en hablar fueron como flechas clavadas en su pecho. Una a una al compás del tic tac imaginario de un reloj. El remordimiento y el arrepentimiento crecieron en su interior creando una tormenta cargada de dudas. No tenía que haber dicho nada, estaba mejor en silencio, guardando como de costumbre unas lágrimas que le daba miedo expresar. No se atrevió a buscar su mirada para comprobar si sus males eran ciertos, así que quedó ensombrecido por ellos, cabizbajo a medida que poco a poco se iba sintiendo pequeño. Le daba terror que al levantar la vista se pudiera encontrar unos ojos que le juzgaban como su madre había hecho tantas otras veces o que al contrario, fuera el silencio de su padre el castigo que se le imponía por ser incapaz de avanzar.
¿Estaba dramatizando? Nadie de los jóvenes más allá del destrozado Rick se había dejado ver tan mal, seguían cumpliendo el papel encomendado, siendo los fuertes de un torreón que los necesitaba más que nunca. Luego estaba él, trayendo problemas desde antes, incapaz siquiera de no interrumpir el sueño de sus compañeros. Se sentía tan fuera de lugar, tan incapaz….
Luego sintió el tacto cálido de Nohlem y parte de su niebla mental se despejo al escucharle, a pesar de mantenerse huidizo con la mirada. Sus dedos se entrelazaron nerviosos, jugando entre sí con el resquemor de recibir una ayuda que no sentía justa. La historia era bonita, cargaba el típico misticismo que, aún sin creerse, le alegraba. Ahora bien… No podía explicarle que aquello no era una pesadilla y que no podía evitar que no ocurriera algo que ya había sucedido.
-Gracias… -Murmuró en un arrebato de sinceridad gratificante. Cada gesto era tan bienvenido como necesario. Una fogata confortable para compensar el horrendo frío que calaba sus huesos desde dentro.
Solo cuando le escuchó marchar se atrevió a alzar los ojos, siguiendo su contorno oscuro hasta la cocina. No quiso insistir con el tema de racionar la comida pues su lado más infantil deseaba de verdad poder beber algo para distraerse, ya mañana se quitaría esa parte del desayuno para devolverle un favor tan agradecido. Así que mientras la leche hervía y su corazón trataba de calmarse decidió subir ambas piernas al sofá. Apoyó sus brazos en torno a las rodillas como un abrazo que se regalaba así mismo, ocultando parcialmente su rostro.
-No es… no era una pesadilla. -Empezó a hilar, un murmullo enmudecido al estar escondido. Al darse cuenta levantó su rostro para descansar de lado sobre uno de sus brazos, de forma que al hablar al menos se le pudiera escuchar. -Perdón, no es, no es una pesadilla. Fue algo, que ya pasó…. No es, quiero decir, fue un accidente.
Tragó saliva a medida que su propia consciencia bailaba en la fina línea de sentir o no, lista para tirar del enchufe si se adentraba en un terreno demasiado pantanoso. Al menos la distancia le aportaba cierta seguridad para poder expresarse sin tapujos, con suerte Nohlem no le llegaba a entender bien, con más suerte aún, si lo hacía.
-Había algo, como una ventana de cristal, me estalló en la cara. Lo único que pude hacer fue cubrirme con los brazos y eh, no salió del todo bien. -Dejó escapar un suspiro roto, el intento de una risa amarga para lidiar con la tensión que le provocaba hablar de ello cuando era tan reciente. Si pestañeaba lo suficiente podía ver sus cicatrices ir y venir, era agónico.
-A veces duele, nada más, pero están curadas. Está bien, fue solo un mal sueño, solo fue eso. Perdón…
¿Estaba dramatizando? Nadie de los jóvenes más allá del destrozado Rick se había dejado ver tan mal, seguían cumpliendo el papel encomendado, siendo los fuertes de un torreón que los necesitaba más que nunca. Luego estaba él, trayendo problemas desde antes, incapaz siquiera de no interrumpir el sueño de sus compañeros. Se sentía tan fuera de lugar, tan incapaz….
