- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguasPersonajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
El jörd carmesí
11/02/23, 06:25 pm
Aquel día libre Alysdr y Rägjynn habían quedado con su amiga Skjë, a quien no habían podido ver en las últimas semanas debido a que la chica había tenido que ayudar a sus padres con su puesto en el mercadillo cuando ellos no tenían que hacer las tareas del Templo. Es por ello que los tres chicos tenían ganas del sencillo paseo por la playa que habían planeado para simplemente pasar el rato juntos y ponerse al día. Además, acababa de ser el cumpleaños de Alysdr, y pronto sería el de Räg, y querían hablar acerca de organizar algo por pequeño que fuese, ya que no había sido posible en la primera fecha.
Rägjynn, sin embargo, suspiraba en ese instante: Alysdr le había tirado de la lengua al notar la sutileza en su actitud generalmente alegre y el escamas moradas había acabado acaparando inconscientemente la conversación con un tema muy diferente a lo planeado desde que se habían alejado lo suficiente del Templo. A sus amigos no les importaba, no obstante, pues sabían que aquella clase de cosas traían de cabeza a Räg, y él también los escuchaba largo y tendido cuando eran ellos los que tenían algún problema. El apoyo entre los tres jamás había sido unilateral y por eso habían trabado una amistad tan firme.
—Es que apenas puedo creérmelo a veces, ¿sabéis? —explicaba con un ligero tono de frustración—. Algunos Sacerdotes, sobre todo el Sacerdote Mayor Kerelyn, parece que estén convencidos de que yo voy a ser el próximo Väler o algo por el estilo y quieran empezar a… ¿Ganar méritos? —dedicó una mirada insegura a su compañero huérfano—. ¿Tú crees que solo son imaginaciones mías o…?
Alysdr lanzó un resoplido antes de responder.
—Tal vez hace un tiempo te hubiera dicho que sí, pero la verdad es que la actitud de algunos es… curiosa —opinó el otro chico—. No me gusta hablar mal de los Sacerdotes: hay muchos que son excelentes maestros como la señora Höd o el señor Mirdël, pero… Si me preguntas, a algunos se les ve el plumero. Las ocasiones que hemos podido verles junto a la Väler tienen una actitud de excesiva reverencia, ¿sabéis? Quiero decir, hay una diferencia en cómo la tratan respecto a los otros Sacerdotes.
—Oh, sí, entiendo lo que quieres decir —intervino Skjë—. Es tal y como dice Räg: algunos parece que quieren hacer méritos a toda costa. Pero… Estoy confusa —alzó una ceja en dirección al mencionado—. ¿Por qué crees que piensan que serás el sucesor? Vamos, no quisiera ser yo quien diga obviedades, pero no eres un escamas negras siquiera.
—Ya, sé que suena muy raro… Pero están habiendo discusiones entre los Sacerdotes últimamente —comenzó a explicar Rägjynn—. Parece que no ha nacido ningún escamas negras últimamente y la propia Väler es la más joven de su tipo. No nos lo cuentan directamente, pero no es difícil enterarse de ciertas cosas en el Templo: al parecer hacen unos cálculos que demuestran que a lo largo del tiempo los nacimientos de escamas negras han sido cada vez menos y menos frecuentes.
—Sí, dicen que son datos estadísticos o algo así —añadió Alysdr—. No es que entendamos mucho sobre eso, pero en definitiva: que les preocupa que puedan desaparecer del todo.
Skjë pareció sorprendida durante unos instantes, pero enseguida adoptó un gesto más pensativo.
—Creo que entiendo… Imagino que eso debe estar provocando algún pequeño revuelo entre las creencias del Culto.
—Sí —le respondió Räg—. Algunos parecen creer que es un mal augurio. Que la Sanación va a dejar de ofrecernos su protección y las ymres también comenzarán a marchitarse… Supersticiones así. Yo no sé qué pensar acerca de su potencial significado, pero probablemente solo sea casualidad y cuestión de tiempo de que nazca otro escamas negras. Quiero decir, no debe ser tan distinto de cuando los niños nacen con los ojos del color de su madre o su padre y cosas así…
Alysdr dejó escapar una pequeña risa.
