Hojeando un rato los alrededores

Recuerdo del primer mensaje :

Si bien Adam se encontraba algo ocupado en su día a día con sus estudios y obligaciones, se pudo permitir un par de ratos libres para buscar hojas secas para su pareja. Ya supo del apego que los brujos tienen a su dominio y Chromsa se encontraba especialmente afectado por ello. El pegaso salió con un saco de tela a buscar en zonas donde abunden hojas, sobre todo si están secas. Eso le llevó a los jardines de la memoria donde sí que habían. Al menos se le hizo familiar el lugar ya que lo visitó con anterioridad.

Adam, con paciencia, agarraba individualmente cada hoja. A cada una le dedicaba mínimo cerca de un minuto para analizarla bien. Miraba si estaba rota, si su estructura era simétrica, si estaba carcomida y sobre todo si estaba lo suficientemente seca para que al fauno le gustase. No las recogía al azar, prefería que en un todo fuesen de buena calidad aunque le tomase demasiado tiempo.

Un ruido en las cercanías lo distrajo de su ultimo análisis, poniéndose en guardia y sacando un poco la cimitarra de su sitio aunque no la haya usado nunca.

Durante mucho tiempo había creído que nunca se volvería a descontrolar como aquella vez, pero ahora era más maduro y más consciente de lo que implicaba su naturaleza. No sentía deseos de cazar a ningún ser inteligente, pero sabía que bastaba que no pudiera comer nada más y que pasara mucha hambre para que eso cambiara y empezara a luchar contra sus instintos sin éxito. Devoss estaba muy orgulloso y feliz con casi todo lo que conllevaba su transformación, pero aquel detalle lo estaba volviendo a perturbar después de tanto tiempo. Era algo que tenía que empezar a aceptar.

Devoss escucharía con atención las respuestas de Adam, y sonreiría un poco ante sus palabras de ánimo. Podía ver que el pegaso era una buena persona, y aunque sus propias experiencias personales lo habían hecho desconfiado ya no albergaba ninguna duda sobre si era de fiar. El licántropo asintió varias veces, algo más repuesto tras terminar de escucharlo.

-Sí que fue duro y...te agradezco tu ayuda, tío... De verdad.-Le dijo al pegaso con una sonrisa, algo mejor gracias a sus palabras. Segundos después de haber confesado sus preocupaciones se había sentido estúpido e incómodo, porque igual podía haberlo puesto en un aprieto, sobre todo al ver sus ojos de horror al principio. Pero al verlo hablar tan relajado y comprensivo Devoss  dejó de sentirse culpable, sus halagos y ánimos eran sinceros y lo convencieron de que no opinaba mal de él y no lo juzgaba. Era evidente que el pegaso sabía escuchar, y que empatizara tanto con sus preocupaciones hizo que el holandés se alegrara por haberse desahogado con él.

El licántropo tigre se dejó caer desde la estatua con una sonrisa y sus piernas absorbieron el impacto con naturalidad y sin signos de daño, cerca de Adam. Era otra de las cosas buenas de su transformación. Después se giró hacia él y le dio varias palmadas en el hombro con expresión amistosa, en señal nuevamente de agradecimiento.

-¿Y de qué conoces tú a Enredo?- Le preguntó con curiosidad, pero sobre todo para cambiar de tema. Desde que lo había mencionado antes tenia en la cabeza esa duda, y esperaba que no lo hubiera conocido en un evento traumático como el suyo. El chico se sentaría en el pedestal de una estatua con los brazos cruzados, mientras esperaba la respuesta.

La sonrisa del licántropo se le pegó a Adam, sus palabras parecían haber calado en él y el pegaso se sintió muy bien por ello. Se apartó un poco de la estatua cuando vió a Devoss con la intención de bajar, la transformación desde luego que lo ha bendecido con un físico excepcional al resistir tremenda caida sin problemas.

La cercanía del chico le resultaba tremendamente agradable, agradecía la compañía de personas así. En cierto modo le recordo a Kolja, tan cercano y confiado, sobre todo por las tremendas palmadas al hombro que se llevó. ¿Pero cuanta fuerza tiene? Le hizo tambalear un poco y todo.