Luego sintió el tacto cálido de Nohlem y parte de su niebla mental se despejo al escucharle, a pesar de mantenerse huidizo con la mirada. Sus dedos se entrelazaron nerviosos, jugando entre sí con el resquemor de recibir una ayuda que no sentía justa. La historia era bonita, cargaba el típico misticismo que, aún sin creerse, le alegraba. Ahora bien… No podía explicarle que aquello no era una pesadilla y que no podía evitar que no ocurriera algo que ya había sucedido.
-Gracias… -Murmuró en un arrebato de sinceridad gratificante. Cada gesto era tan bienvenido como necesario. Una fogata confortable para compensar el horrendo frío que calaba sus huesos desde dentro.
Solo cuando le escuchó marchar se atrevió a alzar los ojos, siguiendo su contorno oscuro hasta la cocina. No quiso insistir con el tema de racionar la comida pues su lado más infantil deseaba de verdad poder beber algo para distraerse, ya mañana se quitaría esa parte del desayuno para devolverle un favor tan agradecido. Así que mientras la leche hervía y su corazón trataba de calmarse decidió subir ambas piernas al sofá. Apoyó sus brazos en torno a las rodillas como un abrazo que se regalaba así mismo, ocultando parcialmente su rostro.
-No es… no era una pesadilla. -Empezó a hilar, un murmullo enmudecido al estar escondido. Al darse cuenta levantó su rostro para descansar de lado sobre uno de sus brazos, de forma que al hablar al menos se le pudiera escuchar. -Perdón, no es, no es una pesadilla. Fue algo, que ya pasó…. No es, quiero decir, fue un accidente.
Tragó saliva a medida que su propia consciencia bailaba en la fina línea de sentir o no, lista para tirar del enchufe si se adentraba en un terreno demasiado pantanoso. Al menos la distancia le aportaba cierta seguridad para poder expresarse sin tapujos, con suerte Nohlem no le llegaba a entender bien, con más suerte aún, si lo hacía.
-Había algo, como una ventana de cristal, me estalló en la cara. Lo único que pude hacer fue cubrirme con los brazos y eh, no salió del todo bien. -Dejó escapar un suspiro roto, el intento de una risa amarga para lidiar con la tensión que le provocaba hablar de ello cuando era tan reciente. Si pestañeaba lo suficiente podía ver sus cicatrices ir y venir, era agónico.
-A veces duele, nada más, pero están curadas. Está bien, fue solo un mal sueño, solo fue eso. Perdón…
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Lagrimas de cristal
30/11/23, 09:09 pm
—¡No las- —empezó desde la cocina, no muy alto, pero lo suficiente para recordar que era de noche y no estaban solos, que en esa misma planta dormían otras dos personas—, no las des —repitió considerablemente más bajo.
Removió la leche en la olla para que no se quemase contra los bordes del acero, atento a que el chico contase lo que tuviese que contar, si es que se atrevía. Estar fuera de su ángulo de visión les aliviaba a los dos por partes iguales, y a él en particular le servía para pensar con claridad. Qué hacer, qué decir, calmarse un poco y ganar confianza… Entonces la voz de Ethan regresó a sus oídos, primero un murmullo, luego significado.
—Oh.
Contra una realidad pasada su pequeño espanta-pesadillas no funcionaba. Quitó la leche del fuego y lo apagó, escuchando a Ethan antes de distraerse al servir. Su cabeza trabajaba a toda velocidad en busca de un nuevo trasfondo: el veneno era un hecho que había pasado, sí, pero llamarlo “accidente” y no intento de homicidio no era lo más adecuado. Los cristales arrojaron nueva luz, luz que a su vez arrojó nuevas sombras y malsanas curiosidades. Se quedó en silencio unos segundos, tras los cuales, consciente de lo maleducada que podía parecer su falta de respuesta, se reactivó. Pestañeó un par de veces y sacudió suavemente la cabeza. No sabía bajo qué circunstancias te explotaba una ventana de cristal (¿una bala perdida quizás?) pero imaginarse sus propios brazos llenos de cortes y esquirlas… El origen de las numerosas cicatrices de Ethan. Tenía que tratarse de algo lo bastante horrible como para perseguirte en sueños, y sobre todo para sacarte las lágrimas en público.
—Santos… Ah, da- dame un momento.
