Cacería de Rasqa y Devoss

Ese día había quedado con el parqio para cazar juntos, y aunque no era la primera vez que cazaba si lo era acompañado. Por lo que estaba más ilusionado que de costumbre. El licántropo salió de la Sede con prisas, deseoso de volver a ver a uno de sus compañeros de cosecha  después de haber estado tantos días encerrado en su habitación.

Habían decidido que el lugar sería el territorio de las hienas, por lo que Devoss no podía estar más contento. Últimamente se había convertido en su coto de caza y acostumbraba a pasar mucho por allí. Además, le resultaba bastante divertido e irónico que las hienas( las culpables de uno de sus peores momentos de criba), fueran ahora sus víctimas.

Cuando estuvo cerca de la zona se apoyó en una pared, esperando a que apareciera Rasqa y en tensión por si se le acercaba algún animal o monstruo.

Después de haber olido la carne de los daelicianos quemándose, a Rasqa le sabían a poco el resto de actos violentos que quedaban a su alcance, al menos hasta la nueva cosecha. Podía arriesgarse a quemar a algún idiota de la ciudad, ya había conocido a unos cuantos, pero eso podría traerle consecuencias irreparables. Sin embargo, sí había maneras de aliviar un poco aquella falta de sabor: una era cazar con amigos. Esta actividad ya había funcionado antes de la salida de la Luna, ahora no era menos.

El parqio llegó desde arriba, ardía con la misma energía que volaba. El olfato le había guiado hasta el punto en el que estaba su compañero. Todos sus amigos tenían un olor característico que había aprendido a recordar con la práctica. Rasqa aterrizó frente a él y sofocó sus propias llamas para que el golpe de calor no fuera tan horrible para Devoss.

—¡Listo! —exclamó, como si no fuera obvio. Con un gesto de cabeza, dio al licántropo por saludado y comenzó a olisquear el aire en busca de un nuevo rastro. El aroma a perro sucio de las hienas no tardó en asomar—. Todos los chuchos oléis igual —bromeó, con su mejor tono de disgusto—. ¿Seguimos este rastro? —señaló en dirección hacia el anfiteatro, que aun quedaba lejos de allí.

Su olfato era mucho mejor ahora, pero también lo era el del nuevo Devoss, así que esperaba a su respuesta para asegurarse de que no había pasado por alto un rastro mejor. Lo importante aquel día era divertirse despedazando hienas, no competir por quién tenía las mejores fosas nasales.

Rasqa no tardó en aparecer volando y ardiendo como una antorcha. Y aunque rebajó la intensidad de las llamas, estas le golpearon con  una pequeña ola de calor que le hizo entrecerrar los ojos.-Te pegaría por hacerme esperar tanto, pero no quiero convertirme en un pollo asado.-Le dijo con tono  bromista.

El holandés se retiró de la pared en la que había estado apoyado y estiró los brazos, preparándose para empezar la transformación.-¡Eh, sin insultar! Que soy un felino. Además, más quisieran esas cosas parecerse a mi.- Le respondió riéndose de la broma del parqio.

El licántropo se transformó con su lento ritmo habitual y cuando hubo terminado le miró en lo que bien podría haber sido una sonrisa, pero tenía más pinta de mueca.<<Mierda, la puta ropa.>> Se dijo cuando un jirón de su sudadera le rozó la oreja al caer al suelo.<<Bueno, ya es tarde para lamentarse>>. Y pensando esto último lanzó un suave rugido, retando al moloch a seguirlo con la cabeza.

Después empezó a correr, siguiendo el fétido olor de las hienas como si fuera un hilo.

Rasqa se carcajeó ante la respuesta de Devoss y le dejó convertirse en tigre sin molestarle. El detalle de la ropa le pasó inadvertido a Rasqa, que no tenía la costumbre ni de usarla ni de fijarse en ella. Sin embargo, sí que estuvo pendiente de salir en cuanto el licántropo lo hizo. Devoss era más rápido que él y Rasqa no solo quedó detrás, sino que tampoco llegó a alcanzarle en ningún momento. Tras una carrera a cuatro patas, extendió las alas, avivó sus llamas y se alzó en el aire.

Sin olvidarse de seguir al tigre, Rasqa volaba en semicirculos y cubría la zona desde arriba. Su vista no había mejorado como su olfato, pero no era muy difícil ver a una hiena en una calle vacía. Menos aún desde arriba. No tardaron mucho en dar con los canes apestosos y Rasqa silbó a Devoss para que aminorara el paso. Descendió en silencio y se encaramó a un tejado.

