Bajos Fondos

Caminaba a una distancia prudencial del objetivo, mezclándose con los que transitaban las galerías principales y fingiendo prestar atención a los negocios mientras empleaba la niebla mágica para no perder detalle de los pasos de Doble y su guardaespaldas. Llevaba puesta una capucha que ensombrecía su rostro para rebajar las posibilidades de que alguien notase que hacía uso del hechizo y pudiese comprometer la misión de forma estúpida. Pronto Doble se dirigió hacia un lugar menos transitado, muy cerca ya del punto de emboscada que habían preparado. Habían espiado a la nublina y sabían que pasaría por allí.

Apretó el paso tratando de parecer casual al principio, deshaciendo la niebla mágica al estar ya muy cerca del lugar. Comenzó a conjurar en silencio un hechizo. Una vez las dos aparentes asrenianas asomaron su pie en el aquel callejón el draco terminó su conjuro: una barrera reforzada con protección anti intagibilidad impedía caminar por la galería principal más allá del callejón y, a su vez, el sueco se había apresurado para flanquear a su objetivo. Un hechizo como el que ya había empleado, pero esta vez detonado mediante una runa en un pergamino cortó también el paso de retirada, por lo que la única vía rápida de escape era ahora el callejón. Noel ya había sacado su hacha, en llamas gracias a uno de los circuitos rúnicos inscritos en ella y se impulsó con sus alas para arremeter contra las asrenianas.
—No sé cuál de las dos es Doble, pero si os corto la cabeza a ambas no será importante.
Por supuesto no pretendía hacer eso realmente, ya que el cliente había solicitado que le llevasen viva a la doppleganger. Pero sí quería que pensasen que era su intención

La comerciante se quedó un instante paralizada mientras su acompañante sacaba un martillo de guerra y un gran escudo y se interponía entre ella y el draco. Este gesto, aunque profesional y esperable por parte de un guardaespaldas permitió a los agresores conocer saber quién era el objetivo, así que a esta fueron a parar los primeros conjuros de disipación. A causa de la sorpresa, sendos conjuros dieron en el blanco y lograron agotar de un plumazo las defensas de Doble.

—¡Llámala, joder! —Gritó la ammut, aún con esperanza de salir de esta—. ¡Estamos rodeados!

Entre el grito y notar que sus protecciones habían desaparecido, Doble finalmente reaccionó. Decidió que ya no tenía sentido seguir manteniendo la forma de la kitade, así que dejó de imitarla. Aún no conocía la identidad de los atacantes, pero no dudaba que venían a por ella y por qué lo hacían. Inmediatamente fue a pulsar una runa que tenía preparada para estas ocasiones. Cuando se aseguró de ello, procedió a desviar los conjuros que siguieron a la disipación anterior. Aunque era bastante diestra, pronto le quedó claro que estos procedían de más de un atacante. Esperó que la guerrera no tardara mucho en aparecer, pues no creía poder resistir mucho rato y tampoco le dejaban hueco para intentar contraatacar.

El teletransporte vinculado a su runa emparejada con la de Doble dejó a la susodicha guerrera daeliciana sobre un muro cercano. Al instante, se asomó por el borde siguiendo el ruido de la refriega. No dudó ni un instante en sacar una gran maza y saltar sobre una de las posiciones de la que procedían los hechizos.

Sin embargo, fue interrumpida a medio camino. Una figura alada salió a toda velocidad de una galería enfrente e impactó contra ella. Sin posibilidad para ningún tipo de maniobra, la guerrera dio bruces contra el muro, que cedió ante la fuerza del impacto. Separadas por el golpe, ambas rodaron por el piso de madera hacia distintos puntos del cuarto.


Como si te fuera a dejar, gilipollas. No sé de dónde ha salido esta tía, pero yo ya le veía las intenciones. Ni te creas que vas a poder acercarte, por encima de mi cadáver.

Me recupero al instante del impacto, aunque ella tampoco tarda nada en hacerlo. Antes de que pueda reaccionar, conjuro un lanzazo rápido antes de sacar mis tonfas. En un espacio tan estrecho como esta habitación, me serán más útiles que su maza.

