¿No entiendo la broma? Es un tío

Recuerdo del primer mensaje :

Ya habían pasado unas tres semanas desde que ese maldito bicho feo con voz de pito envenenó a Serena y Damian, aunque no olvidaba los actos de esa cosa, intentaba distraerse un poco para alejarse de esos pensamientos tan negativos que lo cansaban bastante. Optaba muchas veces por dar vueltas, caminando en todas direcciones y hablando con los que se cruzaba. En muchas de esas se enteraba de algunas conversaciones antes de irrumpir en ellas y una de ellas, en particular, se le hacía tan raro para él que no era capaz de meterse en medio.

¿Por que Nohlem seguía con esa broma tan... incómoda? Desde ese día que montaron el fuerte de mantas y colchones ya quería que se lo tragara la tierra cuando mencionaba a ese tal Oliver, ¿o era Olivar? Estaba tranquilo cuando también mencionaba a otra chica que decía era la hija de una jardinera pero... otra vez con el de la cocina. Estaba confundido, pensaba genuinamente que era coña y, sin embargo, parecía que no era tan coña cosa que le hizo alzar una ceja de sospecha y, por desgracia en su mente ignorante, disgusto.

En una tarde entrando ya a la noche, el italiano se encontró de casualidad a Nohlem de camino. Pensaba en... ¿preguntarle? El asunto de la pregunta ya le tenía lo suficientemente incómodo pero quería asegurarse de que Nohlem no...

—¡Ey, Nohlem! ¡Un segundo! ¡Un segundo! —se acercó rápido llamándole la atención—. ¿Puedes venir conmigo fuera un rato? Es una tontería te lo juro, un-un-un momentito de nada tío.

Aunque Nohlem accediese, Damian ya estará agarrándole de la mano para llevárselo al patio a toda prisa. Tenía intriga y la respuesta muy cerca.

—A ver... Emmmm... —la cosa era cómo preguntarlo al pelinaranja. Le caía muy bien y tampoco buscaba ofenderlo señalándolo de lo que no es. Empezó un poco nervioso—. Como te lo explico. Mira. ¿Es una... broma rara que tienes con todos? Lo que dices del tío ese, el-el Olimár ese que estarías con él y esas movidas tan raras de hue- de narices. ¡Ay, es que-! Seguro que son bromas de coleguéo tuyas o vuestras que yo no pillo, para que me las digáis y me pongo a decir algunas cosas anda porfi. Queeee no os imagino haciendo esas mariconadas, por si pensáis que os veo así, ¿eh?

Y ahí soltó la bomba, en una risa nerviosa pero que dejó ir con una naturalidad llevada por una crianza llevada por personas muy chapadas a la antigua. No era odio concreto, ni siquiera sabía bien de que se hablaba. Era algo que miraba por debajo, debía serlo por todas las cosas que le decían. Comparativas vulgares, menosprecios gratuitos, todo se unía en la manera de ver las cosas del chico italiano que no hacía sino mirar expectante a Nohlem, temiendo haberlo "ofendido" de una forma bien distinta en su cabeza.

“Y más de dos” pensó con sorna. Que los frecuentes fueran Olván y Ensha no los hacía los únicos, pero datos extra eran irrelevantes. Se limitó a asentir con una sonrisa y un “¡hm!” positivo. El niño estaba entiendo bien las cosas, o eso parecía, no hacía falta liarlo. A parte, ahora quería oírle a él.

La sencillez de su lógica le hizo sonreir un poco más, su pregunta llevada a un terreno completamente distinto. Claro que no había visto a nadie como Räg o él en su mundo porque, bueno, para empezar no eran ni de planetas vecinos, pero mejor si esa clase la dejaban para otro día. No le corrigió, conforme con lo obtenido.

—Cómo me alegra oír eso —pasó una mano por encima de su hombro para estrujarle fugazmente—. Creo que a ellos tampoco les parezco raro, no te preocupes —le guiñó un ojo—. Puede incluso que… tengamos algunas cosas en común y todo.

Estuvo tentado en sacar nombres y ejemplos específicos (seguro que saber de la bisexualidad de Connor le resultaba sorprendente), pero por mucho que le gustase darle al pico no era tan bocazas. Por educación no iba a jugar con fuego, menos aún con datos cuya privacidad era incierta, especialmente viniendo de alguien tan intimidante como el pelirrosa.

—Oh, pues… —miró al suelo del frente, pensativo—. Buena pregunta.

¿Qué se sentía al tener novio? Ni idea. Él no tenía. Menuda risa, la mentira le estaba pisando los talones. Había tenido enamoramientos, muchos, incluso con los ya mencionados. Nohlem tenía el corazón débil pero también volátil, y una pareja era algo estable, más serio, algo como lo que tenía su padre con el escritor de la casa azul o su madre con la vecina. Con esta última al menos es lo que todos sospechaban. Tarde o temprano debería especificar que ni Ensha ni Olván eran sus parejas, pero por lo pronto reformuló la pregunta (las dos últimas, la primera mejor la evitaba), simplemente comparando su relación y sentimientos cuando estaba con ellos.

