Posturas Calientes

Durante el salto y tras el pinchazo.

Fleur escrutaba desde la altura que le ofrecía la azotea las diversas calles de la ciudad, al sol le quedaba poco para ocultarse y en algunas zonas se podía adivinar las sombras tenebrosas que proyectaba. Desde que interrumpieron su seguridad en Sendar a todo comenzaba a verle un lado oculto y maléfico pero en ese instante no se encontraba pensando demasiado en ello. Miró a Maila quien se encontraba a su lado y su imagen con una pequeña brisa azotando su cabello le recordó a Hawaii, si se ponía de espaldas a la ciudad y no miraba los muros de piedra del torreón que las rodeaban casi parecía estar en el faro.
—¿Lo echas de menos? —musitó con un bostezo. Grandes ojeras podían verse bajo sus ojos, le había tocado hacer guardia la noche anterior y lo había llevado a cabo sin incidentes aunque aterrada. A penas llevaba un par de horas despiertas tras el cansancio y dentro de poco volvería a anochecer pero no le importaba, le apetecía pasar un rato apacible con su amiga allí arriba y solas como estaban— el surf, digo —su mirada celeste se posó en la cicatriz que recorría el brazo izquierdo de la chica por una caída, era conocedora también de los pequeños cortes en la planta de los pies que poseía por las conchas de la playa. A veces era un poco bruta, pensó con una sonrisa.

—Maila —dijo cuando tocó la fina irregularidad en la piel de la joven medio ruborizada— ¿seguro que te encuentras bien? Estás algo destemplada... —no era la primera vez que notaba su piel algo caliente, y aunque se dijo que ya hacía demasiados días para que estuviera relacionado con el pinchazo en sus brazos no le gustaba la idea de que pudiera enfermar. Quizás se preocupaba demasiado.

La hawaiana observaba con ojos entrecerrados la ciudad. Acostumbrada a ver el paisaje del mar desde el faro Rocavarancolia se le antojaba fea, incolora y oscura, sobretodo muy oscura. Nunca sabías qué podía encontrarse a la vuelta de la esquina, de hecho lo más probable es que hubieran criaturas viviendo en las ruinas cercanas. En su hogar, subir al faro y ver el vaivén del oleaje había sido un hábito desde que su madre murió. Para Maila era terapéutico y la tranquilizaba enormemente, pero en Rocavarancolia, en aquella ciudad... era muy distinto. Cuando iba allí arriba no veía gaviotas volando, barcos a lo lejos, gente dándose un chapuzón o simplemente caminado por el linde de la playa. Veía ruinas, casas destrozadas y posibles peligros. Las callejuelas podían convertirse en emboscadas mortales, incluso por lo que les había pasado a la mayoría hacía poco hasta las losas podían ser un riesgo.

Si para la chica Hawaii era luz, atardecer y vida... Rocavarancolia era oscuridad, días grises, noches negras y muerte. En todo eso andaba pensando cuando Fleur la sacó de aquel trance en el que andaba perdida. Maila se giró con una sonrisa y expresión confundida, no había escuchado bien la pregunta. Pudo ver las ojeras que portaba la rubia, consecuencia de haberle tocado a ella hacer la guardia de la noche anterior. El último acontecimiento que les había tocado vivir, el secuestro y las marcas de pinchazos, les había cambiado aún más si cabe la vida diaria. A Maila no le gustaba ver aquellas ojeras en Fleur, ni en nadie, pero las vigilancias nocturnas eran lo único por lo que se seguían sintiendo a salvo en el torreón y eso la hawaiana lo entendía.

-¿Cómo dices?- Preguntó la chica antes de que la francesa se repitiera.- Oh, si... no te haces ni una idea. Surfear es para mí como... las pelis para un cinéfilo o no sé... las hostias para un cura- Bromeó la chica con una pequeña carcajada y una mirada nostálgica.- No, pero ahora en serio... Lo echo bastante de menos. Cuando fuimos al acantilado no tuve tiempo de ver el mar con lo que pasó, pero no escuché el oleaje romper contra las rocas, así que parece igual de muerto que la ciudad. Tampoco es que fuera a ponerme a surfear si pudiera de todas formas, pero no sé... es triste-. Comentó con una sonrisa y encogiéndose de hombros.

