Al otro lado de la calle

Los sendarios volvían de Maciel por un camino diferente al que habían utilizado para llegar. Habían tenido que sortear a la ida a unos pájaros carroñeros bastante amenazadores, que se alimentaban, con ayuda de un pico aserrado, del cadáver de algo parecido a un buey de dos cabezas. Gracias al mapa, encontraron un camino que no les robaría mucho más tiempo y evitaron volver a ver a aquella bandada dando un rodeo, pero pasaron mucho más cerca de los refugios para transformados. Algo que todavía no sabían.

—Ojalá nuestro torreón estuviese por aquí —comentó Ulmara, con nadie en concreto—. Las calles tienen buen aspecto y dan mayor sensación de seguridad.

Precisamente por eso, la cercana caminaba con la guardia más baja que de costumbre.

La bruja había quedado con Enredo aquel día, y tal vez por eso iba vestida con menos parafernalia que de costumbre. Le gustaba ir cargada con brazaletes, collares y demás joyas metálicas, pero no iba a ponérselas para ir a ver a un amigo a su casa, y menos cuando tenía la confianza que tenía en el brujo. Iba vestida con unos pantalones y una camiseta básicos, bastante cómodos, y obviamente no se había quitado los piercings. Llevaba uno en el puente de la nariz, dos en el labio inferior (uno a cada lado) y unos cuantos en las orejas, incluyendo una barra industrial y uno en el tragus en la izquierda. Llevaba el pelo recogido en un moño bajo, adornado con un palillo para el pelo de metal. Su arco colgaba de su espalda, porque aunque llevara ya años viviendo en la ciudad y se sintiera más segura, Yttria no era idiota y sabía que cualquier cosa podía salir a intentar matarla. Y aunque pudiera hacer magia y siempre estuviera rodeada de cosas metálicas (incluyendo su brazo izquierdo) para tener cerca su dominio, llevar un arma encima nunca estaba de más.

No tenía mucha preocupación por encontrarse con nada aquel día, de todas maneras, y lo último que esperaba era encontrarse con un grupo de cosechados frente a frente en aquella zona de la ciudad. «¿Qué cojones estáis haciendo aquí? ¿Y cómo tengo yo tan mala suerte de que paséis por aquí justo hoy?». Ahora no tenía forma de ir por otra calle y evitarlos, porque ya la habían visto, y seguramente la seguirían. Siguió su camino más tensa de lo normal, rezando para que no quisieran hablar con ella y la dejaran en paz, cosa que asumía que no iba a pasar. «Me cago en todo, joder», pensó, preparándose mentalmente para las preguntas que le iban a caer y para forzar una sonrisa en cuanto le hablaran.

-Sería más agradable mirar hacia afuera sí. -La arquitectu... -Se cayó súbitamente al visualizar a la humana cubierta de piercings. Al principió se preguntó si era cosechada pero al verla tensarse e intentar escabullirse de ellos sin más y ver sus extraños rasgos y su brazo metalico empezó a creer bastante que no era el caso.

-Buenas tardes. -La saludo sin más de manera amable y algo respetuosa.

Estaba genial poder desviarse de la ruta usual, incluso aunque fuera para esquivar a unas bestias voladoras, ahora que tenían en su poder mapas para volver al refugio, incluso aunque datasen de una época anterior en que la ciudad estaba aún en buen estado. No obstante, la zona por la que se desviaron aquel día podría perfectamente aparecer con detalle en alguno de sus mapas, porque estaba en bastante mejor condiciones que el barrio donde vivían ellos.

El nombrado caminaba pensando en tomar nota sobre las aves y en lo mucho que añoraba el rebaño de su ciudad cuando se fijaron en algo que había un poco más adelante en su misma calle. Alguien, mejor dicho. ¿Una cosechada? Parecía una humana joven, y no había nada en ella que diera a entender que no lo era.

Nery's se acercó y le habló directamente, aunque pudieron ver que la chica llevaba un arco, otro brazo extraño como el de la irrense del otro grupo (¿pero por qué tendría ella uno así?), y que parecía algo tensa (no era para menos). Ellos también iban armados, no lo escondían, pero si era de otro grupo ¿por qué iba sola? Si era como ellos y conocía la magia y se apañaba suficientemente bien como para explorar la ciudad por su cuenta, mejor mantener la calma.
—Hola, ¿eres de otro grupo de cosechados? —le preguntó Pefka lo más agradable que pudo.