—Hmmm pueees… sí pero no —dijo finalmente—. Pero no tiene que ver con que sean “novia” o “novio”, diría que… que eso no es lo que cambia. Con los dos soy muy feliz, pero al final son dos personas diferentes. Creo que lo que cambia no son ellos, sino yo —miró al rubio con la duda en la cara—. ¿Tiene sentido? —rio—. Por ejemplo a Olván me gusta picarlo porque se pone muy nervioso, es muy gracioso. Siempre se queja mucho y es un poco tonto, pero me tiene muy mimado —resopló con humor—. A Ensha no, a Ensha la tengo entre flores, y eso que es la hija de nuestra jardinera —rio de nuevo—. Soy yo el que la malcría, y ella es quien me chincha y se ríe de mi. Para uno soy un bicho y para la otra un señorito.

El corazón le dio un pellizco. Santos, como los echaba de menos. La distancia le hacía ser más romántico de lo que sería con la rutina. Solo eran amigos, un rollo, separados además por sus clases sociales.

>>Peeero… eso no tiene que ver con que sean chica o chico. Los dos son iguales. En el sentido de que los dos son como… —guardó silencio unos segundos, y sus ojos entrecerrados se abrieron al encontrar un buen simil—. Aniol y yo somos diferentes, pero los dos somos tus amigos, ¿a que sí? Pero conmigo hablas de unas cosas y con Aniol de otras, ¿verdad? Pues tener novio o novia no debería ser distinto, simplemente pues… depende de su personalidad. Incluso si solo te gustan las chicas… cada una es un mundo. ¡Ya lo verás cuando empieces a tener muchas novias!

Y con una risa le revolvió el pelo. Ese ruborcillo que tenía no se le había escapado.

Le daba toda la vergüenza del mundo admitir que era nuevo en eso, que nunca había tenido la novia de la que tanto le hablaban los del circo. Incluso su madre le decía cosas preciosas de su futura pareja y lo mucho que valía él para eso. Hasta le decía que sería “todo un hombrecito”. Por eso mientras escuchaba a Nohlem se encontraba ruborizado como un tomate.

—Ehhhhhhhhhhhhhhhhh… ¿Sí? ¿No? Eh.. ¿No sé? —al principio respondió confundido alargando la boca. ¿Tenía que ser Nohlem el que cambia? Siguió atendiendo, intentando entender un poco acerca de las dinámicas que seguía el chico de orejas puntiagudas con sus parejas. Ambas partes parecían personas dignas de conocer y Damian estaba alegre de conocer más sobre la vida de Nohlem, con ambas personas parecía ser contento.

Asintió concentrado a lo que intentaba decir Nohlem, de que ambas partes son esencialmente iguales. Sin embargo se detuvo cuando éste hizo la comparativa con Aniol y él mismo. Eso le hizo pensar más de la cuenta, alzando su mirada habiendo caído bien en la cuestión.

—Ahhhh, es de ese rollo —añadió con un dedo en su mejilla. El propio Nohlem añadió lo que él pensaba, Damian tampoco lograba ver a los chicos como algo que les guste tener como pareja o siquiera besar pero ya dejó un poco de lado pensar eso de forma tan cerrada, teniéndolo en cuenta como cosas ajenas a él que puede comprender—. Aja, aja, pueees si, si si, ahora me queda claro. ¡Gracias por contarme! —confirmó asintiendo más fuerte, meneando su cabellera.

Y lo de tener muchas novias remató al circense que ya estaba rojo de antes, reaccionando con un bote en el sitio y encogiendo sus labios. Luego se le escapó una sonrisa tímida cuando Nohlem le revolvió el pelo, ese gesto le encantaba recibirlo.

—Me encantaría tener mi primera novia ya mismo. Una así guapa, con un pelazo muuuy largo y rubio y unos ojos que te cagas de azules muy grandes pero aún no encontrado ninguna así, que me mole del todo. ¡Buah! Daría todo por tener una novia así de guapetona  —sacó una risa picarona mezclada con vergüenza, notaba su cara ardiendo—. ¡Pero bueno, que tu también tienes por ahí a estos dos! Has dicho que es tu novio pero hablas muy bien de esa Ensha y los dos parecen buenas opciones asiiiii que venga, ¿con quien te quedarías si tienes que elegir por fuerza? ¿O hay alguna personilla más que te llame la atención por ahí, eh ligón?

Damian alargó la cara burlón, haciendo la pregunta para buscarlo pero también por pura curiosidad. Se inclinó a Nohlem, regalando un buen par de palmadas a su ancha espalda.

Sus carcajadas crecieron cuando el rostro de Damian se incendió. Nohlem había sentido una leve incomodidad aquí y allá durante su charla, pero ahora que había dado en el clavo, que estaban en la misma onda, le costaba hasta pensar en ello. No sabía que tanto había calado su explicación, no porque desconfiase en la capacidad comprensora del pequeño sino porque desconocía que tan profundo era el estigma entre los de su especie, pero por lo pronto su sabor de boca no podía ser mejor.

Silbó, una sola nota ascendente. A pesar de estar más rojo una luna Damian no se amedrentaba, y por mucho que uno de los pasatiempos favoritos del granta fuera picar y ruborizar, si algo valoraba él era esa naturalidad. En su justa medida avergonzar a uno era divertido, cohibir por otro lado, no tanto.