Cinco hienas olfateaban el suelo en busca de carroña tras una esquina. Devoss las tenía más cerca: le bastaba un giro a la derecha. Rasqa estaba más lejos, pero en línea recta y desde las alturas: no lo tenía dificil para saltar sobre las más alejadas del grupo. Rasqa esperaba a que Devoss saltara sobre las más cercanas a él y entonces él se abalanzaría desde detrás para cortarles el paso (y el pescuezo) a las que quisieran huír.

Devoss aminoró el paso cuando el hedor de las hienas le golpeó la cara. Las olía como si las tuviera delante, aunque en realidad los separaba la esquina de un edficio. <<Diría que son cuatro o cinco, puedo con ellos>>. Pensó el licántropo olvidándose por un momento de que no iba solo.<<Tengo que actuar deprisa o me olerán pronto.>>

Con un rugido amenzante Devoss giró la esquina, no tardó ni tres segundos en acercarse lo suficiente a ellas. Eran cinco, tal y como había predicho. De las cinco hienas tres retrocedieron sorprendidas, pero el tigre no se dejaba engañar, no podía perder el tiempo. Las dos hienas restantes eran más grandes y más viejas.<<Son las hembras>>. Saltó hacia ellas, con las garras extendidas. Una logró esquivarlo, pero la otra se llevó un buen golpe. Devoss le rajó la garganta mientras caía encima suya con todo su peso.<<Una menos>>.

El tigre rugió triunfante mirando al parqio.<<Sorpréndeme, moloch>>

Rasqa chistó al ver que Devoss se lanzaba tan rápido y cayó en picado contra las tres hienas que huían. Las puas de su cuerpo se encendieron y el moloch aterrizó en llamas sobre uno de los cánidos. El sonido que hicieron los huesos del animal dejaron claro que no se levantaría. El pelaje de la hiena se había encendido y el olor a pelo y carne quemada inundó la calle. Rasqa respiró hondo en un gesto altanero.

El moloch lanzó una mirada desafiante a su compañero de caza y propinó un fuerte coletazo a otra de las hienas menores, lanzándola contra él tigre para entorpecerle.

—¡Cuidado, que vuelan! —rio mientras se encaraba a la hiena mayor que había sobrevivido.

El moloch se tensó y abrió las alas de par en par antes de emitir un rugido al animal. Le daba igual quien de los dos lo matara, lo que Rasqa quería era asustarlo. Infundir terror en una bestia que una vez le habría asustado a él.  

La última de las hienas pequeñas había huído. Con suerte, si la buscaban luego, darían con un lugar más abarrotado que aquella calle.

El tigre miraba desafiante a la hiena hembra, mientras su compañero se encargaba de las otras. Una de ellas murió de un terrible golpe del parqio, la otra huyó asustada y la tercera salió despedida hacia Devoss. El licántropo rugió en señal de diversión al tiempo que esquivaba al animal. Tenía un profundo corte en el estómago, ahí donde había impactado la cola de Rasqa, pero no estaba muerta.

Cuando se estaba levantando Devoss le pisó el cuello con una pata y le dio un mordisco voraz, que se llevó una gran parte de la garganta. Ya solo quedaban dos, la hembra grande y la que huía. El tigre se abalanzó con una mueca de felicidad en su rostro, y antes de que la hiena se diera cuenta estaba inmovilizada en el suelo. Su cabeza chocó contra el suelo cuando se la golpeó con la zarpa, pero aún no estaba muerta, así que se la dejó al moloch apartándose de la fiera.

<<Quiero verla arder Rasqa>>. Pensó observando a la hiena y al cadáver de la otra, que estaba ardiendo. <<Seguro que lo entiende.>>

Tal vez pareciera cosa de telepatía o tal vez de una gran coordinación, pero la razón por la que Rasqa se acercó a la hiena era más simple. El moloch hizo crugir su cuello de excitación y dio potencia al fuego que le cubría. Se convirtió en una ola de calor y escamas, sonrió henchido de orgullo y dejó que el humo se le escapara por la nariz.

—Échate a un lado —le dijo al tigre, que habia inmovilizado a la hiena como si fuera de trapo.

En cuanto la zarpa de Devoss abandonara la cabeza del animal, la garra de Rasqa caería sobre ella. El moloch se pegó a la hiena y, mientras esta pataleaba, dejó que su calor y su fuego se contagiaran. El animal aulló y el hedor de la carne quemada le llegó a través de un humo oscuro. Rasqa respiró hondo, aflojó el agarre durante unos segundos y luego imprimió sobre la cabeza fuerza suficiente como para romperla. Los muchos líquidos que manaron de aquel destrozo hirvieron y el moloch quedó complacido.