Después de la caminata a Fleur comenzaba a pesarle el arco, pero por suerte no tuvo que tensarlo ni nada parecido tras toparse con unos pájaros peligrosos. Tenía en gran estima a Pefka pues era un buen maestro, así que mejoró bastante con el paso de las semanas y meses, pero no creía ser capaz de disparar a nada y arrebatar una vida ni en una situación de vida o muerte. Por eso agradeció el rodeo que estaban dando.

Sin embargo encontraron otra sorpresa, una chica humana que al igual que ella portaba un arco a su espalda. Fleur escuchó a sus compañeros con atención, igual solo estaban tanteando pero Fleur no creía que fuera una cosechada, o no al menos como ellos. En primer lugar estaba... ¿sola? Y no parecía aterrada como lo estaría ella de no tener un grupo que la respaldara. >>¿Entonces... qué es?<<
—Hola... —diría algo tímida y oculta tras el cuerpo de Ulmara.

Los sendarios se habían visto obligados a tomar un desvío de vuelta al torreón debido a unos amenazantes pájaros que se habían encontrado cuando iban hacia Maciel, por lo que la ruta que seguían ahora les era completamente desconocida. Gracias a los mapas avanzaban con seguridad, a pesar de todo, y esa ausencia de peligro inminente les hacía caminar con cierta tranquilidad.

Los ojos de Qwara pasaban de un edificio a otro con curiosidad, apreciando lo bien cuidados que estaban en comparación con los de otras partes de la ciudad, pero antes de poder unirse a la conversación que acababa de iniciar Ulmara algo muchísimo más peculiar captó la atención del grupo.

Aquella menuda chica humana parecía fuera de lugar en medio de la avenida, pues caminaba tranquilamente sin que aparentemente nada le preocupara. O lo hacía hasta que les vió. La sudafricana notó perfectamente como su postura se tensaba al reparar en ellos, pero nada en sus gestos indicaba que fuera a atacarles, y no sabiendo cómo tomarse aquello la morena sopesó la idea de dar media vuelta.
—¿Deberíamos… ? —empezó en voz baja, enmudeciendo a media frase al comprender que ya era demasiado tarde.

El frivy fue el primero en adelantarse a saludar, seguido de cerca por Pefka y Fleur, pero Qwara guardó silencio mientras esperaba erguida junto a Ulmara. Intuía que la respuesta que recibiría el krabeliense sería negativa, pues la idea de una cosechada paseando sola por la ciudad se le antojaba descabellada, y aunque no parecía gran cosa aquella chica tenía un aura peligrosa.
«¿De dónde ha sacado una humana un brazo como el de Reira?» se preguntó, frotando la palma descamada de su mano izquierda con el pulgar de la derecha en un gesto inconsciente.

Iemai había decidido unirse a aquella excursión en el último momento para conocer a los habitantes de Maciel. Desde que habían adquirido la capacidad de hacer magia las calles resultaban un poco menos terroríficas, pero la cercana sabía que aquello solo era una falsa seguridad, sobre todo en su caso. Por mucho que lo desease o intentase, no sería capaz de hacer un solo hechizo, para empezar.

Iemai entró en pánico cuando vieron a una persona caminando sola por aquellas calles. El mero hecho de no ir en grupo para ella ya fue determinante: no podía tratarse de una cosechada. Luego se percató de lo mismo que Qwara, lo que terminó por confirmar sus sospechas. Aquel era un brazo irrense, pero la chica que lo llevaba no lo era. Además, tenía demasiado buen aspecto para estar viviendo de cualquier manera en la ciudad.

Mientras varios de sus compañeros la saludaban, Iemai se rezagó, inevitablemente nerviosa.
—No… No puede serlo —murmuró, respondiendo a la pregunta que Pefka había dirigido a la extraña.

Los saludos no tardaron en hacerse llegar, aunque acompañados de menos preguntas de las que Yttria esperaba. Claro que en cuanto supieran que no era una cosechada había más, estaba segura. Veía inseguridad en ellos, cosa que le parecía normal. Ella había estado al otro lado, y sabía lo que intimidaban los transformados, sobre todo físicamente impactantes o tuvieran alas o cola o algo que iba dejando claro que no eran cosechados. Dentro de lo que cabía, ella no dejaba de parecer una, físicamente al menos, y no podía negar que los murmullos y las reacciones de algunos le hacían sentir algo mejor: no había cambiado, pero al menos la mayoría sospechaban que no era cosechada.

