Primer sueño de Barael

Se sentía completamente relajado, la brisa acariciaba su piel y ondeaba su pelo suavemente trayendo consigo un olor a menta que le recordaba a las especias que tenían en el torreón  y a alguna de las hierbas de su tía. Y fue precisamente eso lo que lo volvió consciente, levantando su zurda ante la viva y fuerte luz de aquella puesta para cubrir sus ojos. Todo era tan distinto a Nubla y a la ciudad... La mente de Barael renovó su habitual marcha, calmado por la tranquilidad de toda aquella escena acompañada por los llantos de aquella señora. Llantos vivos.
-<< Llantos de pérdida.>> -Pensó mientras la miraba con la cabeza levemente ladeada.

Sin embargo algo no cuadraba. Los árboles, el banco, los dos soles, el color de piel de la anciana, pero sobre todo los vivos colores y tonos de estos le hicieron ubicarse en los relatos de Daerhien, descripciones de su mundo que había comentado en las comidas, los pocos momentos en los que todos se reunían. Pero... -<< eso es imposible.>> El no pertenecía a aquel lugar, no era su mundo, ni era su futura ciudad. -<<¿Será esto parte de la prueba?>> -No se le ocurría otra explicación lógica para aquella situación.

Entonces la anciana habló, y él se fijó en el juguete entre sus manos. Aquello le recordó a su tía en la ciudad cogiendo el cadáver de un niño de unos dos años de las manos de su madre, con la familia llorando a su alrededor. Una buena adquisición, aunque un bebe hubiera sido más interesante.

No le solían importar estas cosas, pero el tema niños siempre conseguía tocar un poco en él, lo suficiente para provocar una reacción por su parte. Miró a la anciana, un solo vistazo le bastó para ver que trabajaba en el campo, su calzado estaba como él de su hermano tras pasar por los campos. La necesidad de saber dónde estaba su hermano iba acrecentándose cada vez más. -<< De todas maneras no voy a averiguar nada corriendo como un linac.>>

-A él le gustaría verte sonreír. -Le dijo a la anciana. -He aprendido que es mejor vivir con una sonrisa para aquellos que se han ido, viviendo por ellos, siendo fuerte por ellos. -Miró hacia el infinito con la anciana, simplemente absorbiendo los detalles del paisaje con aquellos ojos que parecían atravesarlo todo, que parecían estar muertos. Esperaba una respuesta.

Cuanta hipocresía en unas simples palabras, pues sabía de sobra que él mismo estaría igual o peor de morir su hermano en la prueba.

Toda esa calma que sentía al principio iba yéndose lentamente según acababa de contemplar aquel extraño paisaje, gota a gota, mientras la anciana se limpiaba la cara. Encontrar a su hermano era una prioridad.

Se había precipitado hablando. -<<De todas maneras estará muerto igual. Agh, esto no es lo mío, tía siempre fue mucho mejor dada para estas cosas.>> -La mención de la magia lo sorprendió, a la par que le confirmaba que estuviera muerto, a no ser...

El abrazo de la anciana lo tomó por sorpresa, para él no era nada habitual aquello con alguien que no fuese de su familia. La presión del juguete le molestaba.

-<<Recuerda, tienes que tener siempre tacto, delicadeza, como cuando le pones detallitos a las figuras que haces para tus hermanos>>

Suspiró levemente y miró a la anciana. -Oh, entiendo... -Paso un brazo por la espalda de la anciana, haciendo una leve presión, tal y como le había enseñado su tía. -No se preocupe, es mejor dejarlo salir todo. -Con la mano acariciaba levemente su espalda. -¿Puedo ver el juguete? Aunque no lo parezca soy un buen artesano. -Le pareció la mejor manera de librarse de la presión mientras animaba a la anciana a hablar. Quería hacerle una pregunta, pero tenía que preparar el terreno antes.

El alivio de la presión fue un nimio alivio para él. La actitud infantil de la anciana no dejaba más que ver su estado, pero la libertad ahora de sus posturas indicaba que se iba sintiendo más cómoda con él ahí. -<<Bien, intentaré seguir así>>

Se despistó al coger el juguete, era la primera vez que tenía magia en sus manos, el latido y los detalles prácticamente inalcanzables para la simple destreza absorbían su atención de sobre manera. Lo que le golpeó de vuelta a la realidad fue el olor, demasiado dulzón para su gusto, así como los licores de bayas más empalagosos de su abuelo. Escuchaba a la abuela con atención, necesitaba información y detalles.

La palabra vhadkhita se archivó en su mente anclada a la imagen del juguete que no pudo evitar acariciar con los dedos de la zurda para notar sus relieves.

