Primer sueño de Barael

Lo había estado pasando por alto achacándoselo a la propia carga que sufría pero aquella actitud infantilesca ya destacaba demasiado como para ignorarla. <<Locura.>> -Concluyó. <<La pérdida de su familiar la ha trastocado, no creo que saque nada de ella.>>

Otro ente supremo, otra religión, otro sistema. Se preguntó si habría alguna sociedad que no recurriera a esas cosas, una en la que cada cual teorizase y plantease lo que quisiera. -<<¿Será Rocavarancolia eso?>> -La inexactitud de la respuesta le confirmó que hablar con ella sería probablemente una pérdida de tiempo.

-<<¿Por qué?>> -¿Por qué buscaba alivio en él si no era más que un extraño? Aquello alertó a Barael. Necesitaba encontrar a su hermano y regresar, aunque cabía la posibilidad de que no estuviese con él en ese mundo. Había demasiados agujeros, necesitaba información y la anciana probablemente le iba a intentar retener incluso si se levantaba y se intentaba marchar y contra una maga no podía hacer nada, era peligroso. Miró al juguete y se pregunto cuál era el patrón del latido mientras cavilaba cual sería la mejor solución.

-<<Agh...>>  -Se levantó despacio mirándola con la tensión de no saber cómo reaccionaría, pero no tenía muchas más opciones válidas.

-Sinceramente, yo también estoy perdido. Pero si nos quedamos quietos no conseguiremos nada. -Le tiende la mano. ¿Porque no damos una vuelta? Quizás hallemos más respuestas si vamos juntos. -Si la conseguía mantener de su lado, podría ser la clave para que saliese de allí y en el fondo, mucho más al fondo de lo que nunca se admitiría a sí mismo, quería encontrar a aquel niño perdido.

-<<Vaya pérdida de tiempo.>> -No pudo evitar pensarlo, aquella anciana le importaba lo mismo que los arboles que les rodeaban y todo aquello le cansaba.

La pausa acompañada de aquella distorsión extraña erizó los pelos de Barael pues aquel tipo de poder era contra el que no podría hacer nada pero, después de todo, solo era una anciana apenada. Cuando le cogió del antebrazo derecho el solo sonrió, esa actitud hacia él indicaba que no le pasaría nada si no se intentaba ir. -<<¿Como sabe de la Luna?>>

-¡Oh! Así que sabes de la Luna. -Fingía repentino entusiasmo. -Eso lo cambia todo, seguro que él es como yo y espera a la Luna en la ciudad. -Esta vez el tomó la otra mano de la anciana y se acercó a ella. -Pero yo me he perdido... -Baja la cabeza, dejando que el pelo cubra sus rasgos mientras finge pena por un instante hasta que la vuelve a subir para mirarla. -Puedo encontrarlo, pero te necesito para que me ayudes a volver. Solo la gente elegida puede entrar a la ciudad y es peligrosa, mucho más que los colaespinas. -La miró fijamente a los ojos enfrentándose a aquella mirada extraña. -Ayúdame, ayúdame y podré ir a protegerle.

Aquel era su último intento y por eso estaba tan cerca de ella, demasiado como para que reaccionara.

La furia era peligrosa podría dirigirse a él.

-Yo soy un nublino, no soy de aquí. Nos eligieron y no nos dieron opción. -Dijo fingiendo pena y apartándose un poco, para tomar la posición correcta. -Nos atontaron a todos con ese humo verde... y cuando despertamos ya estábamos allí, en ese otro mundo, en Rocavarancolia. -La palabra sonó casi mística al salir de él.

-La Luna Roja saldrá allí, en ese otro planeta, por eso no podemos quedarnos aquí. Tú puedes ayudarme... No, puedes ayudarnos a todos. Si conseguimos encontrar la forma de ir, si puedo volver, podemos protegerlos.

-Por favor... -Le dijo esta vez sin fingir. -Ayúdame a salvar a mi hermano.

Sabía que estaba apurando. Pero no la mataría hasta que no fuera la única opción visible, no es como si le hubiera echo algo, simplemente había perdido la cordura por su familiar.

Tirada:

-<<Y vuelta al inicio.>> -Pensó cansado, pues todo parecía haber sido para nada. El peluche aunque presentaba la misma magia ya no le importó, cogiéndolo simplemente como una formalidad. Aquella fugacidad con la que sus emociones cambiaban le confirmaban por última vez que la plena consciencia de aquella señora era no más que un recuerdo.

-<<Tal vez debería haberla matado...>>

Examinó el peluche mientras pensaba que hacer en este punto.

-<<Probemos de nuevo, no gano nada estando parado. Empecemos por el principio.>>

-En mi mundo, ya sabíamos que ellos vendrían. Seres a los que consideramos dioses, capaces de viajar entre mundos, poseedores de poderes tan extraños como sus apariencias y con la habilidad de utilizar la magia como si fuera parte de ellos. -Hizo una pausa mientras examinaba el juguete. -Pero nos dijeron que había una posibilidad de todo eso, pues ninguno de ellos nació así, aquellos dones se los otorgaba la sagrada Luna Roja a aquellos dignos de tal poder, por lo que cada año viajan entre los mundos, buscando a aquellos dignos para pasar la prueba y recibir los dones. Pero la prueba es peligrosa. -La miró a los ojos.

-Yo fui elegido y creo que tu nieto también, por eso debemos movernos, cuanto antes pueda regresar a buscarlo más seguro estará.