La hawaiana se sobresaltó al notar los dedos de la francesa en la cicatriz de su brazo y aunque la había pillado desprevenida no deseaba que la francesa cortara el contaco. Cuando mencionó su  aumento de calor Maila entrecerró los ojos algo preocupada.

-¿Destemplada? No sé, Fleur. Yo me noto igual que siempre-. Afirmó mientras se le iban los ojos sin querer al lugar dónde la habían pinchado días atrás. <<¿Podría ser que...? No, ha pasado mucho tiempo. Es imposible>> Se dijo mientras volvía a mirar a la rubia.

-¿Y tú? ¿ Echas de menos el baile?- Le preguntó para cambiar de tema y disfrutando del contacto de la francesa.

Cuando Maila aseguró encontrarse igual que siempre la francesa no pudo hacer más que asentir en silencio
-Seguramente no sea nada... ya sabes que yo soy muy fría también -la miró a los ojos con una mirada que quería transmitirle calma y tranquilidad a pesar de que había sido ella quien podía haberla preocupado de más.

-¡Maila! -dijo tras una carcajada cuando su amiga comparó un cinéfilo con un cura y las hostias. Fleur se agarró al borde, conteniendo las risas y las lágrimas a duras penas por lo inesperado y descarado del comentario, y más cuando ella misma venía de un convento. Se suponía que debía de sentirse algo ofendida y quizás de ser otra persona no habría tenido tanta gracia. Pero aquel atardecer estaba muy permisiva y con los sentidos como embotados. Era extraño de una manera muy peculiar. La pellizcó con suavidad antes de lograr serenarse y pasar a un estado más comprensivo. Para la hawaiana el mar parecía ser esencial, y aunque ella no podía saberlo también creía que el de Rocavarancolia debía ser feo o como mínimo no tan majestuoso como en la Tierra- volverás a hacerlo, eso es lo que creo Maila -repuso con total sinceridad, se encargaría de rezar por ello.

-Lo echo mucho de menos pero sabes... ¿otra cosa que también echo de menos? -su mirada se desvió por un segundo en la distancia y esta vez no se ruborizó al decir aquello- verte surfear desde la arena. Era muy entretenido y se te daba... se te da muy bien -luego intentó parecer un poco burlona, ahora ella intentaría bromear- por otra parte tampoco creo que sea tan díficil... -rió llevándose las manos a la boca- es broma, lo siento, es broma, no lo creo realmente

Cuando la francesa empezó a reír descontroladamente Maila sonrió sin dejar de mirarla. Era agradable verla así de feliz y risueña, sin preocupaciones ni malestares aunque fuera por unos momentos. Como si nunca se hubieran ido de Hawaii. <<Hay tantas cosas que lamento>>. Pensó fugazmente antes de volver a embargarse de nuevo por la risa de Fleur y por su contacto.

-Gracias, Fleur. Yo también lo creo-. Le contestó a la francesa, deseando sentir tanta convicción como de la que hacía gala su amiga. << ¿Qué estoy haciendo? Claro que voy a volver, y cuando lo haga pienso enseñarles a todos mis hermanos a mantenerse en la tabla...>> Estaba segura de que les gustaría al igual que a ella ir por encima de una ola. << Y a ella también, tiene que ser divertidísimo verla tragar agua>>.

Ante las provocaciones de Fleur la hawaiana fingió sorpresa y decepción en su rostro, consciente del hormigueo que sentía en su interior. La verdad era que la francesa nunca se había mostrado burlona ni tan atrevida como para intentar picarla ni siquiera de ese modo, y aunque seguramente se debía a las circunstancias en las que se encontraban Maila agradeció que la rubia se soltara un poco.

-¿Perdona? No no, ahora no puedes echarte atrás guapa.- Bromeó.- Además, mira quien fue a hablar. ¿Qué hacéis vosotras de especial, las bailarinas? ¿Esto?- Dijo divertida con fingido sarcasmo intentando subir lo máximo la pierna sin mucho éxito- ¿ Y esto otro?- Continuó mientras se ponía torpemente de puntillas y unía los brazos por encima de la cabeza, antes de perder o más bien simular que perdía el equilibrio por completo con un sonoro ¡Ay! y buscar desesperadamente apoyo abalanzándose en su amiga, la cual quedó muy cerca de ella. -Bueno, tal vez tendrías que darme unas cuantas clases antes, ¿no crees?- Le dijo entre risas  antes de separarse de la francesa. Quería ver la reacción de Fleur a tanto acercamiento y si se ponía nerviosa con ella. <<Misil enviado>>. Pensó con una sonrisa.

