Regla nº3 del buen héroe

Era mediodía. Adam y Chromsa acababan de salir de Serpentaria e iban a la cercana plaza de la fuente. Al ochrorio le pareció un tanto curioso como desde que llegaron a la ciudad no habían hablado apenas con otros ciudadanos y ahora ya estaban haciendo buenas migas con varios. A Kirés al menos ya lo conocían, pero con Erknest literalmente se habían encontrado hacía una semana y ya les había comentado que quería verlos de nuevo. Ese era el motivo por el que se dirigían a la plaza. Antes de marcharse del encuentro con los de Sendar, les había citado hoy en ese lugar, aunque no les había dicho el motivo exacto.

Tardaron muy poco en llegar. Ver de nuevo la fuente le trajo recuerdos del primer día y le comentó a su pareja después de un pequeño suspiro: -Parece que fue ayer cuando todos estábamos aquí escuchando el discurso de bienvenida, ¿verdad?- No tardó en fijarse que sentado en el borde de la fuente ya les estaba esperando el caballero y, al verles, se incorporó para darles el encuentro. El ochrorio fue el primero en saludar: -Buenos días Erknest, ya estamos aquí.-

El chico le respondió con su habitual "entusiasmo": -¡Ajá! Veo que habéis decidido acudir a mi llamada. ¿Tuvisteis suerte ayer buscando a vuestros compañeros?-

Como no salieron tan temprano, Adam decidió arreglarse un poco para la ocasión de ver de nuevo a Erknest. Usando bastante agua se acomodó el pelo en una cola de caballo, teniendo la suerte de tenerlo tan largo como para que pocos mechones quedasen sueltos. Usó como ya era costumbre ropa larga, para ser discreto con sus plumas. Aunque parecía algo más joven que él, el pegaso no quería causar mala impresión con una apariencia desaliñada.

Incluso en el momento en que concordaron encontrarse en ese lugar, a Adam no le hizo demasiada gracia. Decidió no interponerse ante los deseos de Erknest pero la plaza de la fuente no hacía sino traerle malos recuerdos: Setenta y Siete, la huida repentina del ruso al escuchar a otros cosechados hablar su idioma de repente... Chromsa le comentó al respecto y sacó un poco de su lado bueno al lugar, es cierto que toda su aventura empezó ahí mismo.

—Si, cierto. Pero este lugar me da escalofríos… —no pudo callarse eso al tener fresca la imagen del lagarto, suspirando. Lamentó haber dicho eso, negando con la cabeza—. Me estoy yendo por las ramas, siento haber sacado eso.

Siguió disculpándose hasta que vieron al caballero sentado en la fuente. Con media sonrisa cortés saludó.

—Buenas Erknest —acompañó al saludo de su pareja. Erknest hizo una pregunta y Adam no sabía como responderla sin sonar demasiado negativo—. Bueno, aún no sabemos nada y de Reina tampoco. Pero tarde o temprano tendremos pistas sobre su paradero, no deben de andar tan lejos… supongo.

Ante la respuesta del pegaso, Erknest se cruzó de brazos mientras contestaba: -Vaya, es una pena escuchar eso. Pero justo como dices, con suerte no tardarán en aparecer. Tampoco es que esta ciudad sea tan grande como para que nadie los vea en algún momento.-

Aunque esperaba la respuesta por aquellas palabras, Chromsa le preguntó: -¿Y tú? ¿Has tenido más suerte?-

Juntando su exageración de movimientos con cierto pesadez en sus palabras (hay quien vería el tono forzado, pero por su peculiar personalidad lo más probable es que fuera en serio), el caballero respondió: -He buscado por cada rincón y lugar escondido, pero me temo que no ha aparecido ni una sola pista de su paradero. Tal vez podría pedirle al anciano uno de sus cachivaches para buscarlos, aunque no se yo si con el genio que tiene...-

Al margen de la curiosidad por saber de quien estaba hablando, el ochrorio se fijó en como mientras hablaba, el Caballero Ciervo se pellizcaba los bigotes mientras pensaba en ello. Y no solo eso, también se estaba recolocando bien un adorno hecho de cuentas y una pluma que le colgaba del casco cerca del lateral izquierdo de la cara. En el criterio del brujo, no desentonaba del todo con su "armadura" y le quedaba bien, pero... La pluma, ahora que se fijaba más, ¿no era la que le había dado Adam cuando se conocieron?