—Alguien tiene las cosas bien claras, ¿eeh? —le revolvió el pelo con más ahinco, dejando descansar su mano en el hombro de Damian después. No obstante la seguridad en su sonrisa flaqueó cuando el ataque le fue devuelto, incluso si el otro no lo considerase como tal. Notó su espalda tensarse, como una marioneta cuyo titiritero quiere enderezar, un cambio más psicológico que físico. Sus orejas se agacharon sutilmente, su mirada se desvió y una risa apurada le sacó el primer aliento. La mano le pesaba sobre el hombro del rubio pero no la movió del sitio—. ¡Bueno eh- más o menos, sí! Digamos que lo nuestro no era eh, exactamente…

Mierda. No podía recrearse en explicar que Olván no era su novio, ni que sea excusarse con que “ya” no lo era (como si en algún momento sí, solo por seguir la lógica de su engaño), estaba en camisa de once varas con algo que de alguna forma echaba por tierra su alegoría de colores y preferencias. ¿Por qué tenía que elegir?

—Eh… Uf, ¿no lo sé? ¿Con ninguno? —a su rostro ligeramente sorprendido lo irrumpió una risa y un rubor mucho más sutil que el que llenaría una mejilla blanca. Ninguno era la opción más lógica, aplastantemente lógica. Es decir, fantasear estaba bien, los dos le gustaban, eran muy buenos amantes y su añoranza era tan sincera como lo fue el flechazo en su momento, peeeero seguían siendo de clase media. Por mucho que los mantuviese en su vida, igual que algún día tendría esposa también tendría amantes acordes a su estatus—. No sé… Puestos a elegir solo a uno mejor que sea alguien totalmente nuevo.

Resopló por la nariz con humor, recuperando su mano con la excusa de querer ajustarse la manga y el reloj.

—Si tú supieras… —suspiró—. Me llaman la atención demasiados, Damian, es un dilema —confesó dejando caer la cabeza con dramatismo, ladeada como su sonrisa—. Por ahí, por aquí… —su sonrisa se ensanchó con picardía. Luego se apartó las gafas, dejándolas sobre su cabeza con el flequillo sujeto por las mismas y se masajeó los párpados—. A lo mejor debería quitarme las gafas para no enamorarme tanto. Escoger no es lo mío, no sé si me gusta más el verde o el azul, o el negro o el dorado. Tú por otro lado… —le dio un par de palmaditas con el dorso de la mano, devolviéndole la pelota—. Je. No sé si te puedo conseguir chicas de esas características en mi ciudad, pero si necesitas ayuda para conquistaaar… ¡Más te vale contar conmigo!

Damian siempre tuvo una gran imagen de sí mismo en cuanto a belleza personal, constantemente alimentado por los comentarios de su amorosa madre y algunos del circo que solo buscaban inflar su ego para ver las reacciones del halagado, en su mayoría siendo un sonrojo tonto pero que, en realidad, terminaba creyéndoselo todo.

Sin embargo podía ver en Nohlem un aura, una energía de chico que podía atraer mucho romance a su alrededor. Por como hablaba, la experiencia que cargaba a sus espaldas era notable y el italiano sentía envidia y admiración entrelazadas entre sí. Por eso estuvo tan atento a lo que respondería, pícaro pero inocente, esperando aprender un poco de su sabiduría.

—¡Oh! ¿Ninguno? Que raro, ¿estás seguro? —le pilló un pelín de sorpresa aquella respuesta tan ambigua, colocando un dedo en su labio inferior jugueteando con él mientras pensaba en ello sin éxito—. ¿Tanta gente te gusta, tío? Si que conocerás un huevo de gente guapa si dices esas cosas.

Se le escapaban risillas curiosas, imaginando todo el escenario en su cabeza. Vaya si debía de tener tremendos bellezones como para ponerse en una duda tan grande, hasta se puso a sonreír el chico con morro cuando sacaba el tema. ¿En su caso como sería? Nunca tuvo la oportunidad de conocer a nadie, ni siquiera de las gradas del circo. Si estuviese rodeado de chicas rubias, babeando por él…

Si ya estaba rojo de por sí, notaba hasta calor en su rostro. Irradiaba el color en su tonorrona sonrisa seguida de risas entrecortadas que no hicieron sino aumentar cuando Nohlem, el chico que tenía tanto romance a su alrededor que no le daba ni para elegir, le ofreció tutela y consejo para conquistar chicas.

—Jeje… Enseñame porfa —se animó a aceptar la oferta sin perder la sonrisa de oreja a oreja ni su tomatismo facial, nerviosísimo a la vez que emocionado—. ¡Venga venga, dime! ¡Dime como lo haces! —en un arranque de energía agarró el brazo del varmano, agitándolo un poco y con sus ojos iluminados—. ¡Tienes que tener mucho donde elegir si te enamoras tanto! ¿Como haces para hablaaar de eso? Ya sabes, cuando… te mola a la que miras yyyyyy quieres decirle a-aalgo, no se, algo, ya sabes, algo Nohlem. Cunado quiera hablar con la chica de mis sueños quiero ehhhhhhh, ¡sorprenderla! ¡Eso! ¡Que se enamore de mí!