Su pequeña provocación para picar a su amiga surtió efecto y Fleur pudo comprobar entre risas como Maila intentaba ridiculizar su danza, y la verdad es que lo hacía de maravilla pareciendo un pato mareado, aquello la hacía más adorable si cabía. Cuando la chica hawaiana alzó los brazos por encima de la cabeza e intentó ponerse de puntillas no pudo más y estalló en una risa muy fina y estruendosa, terminó por llevarse las manos a la boca mientras se sonrojaba pues no estaba acostumbrada a ser tan ruidosa. Sin embargo la presencia enérgica de Maila la deshinibía.

—¡Cuidado! —esgrimió cuando pareció perder equilibrio, se habría ofrecido de todas formas pero la chica se apoyó rápidamente en ella, quedando sumamente cerca. El rostro de Fleur cambió por completo al de una expresión confusa, podía ver el verde oscuro de los ojos de Maila con demasiada claridad y respiraba su olor natural. Sintió que le picaba la cara y un calor sofocante que le pedía acercarse aún más para liberarse de la sensación, pero aquello no ocurrió, en su lugar se quedó paralizada al igual que su gesto facial y permaneció así unos segundos más sin separarse. Se dijo que por lo raro de la situación, pero había una parte de ella que deseaba alargar más aquel momento— sí... —tragó saliva, no era la persona más perceptiva de todas pero notó el movimiento forzado. >>¿Lo ha hecho... a posta?<< ¿Por qué razón?— puede que necesites algunas clases —y sin embargo su amiga vería una sonrisa más afable y cómoda de lo que quizá habría imaginado— y yo de cuáles son las posturas para surfear —sonrió con toda la cara roja y deseando que se la tragara la tierra— ¿me... las enseñas? —las palabras escaparon de su boca siguiendo las directrices de su cuerpo, anhelaba reproducir el momento.

Aunque a ojos de la francesa Maila estaba simplemente sonriendo en realidad estaba más que atenta a como reaccionaba su amiga. Y a pesar de que sobretodo se le veía a Fleur sorprendida y confusa, lo cierto es que no se había retirado inminentemente de ella y la hawaiana juraría que en aquel contacto su amiga guardaba una pizca de deseo.

Cuando se retiró de ella se puso en una posición normal como si no hubiera pasado nada segundos antes, la conocía bastante bien y estaba segura de que si la avasallaba con indirectas Fleur se cerraría en banda. Sin embargo ahora fue ella la que se quedó sorprendida, al escuchar lo que decía. La francesa tenía completamente la cara roja y a todos los efectos para la chica aquello era una declaración de “Quiero seguir con lo que acaba de pasar”.

Lo cierto era que desde hacía varios días Maila estaba notando un cierto cambio en su amiga. Participaba más en las conversaciones de grupo, daba su opinión al igual que el resto y en general no se la veía tan cohibida como lo había estado en la Tierra. En ese aspecto se alegraba bastante de que Fleur se estuviera soltando. Y si eso podía ser el causante de que ahora la francesa se estuviera atreviendo a seguir con todo aquello... Maila se alegraba más aún.

-Oh, bueno-. Comentó con voz divertida mientras ponía los brazos en jarra y se ponía muy digna.- Podría enseñarte, si... Tú imagínate que estás en el mar- Le dijo mientras se acercaba a ella y se ponía detrás de la chica. -El tema del surf es que si quieres aprender de verdad no basta con mirar desde la arena cómo lo hace otra, es mejor dejar que alguien te ayude ¿no crees?- Le empezó a explicar divertida desde su espalda mientras guiaba el cuerpo de su amiga hacia las posturas correctas, unas veces diciéndole que doblara más las rodillas y otras que extendiera más un brazo y de paso disfrutando de aquellos acercamientos. Maila podía sentir un intenso hormigueo en su estómago fruto del contacto.- Muchos surferos se sienten invencibles y que están por encima de la ola que están montando.- Comentó poniendo voz grave como si fuera uno de esos chulitos de playa a los que estaba acostumbrada, para después seguir con su voz normal aunque algo melosa. -Pero...¿sabes que es lo mejor del surf? Que es mentira, en realidad lo único que haces es mantenerte con la tabla lo máximo que puedes y dejarte llevar por el mar, ¿sabes? Dejarte llevar...- La hawaiana volvió a lanzarle otra indirecta al final.  Sabía lo que había visto en Fleur. Había visto interés en ella, y si su amiga le daba carta blanca seguiría usando todos sus recursos.

