Cacería de Rasqa y Devoss

Recuerdo del primer mensaje :

Ese día había quedado con el parqio para cazar juntos, y aunque no era la primera vez que cazaba si lo era acompañado. Por lo que estaba más ilusionado que de costumbre. El licántropo salió de la Sede con prisas, deseoso de volver a ver a uno de sus compañeros de cosecha  después de haber estado tantos días encerrado en su habitación.

Habían decidido que el lugar sería el territorio de las hienas, por lo que Devoss no podía estar más contento. Últimamente se había convertido en su coto de caza y acostumbraba a pasar mucho por allí. Además, le resultaba bastante divertido e irónico que las hienas( las culpables de uno de sus peores momentos de criba), fueran ahora sus víctimas.

Cuando estuvo cerca de la zona se apoyó en una pared, esperando a que apareciera Rasqa y en tensión por si se le acercaba algún animal o monstruo.

Tal vez pareciera cosa de telepatía o tal vez de una gran coordinación, pero la razón por la que Rasqa se acercó a la hiena era más simple. El moloch hizo crugir su cuello de excitación y dio potencia al fuego que le cubría. Se convirtió en una ola de calor y escamas, sonrió henchido de orgullo y dejó que el humo se le escapara por la nariz.

—Échate a un lado —le dijo al tigre, que habia inmovilizado a la hiena como si fuera de trapo.

En cuanto la zarpa de Devoss abandonara la cabeza del animal, la garra de Rasqa caería sobre ella. El moloch se pegó a la hiena y, mientras esta pataleaba, dejó que su calor y su fuego se contagiaran. El animal aulló y el hedor de la carne quemada le llegó a través de un humo oscuro. Rasqa respiró hondo, aflojó el agarre durante unos segundos y luego imprimió sobre la cabeza fuerza suficiente como para romperla. Los muchos líquidos que manaron de aquel destrozo hirvieron y el moloch quedó complacido.

—¡Vamos a por más!

Como si lo que acabaran de hacer estuviera a la altura moral de recoger flores por el campo, Rasqa sonrió divertido y le hizo un gesto con la cabeza a Devoss. Le gustaba que el tigre fuera primero para contemplar el inicio de la carnicería.

El tigre disfrutó viendo como la hiena se iba calcinando poco a poco. Era un acto cruel e innceseario, pero le daba igual. Devoss disfrutaba oliendo el miedo de sus presas, su deseperación al saber que no podían hacer nada para salvarse.

El chico sabía que su yo anterior lo odiaría por ser así, pero no podía importarle menos, el antiguo Devoss era demasiado inocente, demasiado estúpido para darse cuenta de como funcionaba de verdad la ciudad. <<La supervivencia del más fuerte>>.

El licántropo rugió de satisfacción cuando escuchó la propuesta del pario, lo que menos le apetecía era parar en ese momento. Olisqueó el aire un  par de veces y una vez que apartó el aroma de la sangre encontró el hedor de la hiena que había escapado. Quizá la superviviente les guiara hasta el resto de la manada. Miró al moloch y sacó la lengua burlón antes de emprender la carrera.

Efectivamente, la hiena pequeña había corrido en busca de un grupo mayor. Rasqa bufó a Devoss ante su sacada de lengua y corrió tras él. Pronto, ambos se toparon con un grupo de siete hienas adultas. Se encontraban en torno a una casa abandonada que tal vez hiciera las veces de refugio para los animales. Aun con el lomo encendido, al moloch aceleró el paso en un intento vano de adelantar al tigre. Si algo le habia quedado claro cazando con Devoss, era que el licántropo era más rápido que el moloch. Rasqa no se quejaba, Devoss no podía cubrirse de llamas como él, pero en aquellos momentos era un engorro.

Así, el parqio dejó (obligado) el primer movimiento al humano.

Devoss y Rasqa siguieron a la hiena pequeña, y ésta los condujo a un grupo numeroso de hienas adultas.<<Nada más que siete...Vamos a tener que emplearnos a fondo>>. El tigre aceleró aún más el ritmo aprovechando el elemento sorpresa. Debían ser rápidos y letales, si la lucha se alargaba demasiado corría el riesgo de ser rodeado. Rasqa podía al menor salir volando, pero él lo tenía crudo si llegaban a esas circunstancias.