—¡Vamos a por más!

Como si lo que acabaran de hacer estuviera a la altura moral de recoger flores por el campo, Rasqa sonrió divertido y le hizo un gesto con la cabeza a Devoss. Le gustaba que el tigre fuera primero para contemplar el inicio de la carnicería.

El tigre disfrutó viendo como la hiena se iba calcinando poco a poco. Era un acto cruel e innceseario, pero le daba igual. Devoss disfrutaba oliendo el miedo de sus presas, su deseperación al saber que no podían hacer nada para salvarse.

El chico sabía que su yo anterior lo odiaría por ser así, pero no podía importarle menos, el antiguo Devoss era demasiado inocente, demasiado estúpido para darse cuenta de como funcionaba de verdad la ciudad. <<La supervivencia del más fuerte>>.

El licántropo rugió de satisfacción cuando escuchó la propuesta del pario, lo que menos le apetecía era parar en ese momento. Olisqueó el aire un  par de veces y una vez que apartó el aroma de la sangre encontró el hedor de la hiena que había escapado. Quizá la superviviente les guiara hasta el resto de la manada. Miró al moloch y sacó la lengua burlón antes de emprender la carrera.

Efectivamente, la hiena pequeña había corrido en busca de un grupo mayor. Rasqa bufó a Devoss ante su sacada de lengua y corrió tras él. Pronto, ambos se toparon con un grupo de siete hienas adultas. Se encontraban en torno a una casa abandonada que tal vez hiciera las veces de refugio para los animales. Aun con el lomo encendido, al moloch aceleró el paso en un intento vano de adelantar al tigre. Si algo le habia quedado claro cazando con Devoss, era que el licántropo era más rápido que el moloch. Rasqa no se quejaba, Devoss no podía cubrirse de llamas como él, pero en aquellos momentos era un engorro.

Así, el parqio dejó (obligado) el primer movimiento al humano.

Devoss y Rasqa siguieron a la hiena pequeña, y ésta los condujo a un grupo numeroso de hienas adultas.<<Nada más que siete...Vamos a tener que emplearnos a fondo>>. El tigre aceleró aún más el ritmo aprovechando el elemento sorpresa. Debían ser rápidos y letales, si la lucha se alargaba demasiado corría el riesgo de ser rodeado. Rasqa podía al menor salir volando, pero él lo tenía crudo si llegaban a esas circunstancias.

Se acercó veloz a las dos más alejadas, aunque no tanto como le gustaría. Las dos hienas captaron su olor y se giraron con las bocas babeantes.<<Ni de coña voy a ser tu almuerzo>>. Pensó mientras le propinaba un zarpazo a la primera, desgarrando su cara y el ojo derecho y que cayó abatida unos metros más lejos. No se volvería a levantar. La segunda era más experta y no se precipitó a atacarle, sino que hizo amagos esperando a las otras cinco hienas adultas, que se acercaban peligrosamente.

Finalmente la hiena se abalanzó sobre él, y aunque le tomó por sorpresa el licántropo dejó que la  bestia  cayera encima suya. Para después impulsarla hacia arriba con las patas, en dirección al parqio. Eran más grandes, más fuertes y más astutas que las anteriores. Pero Devoss confiaba en que no fuera un problema. Rápidamente se encaró con las otras cinco, esperando a que el moloch acabara con la hiena-pelota para atacar juntos al resto, que avanzaban lentamente con intenciones de rodear.<<Demasiado juntas...>>Lamentó el tigre.

Rasqa siguió a Devoss y no pudo más que soltar una carcajada al ver el arte con el que el tigre le lanzaba a la hiena. El parqio se incorporó en un movimiento rápido sobre sus dos patas, recibió al animal con sus zarpas humeantes bien abiertas y lo estrelló contra el suelo sin ningún miramiento. Las costillas de la hiena se partieron y el animal aulló de forma lastimera mientras Rasqa hundía sus uñas en la carne. La sangre se calentaba en contacto con él y burbujeaba para placer del moloch.

Sin embargo, no lo pudo disfrutar mucho. Quedaban otras cinco de las que hacerse cargo. El parqio abrió las alas y siseó a las hienas por el mero hecho de regodearse en su terror. Con un gesto de cabeza, señaló el flanco izquierdo a su compañero.

—Empiezo por esa punta. El que antes llegue a la de enmedio, se la queda —rió, y se abalanzó contra el animal de la esquina con los dientes por delante.

Mientras hundía los colmillos en el cuello de su presa, Rasqa tuvo tiempo de valorar la situación, y ojalá todo fuera tan fácil y tan divertido como lo estaba siendo aquella cacería.