Sabiendo que no puede esquivarlo, la daeliciana simplemente ignora el lanzazo y carga contra mí. Eran de esperar las defensas mágicas, pero no creo que sean demasiado poderosas. Consigo desviar su revés con las tonfas, aunque ha ido por los pelos. Al instante intenta impactar su escudo contra mí, pero simplemente dejo de caer una de mis armas y lanzo un hechizo de impacto que le impide avanzar. Al instante, conjuro otro más dirigido hacia el suelo que pisa, el cual se rompe bajo su peso. Ja, demasiado musculitos me parecías tú.

Esta no se la esperaba y se ha llevado una buena hostia, fijo. Antes de que llegue a tocar el suelo, ya he guardado las tonfas y estoy preparando un relámpago negro y plata desde el piso superior. Esta vez puedo notar cómo las defensas no han actuado tan bien como esperaba, ha hecho mella.

—¡Hija de puta! —Alza la maza, no sé dónde está apuntando. ¡Agh!

Me la ha jugado, hostia. ¡Lo ha hecho de la misma forma que yo! Con su fuerza, simplemente ha destrozado el suelo que piso, así que no puedo evitar caer a plomo. Mierda, viene hacia mí, como me dé esto va a doler. La muy cabrona…

Gael esperaba al objetivo allí donde habían decidido emboscarla, escondido en el cadáver de una rata que se ocultaba a su vez entre roca derrumbada y la pared porosa de la galería. Naturalmente, había tenido que preparar un hechizo de teletransporte con tinta sobre su piel para que le trajese un cuerpo que poseer cuando empezase la refriega, porque si la doppelganger notaba que el callejón estaba inusualmente transitado podía sospechar la emboscada.

El plan marchó como esperaban hasta el momento en que Giz y él aparecían y disipaban sus defensas sin darles tiempo a pensar. El fuego fatuo hizo aquello en forma expuesta para no retrasarse e inmediatamente después invocó el cuerpo que iba a utilizar, una de sus quimeras con garras pero rasgos humanos.

Viendo que hacía un movimiento sospechoso que le permitió desviar el siguiente ramalazo de hechizos, el fuego fatuo se lanzó a por Doble con las zarpas por delante para evitar que alcanzase cualquier otra runa peligrosa que pudiese llevar preparada. Ahora que había disipado sus defensas o bien la obligaría a alzar unas nuevas o a retroceder y defenderse. En cualquiera de ambos casos lograría distraerla, y la superioridad numérica que tenían por el momento jugaría a su favor.

El draco centró su atención en la ammut, buscando mantenerla ocupada luchando contra él mientras Adara hacía lo propio con la guerrera para permitir que Gael arrinconase a Doble. Intentó lanzarle un hechizo de parálisis a la kitade, pero esta reaccionó con rapidez y lo desvió. Al contrario que ella, no obstante, el draco todavía conservaba sus defensas intactas y aprovechó el momento para dejar que el desvío se estrellase contra estas y lanzar entonces un hechizo de inmovilización del que no iba a ser capaz de librarse. La emboscada había hecho que pillar a aquella guardaespaldas fuese un juego de niño y entre Giz y Gael tenían controlada a Doble sin problemas. El draco voló por encima del muro para ver cómo le iba a Adara y vio que la guerrera se las había apañado para ponerla en una posición desventajosa. Sin tener tiempo para pensar en hacer ningún hechizo se lanzó con la intención de placarla y evitar que golpease a la ángel negro con su arma.

El golpe viene desde arriba, a mi izquierda. Debo focalizar mis defensas para encajar mejor el golpe, pero en cuanto abro la boca las palabras no salen. ¡He hecho esta mierda mil veces, joder! ¿Eres inutil o qué? Instintivamente, me cubro la cabeza.

Noel aparece en mi campo de visión. No ha podido evitar que reciba el impacto de la maza, pero claramente ha logrado estorbarlo. Mis propias defensas se han encargado del resto.

Genial. Mírate ahora, Adara, teniendo que ser rescatada. ¿No te puedes ni encargar por ti misma de una guerrera como esta? ¡Le dabas mil vueltas, hostia! ¡Le das mil vueltas! Levántate. Levántate y destrózala. Machácala, mátala, machácala de nuevo como sabías. A ella. Descuartiza, machaca. Patética. Destroza. A todos. Mata mátala mata mata mata


Cuando la daeliciana se levantó tras el impacto inesperado, observó que sin duda algo había cambiado en la ángel negro. Su pose, sus mismos gestos y sus ojos… Si le hubieran podido preguntar más tarde, hubiera dicho que la pelirroja había perdido de pronto totalmente la cabeza. No se hubiera equivocado.