—Ten cuidado: que algunos te acusarían de herejía por menos. De hecho, tú mismo te habrías acusado de hereje hace un par de años —le dio un pequeño codazo.
Räg se lo devolvió con una sonrisa divertida aunque ligeramente molesta.
—Ahora sé más cosas y todos podemos cambiar de opinión. Que esté relacionado con la genética no significa que no sea algo especial de todas formas.
—Lo sé, lo sé: es divertido meterse contigo —rio su amigo.
El chico le devolvió otro pequeño codazo amistoso antes de seguir.
—Pues eso es lo que pasa, Skjë: se está hablando sobre que si no hubiese ningún escamas negras para suceder a la Väler, tendrían que modificar la ley al respecto para que pudiese hacerlo un escamas moradas. ¿Comprendes lo que estaba diciendo ahora?
La chica también suspiró profundamente de forma parecida a como lo había hecho su amigo al empezar a explicarle el motivo de su frustración y le dedicó una mirada de comprensión al tiempo que ponía un brazo sobre su hombro.
—Lo que hay que aguantar… ¡Si además la Väler es muy joven! ¿Es que esperan que se muera mañana de la nada o qué? —negó con la cabeza.
—Exacto: la Väler seguramente sobrevivirá a la mayoría de los Sacerdotes, para empezar —apuntó Rägjynn—. La Sanación no quiera que le ocurra nada y pueda tener una larga vida sin problemas. ¿No es increíble que estén considerando siquiera cómo aprovechar la situación si le pasa algo?
—Eso sí que suena herético de verdad —intervino el otro chico, casi tan indignado como Räg—. Desde luego esta clase de cosas te hacen abrir los ojos. No todo es tan negro en el culto como lo pintan.
—No, y yo solo quiero que me dejen… tranquilo —continuó Räg—. Estas cosas me hacen preguntarme si la Väler se habrá sentido todavía más frustrada desde que nació. Tener las escamas negras es una bendición de la Sanación, pero con personas como estas…
No le dio tiempo a terminar la frase, porque los tres chicos se sobresaltaron debido a un estruendo repentino que surgió del océano. En realidad si hubieran prestado atención habrían podido notar anomalías en cómo se movían las aguas desde hacía un buen rato, pero absortos en su conversación no habían notado nada. Un jörd gigantesco emergió a pocos metros de la orilla, muy cerca de donde se encontraban y los tres amigos dejaron escapar un grito aterrorizados. Aunque el de Räg se cortó de repente y el huérfano permaneció paralizado en sitio cuando Skjë y Alysdr ya habían empezado a correr en dirección contraria. La chica mayor se dio cuenta de que Räg no se encontraba cerca de ellos y se dio la vuelta, gritándole que se moviese mientras corría hacia él.
—¡Vamos! —Le dio un tirón del brazo con la intención de llevárselo a rastras si hacía falta—. ¡Tienes que reacc…!
Ella también se quedó paralizada un instante cuando giró a su amigo y pudo verle la cara. La visión de Rägjynn se había tornado de color rojo poco después de la aparición de la peligrosa criatura marina. Su cerebro había tardado un instante que se le hizo eterno en procesar el motivo, y después simplemente no había sido capaz de procesar nada. Su mente estaba en blanco mientras veía el mundo a través de un tinte rojo.
Skjë se obligó a reaccionar y corrió efectivamente tirando de él en una dirección al azar, pero asegurándose de que no se acercasen al Templo ni un solo metro. Alysdr, que había estado haciendo señas frenéticamente cuando se dio cuenta de que su amiga había tenido que volver a por Rägjynn, también necesitó un instante para darse cuenta de lo que estaba pasando. Por suerte, no necesitó cruzar palabras con Skjë para ponerse de acuerdo con ella, por muy chocante que estuviese resultando la situación. A lo lejos comenzaban a oírse los primeros gritos de las personas que también habían visto emerger al jörd y muy pronto la playa se llenaría de Sacerdotes y otros conocedores de la magia.