—Será que soy muy sociable. O a lo mejor es que tengo mucha suerte —se encogió de hombros con una sonrisita suficiente—. O que soy muy atractivo y por eso atraigo a la gente —remató echándose flores—. ¿A ti no te parece que hay gente muy guapa en el torreón?

Por supuesto no era tan tonto como para dar nombres (o eso perjuraba), no mientras recordase el incidente entre Kalna e Ethan por la jugarreta de Aniol. No es que él no hubiera aprovechado la coyuntura de trampolín, pero por poca vergüenza que tuviera en el cuerpo si evitaba lidiar con rumores y malentendidos, mejor.

Acostumbrado a rubores mucho más discretos al no haber pieles pálidas en Bermellón, la explosión que era el rostro del niño le sacó una sonora risa. Tuvo ganas de ponerle las manos en las mejillas para rebajarle el tono, pero prefirió hacerlo con las suyas propias que de tanto sonreír empezaban a dolerle.

—¡Soo, sooo, fiera! —pidió calma con las manos. Pensar que eso había empezado como una serie de dudas morales sobre amor y género... ¿Dónde exactamente se habían metido? Y lo que es peor, que fuera buen ligón no le hacía el mejor ejemplo a seguir, claro que su fuero interno no opinaba lo mismo. Por suerte veía a Damian demasiado pequeño para darle ningún consejo extraño—. A ver, a ver, por partes diente de león. Lo más importante de todo es la educación, la seguridad e ir perdiendo la vergüenza poco a poco. ¡Pero sin llegar a ser descarado! —añadió rápidamente. Conociendo a Damian el problema es que vergüenza tenía más bien poca—. Ser simpático, elegante y considerado son las normas de la etiqueta general, pero cada persona es un mundo y dependiendo de como sean la cosa varía, así que no es que haya una fórmula mágica para enamorar a alguien. Hay a quienes les gusta sentirse deseado y quienes se agobian si notan que vas detrás suya, así que es importante aprender a leer el ambiente. Pero eso es cuestión de prueba y error, supongo. Hmm...

Miró arriba, dirección al mustio cielo, pensativo. Para él llevaba siendo natural muchísimo tiempo, lo esperable de alguien de alta sociedad era, valga la redundancia, sus altas habilidades sociales, y resumir una vida de manerismos con su dosis personal de picardía no era cuestión de una sola charla. Y por supuesto no iba a caer en el consejito insulso de "sé tu mismo".

—Tú... moléstate en querer conocer a la otra persona, como si estuvieras conociendo a un amigo. No hay nada de malo en que te guste alguien solo por su físico o quieras algo pasajero, pero si lo que buscas es enamorar tienes que ser un caballero. Le puedes decir cosas bonitas y... —rio—. Mira, tú primero encuentra a la chica, luego ya vemos, ¿sí? Tú quédate con lo dicho —le revolvió el pelo una vez más, esta vez teniendo la consideración de peinarle al terminar—. Y oye, quien sabe, lo mismo cuando te enamores descubres ser un romántico por naturaleza y no necesitas más consejos, ¿eh? Yo casi no los necesité —todas esas veces tumbado en la cama de su hermana contándole desamoríos cruzaron culpables por su mente—. Casi.

Si bien no fue una idea que tuvo muy presente, cuando Nohlem le preguntó acerca de la gente del torreón le hizo tener un enfoque nuevo acerca de todos. No tenía pensamientos de atracción hacia nadie pero no podía negar que personas como Rick o Ethan destacaban por su cuenta y hasta Nohlem lo hacía, por como pensó de él momentos atrás y bajo el testimonio del propio varmano que se hallaba rodeado de multitud de opciones.

¿El circense llegaría a tener esa chispa de más mayor? ¿Aprendería el truco de tener un atractivo similar al de sus amigos?

Nohlem logró sacar una sonrisa algo avergonzada al niño cuando le pidió echar frenos. No estaba para nada acostumbrado a hablar así de aquellos temas y se le notaba mucho que eran cosas nuevas en su vida que aun debía explorar en su inocencia.

Ladeó la cabeza mientras escuchaba cada palabra con sus morros apretados, haciendo un “mhm” por cada lección posible.

—Educación… Seguridad… Vergüenza… Nada de descaro…. Simpático… Elegaaaante…

Vaya, todo aquello se la hacía bastante complicado en una primera toma de contacto, sí que era todo complejo. Las personas eran complejas, desde luego. Damian tuvo su circulo cerrado, su familia, hasta que tuvo nuevas experiencias desde hace poquito tiempo. Tuvo sus roces, sus regañinas y sus desacuerdos. ¿Sería igual con alguien de quien estuviese enamorado? Eso le hacía echar humo por la cabeza, deseando aquella fórmula mágica inexistente.

No pudo evitar caer de espaldas al suelo desde donde estaba sentado, soltando un suspiro algo melodramático.