Ahora estaba claramente en desventaja con dos rivales, pero parecía que el Draco quería dejarle la pista de baile a su amiga. Se sintió furiosa por el desprecio que veía en este gesto y por su misma preocupación por Doble.

Sin querer dar tiempo a reaccionar al dúo, la guerrera cargó hacia su primera rival. Sabía que su anterior golpe, aunque frustrado en parte, debía haber debilitado las defensas de su rival, así que apostaba que no le costaría mucho más acabar con estas. Lo que no conocía tan bien era la furia de los ángeles negros. Esta reaccionó mucho más deprisa de lo que esperaba la daeliciana. Sin entender muy bien qué había pasado, su maza ya había impactado sobre la fría piedra y tenía un cuerpo oscuro subido sobre su espalda. Unos brazos agarraron su cuello, asfixiándola. Alzó sus brazos para buscar el extraño cuerpo que tenía detrás sacárselo de encima, pero unas alas afiladas le interrumpieron el paso. No le llevó más que unos segundos perder estas extremidades, a las que no tardaron en seguir las piernas. La guerrera estaba claramente derrotada, casi muerta, y ni en mil años hubiera podido explicar cómo había sucedido.

La ángel negro no se detuvo allí, no estaba satisfecha simplemente con asfixiarla o dejarla sin extremidades formando un lago de sangre en el suelo. Ni siquiera se conformó con matarla. Arrancó su espinazo de cuajo y lo clavó a su lado, esparció sus entrañas a su alrededor e hizo de su corazón una masa inexplicable.

El cadáver de la guerrera ya no daba más de sí, pero su furia aún no estaba satisfecha. Cubierta de la sangre y algunos pedazos de entrañas, destruyó con un impacto un fragmento de muro y salió a la galería en la que estaban el resto. Su mirada, totalmente inexpresiva hasta el punto de no parecer humana, se centró en las dos figuras inmovilizadas. Avanzó hacia ellas a paso acelerado, inconsciente de sus alrededores o del mismo objetivo de su misión. Si alguien se interpuso en su camino, simplemente lo empujó instintivamente.

Cuando finalmente llegó a la altura de la ammut y la doppelganger, prendió fuego a la primera sin contemplaciones. Seguidamente, conjuró un hechizo de impacto dirigido contra la cabeza de la segunda. Posiblemente aún no estuviera muerta, pero si no era detenida lo haría sin duda. Iba a ser decisión de sus amigos pararle los pies o dejar que se descargara con su objetivo.

A pesar de la destreza de la doppelganger, lograron controlar la situación. Giz distrajo a Doble con más hechizos a desviar y la carga de Gael, garras por delante, sirvió para inmovilizarla. Con Doble y la ammut reducidas, la única incógnita se escondía detrás del muro contra el que había cargado Adara. Noel estaba con ella y la gola del asreniano no percibía nada peligroso, por lo que suponía que todo había salido bien y, sobre todo, que Adara estaría disfrutando.

Cuál fue su sorpresa al ver que la ángel negro reaparecía en la escena dispuesta a acabar con todo. Adara hizo arder a la Ammut sin darles tiempo a reaccionar. Sintió a través de la gola la chispa de magia que inició el prendimiento y eso fue lo que realmente lo alertó. Intuyó un segundo hechizo. El goliat tomó una decisión precipitada, sin plantearse cómo repercutiría eso en su amiga, y se interpuso entre ella y la doppelganger. Con un gesto de mano manipuló el impacto y lo desvió hacia el suelo.

—¡Adara! —No sabía si tenía tiempo para decirle nada más.

A la vez que se preguntaba si el plan para animarla estaba funcionando, o mal o demasiado bien (según se mirara), intentó dar forma a una barrera mixta que se interpusiera entre Doble y su muerte. Si lograba conjurarla a tiempo, todo dependería de Adara, cuya presencia imponía más que nunca.

Divididas y en inferioridad numérica, por mucho que supieran defenderse, Doble y su guardaespaldas terminaron por ser reducidas. El fuego fatuo esperaba que se rindiesen para poder acabar aquel trabajo lo más limpiamente posible. Le sabía mal básicamente por las guardaespaldas, al empatizar con su situación.

