Primer sueño de Eorlir

Eorlir se quedó pensativo. ¿También había un lienzo? ¿Quien sería? ¿Lorenzo? Él esperaba que el español se hubiera convertido en una espada o algo así. Quizás era Barael... En todo caso lo vería pronto. Miró a Monica de nuevo.

-Es de momento la mejor idea que tenemos, así que lo intentaré. Esperemos que no le dé un ataque de rabia o algo así y decida pagarlo conmigo. Mañana le pediré que pose... -parpadeó al ver que Monica parecía apagarse-. ¿Monica? ¿Qué luces...? -se quedó mirando un buen rato el espejo. Parecía haberse apagado de golpe, la vida había dejado aquel objeto y ya no tenía los rasgos de su amiga. Suponía que Sox la tetera también se habría "dormido", y él mismo empezaba a estar cansado, así que hizo caso a la madrileña y se dirigió a la habitación que le había indicado. Miró el lienzo y lo destapó para comprobar si por algún casual seguía despierto. Suspiró y echó un vistazo por la ventana antes de cerrar las cortinas y echarse a la cama, pensativo y sin poder dormirse inmediatamente.

Todo aquello era surrealista, y lo peor es que todos en aquel castillo esperaban que él, de algún modo, lo solucionara todo. Nunca había sido un héroe ni se le había dado bien liberar a nadie. Él sólo era un joven edeel pintor acabado de unir a su aurva, nada más. Sin embargo, su otra mitad se hallaba atrapada en un cuerpo totalmente diferente al suyo y, por lo que podía ver, su forma de ser se estaba contaminando también. La Ina tímida de antaño había dado paso a una figura autoritaria que casaba bien con su aspecto de monstruo. De hecho, temía que si llegaba demasiado tarde le resultara imposible convencerla de volver atrás y que cada vez se volviera más déspota. Al día siguiente, sin falta, tendría que probar lo que le sugería Monica y rezar para que la idea tuviera éxito.

Se estremeció con la tormenta. Se dió la vuelta de espaldas a la ventana y cerró los ojos, intentando dormir. "Mañana será otro día... espero"

Se despertó de golpe por culpa del trueno. Gruñó, de mal humor. No había dormido bien: había soñado con dos ojos que le miraban como si fueran de un depredador, que parecían vigilarle y que podían decidir cuando quisieran que el juego se había terminado y acabar con él. La sensación de estar indefenso era peor aún porque el día anterior se había sentido vigilado constantemente, hasta antes de dormir. Se llevó una mano a la cara y trató de despejarse.

Nada más oír la voz de Eriel se levantó de golpe, mirando alrededor. Al no verle, clavó sus ojos en el lienzo y se levantó de golpe. Lo destapó de nuevo y buscó su rostro. Sonrió al verle.

-Buenos días... -le miró algo preocupado-. Sí, tengo que intentarlo. Perdón de antemano por pintarte, ¿vale? -gruñó-. Necesito a Tayron. Y pintura... ¿Dónde puedo encontrar ambas cosas?

Mientras se preparaba para salir de la habitación, miró a Lienzo-Eriel, con las dudas escritas en la cara. Le preguntó lo que llevaba desde el día anterior atenazándole el pecho.

-Y si... ¿Y si no funciona? ¿Qué haremos?

Eorlir sacó la pintura para tenerla ya preparada. Asintió ante las palabras de Eriel.

-Esperemos que sirváis para éste propósito. Esperemos que el que os dijo lo que teníamos que hacer no se equivoque... "o no nos haya engañado a todos y pretenda matarnos." Por si acaso, seguid pensando en lo que podría servir. -sonrió a Eriel, algo triste. No confiaba en tener mucho éxito, pero al menos iba a intentarlo.

Salió del cuarto con cara de circunstancias, y tuvo que respirar profundamente unos segundos para poder componer una sonrisa decente. Se acercó a la habitación de su aurva cuidadosamente, sin poder dejar de fijarse en las gárgolas destrozadas, sospechando que el destrozo era obra de Ina. Al llegar a la puerta de su habitación y fijarse en su estado, tragó saliva. No había ninguna duda. Por algún motivo, Ina había destrozado esa parte del castillo. Tembló ante la perspectiva de presentarse ante ella, pero no podía echarse atrás.

Mientras llamaba a la puerta de la habitación, se le pasó por la cabeza que quizás ese plan no era tan bueno. Que quizás verse como era antes la volvía violenta. Que en la habitación estaría encerrado con ella y que probablemente sería el primero con quien descargara su ira. Tragó saliva antes de hablar.

-Ina... me gustaría pintar un cuadro sobre ti... eh... si no te importa, ¿podrías venir a mi habitación y posar...? Me gustaría mucho pintar un cuadro tuyo, hace tiempo que no...

Eorlir ya no se sorprendió nada al ver a otro compañero, esta vez a Barael, transformado en un objeto cotidiano. Esta vez era un peluche. Su expresión era clara: pedía ayuda. El sinhadre echó un rápido vistazo por el cuarto, fijándose en el estado perfecto de la cama. "¿Es que no duerme en la cama?" Se estremeció imperceptiblemente cuando su aurva se dirigió a él, pero tragó saliva y se recompuso, ofreciéndole una sonrisa mientras meditaba acerca de su oferta.