Se acercó veloz a las dos más alejadas, aunque no tanto como le gustaría. Las dos hienas captaron su olor y se giraron con las bocas babeantes.<<Ni de coña voy a ser tu almuerzo>>. Pensó mientras le propinaba un zarpazo a la primera, desgarrando su cara y el ojo derecho y que cayó abatida unos metros más lejos. No se volvería a levantar. La segunda era más experta y no se precipitó a atacarle, sino que hizo amagos esperando a las otras cinco hienas adultas, que se acercaban peligrosamente.

Finalmente la hiena se abalanzó sobre él, y aunque le tomó por sorpresa el licántropo dejó que la  bestia  cayera encima suya. Para después impulsarla hacia arriba con las patas, en dirección al parqio. Eran más grandes, más fuertes y más astutas que las anteriores. Pero Devoss confiaba en que no fuera un problema. Rápidamente se encaró con las otras cinco, esperando a que el moloch acabara con la hiena-pelota para atacar juntos al resto, que avanzaban lentamente con intenciones de rodear.<<Demasiado juntas...>>Lamentó el tigre.

Rasqa siguió a Devoss y no pudo más que soltar una carcajada al ver el arte con el que el tigre le lanzaba a la hiena. El parqio se incorporó en un movimiento rápido sobre sus dos patas, recibió al animal con sus zarpas humeantes bien abiertas y lo estrelló contra el suelo sin ningún miramiento. Las costillas de la hiena se partieron y el animal aulló de forma lastimera mientras Rasqa hundía sus uñas en la carne. La sangre se calentaba en contacto con él y burbujeaba para placer del moloch.

Sin embargo, no lo pudo disfrutar mucho. Quedaban otras cinco de las que hacerse cargo. El parqio abrió las alas y siseó a las hienas por el mero hecho de regodearse en su terror. Con un gesto de cabeza, señaló el flanco izquierdo a su compañero.

—Empiezo por esa punta. El que antes llegue a la de enmedio, se la queda —rió, y se abalanzó contra el animal de la esquina con los dientes por delante.

Mientras hundía los colmillos en el cuello de su presa, Rasqa tuvo tiempo de valorar la situación, y ojalá todo fuera tan fácil y tan divertido como lo estaba siendo aquella cacería.

Devoss asintió complacido al ver como Rasqa abatía a la hiena-pelota. Con un compañero como él era mucho más fácil cazar y era toda una ayuda. Quedaban cinco, pero no era algo que no hubieran hecho antes. Con un rugido de satisfacción el licántropo se abalanzó contra ellas.

Cayó con todo su cuerpo en una y aprovechando su inmovilidad le mordió en el cuello. Devoss pudo sentir como la sangre emanaba de la herida. El holandés no pudo más que saborearla disfrutando del sabor de la carne y de su lenta muerte. Error.

Antes de que se diera cuenta sintió un repentino pero familiar dolor.<<¡Será cabrona!>>Rugió el licántropo. El dolor era el mismo que sintió en su pelea contra las hienas, siendo cosechado. Una de las bestias tenía sus fauces cerradas en su cuerpo, mordiendo parte del lomo. El licántropo se giró bruscamente para alcanzarla y en cuanto la tuvo a su alcance encajó toda su mandíbula en parte del cráneo. Afortunadamente el animal soltó el agarre por el dolor y Devoss, aún mordiéndola, la zarandeó hasta que escuchó su cuello crujir. La mandó volando lejos con furia. Por suerte  a la hiena no le había dado tiempo a seccionar la carne, aunque podía verse claramente la forma de la mandíbula del animal en su cuerpo . Devoss dio un paso y el dolor se incrementó .

Si no fuera porque estaba transformado no habría escuchado como una tercera le acechaba por la espalda, el tigre esquivó su mordisco por muy poco y lleno de rabia consigo mismo y por el intenso  dolor saltó hacia la hiena. Cada movimiento que hacía lo desgarraba más. Fue un ataque descuidado y muy peligroso. El tigre rodó con la hiena para inmovilizarla, pero acabaron intercambiando mordiscos y zarpazos. Para cuando Rasqa terminara Devoss aún seguiría intercambiando golpes. Ambos animales con múltiples mordiscos y arañazos. <<¡Muérete de una vez!>> Jadeó Devoss con claros signos de cansancio. Necesitaría la ayuda de su compañero para acabar con esa.

Por suerte para Rasqa, sus pinchos y el fuego asustaban a las hienas, que parecían menos inclinadas en lanzarse a por él que a por Devoss. Así, el moloch no tuvo problemas para acabar con las suyas. Tras degollar a su primera víctima. Rasqa acortó distanias con la siguiente de un salto y se la llevó por delante con un fuerte coletazo en la cabeza. Rasqa no supo si la había matado o no, pero no la vio levantarse.