---
—Räg…
Sus amigos lo habían llevado a un lugar apartado, rodeado por vegetación. Por suerte, la atención de casi todo el mundo estaba obviamente dirigida hacia otro lugar en ese instante y era improbable que nadie los fuese a encontrar allí por un buen rato.
El escamas moradas no se movía. Temblaba ligeramente con la cabeza dirigida hacia el suelo. Skjë y Alysdr intercambiaron una mirada de extrema preocupación mientras hiperventilaban debido al esfuerzo tras la carrera… Aunque no solo por eso. Su amigo…
—N… no —dijo finalmente de forma muy débil Räg—. ¿Por… por qué? ¿Cómo…? —lágrimas empezaron a caer por sus ojos, limpiando parcialmente la sangre que había salido disparada hacía unos minutos.
El fuerte sobresalto había provocado lo que nunca se había dado a lo largo de más de catorce años, pero su cabeza no pensaba ni en eso ni en ninguna otra cosa que no fuese el hecho en sí mismo: había expulsado sangre por los ojos.
—Escucha, Räg… Vamos a…
—¡Tengo que decírselo a la Väler ahora mismo! ¡Estoy manchado! —exclamó el afectado moviéndose finalmente sin dejar de derramar lágrimas y haciendo gestos para apartar a su amiga.
—¡No! —Le sujetó firmemente esta. Alysdr también se había acercado y ayudó a la chica a detener a su amigo. Bajó la voz antes de seguir, no obstante—. ¿Has perdido la cabeza? ¡Te enviarán a la Isla de los Sanguinarios!
—Pero eso es lo que… —comenzó a protestar Räg con la voz cada vez más quebrada—. Deberíais… deberíais alejaros de mí. Yo no…
—No —le dijo su amigo en esa ocasión con firmeza—. Te conozco desde siempre. Tú no eres ningún peligro. ¿No estábamos hablando antes acerca de cómo no todo es tan negro? ¡Bueno aquí está la prueba! Me niego a creer que merezcas que te expulsen por algo que tú no controlas.
—¡Eso es! —le apoyó Skjë—. Escúchame, Räg: esta es la primera vez que ocurre, ¿no es así?
—S… Sí —respondió sin ser capaz de mirar a la cara de sus amigos—. Yo no pensaba que… Esto no puede ser posible. Yo nunca…
—¡Bueno, pues qué más da que hayas escupido sangre una vez en quince años, por todas las ymres! No me gustó nada cuando enviaron a la condenada isla a aquel niño que apenas llevaba dos días en el Templo, ¿te acuerdas? Ni siquiera fuimos capaces de mantener una conversación seria al respecto entonces, pero ahora… No. Me niego, Räg.
—Pero… ¿Y si ocurre de nuevo? —Protestó el escamas moradas entre fuertes sollozos.
—Pues buscaremos la forma de que nadie se entere —intervino de nuevo Skjë, acercándose con un pañuelo con el que empezó a limpiar la sangre del rostro de Rägjynn—. Conoces hechizos de limpieza, ¿verdad, Alys?
—¡Ah, sí, por supuesto! Se le dan mejor a él, pero creo que me las apañaré….—El interpelado se dio cuenta de lo que debería estar haciendo y comenzó a limpiar la sangre en la ropa de su amigo mediante un hechizo.
Rägjynn no se sintió capaz de decir nada a partir de ese punto y solo hiperventilaba, temblaba y lloraba a partes iguales de tanto en cuanto. Cuando finalmente tuvieron que volver al Templo, una vez la catástrofe en la costa se había evitado alejando al terrible reptil, Skjë se encargó de explicar que se habían encontrado justo al lado de la aparición de la criatura marina antes de tener que regresar a su casa para no preocupar más a sus padres y Alysdr habló en lugar de su amigo. Mintió diciendo que Räg padecía un temor por los jörds muy profundo, aunque aparentemente no sabía hasta qué punto hasta haberse topado con uno esa tarde y que por eso se encontraba en estado de shock e incapaz de hablar. Irónicamente, aunque esto no era cierto, Räg no podía dejar de pensar en cómo había visto al enorme reptil completamente teñido por su repentina visión carmesí -desconociendo de qué color era el animal realmente-, como un sanguinario augurio grabado a fuego en su mente. El Sacerdote que los atendió se mostró comprensivo, afirmando que debía tratarse entonces de una fobia y acompañó a Rägjynn a su cuarto asegurándole que pronto le llevarían una comida caliente y que le permitirían excusarse al día siguiente de sus estudios.