-Vamos. -Le dijo, tendiéndole el peluche.

-No tienden a avisar por lo que se. En mi mundo durmieron a toda la ciudad mientras festejábamos el día con un humo verde que a los elegidos solo nos atontó. Nos llevaron al instante. -Se encogió de hombros. -En los demás mundos donde no los conocéis se repite la misma historia, uno de ellos aparece derrepente, te ofrece algo que deseas y te dice que lo conseguirás si vas con él o ella. -Negó con la cabeza. -No hay tiempo para despedidas.

-<<Espera un momento.>>

-¿Como sabías acerca de la Luna Roja? -Preguntó intrigado.

Vuelta a la nada de nuevo. ¿Era eso una prueba? ¿Ella misma? Tenía que pensar en ello con calma, si se precipitaba en algo quien sabe cómo podría acabar, pero mientras lo hacía se dio cuenta de algo. Aquella anciana era como él, como si estuviera viendo una versión vieja de sí mismo si no hubiese sido escogido, haciendo juguetes para su familia y cuidando de ella, loca por perder a alguien sin poder hacer nada. Era de otro mundo y hacía magia por supuesto, pero aquellos dos detalles no cambiaban en esencia a lo mucho que se parecían. Quizás por eso había dudado antes, quizás en su interior ya lo había percibido pero por desgracia para ella eso no cambiaba el hecho más importante.

No sabía dónde estaba su hermano.

-Vamos, tu nieto podría estar por aquí. -Dijo tras escuchar un par de historias y ver los peluches mágicos. Se intento alejar algo de ella, tampoco más de un paso o dos pues era una prueba que el mismo le hacía a aquella prueba, quería comprobar si el ciclo volvía a formarse.

De ser así, solo había una forma de romperlo sin correr riesgos.

-<<Tal y como pensaba>>

Aún así envistiendo una sonrisa falsa se percató de lo que había hecho mal en aquello si era una prueba. <<Agh, demasiados juguetes vivientes, seguro que se me echan encima en cuanto la mate. Debería haberme ido sin hablarle o haber eliminado la amenaza cuanto antes. ¿Es eso la prueba? ¿Demostrar que la compasión no sirve para nada?>>

Esperar sería peor e improcedente, irse podría ser peligroso y matarla quizás provocaría a los muñecos. Pero qué remedio le quedaba, aquello empezaba a ser cansino y pelearse con muñecos mágicos sonaba mejor que vérselas con una maga.

Un procedimiento simple, dulce sonrisa, palabras tontas dándole la razón. Aquello no le gustaba. Rápido y sin miedo, era lo único que podía hacer por ella, casi era mejor así después de todo. La anciana descansaría en paz.

Una mano de ánimo en su hombro, otra de cariño en su cara. -Todo saldrá bien. -Le dijo. -Descansemos aquí tranquilam -El crujir sordo del hueso roto lleno el vacío que dejo su palabra sin terminar.

-Lo siento. -Murmuró. -Lo encontraré y lo protegeré, te lo prometo. -La zurda de Barael cerró los ojos de la anciana. -Descansa.

Quizás su abuelo y su tía le habían enseñado la frialdad de un cadáver y lo poco que importa ya algo sin vida, pero el resto de su familia, sus hermanos, Per y Brina, le habían enseñado respeto, calidez y cariño. Y por ello intento tumbar a la anciana con suavidad en el banco, alerta a que aquellos peluches se abalanzaran sobre él.

-Agh... -Suspiró mientras se frotaba su muy escocida mejilla, aquello había dolido. -Sabes, realmente estaba sintiéndome mal por esto. -No le extraño que no moviera el brazo, todo aquello lo atribuía a la magia.

-<<En fin, se acabó el quedarse parado hablando. Si voy a morir aquí no será disculpándome con un maniquí.>>

-Intentaba ir a por tu nieto si es que existe, salir de este mundo que no es mío y reencontrarme con mi hermano y mi grupo. -Acto seguido se tiró a intentar coger uno de los juguetes y destrozarlo contra el banco rápidamente. Esperaba que ese mes y algo de entrenamiento dieran sus frutos.

-Bueno eso no me sorpr-El parpadeo cortó a la mitad la frase de Barael.

-<<¿Qué?>>

Se quedó aturdido escuchando. <<¿Que fuys está pasando?>> -Otro parpadeo, la anciana volvía más y más atrás. Barael había dejado de entender nada contemplaba atónito las piezas recomponerse de la vhadkhita sin saber qué hacer. Necesitaba pensar.

Suspiró y se frotó los ojos, al tiempo que volvía a hablar distrayéndose mientras su mente iba procesando la información, descartando viejas opciones y valorando nuevas.

-Es fácil, solo tenía que encontrar a un pequeño daeliciano, resaltáis bastante como raza. -Hablaba más para sí mismo que para aquel maniquí. -Y mi hermano es como yo, bueno, es dos años más joven, esta algo más gordito y suele tener una expresión risueña, tiene una cicatriz en su antebrazo izquierdo y lleva el pelo más corto que el mío. Siempre les he hecho juguetes a mis hermanitos y a mis dos parejas desde que eran pequeños, como aquel linac que se movía con sus ruedas.

Tomó al conejo y a la vhadkhita con sus manos y se dispuso a sentarse. -¿Puedo examinarlos más de cerca un rato?

Si la respuesta era sí, se quedaría mirándolos un pequeño rato. Eran los que habían latido y atraían su curiosidad.