Acostumbrado a su forma de operar habitual, la actitud de Adara lo tomó completamente por sorpresa. Verla cubierta de sangre no lo alertó, ya que no sabía qué clase de batalla había tenido que librar para salir victoriosa, pero lo que hizo a continuación fue desconcertante. Giz pudo actuar con mayor rapidez, pero Gael se había acercado también a la ángel negro. Al ver que arremetía contra la barrera pese a todo, trató de agarrarla para que se detuviera, luchando contra lo que quedase de sus defensas físicas para poder hacerlo.
—¡La quiere viva! —le recordó mientras forcejeaba. Era una cuestión de negocios, y aunque aquello fuese lo que Adara necesitaba, no era el momento ni el lugar. La ángel negro no solía ser así de impulsiva, lo que hacía evidente que algo iba mal. ¿Sería bueno dejarla perder el control? Probablemente él no era la persona adecuada para responder aquella pregunta.

Arraso con todo a mi paso, quiero más. Las llamas la consumen, pero no es suficiente. La otra, voy a destrozarla. Ella también me… Y va a morir. Morirá. No importa cuántos muros te cubran, cuántas barreras. No importa quién lo intente impedir. No importa lo que digan. No importa si las voces son… Giz, Gael. ¿Por qué me lo impide? Debo sacármelo…

No.

Me detengo. Miro a mi alrededor, nerviosa. No entiendo nada. Mi sed no es menor, pero por una vez observo. He estado a punto de hacerlo, de joderlo todo. Y si no paro, si no me voy, aun puedo seguir.

Me vuelvo. Quiero decirles que todo está bien, que ya puedo controlarme, pero sé que no es así. Mis manos tiemblan de rabia, mis dedos se crispan sin control. Me tengo que marchar, tengo que hacerlo o volveré a empezar. Abro las alas y alzo el vuelo lo poco que puedo. Necesito salir de este lugar. Aire libre.

Al menos había podido evitarle daños mayores a Adara, pero había acabado rodando por el suelo tras su acrobacia. Se quedó a medio camino de incorporarse al comprobar la rabia de la ángel negro. Reconocía aquel lenguaje corporal, aquella aura… Sabía que él mismo se había abandonado al instinto en numerosas ocasiones, pero había aprendido a controlarse en situaciones como aquella. Y desde luego nunca había visto a la ángel negro perder el control de esa manera en una misión. Siguió a la ángel negro al otro lado del muro, quedándose paralizado unos instantes mientras ella continuaba con su matanza indiscriminada. Estaba viendo en Adara un pedazo de lo que le daba miedo de sí mismo. Por suerte Giz y Gael fueron más rápidos y previnieron la catástrofe, pues no tenía duda alguna de que Doble estaría ya muerta en el sitio de otra manera. Adara se fue y el draco intercambió una mirada consternada con el fuego fatuo y el goliat.
—¿Os podéis ocupar de esto? —Hizo un gesto abarcando la escena—. Voy a hablar con ella.

Alcanzó a Adara ya fuera de los subterráneos y trató de llamarla para que se detuviese. La ángel negro hizo caso omiso, por lo que simplemente la siguió a una distancia prudencial, pues no quería atosigarla pero tampoco perderla de vista. De todos modos parecía que se dirigía a casa, por lo que esperaba poder hablar con ella una vez allí.

Sigue en el Cuchitril.

Giz habría suspirado de alivio al ver que su barrera llegó a tiempo, lo habría hecho si la situación no le preocupara. Si Adara no le preocupara. La sorpresa se podía leer en su rostro, pero esa no era más que la primera capa de una cebolla muy complicada. Se llevó la mano a la frente en cuanto la ángel negro se marchó volando y asintió a Noel.

—Ve, ve.

Dirigió una mano preocupada primero a Gael y luego a Doble, que permanecía inmovilizada.

—Has tenido suerte —le dijo a la doppelganger.

No había una pizca de amenaza en su tono, ni sentimiento de superioridad alguno en sus palabras. Era la verdad, simple y llanamente. Adara podría haber roto la barrera o, más sencillo aún, haberla atacado antes que a su guardaespaldas. Doble estaba viva porque, en su arrebato, la humana había dado antes con la ammut. Ya está.

Suspiró hondo, esta vez sí, antes de volver a hablar.

—Ponte en pie —ordenó a Doble.

Tocaba entregarla a Koko y solo los dioses oscuros sabrían si su destino no era morir.

Cuando Adara paró de forcejear temió cualquiera que fuese a ser su reacción a continuación. Como confiaba en Adara dejó de presionarla sin pensar tan pronto ella dejó de revolverse, lo que también podría haber sido un error. No había modo de saberlo.