Se apresuró en servir la leche, cogió el panecillo dulzón y volvió a su lado. Le ofreció la taza y el plato con movimientos lentos pero firmes, para asegurarse de que no se le cayera nada.
—Toma —dijo en bajo. Hizo ademán de sentarse a su vera, pero recordó antes ir a por otra cosa: una manta que poner con sumo cuidado sobre los hombros del moreno. Ahora sí, tomó asiento—. Es… ¿Es por eso por lo que tienes tantas marcas? Y… ¿tú pierna? ¿Fue en el mismo accidente? —su voz sonaba insegura, tanteando que tan buena idea era indagar. Sus manos viajaron erráticamente de lo alto de sus propias piernas hasta las rodillas, inquieto—. Eh, bueno, si quieres hablar de ello, claro. No quiero, o sea, no voy a-… —suspiró—. Lo siento.
Removió la leche en la olla para que no se quemase contra los bordes del acero, atento a que el chico contase lo que tuviese que contar, si es que se atrevía. Estar fuera de su ángulo de visión les aliviaba a los dos por partes iguales, y a él en particular le servía para pensar con claridad. Qué hacer, qué decir, calmarse un poco y ganar confianza… Entonces la voz de Ethan regresó a sus oídos, primero un murmullo, luego significado.
—Oh.
Contra una realidad pasada su pequeño espanta-pesadillas no funcionaba. Quitó la leche del fuego y lo apagó, escuchando a Ethan antes de distraerse al servir. Su cabeza trabajaba a toda velocidad en busca de un nuevo trasfondo: el veneno era un hecho que había pasado, sí, pero llamarlo “accidente” y no intento de homicidio no era lo más adecuado. Los cristales arrojaron nueva luz, luz que a su vez arrojó nuevas sombras y malsanas curiosidades. Se quedó en silencio unos segundos, tras los cuales, consciente de lo maleducada que podía parecer su falta de respuesta, se reactivó. Pestañeó un par de veces y sacudió suavemente la cabeza. No sabía bajo qué circunstancias te explotaba una ventana de cristal (¿una bala perdida quizás?) pero imaginarse sus propios brazos llenos de cortes y esquirlas… El origen de las numerosas cicatrices de Ethan. Tenía que tratarse de algo lo bastante horrible como para perseguirte en sueños, y sobre todo para sacarte las lágrimas en público.
—Santos… Ah, da- dame un momento.
Se apresuró en servir la leche, cogió el panecillo dulzón y volvió a su lado. Le ofreció la taza y el plato con movimientos lentos pero firmes, para asegurarse de que no se le cayera nada.
—Toma —dijo en bajo. Hizo ademán de sentarse a su vera, pero recordó antes ir a por otra cosa: una manta que poner con sumo cuidado sobre los hombros del moreno. Ahora sí, tomó asiento—. Es… ¿Es por eso por lo que tienes tantas marcas? Y… ¿tú pierna? ¿Fue en el mismo accidente? —su voz sonaba insegura, tanteando que tan buena idea era indagar. Sus manos viajaron erráticamente de lo alto de sus propias piernas hasta las rodillas, inquieto—. Eh, bueno, si quieres hablar de ello, claro. No quiero, o sea, no voy a-… —suspiró—. Lo siento.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Lagrimas de cristal
02/12/23, 12:54 am
Ethan bajó ambas piernas para poder sentarse más acorde en el sofá. Una forma sencilla para que no se le cayera el vaso al sostenerlo, aunque si bien no rechazó el pan dejó en evidencia que teniendo ambas manos al abrigo del calor que desprendía la leche, no le quedaba nada con lo que mantener el plato. Dio un sorbo pequeño sin querer esperar a que la bebida se enfriará y ante el quemazón solo sacó parcialmente la lengua para que reposara antes de su siguiente intento por beberlo.
-Gracias… -Murmuró con la vista abstraída en las ondas que se generaban en el vaso. Ni con la cercanía del felino había intentando buscar sus ojos, en parte avergonzado ante su caudal de lágrimas silencioso e intermitente.
