Un curioso encuentro

Adam finalizó el entrenamiento con Kolja. El encuentro con la Emisaria y, por lo tanto, el acercamiento de la Luna Roja lo motivaron a seguir entrenando más que nunca, llevando su cuerpo a sus límites, mucho más comodo ahora sin la gruesa bufanda. Después de cumplir con su rutina, antes de ducharse, quiso dejar la espada y el escudo en la armería. Su maestro esa vez no lo siguió, demostrando que físicamente era superior al seguir entrenándose por su cuenta.

Tarareando una canción pegadiza, bajó para encontrarse con alguien peculiar. <<Alyssa...>>, pensó al encontrarse con ella intentando manejar una de las espadas con poco cuidado. Dándose cuenta de que era algo peligroso que hiciese eso, quiso llamar su atención.

—¡Cuidado con eso! —sin que ella se percatase y pillándola de sorpresa, agarró la mano aferrada al mango para que se detuviese, requisando la espada—. Te puedes hacer daño con la espada si la meneas de aquella manera, puedes ... —se descompuso un poco al ver que uno de los dedos de ella sufrió un corte, pequeño pero no logró pasar desapercibido. Adam tomó uno de los trapos limpios que usaban para cuidar las espadas y se lo ofreció a Alysaa—. Presiona un poco para que no sangre mucho, un momento.

Aliviado devolvió la espada a su sitio. Era raro, muy pocas veces veía a Alyssa en los alrededores del torreón, como si se escondiese. Encontrarse con ella fue un evento curioso que no le molestaba.

—¿Te gustan… las espadas? —preguntó por iniciar una conversación con ella—. N-no te preocupes por el corte, eso no es nada.

Alyssa vagaba sin rumbo por el torreón, algo que había empezado a convertirse en una rutina en los momentos en los que la gente salía al exterior. La razón era sencilla: Que la gente estuviera fuera se traducía en que había menos personas con la que podía cruzarse, Menos posibilidades de que alguien le hiciera preguntas. ¿había algún motivo? En realidad no, simplemente tenía miedo de lo que pudieran decirle.
Fuera consciente de ello o no, la griega no podía huir eternamente. Tarde o temprano alguien se tenía que dar cuenta, y aquel fue ese día.

Estaba en la armería, distraída mirando las distintas armas en un intento de matar el tiempo  por lo que no escuchó a Adam acercarse y se sobresaltó al escuchar la voz del chico a sus espaldas, lo que hizo que se cortara el dedo con el arma que sujetaba en ese momento.
Cualquier preocupación anterior desapareció prácticamente al instante con el dolor del corte, y le dedicó una mirada al chico que dejaba bastante claro lo que pensaba sobre lo que acababa de pasar.

–¿Puedo qué? –Le soltó, retándole a que terminara la frase. Sin embargo al verle la cara al ruso no tardó en notar que parecía genuinamente preocupado por lo que acababa de pasar, por lo que no insistió y lo dejó en un suspiro.
–Gracias –Le dijo, aceptando el trapo que le ofrecía, aunque no especificó si se las daba por el trozo de tela o por el corte. No parecía nada serio, un simple rasguño que probablemente dolería un tiempo y ya así que tampoco iba a darle ninguna importancia cuando no la tenía.

La pregunta de las espadas la pilló por sorpresa, no esperaba que fueran a seguir hablando mucho más. Mentía, porque en realidad era ella quien esperaba que aquello terminara cuanto antes. En parte por miedo, irracional o no, de que le pudieran decir algo, pero no parecía que ese fuera a ser el caso.

–Pues… ¿supongo que si? –Le respondió, no muy segura de a donde tendría que ir la conversación. Sin embargo aquella incomodidad no duró mucho porque un pensamiento más sombrío cruzó su mente al recordar donde estaba.

–En realidad… ya no lo sé –dijo al final  tras pensarlo unos segundos. –De niña era divertido fantasear con el tema, historias de héroes, monstruos, magia… esas cosas. –Mientras hablaba desvió su mirada al corte que se acababa de hacer. No hacía falta ser un genio para adivinar a donde quería llegar.
>>Ahora, en cambio, no puedo evitar pensar que podría tener que acabar usando una de verdad, y que cuando eso ocurra será de todo menos divertido, independientemente de cómo acabe.