Iba a lanzarse a por la tercera, a llevarse el premio, pero el rugido dolorido de Devoss le distrajo brevemente y la última hiena se fue corriendo. Rasqa bufó, exhaló una bocanada ahumada y se encaró a la que aun acosaba al tigre. Reptó hacia ellos, siseó e hizo restallar su cola contra la calzada. Las llamas a su espalda crecieron de forma violenta y el animal cesó el ataque ante la nueva amenaza.

Rasqa no haría nada más, dejaría que fuera el propio Devoss quien acabara con la criatura: era lo justo después de que le hubiera herido.

Devoss agradeció que Rasqa  fuera a ayudarle. El licántropo había pensado que sería buena idea caer sobre la hiena y rodar con ella para desorientarla e inmovilizarla, pero el animal había sido listo y había logrado morderle la pata derecha al holandés en el último momento. Por lo que el tigre había acabado con todo el peso de la hiena encima suya.

Cuando el moloch hizo restallar su cola la fiera se distrajo y dejó de morderle la pata y miró en dirección al parqio. Desde la vista de Devoss podía verse una preciosa vista del cuello de su rival, y con toda la rabia que podía experimentar se inclinó y mordió con furia la yugular de la hiena. No tardó en sentir la sangre cayéndole por la cara, ni los espasmos de su víctima intentando deshacerse de las mandíbulas del tigre, que estaban cerradas como si de un cepo se tratara.

Al final el animal dejó de retorcerse y se quedó completamente inmóvil. Una carcasa vacía. Devoss la echó a un lado con esfuerzo, manchándose aún más el rostro de sangre de un color oscuro. Tenía múltiples mordiscos, pero los más graves eran el del costado y el de la pata, aún así sangraba por todos lados y el holandés solo pudo transformarse en humano y resoplar. Sin importarle en lo más mínimo su propia desnudez. <<¿Qué más da?>> Se preguntó el licántropo tigre.<<He demostrado que puedo llegar a ser más animal que humano. Joder, cómo duele>> Pensó mientras se pasaba la lengua por la boca, cubierta de sangre y algún que otro trozo de carne.

Tendido en el suelo y aún resoplando inclinó la cabeza hacia el moloch.-¡Coño, con la hiena de los huevos!- Gritó quejándose de los mordiscos.-Sé qué puedes hacer magia, lagartija. Dijo antes de dar un quejido.- ¿Una ayudita?- Pidió con una sonrisa  mientras intentaba no hacer caso del dolor.

Mientras Devoss recuperaba su aspecto humano, Rasqa hizo lo propio y se sacudió como un perro para limpiarse, pero quedaron restos de sangre y pelo manchando su piel. No le dio mucha importancia, tanta o menos que al desnudo del chico (al fin y al cabo, Rasqa había pasado meses en Letargo sin tocar una prenda de ropa. ¿No era lo mismo?). Cuando el licántropo se dirigió a él, Rasqa le enseñó los dientes en un gesto de falsa molestia y se acercó a él tras apagar las llamas.

—¿A quién llamas lagartija? —Rasqa se rió y exhaló sobre Devoss las últimas bocanadas de humo—. No soy un experto —le avisó—, puede que te empeore las heridas.

Aun así, Rasqa le echó un vistazo y se creyó capaz de curar los daños con los dos o tres hechizos simples que conocía, nada que sobrepasara lo que podía hacer un cosechado.

—Espero que no se te haya quedado ningún pedazo de hiena dentro o habrá que llamar a Irianna.

Acto seguido, el Moloch rebuscó entre los cadáveres el de la hiena más grande, lo agarró con los dientes por el cuello y tiró de él, arrastrándolo por toda la calle. Una caza sin trofeo no era una buena caza y no había mejor trofeo que una buena cena.

—Edta de viede pada casa —dijo tan claro como pudo con la boca llena.

El holandés solo puso toser y girar la cabeza cuando el parqio le echó el humo en la cara.- Me imagino que tú eres más de romper huesos que de curar, ¿eh? Si, lo que sea. Hazlo.- Pidió consciente solo del deseo que tenia de eliminar ese dolor. El holandés pudo notar cómo la magia del moloch surgía efecto, la agonía empezó a remitir a la vez que surgía una sensación placentera de alivio.

