- Alicia
Ficha de cosechado
Nombre: Siete
Especie: Idris
Habilidades: oido musical, orientación, reflejosPersonajes :- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
- Ri:Tengu. Aurva albina, 18 años. 170 cm
- Nero:Sin esencia, edeel. 18 años, 175 cm.
- Siete: idrino cosechado. 18 años. 172 cm.
Heridas/enfermedades : Cicatrices desiguales con forma de arañazo en los gemelos, que se extienden hacia la parte frontal de la pierna. Más anchas y verticales en la pierna derecha.
Status : So. FLUFFY.- Seon: aurva soñadora, 20 años. 163 cm
Relato sobre Anriel
04/04/14, 05:25 pm
Sigh. Convencida me hallo de queesto es una mala idea. Pero aqui lo dejo.
La clase tomaba apuntes con diligencia cuando se alzó la voz de Ari al otro lado de la sala.
- Pero a ver, si Zaendela dijo todo lo contrario ayer.- Anriel se volvió desde su asiento en segunda fila para mirar a su amiga como si hubiera cometido el peor de los errores y no fuera la primera vez.
- Y Zaendela tenía razón
-¡Pero tu has dicho que..!
- Y yo tengo razón- replicó con calma de vaylu el sacerdote.
- Pues no tiene sentido, ¿qué se supone que quieres que me crea?
- Lo último que oigas.- dijo Enya con una risita, tres sillas más atrás.
- Son matices, Ari. No hay interpretación más correcta o verdadera- fue la aclaración del tutor, antes de castigarlos a ambos con el triple de tareas. Anriel negó con la cabeza y siguió escribiendo.
**
Ari y Ri habían sido emparejadas en el dormitorio a los siete. Una educación rígida y un carácter obediente y serio habían hecho de Ri una chica muy disciplinada. Tenía satisfechos a todos los tutores, incluso a aquellos que en el fondo ella detestaba. Ari por el contrario era una niña demasiado feliz como para estar atenta en clases. Tres años después de convivencia eso no había cambiado, pero estaban mucho más unidas.
-Alma grande, no te lo vas a creer.
-¿Que es ahora?
- Dennir apostó con Arlew que el primero que robase una manzana de las cocinas tenía derecho a pedirle salir a Enya.
- Lo sabía.
-Lo sabía todo el mundo. Y Enya también. PERO ahora viene lo mejor.
- No podré dormir esta noche sino me lo cuentas- sonrió desde la litera. La pelirroja hizo una pausa para hacerle una mueca.
- Enya robó la manzana. Les dio calabazas a ambos a la vez.
- ¿Asi que...?
- Voy a declararme a Arlew antes de que amanezca.
- Mucha suerte.- Ari subió hasta la litera y le plantó un beso en la mejilla a Ri. Luego le echó los brazos al cuello y empezó a profesarle su amistad y cariño, y todos los nervios que sentía porque quizás la aurva no la correspondiera. Arlew y Ari estuvieron un mes entero pegadas la una a la otra.
**
En el comedor, la zona que rodeaba a Enya estaba en silencio. Pasaría un mes sin cena por aquella manzana. Y luego otro más porque desecó tres gajos de ella y los llevó de colgante.
**
- Buenas noches.
-Hola- contestó, lanzando contra la litera de abajo la mochila de tela que contenía todas sus pertenencias. El chico de pelo azulado que entró en la habitación a comienzos del año no era agresivo ni hosco, pero tampoco parecía interesado en una relación amistosa. Y eso estaba bien.
Ambos habían sido informados del nombre de su compañero de habitación, y ambos prescindieron de la redundancia de presentarse. Pyor era poco ruidoso, y Anriel, si estaba en el dormitorio, pasaba las tardes entre libros, con lo que la convivencia fue gélida, y la segunda mejor que recordaba. También sería la última, puesto que ya tenía once.
**
Enya iba con Ari colgada del brazo. El chico, con dos plumas decorándole un lateral de la cabeza, sonrió al reconocerla al otro lado del pasillo, mientras que Ari se adelantaba a trote para alcanzarla.
-Hemos hecho algo terrible- y la definición de esta palabra parecía diferir en ambas, porque Ari estaba muy contenta. Anriel se giró hacia él, sabiendo que siempre era el origen de todas las gamberradas.
- Nos colamos en el dormitorio de los aprendices de sacerdote, y lo hemos llenado de sapos y ranas.
- ¿Que hicisteis qué? ¿Habéis ido al otro edificio?
- Oh, espera a ver las ronchas en la bibliotecaria. Y si van los sacerdotes a colaborar será todavía mejor.
-Estáis locos.
**
Una mañana la voz de Pyor le llegó desde abajo.
- Hablas así siempre, ¿verdad?
-¿Disculpa?
- Tan correcta y medida.