—Ser un caballero suena a algo bieeeeen jodido, tuviese que confesar —una confesión horriblemente conjugada eso sí, poniendo sus manos en el cogote porque el suelo se notaba duro incluso más que su mollera—. ¡Pfff-! ¡Jajajaja! ¡Ojalá ser un romanticón como tú y a tomar por cu- saco! Si tú mismo dices que es ensayo y error lo mismo no me funciona muy bien pero poco a poco, ¿no tío? Yo ni de coña he nacido sabiendo. ¡Tampoco soy un adivino! A ver si descubro mi… ¡Magiaaaa! por mi cuenta y si no pues ya se en quien apoyarme —alcanzó a dar un par de golpes amistosos en el costado de Nohlem, sonriente y agradecido. Vaya maestro más bueno acaba de descubrir.

Y hubo un detalle que no se le escapó al niño con ganas de buscar guerra.

—¿Alguna vez la has cagado? Emmm no, ehhh quería preguntar una cosa queee, por ejemplo que te hayan dicho que no quiere nada contigooo ya sabes. ¿Es mucha tela que te rechacen? Que no es que me vayan a rechazar a mí peeeeerooo, ¡estoy curioso! ¡Solo eso! —alzó el torso, ocultando con miradas esquivas “discretas” su cosilla a que le digan que no si algún día se enamora.

A Damian le faltaba nada más una libreta para ser más cómico. Los niños eran esponjas, confiaba con que algo se estaba quedando, y más sí como él había demostrado tanto interés en romper y remendar corazones a tan temprana edad. Era extraño que alguien con un origen tan diferente al suyo se las apañase para recordarle a sí mismo de pequeño. Y eso que él no había tenido que sufrirse a sí mismo; cada vez que su madre decía delante de invitados que su hijo siempre había sido un Santo Nohlem se preguntaba que tanta verdad había en sus alardeos.

—No es tan complicado, ya verás, pero tendrás que ir aprendiendo —rio con su sinceridad, haciendo caso omiso a todos sus deslices. Que hiciera el esfuerzo le divertía y encantaba a partes iguales, y en un ambiente relajado, bueno, Nohlem podía dar un poco de brazo a torcer—. Tú me dices, “oye Nohlem, he conocido a esta chica…” y yo te ayudo. Ya por curiosidad también, quiero saber que gusto tienes.

En realidad para que eso pasase tendrían primero que salir de esa y segundo seguir juntos, cada cosa más improbable que la anterior. Le daba pena, en poco tiempo se estaba encariñando de muchos allí, siendo los niños uno de sus puntos flacos. Perderse eso, la separación pasado el año… iba a ser duro. A lo mejor estaba desarrollando un subgénero de síndrome de Estocolmo.
No hubo mucho hueco a la melancolía futura, pues Damian se coló con otra pregunta que requería seso. Nohlem se quitó las gafas -que hasta entonces habían estado reposando sobre su cabeza cual diadema- y las limpió distraídamente con el borde de una manga de su camisa. Una risa acompañada de su sonrisa se fue abriendo paso por su rostro. Ese chaval era más espabilado de lo que parecía.

—Pueeees…

A punto estuvo de decir que no, llenarse la boca de orgullo, pues ciertamente Nohlem se había enfrentado al rechazo pocas veces, ventaja de su posición mimada y el interés ajeno. Las pocas que lo había encontrado había sido algo suave, preparado, igual que un buen crucero conoce las olas y las recibe de frente para no hundirse con ellas. Claro que una cosa era una señal de desinterés, una mirada a otro lado, una conversación que no termina de arrancar… y otra muy diferente un no rotundo, la incomodidad de estar equivocado, de recibir el portazo por pronto que llegase. Si Kahlo era real a ella podía poner por testigo de como de desbastado quedaba a veces, y es que según la persona y el caso Nohlem podía ser tremendo dramático, como si le estuvieran negando el amor de su vida. Si el miedo al olvido era un temor que tenía fácilmente clasificado, el miedo al rechazo era uno mucho más profundo y problemático del que no conocía fondo. Menos iba a saber que su madre tenía buena parte de la culpa.

—Sí. Es mucha tela —dijo finalmente, imitando su expresión—. Creo que a todos nos pasa alguna vez. Ja, ¿te cuento un secreto? Sin ir más lejos, Ethan me rechazo hace unos días —y ahí iba, el que no iba a contar nada—. Es… desagradable, sí. ¡Pero eh! ¡Mírame, yo sigo de una pieza y con ganas de más!

>>Fue una tontería —continuó rápidamente, volviendo sobre sus pasos antes de que la idea creciera en dirección errónea—. Un fallo mío, una apuesta… en un mal momento —se encogió de hombros como si tal cosa—. ¡Hasta los románticos fallan a veces! Pero oye, cuando te rechazan es cuando más necesitas apoyo, si necesitas a alguien con el que animarte yo tengo un hombro perfecto sobre el que llorar. Que no te de corte nunca.

Sentirse reconocido por Nohlem lo suficiente como para que mostrase curiosidad por sus gustos era un gesto que significaba mucho para el chiquillo quien no podría pedir mejor colega para hablar de sus gustos por las chicas mas guapas. Le sonrió con mucha diversión encima y el doble de picardía ante aquello, asintiendo a la propuesta y aceptando la ayuda ya por puro compañerismo.