-Uhum… -Afirmó a cada una de sus preguntas con un leve cabeceo de cabeza, ganas pocas de entrar en detalles aunque se sentía justo hacerlo tras toda la ayuda. -En mi mundo… es…
Tomó aire, una pausa necesaria en la que hinchar pecho y llenarse los pulmones antes de dejar que parte de sus males se fueran con el suspiro que vino a continuación. Hablar de esa herida, aunque fuera tan suave como una caricia amorosa dolía, escocía más de lo que recordaba. Era como quitarse la costra de algo no curado que al tirar solo arrancaba piel viva. Su pulso empezó a temblar, un detalle insignificante que pasó desapercibido más allá de las nuevas y erráticas ondas que se formaban en su bebida. Anunciaban que algo grande estaba por venir, fuera bueno o malo.
-Todo el mundo puede tener un coche si quiere, aunque no se lo merezcan, aunque no sean los adecuados. -Tragó saliva, una lágrima chocó contra la superficie del lácteo removiendo la escasa calma que había en su interior. -Vino de frente, no hubo.. no se pudo esquivar.
El fogonazo blanco, la mano sobre su pecho, la cristalera rompiéndose, el dolor sobre su rostro, la negrura. Recuerdos difusos y fragmentados que nunca acababan de alinearse correctamente, no había un antes ni un después, no había una secuencia clara. Su conciencia se rompía, huía de los detalles más escabrosos borrandolos de su memoría, por eso aún queriendo recordar no lo podía hacer, no al menos del todo. Sabía que en algún punto se había despertado porque reconocía el murmullo lejano de voces, que su inconsciencia tan rota bailaba entre el despedirse para siempre o mantenerse firme pero por más que mantuviera los ojos cerrados, por más que quisiera concentrarse en las lagunas espesas que habitaban sus vivencias, nada.
-Me fracture el brazo derecho, no fue grave, escayola un mes y medio. -respondió un tanto perdido, incapaz de alejarse de la puerta roja que suponía ese suceso. -Tuve un latigazo cervical, no podía ni mover el cuello. Al parecer después de los cristales choqué con fuerza contra la parte delantera y el airbag me salvó la vida, pero a cambio me destrozó la cara. Quemaduras de segundo grado, labio roto, ceja rota, la mejilla abierta... -Fue narrando con un tono que lejos de dar pena resultaba mecánico, como quien dictaba la lista de la compra. -La pierna… dijeron que se me había quedado atrapada, en la puerta… Se hizo papilla y tenía tantos hematomas que si tenía alguna parte de mi cuerpo sana dolía igual el solo pensar en moverla. Me advirtieron que quizá nunca podría volver a caminar...
Su voz tembló, resquebrajándose en la última parte antes de quedarse mudo. Las ruedas de la camilla desplazándose hacían eco en el interior de su cabeza, recordaba su respiración profunda, calmada, lenta, resonando por la mascarilla que tenía colocada, el runrún de voces alarmadas y el pasar de luces que iban y venían. Fogonazos que perdían intensidad cuando menos conciencia tenía, el sueño que ganaba terreno a la extraña tranquilidad que daba no sentir su propio cuerpo. Recordaba los cables atravesando su piel, la sangre que fluía hacía su cuerpo, los pequeños latidos ficticios de la máquina que tenía al lado.
Ya no era un leve pulso, era un escalofrío tan repentino que desbordó parte de la bebida tirando el líquido afuera. Intentó sujetarlo con más ahínco, evitar que sus temblores fueran a más, pero lo único que consiguió fue que se siguiera derramando. Observando confuso como no podía hacer nada para controlar su propio cuerpo.
-Perdón, perdón es que… la gente siempre me decía que tenía mucha suerte, que tenía que sentirme afortunado por haber sobrevivido a algo así y y... -Sus ojos se convirtieron en una vidriera rota, riachuelos que desbordaron su rostro. -Yo no creo que esto sea suerte. Yo no pedí seguir aquí, no lo hice….. No lo hice…
-Gracias… -Murmuró con la vista abstraída en las ondas que se generaban en el vaso. Ni con la cercanía del felino había intentando buscar sus ojos, en parte avergonzado ante su caudal de lágrimas silencioso e intermitente.