Adam, en el fondo, veía venir la respuesta de Erknest. Aunque bienintencionado, el pegaso estaba muy dudoso de la efectividad de la búsqueda realizada por el caballero. Tampoco quería juzgarlo, decidiendo negar esos pensamientos.

—Tranquilo Erknest, agradecemos que aportes tu ayuda en todo esto. Entre todos seguro que… que… —Adam se paró a ver ese adorno que decoraba su casco. En cuanto identificó al pluma, su pluma, se puso casi tan blanco como ésta. Es inconfundible: es suya. Aquel chaval estaba paseándose con una de sus plumas como adorno. El corazón le daba tumbos inspirando con mucha fuerza antes de acercarse y prácticamente arrancar su regalo con un tirón seco, rompiendo el adorno en el proceso y cayendo todas las cuentas al suelo. Dedicó a Erknest una mirada con el ceño arrugado, mezclado enfado con preocupación.

—¡¿E-en qué estabas pensando?! ¡¿Qué es lo que no entiendes acerca de que estoy en peligro tío?! —se llevó las manos a la cabeza, alucinando por lo imprudente que fue Erknest. Procedió a dar vueltas sobre sí mismo—. T-te estás poniendo en peligro y probablemente a mí también, mierda. ¿Por qué no lo vi venir? ¡Debes d-de tener cuidado! Me da miedo que…

Se paró a ver la pluma y los restos del colgante. Eso provocó que se calmara un poco, sintiendo culpa por haber roto el adorno.

—Yo… solo me preocupé. He leído en un libro que las plumas de un… pegaso son valiosas, muy valiosas. Ibas con una diana en la cabeza, ¿entiendes? —le advirtió más calmado. Suspiró angustiado—. Lo siento, me he acelerado… Por favor, piensa antes de hacer cosas como ésta. —mientras observaba a Erknest con una mirada menos dura pasó su vista brevemente en Chromsa, haciéndole entender que deseaba apoyo de su parte.

La reacción instantánea de Adam al ver el adorno le confirmó sus sospechas y no le extrañó en absoluto la regañina que le dio. El ruso se estaba esforzando todo lo posible en ocultar su transformación y aquello podría haber causado muchos problemas para todos. Aun con todo, sí que se preocupó de ver a su pareja así, no recordaba ningún momento en que hubiera estado con aquella mezcla de enfado y preocupación.

El que no se espero nada era el propio Erknest, que seguía hablando para si mismo y no se dio cuenta de que el pegaso se había acercado hasta que lo tuvo delante de sus narices. -Perdona, ¿qué...?- intentó preguntar antes de que su adorno se deshiciera al caer. Sorprendido, miró a los restos de su artesanía (no era muy buena antes de que acabara en el suelo y seguramente en parte fue por eso que se rompió) antes de mirar a Adam para pedirle explicaciones, pero las palabras del ruso se lo impedían. Intento varias veces contestarle, pero solo llegaba a levantar el índice y abrir un poco la boca antes de que lo siguiente de la regañina le pesara aun más como para añadir algo.

Ya algo más calmado, Adam buscó a Chromsa con la mirada y el ochrorio se acercó para apoyarlo, todavía preocupado pero manteniendo la tranquilidad: -Está en lo cierto. Entiendo que no era tu intención, pero ir con una pluma suya tan tranquilo puede ser peligroso. Algunos tal vez no, pero si alguien está buscando alguna seguro que puede identificarla y podría encontrarle si busca un poco.-

Erknest escuchó a los dos reflexionando sobre aquello y les contestó: -Yo... Tenéis razón, ha sido impropio de un héroe lo que he hecho. No quería ponerte en peligro, por supuesto. Es solo que me había parecido que quedaría chula en el casco y... Bueno, lo que quiero decir es que tendré más cuidado, lo siento. Y te doy mi palabra de caballero de que ha sido hoy cuando lo he terminado. He estado fuera diez minutos como mucho con él puesto y no había ni un alma por donde he pasado.-

Aun con su forma tan extravagante de hablar, Chromsa podía notar que las disculpas iban en serio. El daño estaba hecho, pero al menos si lo que decía era cierto habían tenido suerte y todo quedaría en un susto. -Menos mal. Es un alivio que lo entiendas.- comentó son una leve sonrisa para calmar la situación. Miró de nuevo a las cuentas y la pluma que seguían en el suelo. La verdad es que no le quedaba mal, pero no podía llevarla así como así siendo de verdad... -Creo que se me ha ocurrido algo- mencionó algo animado mientras se acercaba una de las hojas. Cuando la tuvo delante, empezó a darle forma mentalmente (aunque por costumbre movía ligeramente la mano siguiendo los pliegues) hasta que la asemejó a una pluma. Llevaba poco practicando, pero el resultado estaba bastante bien. Cuando la tuvo lista, conjuró un hechizo de cambio de color para darle un tono blanco, aunque con matices amarillos en la punta. Cuando terminó, la hizo moverse hasta que acabó en las manos de Erknest. -Así creo que todos estamos a salvo. Espero que te guste.- dijo con una sonrisa.