Se dio cuenta, tarde para variar, que probablemente la pregunta había ido con la intención de iniciar conversación, no de generar una atmósfera deprimente. Ahora no sabía si intentar arreglarlo o no.

Adam dibujó una pequeña sonrisa ante las fantasías que Alyssa dijo que tuvo de niña. Le recordó a sí mismo, mirando de pequeño enormes dragones en televisión e ilustraciones, seres que vio con sus propios ojos en aquel mundo fantasioso donde todo es posible. Sin embargo, era normal que viese a la griega algo alicaída cuando le confesó lo poco divertido que es usar una espada en la vida real.

—Mira, si te soy sincero yo odio las espadas. No es que las considere divertidas pero comprendo que pienses así —confesó tratando de ser comprensivo—. Las uso para protegeros pero aun así, me dan asco, los filos me dan asco. Aunque ya estoy aprendiendo a quitarme del coco eso y centrarme más en los entrenamientos, Kolja se enfadó conmigo un poco por dudar durante un combate de entrenamiento, casi la lío —soltó una leve risa ante lo último, aliviado de que eso no volvió ni volverá a pasar.

Suspirando un poco miró las escaleras, cayendo en algo.

—Oye, no tengo nada que hacer y puedo posponer la ducha. ¿Quieres charlar de algo en la primera planta? Creo que Kolja viene dentro de poco y no se como se tomará que estés aquí con las espadas. Además me gustaría sentarme en algún sitio, aunque sea mi cama, aparte que éste lugar me da mal rollo —confesó lo último visiblemente agotado de la paliza diaria—. Creo que no hay nadie ahora mismo arriba por si te incomoda o algo —Adam recordó cuando Luci lloró delante de todos. Él mismo lloró en silencio pero Alyssa lo reconfortó. Dedujo en ese momento que ella es introvertida, bastante, y tampoco quería llevarla en mitad de todos sus compañeros.

Cuando Adam dijo que odiaba las espadas Alyssa no pudo evitar mirarlo con incredulidad. Después de todo el ruso era como la segunda persona que más tiempo pasaba con armas después de Kolja. Oír aquello hizo la griega no pudiera sino respetar el esfuerzo que tendría que estar haciendo el chico todos los días solo para utilizarlas, a la vez que se sentía un poco peor consigo misma por no ser capaz de manejar bien una por algo tan estúpido como que no se le daba bien o que le daba miedo lo que tendría que hacer con una.
No tuvo tiempo de hundirse, por suerte, ya que Adam le pidió cambiar de lugar para poder sentarse, y aquella distracción la sacó de sus pensamientos deprimentes a tiempo. Aceptó el ofrecimiento de moverse a la primera planta y dejó que el ruso la guiara a donde quisiera ir.

Una vez arriba no estaba segura de lo de que decir así que habló primero en un intento de pasar la pelota al otro.
–Bueno… ¿Había algo en particular de lo que querías hablar?

En realidad un pensamiento incómodo había estado formándose en lo más profundo de su mente mientras subían. Había algo que podía preguntar a Adam, pero no estaba segura de si tenía la confianza para decirlo, o de si se fiaba lo suficiente de él como para sincerarse en aquel tema.

Con una sonrisa acompañó a la griega a subir, mirando primero por si había alguien que incomodase a su compañera. Una vez arriba y a solas, Adam se sentó rendido al cansancio, apoyando sus brazos en sus piernas y relajando la columna, encorvándose un poco.

Pensativo, no sabía que tema sacar. Muchas cosas rondaban en la cabeza del ruso, podría escoger entre algunas de ellas pero no sabía que elegir entre tanto asunto que le comía el coco.

—Bueno, no sé que tema sacar —confesó mientras rascaba su recortada barba, mirando hacia un lado—. Es verdad, ¿por qué te escondes de todos? ¿Te da cosa hablar con los demás por timidez? Es que te veo muy poco por el torreón—esa pregunta quiso formulársela, genuinamente curioso de ello.

Si bien quiso hablar de otra cosa, le daba un poco de vergüenza sacar aquello de repente. Se guardaría la duda sobre sus recientes sentimientos por el ochrorio para luego.

“Pues ya somos dos” Pensó Alyssa cuando Adam demostró que tenía tanta idea sobre qué tema sacar como ella misma, pero pronto desearía que se le hubiera ocurrido algo de lo que hablar porque la conversación que acabó abriendo el ruso, si no era la última cosa de la que quería hablar, probablemente se acercaba bastante.

