Cuartel General de los Ejércitos

No pudo evaluar mucho, la comandante ya iba tras ella casi nada más aterrizar. Estaba claro que no pensaba darle mucho espacio para pensar ni reposicionarse de modo que Zarpa ideó un plan en poco tiempo.

Le ofreció una de sus patas delanteras como carnaza. Un mordisco en una pata era un mal necesario si la chica deseaba impactar un golpe contra la mujer. Estaba segura de que no iba a funcionar o que la loba minimizaría el daño al máximo pero tenía que intentarlo.

Zarpa ya estaba empezando el proceso de cambio para poder soltar un rodillazo contra la cabeza de la loba en caso de que completase el mordisco.

A veces no quedaba otro remedio que recibir un golpe para poder dar otro, eso lo había aprendido de Strix. Intentar minimizar tus daños y maximizar los del oponente. Un mordisco en una pata a cambio de un rival inconsciente.

La trampa era obvia para Cicatriz y decidió simplemente cambiar de dirección y ponerse tras la varmana y volver a su forma habitual, para a continuación ordenarle que se detuviera.
—Es suficiente. — La Comandante puso las manos tras la espalda y dio unos pasos antes de volver a mirarla—. Tienes mucho que pulir, sobre todo controlar tu instinto animal cuando no te puedes permitir dejarte llevar por él. Pero tu potencial está claro. Bienvenida a las Fuerzas Armadas.

A continuación le indicaría que podía irse.

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No pudo hacer nada para evitar la llave de Tenebra y cuando dio contra el suelo intentó forcejear para levantarse lo antes posible, pero al parecer habían terminado. Se levantó mientras la ninavi hablaba, con las orejas gachas temiendo haber fallado… pero entonces se le iluminó el rostro cuando la Capitana le dio la bienvenida. Sintió el impulso de echar una carrera para celebrarlo, pero se contuvo y le dedicó un saludo militar a la que a partir de ahora sería su superiora.
—¡Sí, señora! Me esforzaré al máximo.

Ahora ya sí regresó corriendo a la entrada del cuartel una vez le dijeron que podía irse y no tardó mucho en ver aparecer también a Zarpa. Escudriñó su rostro en busca de alegría o tristeza para no meter la pata y lo que encontró le hizo sonreír.
—¡Choca! —Extendió la mano hacia ella.

Varsai ya destransformada se cuadró ante la Comandante de los ejércitos. Le dio la bienvenida y la despidió por aquel día.

La chica se alejó en dirección a la entrada del cuartel con sus emociones echas un lío. Estaba contenta por supuesto, había logrado su objetivo y aquello no era poca cosa. Sin embargo... acababa de estrellarse contra un muro que sabía que no podía superar, y eso le recordaba a la pesadilla sufrida por la torre.

De Cicatriz haber sido un monstruo que intentase seriamente matarla la licántropa estaría muerta. Y aquello era duro de tragar. Con una nueva determinación a mejorarse a sí misma la chica enfiló hacia el exterior.

En cuanto vio los movimientos de Adru no pudo evitar esbozar una enorme sonrisa. Chocó las manos con el gamusino contenta de que su amigo también lo hubiera conseguido.

"Ahora sólo tenemos que esforzarnos por ser los mejores. Vamos a llegar a la cima" le dijo con una sonrisa. "Pero primero nos merecemos una copa en la taberna, ¿qué me dices?"

El simulacro de maniobras defensivas que habían llevado acabo aquel día ya había finalizado y casi todos los miembros del ejércitos estaban recogiendo sus cosas para marcharse. Antes de que lo perdiese de vista, Adru anduvo a toda prisa por el complejo buscando a alguien: si corría como un loco la comandante sin duda le iba a llamar la atención, pero quería asegurarse de que encontraba a tiempo a la persona que buscaba.

Lo vio a lo lejos, reconociéndolo gracias a su cabello y aquellas orejas que en un principio le habían hecho pensar que era un idrino con alguna combinación de transformación extraña. No recordaba quién se lo había dicho, o tal vez lo había oído comentar, pero sabía que se trataba simplemente de un piromante sinhadre. Se movió hacia él evitando acelerarse demasiado y tratando de mostrar un lenguaje corporal amigable, aunque probablemente lo que más dejaba ver, como de costumbre, era efusividad y entusiasmo.
—¡Hola! Me llamo Adru y… ¿Tienes tiempo para charlar? —le preguntó tras pensárselo un poco. Había aprendido algunas cuantas cosas de Neil y sus amigos sobre cortesía básica.

Zmey se había echado un hechizo básico de limpieza y ya empezaba a elevarse en el aire con su bolsa al hombro cuando alguien lo interceptó. Frunció el ceño. La conocía, también iba a presentarse como jinete de dragón, pero no había hablado directamente con ella precisamente porque sabía que era sinhadre. No le inspiraba demasiada confianza, aun así descendió los pocos metros que había ascendido como si bajase una escalera.

-Dime.

No tenía realmente ningún sitio adonde ir y no quería ser descortés con una compañera, aunque lo cierto es que estaba bastante cansado, como revelaban sus muy pronunciadas ojeras.

-¿Vas a tardar mucho? ¿Quieres que vayamos a alguna parte o…? -preguntó, poniendo sin querer demasiada impaciencia en el tono.

—Oh, eh… —titubeó ante su respuesta: claramente no le parecía apetecer mucho—. No es necesario ir a ningún sitio, no es nada privado… Y uhm… seré breve —añadió dubitativa.