<<Carandela... suena a cuento para no dormir, pero si insistía en que su magia no podía encontrar nada la otra opción que había pensado cobraba mucha fuerza. La verdad, creo que todo es posible, de una manera u otra.>>

-Lo siento, no sé que es la Carandela, no soy de por aquí como puedes ver, pero no hay que descartar nunca una opción. -Miró de nuevo a la anciana mientras le devolvía el juguete, por mucho que lo quisiera no era en absoluto suyo. -Aún así... ¿Puedes decirme cuanto tiempo ha pasado?

Lo había estado pasando por alto achacándoselo a la propia carga que sufría pero aquella actitud infantilesca ya destacaba demasiado como para ignorarla. <<Locura.>> -Concluyó. <<La pérdida de su familiar la ha trastocado, no creo que saque nada de ella.>>

Otro ente supremo, otra religión, otro sistema. Se preguntó si habría alguna sociedad que no recurriera a esas cosas, una en la que cada cual teorizase y plantease lo que quisiera. -<<¿Será Rocavarancolia eso?>> -La inexactitud de la respuesta le confirmó que hablar con ella sería probablemente una pérdida de tiempo.

-<<¿Por qué?>> -¿Por qué buscaba alivio en él si no era más que un extraño? Aquello alertó a Barael. Necesitaba encontrar a su hermano y regresar, aunque cabía la posibilidad de que no estuviese con él en ese mundo. Había demasiados agujeros, necesitaba información y la anciana probablemente le iba a intentar retener incluso si se levantaba y se intentaba marchar y contra una maga no podía hacer nada, era peligroso. Miró al juguete y se pregunto cuál era el patrón del latido mientras cavilaba cual sería la mejor solución.

-<<Agh...>>  -Se levantó despacio mirándola con la tensión de no saber cómo reaccionaría, pero no tenía muchas más opciones válidas.

-Sinceramente, yo también estoy perdido. Pero si nos quedamos quietos no conseguiremos nada. -Le tiende la mano. ¿Porque no damos una vuelta? Quizás hallemos más respuestas si vamos juntos. -Si la conseguía mantener de su lado, podría ser la clave para que saliese de allí y en el fondo, mucho más al fondo de lo que nunca se admitiría a sí mismo, quería encontrar a aquel niño perdido.

-<<Vaya pérdida de tiempo.>> -No pudo evitar pensarlo, aquella anciana le importaba lo mismo que los arboles que les rodeaban y todo aquello le cansaba.

La pausa acompañada de aquella distorsión extraña erizó los pelos de Barael pues aquel tipo de poder era contra el que no podría hacer nada pero, después de todo, solo era una anciana apenada. Cuando le cogió del antebrazo derecho el solo sonrió, esa actitud hacia él indicaba que no le pasaría nada si no se intentaba ir. -<<¿Como sabe de la Luna?>>

-¡Oh! Así que sabes de la Luna. -Fingía repentino entusiasmo. -Eso lo cambia todo, seguro que él es como yo y espera a la Luna en la ciudad. -Esta vez el tomó la otra mano de la anciana y se acercó a ella. -Pero yo me he perdido... -Baja la cabeza, dejando que el pelo cubra sus rasgos mientras finge pena por un instante hasta que la vuelve a subir para mirarla. -Puedo encontrarlo, pero te necesito para que me ayudes a volver. Solo la gente elegida puede entrar a la ciudad y es peligrosa, mucho más que los colaespinas. -La miró fijamente a los ojos enfrentándose a aquella mirada extraña. -Ayúdame, ayúdame y podré ir a protegerle.

Aquel era su último intento y por eso estaba tan cerca de ella, demasiado como para que reaccionara.

La furia era peligrosa podría dirigirse a él.

-Yo soy un nublino, no soy de aquí. Nos eligieron y no nos dieron opción. -Dijo fingiendo pena y apartándose un poco, para tomar la posición correcta. -Nos atontaron a todos con ese humo verde... y cuando despertamos ya estábamos allí, en ese otro mundo, en Rocavarancolia. -La palabra sonó casi mística al salir de él.

-La Luna Roja saldrá allí, en ese otro planeta, por eso no podemos quedarnos aquí. Tú puedes ayudarme... No, puedes ayudarnos a todos. Si conseguimos encontrar la forma de ir, si puedo volver, podemos protegerlos.

-Por favor... -Le dijo esta vez sin fingir. -Ayúdame a salvar a mi hermano.

Sabía que estaba apurando. Pero no la mataría hasta que no fuera la única opción visible, no es como si le hubiera echo algo, simplemente había perdido la cordura por su familiar.

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