- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Secuelas
28/08/20, 07:33 pm
Rox despertó en la oscuridad de su cuarto con el corazón en un puño y la garganta cerrada por las náuseas. No sabía que hora era, pero harían poco más de dos horas desde que se acostó. Como muchas otras noches, había tenido un mal sueño.
Las pesadillas del cambiante no tenían porque ser grotescas. A veces era una voz, una presencia, el crepitar del fuego, un recuerdo de cuando vivía con sus padres o las paredes de Letargo. No siempre había motivos. En ocasiones su corazón se agitaba solo y despertaba con una pesada sensación de peligro, falto de aire, como si no recordase haberse dormido en primer lugar. No es que fuera más agradable, pero por lo general era más fácil de controlar. Palmaba su cama, enredaba los dedos entre las sábanas, respiraba hondo y miraba a su alrededor hasta distinguir los muebles: estaba en la Sede, estaba a salvo, y con eso en mente el sueño no tardaba en volver. Por la noche echaba unas gotitas de colonia a su almohada, una señal directa que le alejaba de los meses de cosecha, muy distinto al olor a piedra fría, humedad y abandono del torreón. Esa vez sin embargo no sería tan sencillo.
Cuando llevaba mala racha se acostaba con su cuerpo reconocible, un placebo al miedo de amanecer transformado a trozos o en algo que no era él. No recargaba magia pero se curaba en salud. En realidad no siempre funcionaba, y esa noche era el vivo ejemplo de ello. Rox se sentó apoyando la espalda contra la pared y recogió las rodillas con su almohada en medio. Al abrazarse a ella pudo notar que volvía a tener pecho, que su pelo estaba más largo y, aunque no podía verse, estaba seguro de que su cara era más redonda, femenina. Todo él había retrocedido en el tiempo y la disforia aumentó sus náuseas. Le temblaba el pulso y las lágrimas, discretas pero insistentes, caían hasta su barbilla sin ánimo de parar. Los gritos de Eitne habían sido muy reales, y aunque no hubiera estado en el mismo cuarto podía imaginarse de forma muy vívida como le cercenaban la pierna. Nime había estado a su lado, aferrándose a él hasta que sus ojos se abrieron y los gritos cesaron. Sabía donde estaba, que el pequeño estaba bien y había recuperado el andar, pero eso no le quitaba la ansiedad de encima. De noche no era fácil autoconvencerse. Cuando no se trataba de Eitne eran los pájaros desenterrando el cuerpo de Mike, el hombre con cola de escorpión, Drake roto, Ain... esos eran los peores casos y su biblioteca era amplia. No despegó el rostro humedecido de la almohada.
Pasarían horas hasta que Rox pudiera volver a dormirse. Por la mañana, como era costumbre, se quitaría las ojeras con solo desearlo. Estaría distraído pero lo achacaría a lo despistado que era. Sus amigos sabían que a veces no dormía bien, pero ninguno qué tan grave era realmente el asunto. De día era más difícil que los recuerdos le cogieran.
Las pesadillas del cambiante no tenían porque ser grotescas. A veces era una voz, una presencia, el crepitar del fuego, un recuerdo de cuando vivía con sus padres o las paredes de Letargo. No siempre había motivos. En ocasiones su corazón se agitaba solo y despertaba con una pesada sensación de peligro, falto de aire, como si no recordase haberse dormido en primer lugar. No es que fuera más agradable, pero por lo general era más fácil de controlar. Palmaba su cama, enredaba los dedos entre las sábanas, respiraba hondo y miraba a su alrededor hasta distinguir los muebles: estaba en la Sede, estaba a salvo, y con eso en mente el sueño no tardaba en volver. Por la noche echaba unas gotitas de colonia a su almohada, una señal directa que le alejaba de los meses de cosecha, muy distinto al olor a piedra fría, humedad y abandono del torreón. Esa vez sin embargo no sería tan sencillo.
Cuando llevaba mala racha se acostaba con su cuerpo reconocible, un placebo al miedo de amanecer transformado a trozos o en algo que no era él. No recargaba magia pero se curaba en salud. En realidad no siempre funcionaba, y esa noche era el vivo ejemplo de ello. Rox se sentó apoyando la espalda contra la pared y recogió las rodillas con su almohada en medio. Al abrazarse a ella pudo notar que volvía a tener pecho, que su pelo estaba más largo y, aunque no podía verse, estaba seguro de que su cara era más redonda, femenina. Todo él había retrocedido en el tiempo y la disforia aumentó sus náuseas. Le temblaba el pulso y las lágrimas, discretas pero insistentes, caían hasta su barbilla sin ánimo de parar. Los gritos de Eitne habían sido muy reales, y aunque no hubiera estado en el mismo cuarto podía imaginarse de forma muy vívida como le cercenaban la pierna. Nime había estado a su lado, aferrándose a él hasta que sus ojos se abrieron y los gritos cesaron. Sabía donde estaba, que el pequeño estaba bien y había recuperado el andar, pero eso no le quitaba la ansiedad de encima. De noche no era fácil autoconvencerse. Cuando no se trataba de Eitne eran los pájaros desenterrando el cuerpo de Mike, el hombre con cola de escorpión, Drake roto, Ain... esos eran los peores casos y su biblioteca era amplia. No despegó el rostro humedecido de la almohada.
Pasarían horas hasta que Rox pudiera volver a dormirse. Por la mañana, como era costumbre, se quitaría las ojeras con solo desearlo. Estaría distraído pero lo achacaría a lo despistado que era. Sus amigos sabían que a veces no dormía bien, pero ninguno qué tan grave era realmente el asunto. De día era más difícil que los recuerdos le cogieran.
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