Agradeció mucho que Chromsa lo apoyase. Mientras su pareja hablaba Adam abrió su palma de nuevo, observando su pluma ya algo rota y desordenada por el fuerte agarre con el que se la arrancó del adorno a Erknest. Alzó la mirada para escuchar al caballero ciervo, quien le dio la razón. No era para menos pero no estaba acostumbrado a regañar a nadie.

Chromsa aportó haciendo con una habilidad de la que nunca fue testigo una pluma con una de sus hojas, cambiando su color con un hechizo para que sea blanca.

—Tranquilo. Quizás haya reaccionado de más. Lo único que quiero es que… nadie se meta en problemas por mi culpa. Te compensaré por el adorno, aunque sea con dinero —admitió avergonzado por haber alzado la voz de aquella manera y romper su accesorio. Inspeccionó la nueva pluma de cerca—. Vaya, se te dan bien las manualidades. Quizás te pida algo en un futuro —dijo a Chromsa admirando sus habilidades artesanales. No era de extrañarse, la talla de su pequeña familia que hizo en su día le quedó muy bien.

Adam se sentó en el borde de la fuente, dejando su pluma a su lado.

—Por cierto Erknest, entiendo que nos has reunido hoy por algo. ¿De qué nos quieres hablar? —preguntó guiado por la curiosidad.

El caballero miró con curiosidad unos instantes la hoja convertida en pluma para después mirar al ochrorio y decir: -Vaya, es un trabajo magnífico. Muchas gracias.-

Chromsa aceptó el cumplido, aunque cuando se sumó Adam no pudo evitar ponerse ligeramente colorado. -Gracias. Todavía no he practicado demasiado, pero ten por seguro que estaré encantado de hacerte la figura que quieras- le respondió con una sonrisa animada. Si ya de antes tenía interés por aprender a moldear sus hojas, ahora tenía un motivo más para esforzarse.

Ante las palabras del ruso, Erknest no tardó en aclarar: -¡No, no, por favor! Entiendo perfectamente tus motivos, yo no podría dejar que a alguien le pasara algo malo. Los materiales los encontré en su momento por las ruinas y aparte mi honor de caballero no me permitiría aceptar tu dinero cuando lo necesitas más que yo ahora mismo. Al fin y al cabo, no lleváis ni tres días como ciudadanos.- Mientras hablaba, aprovechó para recoger las cuentas del suelo y las guardó junto con la hoja.

Chromsa se puso al lado de Adam, aunque decidió quedarse de pie. -Cierto. Ayer no nos dijiste que querías contarnos- se sumó a la pregunta del pegaso.

El Caballero Ciervo retomó entonces poco a poco sus poses y tono habituales para responderles: -Por supuesto, claro. Veréis, como caballero de la justicia me esfuerzo día a día por proteger a los ciudadanos del mal que acecha a cada esquina de esta ciudad y siempre cumplo con el código del héroe. Aunque, ha decir verdad, desde que llevo a cabo esta incansable tarea nunca he tenido la suerte de encontrar una cosa indispensable. Y por eso os he reunido aquí hoy.- Después de una pausa dramática, los señaló con el dedo continuando: -¡Quiero haceros una importante propuesta! Desde que os conocí he podido ver que sois puros de corazón y que no dudáis en ayudar al prójimo. Es por eso que os pregunto, ¿querríais ser mis escuderos? Al fin y al cabo, todo buen héroe necesita ayudantes en sus andanzas y creo que nos vendría bien a todos contar con el apoyo del otro.-

El brujo no tenía muy claro que pensar de aquella forma de hacer la propuesta, aunque ya empezaba a acostumbrarse a su particular expresión. Quitando eso, si que consideraba que la petición no era mala. No es que alguna vez hubiera imaginado ser escudero de un héroe o algo así, por una ayuda mutua les vendría bien para adaptarse a la ciudad y además Erknest le caía bien. Igualmente, antes de opinar miró a Adam para escuchar lo que pensaba al respecto.