—Ya te mostrare mis gustos prontito si puedo y si tengo suerte, ¿eh? —un guiño sorprendentemente bien ejecutado fue en tono burlón hacia Nohlem, seguido de un rápido alzamiento de cejas.

Ya en ese punto ignoraba completamente la supuesta separación que tendrían todos cuando el tiempo tocase, Damian se había olvidado de eso y se centraba mucho en disfrutar muchísimo de cada bendito minuto que tenía junto a todos. Juntaba entre todos a una pequeña gran familia y Nohlem era su hermano mayor, al que podía contar cualquier cosa por muy tosca que fuese y vaya si se retroalimentaban los dos, desde luego. Eso lo notaba el italiano, cómodo con todo lo que hablasen y ni de coña se pararía a recular a ese punto.

¿Y qué sería del aclamado Don Juan Nohlem? ¿Tendría algún chasco romántico por ahí? El chico no podía contener la intriga cuando el varmano iba a contestar todas sus incógnitas.

—¡Lo sabía! ¡A todos les pasa seguro! —exclamó triunfante y aliviado por oírlo.

Inmediatamente cerró su bocaza para atender al resto con una sonrisa amplia. ¿Que clase de historia sería? ¿Encontró a un chico guapo para él que le dijo que no por feo o algo así? Eso le hizo tremenda gracia por dentro, aunque Nohlem no fuese ni por asomo alguien feo como tal. A saber, seria cualquier cosa…

—Venga, cuéntamelo tooodo que no se lo digo a nadie. ¡Lo prometo! —dijo de hacer la promesa aunque las suyas no tuviesen mucho peso de normales, queriendo hacer el esfuerzo de mantenerla aun así porque le caía genial.

Pero hasta el caso más agarrado de los cabellos no lo preparó para el ostión que fue la noticia que el varmano le coló como si no quiere la cosa en ese secreto tan secreto. Si cara sonriente se quedó congelada en el sitio, en una extraña careta congelada del shock que pasó al rojo más rojo producido jamás por su piel.

—E… E… E… —cualquiera diría que se ha escacharrado en el sitio pero Damian estaba atando cabos en su coco—. No me lo… Pero Eth… Como es qu… ¿¡Tio!?

Pasó a tener la mayor de sus sorpresas en su cara y por un gesto brusco más no se hubiese desencajado la mandíbula por su cuenta. Un grito ahogado largo salió lento pero constante mientras Nohlem contaba su confesión hacia otra persona tan cercana para él, la misma con la que tuvo la valentía de contar como se sintió de mal por todo lo ocurrido. Dejó caer sus brazos, muchos dirían que estaba siendo exagerado pero en su cuerpo no cabía tremendo cotillón.

—Una… ¿apuesta? Joder… ¡Joooder! Ostia putaaa —no sabía ni qué emoción mostrar pues eran muchas, incluida la comprensión de que eso debía ser una putada para Nohlem—. Ayyy se me hace muy raro, no sabía que a ti te gusta… ¡Ooooohh Dios, que rarooo! —se recuperó un poco del shock, dandose cuenta de que debía recular un poco—. ¡No raro por nada sino que…! Wow que como yo conozco tan bien a Ethan y saber que algo ha pasado entre vosotros es un sorpresote muy gordo, ¡gordisimo!.

Desde luego era más real que lo de Kalna y Ethan que, de hecho, había un actor común en la función. Miró a Nohlem con una sonrisa mucho más calmada y sincera, en cierto modo le ablandaba mucho que todo haya sido en un entorno especial, su entorno.

—Tio, me ha molado enterarme de esto y no te preocupes que no digo ni mú, ni media vamos siiii no quieres todavía que se lo diga a nadie —apoyó su mano amistosa en el hombro del rechazado, también esperando respuesta porque vaya que si quería decírselo a Aniol más pronto que tarde porque vaya notición—. Y te digo lo mismo mismo que tú, para lo que más necesites y si te ha puteado mucho estoy contigo, ¡como tu colega! ¡Yo también tengo un hombro aunque no tan grande como el tuyo, cabrito!

Apoyó su frente sobre el hombro de Nohlem y no quería frenarse, regalando un cariñoso abrazo bien apretado cuando dejó caer su peso sobre su cuerpo. Era una lástima, ellos dos serían muy interesantes de verlos juntos más que como amigos y haberlo tenido tan de cerca… ¿sería tarde todavía?

—¡Quizás no deberías rendirte! —de pronto levantó su cabeza, con ánimos renovados—. ¿Y si después de un tiempo hay… hay movidas entre vosotros? No tengo un puñetera idea pero yo que se, inténtalo. ¿Eh o no? —puso el puño sobre el pecho de Nohlem, confiaba en que su amigo seria capaz de enamorar con sus encantos a Ethan.

Si antes le hacían gracia los tonos de rojo estos empezaban a preocuparle ahora por si Damian explotaba. Se lo imaginó tan vívidamente sangrando por la nariz de la presión que Nohlem alzó ligeramente ambas manos en su dirección, ni muy alto ni muy bajo, dispuesto a hacer algo pero sin saber el qué. Y ahí es cuando se mordió la lengua, y es que por muy bien que se excusase o importancia que le quitase a sus propias palabras, Damian era un niño e interpretaría las cosas como un niño lo haría.