–¿Cómo? –Se había tensado prácticamente al instante. –Pues verás… yo… –No tenía ni idea de qué podía decir. A sabiendas o no, el chico acababa de acorralarla y no se le ocurría nada que le permitiera escapar de la situación. Por supuesto era cierto, había estado evitando a la gente, pero más allá de que no quería que se supiera, lo que de verdad la estaba aterrando en ese momento era la posibilidad de que tuviera que confesar por qué.

Antes de contestar le dio la espalda mientras jugueteaba con sus muñecas en un intento de distraerse.
–La verdad, no lo había pensado de esa forma –mintió. –Tampoco pensé que fuera tan importante. No es como si los demás necesitaran que estuviera allí.
Aquellas últimas palabras hicieron mucho más daño que cualquier temor que hubiera estado circulando por su mente hasta aquel momento. El pensamiento de que, efectivamente, la griega no era necesaria, que sobraba. A veces la verdad dolía después de todo.

La respuesta que le dio, aunado con el hecho de que Alyssa antepuso su espalda para no encararlo hicieron que el ruso levantase las cejas de la impresión. En cierta forma le recordó un poco de su actitud a él mismo.

—Todos somos importantes —respondió poniendo su palma en el hombro de la griega—. Mira, yo… me sentía igual que tú —enfocó su mirada hacia el suelo, pensativo—. Yo no sé con exactitud tus pensamientos pero cuando hablé con ellos solo… no quise sentirme una carga inútil. Estuve mucho rato pensando en mí como un lastre, pero Alec habló conmigo y tuvo toda la razón del mundo: nadie es un estorbo, tú tienes la misma importancia que yo y seguro que todos piensan igual.

Nunca pensó que estuviese en la posición de reconfortar a alguien, entendiendo lo difícil que puede llegar a ser. Se compadeció de Kolja cuando hablaron acerca de sus dudas, recordando al alemán algo incómodo por su “falta de tacto” la cual igualmente le sirvió para seguir adelante. Soltó el hombro de Alyssa para mirar a un punto fijo acomodando su postura.

—No te culpo, a veces yo puedo pensar de mí como todo menos algo bueno para los demás —dejó escapar ese pensamiento de forma natural, quedándose mirando a ese punto fijo mientras imágenes horribles y sangrientas invadieron su mente—. Muchos me dicen lo bueno que soy, pero... no puedo pensar en lo que hice y... solo... me siento como una mierda —Adam tragó con pesadez tras decir eso, palideciendo un poco.

Notar la mano de Adam en su hombro debería haberla puesto todavía más tensa, o incluso asustarla, pero por alguna razón ocurrió lo contrario y Alyssa consiguió calmarse un poco.
Miró al ruso, dejando que hablara, aunque no estaba muy segura de qué debería pensar. Por un lado apreciaba lo que estaba intentando hacer, pero al mismo tiempo le resultaba extraño que de verdad tuviera esa imágen de sí mismo cuando él, al contrario que ella, había estado haciendo cosas que sí habían dado resultados.
Sus últimas palabras, en cambio, la confundieron. Parecía estar aludiendo a algún suceso de su pasado, como si la estuviera invitando a preguntar sobre ello, pero parecía algo privado. Le pareció algo extraño ¿De verdad estaba dispuesto a confiar en ella hasta ese punto? ¿O en general? Alyssa no las tenía todas con ella y no estaba segura de que indagar fuera lo más sabio en aquel momento.

Confianza… ahora dudaba. ¿Debería ella hacer lo mismo? En otras circunstancias probablemente no habría sido el caso, pero desde hacía unos minutos se sentía anormalmente mejor por alguna razón, y de la misma forma anormal acabó decidiendo que a esas alturas ya no tenía mucho que perder.

–¿Puedo preguntarte algo? –empezó a decir. Tras eso la griega todavía permanecería en silencio unos segundos más antes de continuar, incluso después de que su interlocutor le diera una respuesta afirmativa.
–El día que nos trajeron a esta ciudad… utilizaron aquel humo para convencernos –dijo por fin. Dudó unos segundos antes de seguir hablando, pero ya había tomado una decisión y era demasiado tarde para cambiar de opinión a esas alturas.
>>Si no hubieran usado ningún humo o truco… ¿Habrías dicho que no?