—No, no lo soy —respondió a la pregunta.
Si hubiera sido por ella, se hubiera ido tras eso, pero sabía que iban a seguir más preguntas. Sobre la ciudad, sobre la Luna, sobre cualquier cosa. Estaba dispuesta a responderles dentro de lo que la ley de no intervención la dejaba, esperando que luego la dejaran seguir su camino con tranquilidad y sin molestarla más.  Podía haber añadido que no les atacaría, porque sabía que ellos no sabrían que no podía hacerlo, pero no lo hizo: no quería que se tomaran muchas confianzas con ella y que alargasen el encuentro más de lo necesario. Aún así, tampoco hizo ningún gesto que indicase lo contrario.

La extraña no daba miedo pero sí imponía. El brazo era irrense, pero ella no tenía rasgos de ese plano. Entre eso, sus andares seguros, el hecho de que pareciera bastarle con un arco y flechas para defenderse y los piercings... Ulmara se sintió pequeña en comparación, con el escudo viejo y la espada en la mano. Por algún motivo, su presencia le resultó incluso admirable y tardó en saber qué decir. Incluso sus compañeros, los que se dirigieron a ella, lo hicieron con precaución.

—¿Qué eres entonces, una cazadora? —preguntó de forma repentina, sin presentaciones y sorprendida incluso de sí misma por lograr formular aquella interrogación.

Si no estaba en el bando de los cazados.... Entonces estaban ante una de las que los perseguiría cuando la Luna Roja asomara.

Ulmara cogió la palabra y preguntó si era una cazadora, y dado que llevaba un arco podría ser... Pero eso no concretaba mucho. Que no fuera como ellos abría la puerta a un sinfín de alternativas, en cambio, pero todas las peligrosas chocaban con el hecho de que no les había hecho nada todavía. ¿Entonces? ¿Por qué seguía allí y no se iba sin más? Pero, de nuevo, si no lo era... ¿Vivía allí sin más, habría nacido allí? ¿O fue cosechada y sabía lo que pasaba cuando llegaba la Luna Roja... y había sobrevivido a ello?

Sacudió la cabeza como si eso pudiera librarle de tantas preguntas y le lanzó un par de ellas.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Te trajeron a este mundo como a nosotros o naciste aquí?

Fleur había saludado pero en realidad se alineaba más con las dudas de Qwara que con las ganas de preguntarle de Ulmara o Pefka, de poder haberlo hecho habría rectificado. Pero era demasiado tarde y la chica se giró hacia ellos. Cuando respondió que no era una cosechada Fleur sintió el miedo instintivo, llevándose las manos a la boca cuando la cercana formuló aquella pregunta.

—Ulmara... —le murmuraría con el corazón acelerado y un pequeño reproche que antes no se habría atrevido a formular. La chica parecía ser tan baja como ella pero continuaba intimidándola, quizá por su mirada más despreocupada o por el arco que poseía. Si era una cazadora no tardarían en averiguarlo. La francesa solo quería marcharse y llegar a Sendar sana y salva.

No creía que a ninguno le tomara por sorpresa la respuesta de la extraña aunque notó como aumentaba el miedo y la cautela en el grupo tan solo con esas palabras. No puedo evitar abrir los ojos y echarle una mirada de reprimenda a Ulmara en cuanto soltó aquello. No le cabía en la cabeza que hubiera sido tan descarada con alguien que seguramente podría acabar con ellos sin problemas en aquel momento. Y solo empeoró por las preguntas despreocupadas del krabelinense.

Se adelantó un poco del grupo no sin antes echarle la misma mirada de reprimenda a Pefka.

-Perdone la rudeza de mis compañeros. No han tratado con ningún ciudadano antes y estan tanto nerviosos como ansiosos por saber cosas. -Puso su mejor tono de diplomático. No la notaba muy dispuesta a estar allí pero no se había marchado sin más así que quizás si les brindaba algo de información.

Los gestos y el tono del frivy no eran confiados pero si desbordaban calma y la seguridad de alguien que se había manejado en esas situaciones antes.