—No, pero- Como una apuesta normal, ¡de broma! ¡Para picar! —rio con nervio—. ¡No saltes a conclusiones tan rápido, diente de león!

Aunque sonriera sus orejas gachas hacían de su expresión una mucho más comprometida, insegura incluso. Bocazas, era un bocazas. Estaba versado en tener conversaciones con gente que le doblaba la edad pero a la mínima que encontraba a alguien de su quinta, menor o de confianza, era fácil para él perder ciertos límites. “Te está bien merecido”, pensó, “por idiota”.

—Lo… Lo apreciaría, sí —afirmó tras Damian, conformándose con comprar su silencio, solo por no hacer la bola crecer. Si le decía que “solo” le había pedido un beso a Ethan sería peor, así que mejor dejarlo tal y como estaba. Con un poco de suerte el rubio realmente sería su caja de secretos. Sus palabras de ánimo le hicieron confiar y reír con ganas renovadas, no ya por lo cómico y tierno de que un crío le ofreciese apoyo moral, sino por su incorrecta forma de hablar y la naturalidad con la que lo hacía. A él le habrían corregido mil cosas en ese lapso de tiempo—. Tendremos que darte mucho de comer, para que se te pongan grandes los hombros.

Y justo entonces la gota que colmó el vaso, un gesto que, calmada su risa, hizo que su corazón se derritiese como cera caliente. Nohlem quería ser padre no por convicción social sino por gusto, tenía un punto débil con los niños, aunque no tuviera mucha experiencia se le daban bien y Damian ahora mismo era el vivo ejemplo de todas las cosas buenas que tenían. Cuando se apoyó en él y le abrazó se sintió demasiado real, tanto que los ojos brillaron más de la cuenta. Le devolvió el abrazo con fuerza, con el mismo ímpetu que el ronroneo que acababa de iniciar.

—Ay —tragó saliva, intentando que no se formase un nudo en su garganta, manteniendo la sonrisa como un campeón. Santos, lo iba a echar de menos. De verdad que quería ayudarle tal como había prometido, apoyarle en su primera cita y que sus palabras no se fueran con el aire—. Yo lo intento, sí. No me rindo —dijo por decir, dándole la razón para no estropear unos ánimos desmedidos a un problema que, aunque en su momento le fue incomodo e hiriente (como casi cualquier tontería en la vida amorosa de Nohlem), ahora solo le daba risa—. Gracias, campeón. Eres pequeño pero te vas a poner gigantesco con ese corazón que tienes, que lo sepas.

Rio, estrujándole una vez más. No pasaba por alto como todo había surgido de sus ideas de rechazo, de lo rápido que las había superado para querer ayudarle. A lo mejor puestos a, le pedía ayuda con Connor… No, no. Bufó de risa para sus adentros.

—Pero que… oye, sino pasa nada no pasa nada, ¿eh? ¡Que yo de momento estoy muy agusto! Me gusta tener amigos, no solo amantes —hizo espacio para mirarle y guiñarle un ojo—. Además hay muchos peces en el mar —continuó con un susurro, como si el dicho fuera indebido.

Aunque el varmano haya pedido no sacar conclusiones tan rápido, la cabezonería de Damian era un muro muy denso como para romperlo. Por parte del niño las cartas ya estaban puestas sobre la mesa en el intrigante juego del amor, unas decisiones jugosas sacadas por parte de Ethan y Nohlem. Se negaba a creer que era una cosa de broma, el italiano ya tenía bien metida la trama y solo quedaba esperar al tan esperado evento canónico y, si había suerte, lo podría ver.

Estar entre los brazos de Nohlem se sentía genial para el niño, apreciando las confianzas que ya se tenían entre ellos. Aunque muchos en el circo ponían en duda el silencio de Damian, el varmano no solo no lo sermoneó sino que encima apreció el gesto. Se moría de ganas de presentar a Nohlem a su mamá, seguro que ella lo estrujaría con uno de sus mega-abrazos que poco tenía que envidiar al que estuvo recibiendo Damian.

Y otro halago vino después de que la otra parte declarara que no se rendiría. Damian tuvo una boba sonrisa en la cara en todo momento.

—Jajajaja, eso es lo que quiero —dijo risueño, la alegría de que su nuevo compañero del romance no haya tirado la toalla era mucha además.

No se esperó ese otro apretón de brazos envolviéndole, emitiendo un sonido similar al de hablar con un cojín en la cara. Tomó espacio mientras escuchó a Nohlem, el chico parecía tener ideas claras pero también se conformaba mucho con la posibilidad del fracaso.