-Uhum… -Afirmó a cada una de sus preguntas con un leve cabeceo de cabeza, ganas pocas de entrar en detalles aunque se sentía justo hacerlo tras toda la ayuda. -En mi mundo… es…
Tomó aire, una pausa necesaria en la que hinchar pecho y llenarse los pulmones antes de dejar que parte de sus males se fueran con el suspiro que vino a continuación. Hablar de esa herida, aunque fuera tan suave como una caricia amorosa dolía, escocía más de lo que recordaba. Era como quitarse la costra de algo no curado que al tirar solo arrancaba piel viva. Su pulso empezó a temblar, un detalle insignificante que pasó desapercibido más allá de las nuevas y erráticas ondas que se formaban en su bebida. Anunciaban que algo grande estaba por venir, fuera bueno o malo.
-Todo el mundo puede tener un coche si quiere, aunque no se lo merezcan, aunque no sean los adecuados. -Tragó saliva, una lágrima chocó contra la superficie del lácteo removiendo la escasa calma que había en su interior. -Vino de frente, no hubo.. no se pudo esquivar.
El fogonazo blanco, la mano sobre su pecho, la cristalera rompiéndose, el dolor sobre su rostro, la negrura. Recuerdos difusos y fragmentados que nunca acababan de alinearse correctamente, no había un antes ni un después, no había una secuencia clara. Su conciencia se rompía, huía de los detalles más escabrosos borrandolos de su memoría, por eso aún queriendo recordar no lo podía hacer, no al menos del todo. Sabía que en algún punto se había despertado porque reconocía el murmullo lejano de voces, que su inconsciencia tan rota bailaba entre el despedirse para siempre o mantenerse firme pero por más que mantuviera los ojos cerrados, por más que quisiera concentrarse en las lagunas espesas que habitaban sus vivencias, nada.
-Me fracture el brazo derecho, no fue grave, escayola un mes y medio. -respondió un tanto perdido, incapaz de alejarse de la puerta roja que suponía ese suceso. -Tuve un latigazo cervical, no podía ni mover el cuello. Al parecer después de los cristales choqué con fuerza contra la parte delantera y el airbag me salvó la vida, pero a cambio me destrozó la cara. Quemaduras de segundo grado, labio roto, ceja rota, la mejilla abierta... -Fue narrando con un tono que lejos de dar pena resultaba mecánico, como quien dictaba la lista de la compra. -La pierna… dijeron que se me había quedado atrapada, en la puerta… Se hizo papilla y tenía tantos hematomas que si tenía alguna parte de mi cuerpo sana dolía igual el solo pensar en moverla. Me advirtieron que quizá nunca podría volver a caminar...
Su voz tembló, resquebrajándose en la última parte antes de quedarse mudo. Las ruedas de la camilla desplazándose hacían eco en el interior de su cabeza, recordaba su respiración profunda, calmada, lenta, resonando por la mascarilla que tenía colocada, el runrún de voces alarmadas y el pasar de luces que iban y venían. Fogonazos que perdían intensidad cuando menos conciencia tenía, el sueño que ganaba terreno a la extraña tranquilidad que daba no sentir su propio cuerpo. Recordaba los cables atravesando su piel, la sangre que fluía hacía su cuerpo, los pequeños latidos ficticios de la máquina que tenía al lado.
Ya no era un leve pulso, era un escalofrío tan repentino que desbordó parte de la bebida tirando el líquido afuera. Intentó sujetarlo con más ahínco, evitar que sus temblores fueran a más, pero lo único que consiguió fue que se siguiera derramando. Observando confuso como no podía hacer nada para controlar su propio cuerpo.
-Perdón, perdón es que… la gente siempre me decía que tenía mucha suerte, que tenía que sentirme afortunado por haber sobrevivido a algo así y y... -Sus ojos se convirtieron en una vidriera rota, riachuelos que desbordaron su rostro. -Yo no creo que esto sea suerte. Yo no pedí seguir aquí, no lo hice….. No lo hice…
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Lagrimas de cristal
02/12/23, 03:18 am
—No hay de qué —musitó, débil por atisbar nuevas lágrimas y el malestar con el que le embargaban.