Adam se inclinó hacia delante, escuchando los motivos de Erknest al reunirlos tanto a él como a Chromsa. En cierto modo, el caballero era todo un rayo de luz que se superponía a toda esa teatralidad y movimientos extravagantes. Sus actuares son puros desde luego y que la ciudad haya tenido en su seno a alguien tan bueno demostraba que en Rocavarancolia puede haber bondad de sobra.

Cuando los señaló, el pegaso alzó las cejas sorprendido y halagado por hacerse de notar por un ciudadano por su ‘corazón puro’ tal y como dijo Erknest. Ser su escudero no sonaba mal. De hecho parecía una oportunidad de oro para estar al lado de aquel veterano y aprender de la ciudad.

—Bueno, aunque justo ayer acepté estudiar medicina con el señor Enredo puedo comprometerme a ser tu escudero. Nos puede venir muy bien, así nos integraremos mejor en la ciudad y te ayudaría en lo que esté dentro de mis posibilidades. —dijo el pegaso dando el visto bueno la propuesta de Erknest. Sin embargo, tenía una pequeña duda con su pareja. Giró su cabeza para preguntarle algo—. Oye Chromsa, ¿aceptarías venir conmigo para ayudarlo? No sé si podrías por tu familia, tendrías que dar muchos paseos de mundo a mundo.

-Ya veo. Conozco su clínica y, aunque no he tenido el honor de coincidir con él, su labor es digna de admiración.- comentó en respuesta al ruso, con ánimos más altos después de que aceptara provisionalmente su propuesta.

Justo a la vez que Chromsa giró la cabeza se topó con la mirada del pegaso. Parecía que ambos habían tenido la misma idea. Sabiendo ahora lo que él opinaba, respondió: -Pues la verdad es que también me parece buena idea. Es justo como dices, es una buena oportunidad para ir formando parte de la ciudad e ir aprendiendo. Y sobre lo de mi familia, creo que ya hemos hablado de lo que seguramente haga. No sería ningún problema hacer tantos viajes, encontraré el modo de organizarme.- La verdad es que el ochrorio todavía no tenía claro cuando iría a visitarlos. Quería acostumbrarse un poco a sus nuevas capacidades antes y además todavía tenía miedo de lo que pudieran pensar al verlo así. Tenía pensado ver cómo se encontraban y, en el caso de que estuvieran bien, entonces no tendría problemas en ir y venir de la ciudad para visitarlos de vez en cuando. Miró a Erknest para confirmarle: -Así que sí, estaría encantado de ayudar en lo que pueda. Aunque, ¿qué es lo que haríamos exactamente?-

Al caballero se le iluminó la cara ante la contestación y daba la sensación de que iba a saltar cambiando de pose en cualquier momento, aunque las preguntas hicieron que se relajara. -Claro, es una pregunta lógica, entiendo que tengáis dudas.- comenzó a explicar. -Como escuderos, os daré todo el apoyo que os haga falta para que podáis acomodaros a vuestra nueva vida. Por supuesto, también necesitaré vuestra ayuda de vez en cuando con algunos encargos y demás hazañas propias de la profesión. Mientras sumamos más proezas para las canciones a nuestro honor, haré lo que esté en mi mano para que seáis unos ciudadanos ejemplares de Rocavarancolia.- Hizo una pequeña pausa y, mirando a los dos, preguntó: -¿Y bien? ¿Seguís aceptando el puesto?-

El pegaso al ver que su pareja estaba también a favor de acompañarlo le sonrió como respuesta, tranquilo al saber que ambos se dedicarían juntos a su primera labor en la ciudad. Cierto es que Erknes escogió ser algo ambiguo con lo que era la función de sus escuderos pero fue lo suficientemente convincente como para que Adam asintiese sin dudas.

—Sí, nos gustaría ser tus escuderos. De hecho, yo estoy entrenado en el uso de escudos por si sirve de algo —soltó riéndose un poco por su propio uso de terminología escudil. Analizó con la mirada los gestos del caballero quien reaccionó muy contento por ello y era curioso lo mucho que se asemejaba a un ochrorio aunque fuese humano, o por lo menos parecido a las descripciones que alguna vez Chromsa le dijo—. Esto… Erknest. Entiendo que el hecho de que estés aquí viviendo en Rocavarancolia quiere decir que te convencieron. ¿Por qué motivo quisiste venir? Si no es molestia mi pregunta, claro— decidió preguntar para conocer más a quien debía proteger.