—¿A Enredo? Eh, bueno, se cruzó a uno de mis compañeros de casualidad y le salvó de un aprieto. Le dio su tarjeta, aquí la tengo —sacó de uno de sus bolsillos la tarjeta de su maestro, la llevaba encima siempre por si acaso. Se la mostró a Devoss—. Quise aprender de él y le pregunté, así que estoy bajo su tutela aprendiendo un poco de su oficio. Me ha dicho que a los pegasos se nos da bien la magia curativa, algo de que soy afín a ese tipo de hechizos creo recordar. Menos mal que hago más que atontar al resto cuando me tocan —dijo con una pizca de orgullo, por ese lado inconscientemente se sentía especial al resto—. Ahora estoy muy verde, pero me encantaría ayudar a la gente de por aquí con lo que pueda —confesó con una enorme sonrisa, algo tímida a ratos.

El licántropo tigre escuchó el relato de Adam, mientras una parte de él seguía atrapado en aquella fatídica noche de Luna Roja. Cuando perdió el control y tuvo que ser detenido por Enredo. Devoss se rascó el cabello con expresión seria y volvió a mirar al pegaso, intentando ignorar esos horribles recuerdos. Que Enredo estuviera ahí para ayudar a ese compañero de Adam había sido un golpe de suerte, y le quedó más que claro que el brujo de las enredaderas era cuanto menos extraño, ya que era bondadoso y esa virtud escaseaba en una ciudad tan oscura y podrida como Rocavarancolia.

-¡Pues menos mal que estuvo ahí!- Comentó con una sonrisa. Cuando llegó a la parte en la que decía ser su aprendiz y que estaba estudiando para curar a los demás Devoss no tuvo ninguna duda sobre las buenas intenciones de Adam, si es que aún había dudas. -Estoy seguro de que ayudarás a mucha gente, tío...y cuando me haga daño en una cacería ya sé a quién tendré que acudir.- Bromeó con una pequeña risa mientras observaba la tarjeta de Enredo.

Con la de monstruos, trampas mágicas, sortilegios y experimentos fallidos que poblaban la ciudad, por no hablar de sus habitantes, la profesión de médico se le antojaba más necesaria que nunca. Aún recordaba el incidente que tuvo con las hienas en su tiempo de cosechado, y sabía que de no ser por Irianna y sus hechizos ahora mismo tendría una fea cicatriz encima de su ojo. El licántropo era incapaz de hacer magia, pero podía reconocer sin problemas lo útil que era en multitud de situaciones.

Adam era un chico corpulento, y como un reflejo de ello, su forma de pegaso era grande y poderosa. Si no fuera porque lo había visto antes intentando conjurar y que le acababa de hablar sobre su afinidad a la magia curativa, habría pensado que carecía de ella, como él. Tenía la duda sobre si sería capaz de hacer muchos hechizos antes de que se cansara, pero su intuición le decía que la naturaleza de Adam era muy parecida a la de su amiga Ruth. En el sentido de no poder hacer muchos de los sortilegios recogidos en los libros, pero compensándolo con ser un portento físico. Como era demasiado curioso decidió preguntárselo.

-¿Y cuánta magia eres capaz de hacer?- Preguntó sin rodeos. -Hay gente que no la tiene cuando es un cosechado, pero luego la consigue al transformarse. ¿A ti te pasó igual?-Comentó con mucho interés, para después posar la vista unos instantes en la estatua de un cíclope con actitud regia, que portaba una armadura con pinchos amenazadores en las hombreras.

—Nah, tampoco soy la gran cosa. Solo puedo realizar hechizos sencillos pero con la magia curativa no tengo problemas, diría que se me dan bien solo esa clase de hechizos aun con la poca capacidad mágica que tengo —se le escapó una sonrisa boba por lo técnico que sonaba eso.

Recordó cuando estaba en el Torreón Silente, cuando aun no tuvo magia alguna.