Nohlem no se hallaba en su sitio. No estaba cómodo, pero apenas se movía para demostrarlo. Sus orejas entre rectas por la atención y gachas por la pena, uno de sus pies presionando el suelo como si así pudiera huir. Pero había preguntado y se le estaba respondiendo, él había pedido eso y ahora tenía que actuar en consecuencia. Abrir un baúl de recuerdos hirientes es lo que tenía. Si seguía pasando el pulgar por sus anillos terminaría por aprenderse su tacto de memoria.
Cuando Ethan le habló de un coche en manos erróneas, algo que jamás se le habría ocurrido a él, las cosas ganaron y perdieron sentido simultáneamente, reestructuradas al recordar que no venían del mismo lugar. Algo tan significativo como sus diferencias a veces se perdía al estar en terreno neutro, al compartir cotidianidad y términos tan cercanos. La Tierra estaba más avanzada tecnológicamente que Varmania, de eso estaba casi seguro, pero no siempre lo tenía en cuenta y en momentos como ese chocaba.
La tensión se hundió en su cuerpo como alcohol fuerte. Inconscientemente se había inclinado hacia delante, pendiente de él y nada más, de la imagen que le proporcionaba su descripción del accidente. Seguramente no pudiera hacerle justicia, pero igual se imaginó -mal- el coche, la carretera y la colisión, las heridas y el shock, al moreno con un brazo escayolado, su cuello sujeto por un collarín, los cristales del capó reventado clavados en sus brazos, su cara tan roja o más como el día que se había manchado con veneno, la pierna… para cuando llegó a esa parte estaba apretando y enseñando los dientes de lado, congelado en una mueca de horror, con el relieve de un anillo impreso en la yema del pulgar de tanto apretar. Los moretones, la silla de ruedas…
No sabía que decir.
La leche se desbordó por un lado, el pulso de Ethan en su propio terremoto, pero el granta atinó a sujetar sus manos y el vaso con las propias para darle más estabilidad. Era todo lo que podía hacer en ese instante. Detrás de sus retinas seguía viendo lo que le había descrito, las cicatrices que cruzaban la piel de Ethan, cuyo tacto ahora mismo notaba contra sus palmas, ganando un terrorífico trasfondo. No, definitivamente no le culpaba por llorar en público.
—Tranquilo —musitó, el susurro suave que se le dedica a un niño pequeño, una calma que quizás no sientes pero te obligas a tener por el bien de otro—. Tranquilo…
Santos, aquello era superior a él. Ethan había conseguido algo increíble: dejarle sin palabras. No le soltó, tampoco le miró a la cara, su vista perdida en varios puntos sin concretar a medio camino de sus brazos y el vaso de leche, en un ritmo más errático que el de un partido de tenis.
—Si… Si te sirve, yo… —calló. Tomó aire—. No, yo… Lo siento. No… no puedo ni imaginar como tuvo que haber sido.
Ni con todo el opio del mundo podría. Una mano abandonó su lugar para caer cual hoja seca sobre su rodilla, después la alzó a media altura y vaciló, pero finalmente se encontró con su mejilla, donde arrastró las lágrimas fuera.
—Esto va a sonar muy egoista, pero… Aunque no pidieras seguir aquí yo… agradezco que lo estés. Y estoy seguro de que otros también —le dedicó una sonrisa breve cual parpadeo, tan minúscula e inútil como se sentía—. No se lo digas a nadie, pero estás fácilmente entre mi top de personas favoritas.
No fue consciente hasta entonces del sonido de su propio ronroneo, un murmullo extremadamente suave que llevaba quien sabe cuanto sonando. En él había pena y duda, una suerte de confort tanto para Ethan como para sí mismo. Estaba siendo demasiado complicado. La mano que tenía en el rostro del moreno fue a su otra mejilla para repetir el gesto, limpiar las lágrimas antes de apartarla. Seguramente fuese inútil si el chico seguía llorando, pero… ¿Qué más se supone que tenía que hacer? Se acercó, pegado para ofrecer soporte, literalmente un hombro en el que llorar. Si creía que su pulso mejoraba también soltaría el vaso.
Quería que la tierra se lo tragase.