El mjörní, una vez solo en su cuarto, tan solo enterró la cara en la almohada mientras toda clase de pensamientos intrusivos y caóticos pasaban por su mente. Acabó quedándose dormido hasta que escuchó como llamaban a su puerta y se levantó sobresaltado. Lo primero que hizo fue escudriñar la cama en busca de sangre y frotarse los ojos con más fuerza de la debida por lo mismo: todo estaba limpio. Con la culpa de sentir alivio se dirigió cautelosamente a la puerta y por suerte habían permitido a Alysdr llevarle la cena.
Su amigo lo consoló hablando en voz muy baja, pero evitando aun así mencionar absolutamente nada que pudiera hacer sospechar a nadie acerca de lo que había sucedido realmente en la playa. Alzaba la voz de vez en cuando para explicarle cómo le habían contado que se habían encargado del jörd, para aparentar normalidad por si acaso había alguien escuchándoles. Räg apenas pronunció palabra, pero antes de que su amigo se fuese se lanzó a sus brazos, apretándole fuertemente y derramando lágrimas en silencio una vez más. Alysdr correspondió el abrazo y acarició su espalda suavemente mientras le susurraba que todo saldría bien y que no volvería a suceder.
Los días siguientes serían un auténtico horror para Räg, quién cada vez se sentía más confuso y culpable y se preguntaba cuánto tardarían los Sacerdotes en preguntarse cómo de normal era su actitud tan solo por una supuesta fobia hacia los jörd. Su amigo estaba muy preocupado pero seguía sin atreverse a mencionar demasiado sobre el tema y le frustraba no saber cómo ayudarle más.
Por supuesto no hubo celebración alguna por el cumpleaños de Rägjynn y, pocos días después de que el sanguinario cumpliese quince años, este desaparecería sin dejar rastro y sin que nadie supiese por qué, dejándolos a él y a Skjë devastados y cuestionándose si el Culto les estaba ocultando algo acerca del paradero de su amigo.
Rägjynn, sin embargo, suspiraba en ese instante: Alysdr le había tirado de la lengua al notar la sutileza en su actitud generalmente alegre y el escamas moradas había acabado acaparando inconscientemente la conversación con un tema muy diferente a lo planeado desde que se habían alejado lo suficiente del Templo. A sus amigos no les importaba, no obstante, pues sabían que aquella clase de cosas traían de cabeza a Räg, y él también los escuchaba largo y tendido cuando eran ellos los que tenían algún problema. El apoyo entre los tres jamás había sido unilateral y por eso habían trabado una amistad tan firme.
—Es que apenas puedo creérmelo a veces, ¿sabéis? —explicaba con un ligero tono de frustración—. Algunos Sacerdotes, sobre todo el Sacerdote Mayor Kerelyn, parece que estén convencidos de que yo voy a ser el próximo Väler o algo por el estilo y quieran empezar a… ¿Ganar méritos? —dedicó una mirada insegura a su compañero huérfano—. ¿Tú crees que solo son imaginaciones mías o…?
Alysdr lanzó un resoplido antes de responder.
—Tal vez hace un tiempo te hubiera dicho que sí, pero la verdad es que la actitud de algunos es… curiosa —opinó el otro chico—. No me gusta hablar mal de los Sacerdotes: hay muchos que son excelentes maestros como la señora Höd o el señor Mirdël, pero… Si me preguntas, a algunos se les ve el plumero. Las ocasiones que hemos podido verles junto a la Väler tienen una actitud de excesiva reverencia, ¿sabéis? Quiero decir, hay una diferencia en cómo la tratan respecto a los otros Sacerdotes.