—Recuerdo que fue algo raro —se sentó en un sitio libre, el primero que encontró para explicarse y relajar las piernas—. Cuando muchos de mis compañeros empezaron a manifestar su magia yo intenté hacer todo tipo de hechizos pero ninguno me salía —rozó sus dedos entre sí, con el ceño fruncido—. No llegaba a “sentir” la magia salir, pero no fue hasta pasado un tiempo que me empezaron a salir hechizos sencillos. Lo primero que hice fue levantar una manzana con un hechizo de levitación —eso le dibujó una sonrisa en el rostro.

Desde luego ese fue un gran recuerdo para atesorar, cuando levantó esa manzana por primera vez. Alcanzar un poder como tal y que se hiciese realidad, es algo propio de una película que ya tuvo al alcance de su propia mano.

—Hmmmm… —se puso pensativo por un breve momento, cruzando sus brazos—. Ahora que lo pienso tambien noto que tengo más fuerza, diría que serán efectos de la transformación. A ti te ha pasado eso tambien, ¿no? Pensé que te comerías el suelo en ese salto de antes y has resistido la caída como si nada —dijo divertido, Devoss parecía bastante poderoso físicamente hablando.

Devoss sonrió con las explicaciones de Adam, sintiéndose identificado. Él también intentó varias veces hacer magia sin efecto alguno, y aunque al principio se sintió desanimado no dejó que eso lo entristeciera y lo olvidó pronto. Después la Luna Roja le dio aquella transformación capaz de hacer cosas increíbles sin utilizar magia alguna, y no pudo estar más contento. En general se sentía bastante orgulloso y agradecido con su naturaleza, siempre que no empezara a pensar en escenarios donde pudiera perder el control, claro...

El holandés se rio cuando dijo que su primer conjuro había sido levantar una manzana, tenía sentido, pero no pudo evitar imaginarse a Adam hacerlo con una varita como si fuera Harry Potter.

-No me extraña que tengas más fuerza en humano...¡Te conviertes en un caballo gigante con alas, tío!-Exclamó abriendo mucho los brazos, como para intentar abarcar todo el tamaño que podría ocupar en forma de pegaso.

La verdad es que Adam le caía bastante bien, a pesar del poco rato que llevaban hablando. Solo esperaba que aquella ciudad no se lo llevara a la tumba por su preciada piel de pegaso. Tenía que andarse con mucho ojo en muchos sitios de Rocavarancolia. El licántropo expresó una gran sonrisa cuando Adam mencionó el salto que había hecho antes para bajar de la estatua y se levantó del pedestal con rostro emocionado.

-Si, la Luna me dio más fuerza, velocidad y todas esas cosas.- Empezó a explicarle.-Cuánta más forma de tigre tenga más poderoso me vuelvo, y es otra de las razones por las que siempre voy por ahí en mi forma animal. Porque puedo correr mucho a cuatro patas-Comentó para volver a explicar el susto que habían tenido antes con una sonrisilla de disculpa.

A Adam se le subieron los colores cuando Devoss alabó su otra forma y, por ende, su fuerza y tamaño. Le agradaban mucho ese tipo de comentarios y se preguntó si tendría muchos halagos de ese tipo si mas personas lo viesen. ¿Verían su otro cuerpo como algo admirable e impresionante? No quería pensar así pero esos sentimientos empalagosos se le empapaban en su coco, como si de un placer culpable se tratase.

Con un rápido meneo de cabeza se quitó esas ideas de la cabeza, por un lado al ser modesto por naturaleza y por otro al querer atender a la respuesta del licántropo.

—Eso mola, debes de sentirte bastante bien siendo tan poderoso físicamente. En tu otra forma me pegaste un susto terrible tengo que decir —Adam no pudo evitar reir a carcajadas, era absurda la situacion de antes—. Intenté hacer el hechizo de barrera y ni siquiera me salió. Yo no me veo tan intimidante como tú en mi otra forma, los caballos no tienen garras ni colmillos tochos aunque cuerpo me sobra.

Añadió eso último en parte como excusa para transformarse de vuelta en su otra forma. Lo tuvo fácil, no paraba de pensar en ello y solo tenía que dejarse llevar, querer ser un pegaso de nuevo.