Nohlem no se hallaba en su sitio. No estaba cómodo, pero apenas se movía para demostrarlo. Sus orejas entre rectas por la atención y gachas por la pena, uno de sus pies presionando el suelo como si así pudiera huir. Pero había preguntado y se le estaba respondiendo, él había pedido eso y ahora tenía que actuar en consecuencia. Abrir un baúl de recuerdos hirientes es lo que tenía. Si seguía pasando el pulgar por sus anillos terminaría por aprenderse su tacto de memoria.
Cuando Ethan le habló de un coche en manos erróneas, algo que jamás se le habría ocurrido a él, las cosas ganaron y perdieron sentido simultáneamente, reestructuradas al recordar que no venían del mismo lugar. Algo tan significativo como sus diferencias a veces se perdía al estar en terreno neutro, al compartir cotidianidad y términos tan cercanos. La Tierra estaba más avanzada tecnológicamente que Varmania, de eso estaba casi seguro, pero no siempre lo tenía en cuenta y en momentos como ese chocaba.
La tensión se hundió en su cuerpo como alcohol fuerte. Inconscientemente se había inclinado hacia delante, pendiente de él y nada más, de la imagen que le proporcionaba su descripción del accidente. Seguramente no pudiera hacerle justicia, pero igual se imaginó -mal- el coche, la carretera y la colisión, las heridas y el shock, al moreno con un brazo escayolado, su cuello sujeto por un collarín, los cristales del capó reventado clavados en sus brazos, su cara tan roja o más como el día que se había manchado con veneno, la pierna… para cuando llegó a esa parte estaba apretando y enseñando los dientes de lado, congelado en una mueca de horror, con el relieve de un anillo impreso en la yema del pulgar de tanto apretar. Los moretones, la silla de ruedas…
No sabía que decir.
La leche se desbordó por un lado, el pulso de Ethan en su propio terremoto, pero el granta atinó a sujetar sus manos y el vaso con las propias para darle más estabilidad. Era todo lo que podía hacer en ese instante. Detrás de sus retinas seguía viendo lo que le había descrito, las cicatrices que cruzaban la piel de Ethan, cuyo tacto ahora mismo notaba contra sus palmas, ganando un terrorífico trasfondo. No, definitivamente no le culpaba por llorar en público.
—Tranquilo —musitó, el susurro suave que se le dedica a un niño pequeño, una calma que quizás no sientes pero te obligas a tener por el bien de otro—. Tranquilo…
Santos, aquello era superior a él. Ethan había conseguido algo increíble: dejarle sin palabras. No le soltó, tampoco le miró a la cara, su vista perdida en varios puntos sin concretar a medio camino de sus brazos y el vaso de leche, en un ritmo más errático que el de un partido de tenis.
—Si… Si te sirve, yo… —calló. Tomó aire—. No, yo… Lo siento. No… no puedo ni imaginar como tuvo que haber sido.
Ni con todo el opio del mundo podría. Una mano abandonó su lugar para caer cual hoja seca sobre su rodilla, después la alzó a media altura y vaciló, pero finalmente se encontró con su mejilla, donde arrastró las lágrimas fuera.
—Esto va a sonar muy egoista, pero… Aunque no pidieras seguir aquí yo… agradezco que lo estés. Y estoy seguro de que otros también —le dedicó una sonrisa breve cual parpadeo, tan minúscula e inútil como se sentía—. No se lo digas a nadie, pero estás fácilmente entre mi top de personas favoritas.
No fue consciente hasta entonces del sonido de su propio ronroneo, un murmullo extremadamente suave que llevaba quien sabe cuanto sonando. En él había pena y duda, una suerte de confort tanto para Ethan como para sí mismo. Estaba siendo demasiado complicado. La mano que tenía en el rostro del moreno fue a su otra mejilla para repetir el gesto, limpiar las lágrimas antes de apartarla. Seguramente fuese inútil si el chico seguía llorando, pero… ¿Qué más se supone que tenía que hacer? Se acercó, pegado para ofrecer soporte, literalmente un hombro en el que llorar. Si creía que su pulso mejoraba también soltaría el vaso.
Quería que la tierra se lo tragase.
- ♪♫♬:
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