—Oh, sí, entiendo lo que quieres decir —intervino Skjë—. Es tal y como dice Räg: algunos parece que quieren hacer méritos a toda costa. Pero… Estoy confusa —alzó una ceja en dirección al mencionado—. ¿Por qué crees que piensan que serás el sucesor? Vamos, no quisiera ser yo quien diga obviedades, pero no eres un escamas negras siquiera.
—Ya, sé que suena muy raro… Pero están habiendo discusiones entre los Sacerdotes últimamente —comenzó a explicar Rägjynn—. Parece que no ha nacido ningún escamas negras últimamente y la propia Väler es la más joven de su tipo. No nos lo cuentan directamente, pero no es difícil enterarse de ciertas cosas en el Templo: al parecer hacen unos cálculos que demuestran que a lo largo del tiempo los nacimientos de escamas negras han sido cada vez menos y menos frecuentes.
—Sí, dicen que son datos estadísticos o algo así —añadió Alysdr—. No es que entendamos mucho sobre eso, pero en definitiva: que les preocupa que puedan desaparecer del todo.
Skjë pareció sorprendida durante unos instantes, pero enseguida adoptó un gesto más pensativo.
—Creo que entiendo… Imagino que eso debe estar provocando algún pequeño revuelo entre las creencias del Culto.
—Sí —le respondió Räg—. Algunos parecen creer que es un mal augurio. Que la Sanación va a dejar de ofrecernos su protección y las ymres también comenzarán a marchitarse… Supersticiones así. Yo no sé qué pensar acerca de su potencial significado, pero probablemente solo sea casualidad y cuestión de tiempo de que nazca otro escamas negras. Quiero decir, no debe ser tan distinto de cuando los niños nacen con los ojos del color de su madre o su padre y cosas así…
Alysdr dejó escapar una pequeña risa.
—Ten cuidado: que algunos te acusarían de herejía por menos. De hecho, tú mismo te habrías acusado de hereje hace un par de años —le dio un pequeño codazo.
Räg se lo devolvió con una sonrisa divertida aunque ligeramente molesta.
—Ahora sé más cosas y todos podemos cambiar de opinión. Que esté relacionado con la genética no significa que no sea algo especial de todas formas.
—Lo sé, lo sé: es divertido meterse contigo —rio su amigo.
El chico le devolvió otro pequeño codazo amistoso antes de seguir.
—Pues eso es lo que pasa, Skjë: se está hablando sobre que si no hubiese ningún escamas negras para suceder a la Väler, tendrían que modificar la ley al respecto para que pudiese hacerlo un escamas moradas. ¿Comprendes lo que estaba diciendo ahora?
La chica también suspiró profundamente de forma parecida a como lo había hecho su amigo al empezar a explicarle el motivo de su frustración y le dedicó una mirada de comprensión al tiempo que ponía un brazo sobre su hombro.
—Lo que hay que aguantar… ¡Si además la Väler es muy joven! ¿Es que esperan que se muera mañana de la nada o qué? —negó con la cabeza.
—Exacto: la Väler seguramente sobrevivirá a la mayoría de los Sacerdotes, para empezar —apuntó Rägjynn—. La Sanación no quiera que le ocurra nada y pueda tener una larga vida sin problemas. ¿No es increíble que estén considerando siquiera cómo aprovechar la situación si le pasa algo?
—Eso sí que suena herético de verdad —intervino el otro chico, casi tan indignado como Räg—. Desde luego esta clase de cosas te hacen abrir los ojos. No todo es tan negro en el culto como lo pintan.
—No, y yo solo quiero que me dejen… tranquilo —continuó Räg—. Estas cosas me hacen preguntarme si la Väler se habrá sentido todavía más frustrada desde que nació. Tener las escamas negras es una bendición de la Sanación, pero con personas como estas…
No le dio tiempo a terminar la frase, porque los tres chicos se sobresaltaron debido a un estruendo repentino que surgió del océano. En realidad si hubieran prestado atención habrían podido notar anomalías en cómo se movían las aguas desde hacía un buen rato, pero absortos en su conversación no habían notado nada. Un jörd gigantesco emergió a pocos metros de la orilla, muy cerca de donde se encontraban y los tres amigos dejaron escapar un grito aterrorizados. Aunque el de Räg se cortó de repente y el huérfano permaneció paralizado en sitio cuando Skjë y Alysdr ya habían empezado a correr en dirección contraria. La chica mayor se dio cuenta de que Räg no se encontraba cerca de ellos y se dio la vuelta, gritándole que se moviese mientras corría hacia él.