—«Es un cambio tan natural que ni lo noto» —en la cabeza de Devoss resonarían las carcajadas del pegaso, acompañadas de relinchos entrecortados. Adam meneó la cabeza para estirar su cuello, sintiendo como si toda su vida fuese de raza equina. Poco a poco se puso al lado del licántropo—. «Devoss, antes te dije que mi piel tiene propiedades especiales, ¿te gustaría saber lo que se siente?» —el pegaso se ofreció sin tapujos, aún se acuerda de la reacción tan rara que le provocó a Chromsa. De hecho se lo tomó como un divertido experimento para descubrir más lo que es capaz su habilidad.

Devoss asintió con una sonrisa a sus halagos. Sí que se sentía bastante fuerte en su forma de tigre, si algo bueno le había traído ir a Rocavarancolia era eso y los amigos que había hecho. Cuando Adam relató lo nervioso que se puso, intentando hacer la barrera mágica sin éxito, el holandés no pudo evitar reírse. Era cierto que aquella situación había sido muy graciosa por ambas partes.

-Tú a mí también me asustaste. ¡Salté como un resorte cuando te vi!-Comentó con sinceridad mientras se rascaba con energía el cabello. Adam se volvió de nuevo un pegaso en un santiamén, y a Devoss le pilló por sorpresa exactamente igual que la vez anterior. El cambio era tan rápido y repentino que era imposible esperárselo.

Pronto empezaría a escuchar la voz de Adam en su cabeza, aunque aquello era menos extraño ya que estaba acostumbrado por algunos de sus amigos. La propuesta del pegaso no tardó en salir a la luz y el licántropo tigre lo estudió con una mirada extraña. Una parte de él quería averiguar de que se trataban esas propiedades que atontaban, como él las había descrito.

Por otra parte una duda invadía su mente. ¿Y si lo estaba intentando engañar de alguna manera? ¿Y si toda aquella amabilidad era solo una fachada como la que usó Sigrún en su momento? Rocavarancolia no solo era peligrosa por los monstruos, también por sus habitantes, que eran monstruos mucho peores. Devoss se cruzó de brazos indeciso, sin saber qué hacer y mirando de vez en cuando los grandes ojos del caballo. Pero pensándolo detenidamente no lo veía capaz de algo así, no le habría contado el peligro que conllevaba ser un pegaso si fuera un psicópata. No habría sido tan inocente.

-Vale, quiero probar.- Le contestó con una sonrisa y alzando la mano. El holandés la acercó al ancho cuello del caballo, y tras unos instantes de vacilación procedió a tocarlo. En cuanto lo hizo, todas las dudas que pudiera tener se desvanecieron. Una sensación de felicidad recorrió su cuerpo, como una ola de energía positiva. Devoss soltó una exclamación de sorpresa y sin querer apretó un poco más de la cuenta el cuello del pegaso, como si no quisiera soltarlo nunca. Era una experiencia similar a las que tenía las noches de Luna Roja, pero a la vez era diferente. No le producía una sensación de poder o libertad. Sólo una alegría infinita.

Devoss fue consciente de que el contacto estaba durando demasiado, y no sin esfuerzo se separó de Adam. En cuanto lo hizo la realidad volvió a ser la misma de antes, y al holandés se le antojó mucho más triste y gris. Reprimió el deseo de preguntarle si podía probar de nuevo.

-Creo... creo que entiendo por qué tienes que tener cuidado.-Dijo únicamente, mientras aún se miraba la palma de la mano con expresión ausente.

Obviamente Devoss, de primeras, no parecía muy dispuesto a tocar su piel. Entendió la desconfianza del ciudadano y Adam quiso expresar que no pasaría nada malo pero el licántropo finalmente se animó. El pegaso se intentó concentrar, ver qué podría sentír él mismo también sobre el efecto en sí. Sintió la mano tocarlo y nada más, parecía ser que no tendría control alguno, no sentían nada más aparte del tacto.

La expresión de Devoss, sin embargo, lo dijo todo. Le estaba afectando y no de forma suave como era de esperar, ¿cómo se sentiría? Parecía genuinamente feliz. De pronto y tras un largo rato, el licántropo apretó más de lo normal, demasiado para el gusto de Adam. Como si el tiempo fuese eterno, el pegaso cerró los ojos, algo angustiado de ese agarre.