A Fleur se le contagiaba con facilidad el tono divertido de Maila mientras se ponía digna, parecía que había estado toda una vida esperando a que le pidiera enseñarle. Así que se guardó para la intimidad de su mente que en realidad le temía e impresionaba el fuerte oleaje y que su deseo no era otro que probar aquello que olía delante de sus narices y no sabía identificar.

Cuando Maila le dijo que se imaginara el mar cerró los ojos con suavidad por un segundo, pensando en el azul del océano y la espuma blanca que coronaba las olas que su amiga solía gobernar. Nunca había estado conectada al agua pero era inevitable residiendo un año en Hawaii, aunque fuera desde los ventanales del convento y sus escapadas. Percibir a Maila detrás suya le hizo abrirlos de golpe, notando la calidez de su piel de inmediato y disfrutando de no poder verla bien del todo. Aquello solo hacía que las sensaciones cuándo corregía sus posturas fueran más inesperadas y que desprenderse de tenerlo todo bajo control visual fuera placentero.

Fleur soltó una risa suave que escaló cuando la hawaiana imitó con voz grave la típica voz de los chulos de la playa, luego siguió sus direcciones dejándose llevar y bajando por completo la guardia al notar su tono sugerente. Sin embargo sus propios pensamientos la arrastraron percatándose de lo disintito que era el ballet, surfear requería técnica y sobre todo improvisación y danzar era algo mucho más calculado y estricto con poco espacio para la interpretación personal.
—Te... toca —murmuró con una sonrisa tímida dándose la vuelta y notando de nuevo la piel de Maila más caliente de lo normal, una pequeña sombra de preocupación cruzó su rostro ilusionado antes de continuar— espero que no sufras de los tobillos —diría con suavidad mientras procedía a mostrarle con un giro elegante y luego un salto corto lo que tantos años le había costado conseguir. Suspiró aliviada para sí misma. Seguía teniendo su magia.

Maila disfrutó del contacto de su amiga, mientras le enseñaba los fundamentos básicos sobre el surf. De todas formas una cosa era la teoría y otra muy distinta hacer todo eso encima de una ola, sin embargo la hawaiana no estaba enseñándole todo aquello para que aprendiera a surfear precisamente.

La hawaiana sonrió cuando escuchó la suave risa de Fleur. Era consciente de lo mal que lo había pasado en el convento y siempre se alegraba de verla feliz. Tanto cuando estaban en la Tierra como en momentos como aquellos. Incluso en Rocavarancolia había lugar para pequeños instantes de felicidad, instantes de intimidad que hacían que la situación tan preocupante en la que se encontraban respecto a la ciudad fuera más amena.

Cuando Fleur se dio la vuelta hacia ella aún seguían en contacto. Y por unos segundos la hawaiana estuvo tentada  de besarla inesperadamente y sin saber muy bien por qué no llegó a hacerlo. En cambio se separó de ella y asintió divertida mientras miraba a la francesa dar esos espectaculares giros. Pero su cabeza aún estaba en lo que había ocurrido antes. <<¿Por qué no he sido capaz de plantarle un beso? Estoy casi segura de que entre nosotras hay algo, o al menos de que está naciendo algo.>> Pensó algo confundida. ¿Era porque temía estar equivocada? ¿Por el casi?  ¿Era porque sabía que su amiga no era tan atrevida en ese aspecto y  temía asustarla? ¿ O a lo mejor porque no quería cagarla en especial con ella? Solo había una cosa de lo que estaba segura: Fleur era la primera persona con la que se sentía  tan dudosa a la hora de dar un paso más allá.