Se sintió mal cuando la vio marcharse sin mediar palabra. Su expresión, o el temblor de sus manos, decían suficiente sin necesidad de explicaciones. Gael maldijo por lo bajo, pero por suerte no tenían por qué estar todos para encargarse de Doble. Le habría gustado seguir a Adara igual que Noel, pero tenían que terminar el trabajo. Asintió con la cabeza ante las palabras del draco.
—Os alcanzamos en cuanto podamos —añadió a lo dicho por Giz.

No fue capaz de hacer a un lado su preocupación por Adara, pero se puso manos a la obra limpiando los restos de la pelea. La ángel negro no había dejado prácticamente nada aprovechable para él. Restaurar los cuerpos de las guardaespaldas sería demasiado costoso y sencillamente no valía la pena. Era una lástima, pero no era lo que más lamentaba en aquel momento.

Había escuchado, de fondo, las palabras que Giz le había dirigido a la prisionera. No le esperaba nada bueno, eso estaba claro, pero al igual que su compañero no veía necesidad de regodearse o darle demasiada información. No tardaron en ponerse en marcha hacia la galería donde estaba la tienda de Kokos, siendo extremadamente precavidos. No podían permitir que se reconociese a su prisionera por si se cruzaban con alguien que desease rescatarla. Por suerte ni eso sucedió ni apareció algún otro guardaespaldas rezagado. Llamaron a la puerta del comerciante y esperaron a que los recibiera.

Kokos Bolle, fantástico comerciante de las más exquisitas rarezas mágicas, estaba preparándose para salir cuando alguien llamó. Además, lo hicieron a la puerta trasera. No era el mejor de los momentos, había cerrado la tienda porque tenía una reunión con un cliente por un encargo personal. Aunque se lo había imaginado, un vistazo mágico a través de la puerta por precaución le confirmó que se trataba de ellos. El destino le sonreía de nuevo. El cliente, por otra parte, podía esperar un poco más.

—¡Genemante, nigromante, qué alegría veros! —Exclamó mientras les abría la puerta con gracia y elegancia, como queriendo reafirmar sus palabras con sus gestos—. Pero mi querida Doble, era a ti a quien quería ver más. Tenemos un negocio pendiente, y los buenos mercaderes no eluden nunca sus negocios.

¡Oh, cuántas veces había imaginado este momento! Todo empezaba de aquella manera, con la estúpida doppelganger a sus pies mientras él hacía ingeniosos juegos de palabras con su profesión. No le importaba su reacción, aunque estando inmovilizada mediante magia era complicado que mostrara nada. Tampoco le importaba el brillo en sus ojos ni ninguna de esas manidas figuras narrativas. Tendría tiempo para hacerle hablar. Todo el tiempo del mundo.

—Excelente, sabía que podía dejarlo en vuestras expertas manos. —Su sonrisa y alegría, aunque no eran causadas exactamente por lo que expresaban sus palabras, eran completamente sinceras—. Dejad que recoja vuestra paga, os la habéis ganado.

Con un sencillo juego de manos, un generoso sobre preparado de antemano apareció entre sus dedos. Mientras les tendía el sobre, con la otra mano hizo aparecer tres anillos que tenía preparados para la ocasión.

—Doble, el destino nos reúne de nuevo en este día —dijo mientras repartía los anillos entre ambas manos y arrancaba sin miramentos los que llevaba. De haber tenido más fuerza, se hubiera llevado varios dedos en el proceso—. ¿Verdad que son bonitos? Estos te ayudarán a comportarte mejor. Como todo buen negocio, solo necesitan algo de tiempo…

Conteniéndose, alzó la cabeza para mirar de nuevo a los cuchitrileros.

—Ha sido un placer hacer negocios con vosotros. Estaría encantado de ofreceros algún refrigerio, pero tengo un negocio pendiente. Además del de Doble, quiero decir.

»Espero que nuestros destinos se vuelvan a entrecruzar en el futuro, mercenarios. No dudéis en pasaros por mi tienda si precisáis de algo, estaré más que encantado de ayudaros.