Ya por fin lo soltó y Adam, como acto reflejo al rechazo que le dio que le tocasen así en su cuerpo equino, volvió al instante a su forma humana y se agarró el cuello donde lo tocó. Obviamente no sentía nada de dolor, ni siquiera de presión pues su cuerpo humano no lo habían tocado. Con unos sudores fríos miró a Devoss y sus palabras lo calmaron, no parecía que lo hubiese hecho a propósito.

—Buff… ¿Cómo se sintió? N-no te preocupes, no es nada —añadió al final cuando se percató que aun siguió con la mano en su cuello, quitándola de inmediato.

Devoss siguió mirándose la mano, como si en ella estuvieran todos los secretos del universo. Su mente aún no se encontraba en aquel lugar, si no en aquella sensación que le había provocado el contacto con el pegaso. A los ojos del licántropo la realidad era ahora más triste, fruto de la tremenda explosión de éxtasis de hacía solo unos segundos. Por suerte, empezaba a desprenderse de aquel bajón emocional conforme se acostumbraba a la verdadera existencia y volvía poco a poco a la normalidad. Finalmente las palabras del chico lo sacaron del bucle de pensamientos del que era presa, y el holandés alzó la vista visiblemente aturdido.

-¿Qué has dicho?-Preguntó con una expresión confusa en el rostro. Solo había llegado a escuchar su tono de voz en la lejanía, tan absorto como había estado. Pero en cuanto lo vio frotándose el cuello el licántropo ató cabos sobre lo que le había querido decir, y abrió los ojos como platos por la sorpresa y la culpabilidad. ¿De verdad le había apretado el cuello? Ni siquiera se acordaba de haberlo hecho. -¡Perdona, Adam! No ha sido mi intención, tío. No sabía que...que te estaba haciendo daño.-Se disculpó torpemente mientras se acercaba un poco a él.

El licántropo tigre se sintió bastante arrepentido por haberle hecho pasar un rato tan malo, aunque fuera sin querer. Ese poder suyo era verdaderamente increíble y tenía todo el sentido del mundo que tuviera que ocultarlo. Rocavarancolia era una ciudad construida con la materia del dolor y el pesar. Si lo pensabas de esa forma, la felicidad era el mejor recurso que uno podía obtener. Y Adam podía otorgarla.

-Me he sentido...bien. Increíblemente genial...-Contestó algo incómodo por la situación de antes con el cuello del pegaso y por confesar todo aquello. Había sido una experiencia completamente fuera de su control, y se sentía algo avergonzado de ello. -Que estoy diciendo... Nunca me había sentido tan feliz en mi vida.- Rectificó mientras intentaba ordenar sus recuerdos, para darle una respuesta clara a Adam. Devoss se pasó la mano por el pelo para echar un mechón hacia atrás, y siguió hablando algo nervioso. -En cuanto te toqué fue como si un torrente de felicidad me hubiera invadido. Solo estaba esa  felicidad y yo... Ni siquiera era del todo consciente de que estabas a mi lado. ¿Es eso normal? Es que ha sido muy raro, tío...- El holandés volvió a sentarse en el pedestal con paso apresurado, más confundido que antes. Después se inclinó hacia adelante, con los codos apoyados en sus piernas y las manos entrelazadas para servir de apoyo a su barbilla -Y perdona de nuevo por el apretón, ni siquiera sabía que lo estaba haciendo.- Dijo con la vista perdida en el suelo y el ceño fruncido.

El licántropo parecía muy enfrascado en sus propios pensamientos, mirando la misma palma con la que lo tocó. ¿Sería similar al efecto de tocar un unicornio? Adam recordó como se le desvanecía todo sentir pero en ese caso Devoss tuvo que haberse caido al menos, estaba ante todo intrigado por la respuesta de quien tuvo enfrente.

—¡No, no ha sido daño! Ni siquiera me duele, de verdad no te sientas mal —intentó calmar al ciudadano levantando sus palmas, implorando que le quite importancia.