Chromsa tenía que reconocerle que, quitando sus exageraciones, el Caballero Ciervo sabía venderse, o al menos lo hacía con el entusiasmo suficiente para que hiciera efecto. Adam fue el primero en responder y, en realidad, ya había aceptado la propuesta por ambos. Igualmente, después de reír con la broma del ruso, añadió: -Sí, sería estupendo. Tiene que ser bastante emocionante y un poco de ayuda nunca viene mal.-

Con ambas respuestas, y aunque era complicado de diferenciar por su actitud de normal, Erknest no pudo ocultar su felicidad. -¡Perfecto! Este día se recordará como el día en que el grupo del Caballero Ciervo nació. Tened por seguro que nos espera la gloria, mis queridos escuderos. ¡Ja,ja,ja,ja!- decía totalmente animado.

A Chromsa le alegraba ver de tan buen humor (si es que era posible que estuviera mejor aun) a su nuevo mentor. Debía ser importante para él que ambos quisieran tener ese cargo, aunque tampoco es que supiera tanto del código del héroe que había mencionado el caballero como para saber si era un motivo de tanta celebración. -(¿Y que clase de tareas nos va a encargar? Todavía somos novatos, no podríamos hacer nada parecido a lo que contaba en el mercado. Imagino que será algo más sencillo.)- se preguntaba con ilusión por el primer trabajo que harían en el futuro. Con la pregunta de Adam, se sumó a la curiosidad de saber más del héroe: -Cierto. ¿Cómo llegaste a la ciudad?-

La pregunta lo cogió por sorpresa y ambos notarían la perplejidad de Erknest por unos instantes antes de ofrecer una respuesta. -Claro, es normal que queráis saber como empezaron mis andanzas por aquí. Resulta que era de noche cuando un chaval muy elegante y un poco mayor que yo apareció en mi habitación. Me dijo que de donde venía sabían que estaba destinado para grandes cosas y me habló de una ciudad llena de maravillas en las que tendría todas las aventuras que un caballero podría desear. Era obvio que con una propuesta así no podía negarme y firmé el contrato. Al instante, aparecí justo aquí y desde entonces he luchado por la justicia en Rocavarancolia.- fue explicando dramatizando algunos puntos. En cuanto acabó, preguntó: -¿Y qué hay de vosotros, también buscabais lo mismo? ¿Os trajo el hombre elegante? Hace tiempo que no lo veo.-

El pegaso escuchó atentamente todas las respuestas de su nuevo mentor. Recordó que le dijo que vivía en Italia y pensó en lo mucho que debe esforzarse el cosechador para convencer a tanta gente en tan poco miento, aunque la mitad fuesen cosas muy ambiguas para facilitar el trabajo tal y como le dijeron sus compañeros. Cada uno tiene sus motivos pero el suyo es muy curioso, todo acerca de vivir aventuras propias de un caballero. Adam comprendió en parte lo que ofrecían los cosechadores, te ofrecían la liberación de tener lo que más deseas a cambio de poner tu vida al límite. ¿Siquiera está bien eso? ¿Convencer a jóvenes e incluso niños para que vengan aquí a jugarse el pellejo por un sueño inalcanzable en su hogar?

—A mí no me recogió ese hombre, fue una mujer aparentemente normal — se rascó el mentón, recordando aquella noche—. Estaba acompañada de… cosas vivas hechas de madera. La sensación que tuve a mi alrededor era de irrealidad, como si fuese un sueño. Me prometieron una nueva vida, un escape de mis errores del pasado —su semblante se tornó serio, bajando la mirada y soltando un largo suspiro—. No buscaba nada en particular. Escogí venir para hacer borrón y cuenta nueva con mi vida y no me arrepiento de haber venido aquí —alzó la mirada para regresar a tener color en su rostro y mirar a Chromsa con calidez—. He tenido buena compañía, desde luego.

Regresando a mirar a Erknest se incorporó para estirar las piernas y recolocarse un poco el pelo recogido, arreglando los pelos sueltos.

—¿Y cual será nuestra primera tarea como tus escuderos? ¿Tienes ya algo pensado para nosotros? —pregunto con bastantes ganas de movimiento, la animada personalidad del caballero era contagiosa.