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Celda de contención 1443
30/07/14, 07:05 pm
Celda de contención 1443. Realmente no había tantas celdas en las mazmorras de Rocavarancolia, pero la criatura que allí moraba era caprichosa, y por alguna razón le gustaba ese número; le traía recuerdos de cosas que jamás ocurrieron.
Si atravesabas la puerta blindada te adentrabas en un mar de sellos y cadenas de runas, que constituían la verdadera celda. Eran estos y los círculos mágicos situados encima y debajo de la criatura los que la retenían. Una súcubo, de largo cabello negro y cuernos puntiagudos, cuya hermosa figura pendía en el vacío, su piel pálida brillando levemente en la oscuridad. Le habían cubierto los ojos, atado los brazos con una camisa de fuerza y atornillado la cola alrededor de sus piernas. Cualquier mago que se precie sabe que todo en un súcubo es peligroso, por eso resultaba tan extraño que la boca de la prisionera estuviese descubierta, y con ella su afilada lengua.
-¿Quién viene por ahí? ¡Una visita! Y de un miembro del Consejo nada menos...
-No has podido verme llegar, y no has podido saber quién soy solo por mis pasos.
-Pero puedo oler tus manos sudorosas... Estas muy tenso, chico, y tu voz denota cansancio. ¿Por qué no me sueltas? Prometo crear dulces sueños para ti.
-Querrás decir pesadillas- El joven demiurgo frunció el ceño. No le gustaba tratar con Nihil, le ponía nervioso.- Debí amordazarte.
-Me habeis quitado los ojos, habeis sellado mi magia, ¿vais a negarme también mi derecho a quejarme? Ni siquiera me habeis traído comida. Ah, mataría por un dulce bocado, tal vez un niño...- La criatura se pasó la lengua por los labios, relamiéndose, y el demiurgo sintió un escalofrío. -Por favor...- la voz del súcubo se volvía cada vez más suave y aterciopelada- Nihil sabe que ha sido mala, lo sabe... Pero no tan mala como para negarle algo de carne tierna... por favor... prometo compensarte.
Su tono era una súplica sensual que ponía la piel de gallina. Eel joven demiurgo quería dejar de escuchar, pero su voz era dulce y lastimera como la de una niña, mientras que sus labios se movían perlados de veneno... Sí, veneno. No podía caer en la trampa, no podía dejarse engañar por aquel monstruo.
-Tengo que irme, solo he venido a comprobar que seguías aquí.- dijo con voz temblorosa, y salió de la celda apresuradamente. Tras él, envuelta en sus ataduras, Nihil estalló en carcajadas.
Si atravesabas la puerta blindada te adentrabas en un mar de sellos y cadenas de runas, que constituían la verdadera celda. Eran estos y los círculos mágicos situados encima y debajo de la criatura los que la retenían. Una súcubo, de largo cabello negro y cuernos puntiagudos, cuya hermosa figura pendía en el vacío, su piel pálida brillando levemente en la oscuridad. Le habían cubierto los ojos, atado los brazos con una camisa de fuerza y atornillado la cola alrededor de sus piernas. Cualquier mago que se precie sabe que todo en un súcubo es peligroso, por eso resultaba tan extraño que la boca de la prisionera estuviese descubierta, y con ella su afilada lengua.
-¿Quién viene por ahí? ¡Una visita! Y de un miembro del Consejo nada menos...
-No has podido verme llegar, y no has podido saber quién soy solo por mis pasos.
-Pero puedo oler tus manos sudorosas... Estas muy tenso, chico, y tu voz denota cansancio. ¿Por qué no me sueltas? Prometo crear dulces sueños para ti.
-Querrás decir pesadillas- El joven demiurgo frunció el ceño. No le gustaba tratar con Nihil, le ponía nervioso.- Debí amordazarte.
-Me habeis quitado los ojos, habeis sellado mi magia, ¿vais a negarme también mi derecho a quejarme? Ni siquiera me habeis traído comida. Ah, mataría por un dulce bocado, tal vez un niño...- La criatura se pasó la lengua por los labios, relamiéndose, y el demiurgo sintió un escalofrío. -Por favor...- la voz del súcubo se volvía cada vez más suave y aterciopelada- Nihil sabe que ha sido mala, lo sabe... Pero no tan mala como para negarle algo de carne tierna... por favor... prometo compensarte.
Su tono era una súplica sensual que ponía la piel de gallina. Eel joven demiurgo quería dejar de escuchar, pero su voz era dulce y lastimera como la de una niña, mientras que sus labios se movían perlados de veneno... Sí, veneno. No podía caer en la trampa, no podía dejarse engañar por aquel monstruo.
-Tengo que irme, solo he venido a comprobar que seguías aquí.- dijo con voz temblorosa, y salió de la celda apresuradamente. Tras él, envuelta en sus ataduras, Nihil estalló en carcajadas.
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