Bajó poco a poco sus manos, enfocadísimo en lo que Devoss respondió ante el tacto de su piel de pegaso. El ruso parpadeó rápido, con la mirada perdida y con una intriga muy grande por la respuesta. Sabía lo de la felicidad pero no sabía que era tan fuerte, tan fuerte como una droga. Miró sus palmas, imaginando el sentimiento. Normal que no lo quisiera soltar, y tal y como el propio Devoss dijo era rarísimo.

—No, no te preocupes —reiteró de nuevo. Comenzó con una sonrisa culpable—. Aunque no lo parezca, me has dado una información muy, muy valiosa. Ahora entiendo el por qué puedo ser perseguido por otros ciudadanos —se le escapó una ligera risa, casi como si fuese exhalada de su interior de un solo gesto. Miró a Devoss a los ojos—. Dejando eso de lado, tampoco es una habilidad tan mala si lo ves por el lado bueno, al menos te hice inmensamente feliz por un breve momento —Adam sin miedo ni dudas se acercó al holandés y le apoyó la mano en su hombro, entendiendo que se agobió un poco—. Y eso de antes no fue tu culpa, son sentimientos fuertes y ya que te… han distraído por un momento. No te guardaré rencor por esta tontería.

Adam, en un intento de probar algo pendiente, se apartó un poco del licántropo y en una planicie se preparó. Recitó el hechizo que tuvo memorizado y con la mente clara, decidida a hacerlo, hizo de una buena vez el hechizo de barrera con éxito.

—¡Bien! ¡Ahora sí, ya estoy en paz! —por esa tontería se le escapó otra risilla, mirando de vez en cuando al holandés reflejando que nada arrastraba del apretón de cuello prefiriendo dejarlo ir y aferrarse más a la buena relación que estaba teniendo con él.

Con los reiterados comentarios de Adam diciendo que no se preocupara por su cuello, Devoss asintió con la cabeza algo más tranquilo. Cuando recordaba cómo perdió por primera vez el control en su forma de tigre, algo se le removía por dentro. Un miedo puro y primordial a ser esclavo de esos instintos. Que le hubiera hecho un poco de daño a Adam sin querer le provocaba casi la misma sensación de culpabilidad e impotencia.

Por otro lado se alegró de que aquel experimento le hubiera sido de utilidad al pegaso. Ahora sabía mucho más de los efectos de su piel, y por qué podía ser perseguido. El licántropo no estaba de acuerdo con él en que esa habilidad suya no fuera tan mala, ya que pensaba que acarreaba muchos riesgos. Y dónde él había sido capaz de apartarse de ese contacto otros podrían no querer hacerlo. Sin embargo prefirió no decirle nada.

-Gracias, Adam. Tienes razón.- Le dijo con una sonrisa cuando le puso una mano en el hombro para tranquilizarlo. El chico se levantó mientras miraba con ojos traviesos el intento del pegaso de hacer esa dichosa barrera mágica que se le resistió antes. Y saltó entusiasmado con el puño hacia arriba cuando lo consiguió.-¡Genial! ¡Te ha salido a la primera!- Exclamó entre risas.

Tras estar un rato más conversando Devoss le daría un apretón de manos para despedirse de él. Se le hacía tarde y aún no había cazado siquiera.

-Vivo en la sede, así que si necesitáis algo tus amigos o tú, pásate por allí.- Le informó con una sonrisa de oreja a oreja agarrándolo todavía de la mano.-¡Y gracias por escucharme! ¡Y cuidado con la ciudad, tío!- Advertiría algo más lejos de Adam, mientras se marchaba. Tras eso se convertiría en tigre ante sus ojos y saldría de allí a toda velocidad. Salivando de sus mandíbulas, con la única idea en mente de buscar a su próxima presa.

Aquel día en el que no esperaba grandes novedades había conocido a un nuevo habitante de la ciudad que no tenía malas intenciones. Los años en Rocavarancolia lo habían hecho desconfiado con los desconocidos, y tenía que serlo. Pero con el tiempo y con más charlas con Adam, supo que había hecho un nuevo amigo con el que contar.