-De momento me quedaré aquí unos dias... No sé si saldré por la ciudad más adelante, eso ya se verá.

Una vez Ina se levantó de su sillón y se dirigió a la puerta, aceptando su oferta, Eorlir asintió, intimidado por la envergadura impropia de Ina que presentaba ahora ésta.

-Por eso no te preocupes... Hace tiempo que no practico en condiciones, pero no por nada mis cuadros eran tan reputados en Sinhdro... -sonrió. Una vez en su cuarto, se sentó en el taburete mientras cogía a Tayron y ponía a Eriel en posición. Abrió las latas de pintura y, mirándola fijamente unos instantes, se creó la imagen mental de lo que quería pintar: un retrato de Ina tal como la recordaba, tímida y mona. Aunque le costó, más por el miedo que por otra cosa, finalmente se puso a pintar, concentrándose plenamente en la tarea que tenía entre manos, mirando a veces a Ina. Daba lo mejor de sí mismo para crear el mejor retrato que jamás había creado. Sonreía mientras pintaba: por mal que acabara todo aquello, Eorlir había conseguido sentirse como en casa durante unos instantes.

Apenas se fijó en los demás macieleros, ocupado como estaba. Sin embargo, cuando Ina se levantó violentamente, se sobresaltó. Cuando Ina vió lo que estaba dibujando, su reacción no le sorprendió: la tomó por rabia al verse como era antes. Esperaba que le atacara con esas garras y agachó la cabeza, esperándoselo. Sin embargo, vió la zarpa transformarse en el brazo de Ina -la Ina sinhadre. Miró a Ina, viendo como revertía a su forma original, sonriendo aliviado.

Sin embargo, sus siguientes palabras, acompañadas de sus lloros, le pillaron con la guardia baja.

-¿Protegerme? Pero... ¿De qué...? -Se fijó que sus compañeros mantenían clavados sus ojos en él y advirtió que no habían cambiado de forma. En cuanto sintió el ardor en su cuerpo, reaccionó instantáneamente lanzándose contra la puerta para poner tierra de por medio entre él y los macieleros, especialmente Ina. Una sospecha terrible había aflorado en su mente: si cambiaba su lugar por el de Ina, si su aurva revertía y él se transformaba en esa bestia... había visto el estado de su habitación, y sospechaba que con el cambio físico venían estallidos de rabia. Si su suposición era cierta, entonces los macieleros estaban en peligro. Ina estaba en peligro. La imagen de él rajando a Ina con unas garras monstruosas aparecía en su mente, y no quería verla hecha realidad. No sabía cuánto le quedaba para volverse loco, pero intentaría encerrarse en una habitación. Albergaba la esperanza de que si se recluía no le haría daño a su otra mitad. Y, si tenía un ápice de cordura, estaría dispuesto a lanzarse por la ventana al vacío. Prefería ese final antes que hacerle daño a su aurva.

"...protegerme... de que me sucediera lo mismo que te había sucedido a ti..."

Oía las voces de los demás, cuchicheando entre ellos. Les miró y les hizo un gesto violento con la garra, señalando hacia la puerta.

-...marchaos. ¿Me oís? ¡MARCHAOS Y LLEVAOS A INA! -el dolor cada vez era más insufrible. Sabía que se estaba transformando-. ¡SALID DE ESTE CASTILLO, ESCONDEOS, NO ME IMPORTA, PERO MARCHAOS! -A Ina ya apenas podía entenderla. Intentaba alejarse de ella como podía, temiendose lo peor.

Cuando el dolor se detuvo, estaba sólo en la oscuridad. Miró a su alrededor, sin comprender. "Estoy muerto?" Se estremeció con la voz. Miró alrededor, paciente.

-Sal donde pueda verte. -aunque debería estar furioso, sólo sentía calma. Y cuando la figura se situó delante suyo, sonrió.

-Lo sabía. Sabía que no debíamos fiarnos de ti. Y me arriesgué a hacerlo sólo por Ina. ¿Y sabes qué? La jugada me ha salido bien. No sé quién eres, no sé por qué diablos engañaste a los demás, pero me da igual. Me proporcionaste el medio para liberar a Ina de esa forma y de ese dolor y la aproveché. -bufó-. ¿Un rey terrible? Puede. Es verdad, siento que los demás sigan atrapados en sus formas, pero Ina está a salvo. Y eso me vale. Incluso si despierto y la he matado, cosa que no me extrañaría... -le tembló la voz ligeramente-. Conseguí revertir el cambio y liberarla aunque solo fuera por unos instantes. Cuando... me trajeron aquí me dijeron que era una ciudad de maravillas y portentos. Nada más lejos de la realidad. Todo lo que hay aquí, lo que nos ha pasado, ha sido una pesadilla. No me creí capaz de obrar ningún milagro hasta ahora. -se encoge de hombros-. ¿Necio? Por supuesto, no lo niego. Pero es mi victoria personal.

Sonrió al ser oscuro que le miraba, como si fuera un viejo amigo.

-Deduje que, sabiendo cómo había obrado este lugar hasta ahora, lo de "llegarle al corazón" sería algo retorcido, como arrancárselo. Y no lo hice. ¿No adivinas por qué? -se encogió de hombros-. Prefiero arrancarme yo mismo el corazón.