Había decidido que necesitaba saberlo. Necesitaba saber si era la única lo bastante estúpida como para haber dicho que sí sin el humo de la pipa.

Adam pego un ligero bote cuando escuchó la solicitud de Alyssa para preguntarle algo. Girando si cara hacia ella asintió, a estas alturas poco importaban ya los secretos dejando la puerta abierta a cualquier cuestión.

Sin embargo, la pregunta hizo que Adam abriese mucho los ojos. Era de esperar que, tarde o temprano, le preguntasen eso. Pensó en sus padres, toda su vida en la Tierra. A ojos de otros podría resultar hasta inhumano pero, de hecho, Adam no echaba absolutamente nada de menos.

—No —contestó, una respuesta en un tono conciso sin ningún tipo de duda o arrepentimiento—. Vine aquí con toda la intención Alyssa, y le agradezco a Akeyo que me diese esta oportunidad —tardó un poco en contestar pero cuando terminó, volteó su rostro hacia aquel punto imaginario. Se le escapó una risa corta, reducida a una sola exhalación—. Podría parecer que estoy loco pero, no te miento, no echo nada de menos y es mejor que me vaya de las vidas de todos mis conocidos en la Tierra. No sé si me afectó el humo pero no me arrepiento de mi decisión.

Adam suspiró, sabiendo el rumbo de la conversación. Una mirada breve a Alyssa lo dijo todo.

—Si no me crees te daré el motivo del por qué. Dame un poco de tiempo por favor.

Con mucha calma, Adam comenzó a contarle a Alyssa acerca de su vida pasada a los quince años, la Flecha Alzada, quedándose donde el fatídico final que su amigo tuvo que pasar a sus manos.

—Mijail… era un buen amigo, mi mejor amigo. Quería dinero, era de familia pobre al contrario que yo. La Flecha Alzada generaba mucho dinero, sobre todo cuando me apoderé de ella, de ahí el tatuaje que os oculté con la bufanda —señaló con su dedo al tatuaje, expresando en todo momento una cara de tristeza—. Mijail en apariencia y personalidad, por decirlo así, era clavado, idéntico a Chromsa: una persona maravillosa, educada, con un corazón enorme —el disgusto venidero hizo generar un nudo en la garganta del ruso—. Se opuso al tráfico que le estuve ocultando y yo… —apoyo su palma en mitad del rostro, angustiado—, lo maté con un puñal. Cada día de mi vida desearía haberme matado yo en su lugar, él no merecía… morir.

Adam no alcanzó a llorar esta vez, pero Alyssa pudo verlo apartar la mano de su cara para dejar caer su cabeza, de bajona por la enorme culpa.

—Esa es la razón de mi llegada. Quiero cambiar, ser una nueva persona y ser mejor… para todos —aunque sus ojos verdosos reflejasen tristeza, Adam mostró una leve sonrisa a su amiga.

Aunque era ella la que había preguntado, en su cabeza Alyssa ya tenía la historia montada. Por supuesto que no habría aceptado si no fuera por el humo, porque eso sería una estupidez ¿verdad?
Estaba tan convencida del modo en que iban a desarrollarse los acontecimientos que cuando no sucedió así fue un planchazo. De repente ya no sabía nada: Qué pensar, qué responder… durante unos instantes ni siquiera fue capaz de sentir nada en absoluto por la sorpresa.
Aquel estado no le duró mucho, porque cuando Adam volvió a hablar no tuvo tiempo para pensar en nada. En absoluto se esperaba una confesión de ningún tipo, y mucho menos la bomba que se guardó para el final.

–Oye oye… espera un segundo. ¿Qué me estás diciendo? Esto es demasiado para asimilar de golpe.
No, de verdad. Todo lo que acababa de decirle… ¿Cómo se suponía que debía reaccionar a aquello? ¿Por dónde podía empezar siquiera?
No pudo evitar retroceder un par de pasos y buscar instintivamente donde estaba la puerta de salida. Alguien acababa de decirle que había dirigido una banda de criminales, que había matado a alguien que se parecía a uno de sus compañeros de torreón. Esa última comparación la encontró de lo más preocupante, especialmente en medio de la confusión en la que se encontraba en esos momentos. ¿Qué clase de conclusión se suponía que tenía que sacar de eso?
Pero, por encima de todo, ¿Por qué le estaba contando todo esto? ¿Qué sentido tenía revelarle aquello a la griega? Esos... crímenes... ¿Podía siquiera considerarlos como tal tras todo lo que habían vivido? Quería preguntar eso y más cosas, pero no se atrevía. Estaba tensa, asustada y confusa. No tenía ni idea de lo que hacer y al final acabó por preguntar algo distinto.