- Puede ser.
-Te hace parecer distante y fría.
-No estoy buscando agradarte.
Se hizo un breve silencio, que solo le resultó incomodo a él.
- Supongo que eso está bien.
**
¿En qué momento les llegaba el miedo a la muerte? Durante los primeros años de su infancia, la vida social de Anriel, aunque no fue boyante, fue agradable y suave. Porque en esos años los niños solo temían a los sacerdotes y sus reprimendas. Todos se esforzaban igual por ser buenos y no despertar la ira de nadie, ni quedarse sin cena.
Era difícil recordar en que momento habían empeorado las cosas. Unas veces era más evidente que otras, pero durante algún tiempo la manía fue algo generalizado. Era “fría”, decían; que pasó a ser “se cree superior”. Era “buena y modosita”, que cambió a “perro de los sacerdotes”. Era “albina”, y eso significaba “privilegiada”.
La peor racha llegó en su último año en el colegio. La expectación, unida a la ansiedad, y la catástrofe de que uno de los aurvas revisara el censo y comprobase que sobraban cinco volvió todas las miradas sobre Anriel.
**
-...Estoy segura de que será guapa y genial.
- Asumes que es una chica.
- Claro- rió Ari, pero ensombreció el rostro al fijarse en su amiga-. No sigues pensando en eso, ¿no? En lo que te dijeron esos imbéciles. Nunca compartes teorías con Enya y conmigo.
- No. Es solo que me da igual-dijo.
- ¿Cómo te va a dar igual conocer a tu otra mitad? ¡Ri! Es lo más emocionante de nuestras vidas. Y va a estar siempre con nosotros.
- Yo sigo siendo la misma. Uno u otro, mi deber tampoco cambia. Haré lo que me toque y ya.
- Eres una aguafiestas.
-Ya lo sabías- replicó con una sonrisa triste.
**
Ri no entendía porque Ari la perdonaba, o le acariciaba el pelo. No entendía porque había ido a buscarla a su nueva casa, cuando pensó que no querría verla. Y estaba llorando, por primera vez en su vida.
-Enya no te culparía a ti. Culparía a cualquiera antes que a ti –dijo Ari. La albina se alegró de no tener que decir nada. Se limitó a secarse las lágrimas.
-Pero yo no podía morir. Y todos lo sabíamos. Y ese es un hueco que él podría haber ocupado.- Y Arlew, y Pyor, y otros dos chicos a los que ella no conocía apenas.
- Quizás no. Quizás era impuro y es como tienen que ser las cosas.
- Yo podría ser la más impura de todas y nadie se lo plantea. Soy aurva hasta la médula, ¿no?- dijo con voz ronca.
Un par de días más tarde, llegó una nota. Contenía una lista de albinos impuros que habían muerto en los últimos quince años. Era ridículamente corta, pero la consoló.
La clase tomaba apuntes con diligencia cuando se alzó la voz de Ari al otro lado de la sala.
- Pero a ver, si Zaendela dijo todo lo contrario ayer.- Anriel se volvió desde su asiento en segunda fila para mirar a su amiga como si hubiera cometido el peor de los errores y no fuera la primera vez.
- Y Zaendela tenía razón
-¡Pero tu has dicho que..!
- Y yo tengo razón- replicó con calma de vaylu el sacerdote.
- Pues no tiene sentido, ¿qué se supone que quieres que me crea?
- Lo último que oigas.- dijo Enya con una risita, tres sillas más atrás.
- Son matices, Ari. No hay interpretación más correcta o verdadera- fue la aclaración del tutor, antes de castigarlos a ambos con el triple de tareas. Anriel negó con la cabeza y siguió escribiendo.
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Ari y Ri habían sido emparejadas en el dormitorio a los siete. Una educación rígida y un carácter obediente y serio habían hecho de Ri una chica muy disciplinada. Tenía satisfechos a todos los tutores, incluso a aquellos que en el fondo ella detestaba. Ari por el contrario era una niña demasiado feliz como para estar atenta en clases. Tres años después de convivencia eso no había cambiado, pero estaban mucho más unidas.
-Alma grande, no te lo vas a creer.
-¿Que es ahora?
- Dennir apostó con Arlew que el primero que robase una manzana de las cocinas tenía derecho a pedirle salir a Enya.
- Lo sabía.
-Lo sabía todo el mundo. Y Enya también. PERO ahora viene lo mejor.
- No podré dormir esta noche sino me lo cuentas- sonrió desde la litera. La pelirroja hizo una pausa para hacerle una mueca.
- Enya robó la manzana. Les dio calabazas a ambos a la vez.
- ¿Asi que...?
- Voy a declararme a Arlew antes de que amanezca.