Giz no habló mucho durante el trayecto y tampoco se mostró especialmente locuaz una vez Kokos los recibió. Seguía pensando en Adara, en si Noel había conseguido hablar con ella para rascar un pelín más hondo y entender mejor qué le ocurría. Una ironía gigantesca si tenía en cuenta que conducía a Doble a quién sabía qué destino macabro. La alegría de Kokos fue un contraste desagradable, pero el goliat se aseguró de que su desagrado no se filtrara en su expresión.

El goliat extendió la mano para recoger el sobre y lo guardó en un bolsillo sin fondo bajo su poncho.

—Lo mismo digo —mintió. No había sido el mejor contratista, ni su trabajo el más satisfactorio, pero seguía siendo cliente en potencia. Raro sería que no encontrara nueva competencia después de que se encargara de Doble—. No te molestes, nosotros nos tenemos que ir también —añadió en lo referido al refrigerio—. Vendré otro día para ver tus artículos.

Eso no era mentira. Si bien el daeliciano le desagradaba, tal vez encontrara una baratija interesante en las estanterías de su tienda. Pero eso no sería pronto. Ahora solo quería volver a la vieja posada para comprobar que Adara estaba bien. Dirigió una mirada de reojo a Gael, dispuesto a salir del establecimiento de Kokos Bolle para teletransportarse hasta casa.

Caminaba distraído por las galerías plagadas de transformados de todo tipo, aunque casi ninguno bueno. Últimamente frecuentaban los bajos fondos con cada vez más asiduidad, pues allí se podían encontrar buenos tratos: comerciantes sin escrúpulos que estaban dispuestos a ofrecer cuantiosas sumas por un trabajo complicado o simplemente bien hecho, calaña que no tenía nada que perder tomando decisiones arriesgadas… En definitiva, un filón del que tirar para su negocio como cazarrecompensas. No siempre salía bien y en más de una ocasión habían tenido que “darle una lección” al contratante dado que los engaños y las triquiñuelas también eran habituales, pero aquellas habían ido descendiendo según su reputación crecía. De hecho, el draco notaba que cada vez más alguien cuchicheaba cuando pasaba cerca, pudiendo llegar a oír toda clase de gilipolleces gracias a sus oídos. Algunos cuestionaban si de verdad eran tan buenos, otros comentaban acerca de lo poco fiable que debía ser un grupo que contaba con una criatura como él entre sus miembros, otros simplemente chistaban a sus interlocutores con miedo a que les pudiesen oír. Estos últimos siempre le arrancaban una pequeña sonrisa: podía oírlos a todos y aunque a veces resultasen irritantes Noel no quería meterse en camisas de once varas. Tanto por el bien de la reputación de los mercenarios de la brecha como por la integridad de su auto control. Prefería que si tenía que enzarzarse en una trifulca fuese con la menor audiencia posible. Algunos, no obstante, parecían no opinar lo mismo que él.

Alguien le gritaba algo a otra persona desde su espalda. La cosa no iba con él, por lo que ni siquiera prestó atención a lo que decían, mientras seguía sumido en sus propios pensamientos. Estaba pensando en Adara y en cómo le estaría yendo. Su preocupación por la ángel negro se vio bruscamente interrumpida cuando el enorme minotauro chocó con sus alas y espalda de forma tan violenta que sus protecciones básicas se deshicieron por completo. Tras recuperar el equilibrio y darse la vuelta con el ceño fruncido y mala cara comprobó que el minotauro se encontraba igual o más furioso que él.

—Mira por dónde vas, mequetrefe, ¿o es que tienes deseos suicidas?

El rostro del sueco se transformó a una mueca de total incredulidad. Estaba claro que el minotauro se había girado para hablar con alguien en la distancia y por eso se había chocado con él. En un principio el draco no había pensado en hacer ninguna otra cosa más que mirarle mal unos instantes antes de seguir su camino incluso si no se disculpaba, pero aquello era demasiado como para ignorarlo.
—¿Disculpa? —inquirió encarándose a él más de cerca, en un tono en el que se podía adivinar rabia mal contenida—. Creo haberte entendido mal, porque me pareció que me culpabas a mí por haberme empujado desde la espalda.