–¿L-lo sabe alguien más?

Lo primero que dijo Alyssa hizo saltar alarmas en Adam. Era algo serio, un asesinato de lo que estaba hablando y temía de verdad haberla asustado. Quizás la reacción tan comprensiva de Chromsa y Kolja confundieron al ruso, pensando que Alyssa lo tomaría igual.

—L-lo siento si te he asustado, solo… necesitaba soltarlo —fue incomoda, muy incómoda la situación en la que se encontraba ahora—. Se lo conté a Kolja, dudaba con la espada y tuve que dar mis motivos, creo que lo tomó bien. Kradko se enteró de rebote pero no le dio mucha importancia cuando le dije todo a Chromsa, él fue el primero al que se lo conté —Adam negaba con la cabeza, frustrado—. Es por ésto por lo que estoy asustado, me asusta pensar que él tenga miedo. Tuve la necesidad de decirle todo sobre mí pero, dios, si tú has tenido esta reacción no quiero ni pensar lo que Chromsa opina sobre mí.

El ruso ya se estuvo arrepintiendo de decir nada, apretando sus ojos con sus dedos.

—Lo siento, de verdad.

Ya fuera porque ahora estaba en alerta o símplemente porque Adam no parecía tener intenciones más allá de hablar, Alyssa había logrado recuperar la compostura y calmarse, aunque todavía seguía tensa.

No le había quitado los ojos de encima al ruso en todo momento desde que había dicho aquello, realmente parecía arrepentido de haberla asustado, y asustada iba a seguir. La única razón por la que estaba dispuesta a intentar creerle eran las circunstancias de los últimos meses. Después de todo lo que habían vivido Alyssa era incapaz de juzgar de la misma forma que habría hecho si siguiera en la Tierra, pero eso tampoco era suficiente como para que se fiara de él de buenas a primeras.
Hablando de confianza, Adam le reveló quién más sabía todo aquello, y descubrir quienes eran le hizo sentir una versión particularmente interesante de frustración y molestia, aderezada con un ligero deseo de aplicar violencia en individuos no presentes en aquella sala. Por supuesto que eran esos dos. No se había olvidado de Kradko, pero no había generado la misma respuesta emocional ya que ni parecía haber hecho una insensatez como Kolja, ni le caía mal por envidia como Chromsa.
Suspiró. Ahora no era el momento de molestarse con individuos que ni siquiera estaban allí cuando el problema principal seguía justo delante.

Mira, lo entiendo hasta cierto punto –dijo sin levantar mucho la voz. –Hace unos meses probablemente estaríamos teniendo otra conversación, pero ahora… –se mordió el labio antes de continuar insegura de si tomaba la decisión correcta –Si alguno de nosotros acabara matando a alguien ahora por necesidad probablemente lo acabaríamos entendiendo todos. No sería justo que te juzgue con los estándares de la Tierra cuando claramente ya no se aplican, pero entiende que esto sea algo difícil de tragar.
También era verdad que para el chico todo habría sido mucho más fácil si no hubiera dicho nada, pero se lo había contado. Eso eran puntos a su favor, y sabiéndolo más gente se minimiza mucho el riesgo.
–Quiero creerte en esto –acabó diciendo, –pero voy a necesitar tiempo para asimilarlo.

>>Sobre lo de Chromsa… –contuvo un suspiro de resignación porque no le apetecía hablar del ochrorio. –Yo no me preocuparía mucho. Si hay alguien capaz de encontrarle el lado positivo a lo imposible, es él.
Que Adam se preocupara de lo que pensara el ochrorio era una tontería a ojos de la griega. Estaba segura de que Adam podría provocar el apocalipsis y aun así aquel roedor estúpido se las ingeniaría para encontrarle el lado positivo a la situación.

Por otro lado, seguía sin terminar de entender exactamente qué había llevado a Kolja a creer, sabiendo todo aquello, que enseñarle a manejar armas era una buena idea.