Curioso por ver el proceso levantó la cabeza y pudo observar desgarros cerrándose, dentelladas desapareciendo y carne nueva naciendo de sus heridas. Ahora que Devoss había aceptado no tenerle miedo a su lado animal se había dado cuenta del regalo que le había hecho la Luna, pero eso no significaba que no pudiera maravillarse con la magia de los demás.<<Menos mal que he quedado con Rasqa y no con cualquier otro>>. Pensó con cierto entusiasmo. Con el nombre de Irianna sintió añoranza por el resto de sus compañeros. <<Estaría bien quedar con ellos y ponerse al día>>. Pensó un poco preocupado al no saber cómo estaban.

Cuando Rasqa terminó de curarle Devoss se levantó arqueando la espalda y se rió por lo mal que había pronunciado el parqio. -Buena idea, tío. Creo que yo tambíen me llevaré una-. Dijo pegándole una patadita al cádaver de la que le había dado tantos problemas. La patada hizo que la cabeza del animal se moviera, dejando a la vista el gran mordisco que le había hecho el licántropo.

-Peleas bien-. Apuntó mientras se ponía en cuclillas, admirando la herida en la garganta de la hiena y haciéndosele la boca agua.-¿Quién te enseñó? Estoy seguro de que lo buen cazador que eres no se debe a la Luna, moloch.

—¿Tío? No doy herma'o de tu badres —respondió con socarronería y la boca llena. Para poder hablar tranquilamente, Rasqa se ayudó de sus patas delanteras y lanzó sobre su espalda la hiena que había arrastrado. Mantuvo sus puas apagadas par poder racionar la caza con otros compañeros que las prefirieran menos hecha—. Los viejorros de la isla.

>>Allí nos enseñan a todos a cazar. Eso y las clases de vuelo eran lo único medianamente divertido, y aun así era todo tan básico... —Resopló—. Las Islas son peores que Rocavarancolia, te lo digo yo, que casi me muero de aburrimiento.

Se trataba de una broma, pero escondía una verdad amarga. La monotonía y la desidia se habían arraigado con fuerza durante los primeros años de vida del parqio y le habían lastrado la existencia. Lo único que le divertía era volar y, en menor medida, cazar a las criaturas insignificantes que se podía permitir de crío. Crecer, sin embargo, le aterraba. La idea de anclarse en una isla para pasar el resto de su miserable vida pastoreando cabras estúpidas probablemente lo habría matado. O lo habría ayudado a matarse.

Por suerte para el parqio, Rocavarancolia le había concedido dos cosas: una manada y el fuego. Con la primera había perdido el miedo a crecer y con la segunda encontró su razón de ser. El moloch fantaseó con las Islas en llamas durante el resto del paseo, pero lo cierto era que no tenía intención de volver a su mundo bajo ningún concepto. Sus congéneres ya se habían condenado a una vida a medio gas y a Rasqa no le apetecía darles paz con su fuego. Algunos lugares no merecen ni arder.

Devoss sonrió ampliamente con el comentario de Rasqa, aún no estaba del todo acostumbrado a que algunas palabras no significasen lo mismo para sus compañeros de otros mundos que para él.- En mi mundo la palabra “tío” no tiene solo ese significado.- El licántropo se quedó unos segundos sin hablar, buscando la palabra correcta.-Sería como llamarte colega-. Le explicó al moloch.

Al holandés le pareció muy interesante que en el mundo del parqio todos supieran cazar. Sin duda alguna para Devoss habría sido mucho más interesante, teniendo en cuenta la pasión que había surgido en su corazón tras la llegada de la Luna Roja.

-Bueno, mejor estar aburrido que muerto.- Dijo riéndose de la ocurrencia de su amigo.-Pero sé de lo que hablas, en mi mundo no era lo que podría decirse feliz.- Reveló el chico con un deje de nostalgia.- Por eso vine aquí, deseoso de aventuras y cosas nuevas qué hacer. ¡Y míranos Rasqa! ¡Hemos vencido al puto aburrimiento!-. Exclamó entre risas levantando el puño e imitando a un superhéroe.  

Quizás fuera un mundo más peligroso que la Tierra, pero para el licántropo valía la pena correr el riesgo. Devoss se despidió de Rasqa con un sonoro: “¡Tenemos que repetirlo!” y con un “¡Te debo una lagartija!” Después, el holandés se transformó y agarró a su presa del cuello para llevarla a casa. No sería la última vez que los dos saldrían de cacería, haciéndolo varias veces a la semana.

Para Devoss esa actividad era mucho más que una pasión, era su verdadera naturaleza, pero sobretodo era la mejor manera que tenía de expresar que estaba vivo y de que Rocavarancolia era su hogar. Su verdadero hogar.