- Mucha suerte.- Ari subió hasta la litera y le plantó un beso en la mejilla a Ri. Luego le echó los brazos al cuello y empezó a profesarle su amistad y cariño, y todos los nervios que sentía porque quizás la aurva no la correspondiera. Arlew y Ari estuvieron un mes entero pegadas la una a la otra.
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En el comedor, la zona que rodeaba a Enya estaba en silencio. Pasaría un mes sin cena por aquella manzana. Y luego otro más porque desecó tres gajos de ella y los llevó de colgante.
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- Buenas noches.
-Hola- contestó, lanzando contra la litera de abajo la mochila de tela que contenía todas sus pertenencias. El chico de pelo azulado que entró en la habitación a comienzos del año no era agresivo ni hosco, pero tampoco parecía interesado en una relación amistosa. Y eso estaba bien.
Ambos habían sido informados del nombre de su compañero de habitación, y ambos prescindieron de la redundancia de presentarse. Pyor era poco ruidoso, y Anriel, si estaba en el dormitorio, pasaba las tardes entre libros, con lo que la convivencia fue gélida, y la segunda mejor que recordaba. También sería la última, puesto que ya tenía once.
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Enya iba con Ari colgada del brazo. El chico, con dos plumas decorándole un lateral de la cabeza, sonrió al reconocerla al otro lado del pasillo, mientras que Ari se adelantaba a trote para alcanzarla.
-Hemos hecho algo terrible- y la definición de esta palabra parecía diferir en ambas, porque Ari estaba muy contenta. Anriel se giró hacia él, sabiendo que siempre era el origen de todas las gamberradas.
- Nos colamos en el dormitorio de los aprendices de sacerdote, y lo hemos llenado de sapos y ranas.
- ¿Que hicisteis qué? ¿Habéis ido al otro edificio?
- Oh, espera a ver las ronchas en la bibliotecaria. Y si van los sacerdotes a colaborar será todavía mejor.
-Estáis locos.
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Una mañana la voz de Pyor le llegó desde abajo.
- Hablas así siempre, ¿verdad?
-¿Disculpa?
- Tan correcta y medida.
- Puede ser.
-Te hace parecer distante y fría.
-No estoy buscando agradarte.
Se hizo un breve silencio, que solo le resultó incomodo a él.
- Supongo que eso está bien.
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¿En qué momento les llegaba el miedo a la muerte? Durante los primeros años de su infancia, la vida social de Anriel, aunque no fue boyante, fue agradable y suave. Porque en esos años los niños solo temían a los sacerdotes y sus reprimendas. Todos se esforzaban igual por ser buenos y no despertar la ira de nadie, ni quedarse sin cena.
Era difícil recordar en que momento habían empeorado las cosas. Unas veces era más evidente que otras, pero durante algún tiempo la manía fue algo generalizado. Era “fría”, decían; que pasó a ser “se cree superior”. Era “buena y modosita”, que cambió a “perro de los sacerdotes”. Era “albina”, y eso significaba “privilegiada”.
La peor racha llegó en su último año en el colegio. La expectación, unida a la ansiedad, y la catástrofe de que uno de los aurvas revisara el censo y comprobase que sobraban cinco volvió todas las miradas sobre Anriel.
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-...Estoy segura de que será guapa y genial.
- Asumes que es una chica.
- Claro- rió Ari, pero ensombreció el rostro al fijarse en su amiga-. No sigues pensando en eso, ¿no? En lo que te dijeron esos imbéciles. Nunca compartes teorías con Enya y conmigo.
- No. Es solo que me da igual-dijo.
- ¿Cómo te va a dar igual conocer a tu otra mitad? ¡Ri! Es lo más emocionante de nuestras vidas. Y va a estar siempre con nosotros.
- Yo sigo siendo la misma. Uno u otro, mi deber tampoco cambia. Haré lo que me toque y ya.
- Eres una aguafiestas.
-Ya lo sabías- replicó con una sonrisa triste.
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Ri no entendía porque Ari la perdonaba, o le acariciaba el pelo. No entendía porque había ido a buscarla a su nueva casa, cuando pensó que no querría verla. Y estaba llorando, por primera vez en su vida.
-Enya no te culparía a ti. Culparía a cualquiera antes que a ti –dijo Ari. La albina se alegró de no tener que decir nada. Se limitó a secarse las lágrimas.
-Pero yo no podía morir. Y todos lo sabíamos. Y ese es un hueco que él podría haber ocupado.- Y Arlew, y Pyor, y otros dos chicos a los que ella no conocía apenas.
- Quizás no. Quizás era impuro y es como tienen que ser las cosas.
- Yo podría ser la más impura de todas y nadie se lo plantea. Soy aurva hasta la médula, ¿no?- dijo con voz ronca.
Un par de días más tarde, llegó una nota. Contenía una lista de albinos impuros que habían muerto en los últimos quince años. Era ridículamente corta, pero la consoló.
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