—Bueno, me daría pena porque yo quiero saber como seríais juntos como parejita, qué haréis juntos, daros de la manoooo, esas movidas tan guapas de junteras de novios —dijo transparente como el cristal, alzando las cejas en una sonrisa tranquila mientras apoyaba la mejilla en la rodilla—. A ver si hay peces para mí también, espero que me dejes alguno Don Juan —dijo divertido, imaginó la competencia en su cabeza, tendría que esforzarse mucho para llegar a Nohlem—. Ya ves tío, aquí tenemos colegas pero por un tubo. Mira que al principio la cabrita de Kalna me reventó la cara con Abel en la fuente esa pero ahora está enseñándome y Connor me levantó de la ropa el hijo de… su madre. ¡Pero somos colegas ahora! Se ralló un poco por haberle quitado un cigarro pero bahh, todo se perdona hombre. Aniol cuando juega conmigo al pilla-pilla, Ethan también cuando me despedí de rambo, Rag, Airi, Rick, Erseniargs... Y tú también —el chico alzó la cabeza al mencionarlos, estirando las piernas y teniendo un pequeño suspiro de paz—. A mi me flipa mucho tener tantos amigos, yo también estoy a gusto tío, de escándalo —desde luego era todo muy distinto a estar metido en una caravana, sonriendo a un futuro que él pensó sería brillante.

Por el sagrado árbol aúreo, ¿dónde se había metido? El aire pasó entre sus dientes como el silbido de una serpiente, el tipo de sonido que haces cuando una herida quema. Era tarde para rectificar y aún más tarde para reñir a Damian por algo que Nohlem no había demostrado incorrecto, asi que hablando en plata estaba jodido. Tendría que confiar con que las ensoñaciones del pequeño cesasen por cuenta propia y sobre todo que no se extendieran, pero... Ya bastante incómoda había sido la reacción de Ethan a su tonta recompensa en tan mal momento como para sumarle rumores sobre querer ser pareja. Los ejemplos le estaban dando tal vergüenza ajena que como se encogiese en el sitio se fusionaría con el suelo.

—Damian... —comenzó—. Ligar es muy divertido, pero ser pareja es un tema diferente —se atrevió a decir, siempre con una sonrisa (por leve o incómoda que pudiera ser) para que no se me interpretase como molesto—. Tú solo no... no insistas mucho, ¿vale? —con un brazo alrededor de sus hombros le zarandeó un poquito de forma amistosa—. Yo te dejo toda la pescadería si me prometes eso, ¿trato?

Pensó en añadir a alguien más a su lista de interés para por lo menos repartir el focus, explicarle sobre la flexibilidad varmana con los amantes, pero eran tantas cosas que no sabía si sería meterse en camisa de once varas. Asimismo desconocía si era la inocencia infantil o, tal como le hacían creer por aquello de casarse por amor, si los humanos realmente le daban otra importancia al compromiso.

—¿¡Le quitaste un cigarrillo a Connor?! —exclamó con los ojos bien abiertos, teatralizando un poco. Prefería aparcar el otro tema cuanto antes y como fuese—. Debe ser de las cosas más peligrosas que he oído nunca —rio flojito. Tal como sonaba el pobre Damian no había empezado con el mejor pie, ni siquiera con él, de tanto vocerío a Nohlem le tenía por el camino de la amargura, pero llegar a conocer al circense y ver la rápida evolución que estaba teniendo le alegraba el corazón. Su sonrisa se ensanchó, sin autoengaños, particularmente divertido por su pronunciación al nombre del pobre Eschchechecneiak. Tampoco es que se fuera a molestar a intentar decirlo mejor por su parte—. Mira, dentro de lo malo... Me alegra que hayamos caído todos juntos.

Se dio una palmadita en las rodillas y se levantó, ofreciéndole la mano a Damian una vez estuvo en pie. Después se limpiaría la tierra de encima.

—Qué, ¿has cenado algo ya? ¿Me acompañas con pan y queso, jefe? —y con un movimiento de cabeza señaló el interior del torreón—. Me tienes que contar como sobreviviste a Connor sin tabaco.

En su mundo todo aquello sobre el amor y la amistad era muy idílico, una forma simple y directa de verlo. No le pasó desapercibida la advertencia de Nohlem y asintió a lo de no insistir mucho aunque por nula experiencia quizás se pasaría con la insistencia al tener la ilusión de su primera novia, solo el futuro dará su respuesta. Ser pareja de alguien… Ese tema seguía siendo un misterio para Damian.

—¡Digo, pues sí! —respondió con un pequeñísimo tinte de orgullo porque en el fondo se arrepintió de hacerle eso a Connor—. ¡Se puso echo una fiera, me cagué vivo! Pero cuando por poco me muero con el cigarro se comportó el tío, es un buen colegote en verdad aunque parezca un bicho rabioso —aun recordaba feliz la conversación que tuvo con el crestudo musculoso, hasta le dijo que tenía cojones enfrentado a las situaciones peligrosas—. Si tío, tomos todos unos pedazo de colegas.

Agarró el brazo de Nohlem, levantándose de un tirón con energía y estirando sus brazos al aire, soltando un bostezo bien sonoro.

—¡Venga va, estoy con mas hambre que el perro de un ciego! —se apuntó al goloso plan del varmano, queriendo llenar el buche—. Venga, te voy a contar cuando le convencí de hacer el pino. ¡Jajajajaja vaya ostia se metió el cabrito!

Y dentro fueron ambos a disfrutar del tentempié, mientras Damian contaba con aspavientos y bastantes exageraciones su tertulia con Connor y las acrobacias que estuvieron de por medio, sumada la comida de suelo.