Se llevó una mano a la nunca y tardó unos segundos en volver a empezar a hablar. Tenía la sensación de que el otro sinhadre no iba a querer hablar con él.
—Bueno, uhm… mi aurva y yo hemos estado hablando con Eara y Ayne… ¿No sé si los conoces? Tienen un restaurante llamado “el jardín de sevli” y… —. Le estaba costando expresarse por la incomodidad—. Estuvimos hablando acerca del cierre del portal y de buscar a los demás sinhadres de la ciudad, para… charlar y proponer algunas cosas. Por si te interesa.

Estuvo tentado de decirle que se había confundido y que él no era sinhadre. No es que fuera ningún secreto, tampoco había pedido a ninguno de sus amigos específicamente que no lo dijera, pero igualmente le molestaba que lo reconociesen. No se había puesto orejas para nada. Dejó ir un largo suspiro.

-Sé de qué sitio hablas -dijo al final.

No había ido al mesón por razones evidentes, aunque debía reconocer que había tenido ganas. Que odiase su mundo no significaba que no tuviera buena comida. Se tomó unos instantes para responder, meditando bien sus palabras.

-No quiero volver a tener nada que ver con ese mundo. Nunca más -Aún tratando de contenerse, parte del rencor que sentía se coló entre sus palabras. La ilusión sobre sus ojos se quebró momentáneamente y dejó ver su color real-Ahora soy rocavarancolés.

Posiblemente tiempo atrás habría preguntado por sus planes, habría sentido aunque fuera algo de curiosidad por lo que pretendían. Ya no. Lo único que sentía era la eterna rabia que ardía en sus entrañas, demasiado enquistada para atender a ninguna lógica.

Al princio esbozó una ligera sonrisa cuando el chico dijo que conocía el mesón, pero se le borró enseguida al escuchar su siguiente respuesta. La última frase la comprendía perfectamente: ella también era rocavarancolesa, incluso si el portal de Sinhdro siguiese abierto, pero la forma en la que dijo que no quería tener nada qué ver con su planeta de origen… Le hizo preguntarse muchas cosas, porque a fin de cuentas era un edeel y eso normalmente garantizaba una buena vida. Pero desde luego no iba a preguntarle nada acerca de eso. No se conocían apenas y su actitud dejaba claro que no quería que le hiciesen preguntas. Incluso alguien tan poco perceptivo como el gamusino podía verlo claramente.
—Ah… Entiendo… —dijo tratando de ocultar su decepción, solo consiguiéndolo a medias—. Perdona, no sabía que… Que pensabas así —musitó una disculpa con inseguridad. Unos escasos segundos de silencio incómodo le hicieron recuperar de pronto una actitud un poco más alegre, más suya, aunque conteniendo la efusividad—. ¡Aun así…! Quiero decir, si no te parece mal… ¿Podemos a lo mejor hablar más en otra ocasión? De otras cosas —se apresuró a añadir—. Los dos queremos ser jinetes, vamos a trabajar juntos y apenas sé nada sobre ti, ni siquiera cómo te llamas. Además yo también soy rocavarancolés. Un gamusino rocavarancolés —sonrió con un poco más de confianza—. Si tú quieres, claro. A mí… me gusta conocer gente nueva. Pero si me dices que no ya no te molesto más, te lo prometo —se rascó la nuca volviendo a sentir algo de inseguridad.

La edeel aceptó su respuesta y no hizo más preguntas, lo cual Zmey agradeció. Ya se disponía a retomar su ascenso cuando la chica volvió a hablarle, pero para hacerle una propuesta distinta. Zmey la miró unos instantes con desconfianza. Era una edeel, aunque no se comportara como la mayoría de edeels que había conocido, y era verdad que tarde o temprano tendrían que trabajar juntos.

Se acabó rindiendo, cambiando su expresión gruñona por una mucho más agradable.

-Soy Zmey Sardaur, piromante rocavarancolés -se presentó, imitando el formato del gamusino. -A veces voy a la taberna con algunos amigos del ejército, puedo avisarte para la próxima si quieres unirte. -Con más gente a su alrededor no le resultaría tan incómodo hablar con alguien de su mundo. Además, había dicho que le gustaba conocer a gente nueva -Pero ahora tengo que irme, tengo cosas que hacer.

No quería alargar más la conversación, estaba agotado. De hecho estaba tan cansado que no se paró mucho a pensar en la invitación que acababa de hacer y de la que podría o no arrepentirse una vez se echase una buena siesta. Con un gesto de la mano se despidió y echó a andar por el aire lejos de los cuarteles.

—¡Encantada de conocerte, Zmey! —respondió con una sonrisa, contenta de que su otra propuesta sí hubiese tenido éxito—. ¡Me encantaría! Entré junto a Zarpa y Strix ha sido nuestra maestra, pero con el resto no tengo demasiado trato, la verdad —confesó.
El gamusino era un ser altamente sociable y hablaba con todo el mundo, pero no podía decir que hubiese forjado amistades muy sólidas todavía en su empleo.

>>¡Vale, ya nos vemos por aquí! —se despidió con la mano mientras el piromante echaba a volar.
Aunque iba a tener que darle algo de malas noticias a Neil, Eara y Ayne, la sinhadre se había quedado bastante satisfecha con el intercambio. Aunque todavía le preocupaba qué podía haberle ocurrido a Zmey para que tuviese un sentimiento tan fuerte en contra de su mundo natal. Sabía que había cosas desagradables, pero… no quería ni pensarlo, en realidad, al fin y al cabo su compañero no parecía que fuese a querer contárselo y no valía la pena darle muchas vueltas.

Salió corriendo en dirección a la Sede, para regresar inmediatamente con un quiebro que dejó una remanencia en la que se veía a un gamusino con expresión de “ups”, pues se olvidaba sus cosas.