-¡Vaya! ¿Cómo lo has hecho?-. Preguntaría mientras se esforzaba por dejar aquellas dudas de lado. La hawaiana intentó replicar los mismos pasos sin saber por dónde empezar y cuando vio que era un imposible se encogió de hombros. -Será mejor que me ayudes antes de que haga más el ridículo-. Comentó poniendo una mueca de lástima y deseando seguir con aquel juego.

—No haces el ridículo.. Maila —se apresuró a añadir, luego se sintió algo boba y su mirada se perdió en los edificios ruinosos al ver que no iba en serio.

Cruzó los brazos mientras pensaba, enseñarla a girar era demasiado complicado para alguien nuevo por mucho equilibrio que Maila tuviera sobre una tabla de surf, y además no dejaban de estar en una azotea.
—Lo primero es aprender las cinco posiciones básicas —su fina voz no desprendía neutralidad en absoluto, más bien cierta delicadeza y afecto. Se lo mostró con facilidad adoptando ahora una expresión concentrada, no podía evitar entrar en el papel cada vez que realizaba un movimiento, habían echo mucho hincapié en que mientras bailaba debía ser como una muñeca de porcelana. Fleur juntó los pies por los tobillos de manera que las dedos de cada pie apuntaran completamente a la izquierda y derecha respectivamente, el resto de posiciones eran similares solo que adelantando una pierna e incorporando ahora los brazos.

—No, ¡así! —diría divertida una de esas veces entrando en contacto de nuevo con la piel caliente de Maila mientras le enseñaba la postura adecuada— debes... alinear un poco más la columna —su timidez se veía nublada por las directrices que podía aplicar y la ilusión de danzar tras tanto tiempo. Una de esas veces se sintió tan cómoda que incluso intentó algo más arriesgado manteniéndose sobre la punta de los dedos de un único pie mientras retrasaba la otra pierna en perpendicular, luego alzó su brazo derecho y curvó la muñeca hacia atrás como si apuntara a la nuca. Descansó con la respiración agitada tras mantenerse así unos segundos y luego estableció contacto visual con la hawaiana. Despeinada y algo sudorosa le parecía que no podía estar más guapa y deseó una nueva oportunidad para notar la seguridad que le ofrecía su cercanía, pero no había excusa en ese momento que la delatara como demasiado melosa— ha estado bien, me lo he pasado genial —algo apenada decidieron juntas que era momento de regresar con los demás pues sin darse cuenta estaba anocheciendo y no querían quedarse ahí arriba para entonces.

Fleur se iría a la cama con una mezcla de sensaciones nuevas y sin poder quitarse aquella melena rizada de la cabeza por unas cuantas horas, no ayudaba en absoluto dormir con la chica a su lado. Sonrió en el cobijo de la oscuridad, ojalá volviera a repetirse.

Maila siguió divertida los consejos de la francesa, y aunque ponía todo su empeño en lograr hacer aunque fuera una solo postura lo cierto es que era una negada en la danza. Sin embargo la hawaiana se lo pasó bastante bien ya que  no solo había pasado un rato a solas con Fleur. Si no que también había intentado dar un paso más en todo aquello que tenían con sus comentarios, queriendo descubrir si había algo más entre ellas además de amistad. Y estaba segura de que así era. Por otro lado también había disfrutado del contacto de su amiga, y en cada uno de aquellos acercamientos pudo notar cómo un cosquilleo invadía su cuerpo producto de la emoción. Maila ya era consciente desde la Tierra que la francesa le gustaba, pero quizás allí y a pesar de todo, en esa ciudad horripilante y llena de peligros  esas emociones estuvieran aumentando.

-¡Madre mía!-. Exclamaría  cuando la viera hacer esa postura tan difícil de puntillas. Se notaba todo el esfuerzo y dedicación que le había dado la francesa a la danza. Era toda una experta y tenia un talento natural para aquello. Finalmente decidieron bajar con los demás, y aunque estaba algo apenada por ello estaba bastante satisfecha.

Maila dormiría esa noche junto a Fleur con una explosión de emociones. No era de las que le costaba conciliar el sueño, pero aquella noche la mente de la hawaina no estaba en la cama sino en la azotea y en los momentos que había vivido con la francesa ese día. Sonrió en el cobijo de la oscuridad, ojalá volviera a repetirse.

Fin del inciso