—¡Vamos! —Le dio un tirón del brazo con la intención de llevárselo a rastras si hacía falta—. ¡Tienes que reacc…!
Ella también se quedó paralizada un instante cuando giró a su amigo y pudo verle la cara. La visión de Rägjynn se había tornado de color rojo poco después de la aparición de la peligrosa criatura marina. Su cerebro había tardado un instante que se le hizo eterno en procesar el motivo, y después simplemente no había sido capaz de procesar nada. Su mente estaba en blanco mientras veía el mundo a través de un tinte rojo.
Skjë se obligó a reaccionar y corrió efectivamente tirando de él en una dirección al azar, pero asegurándose de que no se acercasen al Templo ni un solo metro. Alysdr, que había estado haciendo señas frenéticamente cuando se dio cuenta de que su amiga había tenido que volver a por Rägjynn, también necesitó un instante para darse cuenta de lo que estaba pasando. Por suerte, no necesitó cruzar palabras con Skjë para ponerse de acuerdo con ella, por muy chocante que estuviese resultando la situación. A lo lejos comenzaban a oírse los primeros gritos de las personas que también habían visto emerger al jörd y muy pronto la playa se llenaría de Sacerdotes y otros conocedores de la magia.
---
—Räg…
Sus amigos lo habían llevado a un lugar apartado, rodeado por vegetación. Por suerte, la atención de casi todo el mundo estaba obviamente dirigida hacia otro lugar en ese instante y era improbable que nadie los fuese a encontrar allí por un buen rato.
El escamas moradas no se movía. Temblaba ligeramente con la cabeza dirigida hacia el suelo. Skjë y Alysdr intercambiaron una mirada de extrema preocupación mientras hiperventilaban debido al esfuerzo tras la carrera… Aunque no solo por eso. Su amigo…
—N… no —dijo finalmente de forma muy débil Räg—. ¿Por… por qué? ¿Cómo…? —lágrimas empezaron a caer por sus ojos, limpiando parcialmente la sangre que había salido disparada hacía unos minutos.
El fuerte sobresalto había provocado lo que nunca se había dado a lo largo de más de catorce años, pero su cabeza no pensaba ni en eso ni en ninguna otra cosa que no fuese el hecho en sí mismo: había expulsado sangre por los ojos.
—Escucha, Räg… Vamos a…
—¡Tengo que decírselo a la Väler ahora mismo! ¡Estoy manchado! —exclamó el afectado moviéndose finalmente sin dejar de derramar lágrimas y haciendo gestos para apartar a su amiga.
—¡No! —Le sujetó firmemente esta. Alysdr también se había acercado y ayudó a la chica a detener a su amigo. Bajó la voz antes de seguir, no obstante—. ¿Has perdido la cabeza? ¡Te enviarán a la Isla de los Sanguinarios!
—Pero eso es lo que… —comenzó a protestar Räg con la voz cada vez más quebrada—. Deberíais… deberíais alejaros de mí. Yo no…
—No —le dijo su amigo en esa ocasión con firmeza—. Te conozco desde siempre. Tú no eres ningún peligro. ¿No estábamos hablando antes acerca de cómo no todo es tan negro? ¡Bueno aquí está la prueba! Me niego a creer que merezcas que te expulsen por algo que tú no controlas.
—¡Eso es! —le apoyó Skjë—. Escúchame, Räg: esta es la primera vez que ocurre, ¿no es así?