El minotauro resopló con exasperación y alzó todavía más la voz.
—Me has entendido perfectamente. Apártate de mi camino si no quieres que te dé una dolorosa lección de modales

Alrededor de las dos grandes figuras que eran el minotauro y el draco se había congregado un buen puñado de personas, guardando una distancia muy prudencial, eso sí. Solo uno se había comenzado a acercar, un ochrorio tembloroso.
—D-disculpa. No hagas caso a Belzo: tiene un mal día. Es culpa mía porque le hice una pregunta desde lejos y…  
El minotauro cortó al brujo interponiendo un brazo entre él y el draco.
—No te rebajes a disculparte ante este mindundi. Se cree muy gallito por formar parte de los mercenarios de la Brecha, pero, ¿quién es siquiera? Yo ni sé cómo se llama. ¿Lo sabes tú, Trenno?
—N-no, p-pero…
Los titubeos del ochrorio fueron cortados por una histriónica carcajada.
—Ahí lo tienes: no eres nadie. Los mindundis como tú deberían aprender cuál es su lugar. ¿Qué pasa, se te ha comido la lengua el gato?

Noel se había cruzado de brazos desde la intervención del ochrorio y se había limitado a observar el circo improvisado. Había estado dispuesto a decirle al brujo que no se preocupara que no pensaba perder más el tiempo allí, pero el minotauro estaba empeñado en comprar papeletas con las que ganar audiencia con su hacha. Dicha arma hizo su aparición entre sus manos después de la última fanfarronada que había proferido el minotauro.
—Simplemente no me gusta gastar palabras en alguien sin capacidad para comprender su significado. La gente como tú suele entender mucho mejor cuando les hablo en otro idioma.

—No eres más que un fanfarrón con aires de grandeza.

—Te invito a comprobarlo entonces.

El minotauro sacó su propia arma para detener el primer golpe de hacha que se dirigía directamente a su cabeza. Noel no esperaba que fuese a ser así de sencillo, mucho menos porque había blandido su hacha de dos manos con una sola, y aprovechó que se encontraban muy cerca para invocar su otra arma vinculada, la bastarda, que apareció en su mano libre y empleó para realizar un tajo hacía un costado de su oponente. Belzo reaccionó apartándose, retirando su propio espadón para bloquear el golpe que ya había roto sus defensas antes de alcanzase su carne. El sueco guardó de nuevo su espada, buscando desestabilizar al minotauro. Al no encontrar su objetivo, la pesada espada de dos manos que blandía Belzo le hizo trastabillar hacia la posición desde donde antes le estaba llegando un ataque. Noel, esta vez sujetando el hacha con firmeza empleando ambas manos, descargó finalmente el golpe en el hombro izquierdo de su oponente. El minotauro bramó de dolor y se apartó, buscando encontrar una posición más segura desde la que iniciar su contra ataque.
—No creerás que un poco de suerte porque te haya funcionado tu sucio truco significa que me has vencido —escupió con rabia.

—Por supuesto que no —respondió Noel con fingida neutralidad en su tono—. ¿Quién ha dicho que esté dependiendo de la suerte o de trucos sucios?

La pelea creció en intensidad. El minotauro no era ningún novato y el draco no salió indemne, contando con varias heridas sangrantes a lo largo de su cuerpo. Posiblemente aquella batalla se hubiera prolongado más de no ser por su superioridad en cuanto a capacidad mágica, de la cual no dudó en apoyarse cuando le resultó conveniente. Tras unos minutos de filos chocando, hechizos estallando y furia desatada por parte de ambos contrincantes, Belzo dejó caer su arma en señal de rendición. La multitud que se había congregado a su alrededor y que había estado gritando todo tipo de  cosas durante la escaramuza guardó silencio casi como si de un grupo coordinado se tratase. Trenno, el brujo ochrorio que había salido corriendo para mezclarse con la multitud cuando empezó la pelea se acercó de nuevo a su amigo el minotauro con pasos vacilantes.
—L-lo s-siento, esto, eh...
Trenno alzó su temblorosa cabeza esperando que el draco le diese la información que le faltaba.

Noel vaciló unos instantes sin llegar a pronunciar su nombre. No era la primera vez que le trataban con cierto desprecio o altiveza que muchos no sabían ocultar por completo. Pero fue la primera vez que se presentó de forma distinta.
—Lindström —dijo finalmente mientras guardaba su arma.

—Te pido perdón en nombre de mi amigo, Lindström. No volverá a suceder —aseguró el ochrorio.

El draco tan solo se encogió de hombros antes de darse la vuelta y encaminarse hacia la galería más cercana que llevase a la superficie, ignorando los cuchicheos de la multitud que comenzaba a dispersarse a su alrededor. Aquel fue el día en el decidió que algunos individuos no tenían derecho a conocer su nombre.