—S… Sí —respondió sin ser capaz de mirar a la cara de sus amigos—. Yo no pensaba que… Esto no puede ser posible. Yo nunca…
—¡Bueno, pues qué más da que hayas escupido sangre una vez en quince años, por todas las ymres! No me gustó nada cuando enviaron a la condenada isla a aquel niño que apenas llevaba dos días en el Templo, ¿te acuerdas? Ni siquiera fuimos capaces de mantener una conversación seria al respecto entonces, pero ahora… No. Me niego, Räg.
—Pero… ¿Y si ocurre de nuevo? —Protestó el escamas moradas entre fuertes sollozos.
—Pues buscaremos la forma de que nadie se entere —intervino de nuevo Skjë, acercándose con un pañuelo con el que empezó a limpiar la sangre del rostro de Rägjynn—. Conoces hechizos de limpieza, ¿verdad, Alys?
—¡Ah, sí, por supuesto! Se le dan mejor a él, pero creo que me las apañaré….—El interpelado se dio cuenta de lo que debería estar haciendo y comenzó a limpiar la sangre en la ropa de su amigo mediante un hechizo.
Rägjynn no se sintió capaz de decir nada a partir de ese punto y solo hiperventilaba, temblaba y lloraba a partes iguales de tanto en cuanto. Cuando finalmente tuvieron que volver al Templo, una vez la catástrofe en la costa se había evitado alejando al terrible reptil, Skjë se encargó de explicar que se habían encontrado justo al lado de la aparición de la criatura marina antes de tener que regresar a su casa para no preocupar más a sus padres y Alysdr habló en lugar de su amigo. Mintió diciendo que Räg padecía un temor por los jörds muy profundo, aunque aparentemente no sabía hasta qué punto hasta haberse topado con uno esa tarde y que por eso se encontraba en estado de shock e incapaz de hablar. Irónicamente, aunque esto no era cierto, Räg no podía dejar de pensar en cómo había visto al enorme reptil completamente teñido por su repentina visión carmesí -desconociendo de qué color era el animal realmente-, como un sanguinario augurio grabado a fuego en su mente. El Sacerdote que los atendió se mostró comprensivo, afirmando que debía tratarse entonces de una fobia y acompañó a Rägjynn a su cuarto asegurándole que pronto le llevarían una comida caliente y que le permitirían excusarse al día siguiente de sus estudios.
El mjörní, una vez solo en su cuarto, tan solo enterró la cara en la almohada mientras toda clase de pensamientos intrusivos y caóticos pasaban por su mente. Acabó quedándose dormido hasta que escuchó como llamaban a su puerta y se levantó sobresaltado. Lo primero que hizo fue escudriñar la cama en busca de sangre y frotarse los ojos con más fuerza de la debida por lo mismo: todo estaba limpio. Con la culpa de sentir alivio se dirigió cautelosamente a la puerta y por suerte habían permitido a Alysdr llevarle la cena.
Su amigo lo consoló hablando en voz muy baja, pero evitando aun así mencionar absolutamente nada que pudiera hacer sospechar a nadie acerca de lo que había sucedido realmente en la playa. Alzaba la voz de vez en cuando para explicarle cómo le habían contado que se habían encargado del jörd, para aparentar normalidad por si acaso había alguien escuchándoles. Räg apenas pronunció palabra, pero antes de que su amigo se fuese se lanzó a sus brazos, apretándole fuertemente y derramando lágrimas en silencio una vez más. Alysdr correspondió el abrazo y acarició su espalda suavemente mientras le susurraba que todo saldría bien y que no volvería a suceder.
Los días siguientes serían un auténtico horror para Räg, quién cada vez se sentía más confuso y culpable y se preguntaba cuánto tardarían los Sacerdotes en preguntarse cómo de normal era su actitud tan solo por una supuesta fobia hacia los jörd. Su amigo estaba muy preocupado pero seguía sin atreverse a mencionar demasiado sobre el tema y le frustraba no saber cómo ayudarle más.
Por supuesto no hubo celebración alguna por el cumpleaños de Rägjynn y, pocos días después de que el sanguinario cumpliese quince años, este desaparecería sin dejar rastro y sin que nadie supiese por qué, dejándolos a él y a Skjë devastados y cuestionándose si el Culto les estaba ocultando algo acerca del paradero de su amigo.
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